Capítulo 21.
Navidad se acerca.
Charles.
Sentado en el sofá contemplé
el árbol de Navidad. Un nuevo año comenzaría y sería muy diferente al anterior.
Por un lado Anne vivía con nosotros hasta que su hermano caminara libre por las
calles y por otro Douglas y Numa se quedarían a pasar las fiestas en la Isla
del Oso. Liz y Sara esperaban un bebé, Agravar ya no estaría rondándonos para
hacernos daño, Scarlet había por fin asumido ser una Craig, Anthony se había
unido a los Gólubev, y Margaret y yo nos sentíamos más afianzados y
comprometidos con nuestro amor.
Después, el resto igual.
Bueno, casi… La mansión estaba en construcción para ampliar el número de
ambientes ya que Anouk pasaría largas temporadas junto a nosotros. Los futuros
niños necesitarían más espacio y además Sebastien tenía idea de traer a los
Sherpa a Kirkenes. Claro que sería por un tiempo hasta que ellos, sobre todo
las hijas de Agni, pudieran civilizarse. Seguramente cuando lo lograran
buscarían su hogar aparte.
Fue un año crucial para nosotros.
Pasamos por muchas cosas. Bellas y horribles. Otros sucesos habían quedado en
suspenso para dirimirse en el nuevo año. Por ejemplo, la llegada del padre de
Bianca a Kirkenes.
Ayer, coñac mediante, había
hablado largo tiempo con mi querida hija postiza. A decir verdad, cuando Liz se
lo contó fue un shock para ella. Después fue entendiendo que no podía vivir
eternamente evitando ese hueco tan importante en su vida. Debía enfrentar el
conflicto y conocer de una buena vez lo ocurrido con su padre. Con la valentía
que la caracterizaba, con la que había escapado de la muerte, decidió
finalmente ir al hotel “La manada” y hablar con su tía. Así que hoy era el gran
día.
Miré por quinta vez el
pasillo de planta alta deseoso de verla bajar las escaleras. Creo que estaba
más nervioso que ella. Margaret se asomó con cuidado por la puerta que daba a
la cocina. Hice seña que Bianca no había hecho aparición alguna. Volvió a cerrar
con cuidado y suspiré nuevamente.
De pronto escuché el sonido
de un motor… no era el Audi de Sebastien ni el Civic de Scarlet…
Me puse de pie y verifiqué
por las cámaras.
¿Un taxi? ¿Quién vendría a
estas horas?
Continué expectante
observando el visor…
¿Dimitri? ¿Por qué vendría
hoy si no era día de sesión con Bianca?
Abrí los portones y antes de
hacer lo mismo con la puerta principal, la dama de los Craig bajó las escaleras
apresurada.
-Gracias Charles. Lo
esperaba.
-¿Hoy?
-Sí, lo necesitaba. Pasaron
muchas cosas últimamente.
-Ah, comprendo…
Me retiré después de saludar
al joven Gólubev, el cual siempre era tan atento. Aunque esta vez lo noté
decaído. Imaginaba por comentarios de Sebastien y la misma Anouk me había
confesado estar preocupada por el distanciamiento de su hermano y su madre.
Quise darle ánimo y decirle que la Navidad unía y reconciliaba pero supuse que
no era buena idea, más bien me sonaba a mensaje aliciente de los humanos que no
siempre tenía ese resultado.
Ya en la cocina Margaret cosía
sentada cerca de la encimera. Levantó la vista para verme y sonrió.
-¿Qué coses, querida?
Ella volvió la atención a la
aguja y respondió.
-Es un gorro de lana de
Douglas, lo ha dejado porque estaba descosido. Cuando regrese lo podrá llevar.
Me senté a su lado no sin
antes calentar un café para ambos.
-Mi vida –sonreí-, Douglas
puede comprarse uno nuevo, ¿no crees?
Ella negó con la cabeza
mientras despuntaba la lana.
-Charles, sé que puede
comprarse uno nuevo. Pero él ama este gorro. Se lo regaló su padre el primer
invierno que recuperó la vista y salió por la ciudad.
-Oh… Es un recuerdo.
-Por supuesto.
-Y dime… ¿Cómo sabes tanto
de nosotros? Estás tan atareada siempre.
-Porque no tiene que ver que
tenga quehaceres en la casa. Los amo a cada uno y estoy pendiente de ellos.
-Pero a mí me amas un poco
más, ¿verdad?
Rio.
-Eres un celoso, mejor dicho,
te haces el celoso. No he conocido a nadie en el mundo tan seguro de sí mismo
como tú.
Me mantuve pensativo, bebí
un trago de café.
-Te equivocas. Creo que
tengo temor por primera vez en la vida que alguien me saque el lugar y cariño
ganado.
Levantó la vista y me miró
fijo.
-¿Te refieres a la aparición
del padre de Bianca?
Asentí.
-Vamos charles, Bianca te
adora. Tú le devolviste la vida, la convertiste en uno de nosotros.
-Pero no tengo su sangre
como él.
-Su padre ni siquiera la
conoce, pobrecito, está muy mal.
-Sin embargo algún día
recuperará la memoria.
-¿Cómo lo sabes?
-Intuición.
-Te agradará verlos
reconciliados. Tú has hecho mucho por ello.
-Sí… Pero me creerías si te
dijera que a veces sólo a veces, desearía que él continuara así y que nunca me la
arrebatara.
-Eso no ocurrirá.
-Soy un malvado.
Hizo a un costado la costura
y su mano derecha acarició mi mejilla.
-No Charles, eres un ser
normal y es común sentir ese miedo. Todo irá bien.
De pronto la puerta de la
cocina se abrió abruptamente. Liz pálida y llorosa se presentó en camisón azul.
-Mi niña, ¿te sientes mal?
–dijo Margaret poniéndose de pie de un salto.
-¿Necesitas algo? –pregunté
preocupado.
Ella golpeó el piso con el
pie repetidas veces.
-Siiiiii, ¡necesito que me
despeguen el guardaespaldas que tengo desde que supe que estaba embarazadaaaaa!
Iba a preguntar “¿qué
guardaespaldas?” pero la respuesta obvia fue respondida de inmediato. Lenya
entró a la cocina vestido de pijama con el rostro desencajado.
-¡Mi amor! ¿Por qué no
esperaste por mí? Eres terca, Liz.
Ella giró para enfrentarlo y
sus ojos largaron chispas.
-Por la sencilla razón,
Lenya Craig, ¡que puedo servirme el vaso de agua yo sola!
-Pero amor, ¿qué necesidad
de bajar las escaleras? Puedo llevártelo a la cama.
Casi muero de risa igual que
Margaret aunque ella siempre recatada se esforzó porque no se notara.
-Lenya, cielo… -murmuró
Margaret-. No le hará daño que baje las escaleras y se sirva agua ella misma.
-¡Cómo qué no! ¿Saben
cuántos escalones tiene esa maldita escalera? ¡Treinta y pico!
-Cuarenta y cuatro
exactamente, querido –contesté.
-¡Con más razón! Hará un
esfuerzo, se fatigará, y por consiguiente el bebé también.
-¡Dios! –chilló Liz-.
¿Alguien olvidó mandar a la escuela a este vampiro bruto?
-Mi amor, no me digas así,
te amo. Sólo quiero cuidarte a ti y al bebé.
-¡Lenya, estás asfixiándome!
-Me has dicho que es
pequeñito como una uña, imagínate que desgaste aunque esté en una bolsa
amniótica, y no soy bruto.
-¡Por favooor! –suplicó Liz.
-Lenya, las hembras
embarazadas hacen vida normal –aseguró mi amada.
Liz fue a la heladera y
apoyó la botella de agua sobre la encimera.
-¡Cuidado amor, no te hagas
un corte!
Liz rodó los ojos y maldijo
por lo bajo. Cogió un vaso y se sirvió. Después de beber ante la mirada atenta
de su Romeo y nuestras sonrisas contenidas se dirigió a abandonar la cocina.
-¡Aguarda! Puedo llevarte en
brazos hasta la habitación.
-¡Lenya Craig! Si no mejoras
tu conducta y te apaciguas me iré al hotel ”La manada” hasta tener el bebé.
Lenya abrió la boca y la
cerró.
-Pero pero…
-¡Pero nada! Se terminó.
Haré todo lo que hacen las hembras embarazadas. Y más también mientras no corra
peligro el bebé. No soy idiota e irresponsable.
-Eso lo sé, cariño… No te
enojes… Liz…
Ella abandonó la cocina y comenzó
a subir las escaleras con Lenya pisando sus talones. En ese instante Ron hacía
su aparición con un recipiente parecido a una pequeña heladera, esas que se
usan para poner cubos de hielo y latas de gaseosa.
-Aquí está la sangre para
Liz. Arve dijo que por ahora no habría problema pero siendo invierno el
hospital tendrá más demanda.
Liz cruzó los brazos y
frunció el entrecejo.
-¿Tú crees que dejaré de
cazar?
-Liz… Por favor…
-¡Ron! Te agradezco pero no
la usaré. Lamento que te hayas tomado las molestias.
-¿Y ahora qué hago con la
sangre? –preguntó Ron.
-¡Dásela a este loco
obsesivo!
Lenya siguió a Liz en un
manojo de súplicas.
Los tres nos miramos y no
pudimos menos que echarnos a reír.
Liz.
Apenas entré me senté frente
al tocador y cepillé mi cabello con furia. Lenya entró a la habitación y se
quedó muy quieto junto a la puerta, en silencio. Lo miré por el espejo y vi su
rostro cabizbajo y triste. Me partía el corazón pero si no me ponía firme me
convertiría en una planta durante nueve meses.
Al fin hablé, no quería que
nos acostáramos enojados. Después de todo por más exageración de sus cuidados
él sólo lo hacía por cuidarnos al bebé y a mí.
-No debes preocuparte,
estaremos bien.
-Lo sé –murmuró.
-Tienes que confiar en mí.
-Lo hago.
-Pues no parece.
-Sí…
Su voz sonaba como la de un
niño en penitencia por sus padres.
-Debes saber que no dejaré
las actividades normales, te guste o no. Iré de compras sin fatigar al bebé
como dices, me ducharé sola y no resbalaré, iré a cazar con cuidado y junto a
ti, y tendremos sexo como todas las parejas.
Abrió los ojos asombrado y
esquivó mi mirada a través del espejo.
Con disimulo cerró la
chaqueta de su pijama cubriendo sus pectorales cuestión que me enojó. Giré
sobre mi silla y lo enfrenté.
-¿No pensarás que no
tendremos sexo porque estoy embarazada?
-Bueno…yo creí…
-¡No deja! ¡No creas ni
pienses nada! Yo lo haré por ti.
-¿Qué quieres decir?
-¡Ven a la cama!
-¿Qué? Yo no tengo mucho
sueño y…
-Lenya Craig, ¡vamos a la
cama!
Lentamente se acercó y se
recostó.
-Desnudo –ordené.
-Tengo frío.
-Yo te haré entrar en calor.
Me acerqué y gatee sobre la
cama hasta llegar cerca de él.
-Quítate el pijama, Lenya. O
te lo arrancaré con los dientes.
Me miró sorprendido pero me
creyó. De hecho comenzó a desvestirse.
-Liz, pienso que no es buena
idea. Primero deberíamos hablar con el doctor.
De cuclillas en la cama puse
los brazos en jarro.
-¿Tú quieres que el doctor
se ría de mí?
-¿Por qué?
-Porque hacer el amor
durante el embarazo es natural. Ahora mírame…
Quité por sobre mi cabeza el
camisón y me deshice de las bragas.
Él me observó y sus ojos
brillaron de deseo. Se detuvo en mis pechos y pasó la lengua por los labios.
-Parecen más grandes, un
poco… ¿no?
-Lo están, los siento
pesados aunque lo serán mucho más en meses.
Cogí su mano y encerré uno
de mis senos, forzándolo a masajear lento.
-¿Te gusta?
-Sabes que sí –susurró.
-Entonces, hazlo. Muero por
tus caricias.
Se sentó en la cama y
obedeció. Gemí al sentir ese primer contacto desde hacía tiempo ausente.
Nos besamos lento y
profundo. Lo tomé de la nuca y lo obligué a profundizar el beso. Al sentir el
primer quejido de goce sonreí contra su boca.
Al cabo de unos minutos él
yacía con las piernas abiertas y yo engullía su sexo ardiente una y otra vez,
provocando que se retorciera con los puños cerrados en la almohada.
Estaba duro y caliente. Me
deleitaba su grosor que apenas cabía en mi boca, entrando y saliendo con cada
movimiento de sus caderas. El sabor salado y almizclado inundaba mis papilas
gustativas y humedecía mi entrepierna preparándose para la unión. Unión que
debí imaginar no sería fácil.
-Liz… Esto está muy bueno…
Joder… Y no le… haremos… daño al bebé.
Deslicé su miembro fuera de
mi boca y achiné los ojos.
-¿Qué? –sugirió-. Si no te
sientes bien… podemos dejarlo.
-¡Tú estás loco, vampiro!
Inmediatamente subí a
horcajadas.
-¿Qué haces, Liz? –balbuceó.
-Lo que tú y yo morimos por
hacer.
-Liz…
Con firmeza ubiqué su sexo
en mi entrada y bajé hasta intentar penetrarme.
-No, no Liz, el bebé…
-Sssssh, ¡te callas!
-Pero…
-Sssssh.
Lo miré a los ojos febriles…
Su miembro entró casi por completo dentro de mí. Gemí…
-¿Ves? Así… muy despacio
–susurré.
Él cerró los ojos y disfrutó
el contacto húmedo y la sensación de sentir apretado su falo. Se arqueó sin
pensarlo y aproveché para hundirlo más.
-Por favor… Liz…
-Sssssh… Confía en mí.
Abrió los ojos para
contemplar el lento movimiento de mis caderas. La exquisita fricción lo llevó a
entreabrir los labios y dejar escapar un nuevo quejido.
Al fin sentí sus manos
amadas aferrarse a la cintura y poco a poco el instinto de buscar más placer lo
llevó a seguir las suaves embestidas.
Percibía su goce pero
también su temor. El temor de que hubiera posibilidad de dañar a nuestro hijo.
-Así amor… No tengas miedo…
-¿Así? –susurró.
-Sí… Así…
Movimientos constantes cada
vez más intensos provocaron que fuera tomando confianza, concentrándose sólo en
lo que debía hacer en ese maravilloso momento que era hacer el amor.
Mis manos se deslizaron por
ese pecho musculoso de piel satinada, por sus hombros firmes y redondeados, por
sus labios entreabiertos. Nuestros ojos se encontraron… Sabíamos que el clímax
llegaría y por primera vez, mi amado vampiro se había abandonado en mis brazos
y lucía los incipientes síntomas de su raza, de nuestra raza.
Mis encías dolieron abriendo
paso a dos filosos colmillos. Supe que mis ojos debían haber mutado, porque
noté la pupila dilatarse. La sangre por mis venas corrió a una velocidad
diferente a un estado cotidiano. Es que según decían la presión sanguínea ya no
sería igual a los humanos sino mucho más lenta, menos cuando enfurecías o
tenías sexo.
Lenya y yo ya habíamos
experimentado hacerlo después de convertirme, pero había sido distinto. Llevada
por la pasión y el descontrol por el placer no había sido tan cuidadosa en las
observaciones. Ahora llevaba en mi vientre a su hijo, y aunque estaba segura de
lo que hacía, yo también puse cuidado en cada detalle.
El primer orgasmo llegó, y
con él otros más. Lenya bañó mis entrañas entre gemidos y muecas de placer.
Cuando restos de la última corriente eléctrica fue desapareciendo, esa que
convertía tu cuerpo en gelatina y dibujaba una sonrisa en tu boca casi por
reflejo, me recosté en su pecho sudoroso y agitado. Sus brazos me encerraron
como si guardara un tesoro que no deseaba que nadie arrebatara. Y así me dormí…
Cobijada por su poderoso cuerpo… Nuestro hijo y yo.
Al cabo de unas horas, me
desperté por las caricias en la espalda de aquellas manos suaves y varoniles.
Su voz apenas audible, se
escuchó como un susurró melódico.
-Tuve mucho miedo, Liz.
Levanté la cabeza y lo miré.
Los ojos fijos en el techo ya no lucían ardientes, pero juraba que la ternura
los bañaba.
-Lo sé –acaricié el rostro
de rasgos duros y a la vez tan perfecto-. No tengas miedo.
Apartó la vista del techo y
me miró. Sus ojos plata habían vuelto a tener ese tono gris perlado.
-Moriría si les ocurriera
algo.
Sonreí.
-Nada ocurrirá. No lo
permitiré.
Los labios se unieron en un
beso dulce y relajado.
-Te amo –susurró contra mis
labios-. Los amo a los dos.
-Yo también te amo Lenya, a
ti y al hijo que me has dado. Soy la hembra más feliz del mundo. Recuerda,
amor… Jamás haré algo que dañe al bebé.
Nos miramos con ese amor que
ambos nos teníamos. Ese sentimiento que había derrotado tantas vicisitudes y
dificultades. Acarició mi cabello y su mano derecha se posó en mi vientre.
-Aquí llevarás nuestro
tesoro por meses. Es la muestra perfecta de cuanto te he amado desde que te
conocí. Él, resume cada minuto de amor y pasión por ti. El miedo quizás no
desaparezca del todo hasta que lo tenga en brazos.
Sonreí emocionada.
-Te equivocas, el miedo no
desaparecerá porque haya nacido y lo tengas en brazos. El temor como padres nos
acompañará toda la vida, pero no temas, para eso estaremos juntos.
Iván.
Acomodé la corbata burdeos
que hacía juego con mi traje, y me miré por última vez al espejo antes de
abandonar la habitación. Víspera de Navidad y la casa estaba revolucionada.
Cada rincón de nuestro lujoso piso olía a perfume francés de bebé. Las charlas
de mi familia se oían mezcladas y a veces sobrepuestas así que difícil era escuchar
a la vez una u otra o mantener el hilo de una conversación sin ser antes
interrumpido. Pero nada de eso me desagradaba. Mi hermana Svetlana, su marido,
y mi pequeña sobrina, habían llegado esta mañana para pasar las fiestas.
También los acompañaba Gisele.
Se los veía felices y
Milenka se notaba muy despierta y vivaracha, logrando ser el centro de atención
de todos los Gólubev, incluyéndome.
Mis padres se habían quejado
del poco tiempo que permanecerían en Moscú ya que Anthony deseaba saludar a los
Craig y partirían mañana a la tarde. Por supuesto que mi padre no se contentó
hasta que Svetlana prometió volver para fin de año, antes de irse a París
nuevamente.
Al llegar al final del
pasillo donde una gran arcada daba paso al living, un oso de peluche voló sobre
mi cabeza. Lo recogí del piso y observé alrededor.
-Lo siento –sonrió Anouk y
lo arrebató de mi mano.
Natasha rio.
-Si te lanzo el patito de
hule te dolerá más.
Miré a mis dos hermanas que
parecían estar jugando a una guerrilla de juguetes.
-¿No están grandes para esos
juegos? –protesté.
-Calla amargado –rio Anouk y
se abalanzó hacia una pelota de felpa al mismo tiempo que Natasha.
-¡Es míaaa! –gritaron.
-¡Niñas! –exclamó mi padre
sonriendo mientras hacía “caballito” a Milenka en sus rodillas.
Anthony en el sofá bebía
coñac junto a él y sonrió también.
Desde mi lugar escuchaba en
el comedor el ruido de platos y cubiertos. Svetlana y Gisele estarían atareadas
en poner la mesa, ya que a pesar de ser vampiros era una tradición imitar a los
humanos por las dudas que visitas inesperadas llegaran de improviso. O no de
improviso. Por ejemplo Johnny, nuestro chofer. Mis padres siempre lo invitaban
porque sabían que no tenía familia cerca de la ciudad. También a Olga y a Igor,
vecinos nuestros, que por cierto ignoraban nuestra naturaleza. Sí... En mi
familia debían haber sido actores y posiblemente hubieran ganado el Oscar por
simular tan bien.
Me asomé por la puerta del
comedor y vi a mi hermana vestida con un exquisito y elegante vestido azul.
Estaba muy concentrada contando los lugares de los comensales. Gisele muy
bonita también, vestida de carmín, depositaba los tenedores del lado izquierdo
de los platos.
-¡Las copas, Svetlana!
–exclamó Gisele.
Aplaudí risueño.
-Eso es Gisele, por fin
hablando ruso.
Mi hermana guardó silencio y
su mirada recorrió la gran mesa rectangular.
-Iván… ¿Sabes quiénes
vendrán para la cena? No me dan los números. No somos tantos.
La miré, encogí los hombros,
y mi mayor mentira salió de mis labios.
-No tengo idea.
Se acercó con una mirada
curiosa.
-¿De verdad no sabes nada?
Negué con la cabeza.
-¿Vendrá Dimitri?
-No lo sé, Svetlana.
-Yo que mamá lo hubiera ido
a buscar. No pueden estar distanciados una noche como ésta.
-No sé qué decirte. Tú pon
la mesa como dijo mamá supongo que ella sabrá.
-No quiero que se sienta mal
al ver pasar las horas y que nuestro hermano no aparezca. ¿No sabes nada?
–insistió.
-¿Qué te hace pensar que sí?
-Pues, sé por papá que eres
el único que ha mantenido contacto a menudo con Dimitri.
-No sé nada, Svetlana.
Anthony interrumpió en el
comedor con Milenka en brazos.
-Cariño, el bolso de bebé,
no lo encuentro.
-Está junto a la cama de
Anouk. Allí le cambié los pañales por última vez.
Sonreí de lado.
-¿Cambiarás los pañales a
Milenka?
Anthony giró para mirarme.
-Claro querido, ¿te asusta?
Algún día lo harás con tu hijo.
-¡Tú estás loco!
-¡Graba eso Anthony! –rio mi
hermana-. Se lo mostraremos una y otra vez en un futuro.
Antes de que la broma
perdiera sentido y Svetlana continuara con más preguntas, me dirigí al living.
Mis hermanas más tranquilas y sosegadas conversaban en un rincón del sofá. Mi
padre se puso de pie y avanzó contrario a mí.
-Hijo, ¿sabes si tu madre
está bien? Está demorando demasiado.
-Sí papá, está con los
últimos retoques, tú sabes cómo son las hembras. Está arreglándose para ti.
Él sonrió con duda.
-Claro –murmuró-. Iré a
ayudar a Svetlana.
Supe que mi padre tendría
temor de lo que ocurriera esta noche. Sería la primera Navidad sin Dimitri y
para mi madre sería demoledor. También yo tenía mis temores… ¿Y si algo de lo
planeado salía mal?
Me senté en el sofá frente a
mis hermanas y ellas cesaron el cuchicheo.
-¿De qué hablaban?
-De lo bien que lo está
pasando Anouk con los Craig. ¿Verdad Anouk?
Ella asintió con la cabeza
mientras sus ojos chispeantes bailaban de diversión.
-Están mintiéndome.
-¡Nooo! –exclamaron las dos.
-No soy tonto. Cuando las
hembras sonríen así es porque hablan de machos.
-¡Iván! Tú sabrás mucho de
teología pero nada de hembras –aseguró Natasha.
-¡Qué va! Las tengo sabidas
de memoria como El Corán.
-A ver, ¿qué crees que
hablábamos? –dijo Anouk.
-¡Eso! Dinos tú.
-Creo que Anouk te contaba
sobre algún macho que conoció en Kirkenes y le gusta mucho.
-Frio, frio –rio Natasha.
-Creo que trabajando con
Sebastien conoció a un humano rico y poderoso que le hizo temblar el piso.
-Mmm…Tibio, tibio –rio
Natasha.
-Suficiente, no lo hagas
sufrir –rio Anouk.
-Son un par de malvadas.
-Okay, Anouk estaba
contándome sobre los próximos exámenes y yo estaba enseñándole a copiarse por
las dudas.
Abrí mis ojos asombrado.
-Eres una desfachatada,
Natasha. Ni que tuviera necesidad de hacer trampa.
-Lo sé, pero es divertido de
vez en cuando engañar a los humanos.
Mi madre apareció en el
living vestida con su abrigo y largas botas. Llevaba un gorro grueso tejido muy
coqueto y los guantes de cuero.
-Mamá, ¿saldrás a esta hora?
Son las once –se preocupó Natasha.
-Debo salir, querida. No
tardaré.
Al escuchar la voz de mi
madre, mi padre hizo su aparición.
-Sasha, ¿dónde vas?
-Tranquilo, Mijaíl. Johnny
está esperándome abajo. Él me acompañará.
-Pero amor…
Mi madre dio un beso en los
labios a mi padre y se acercó a la puerta.
Me aproximé a ella…
-Anouk –ordenó-, pon los
canapés y la bebida en la mesa. Ah, y fíjate si el pavo está listo.
-¡Mamá! ¿Por qué yo?
-Porque todos han colaborado
y Natasha y tu padre han limpiado la casa. Hazme caso.
Después de seguir con la
mirada a la inconforme de mi hermana menor retirarse enojada, me miró a los
ojos y habló en voz baja.
-Iván, ya sabes que hacer.
Tráelo, por favor. Confío en ti.
-Lo traeré –susurré-. Aunque
sea a la fuerza pero cuenta con ello.
Natasha.
Me pareció extraño ver a mi
madre lista para salir a poco tiempo de ser Navidad. Había dicho que salía y
volvería pronto ante la preocupación de mi padre. Observé la caja de madera que apretaba contra su abdomen como
si llevara un tesoro. Recordé de inmediato que la había visto muchas veces
sobre el tocador de su habitación sobre todo cada julio de cada año. Seguramente
allí guardaba recuerdos de los Romanov. ¿Pero qué haría con la caja esta noche?
Mis ojos se clavaron en su mirada para saber sus pensamientos pero me esquivó
varias veces así que no había podido leer tan claro su mente, y lo poco que
pude saber no me dio esperanzas de que la noche terminara bien.
Me puse de pie y fui hasta
la cocina.
-¿Te ayudo con eso?
Anouk quitó el pavo del
horno y lo depositó en la encimera de mármol. La bandeja desprendía un olor
agradable a carne ahumada pero que de ninguna forma se me hubiera ocurrido
probar.
-Gracias Natasha, puedo
sola.
Con un pinche largo en forma
de tridente hundió en la carne y lo quitó en segundos.
-El pavo está tierno. Me
pregunto para qué tanta comida. ¿No han exagerado? Los vecinos dijeron que no
vendrían, ha llegado familia de Suiza.
-Está Johnny –encogí mis
hombros.
-Natasha, Johnny no comerá
este pavo entero y menos Milenka.
-No sé, ocurrencias de mamá.
Mejor cuéntame de Scarlet. Estuvo gracioso lo que relatabas sobre ella.
Anouk sonrió mientras apagaba
el horno y buscaba en la heladera los canapés.
-Debías haberla visto. No te
imaginas como conduce. Cuando la acompañé a la reserva por leña casi pierdo mi
dentadura en el camino.
Reí.
-Scarlet es especial. Por lo
menos no se ha traumado por el asesinato de su padre, es decir, el macho que la
engendró.
-Cierto, es digno de
traumatizar.
Ayudé a mi hermana a ordenar
los canapés en una fuente para que quedara decorado a la vista.
Anouk suspiró.
-¿Qué te ocurre?
-Nada, sólo que casi todos
tienen pareja y viven felices en la mansión. Yo sigo sola, Natasha. ¿Soy tan
horrible?
-Anouk, date tiempo. Cuando
vayas a Magisterio conocerás muchos humanos. Quizás alguno te interese. Creo
que has madurado desde que vives en Kirkenes.
-Sí... Ya no me interesa si
son ricos o tienen poder. No sé… Me conformaría con alguien genuino, que me
amara. Alguien auténtico, ¿entiendes?
-Por supuesto.
-Bueno, si es musculoso y
fuerte mejor –rio.
Mis ojos se hundieron en su
iris en cuestión de segundos. Arquee la ceja…
Ella contó entusiasmada
cambiando ligeramente de pensamiento.
-Rose y yo comenzamos a ser
buenas amigas, es muy buena y siempre está aconsejándome.
Sonreí astuta.
-¡Qué bien hermana! Me
alegro… Ahora… Háblame sobre ese leñador.
Sasha.
El viaje hasta mi primer
destino fue breve y el silencio fue cortado varias veces por la preocupación de
nuestro chofer. Mientras la nieve caía suavemente por las calles iluminadas de
Moscú apretaba entre mis manos la caja de recuerdos que había guardado por
ciento cinco años. Recuerdo que Mijaíl la había recuperado de la casa Ipatiev
dos noches antes de que los asesinos destruyeran todo. Aquí guardaba un par de notas
cariñosas de la zarina, el soldado de juguete regalo de Alexis, el collar de
perlas y el prendedor de Olga y Tatiana, el juego de naipes con que jugaban los
zares en cautiverio, y varios recortes de diarios sobre noticias de ellos
después de su muerte. Hasta el día que el ADN dio como resultado que los dos
cadáveres encontrados mucho después eran de Anastasia y Alexis. Quebrando así
la última esperanza de que hubieran escapado.
También la caja de madera
tenía un objeto nuevo, una piedra marmolada que adornaba una de las macetas de
mi living. La había puesto con un único objetivo, que los recuerdos no pudieran
emerger nunca a la vista de los humanos. Su peso sería ideal para ello.
Cuando el principal puente
del río Moscú se presentó a mi vista, el chofer volvió a preguntar preocupado.
-¿Es aquí señora Gólubev?
-Sí. Sólo acércame más. Todo
lo que puedas. Así no caminaré tanto.
Mi temor no era cubrir mi
costoso abrigo con la nieve, sino de arrepentirme. Y no podía ni debía hacerlo.
Mi felicidad dependía de mi valentía y decisión.
Cuando bajé del coche Johnny
se apresuró a cerrar la puerta.
-Puedo acompañarla, señora
Gólubev. El puente esta oscuro y solitario. Podría resbalarse por la nieve y…
-No Johnny. Estaré bien. No
te preocupes.
-El señor Gólubev me
despediría si a usted le ocurriera algo.
-Johnny… Espérame aquí.
-Está bien, señora.
Avancé lo más rápido que
pude, era cierto que podría resbalar y aunque mis huesos de vampiresa podían
regenerarse en poco tiempo, eso llamaría la atención y no sería conveniente. Al
llegar al extremo del puente mis pasos se detuvieron. Giré para ver a Johnny
con su gabán impermeable y sus brazos caídos a cada lado del cuerpo,
observándome, titubeando si desobedecer mis órdenes y seguir a mi lado.
Continué mi camino hasta
llegar al centro del puente. Una mano se aferró a la barandilla cubierta de
nieve y la otra apretó la caja de madera contra mi cuerpo.
Bajé la vista hasta el río a
medio congelar. Trozos de hielo se movían sobre la superficie oscura por el
movimiento ondulante de las aguas. Tomé la caja con las dos manos y la apoyé en
la barandilla.
Levanté la vista ante el sonido estridente de un barco lleno de
luces que avanzaba lentamente hacia el puerto. La nieve caía en mi abrigo en
forma de pequeños copos cristalizados. El cielo de un azul marino ausente de
estrellas parecía envolver Moscú y con él a todos los que vivíamos en la
maravillosa ciudad. A pobres, y a ricos.
Acaricié la fina madera de
la caja ahora húmeda por la nieve… Observé otra vez las aguas heladas y con un
corto “adiós queridos míos”, empujé con todas mis fuerzas mis recuerdos
encerrados que no tardaron en hundirse en las profundidades del río.
Me quedé observando unos
segundos por si una placa de hielo había evitado mi objetivo. Pero el ruido del
choque de la caja contra las aguas y la nula visión de algún vestigio de ella
me aseguró que nadie la descubriría ni la volvería a ver. Ni siquiera yo.
No me quedé más del tiempo
necesario. Retomé mi andar rumbo al coche. Johnny fumaba un cigarrillo y se lo
notaba nervioso. En cuanto me vio avanzar hacia él corrió a abrir la puerta
trasera y aguardó con una sonrisa.
-¡Señora Gólubev, suba por
favor!
-Gracias, querido.
Encendió el coche y me
acomodé en el asiento.
-A su casa, ¿verdad?
Lo miré por el espejo
retrovisor.
-No, Johnny. Todavía tengo
que hacer algo más...
Genial capítulo adoro a Lenya va ser un padre muy preocupado. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola mi sol! Me alegro muchísimo que te haya gustado. Lenya será un padre ejemplar aunque tendrá que saber los límites de lo saludable para ambos.
EliminarTe mando un beso enorme y gracias por comentar.
Me encanto el capi nena....supongo que la dama rusa por fin hara las cosas como debe y eso me deja con ansias para el proximo. Sasha tardo en reaccionar pero al fin y al cabo lo importante es q lo haga no?
ResponderEliminarPobre Charles y sus miedos/celos por Bianca....no puede pedir mejor padre del corazon.
Me rei tanto con Lenya....insisto que me recuerda el caracter de cierto ariano/taurino que ambas conocemos jajaja
Menos mal q Liz se planta firme sino pobre chica....
Gracias por tan linda historia amiga...espero el proximo! Besotes, te quiero.
¡Holaaa Ale! ¡Qué bueno que te haya gustado! Sasha lo ha entendido desde siempre pero ha sufrido la muerte de los Romanov muy cerca y eso la ha marcado.Pero supongo que nada es más fuerte que el amor por su hijo.
EliminarEn cuanto Lenya es genial que te haya hecho reír, en mi provoca lo mismo cuando escribo sobre él. Liz no es fácil de someter así que tendrá trabajo.
Gracias a vos por estar siempre. Te quiero amiga.
Hola Lou... ¡Pobre Charles! Está algo preocupado por si Bianca quiere más a su padre que a él, menos mal que Margaret ha sabido animarle
ResponderEliminarLenya atosiga mucho a Liz por el hecho de que está embarazada, está muy nervioso ;-)
Y como me he reído cuando Liz le pide que se quite el pijama, y él le contesta que tiene frío ;-)
Me ha encantado ver a la familia Gólubev, y es muy normal que deseen que Dimitri esté con ellos en unas fechas tan señaladas
Impresionante lo que ha hecho Sasha, arrojar al río la caja donde guardaba recuerdos de sus queridos Romanov
Lo has dejado muy interesante, y creo que sé lo próximo que va a hacer Sasha... creo que va a ir en busca de Anoushka
Pues sí, Lou, leyendo tus capítulos es muy sencillo salir de la rutina y zambullirte en un mundo fantástico... Enhorabuena
Besos
¡Hola Mela! Charles tiene miedo y creo que demuestra por primera vez algo tan natural y humano como son los celos, aunque se manifiesten en silencio.
EliminarLenya es el caos de los padres primerizos, pero supongo que irá aprendiendo a dejar espacio de lo contrario dormirá en el sofá muchas veces.
Sasha se despoja de todo rencor por amor a su hijo, el tiempo nos dirá si valió la pena aceptar a esa chica que no tiene la culpa del pasado.Yo creo que hace lo correcto y apuesto por Anoushka, no creo que la defraude.
Me alegro que te haya gustado y entretenido amiga. Un besazo y gracias como siempre.
A Lenya le va a dar un patatus con esos nervios que anda pobrecito y Liz ya esta desesperada jejeje pero hay que entender al pobre son los nervios de padre, gracias Lou por el capitulo me gustó mucho!
ResponderEliminar