Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


domingo, 1 de enero de 2017

¡Hola chicos! Lamento mi ausencia pero no estaba en condiciones de escribir. Ahora por fin me reencuentro con ustedes y de verdad me hace muy feliz.

Les cuento que después del papelón de Marin en el restaurante Douglas decide llevarla hasta el hotel, ¿lo recuerdan? Pues bien, se que desean mucho más de lo que leerán entre ellos dos pero paciencia, aún no es el momento. Douglas abre su corazón con Drank y Sebastien tomará una decisión para ayudar a su hijo. Veremos que resulta de estas dos acciones.

En cuanto a Anne... todos esperamos que llegue a la mansión así que el capi todo de ustedes. Un beso grande y gracias miles. Lou.

PD: He cerrado los tres blogs anteriores. Espero que tengan un 2017 excelente.



Capítulo 15.
Cambios en la mansión.


Douglas.

Durante el corto viaje conduje la moto con una mano mientras apresaba con la otra las manos de Marin en mi cintura. No hubiera permitido que le ocurriera nada y tenía temor que aflojara su cuerpo y se soltara de mí. Aunque a decir verdad, el vodka le haría hacer cosas inimaginables pero soltarme no estaba entre esas locuras.

Estacioné la moto subiendo a la acera para que caminara lo menos posible. Seguramente la tendría que llevar en brazos.

Ella bajó de la moto y agarró su cabeza soltando el bolso que cayó al piso. Lo recogí y la miré.

—Me duele mucho la cabeza.
—Lo imagino. Ven, vamos a tu habitación. Te dejaré sana y salva.
—No no, no… No quiero. Puedo sola.

Me acerqué hasta tenerla frente a frente a solo varios centímetros.

—Escúchame bien, ya me has arruinado la noche así que por lo menos ten la decencia de dejarme tranquilo y acompañarte. No te preocupes, no abusaré de ti en estas condiciones.
—Uuuy, ¿en seriooo? –dijo riendo—. ¡Qué pena mi amooor!

Estaba totalmente borracha de lo contrario nunca me hubiera hablado así.

Se dejó llevar del brazo y caminando como pudo atravesamos el hall.

Luca, el joven que cumplía el cargo de recepcionista a la noche levantó la vista entre dormido.

—Buenas noches, Luca –saludé—. Dejaré a Marin en su habitación, no se siente bien.
—Por supuesto, Douglas. ¿Necesitas ayuda?
—No, gracias.

Subimos la escalera como pudimos. Era un suplicio tratando de mantener el equilibrio y a la vez no quedarme a vivir en cada escalón.

Por el pasillo, Marin se recostó en mi hombro y la abracé mientras avanzábamos hasta su puerta.

—Dame la llave –pedí.

Ella abrió el bolso y se tambaleó cuestión que atiné a sostenerla.

—¿Cuánto has tomado, Marin?
—Un poco.
—¿Un poco?

Un poco de coñac y un poco de vodka.

—¿Has mezclado? ¡Cielos!
—Ssssssh… —me indicó con el dedo índice sobre los labios. Sonrió totalmente embriagada —. ¿No ves que despertarás a los clientes que duermen?
—Okay, vamos… dame la llave.
—¡Ey, aguarda! No me apresures que el bolso se mueve mucho –hipeó producto del alcohol.
—El bolso no se mueve eres tú que estás mareada, dame el bolso buscaré yo.
—¡Nooo, que no!

Me crucé de brazos y esperé…

Cuando encontró la llave, que a todo esto habría transcurrido quince minutos, intentó meterla en la cerradura.

Se la quité antes que protestara y di dos vueltas de llave.

Abrí la puerta y la hice pasar cogiéndola del brazo.

—¡Aaay, que bruto eres! —giró y me cerró el paso tirando el bolso al suelo.

Sonrió con los ojos brillosos.

—Marin… —susurré.
—¿Te gusta a lo bruto? A mí también. No se lo digas a nadie.
—Marin…

Avanzó hacia mí y me rodeó con los brazos a la altura de la nuca.

—¿Te gusta follar duro?
—Marin, no estás haciéndomelo fácil. Mejor acuéstate. Mañana hablaremos.
—¡Yo no quiero hablar, Douglas! Quiero que me folles como te gusta. Siii anda… Hazme ver el paraíso. Quiero escucharte gemir mientras estás dentro de mí –hipeó otra vez—.  ¿Sabes las veces que lo imaginé? Tú entrando profundo, jadeando, y yo rogándote por más.
—¡Suficiente!

Quité sus brazos y la arrastré hacia la cama.

Ella se sentó en la cama y permaneció con la vista clavada en la alfombra.

—Ay… Me siento mal.
—No me extraña.

Le quité los zapatos y la chaqueta y la recosté en la almohada.

—Douglas…

En instantes rompió a llorar.

¡Oh nooo! ¿Por qué a mí?

—Te amo… Te amo, Douglas… Perdón por la bofetada que te he dado… el otro día…
—Okay, ahora trata de dormir.

Lloró desconsoladamente. Aparentemente algo recordaba…

—Dios, ¿qué hice? –murmuró.

Me senté en la cama a su lado.

—Marin… Ya pasó. Ahora descansa.
—No, no quiero dormir. Quiero pedirte perdón.
—Estás perdonada.
—Lo siento, Douglas…
—Por favor, otro día hablaremos.
—¡Qué vergüenza! Quiero morir.
—No vuelvas a decir eso –protesté recordando el suceso de Clelia—. ¡Nunca! ¿Has escuchado?

Ella me miró entre lágrimas.

—Lo siento… Lo siento mucho…

Poco a poco fue cerrando sus ojos hasta que al fin se durmió.

La contemplé. Parecía un ángel. Aunque borracha y todo parecía soñar plácidamente. Su rostro angelical de facciones perfectas parecía recobrar el color de sus mejillas.

Acaricié la barbilla con el dorso de mis dedos, suavemente, para no despertarla. Después aparté su cabello rubio de hebras sedosas y finas y me incliné para depositar un beso en la frente.

Seguro que no me escucharía por el sueño profundo entonces… me desahogué…

—Marin… Cielos… Si tú supieras lo enamorado que estoy de ti. Pero ella no me deja libre. Ella sigue torturándome desde que dejó de existir. No quiero sufrir, mi amor… Si te entrego el corazón… Yo… quedaré expuesto sin ninguna defensa… Marin… No puedo confesarte lo que siento, estoy muerto de miedo…

Contra la piel de su frente susurré…

—Te amo, mi amor… Pero ella no me libera. Su fantasma aún sigue perturbándome…

Me separé y la contemplé por última vez antes de retirarme de su habitación.

La cubrí con el edredón y apagué la luz cerrando la puerta.

………………………………………………………………………




Me sentía pésimo, el aire helado por la velocidad de la moto, chocaba contra mi rostro. Sin embargo a mí no me importaba. Mi sangre caliente corría vertiginosa por las venas. Esa parte de lobo impulsivo y sanguíneo que tenía como herencia, permitía que me sintiera libre de poder haber dicho aunque sea lo que sentía mi corazón. Pero mi parte de vampiro, esa diplomática y analítica me frenaba a no regresar por ella y cometer una locura. Marin no estaba en condiciones de tener sexo conmigo. No era de machos honorables aprovecharse y no lo haría.

Cuando ella dijo, “quiero que me folles como te gusta”, creí no poder resistirme. Estuve a punto de acostarla en la cama y hacerla mía. “Douglas… hubieras metido la pata”. Ella no sabía lo que decía y lo que era peor, le pertenecía a otro. Mi padre me hubiera echado de casa ante mi conducta reprochable. Miento, mi padre nunca me hubiera echado de casa pero sí lo hubiera disgustado.

Cuando doblé la primera curva, el rostro de Clelia se me presentó. Su sonrisa cuando pude contemplarla al gozar de la vista, su ternura al hacerme el amor por primera vez, sus palabras de amor… Todo había sido una mentira. Ella jamás hubiera luchado por mí porque sencillamente fui un entretenimiento, un paso para estar más cerca de los Craig. Ella había llegado a la mansión para conocer a mi abuelo, a quien su madre le hablaba maravillas, no era yo su objetivo. Me había usado… Terminó muy mal. No sabía si por cobarde o por no tener ganas de jugarse por una vida diferente. Lo cierto que fui la víctima de ese juego.

Al seguir la carretera fui bajando la velocidad hasta detenerme… Las primeras gotas de lluvia comenzaban a mojar mi cazadora de cuero, sin embargo no era lo que me había detenido…

¿Qué hacía yo camino a la reserva? ¿Por qué no había cogido la ruta hacia la mansión?

Las pequeñas luces brillantes titilaban por el claro del bosque que se abría entre cipreses. ¿Qué iba a hacer aquí? Mi madre dormiría… Además no podía irle con idioteces que la preocuparían… Con un amigo debía hablar, siempre un amigo alivia tus tristezas… Pero… ¿Aquí?

Recordé que Numa se encontraba en la Isla del Oso… No estaba en la mansión… Quizás inconsciente busqué alguien más con quien desahogarme. Alguien que pudiera confiar y sobre todo… que conociera a Marin perfectamente.

Di arranque a la moto y me dirigí a la cabaña de Drank.

Estacioné la moto en el portal. Había luz en la sala así que al menos no lo despertaría. ¿Y ahora que le diría? “Hola Drank, sé que no nos conocemos mucho pero tuve necesidad de hablar contigo y aquí estoy.”

¡Qué locura!

Respiré profundo, de pie, junto a mi moto… No… mejor me iría a dormir y mañana sería otro día. No tenía nada que hacer aquí…

Subí a la moto arrepentido de mi acto de impulso, pero antes de dar arranque al motor, la puerta de la cabaña se abrió.

Drank salió lentamente con una taza que parecía ser de café. Se recostó en el marco de la puerta en actitud descansada, esperando una respuesta de mi parte.

—Lo siento… —balbucee.
—Las cabañas son muy parecidas entre ellas pero… sospecho que tú no te has confundido –dijo bebiendo un sorbo.
—No, no me confundí. Yo… Yo no sé qué hago aquí… No podía dormir y…

Señaló el interior con la mano derecha.

—Ven, pasa. Tampoco puedo dormir.

Al entrar, el aroma a piña ahumada que desprendía el fuego de la chimenea me regocijó. Drank vivía solo pero aún así, la cabaña era acogedora como el mejor hogar. Cuando me senté en el sofá después de poner al descuido mi cazadora sobre el respaldo, lo vi desaparecer hacia la cocina.

—¿Café? –preguntó desde allí.
—Sí, por favor.

Observé alrededor… Había estado varias veces con Numa. En esas oportunidades conversamos de cosas triviales y de lo genial que se pasaba en el centro de Kirkenes. Ahora, aunque desconocía que fuerza o instinto me había traído hasta aquí, refugiándome en este chico prácticamente desconocido, sentía que no me arrepentiría.

Drank regresó con una taza de café y la suya llena. La verdad que ignoraba como comenzar una conversación pero al parecer no sé si por su edad más madura y porque así se conducía él por la vida, no dio muchas vueltas al preguntar.

—Vi que salías con la Rotemberg, en la moto. ¿Las has perdido por el camino? Te diré que a mi modo de ver, tuviste suerte –sonrió al ver mi cara de asombro—. Lo siento, ¿soy entrometido?

Se sentó frente a mí.

Negué con la cabeza.

—No lo eres. De hecho fui yo el que casi golpeó tu puerta… Camile se quedó en el pub, la alcanzaría Scarlet y Anouk hasta su casa, creo…
—¿Creo? ¿Dejaste a tu chica sin saber cómo llegaría? ¿Eres de tomar esas decisiones o no fue normal lo que hiciste?
—No fue normal… Así no me enseñó mi padre.
—Ah… ¿Y qué ocurrió?

Suspiré y bebí un sorbo. Estaba muy rico.

—Muy buen café –murmuré.
—Gracias… ¿Decías?

Parpadee y tragué saliva, no sabía cómo explicarle mi actuar sin quedar como el más grande hijo de puta. Justo a él. Que según decían era un ramillete de virtudes.

—Sucedió un imprevisto… Bueno, sucedió un desastre. Estaba Marin con Anouk cenando en el mismo lugar. Y…
—¿Y?

Se lo notaba preocupado.

—Y… nada… de pronto se acercó Marin a nuestra mesa y volcó el contenido de un plato sobre la cabeza de Camile.

Drank se tentó y casi escupe el café. Me miró con los ojos muy abiertos.

—¿Marin? ¿Estamos hablando de la misma Marin? –sonrió.
—Sí –me puse serio—. No me ha hecho gracia, fue horrible.
—¿Qué hiciste?
—Pues… Atiné a sacarla de allí, estaba alcoholizada. La subí en mi moto y la llevé hasta el hotel. La dejé sana y salva en su habitación.

Depositó la taza de café lentamente sobre la mesa baja. Me miró con cierta inquietud.

—¿En su habitación?
—Sé lo que estás pensando, no soy un depredador. Me fui sin intentar algo de lo que después me arrepentiría.
—Okay… ¿Llamaste a tu chica para saber si había llegado bien? Insisto, a tu chica.
—No, después la llamaré.

Arqueó la ceja.

—La caballerosidad no es tu don, ¿verdad? ¿O te importa tan poco que ni siquiera has querido molestarte? ¿Estás enamorado de Camile?

Iba a contestar un rotundo no, pero mis ojos se clavaron en el iris azul que brillaba de curiosidad.

Sonreí.

—¿Quieres saber si amo a Camile, por curiosidad tuya o porque Marin te lo pidió?
—Nadie me lo pidió.

Mi cara de decepción provocó otro arqueo de ceja.

—¿Te interesa saber que piensa Marin? Creo que si derrama un plato de comida en la cabeza a tu novia no hay mucho que adivinar.
—¿Marin está celosa?
—No sé, ¿qué crees tú?

Reí.
—Drank, así no llegaremos a nada.

—Tienes razón, pero eres tú el que ha llegado hasta mi cabaña, así que te escucharé primero a ti. Dime, ¿qué sientes por ella?

Dudé.

—No me creerás.
—Yo diré si te creeré. Dime, soy todo oído. Y te parecerá extraño mi cuestionario, pero la adoro, la conozco de hace mucho tiempo, y es excelente persona. No quiero que salga herida.
—Sé que es excelente persona… Yo… estoy enamorado de ella. Pero… Marin desea un hogar, una familia… Y yo no estoy en condiciones de dársela.
—Entiendo, quiere estabilidad, seguridad que la amas. Pedido que haría cualquier mujer si desea algo serio.

Lo miré fijo.

—Si ella tiene sentimientos serios hacia mí, ¿por qué está con Carl?

Arqueó la ceja y bebió un trago.

—Contéstame.
—Bueno, no puedo responderte esa pregunta. Quizás sea un acto de desesperación. Hay personas que no pueden estar solas.
—No me convence. ¿Sabes que creo? Que a Marin le gusto, pero que si de verdad me amara no podría reemplazarme con nadie más.
—¿Y tú? ¿Por qué estás con Camile?

Encogí los hombros.

—No lo sé, creo que quise darle celos y se me fue de las manos. Ahora estoy envuelto en una relación que odio. Pero no te preocupes, yo sí tengo valor para terminarla. A partir de mañana Camile y yo no tendremos nada que ver.
—Entonces a partir de mañana ven a mi casa, y hablaremos sobre Marin.
—¿No entiendes, Drank? Ella no dejará a Carl, está feliz.

Me observó detenidamente como si pensara muy bien lo que iría a decir…

—Feliz no está, la vi hace dos días saliendo de la casa de los Rotemberg, muy triste.

Me puse de pie de un salto y se echó atrás dando la espalda contra el respaldo. Me miró como si estuviera contemplando a un demonio.

—¿Qué le ha hecho Carl? –pregunté fuera de mí.
—Nada, tranquilo… Siéntate. Su familia la ha hecho sentir incómoda.
—¡Pagarán caro!
—Siéntate, Douglas. Tú ímpetu de justicia para con Marin me conmueve pero el resto de tus actitudes me desorientan.

Me senté sin dejar de mirarlo a los ojos.

—No soporto que me digas que ha llorado por ellos.
—Pues, debes saber si es que tanto te molesta su sufrimiento, que ella ha llorado más veces por ti que por esa familia.

Parpadee notando que mi sangre volvía a la velocidad normal.

—No seas cruel. Según dicen no eres de esa clase de tipos.
—No es crueldad, soy directo. Voy con la verdad. A ver si te despiertas de una vez por todas.
—No soy lo que Marin necesita. Entregarme entero y proyectar un futuro con ella no sería posible.
—¿Por qué no? No eres claro. Dices que estás enamorado, que la amas, y a la vez no quieres serle fiel.
—No hablé de fidelidad. No desearía estar con nadie si ella está a mi lado. Pero tú no sabes nada de mí… Tengo dueña… Un fantasma que me atrapó entre sus garras y nunca me dejará libre.
—No sé de que hablas.

Tomé un respiro y conté a Drank mi historia pasada, desde que era un joven ciego que había creído en el amor, hasta el desenlace fatal del suicidio.

Un minuto de silencio nos rodeó al terminar de relatar lo ocurrido… Después me dijo apesadumbrado…

—Estás equivocado si piensas que eso fue verdadero amor. Tú debes saber en el fondo que esa pobre chica te usó. Y digo pobre, porque lo fue. Un ser que va por la vida buscando lo conveniente sin importar a quien lastima, es digna de lástima. Debió sentirse sola muchas veces. Y tú no tienes la culpa de eso. Ella eligió vivir así.
—Pero su recuerdo está metido en mi cabeza. Nadie sabe las veces que la sueño entre mis brazos y segundos después riéndose de mí. Y antes de que digas algo, no me mandes a un psicólogo. Tengo el mejor visitando la mansión, Dimitri Gólubev. Ya hable con él.
—¿Y qué te ha dicho? Digo ese… Dimitri… —hizo un gesto de broma con comillas en el aire—. Gólubev, suena apellido importante.
—Dimitri Gólubev, del aquelarre ruso. Dijo que debía tratar de evitar pensar en ella, no merodear lugares compartidos, no compararla con cada hembra que se me cruzara.
—Bueno, eligiendo a Camile creo que la semejanza no debe andar muy lejos.
—Puede ser…
—¿Por qué no pides ayuda? Quizás en tu familia sin querer te la recuerdan y…
—Mi familia la ha detestado, desde Bianca, Charles, mi padre, y ni que hablar de Numa.
—¿Y tú no quieres escucharlos?
—No sé Drank, no es fácil, yo sé lo que la quise.
—Vamos bien –me miró sonriendo—. Dijiste “la quise”, y eso es verbo pasado. Trata de escuchar lo que dices. Tú mismo estás tratando de dejarla en el pasado, termina el trabajo y entiérrala de una buena vez.
—Está enterrada, en el parque de la mansión. Ojalá pudiera olvidarla.

Hizo un gesto de curiosidad.

—¿En la mansión? ¿Por qué no en un cementerio?
—Fue idea mía. Me sentía culpable.
—¿Y ahora? ¿Sigues pensando hoy por hoy que tú fuiste artífice de su destino?
—A veces… Pienso que si la hubiera ayudado y no me hubiera comportado tan posesivo y celoso buscando mi satisfacción, ella estaría viva.
—Claro, pero en brazos de otro. Eso no era amor. Ella hubiera pedido tu ayuda. No le interesabas.

Bebí el café hasta agotar la última gota.

—Desearía poder darle todo ese amor a Marin sin tener que sentirme un traidor.
—Depende solo de ti. Cuando tú puedas sentirte libre aunque yo pienso que ya lo eres, entonces podrás brindarte entero. Mientras no estarás capacitado para dar amor.

Lo miré fijo.

—Hablas como si hubieras vivido el desamor, ¿o lo sigues sintiendo?
—Ahora el cruel eres tú. Sabes de memoria que tengo a Liz metida en mi corazón.
—Lo siento, perdóname. Esta noche es extraña. Muchas sensaciones. La sorpresa de ver a Marin actuando de esa forma y a la vez sentir la dicha de que le interesaba. Poco después, no importarme nada de la otra chica aun siendo mi novia. Llevar al amor de mi vida hasta su habitación sana y salva, percibir su aroma, ver su figura y rostro que me tiene cautivado. Por último, alejarme porque no me la merezco. Es una noche rara…

Me observó curioso.

—Oye… ¿Siempre tus ojos cambian de color? Digo… ¿Cuándo te enfureces?

Sonreí.

—Eso dicen… ¿Amarillo?
—Casi dorado.
—Ah… No lo sé, nunca estoy frente al espejo cuando ocurre.
—Vale…

Terminó su café y me puse de pie.

—Puedes quedarte más tiempo, no me acuesto temprano.
—No te preocupes, debo regresar. Mañana presentaré mi primera parte de la tesis así que debo descansar. Y… ¿Puedo preguntarte por qué no te acuestas temprano? Sé que trabajas y para eso madrugas.

Sus ojos que eran de un azul brillante se apagaron. Bajó la vista y habló casi en un susurro.

—Porque cada día, cuando me acuesto en la cama, pienso en esa noche… Esa noche en la que estando en agonía un fantasma de cabello blanco me hizo una pregunta…
—¿Qué pregunta te hizo mi abuelo? –dije adivinando de quien hablaba.
—Él dijo… Dime Drank, ¿si supieras que Lenya ha salvado tu vida seguirías intentando conquistar a Liz?

Bajé la vista.

—Respondiste que no, ¿verdad?

Asintió lentamente.

—Créeme, es lo más difícil que tuve que hacer en mi vida –después de un largo silencio me miró—. Piensa si amas a Marin de corazón.
—Sé que podrás salir de esto. Te lo mereces –susurré.
—No hablemos más de mí.

Me acompañó hasta la puerta con las manos en los bolsillos de sus jeans. Me di cuenta que deseaba preguntarme algo y no se animaba. No había mucho que adivinar…

—Liz está bien. Puedes estar tranquilo.
—Solo falta que me digas que está en buenas manos.

Sonreí.

—No meteré la pata otra vez.

Ambos salimos al portal y miramos el cielo repleto de nubes blanquecinas y tormentosas. La lluvia fina caía mojando la naturaleza que desprendía el olor a clorofila y tierra.

—De todas formas –murmuró—, me siento bien al saber que ella es feliz.

Lo miré interrogante.

—Eso es lo que no siento. Creo que de solo imaginar a Marin en brazos de Carl tengo ganas de tirarle la puerta abajo y raptarla aunque grite y patalee.

Rio.

—Cada uno ama a su manera. No quiere decir que por ser impulsivo la quieras o no. Quizás con el tiempo cuando te des cuenta que ella ha encontrado la felicidad lejos de ti tú comprendas que debes buscar otro camino.
—¡Nunca!

Sonrió.

—Trata que la misma fuerza y seguridad con la que me dices “nunca” te sirva para cambiar el “ahora”.
…………………………………………………………................


Al llegar a la mansión seguí el sendero hasta el garaje caminando, con la moto a mi costado. No deseaba despertar o alertar a alguien de que había llegado en condiciones deplorables. Empapado y triste.

Un rayo cruzó el cielo y al instante el trueno pareció partir mis tímpanos. Seguramente habría caído cerca. Salí del garaje y enfilé hacia el portal, sin embargo algo me detuvo… Giré hacia los cuatro o cinco cipreses que altos y espigados, resguardaban como soldados inamovibles los restos de aquella chica que había querido tanto. Finalmente había quedado solo su lápida, ya que por decisión de los herederos directos, las cenizas de mi abuelo, Halldora, y Lucila, habían sido liberadas en las cumbres, juntos. Sobre todo después que Bianca se había conectado con el mensajero de la muerte y ésta había ayudado a desenmascarar a Agravar. Creo que mi padre, por temor,  no deseaba que hubiera ninguna oportunidad de que la tal Hela rondara la mansión.

Así que allí estaba ella, Clelia. Sola como había vivido.

Caminé casi sin pensarlo, me acerqué hasta el pequeño rectángulo de mármol mojado. “Aquí yace Clelia. Hija de Aegileif. Año 1995 – 2017.”

Clelia, sin apellido conocido porque ni siquiera había sabido demasiado sobre ella. ¿Cómo podía haber amado a alguien que conocía tan poco? ¿Era yo que me aferraba a ella o ella desde el más allá no permitía que siguiera mi vida?

Me arrodillé en el suelo blando. Mis rodillas se hundieron unos centímetros como si la tierra quisiera tragarme con ella.

Mi mano temblorosa limpió la lápida de la lluvia constante que caía. Era un trabajo inútil, sí. A los pocos segundos la plaqueta marmolada de letras negras volvía a empaparse… ¿Sería mi vida un constante regreso al pasado? ¿Cómo lograría quitármela de la cabeza? ¿Cuándo sentiría por fin ese sentimiento inequívoco de que de mi parte había hecho las cosas bien?

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—No puedo ser feliz si no me liberas. Necesito creer en el amor sin temor a pasar lo mismo que he sufrido contigo. ¿Por qué no me dejas en paz? Si pude hacer algo y no lo hice te imploro perdón… pero… hoy…ya nada puedo hacer por ti –murmuré y estallé en llanto.

Tan ensimismado estaba que no escuché a mi padre llegar.

Miré hacia arriba para descubrir su rostro mojado por la lluvia y sus ojos grises que me miraba con tristeza.

—Papá… —balbucee—. No puedo solo.

El iris se oscureció y un rayo volvió a cruzar entre las copas de los árboles. Está vez el trueno tardó en escucharse y se oyó más lejano.

—Ahora lo sé –murmuró.

Bajé la cabeza para contemplar la lápida. Lloré un buen rato, no supe cuanto tiempo. Mi padre no se había movido un milímetro de mí, en silencio aguardó que me desahogara por completo. Odiando el destino, rabioso por no hallar un final feliz en mi primera historia de amor. Su pétreo silencio era una dulce compañía pero a la vez me inquietaba. No debía ser adivino para conocer que no hay peor hecho para un padre contemplar el sufrimiento de un hijo. Y él no era la excepción.

Finalmente mi llanto fue apagándose… Hasta solo escucharse el sonido de la lluvia. Entonces su voz calma y pausada reverberó en cada rincón del parque.

—¿Sabes lo que he amado a tu madre, Douglas?

Levanté la vista y lo miré a través de la lluvia.

—Creo que… la amaste… sí… Pero tu amor verdadero es Bianca y ella está junto a ti.
—Mucho, la amé mucho –contestó.
—Yo… te entiendo, pero no sé si fue lo suficiente como para compararse con lo que he sentido por Clelia –interrumpí.
—¿Lo crees?

Parpadee molesto por las gotas de agua.

—Ponte de pie, Douglas –ordenó.

Así lo hice, quedando frente a frente a ese rostro preocupado.

—Cuando tu madre me dejó creí que el mundo terminaría, que no amaría nunca más, y ya ves que no fue así.
—Sí… Lo sé… sin embargo insisto, no sé si la amaste tanto como… —bajé la vista.

Cogió mi barbilla con sus dedos y me obligó a mirarlo a la cara.

—¿Qué cuánto la amé? Lo suficiente para esconder a un hijo dieciocho años, por rabia y dolor. ¿Te parece que no la haya amado lo suficiente? –respiró profundo—. La vida te da oportunidades, Douglas. Pero no te dará todo servido. Debes luchar por la felicidad, ponerte de pie nuevamente, como lo has hecho recién, cuando te lo ordené. Sin embargo… muchas veces no habrá nadie, ni amigos ni familia que estén para ordenarte que lo hagas, entonces deberás hacerlo solo. Porque la vida lo vale. No es opcional, hijo. Lo debes hacer si no quieres tirar a la basura todo lo bueno que puede estar deparándote.
—¿Y si no tengo felicidad que me depare en el futuro?

Sonrió.

—Querido mío, hasta el linyera que cada día se alimenta de lo poco que encuentra tiene fe que su vida puede cambiar. De lo contrario no lo verías por las calles cada nuevo día y se dejaría vencer tirado en un callejón. Nadie puede decirle a él que en el futuro, el destino pueda regalarle una sorpresa. Él lo cree así. Y quien te dice que alguna vez le ocurra. Pero para eso no debe haberse dejado vencer y deberá estar en pie. Ahora… veo que está resultándote difícil pensar que tu futuro en el amor puede cambiar… y por suerte no estás solo. Así que tomaré una decisión que creo es la adecuada.
—¿Qué decisión, papá? –pregunté temeroso.
—Quiero que mañana mismo lleves los restos de la chica a un cementerio, si quieres pagas el mausoleo que te dé la gana, las flores más caras, el mármol más codiciado, pero aquí no yacerá más.
—Papá…
—Es una orden, Douglas, no me echaré atrás. No permitiré que el recuerdo de un fantasma te aprese hasta no dejarte ser feliz. Ya lo sabes, mañana mismo quiero los restos fuera de la mansión.

Me mantuve en silencio contemplando la lápida… Sabía que tenía razón, y aunque no la tuviera conocía de memoria cuando una decisión de mi padre podría discutirse, y este no era el caso.

Antes de retirarse me miró acariciando mi rostro.

—No olvides, hijo… puede ocurrir que nadie esté en algún momento para ordenarte que te pongas de pie y luches, sin embargo es tu deber hacerlo, cueste lo que cueste. Hazlo por todos aquellos, humanos, lobos, y vampiros, que no podrán elegir.



Scarlet.



Una llovizna suave comenzaba a caer contra el parabrisas del coche. Las gotas resbalaban como las lágrimas de Anne cuya mirada perdida hacia el bosque, me indicaba que estaba muy triste de no poder encontrarse con su hermano. Conduje lento por la carretera que me llevaba a la mansión, observando los carteles de prevención y siendo cuidadosa en cada curva. Ya no iba sola en mi coche, tenía una gran responsabilidad que era cuidar a Anne. Al principio respeté su tristeza y silencio. Silencio que sabía muy bien que no era un impedimento entre ella y yo para expresarse. Anne podía hablar perfectamente pero no había querido hacerlo frente a nadie por muchos años, y la privilegiada de esa excepción era yo.

El porqué aún lo ignoraba. No entendía que amando tanto a su hermano éste no supiera su adelanto y mejoría. Ardía de curiosidad por saber el motivo. Aunque no deseaba atosigarla con mis preguntas, mi típica curiosidad pudo más…

—Calma Anne. Pronto llegaremos a mi hogar y te prometo que estarás cómoda y feliz. Es sólo por un tiempo breve, mientras Grigorii pueda salir de este enredo.

No contestó se mantuvo en silencio mirando la lluvia caer a la vera del camino.

—Anne… Confía en mí.

Ella desvió la mirada hacia mí y sonrió con pena.

—Confío en ti –susurró.

Aprovechando el momento propicio continué…

—Tienes una voz hermosa… Anne… Dime… ¿Por qué no le has dicho a Grigorii que te has animado a hablar? Se pondría muy contento.
—Lo sé.
—¿Entonces?
—No estoy a salvo con él. Sé que me cuidaría pero no podría contra la maldad de… de ese monstruo.

Se recostó en el respaldo y sus ojos adquirieron un brillo extraño.

—¿Crees que alejándote del mundo adulto estarás a salvo si de verdad él es un monstruo? Grigorii jamás dejaría que se te acercara.
—Él no podría contra su maldad. Esa calaña me seguiría a donde fuera. No puede protegerme las veinticuatro horas del día.
—¿Y yo sí?

Me miró fijo. La miré y volví la vista a la ruta.

—Sí. Tú y los tuyos son vampiros. Él nunca se acercará.

Sonreí apenas.

—Por supuesto, puedes estar segura.

Para cambiar el tema encendí la radio. Busqué una emisora que conocía que transmitía música alegre y movediza, sin embargo a los pocos segundos hizo una mueca divertida y arqueó la ceja.

—¿No te gusta?

Negó con la cabeza.

—Okay, busquemos otra.

Pulsé el pequeño botón iluminado con una lucecita celeste y me detuve en otra emisora.

—Uf, aquí pasan noticias todo el tiempo. No te agradará.

Su mano se posó en la mía y me detuvo.

—Déjala, quizás hablen de Grigorii y de lo que ocurrió con el policía.
—No, no lo creo. Ocurrió hace casi un mes. Mejor pongamos música.

Antes de cambiar el dial la conversación que mantenían dos hombres al parecer uno de ellos reportero, me detuvo. Escuché por unos instantes a pesar de la interferencia por la lluvia…

“El único sobreviviente que había vivido el horror acaba de morir en el hospital de Kirkenes. Se trata de Lim Chevik. Uno de los tripulantes del ballenero “Ortiga”. Se dice que repetía una y otra vez que un grupo de sirenas y una especie de vampiresa los habían atacado”.

“Pero cómo es posible tal disparate, ¿hay pruebas de lo que vio?”

“En absoluto, los médicos dijeron que estaba loco de remate”.

Anne me observó y notó que bajaba la velocidad del coche.

—¿Es uno de los tuyos? –preguntó a media voz.
—Podría ser –contesté—. Pero no te preocupes, los cazadores de ballenas son hombres muy malos.

La lluvia comenzó a caer copiosamente y un rayo cruzó el cielo de este a oeste.

Anne cerró los ojos esperando el ruido ensordecedor del trueno que no se hizo esperar.

—Vamos, es solo una tormenta.

Se deslizó en el asiento acurrucándose como una niña.

Busqué su mano con la mía y la acaricié.

—No te ocurrirá nada. Estás conmigo.

La tormenta nos acompañó el resto del camino. No dejaba de pensar en Grigorii y lo triste que estaría sin ver a Anne y por otro lado en Liz y su hazaña. No me quedaban dudas que la “Nerea” de los vampiros, léase mi cuñada, había gozado de su primer banquete. Rose me había dicho que Liz había huido hacia las costas del Mar de Barents hace dos días convertida en flamante vampiresa, pero no imaginaba lo de las sirenas. Quizás el humano había delirado o exagerado en su agonía. Quizás…

Por el momento lo que más me preocupaba es que en casa todos hubieran seguido mis instrucciones, y a la llegada de Anne, ningún macho rondara fuera de las habitaciones. ¿Después, Scarlet? Me dije a mí misma… Después no sabría como irían sucediendo los hechos. Grigorii, Sebastien, Anne, los Craig… Nada me sonaba a fácil, pero debía arriesgarme.

Al llegar a la mansión estacioné el coche mirando hacia los portones cerrados.

—Bueno Anne, este será tu hogar por un corto tiempo, pero espero que te sientas cómoda. Yo haré lo posible porque así sea.

Ella recorrió con la mirada los altos muros tras la lluvia, después me miró.

—¿Qué ocurrirá cuando tú no estés?
—Tranquila, te lo he dicho. Estarán un grupo de chicas que te darán lo que necesites. No tendrás que cruzarte con ningún macho. Mi habitación será tu refugio y nadie te molestará.

Sonrió.

—Gracias, Scarlet.

Coger confianza para Anne llevaría un tiempo, por eso cuando Margaret encargada de abrir los portones nos recibió en la sala, mi querida amiga solo atinó a parpadear confundida ante tanto lujo y no sonrió a pesar que Margaret encerró sus manos entre las suyas y le dio la bienvenida.

Deposité la pequeña maleta en el piso y volví a darle ánimos.

Ella miró recelosa cada rincón. Sin embargo, todos los machos de la casa habían acatado y Anne no conocería a nadie que no deseara ver.

Sara y Rose salieron de la cocina sonrientes.

—Mira quien está aquí, que bella jovencita –dijo Sara acercándose amablemente—. ¡Qué bonita eres, Anne!

Anne apenas sonrió. Yo diría que hasta temblaba por el nuevo acontecimiento de hablar con gente nueva.

Rose se acercó dando saltos de alegría.

—¡Qué bien, Anne! Tendré compañía cuando el resto de las chicas estén ocupadas. ¡Bienvenida!

Anne sonrió un poco más al ver a nuestra Craig pelirroja tan entusiasmada.

—Chicas, voy a llevarla a la habitación. Mañana tengo día libre así que no será problema, me encargaré de todo. Después ya saben, lo que necesite Anne, quiero que se lo faciliten.
—No habrá problema –contestaron Sara y Rose al unísono.

Margaret se acercó más. Cogió el rostro de Anne entre sus manos y la miró con ternura. Ella primero se mantuvo tiesa con los brazos a cada lado del cuerpo. Tuve miedo que ese contacto directo con una desconocida la hiciera echar a correr.

—Querida, extrañas a tu hermano, ¿verdad?

Anne asintió lentamente.

Margaret la abrazó delicadamente.

—Lo sé, es difícil. Pero tu hermano pronto saldrá y vendrá por ti. Solo te cuidaremos un tiempo.
—¡Y la cuidaremos bien! –agregó Rose.

Margaret continuó acariciando las hebras de oro.

—Si tienes angustia debes dejar escapar tu pena. No te quedes con ella. Hace mal.

Anne la abrazó ante mi mirada asombrada, y rompió a llorar.

—Eso es Anne, debes desahogarte, hace bien. Las paredes de esta casa guardarán tu tristeza como hace con cada uno de nosotros. El día que partas de aquí, verás que serás una joven feliz.

Todas permanecimos en silencio mientras Margaret la consolaba. Poco a poco el llanto de Anne fue apagándose y Margaret la miró a los ojos.

—Los Craig somos seres buenos, para nosotros de ahora en más, tú eres como de la familia, tranquila… Aquí nada malo te ocurrirá.

De pronto, mis ojos vieron una sombra de soslayo, que pareció moverse en el último tramo del pasillo superior. Sin decir palabra me acerqué hasta el pie de la escalera mientras Sara y Rose consolaban a Anne.

Entonces, lo vi… Recostado contra la pared sin dejarse ver y con el rostro apenado, estaba Ron.

Arquee la ceja y fruncí el ceño enfadada.

Fue así como me echó una mirada angustiada y desapareció, perdiéndose entre las sombras del pasillo hacia su habitación.



8 comentarios:

  1. Ojala Douglas se atreva a luchar por Marin y deje al fantasma que lo atormenta te mando un beso y feliz año.

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    1. ¡Hola cariño! Feliz año para ti. Ojalá se anime, veremos si Marin acepta sus condiciones y también reconoce lo que siente antes de comprometerse con Carl. Besotes nena y gracias!!

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  2. Hola, Lou... Me ha encantado como Douglas se ha preocupado de que Marin no se fuera a caer de la moto
    Seguramente, Marin cuando despierte, no se acordará de lo que le ha dicho a Douglas... porque, como se acuerde, va a morir de un ataque de vergüenza... Aunque, no acordarse, también es un problema ya que no sabrá qué pudo hacer o decir
    Douglas se ha portado como un caballero... también ha confesado su amor, pero Marin dormía y no ha podido escucharle
    Me ha encantado la conversación entre Douglas y Drank
    Douglas sigue sufriendo mucho por lo sucedido con Clelia, y entiendo que Sebastien prefiera que los restos de la chica estén lejos de la mansión... en el cementerio
    Creo muy lógico que nadie crea lo que dice el tripulante del ballenero antes de morir... es difícil de creer que un grupo de sirenas y una vampiresa les hayan atacado
    ¡Qué contento y feliz se pondría Grigorii si escuchara hablar a su hermana!
    Han recibido a Anne con mucho cariño, creo que Anne se sentirá bien en la mansión
    Ron casi se deja ver, y se nota que está muy apenado
    Un capítulo encantador, Lou... Muchas Felicidades
    Feliz Año... Y besos

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    1. ¡Mi querida Mela! Feliz año para ti. Douglas lo ha afectado bastante lo de Clelia pero como dice su padre hay que levantarse y luchar. Yo creo que Drank se ha dado cuenta que lo que siente Douglas es genuino de lo contrario no hubiera soltado prenda. Sebastien ha hecho lo correcto, es lo que con otras palabras ha aconsejado Dimitri como psicólogo. Debe apartarse de todo aquello que la recuerde.
      Lo de Liz pudo resultar mal, pero sospecho que es difícil decirle a la reina del mar lo que hacer y decir. Tarea que se la encomiendo a Lenya, ¿no te parece?
      En cuanto a Grigorii no sé que decirte más allá de la sorpresa que se llevaría creo que si fuera él me sentiría apenado por no ser el primero en saber su adelanto. Veremos que pasa. En cuanto a Ron... Él ha pedido en una oportunidad en las cumbres a su amado Adrien, "envíamo un ángel", hay que ver si Adrien escuchó aquella vez. Un besazo reina y que tengas muy feliz 2017. Gracias por comentar.

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  3. Que bueno leerte Lou!!!
    Me encantó el capitulo yo espero que Douglas se olvide de ese fantasma que lo atormenta y me gustó lo que Sebastien le dijo que esos restos ya no tienen que estar en la mansión un paso que él debe de dar y la llegada de Anne me deja con ganas de saber que pasa!...gracias Lou y feliz año nuevo!

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    1. ¡Hola Lau! Me alegro que te haya gustado. Sebastien ha obrado como debe ser, fuera con el problema, además Clelia bastante le hizo daño a Douglas aunque fue digna de lástima como dice Drank. Ane en la mansión... promete promete... Un besazo reina y muchas gracias por pasarte. Feliz 2017 para ti!!

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  4. Hola LOU, de nuevo contigo y tu historia que me agrada leer,,,saludos

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    1. ¡Mi querido amigo! Gracias como siempre por tu compañía. Qué bueno que te agrade mi historia! Te aseguro que tu blog con esos videos maravillosos es un placer visitar.
      Espero contar contigo a lo largo de este viaje de imaginación. Muchas gracias y abrazo enorme.

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