Capítulo 5.
Lo inesperado.
Sebastien.
Cuando
entre en la habitación en penumbras, Bianca dormía. Estaba de espaldas a la
puerta y de frente a la ventana. Posiblemente si hubiera sido humana no hubiera
despertado con mi sutil presencia, pero era una vampiresa, una bella vampiresa,
y el menor ruido la ponía en estado de alerta.
Mucho
más si los sonidos venían de mi ropa al caer en el suelo.
Rodee
la cama y me quedé inmóvil junto a las cortinas corridas.
Abrazada
a la almohada abrió los ojos y sonrió. La penumbra no permitía que contemplara
perfectamente sus gestos como si fuera de día pero al menos su sonrisa y su iris
rojizo destelló con la luz de los faroles que iluminaban el parque.
Sonreí.
-Hola
amor, ¿me has extrañado? –murmuré.
-Sí…
-¿Cuánto?
–pregunté en tono seductor.
Ella
deslizó una de sus manos hasta apartar completamente la sábana.
-Lo
suficiente para esperarte desnuda.
Mi
lengua mojó los labios hambrientos de besos. Mis ojos se dilataron al poder
contemplarla en tonos claros y oscuros una vez más en nuestra cama. Mi corazón
cambió el ritmo lento y pausado de los vampiros y aceleró el pulso. Mi piel
comenzó a arder de imaginar el contacto. Los músculos se pusieron rígidos,
todos.
No
había célula de mi organismo que no estuviera preparándose para ese febril
encuentro. Todo de mí ansiaba poseerla y que me poseyera, en alma y cuerpo como
siempre.
-Te
extrañé –balbucee por el deseo que se apoderaba de mí a pasos agigantados.
Como
buena fémina volvió a sonreír. No tiernamente, sino con la seguridad que tienen
las hembras de tener a su macho a los pies.
-¿Sabes?
–me dijo al acercarme-. Soñaba contigo.
Respiró
profundo absorbiendo el aroma a jabón y al perfume que a ella le gustaba.
Me
había bañado antes de viajar a Kirkenes porque no deseaba hacer ruido en la
habitación y sorprenderla dormida.
-¿Sí?
¿Y qué soñabas? -susurré gateando sobre la cama hasta ella.
Apoyado
en mis rodillas mis piernas quedaron a cada lado de su cuerpo.
Sus
ojos se encontraron con los míos.
-Soñaba…
-susurró mientras las yemas de los dedos dibujaban círculos en la piel de mis
caderas-. Soñaba que estábamos desnudos, en la cama, como ahora…
-¿Y
qué más? –mi respiración provocó que mi pecho se expandiera buscando más aire.
-Yo…
te recorría con mi boca cada centímetro de tu cuerpo mientras tú gemías. Así…
Se
inclinó hasta que sus labios helados se apoderaron del pequeño pezón.
Dejé
escapar el aire disfrutando la electricidad al sentir la lengua lamer y jugar
con la protuberancia. Las manos recorrieron mi espalda y se detuvieron en mis
glúteos. Hincó cada uno de sus dedos como si yo fuera a escapar, como si yo
quisiera escapar.
Su
boca abandonó el juego por segundos. Sólo para adueñarse del otro pezón y
hacerme retorcer de ansiedad.
Tenía
una boca sabia en la cama y no ignoraba que se sentía orgullosa de ello. Tenía
motivos para ser vanidosa. Era experta en el arte del sexo oral, cuestión que
yo agradecía.
¿Qué
macho no se volvía loco por ver la boca amada saborear con gusto hasta los
rincones más recónditos de tu ser? Ella me hacía sentir poderoso porque ella lo
disfrutaba. Era mi cuerpo el que ella deseaba morder y degustar. Era mi sexo el
que ansiaba tragar entero y chupar hasta volverme loco.
Se
detuvo para mirarme. Mis ojos entre abiertos la contemplaron expectantes.
¿Qué
seguía?
-¿Disfrutas
haciéndome esperar? –sonreí.
Sonrió
y una de sus manos acarició la parte interna de mis muslos pero volvió a
detenerse. Los ojos brillaron al ver mi falo duro y se relamió.
-El
postre es lo último, querido mío, siempre es lo mejor.
-Cógelo,
cógelo fuerte y fricciona. Ardo por sentir tu puño cerrado en mi sexo.
Una
sonrisa ladeada me demostró que no era yo quien ponía condiciones, no en la
cama.
-Tú
eres el líder de los vampiros –susurró alejando su mano de mi entrepierna
ardiente-. Tú mandas y ordenas nuestra raza… -acarició mis pantorrillas y
muslos con desesperante lentitud-. Pero… Tú sabes… En la cama… En la cama soy
yo la dueña de cada minuto. Desde que comienzas a derretirte en mis brazos…
hasta que te dejas llevar por el profundo placer de cada orgasmo.
Jadee…
Mirándome
a los ojos como si quisiera absorber ese placer que estallaba en mis pupilas
continuó susurrando en una voz que acariciaba.
-¿Lo
sabes verdad? Conoces de memoria que soy dueña de tus gemidos, tanto, que puedo
dirigir como quiero esa perfecta sinfonía de tus quejidos –acercó la boca
peligrosamente a la cabeza de mi sexo.
Mi
cuerpo tembló de anticipación.
-Sólo
una lamida, por favor. Mójalo –supliqué.
Eternos
esos segundos esperando su respuesta. Sin embargo parecía no haberme quedado
claro. Lo haría cuando lo creería conveniente y no iba a ceder ante mi pedido
desesperado.
-Eres
una perversa –me atreví a acusar.
Sonrió.
-Me
conoces tan bien…
Sus
manos a cada lado de mis caderas hicieron el pequeño esfuerzo de elevarme un
poco. Lo suficiente para dejarla escurrirse por debajo de la entrepierna.
-Me
gusta empezar por aquí…
No
tuve tiempo de protestar. Una seguidilla de besos húmedos recorrió la piel
sensible de mis testículos llenos.
Me
arquee tirando la cabeza hacia atrás. Sintiendo el desgarro de mis encías y el
roce de cada punta de mis colmillos filosos en mi labio inferior.
Gruñí
percibiendo con delicia como se apoderaba y lamía la piel tersa y tirante.
Mis
caderas se moviendo en un suave vaivén y llevé la mano a mi miembro.
Friccioné
para darme alivio aunque no lo conseguí del todo. Para eso ella debía hundir su
boca en cada centímetro de mi virilidad.
La
respiración cada vez más entrecortada y constante acompañó la expansión de mis
pectorales que crecían en volumen y dureza.
Chupó
delicadamente cada testículo mientras los dedos expertos rasgaban
superficialmente mi pecho agitado.
El
vaivén de mis caderas cambió el ritmo. Noté la humedad escurrirse por la cabeza
del falo y apreté mi puño.
Jadee
y emití un gemido peligroso que la puso alerta.
Se
deslizó cambiando de posición hasta tener mi miembro muy cerca de su boca. Sí…
Conocía hasta el menor sonido de mis gemidos y sus significados. En un acto
inteligente propio de ella, decidió no hacerme esperar más.
Una
de mis manos se apoyó en la cabecera de la cama al tiempo que su lengua recogía
las gotas de pre semen.
-Por
favor –rogué.
Al
sentir sus labios cerrarse en la cabeza hinchada y palpitante dejé escapar un
quejido lastimero, pero placentero a la vez. Lamió repetidas veces hasta que en
un glorioso momento su boca me tragó por completo.
-¡Mi
amor! –grité inmóvil.
La
sensación de tenerme a su merced me gustaba, lo disfrutaba. Ella lo sabía
perfectamente.
Comenzó
a chupar a un ritmo desesperante. Hundía su boca hasta la base para después
dejar deslizar y salir mi sexo lentamente.
Los
dedos de mi mano libre se enredaron en su cabello largo y negro y tiré con la
desesperación de hallar el alivio final. Supe que sonreía.
Lamió
a lo largo de la gruesa vena para retomar el placentero trabajo de hacerme
llegar al éxtasis. Ese instante que no sabes cómo te llamas ni quién eres. Sólo
puedes afirmar que eres de ella, que le perteneces por completo. Que podría
quitar tu vida si lo quisiera. Porque quedas sin defensas, despojado de todo.
Entonces…
su boca y mis caderas congeniaron los movimientos, uno tras otro. Acelerando el
ritmo, en comunión. Yo… buscando estallar de placer y amor en su boca. Ella…
que me derramara en una locura de entrega total.
No
podía dar más de mí de lo que ya le había dado cada día desde que la había
conocido. Sin embargo, cuando el orgasmo se adueñó de mi cuerpo abandonando el
raciocinio y la cordura, supe que mi cuerpo podía morir y revivir entre sus
brazos haciéndome suyo como si fuera la primera vez. Como si algo nuevo y más
fuerte surgiera al hacernos el amor.
El
temblor que se adueñó de mi cuerpo fue acompañado por esas descargas de goce
discontinuo. Es como si en esos segundos te separas del suelo y flotaras.
Creería que es un instante en que el alma abandona el cuerpo sin llegar a
morir.
Si
tuviera que detallar cada momento del después no sabría. La cordura tarda en
llegar si aún estás en los brazos amados. Sólo sé que me encontré sentado con
ella a horcajadas en el centro de la cama.
Nos
miramos a los ojos. Su borgoña lucía el brillo del deseo aún no satisfecho. Mi
plata aunque saciado esperaba por más. Siempre por más…
Descendió
lentamente hasta meterme dentro de ella. Dejó escapar el aire y aproveché ese
mal momento llamado debilidad para tomar el control. Cogí sus caderas y comencé
ese vaivén exquisito… Despacio pero firme y continuo.
Nuestras
bocas se encontraron en un beso apasionado, devorador. Sólo en tres
oportunidades separé mis labios hinchados para apoderarme de sus pechos. Acariciar
su espalda desnuda hasta su perfecto trasero, sentirla gemir, escuchar sus “te
amo” entrecortados era un inminente pasaje al delirio y goce final.
Verla
abandonarse entre mis brazos, contemplar cuanto me deseaba, significaba no
poder pedir nada más a la vida. Mi padre decía siempre, “Sebastien, hacer el
amor con la hembra que amas es una suerte que a no todos nos llega, vívelo como
si fuera el último minuto de tu vida”.
Y
eso hacía cada vez que Bianca y yo nos uníamos en uno solo. Desde aquella
primera vez en mi habitación lo había intuido.
Podría
gritar al mundo que era totalmente dichoso y no deseaba nada más. Sin embargo,
no sólo el ser humano es codicioso. Los vampiros también lo somos…
Al
cabo de una hora, ya en reposo, aún con Bianca entre mis brazos giré mi cabeza
para notar el blíster de pastillas anticonceptivas sobre la mesa de luz. Bianca
siempre se había cuidado de no quedar embarazada desde que tuvimos nuestro
primer encuentro íntimo. Era muy responsable y agradecía ese detalle. Los
machos siempre teníamos la maldita costumbre de delegar. Creería que no por
darles el trabajo y la carga a las hembras, sino porque nadie mejor que ellas
para conocer el momento oportuno de engendrar una vida. Sin embargo, hacía
meses que venía con una idea rondando en
mi cabeza…
¿No
era tiempo de que tuviéramos un hijo? ¿Qué pensaría ella de ser madre? Dudaba
que sintiera necesidad. Conociendo a Bianca como la conocía ninguno de los
deseos que fuera ansiar con su corazón lo tendría guardado en secreto sin
exteriorizarlo de una forma u otra.
Miré
hacia el techo y Bianca se escurrió entre mis brazos acomodándose mejor. Su
bello perfil estaba apoyado en mi pecho y una de sus manos descansaba
descuidada a la altura del ombligo.
-Te
amo –murmuró.
Sonreí.
-Yo
también.
¿Era
el momento de preguntarle algo tan importante como tener o no un bebé?
Yo
era muy valiente. Lo había demostrado infinidad de veces incluso enfrentando a
Agravar. Pero aunque sonara ridículo, el hecho de enfrentarme a Bianca con tan
importante pregunta me inquietaba. ¿Ella
me conocía? Sí, mucho. Por eso cuando mi corazón cambió levemente el latido
ella levantó el rostro y apoyó la barbilla mirándome a los ojos.
-¿Por
qué estás nervioso?
Titubee.
-No…
No estoy nervioso. ¿Por qué debería estarlo?
-No
sé… -frunció el ceño.
Nos
miramos fijo.
-¿Me
has sido infiel?
-¿Qué?
No me ofendas, Bianca. ¿Tú crees que yo hubiera podido estar en la cama y en
tus brazos no sintiéndome culpable?
-Okay,
perdón. Sin embargo sé que algo quieres decirme y no te animas. ¿Si no es otra
hembra entonces que es?
-Un
bebé.
-¿Qué?
Lo
había largado sin anestesia. Mejor, nunca hubiera podido decírselo si medía
palabras e instantes apropiados.
-Lo
que has escuchado. Un bebé. Un hijo. Quiero preguntarte si quieres quedar
embarazada. Eso…
Abrió
la boca y se sentó en la cama frente a mí.
-¡Ay
caray! ¿Desde cuándo tienes deseos de tener un bebé?
-No
sé –dudé-. Pero no creo que sea lo importante de nuestro diálogo. Que lo haya
pensado hoy o hace un mes es indiferente a tu respuesta, supongo.
-Sí…
Solo que me llama la atención. No he notado nada que me hubiera señalado tus
deseos de paternidad. Sobre todo teniendo dos hijos adultos.
-Lo
sé, Bianca. Sé que tengo dos hijos adultos. Uno adoptado como si fuera mío y
otro con una hembra que no eres tú. ¿Se entiende a dónde quiero llegar?
-No
te enojes.
-No
me enojo. Me desencanto.
-¿Por
qué? No te he dicho que no quiero un hijo tuyo.
Rodee
los ojos.
-Bianca,
no necesitas decirme que no lo deseas. Soy inteligente. Tu reacción no ha sido
de una hembra que quiere ser madre. Pero no te preocupes. No juzgo tu decisión.
-Quiero
tener un hijo tuyo… No ahora.
-¿Cuándo?
-Ay
Sebastien, no sé. Más adelante.
Me
senté en la cama y di un salto avanzando hacia el baño.
Adiviné
que se quedaría mirando así que cerré la puerta y abrí la ducha. Vendría tras de mí con la excusa que nunca había rechazado la idea etc, etc.
Me
metí en la ducha y cerré la mampara.
Me
sentía enojado. Es cierto, no lo había dicho pero no esperaba ese gesto de
sorpresa como diciendo, “¿nosotros un hijo? ¿Estás loco?”
-Sebastien.
La
voz llegó tras la mampara. Bianca había entrado al baño para darme
explicaciones sobre su reacción. Uf…
-Bianca
te pido por favor no agregues más nada a nuestra conversación. Ya he entendido.
No quieres un hijo, punto.
-¡No
puedes ser tan terco e intransigente! No he dicho que no quiero, me
sorprendí que lo desearas ahora.
Hice
a un lado la mampara y la miré. Lucía una cara de pena y arrepentimiento.
-No
te preocupes no es nada malo que no quieras un hijo mío. Debes tener muchos
miedos te entiendo. Me desilusioné.
-No
es miedo, Sebastien. Bueno, sí, un poco lo es. Pero no tiene que ver que sea o
no tu hijo. El hecho de ser madre…
-Calla
Bianca, te pido por lo que más quieras. No deseo que vivas los nueve meses
pensando que podrías llegar a parir un monstruo.
Esta
vez ella cerró la mampara y tan fuerte que casi me aprisiona los dedos.
-¡Mierda
Bianca!
-Vete
a la mierda, Sebastien!
………………………………………………………………………
Bajé
las escaleras como si el diablo me llevara. Charles ayudaba a Margaret a
sacudir los almohadones del sofá. Levantó la vista y me miró.
-No
quiero que se te ocurra la brillante idea de preguntar como estoy, menos hacer
comentarios chistosos.
Avancé
hasta el despacho y lo escuché mientras me seguía.
-Jamás
se me hubiera ocurrido. No soy tonto.
Entré
al despacho y me dejé caer en el sillón del escritorio. Abrí el cajón y saqué
la carpeta azul que tenía el balance de las ganancias sobre el hotel.
Me
detuve en el último mes comparando los números del mes anterior. Número,
cifras, datos… Sinceramente en este momento me importaba un rábano.
Cerré
la carpeta…
¿Cómo
podía ser que Bianca no quisiera un hijo mío? Nunca había esperado esa respuesta.
Abrí
la notebook que estaba sobre el escritorio y tipie la contraseña… La pantalla
me señaló, “CONTRASEÑA ERRÓNEA”.
La
puta madre…
Respiré
profundo…
Volví
a intentarlo.
“CONTRASEÑA
ERRÓNEA”.
Charles
entró al despacho. Levanté la vista lo miré.
-Quería
contarte que ha llamado Khatry Sherpa al teléfono local. ¿No tiene tu número de
móvil?
-Parece
que no. Y yo no tengo mi contraseña. No la recuerdo… No sé… ¿Nunca te la dije?
Se
acercó rodeándome hasta quedar detrás de mí.
-No,
nunca me la has dicho y yo jamás te la hubiera preguntado. Pero… Prueba
desbloquear la mayúscula. Quizás sea eso.
Observé
la luz verde en el teclado que señalaba el bloqueo.
-Sí,
es eso…
No
lo había notado por apresurado.
Finalmente
abrí el Windows mientras Charles cogía asiento frente a mí.
-¿Qué
ocurre con Khatry?
-El
mismo problema que terminó con la vida de Agni. La hambruna.
-¿Y
qué quiere que haga?
Ante
mi contestación Charles arqueó la ceja.
-Lo
que sea, lo que creas conveniente. Eres el líder, es tu responsabilidad.
-¡Odio
esta responsabilidad!
Bajó
la vista y se mantuvo pensativo.
-Sebastien,
no puedes perder el control por una discusión con Bianca. Porque es evidente
que eso ocurrió.
-No
quiere tener un hijo mío.
-¿No
quiere tener un hijo tuyo o no quiere tener hijos por ahora?
Sonreí
irónico.
-Siempre
la defenderás como si fuera tu hija. ¿Sabes qué? No es tu hija.
De
inmediato vi el rostro de Charles ponerse serio como pocas veces lo había
visto.
-Perdón…
Tienes razón… Estoy fuera de control.
-No
te preocupes, como te quiero como un hijo haré de cuenta que no me has herido.
-Charles,
lo siento de verdad… es que… me ha caído fatal el rechazo de un bebé.
-Tranquilo…
Estoy seguro que no rechaza la idea de tenerlo. Quizás para ella no es el
momento. Piensa que no tienen por qué apresurarse.
-No
es eso… Fue su reacción. Lo vi en sus ojos.
-A
veces nuestra ansiedad por la respuesta que queremos nos hace desilusionarnos y
ver fantasmas. Piénsalo bien. Ella te ama y de eso no puede haber duda.
-Lo
sé… Pero tiene miedo de tener un monstruo.
-¡Buenos
días!
Mi
hermano entró sonriente en el despacho.
-Buenos
días –contesté al igual que Charles.
-Voy
al hotel. Dejé a Liz desayunando en la cocina. Esperaba por Bianca aunque no sé
si resistirá no morder el pastel de fresa de Margaret. La he dejado hambrienta
–guiñó un ojo.
-Vale.
Yo iré al hotel.
-¿Y
yo?
-Necesito
que viajes a Siberia. Khatry Sherpa sigue teniendo problemas para conseguir
comida sin ser descubierto. Él y sus hermanas.
-¿Cuántas
son?
-Dos.
Thashi y Miyo.
-¿Y
qué has resuelto hacer? ¿Qué les digo?
-Tendremos
que traerlos a Kirkenes.
-¿Querrán?
-No
estoy preguntándoles. No podrán subsistir mucho tiempo. El invierno se acerca y
no resistirán uno más.
-Perfecto.
Se los diré.
-Te
daré las coordenadas.
-No
las necesito. Sé dónde se ubican.
-¿Te
conocen?
-Ellos
no. Yo sí. Recuerda que seguí de cerca tu vida mucho tiempo.
-Cierto…
Bueno, trata de traerlos contigo.
-No
podré materializarme con los tres.
-Ellos
saben hacerlo. Y por la visión de la mansión no te preocupes. Los tres han
estado aquí varias veces.
-Pero
fue hace mucho tiempo –alegó Charles preocupado-. Por la muerte de Adrien.
-¿Tienes
otra idea?
-¿Y
si Lenya viaja con alguna de las dos?
-¿Y
si Liz me corta las pelotas?
Charles
rio e incluso hizo que yo sonriera.
-Déjenme
decirles que las hembras gobernarán el mundo en poco tiempo –dijo Charles
divertido.
-Oyeee,
que yo no dije que me manda o dirige mi vida –protestó mi hermano.
-Comprendan
los dos. ¿Qué le diré? “Oye mi amor, viajaré con las bellas y virtuosas hembras
Sherpa a solas, por horas. Primero con una y después con la otra”.
-Bueno…
-acotó Charles-. Yo evitaría contarle que son bellas, virtuosas, y lo más
importante, salvajes. No tienen reglas para el sexo. Si tienen ganas lo hacen.
-¡Gracias
Charles! –protestó mi hermano.
-Yo
hablaré con Liz si es preciso –contesté-. Debe entender que no vas en un viaje
de placer. Es una tarea asignada. Liz es inteligente.
-Ay
querido –sonrió Charles-. ¡Qué poco saben de las hembras! No dudo de la
inteligencia de Liz pero si hay algo que anula el razonamiento en una hembra,
son los celos. En fin. No hay otra salida. Prepárate para la tormenta.
Seguramente Bianca la hará entrar en razón.
Arquee
la ceja y mi hermano me miró.
-Busca
a otra aliada en este momento, no creo que ayude demasiado.
-¡Maldición
Sebastien! Justo se te ocurre pelearte ahora.
-¿Tú
crees que elijo el momento, idiota!
-Cálmense
los dos –protestó Charles-. Margaret servirá para calmar los ánimos. No se
preocupen.
Liz.
Cuando
salí de la cocina después de sucumbir a dos trozos de tarta de fresas y un café
aromático y delicioso, ya que Bianca no había asomado la nariz, me dispuse a
buscar el periódico para conseguir empleo.
Recordaba
haber dialogado con Lenya sobre el asunto y… Miento, corrijo. Recordaba
habérselo dejado en claro que no iba a mantenerme sin yo colaborar así que no hubo
discusión alguna. Él sabía que me hacía feliz no sentirme una inútil, no porque
siendo ama de casa lo sería, sino porque en mi caso llegar a poder limpiar o
cocinar algo era un milagro ya que había demasiadas manos colaboradoras. No
quería fundirme en un sillón mientras esperaba la llegada de mi amado.
Lenya
había entrado por segunda vez a la cocina antes de prepararse para ir a Siberia. Me explicó lo
de los Sherpa y la hambruna. Aunque me tragué los celos al saber que viajaría
con dos bellas vampiresas le rogué que no tardara. Lo extrañaba tanto cada vez
que se alejaba y no lo veía por días. Me cogió entre sus brazos y me besó como
solo sabía hacerlo él.
Me
preguntó si deseaba trabajar en el hotel y ayudarlo y respondí un rotundo
“no”. El hecho de vernos a cada momento y en cada minuto no lo veía alentador.
Reconocía que ambos nos amábamos, nos deseábamos, sin embargo teníamos
caracteres parecidos. Cualquier chispa desataría la guerra naval. Mejor no…
En pos del periódico entré a la sala para sentarme frente a la chimenea a leer.
Pero con gran sorpresa descubrí que el preciado objeto estaba en otras manos.
A
quien vi muy cómoda sentada en uno de los sillones de la sala fue a mi querida
y archi rival Natasha Gólubev, leyendo.
Caminé
por la sala hasta quedar frente a ella y con un sutil, “buenas tardes querida,
¿qué haces aquí?” Le di la bienvenida.
Ella
levantó la vista e hizo el periódico a un lado y sonrió.
-Bueno,
varias cosas.
-¿Cómo
cuáles, tesoro?
Sonrió
otra vez.
-Acompañé
a mi hermano Dimitri. Él está en el despacho con Bianca en una sesión.
-Oh…
Pobre Dimitri, ¿no sabía cómo llegar?
Rio.
-Tienes
razón, el motivo principal es otro. De paso acompañé a Dimitri.
-Entonces
el motivo principal es…
-Se
puso de pie y sacó un papel doblado en cuatro del bolsillo de sus jeans.
-Verás,
tu madre ha tocado mi puerta queriendo saber noticias de ti.
-¿Qué
dices? ¿Estás loca?
-No.
Lee, aquí tienes. Debe ser de puño y letra. Imagínate, soy respetuosa, no la
leí.
-No
entiendo que haces tú hablando sobre mi madre.
-Lenya
se la ha encontrado en la ciudad de Kaliningrado. Parece que le dio la tarjeta
con mi dirección por si querías tener contacto con ella.
Lenya
bajaba la escalera escuchando parte de la conversación aunque adivinó el resto
por el gesto enfurecido de mi cara.
Natasha
caminó hacia él dejando el papel en mi mano temblorosa.
-¿Cómo?
–sonrió fingiendo asombro-. ¿No se lo has dicho?
Lenya
frunció el entrecejo.
Ella
giró y me miró con un dejo divertido.
-Bueno,
parece que no tienen mucha comunicación.
-¡Cállate
Natasha! –exclamó Lenya y bajó la escalera avanzando hacia mí.
Yo
retrocedí.
-¿Por
qué no me lo dijiste?
-Juro
que lo iba a hacer. No encontré el
momento apropiado. Lo de Agravar, lo de Drank, tu regreso.
-Son
excusas. ¡Todo eso pasó hace más de un mes! ¿Por qué Lenya?
-Escucha,
piensa. Sé que es difícil razonar cuando estás alterada.
-¿Te
ha dicho loca? –acotó Natasha divertida.
-¡Quieres
callarte, desgraciada! –gritó Lenya-. Vete a la mierda.
-No
me iré ni a la mierda ni a otro lugar. Necesito hablar con el líder de los
vampiros, es decir, tu hermano.
-Estás
ácida, ¿te ha venido la regla, querida? –se quejó Lenya.
-Idiota.
-Basta
los dos. Lenya Craig aunque tengas que irte a Siberia juro que no saldrás de
aquí hasta decirme que rayos hacía mi madre intercambiando palabras contigo.
-Debo
irme. Lo sabes. Prometo contarte todo cuando regrese. Por favor…
-Espero
sea una explicación clara y sin mentiras.
-Juré
jamás mentirte y no lo haré. Te amo.
Bajé
la vista mientras Natasha dejaba escapar un tarareo muy similar al de los
violines.
Lenya
la miró enfurecido.
-Aguarda.
Pido disculpas. De verdad que es divertido verlos pelear, para que mentir. Sin
embargo no sabía que no habías hablado con ella. Si fue tu error no me culpes.
Nada de esto habría pasado si Liz se hubiera enterado por tu boca. ¡Okay!
Lenya
me miró a los ojos.
-Liz,
créeme. No era fácil sacar el tema y muchas veces lo olvidé por completo. No
fue mi intención ocultarte nada.
Asentí
a duras penas. Creo que por no dar satisfacción a la diosa de Moscú.
-Okay…
Pero en cuanto pises Kirkenes quiero una charla entre tú y yo. En cuánto esta
carta –la miré en mi mano-, no tengo intención de leerla. No me interesa.
-Amor…
Tu hermana… Ella puede pensar diferente a ti. Por favor razona.
-Uf…
Primero loca y ahora irascible –sonrió Natasha.
Después
se puso seria.
-Saldré
al parque mientras Sebastien no baja.
-Sí, ve. Ten cuidado no te congeles –acotó Lenya.
-Adoro
ese interés extremo por mi salud –bromeó ella y desapareció en el aire.
Bianca.
Era
la tercera vez que me movía inquieta sobre el sillón frente a Dimitri. La
pregunta que me había hecho resultaba más difícil de lo que sonaba.
-¿Y
Bianca? ¿No sabes que responder?
-Es
que… No sé… El encuentro con mi padre lo imaginé mil veces y era estupendo,
maravilloso.
Arqueó
una ceja.
-Sí,
lo que imaginamos suele ser lo ideal. ¿Y si no fuera así? ¿Qué piensas que
podría ocurrir como contratiempo? Es saludable pensar esa opción.
-Bueno…
Él perdió la cordura según Charles y… supongo que quizás, podría ser que… no me
reconociera.
-¿Qué
harías tú?
-No
sé, Dimitri. Me asustaría saber el hecho que nunca volviera a recordarme.
-Ajá…
Se
recostó en el respaldo y con la pluma cerca de su boca me miró aguardando que
ingeniara una respuesta. Que por supuesto brillaba por su ausencia.
De
pronto recordé la discusión con Sebastien.
-¿Podríamos
hablar sobre otro tema más actual que me preocupa?
-Por
supuesto, eres la paciente.
-Quizás
tenga que ver.
Sonrió.
-Eso
lo diré yo.
Reí.
-Verás…
Sebastien quiere un hijo. Y yo… No es que no quiera ser madre.
-¿Y
si no quisieras qué? Te pregunto porque lo dices como excusándote.
-No,
es que es natural que…
-¿Es
natural? ¿O es una consigna impuesta por la sociedad machista?
-Bueno… No es que no desee serlo… El momento es el problema. No quiero tener bebés ahora.
-Entiendo.
Eres una muy buena profesional, eres independiente, disfrutas la soledad con tu
marido, etc.
-Sí,
eso…
De
pronto unos golpes en la puerta del despacho nos interrumpieron.
-¿Sí?
Adelante –pronuncié.
Anouk
entreabrió la puerta lentamente y asomó la cabeza.
-Disculpen.
Es que he llegado de Moscú y aunque he cruzado en casa a Dimitri se me ha
olvidado contarle algo.
Sonreí.
-Pasa.
No hay problema. ¿Quieres hablar a solas con él?
-No,
no. No es íntimo.
-Y
bien Anouk, dime qué quieres decirme que se te ha olvidado.
-Permiso,
gracias.
La
menor de los Gólubev pasó con cierta timidez y cerró la puerta.
-Es
sobre una chica, Dimitri. Una humana que ha preguntado por ti.
-¿Por
mí? ¿Una humana? ¿Dónde la has visto?
-En
la puerta de casa al llegar de compras con mamá. Ella llegó en nombre del
orfanato de San Basilio. Justo llegó a nuestra puerta y vio el nombre de
nuestra ilustre familia.
Dimitri
rodó los ojos y yo sonreí divertida.
-Ahórrate
el ilustre, Anouk. Dime, me traes curiosidad ya que ha nadie informo de mis
datos, ni siquiera a pacientes.
-Ella
te conoce, no dijo de dónde.
-¿Y
cómo se llama?
-Eso
lo recuerdo bien porque se parece a mi nombre. Dijo llamarse Anoushka.
Dimitri
se puso de pie.
-No
puede ser.
-¡Te
digo que sí!
-Yo
te digo que no puede ser.
-Ay
Dimitri me tratas de mentirosa. ¿Por qué habría de inventar una estupidez así? Además
solo vine a eso. Iré con Sebastien al hotel después que termine de hablar con
Natasha. ¿Ya has visto que responsable soy? No arruinaría mis nuevas actitudes
virtuosas con una simple mentira. ¿Para qué? Así que cree si quieres. Adiós.
Dicho
esto se despidió con una sonrisa de mí y cerró la puerta.
Dimitri
quedó petrificado observando el picaporte inmóvil.
-Dimitri…
¿Está todo bien?
-No…
-¿Quieres
contarme que te ocurre?
Me
miró con los ojos brillosos.
-No
puedo. Es un secreto. Lo siento. Mil disculpas.
Nota: Por Dios Dimitri, ¿qué esconderá?
Genial capitulo ojala Sebastien y Bianca dialoguen sobre sus miedos . Adoro a Lenya. Buen fin de semana
ResponderEliminar¡Hola Ju! Muchas gracias por pasarte y me alegro te haya gustado. Sebastien y Bianca seguirán en pie de guerra por ahora. Besotes miles.
EliminarOk me dejo con la gran intriga sobre cuál será el gran secreto de Dimitri, y me parece que Sebastien no dejo explicarse bien a Bianca, uuff Lenya porque no le dijiste a Liz sobre las noticias de la madre, ahora ella esta enojada, despistado este hombre jeje...Lou gracias por el capitulo!
ResponderEliminar¡Gracias a ti Lau! A Liz se le pasará seguramente. Lenya la ama y no lo ha hecho por maldad. Ella lo sabe. En cuanto a Dimitri... Y... Será duro para los Gólubev.
EliminarUn besazo enorme y gracias por comentar.
Bueno...sabes que esto si o si va a terminar en una charla via mail entre nosotras en breve no?? Secretos secretos...jaja
ResponderEliminarMe encanto el capi, nada mejor que arrancar un martes a las 7 leyendo una escena de sexo me viene barbaro para quitarme el frio! Jajajaja
Por que será que esa idea de que mujer es sinonimo de instinto maternal esta tan bien depositada? Me saca un poco, en la vida real y en la literatura. Como siempre mi amiga, un placer leerte...quiero mas!
Besotes y falta menos ❤
¡Hola Alee! Eso trato de tocar temas de la vida real. La escena hot me alegro que te haya gustado jajajaja. Gracias por comentar sé lo ocupada que estás. Nos vemos pronto, no es cierto?
EliminarNo queda nada ya! En breve estoy ahi enterandome de los Craig de primera mano!!
EliminarBueno...sabes que esto si o si va a terminar en una charla via mail entre nosotras en breve no?? Secretos secretos...jaja
ResponderEliminarMe encanto el capi, nada mejor que arrancar un martes a las 7 leyendo una escena de sexo me viene barbaro para quitarme el frio! Jajajaja
Por que será que esa idea de que mujer es sinonimo de instinto maternal esta tan bien depositada? Me saca un poco, en la vida real y en la literatura. Como siempre mi amiga, un placer leerte...quiero mas!
Besotes y falta menos ❤
saludos, querida amiga LOU,,,sigo tus interesantes pasos,,,
ResponderEliminarHola, Lou... Sebastien y Bianca se aman y podrán solucionar este pequeño desencuentro
ResponderEliminarSebastien quiere tener un hijo... Bianca no le ha dicho que no... solo le parece un poco pronto
Sebastien estaba tan nervioso que ni se daba cuenta de que tenía activada la tecla de mayúsculas... ahí ha estado el encantador Charles
A Liz no le ha gustado que Lenya no le dijera nada sobre su madre... no ha habido mala intención, ella lo va a entender
Yo creo que Liz no va a tener celos de las hembras Sherpa... bueno, a lo mejor, un poquito
Dimitri ya se ha enterado de que Anoushka le buscaba... sigo intrigada con este tema
Muy buen capítulo, esta cuarta novela está cumpliendo su promesa
Besos