Aquí el primer capi. Comencemos a hacer volar la imaginación.
Un beso grande. Gracias por estar aquí y espero comentarios.
Capítulo
1
Scarlet.
Grigorii.
Al terminar mi ronda me
dirigí a casa apresurado para ver a Anne. Desde que Scarlet frecuentaba,
mi hermana tenía deseos de hacer cosas nuevas por ella misma. No era que fuera
tonta, pero a mi modo de ver era
conveniente supervisarla para no correr riesgos. Ella encendía la cocina,
calentaba la leche, y preparaba refrigerios. También me esperaba con un termo de
café caliente cuando llegaba muy tarde a la noche. Mi miedo era que su mente de
niña se distrajera como suelen hacer las personas de corta edad y eso provocara
una tragedia. Por otro lado debía dejarla avanzar dentro de su afección
psicológica. Ese planteo difícil me lo hacía día a día.
Apenas subí la estrecha
escalera del humilde apartamento una corriente de aire frío me congeló. El
invierno se acercaba y debía pensar en comprar una pequeña estufa para caldear
la casa o mudarme a un hogar más confortable. Quizás en dos meses podría darme
el gusto y llevar a Anne a un barrio mejor donde tuviera una habitación muy
bonita y no la de tres metros por tres que actualmente usaba.
Por lo menos Anne tenía
una pequeña ventana que daba al pulmón del edificio de tres plantas. La mía no
corría esa suerte. Creo que anterior a haber alquilado usarían ese ambiente
para guardar trastos viejos. Era notablemente más amplio pero había más humedad
que el resto de la casa. No podía permitir que Anne durmiera entre ese ligero
olor a hongos.
Abrí la puerta con la
llave y eché un vistazo al living. La tv encendida con Disney Chanel… Sin
embargo Anne no se hallaba sentada en el sofá.
Siempre el mismo miedo,
siempre la misma sensación cuando no la veía al entrar al apartamento. Creo que
mi voz reflejaba la ansiedad cuando la llamaba deseando que respondiera
rápidamente.
—Anne, ¿estás en la
cocina?
No respondió.
Cerré la puerta. Tragué
saliva y el miedo se convirtió en el dueño de mi cuerpo, como tantas veces.
—¡Anne!
Al avanzar bajé el
volumen de la tv. Aliviado pude escuchar el sonido de la ducha.
Respiré profundo…
Estaba bañándose.
Me acerqué a la puerta
del baño.
—¡Anne, llegué!
No iría a responderme
pero supe que me había escuchado porque a los segundos dio tres golpecitos en
la puerta.
Quité mi chaqueta y la
colgué de una silla. Como Anne ocupaba el baño lavé mis manos con el detergente
de platos y me sequé con un paño de cocina. Abrí la heladera y saqué un
recipiente con trozos de pollo frito y una planta de lechuga. Los apoyé en la
encimera mientras miraba la hora en mi reloj pulsera… Las diez de la noche.
Hoy no había llegado
tan tarde como otros días de la semana. Igualmente tenía un hambre voraz.
Después de calentar el
pollo en una sartén y cortar la lechuga, cogí un plato y un par de cubiertos y
me serví.
Anne apareció con su pijama
celeste y el cabello húmedo y recogido.
—Mmm… y ese aroma
rosas. No recuerdo haber comprado un jabón tan exquisito.
Me miró y sonrió.
—¿Scarlet te lo regaló?
Asintió con la cabeza
sin dejar de sonreír.
—Ya veo que te mima.
¿Has comido? –pregunté extendiendo el plato.
Volvió a asentir.
Caminó hacia la heladera y trajo el jugo de naranja, un vaso, y servilletas de
papel.
—Gracias cariño.
Se sentó frente a mí en
la mesa después de volver con el anotador y un lápiz.
No podía decir que me
cansaba que Anne no rompiera ese silencio. Uno de los últimos especialistas que
la había analizado aseguraba que ella no deseaba hablar y que no había
impedimento físico que lo impidiera. Conocía que era su modo de protección ante
la maldad de los adultos, ¿pero ya no había transcurrido tiempo suficiente para
que rompiera el silencio aunque sea con breves palabras? Sobre todo después de
conocer a personas como Scarlet, dar vueltas a la manzana con ella, y haber
aceptado ir a cenar conmigo.
Me serví jugo de la
jarra y cogí los cubiertos al costado del plato.
—¿No quieres hablarme
aunque sea con un “sí” o un “no”?
Negó con la cabeza.
Insistí…
—Sabes que puedes
hacerlo si lo deseas. ¿Por qué no me das ese regalo?
Volvió a negar.
Respiré hondo y comí el
primer bocado…
Me limpié la boca con
la servilleta y bebí del jugo.
—¿Por qué no haces un
esfuerzo? Hablaremos entre tú y yo y será nuestro secreto.
Negó otra vez.
—Okay… Aunque no
entiendo, Anne. Estamos solos. Si me hablas nada cambiará. Al contrario
podríamos conversar de muchas cosas. Porque la verdad… La verdad es que no es
gracioso contarte mi rutina y no saber qué piensas.
Anne deslizó el block
de hojas y me miró.
—No, Anne no es lo
mismo que me escribas. Dime, ¿por qué no quieres hablar tan sólo un poco?
Anne escribió con gesto
molesto.
Leí…
“Porque tengo miedo”.
La miré.
—¿Miedo? Estás conmigo.
Nada te pasará. ¿Miedo de qué?
Ella me miró fijo con
una gran tristeza. Lentamente cogió el lápiz nuevamente y escribió…
“De que buelba”.
—¿Vuelva? –comprendí
que se trataba de nuestro padre—. Preferí cortar la conversación aunque me
hubiera gustado saber porque no confiaba que yo no permitiría que él le hiciera
daño—. Vuelva va con V chica o corta, Anne. Eso te pasa por ver tv todo el
tiempo. Ponte a leer.
Me miró enojada, y sí
la verdad que me podía. Es que estaba todo el día fuera de casa salvo por los
francos y dedicar ese tiempo para pelear no era grato ni productivo.
—Perdón.
Le di un beso y sonreí.
—No insistiré más.
Habla cuando creas que estás fuerte para eso… En cuanto a leer más, estoy en lo
correcto. Así que será muy bueno para ti. Te compraré un libro bonito que te
cuente sobre historias fantásticas. ¿Quieres de hadas o princesas? ¿Tal vez
para más jovencitas?
Ella sonrió y escribió
sobre el papel.
“De vampiros”.
Reí.
—Anne, los vampiros te
darán miedo, no quiero que después tengas que dormir con las luces del apartamento
encendidas, con lo que cuesta la tarifa de luz, Anne –volví a reír.
Ella escribió.
“Quiero un libro sobre
vampiros”.
—Okay, yo… no tengo
idea si en la librería habrá alguno de esos libros de terror y personajes
satánicos.
Ella volvió a escribir
con cierto gesto de enfado.
“Los vampiros no son
satánicos”.
Arquee la ceja.
—Bueno, no sé qué pasa
por tu imaginación pero trataré de conseguirte un libro de vampiros.
Ella se puso de pie y
desapareció hacia el living. Pensé que sería algún programa de tv que le gustaría
pero regresó con una carpeta en la mano que no tardé en reconocer.
—¡No Anne! Eso no puedo
darte a leer. No es mío. Mira, es documentación de la Jefatura y me olvidé de
dárselo a Vikingo para guardar. ¿Dónde estaba?
Ella señaló desde la
puerta en sentido hacia la tv.
—¿Bajo la tv?
Asintió.
—Vikingo va a matarme.
Es que está enfermo y no lo he visto hace dos semanas. Sé que pude devolvérselo
antes…Creo que hace más un mes lo tengo.
Ella atinó a regresar
al living pero la detuve.
—Aguarda. Dame la
carpeta. Por una cosa u otra no la leí y la traje con esa intención. Me beberé un café y mientras fumo la revisaré.
Anne me la dio y
después hizo señas de irse a dormir.
—Ve cariño. Te quiero.
Me tiró un beso desde
la puerta y sonrió.
Me recosté en la silla
después de preparar un café cargado y dulce. Con la carpeta abierta de par en
par hojee para saber de qué había tratado esas muertes misteriosas cuyas fechas
parecían ser de enero 2015.
En la última hoja
estaba la firma y sellos de la doctora McCarthy y un doctor… No, sería el
director. Un tal Olaf Arve… Era el mismo que me había firmado unas cuantas actas
de defunciones donde la policía había tenido que intervenir.
Vaya suerte que había
tenido, evidentemente había sobrevivido a las heladas mortales. Según me habían
contado, la antigua jefatura de policía había quedado desbastada inclusive su
comisario había perecido. Sin embargo, Bianca también había sobrevivido… Bueno
en realidad todos los Craig, aunque no sabía si alguien había fallecido de la
familia. No conocía demasiado sobre ellos.
Bueno… Bianca había
sobrevivido a la inundación… Yo mismo había encontrado la limousine de los
Craig chocada y casi sumergida por completo. Ella había desaparecido por un
tiempo… Vaya mujer con suerte.
Quizás todos teníamos
un día para morir.
Observé una de las
hojas que tenía unas tachaduras y la consiguiente salvedad al final de la hoja.
Fijé la vista… imposible sin luz… Me puse de pie después de beber otro trago de
café y apagar el cigarrillo. Intenté desprender la hoja para que fuera fácil
ponerla a trasluz pero imposible, los expedientes venían cocidos para no
alterar el orden y evitar la pérdida o robo de folios. Okay… no me iba a ganar…
Doblé la carpeta y con la hoja que me interesaba separada del resto la elevé a
una altura que me fuera posible mirar la escritura a trasluz.
Uhmm… La tinta estaba
muy afirmada en varias partes… Las palabras entrecortadas…
Ca— e – a de león –auada……..
erf—raciones en los –os……..de octavo –agada.
Cambié de posición y
acerqué más la hoja ala lamparilla.
Ca—e—a de león… Cabeza
de león seguramente… ¿Auada? ¿Qué sería auada? ¿Labrada? ¿Fraguada? No…
¿Tatuada? Podría ser. Cabeza de león tatuada. Sí…
Que más…
¿Erf—raciones?
Laceraciones… no. Imperfecciones… Tampoco… La palabra llevaba “F”…
Acerqué más la hoja e
incliné la cabeza buscando un ángulo mejor…
Perf—raciones…
¡Perforaciones! Sí, eso era. Por eso la frase terminaba en “en los –os”
Perforaciones en los ojos.
Qué más…
Perforaciones en los
ojos de octavo… ¿de octavo–agada?
Una medida… Agada debía
ser una medida…
Sonreí.
Pulgada.
Entonces, Cabeza de
león tatuada. Perforaciones en los ojos de octavo de pulgada.
¿Por qué lo habría
tachado? Perforaciones de octavo de pulgada. No eran las agujas usadas para tatuar.
Si eran en los ojos
serían dos. O quizás más…
¡Qué extraño! Una secta
donde los integrantes se tatuaban antes de morir como símbolo de algo en común
entre ellos no era ilógico…. Lo extraño era que había perforaciones diferentes…
En los ojos… ¿Con qué lo habrían hecho? Octavo pulgada era de considerar.
Regresé a la mesa y me
senté. El café ya estaba frío.
Pasé las hojas hasta
encontrar las fotos… No notaba nada raro. Los ojos estaban pintados de rojo…
Arquee la ceja.
¿Quién me mandaba a
curiosear algo que ya no tenía sentido? La forense ya había dictado suicidios
en cadena. ¿Por qué pensar otra cosa?
Me recosté en la silla
y encendí otro cigarro…
¿Por qué? Porque la
misma forense había hecho un dictamen erróneo con el caso de Samanta Vasiliev.
Mierda… Friccioné las
manos contra la frente. Estaba cansado. Mejor iría a dormir. Mañana sería un
gran día para mí. Scarlet sería mi compañera en la ronda y lo que es mejor,
conduciría el patrullero.
Sonreí.
Solo un par de veces
había visto conducir a Scarlet su Civic blanco. La verdad que siempre iba
apresurada.
Escuché ruidos y
levanté la cabeza.
La puerta del baño se
abrió y se cerró. Anne habría ido al baño. ¿Se sentiría mal?
Me puse de pie y fui hasta
la puerta.
—¡Anne! ¿Estás bien?
Anne golpeó una sola
vez.
—Okay cariño, voy a
dormir. Hasta mañana. Que descanses.
……………………………………………………………………………….................
Era un día muy frío y
común esa mañana la cual fui a trabajar como tantos días. Sin embargo, toda la semana
anterior había sido especial a pesar que el sol de noviembre nos iluminaba
pocas horas. Scarlet y yo salíamos de ronda unas ocho horas y podría asegurar
que nos ayudó a conocernos un poco más.
Scarlet era fresca y
divertida, gozaba de buen humor siempre, y actuaba rápido y eficiente en cada
ocasión que ameritaba. A decir verdad no habíamos tenido demasiados delitos a
no ser por algunas riñas de calle producto del alcohol entre grupos de jóvenes,
y algún que otro detenido por robo a mano armada.
Aun así, las horas
compartidas se hacían intensas. Ella era intensa. Daba que pensar que Scarlet
vivía para disfrutar cada minuto de su vida. Y no hubiera sido extraño si la
forma de ser hubiera venido de una persona mayor, ya que a una edad los seres
humanos comenzamos a valorar que la vida es un regalo miraras por donde
miraras, con sus penas y conflictos, pero Scarlet tenía apenas veintitrés y era
digno de admirar que se diera cuenta la importancia de estar vivo.
Ese día, el sexto día
que patrullaba con ella, nos habíamos detenido para comer algo en un puesto
ambulante frente al edificio de Gobierno. En realidad, yo regresé al coche con
un suculento sándwich para mí y un café negro para mi joven compañera.
Recuerdo que le llamé
la atención porque debía alimentarse y no vivir a café en horas de trabajo. Me
respondió con una sonrisa esas que desarman y me aseguró que comía muy bien al
llegar a su casa. No le gustaba alimentarse con productos de dudosa
procedencia.
Sonreí.
Era normal que una
chica millonaria fuera meticulosa con los alimentos. Quizás su familia la había
criado sabiendo que no tendría necesidad de recurrir jamás a comida vulgar y
barata. Llevaba un ritmo de vida costoso y era sabido que trabajaba solo por
dignidad, ya que era factible que siendo una Craig no lo hubiera necesitado.
Eso amaba de ella. La
simpleza y sencillez, aunque vistiera con ropa de marca y tuviera ciertos
gustos exquisitos. Habría sido difícil tener esa personalidad que se alejaba de
toda discriminación social. Sobre todo pensando en sus hermanos. Ellos sí
parecían distantes a otro estrato social que no fuera el de ellos.
A mí en cierta forma no
me importaba. No tenía el dinero de ellos pero por suerte había logrado obtener
un cargo mejor en el tiempo que trabajaba con Hansen. Pronto me mudaría a un
apartamento decente junto a mi hermana y podría darle más gustos de los que me
esforzaba por darle. Quizás unos meses más y hasta podría cambiar la moto por
un coche aunque fuera usado. De esa forma Anne podría pasear por Kirkenes y hasta
conocer ciudades aledañas.
Entregué el café a mi
bella compañera y ella sonrió murmurando un “gracias”.
“No sonrías así,
Scarlet, porque encoges mi corazón”. Eso le hubiera dicho. Pero no era un
hombre persistente con las mujeres a tal punto de resultar pesado. Sería que no
tenía costumbre de andar tras el género femenino, porque aunque resultara un
tanto engreído, no había tenido necesidad de suplicar compañía. Podría decirse
que modestia aparte era un hombre atractivo. Sin embargo enamorarme nunca me
había ocurrido a mis treinta años. Era la primera vez que una mujer se metía
hasta en mis sueños apenas conocerla. Miento… Scarlet se había metido en mis
sueños mucho antes de conocerla. Eran los misterios que implicaba tener
premoniciones, aunque no me ocurría a menudo.
Desenvolví mi sándwich
mientras ella bebía de su café. El coche estaba estacionado junto a la acera de
una de las calles laterales de la plaza bajo un frondoso ciprés al que sus
ramas se alzaban al cielo oscuro y profundo.
Un sueño repetitivo se
cruzó en mi mente. Un sueño que hacía tres meses o más había vivido como si
fuera real.
Mi hermana vestida con
un bello y costoso vestido blanco bajaba una escalera… La escalera de la
mansión Craig.
¿Por qué la soñaba
allí? Ella jamás pisaría el hogar de esos ricos. A no ser… A no ser que Anne
saliera del trauma y Scarlet la invitara a su casa… Pero, ¿por qué vestida así?
Parecía una novia a punto de casarse…
Envolví mi sándwich y
miré a Scarlet. Se me había borrado el apetito en segundos.
Ella me miró sin perder
la sonrisa.
—¿Qué ocurre? ¿No
comerás?
Negué con la cabeza.
—Antes, necesito
decirte algo.
Ella se fundió en mi
mirada y un gesto de preocupación cruzó su iris violeta. Sí, tenía unos bellos
ojos como Liz Taylor.
—Dime…
Cogí el vaso de café de
su mano y ella siguió la trayectoria hasta que lo deposité sobre el panel
delantero. Hice lo mismo con mi sándwich y la miré.
—Quiero confesarte lo
que siento por ti. Sé que entre los dos sabemos que nos gustamos, eso lo puedo
notar tan bien como lo notarás tú. También sé que hubo un par de besos, quizás
unos siete u ocho. Pocos para mi gusto. Sin embargo no hemos pasado de eso y…
Ella interrumpió.
—Grigorii, no te
apenes. No es porque has dejado de gustarme o no quiera tener nada contigo
pero…
—¿Soy pobre?
Ella me miró exaltada.
—¡No! No tiene nada que
ver.
—¿Entonces? Explícame
porque noto que no quieres ir más allá en la relación.
Scarlet miró hacia
adelante. Una pareja cruzaba la calle cogidos de la mano.
—¿Piensas que tus
hermanos me matarán sin tengo intimidad contigo?
Ella no me miró y
continuó hablando.
—Mis hermanos no. Yo
podría matarte.
—¿Qué dices?
Su perfil perfecto
salió de mi enfoque para dar lugar al bello rostro frente a frente de labios
sensuales y nariz perfecta.
—Digo que… Yo podría matarte.
Si tenemos sexo… No te dejaría salir de esa cama hasta que me hayas entregado
la última gota que emane de ti. Te dejaría desfallecido y sin fuerzas.
Reí. Vaya forma de
decirme que me deseaba.
Negué con la cabeza
mientras sonreía.
—Yo quiero morir de esa
forma, Scarlet. Entre tus brazos. Desmayarme de placer y créeme que pienso
hacer lo mismo contigo.
Ella me miró fijo. Sin
embargo no devolvió esa mirada apasionada que debía reflejarse en mí. Por el
contrario, parecía que su iris se había oscurecido hasta parecer el púrpura, y
me estremeció la frialdad con la que me observó.
Mi sonrisa fue
desapareciendo de a poco mientras ella no apartaba la vista de mí.
Fue un impulso al que
cualquiera no se le hubiera ocurrido en esa situación… Lo común hubiera sido
que preguntara, “¿por qué me miras así?” Pero me acerqué inclinando el rostro y
la besé.
La besé como nunca lo
había hecho. Con el deseo de poseerla y que fuera solo mía para siempre.
Scarlet salió al
encuentro de mi lengua y me cogió de la nuca acercando mi cuerpo al de ella. Fue
un beso apasionado y lleno de deseo acumulado. Uno de mis brazos la atrajo de
la cintura y mi pecho sintió el contacto de sus pechos turgentes y llenos pero
que cedieron a la presión de nuestros cuerpos.
Quería desnudarla y
desnudarme… Quería que mis manos la recorrieran y sentirla gemir gracias a mí.
Jadee separando mi
boca.
—Nena, quiero hacerte
el amor.
Ella me apartó con
delicadeza y me miró a los ojos.
—Démonos tiempo,
Grigorii.
—¿Tiempo? Yo no lo
necesito.
—Sí, lo necesitas. No
quiero que al conocer mis defectos o partes de mi vida que no te gusten corras
abandonándome, porque voy a sufrir. Prefiero aceptar una relación cuando esté
segura que no me dejarás por nada del mundo.
Me senté erguido y la
miré confundido.
—Sé que estoy enamorado
de ti desde que te conocí. ¿Qué terrible defecto o parte de tu vida me haría
dejarte de querer?
La radio emitió un
ruido y la voz de la oficial se escuchó con interrupciones.
Pulsé varias veces la
tecla de sintonía en el panel hasta que se escuchó nítida.
“Aquí Central. A todas
las unidades, repito. A todas las unidades. Naranja en zona plaza. Se pide
refuerzos.”
—Mierda, código
naranja, una toma de rehén –dijo Scarlet.
—Así es.
Cogí la radio y hablé.
—Central, aquí móvil
cuatro, pide coordenadas. Repito, móvil cuatro, pide coordenadas.
“Móvil cuatro, código
naranja en Road Place al cuatrocientos”.
—Central, estamos en
zona. Vamos para allá.
Scarlet arrancó el
motor y aceleró por la avenida.
—¿Lo ubicas?
—Sí, hay un pub en la
esquina. Con las chicas hemos ido a beber café.
—Bien. Acelera.
Encendí la sirena pocos
segundos antes que Scarlet volara a través de las calles.
…………………………………………………………………………………............
Cuando llegamos pude
ver dos patrulleros estacionados en forma de “L” atravesando una de las calles.
Había mucha gente curiosa y varios compañeros ubicados en lugares que parecían
estratégicos.
—¿Ves algo? –preguntó
Scarlet.
—Aún no. Vamos por la
izquierda.
Noté que había un
espacio por el lado señalado. Cerca pude ver al comisario con un par de
compañeros de turno, Willian y Rudolf. Ambos apuntaban un objetivo.
Scarlet murmuró.
—Está allí, frente al
edificio. Es un hombre con un niño.
—¡Mierda!
Al llegar hasta el
comisario saludé y pregunté la situación.
Hansen negó con la cabeza
tristemente.
—Estamos complicados,
Pretov.
—¿Qué quiere para
soltar al niño? ¿Dinero?
—Ojalá. Es el marido de
la madre del niño. Se enteró que no es el padre.
—¡Loco de mierda!
–protestó Willian sin dejar de apuntar.
Scarlet me miró
angustiada.
Creo que intuyó que
nada saldría bien hoy.
—Tranquila –sonreí
apenas.
Un colega hablaba con
él por un megáfono tratando de persuadirlo pero él insistía que su vida había
acabado y se llevaría al niño con él.
El secuestrador comenzó
a vociferar insultos y mantenía el arma en alto, amenazante. Con un brazo
apretaba contra sus caderas al pequeño que no cesaba de llorar. El hombre había
sido advertido con la voz en alto que cualquier movimiento sospechoso la
policía dispararía contra él pero la sensación era que nada le importaba. Lo
peor, que nadie gozaba de una puntería tan perfecta para dar con él sin evitar dañar al niño.
Avisé al comisario que
buscaría con Scarlet otro punto estratégico. Quizás por la calle de la
izquierda. El hecho que debíamos llegar por la manzana de atrás hasta
sorprenderlo en la esquina.
Me apoyé en un árbol
sobre el costado de la corteza y desenfundé el arma. Scarlet me imitó detrás de
un árbol a mi derecha.
—Scarlet, la policía ya
dio la advertencia. Si ves un movimiento del arma hacia el niño podrías
disparar al hijo de puta, pero no te lo aconsejo si no quieres llevar a tu
espalda la muerte del chico. No estamos muy cerca.
—No te preocupes. Tengo
buena puntería.
—Eso lo sé pero esto es
diferente tiene un rehén sujeto.
Ella se posicionó y sus
ojos bellos me miraron por segundos para fijarse en el objetivo.
Así transcurrieron un
poco menos de una hora. Todos parecíamos muy cansados de llegar a este punto y
no tener solución. Generalmente los secuestradores no tardaban demasiado.
Solicitaban lo que deseaban y punto. Sin embargo el hombre quería martirizarnos
y demostrar a su mujer el poder. Ella seguro se encontraría protegida por la
policía, escuchando cada amenaza.
De pronto se escucharon
gritos de parte de él. Se notó el nerviosismo de mis colegas. Me tensé y mi
dedo se apoyó en el gatillo. El niño se revolvía tratando de zafar. Él hombre
lo insultó y lo apretó contra el cuerpo. Mis ojos clavados en el arma que tenía
sujeta en su mano con el brazo levantado.
—Scarlet, vamos por la
derecha quizás… ¿Scarlet?
¿Dónde estaba Scarlet?
Miré hacia los costados
y hacia atrás. Había desaparecido.
De pronto se escuchó un
chirrido de un coche a toda velocidad. Abrí mis ojos y tragué saliva.
El secuestrador bajó el
arma a la cabeza del niño en el momento justo que Scarlet doblaba la esquina conduciendo
la patrulla a toda velocidad. Subió la acera y vi su brazo extendido a través
de la ventanilla… Con el arma apuntando…
Fueron segundos…
Segundos los cuales se escuchó el impacto y una mancha oscura se dibujó en la
frente del hijo de puta, e instantes después el hombre caía en la acera,
muerto.
Hubo alboroto y
corridas.
Vi al niño sano y salvo
ser rodeado por la policía. Scarlet salió del coche dando un portazo metiendo
el arma en la cintura. Yo… Yo me quedé quieto, inmóvil. Las piernas me
temblaron. No porque había salido mal, sino por haber habido posibilidad de
haber echado todo a perder. Sin embargo vi al comisario correr hacia Scarlet y
abrazarla.
Permanecí unos minutos
en el lugar sin atinar a moverme y reunirme con mis compañeros hasta que la
respiración volvió a la normalidad.
Caminé apresurado hacia
el tumulto pidiendo permiso entre los curiosos hasta llegar al lugar del hecho.
William y Rudolf
festejaban. Scarlet estaba rodeada entre felicitaciones y algarabía de algunos
oficiales y de Hansen. Observé el cuerpo del hombre antes que un oficial lo
cubriera.
El agujero perfecto en
el medio de la frente habría atravesado su cerebelo dejándolo fuera de combate
en segundos.
Una puntería digna de
admirar, de no creer. Sobre todo si pensaba que quien había disparado a la vez
conducía la patrulla y había tenido poco tiempo para fijar la mira. Y la mira
perfecta… Porque si hubiera sido centímetros más o menos, quizás el secuestrador
tenía tiempo de haber disparado en la cabeza al pequeño.
Hansen me sacó del
ensimismamiento.
—¡Pretov! ¡Qué
compañera te has echado!
Lo miré como si bajara
de un ovni.
—¡Pretov! ¿No digas que
no lo has visto? ¿Dónde estabas?
—Con ella –murmuré.
—Bueno con ella no. En
la patrulla estaba ella sola.
Giré a mi espalda para
ver la distancia de los árboles. Aquellos en los que Scarlet y yo habíamos
usado para ocultarnos.
—No, estuvimos tras los
árboles… y ella… no sé en qué momento se alejó. Yo…
Los gritos emocionados
de la madre que avanzaba hacia Scarlet me interrumpieron.
Hansen rio.
—¡Vamos Pretov!
Festejemos mientras llega el sector de la Científica. No hay nada mejor que
disfrutar la felicidad de esa madre.
El comisario se alejó
después de palmear mi hombro. Y yo… Yo me quedé de pie, inmóvil. Todo había
sido tan rápido. De pensar que podíamos haber estado enterrando al niño la piel
se me erizó por completo.
Escuché a Hansen decir
palabras de entusiasmo y a la madre del niño llorar de alegría. Se inclinó para
decirle algo al niño y mirar a Scarlet que de pie frente a ellos sonreía.
Una persona vestida con
bata se acercó y saludó a la madre y habló algo con ella. Seguramente era una
doctora o psicóloga para ofrecerse a asistir al pequeño.
Hansen giró y me miró.
No sé qué notó en mi
cara, quizás desconcierto, pero insistió.
—¡Pretov!
Lo miré.
—Ven, ¿no quieres
felicitar a tu compañera?
—¡Claro! –respondí
adelantándome hacia el grupo.
Scarlet dio un beso al
niño y la madre la abrazó otra vez con lágrimas en los ojos. Ella sonrió.
—Te felicito –murmuré a
su lado.
—Gracias Grigorii
–respondió sin mirarme.
Cuando regresamos a la
patrulla Rudolf me esperaba fumando un cigarrillo recostado al coche.
Scarlet subió y él se
hizo a un lado para que yo pasara.
—Oye Grigorii, muy
buena tu hembra, ¡eh! –rio.
—Cállate Rudolf, no te
refieras así a Scarlet o te partiré la boca.
—Uuuuh –bromeó—, ¡qué
carácter!
…………………………………………………………………………………............
En la patrulla me
mantuve en silencio hasta que recorrimos tres manzanas. Entonces ella rompió el
silencio.
—¿No pareces contento,
Grigorii?
La miré mientras giraba
la esquina para coger la calle de la comisaría.
—Lo estoy. Solo que
todavía estoy en shock.
Silencio…
—Scarlet, ¿sabes que
pudiste haber fallado y hubiera sido una catástrofe?
—Lo sé. Pero no fue
así.
—Sí…
Silencio.
—¿Estás orgulloso de
mí?
—Por supuesto.
—Pues no parece.
—Estoy
orgulloso y te admiro. Aunque trato de entender esa valentía un tanto
irresponsable que…
—¿Irresponsable? ¿Crees
que no sabía lo que hacía?
—No es eso… es que es
normal. A esa distancia y como venías había un alto porcentaje de fallar.
—El instructor de tiro
me dijo que era asombrosa. Ya lo ves.
—Sí… Asombrosa,
increíble.
—Imagino que habrás
visto policías con gran puntería en tu larga carrera.
—Sí, he visto. Sin
embargo como tú, nunca. Lo juro.
—Llegamos –dijo algo
molesta al ver la fachada de la Jefatura—, el comisario dijo que beberíamos un
café en su oficina. Habló algo de una condecoración a fin de mes.
—Claro, te debe una. Te
felicito.
—Gracias.
Después de estacionar
apagó el coche e hizo ademán de bajarse pero la detuve del brazo.
—¿Qué?
—Si la excelente
puntería es una de las cosas que debo saber para amarte ten la seguridad que me
tienes a tus pies. ¿Es lo único que debería saber?
Me miró fijo.
Drank.
Mientras terminaba de
ducharme en el pequeño baño de terapia intensiva, Nina me esperaba con un
desayuno suculento, de pie, inmóvil, tras la puerta.
Digo tras la puerta
porque estaba seguro que no habría podido comportarse naturalmente después que
me había visto ponerme de pie y acorralarla en el baño para tener sexo.
Apenas lo hicimos, se
vistió sin mirarme a la cara y salió a buscar el desayuno. Podía adivinar lo
que pasaba por su cabeza. Creyente como lo era seguramente habría pensado que
había sido una de las pocas afortunadas en contemplar un milagro tan cerca.
Pero no había milagro,
no… Al menos esta vez no.
Solo la determinación
de un ser que no pertenecía a mi raza humana. La decisión de salvarme la vida
vaya a saber porqué. ¿Por Liz? Probablemente.
Nunca tuve problema en
decir “gracias” a personas que me ayudaban en algo o hacían favores. Sin
embargo ahora me sentía impotente para agradecer. Es que la extensión del
agradecimiento para quien te salva la vida no tenía límite. Aunque pensándolo
bien… Él… solo esperaba algo de mí… Renunciar al amor de mi vida.
Y lo haría, claro que
lo haría. Por más que significara guardar mi amor bajo siete llaves en mi
corazón.
Amor de mi vida… La
imagen de mi padre se cruzó en mi cabeza.
¿Había sido mi madre el
gran amor de su vida? ¿O sólo optó por lo correcto?
Sentía que no podía
perdonar a mi padre. No por haberse enamorado de otra mujer, porque lo vi en su
mirada. Ella no fue una aventura. Mi rabia hacia él partía de no haber podido
ser valiente y enfrentar lo que sentía. Aún cuando tu mundo se derrumba y debes
comenzar de nuevo. A veces hacer lo correcto está disfrazado de cobardía.
Mi padre sí había
tenido opción para luchar por el amor verdadero que le llegó un día. En mi caso…
En mi caso no.
Terminé de secarme y me
vestí con el pijama. Pediría a mi padre que trajera alguna muda para poder
salir del hospital.
Salir del hospital…
Tantas veces pensaba que era una utopía.
Ahora vería el parque
de Drobak, con su otoño abandonándonos lentamente y las primeras nevadas. Ahora
podría caminar bajo los fresnos y los nogales silbando una canción como lo
hacía. Ahora podría ir a pescar cuantas veces se me cantara. Podría tirarme en
el césped boca arriba sintiendo la calidez del sol del mediodía. Ahora podría
correr sin el temor a quebrarme. Ahora… estrujaría entre mis manos cada minuto
de este milagro llamado vida.
Al salir del baño Nina
me miró con la bandeja en sus manos.
—Lo siento, demoré en
secarme. El café estará frio pero lo beberé igual.
Pasé a su lado y me
senté en la cama. La miré…
Ella continuaba
espaldas a mí con la vista en la puerta del baño.
—Nina, ¿estás bien?
Giró lentamente y me
clavó sus ojos claros.
—¿Preguntas si yo estoy
bien?
—Sí. Te veo estática
con la bandeja en las manos sin saber qué hacer. Ven –palmee la cama—. ¿Me
acompañas a desayunar?
Parpadeó y abrió la
boca pero no dijo palabra.
Bajé la vista.
¿Cómo explicaría lo
ocurrido a todo aquel que había estado cerca de mí durante meses? Todo aquel
que me vio agonizar y extinguirme día a día no comprendería mi estado actual.
—Nina, ven. De verdad
que tengo hambre y esas tostadas se ven deliciosas aunque… Aunque hubiera
preferido un suculento sándwich, créeme.
Se acercó y depositó la
bandeja en la cama. Asalté las tostadas que crujieron en mi boca mientras
miraba el día tras la ventana.
—Di aviso al doctor
Rudi –murmuró.
La miré de reojo y
continué comiendo.
—Él dijo que estaría
aquí en breve.
—¡Qué bien! Quisiera
despedirme de él y agradecerle.
Ella me cogió de la
barbilla y me obligó a mirarla.
—¿Qué ocurrió ayer,
Drank?
Arquee la ceja.
—Uhm… Pues no recuerdo
mucho. Lo último que sé es que estaba entubado con el maldito suero y sentí
muchos dolores en todo el cuerpo. Después, me desperté sintiéndome mejor. Ya
ves, tengo hambre y ganas de irme de aquí.
Nina calló y sus ojos
se fijaron en el edredón azul regalo de Liz.
—Ella… Ella me dijo que
te cuidara mientras no estaba en Drobak.
Sonreí.
—Ya ves, no le has
fallado. Me has cuidado muy bien.
Se puso de pie de un salto.
—¿A qué juegas, Drank?
—¿Yo? A nada. ¿No te
alegra verme mejor?
—¿Mejor dices?
—Sí, mejor.
—Tú no has tenido una
mejoría dentro de tu agonía. Tú te ves como si nunca hubieras sufrido nada malo.
¡Y lo tenías Drank! ¡Yo misma leí miles de veces los resultados que te hacían
cada semana! ¡Ibas a morir Drank! No había solución ninguna en el campo de la
medicina.
Pasé una servilleta de
papel por mis labios y bebí un trago del café tibio.
—¡Qué pena! ¿Entonces
mentías cuando me decías que había esperanza?
—No te burles de mí. No
me lo merezco.
Callé la boca y bajé la
cabeza.
—¿Qué ocurrió Drank?
¿Dime a qué Santo le has rezado que te ha escuchado y te ha devuelto la salud?
—Bueno –carraspee—, a
Santos he rezado a varios. Quizás alguno escuchó.
—Buenos días.
La voz del doctor Rudi
nos interrumpió. Tras él, mi padre se acercaba con ojos asombrados.
—Buenos días, doctor.
Hola papá.
Mi padre no contestó.
Lentamente se sentó en la silla sin apartar la vista de mí.
—Me ha dicho Nina que
deseas irte del hospital. Me temo que no puedo darte el alta sin estar seguro
de que estás bien y mi experiencia indicaría que…
—¿No existen los
milagros? –interrumpí.
—No, no es eso.
—¿Qué es entonces?
—Sucede que dentro de
la enfermedad puede haber una mejoría llamativa y notable pero…
Volví a interrumpir.
—Le doy la razón. Mi
mejoría es llamativa y notable. Como ve, no tengo dolores y puedo mantenerme en
pie respirando normalmente.
—Drank…
—Doctor… Yo le
agradezco de verdad todo lo que ha hecho por mí. Sin embargo sabe de memoria que
si no quiero permanecer aquí no habrá ley que me lo impida. Ni siquiera mi
padre –lo miré—. Soy mayor de edad.
—No puedo firmar el
alta
—Me iré de cualquier
modo.
Rudi miró a mi padre
que parpadeó sin creer lo que contemplaban sus ojos.
—Por favor George,
déjanos a solas. Tú también Nina.
—Papá, consígueme ropa,
por favor.
Él asintió.
Ambos se retiraron en
silencio.
El doctor se mantuvo
con la vista clavada en las baldosas y ya comenzaba a impacientarme. Hasta que
me miró fijo.
—Quisiera creer en los
milagros Drank, pero tú sabes, soy médico y práctico. Me baso en lo empírico.
—Pienso que tendrá que
cambiar de pensamiento, ¿no cree?
Se acercó y se sentó en
la cama junto a mí.
Rudi suspiró.
—Los médicos estamos
acostumbrados a escuchar que si un paciente no se salva es por culpa nuestra,
si lo logra, es gracias a Dios. Pero nunca he vivido una situación como esta.
Estabas agonizando Drank. Yo mismo te drogué para que los dolores te dejaran
descansar.
Encogí de hombros.
—Pues… No sé qué
decirle. Me desperté sintiéndome bien. Confieso que un poco débil y mareado
pero sin los dolores en los huesos y ese malestar constante en el estómago. De
todas formas se alegra de verme bien, ¿verdad?
Asintió levemente
mientras me miraba fijo.
—Es que… Hasta tu
rostro demacrado ha cambiado de color. Te ves… Te ves sano.
—Lo estaré. Con más
razón no quiero perder tiempo. Me iré de aquí con o sin su alta firmada.
Bajó la cabeza para
después mirarme.
—Drank… quédate un
par de horas. Te sacaré sangre, prometo no será nada invasivo salvo la
extracción. Necesito comprobar por la ciencia que ya no corres peligro de
muerte. Por favor…
—Un par de horas,
doctor. Después que compruebe lo que ya es evidente, me marcharé.
Se puso de pie, sin
embargo a los pocos segundos volvió a sentarse.
—¿Se siente bien?
Me miró enfadado.
—Tu pregunta suena a
burla.
Sonreí.
—Sí… Puede ser. No por
maldad… Yo… También estoy sorprendido.
Echó un vistazo al
pequeño espacio que nos rodeaba.
—Si busca magos no los
hay.
Se acaba de ir anoche.
Pensé.
—No busco magos
–protestó—. Quiero saber que ocurrió. Quizás sirva para que otros enfermos
hallen la cura.
—Lo lamento. No puedo
ayudarlo.
—¿Por qué? –preguntó
con un hilo de voz.
—Simplemente porque no
sé qué explicación darle. Me siento bien como si nunca hubiera estado enfermo.
—Te sacaré una muestra
de sangre.
—Haga lo que quiera. Le
doy dos horas, después me iré de aquí.
Mi padre se asomó por
las cortinas del box.
—¿Has ido por mi ropa?
Negó con la cabeza.
—¿Qué esperas?
—Drank, te noto
agresivo y eso no es natural en ti. Estás extraño.
—Usted lo estaría
también.
—Sí… Posiblemente. Si
quieres echarme la culpa porque no he sido tu salvador lo admito. Ahora… Tu
padre no tiene que ver en esto.
—Con papá nos debemos
una charla. Hasta que aclaremos cuestiones nuestras no seré el de antes. Si me
perdona omitiré el conflicto, es un tema personal.
—George es un viejo
amigo. Algo me ha dicho. Es un tema personal y lo respeto. Pero ve con cuidado
hay mucha gente que hace daño gratuitamente.
—Lo sé, sin embargo no
es el caso.
—¿Estás seguro?
—Doctor, le pediría que
no se metiera en asuntos míos. Gracias.
Rudi se puso de pie y
palmeó el hombro de mi padre. Después en silencio se retiró dejándonos solos.
Miré hacia la ventana.
Es que no podía contemplarlo a los ojos. Escuché que caminaba y arrastraba la
silla. Se desplomó en ella cerca de mí.
—Antes de entrar en
crisis ayer… o antes de ayer… ya ni sé en qué día estoy –murmuró—, me gritaste
que tenía una hija.
Callé.
—Mencionaste una calle
y número…
Lo miré.
—Calle que hizo que te
movilizaras hasta la última célula, ¿no es así?
Nos miramos.
Tenía la vista cansada
y el rostro demacrado. También había adelgazado por estar a mi lado esos meses
de tortura.
—Jacqueline.
Mis ojos se desviaron a
la ventana al escucharlo nombrarla.
—Así que se llama
Jacqueline.
—Sí.
—¿Fue una aventura?
—No.
Al sentir ese “no” tan
rotundo y seguro el corazón se me estrujó.
—Yo jamás hubiera
engañado a tu madre por una aventura.
Me puse de pie de un
salto enfurecido.
—¿Tienes el desparpajo
de decirme que amaste a otra mujer?
—Creí entender que
necesitabas saber la verdad. Estoy contándotela. Si te crees tan justo y
valiente para enfrentar un pasado, debes serlo para escuchar hasta lo que no te
guste.
—¿Sabes qué? No quiero
escucharla. Eres un mentiroso. Mentiste años a los dos. A mi madre y a mí.
—No es así, Drank.
—¿Ah no? ¿Y cómo es la
historia? ¿Eres tan buen hombre que renunciaste al amor por no abandonar a un
niño y a su mujer? –me burlé.
—No sé si soy buen
hombre. Solo sé que creí hacer lo correcto.
—¡Tengo una hermana,
joder!
Un enfermero se acercó
al box.
—¡Por favor! Esto es
terapia intensiva. Tengan respeto.
—Lo siento –me
disculpé.
Cuando nos quedamos
solos hablé en voz baja.
—Tengo una hermana. Una
chica que me ha buscado con el afán de no perder mi vínculo. Una joven que no
pudo elegir, como yo. Si tan sólo tú y tu amante nos hubieran enfrentado y dicho
la verdad. Quizás ella tendría otro apellido, el que le pertenece por derecho,
y yo no hubiera sido un desgraciado hijo único por tanto tiempo. Tú cambiaste
mi destino y el de ella. No tenías derecho.
—Yo… Nunca supe que
tenía una hija. ¿Cómo crees que la hubiera abandonado?
—Ya no sé quién eres
papá.
—No digas eso. Soy el
mismo que te llevaba a pescar, el que estaba orgulloso de tus calificaciones.
El que te arropaba en la cama en invierno cada noche. El que creyó morir
–sollozó— cuando los médicos me dijeron que no tenías ninguna posibilidad de
salvarte. Soy el mismo, Drank. El que soñaba con salir de este hospital contigo
caminando.
Bajé la cabeza. No
podía escucharlo llorar. Pero era tanta la decepción…
—No puedo perdonarte.
Ayer, me dejaron sin Dios. Hoy me dejas si un ídolo. Porque eso era mi concepto
hacia ti, papá.
—¿Te dejaron sin Dios?
¿A qué te refieres?
—Nada, cosas mías. No
cambies la conversación.
Se puso de pie con la
intención de acercarse. Retrocedí.
—No me toques.
—Drank… ¿Qué quieres
que haga?
—Primero no repitas más
que amaste a otra mujer. Porque eso no es verdad. No puede amarse tantas veces
como si cambiaras tu ropa. En tal caso nunca quisiste a mamá.
—¡Sí, la quise! En la
vida puede volverse uno a enamorar. Tú no entiendes, quizás un día cuando te
enamores de otra mujer que no sea Liz puedas llegar a entenderme. Puede
ocurrirte, y no puedes impedirlo.
—No amaré a otra mujer
que no sea Liz, grábatelo en la cabeza. Aunque sea de otro y yo mienta relación
tras relación. El corazón se entrega una sola vez.
Suspiró…
—Ojalá que no pienses
así por el resto de tu vida, querido hijo. Porque de esa forma no vas a poder
ser feliz negándote a un nuevo amor.
Lo miré enojado, con
rabia.
—¿Tú crees que un ser
amado se intercambia por otro sin ningún trámite y con facilidad.
—No, yo no dije que
fuera un mero trámite ni que fuera fácil. A veces te ocurre y no puedes frenar
lo que sientes. Mucho tiempo estuve con culpa por haberme enamorado de otra
mujer siendo casado, pero con los años comprendí que nada hubiera podido hacer
frente a ese sentimiento que crece y crece dentro de ti sin medir
consecuencias.
—Pues la consecuencia
se llama Roxane, por si no sabes es el nombre de tu hija.
—Quiero conocerla.
—Haz lo que te plazca.
Necesito mi ropa y saldré de aquí a la casa de algún amigo. Sé que no tenemos
casa, no tienes que decirlo, es mi culpa.
—Jamás te echaría en
cara lo que hice por tu enfermedad. Y aunque… Y aunque ahora me odies y no
quieras verme, estaré dichoso de saber que estás bien. Eso… Eso si el análisis
da correcto.
—Dará bien. No tengas
dudas.
…………………………………………………………………………………............
Después del mediodía
recorrí el pasillo de planta baja rumbo a la puerta de salida. Muchas veces
pensaba que no volvería a verlo y menos caminando sintiendo que podía comerme
el mundo.
Antes de atravesar las
puertas escuché a Nina llamarme.
—¡Drank!
Giré a mi espalda y la
vi apresurada por llegar hasta mí.
Sonrió apenas estuvimos
frente a frente.
—No puedo creerlo aún…
¿Ibas a abandonar el hospital sin despedirte?
¿Despedirme? Pensé… Mis
pensamientos cruzaron la mente y me mantuvieron aislado de lo que ella parecía
estar diciéndome.
Despedirme era lo que
había aprendido hacer hace meses con cada ser querido que veía en esa cama.
Ahora no… No quería despedirme de nada ni de nadie, aunque el trato con las
personas fuera de aquí en más distinto.
—No te preocupes
–sonreí—. No voy a despedirme de ti. Si desaparezco es por un tiempo.
—¿Dónde vivirás? ¿En la
pensión con tu padre?
—No, llamé a Mike, un
amigo. Dijo que podía quedarme en su casa hasta encontrar trabajo. Es posible
que su padre me consiga empleo en el carguero. La familia de Mike me conoce
desde pequeño.
—¿En el barco carguero?
Entonces viajarás mucho, estarás poco en Drobak… Ya no te veré a menudo. Será
como una despedida.
Sonreí.
—No tomo un viaje o una
mudanza como una despedida, Nina. Para mí la palabra despedirse después de lo
que pasé solo tiene verdadero significado cuando es definitiva.
Ella arqueó la ceja y
su rostro reflejo la decepción.
Acaricié su mejilla y
le di un beso en los labios.
—Nos veremos pronto.
Ella extendió una
prenda.
-Toma, es una cazadora
de piel. Quizás te quede un poco grande. Le pedí a mi hermano que la trajera para ti. A él nunca
le gustó.
-Muchas gracias,
cariño.
Me abrazó y correspondí.
Al apartarme miré a mí alrededor…
—¿Has visto a mi padre?
Dijo que deseaba salir conmigo de este hospital.
Ella sonrió con
picardía.
—Creí que estabas
enojado con él.
Negué con la cabeza
lentamente.
—Eso pensé –rio—. Te
conozco tanto.
—¿Dónde está? –repetí.
—En la acera. Del otro
lado de la puerta de salida. Dijo que al menos quería verte salir caminando
como lo soñó.
La abracé nuevamente y
le di un beso en la mejilla. Sé que la decepcioné con el saludo pero era lo
mejor que podía darle. Una verdad. No amaría a Nina jamás. No porque fuera una
chica fea o tonta. Simplemente porque mi corazón aunque fuera en silencio,
tenía dueña.
Apenas salí vi a mi
padre recostado en la pared izquierda. De pie, antes de bajar el primer escalón
que separaba la escalinata de la acera silbé para llamar la atención. Él
levantó la vista y me miró.
Sonrió mientras se
acercaba.
—Si continuabas con la
vista hacia el piso hubiera sido probable que no me hubieras visto salir.
Asintió.
-Mi cabeza tiene mucho
que pensar –murmuró.
—Lo sé… Pero ahora
debes cumplir ese sueño.
Me abrazó fuerte. Yo me
dejé abrazar y poco a poco lo aferré a mí…
Cuando lo miré a la
cara y sentí su mano grande y callosa sobre mi mejilla supe que nos llevaría un
tiempo volver a ser los de antes. Sin embargo lo amaba y me amaba y eso sería
lo esencial para salir de toda crisis.
—Vamos, ¿caminamos por
el borde del río? –pregunté con lágrimas en los ojos.
—Por supuesto hijo,
caminemos.
NOTA: Espero haya gustado. Un besazo.
Muy buenas noches. Mil gracias Lou es realmente maravilloso, primer capi fantástico, Drank un pelin nervioso y de muy mal humor pero perfectamente entendible. Gregori apunto de desentrañar la trama vampirica jejejeje. Eres realmente genial mi querida Lourdes. Deseando continuar leyendo y seguir disfrutando de los maravillosos Craig.
ResponderEliminar¡Hola Anabel! Las gracias a ti por leerme y comentar en el blog. Sé que te es más fácil por whatsapp. Muchas gracias.
EliminarSí, Drank ha pasado por un hecho digno de estremecer a cualquiera. Se ha salvado de la muerte y no sólo eso, ha estado frente al gran Adrien Craig. ¡Quién pudiera!
Grigorii ronda cerca y es un peligro. Que continúe avanzando depende de Scarlet. Veremos que hace ella en lo sucesivo.
Un besazo y gracias como siempre.
Espectacular Lou como siempre. Idola total.
ResponderEliminar¡Hola Vivi! Muchas gracias por pasarte por el blog. Espero llenar tus expectativas y de paso desearte mucha suerte en tu proyecto. Un beso grande y muchas gracias.
EliminarUy genial capítulo me gusto que Scarlet salvara al niño aunque casi la descubre Grigori y tambien e gusto saber más de drank
ResponderEliminar¡Hola Citu! Fue muy bueno que Scarlet salvara el chico pero su puntería querida amiga dará que hablar. Es cierto no tenía otra opción. Veremos que opina Sebastien de lo ocurrido.
EliminarUn beso grande tesoro y gracias por comentar.
Ah que super capítulo!!!!
ResponderEliminarGrigorii esta apunto de descubrir la verdad sobre Scarlet esta a un paso de eso...y Drank ese anda todavia como en shock por todo lo que le ha pasado yo creo que cualquiera estaría así...me encanta seguir leyendo sobre todos vamos con este libro número 4...saludos Lou!!!!!
¡Hola Lau! Grigorii pobrecito ni se espera el secreto de Scarlet y créeme que no sé como lo tomará. La princesa de los Craig ya no es la misma después de lo ocurrido con Agravar y posiblemente sepa que corre peligro la raza si actúa sin pensar y se lo dice. Veremos que pasa. Y Drank... ¡Ay! Cuántas cosas pasarán alrededor de nuestro querido leñador. Sólo cabe esperar cariño.
EliminarMuchas gracias por comentar. Un besote.
Que buen comienzo!!! Me encanta la historia de Scarlet y Grigorii...quiero mas sobre Anne, que mejore pronto por favor!
ResponderEliminarSupongo que tendrá un amor de esos increibles, como corresponde! Falta mucho para que el secreto de Scarlet salga a la luz? Lo se, soy muy ansiosa... jaja
Me encantó el capi amiga! Te quiero
¡Hola Ale! Gracias por pasarte!! Sé que no es fácil pasarte por el blog. Sí, yo espero que Anne tenga un amor increíble. Se lo merece. Scarlet ha sido una chica impetuosa siempre pero hay algo que mantiene claro desde las cumbres, el secreto de ser vampiro es la primera regla. Esta regla se rompe si hay seguridad que no corren peligro. Creo que las circunstancias indicarían que Grigorii es peligroso. Veremos que pasa. Un besazo y te quierooo gracias por pasarte.
Eliminarsiempre es grato empezar de nuevo a tu lado,,,un placer leer el primero de muchos capítulos,,,abrazos amiga LOU
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Un placer que me leas. Un abrazo grande.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Lou... Grigorii quiere mucho a su hermana, y seguro que se lleva una gran alegría si Anne se anima a Hablar
ResponderEliminarMe ha encantado que Grigorii piense que Scarlet se metió en sus sueños antes de conocerla
Yo creo que Scarlet tenía que salvar al niño... pero es cierto que ha demostrado tener demasiada buena puntería
Y Scarlet tiene un problema, ¿cómo decirle la verdad a Grigorii?
Entiendo que Drank esté enfadado con su padre... pero George es muy buen padre... y no es culpable de encontrar al amor de su vida cuando ya estaba casado
Me ha encantado ese abrazo entre padre e hijo
También me ha encantado el capítulo... muy buen comienzo
Mi enhorabuena
Besos
¡Mi querida Mela! Una alegría tenerte por aquí. Sí, Scarlet tiene un grave problema sobre todo porque Grigorii ha estudiado y ejercitado para hacer justicia y esta es relativa depende con el cristal con que se mire. Drank tendrá que acostumbrarse a muchas cosas, amiga. Veremos como le va. Y pienso como tú, George no es mal padre.
EliminarUn beso enorme cielo. Gracias por estar aquí.