Capítulo 23.
El Sami.
Drank.
Me había abrigado hasta las
orejas para recibir la Navidad en la reserva. Un grupo de amigos seguían la
tradición de reunirse junto a una fogata apenas dieran las doce. Allí no faltó
el alcohol, ni la carne sabrosa de un reno asado. A pesar de haber dicho que el
animal ya tenía avanzada edad ya que se prohibía cazar ejemplares jóvenes ni
hembras, los bocados se sentían tiernos al paladar y con un gusto ahumado
exquisito. No había duda que nadie sabía asar como los hombres lobo de la
reserva.
La cerveza era negra y
espesa como se acostumbraba a beber en Noruega, pero sobre todo tenía un sabor
especial. Venía acompañada de ese grupo de amigos que lograron que olvidara por
más de tres horas los sinsabores de la vida y del corazón.
Mike se puso de pie y me
señaló con el vaso.
—Oye, por tu resurrección.
¡Salud!
—¡Gracias! –sonreí y bebí un
trago largo.
Louk, sentado junto a mí
sobre un tronco, armaba el cubo mágico.
Reí.
—Louk, ¿no eres grande para
el cubo mágico?
—Calla, me lo regaló mamina
–encogió sus hombros—. No puedo romperle el corazón. Siempre me verá como niño.
—Peor yo, chicos. Mi hermana
me dejó bajo el árbol este hermoso suéter a rayas limón. ¡Qué gusto horrible! –Mike
señaló debajo de su cazadora de piel la prenda tejida.
Reímos.
—¿Y Bernardo? –preguntó
Mike.
—Iba a saludar a los
clientes del hotel y a los Craig. Lo sé por July, se ha quedado con los niños
–aseguró Louk.
—¿En serio? –rio Vinter. Un
hombre lobo de alrededor de cuarenta años—. ¿July cuidará a Gloria o Gloria
cuidará a July?
Reímos nuevamente.
La reunión era amena.
Sinceramente nadie hubiera imaginado que habría calidez en ese grupo de
musculosos sentados frente a la hoguera. Podía percibirse la férrea amistad o
al menos un código tácito perteneciente a su raza. ¿Habría riñas o
desencuentros? Posiblemente. Sin embargo se diferenciaban de los humanos aunque
no tenía claro el porqué. Quizás era el hecho que todos ellos sabían de donde
surgían y a qué pertenecían. Esa unión por más simple que fuera los hacía especiales.
¿Algún día la raza humana entendería que éramos parte de una especie en común y
se pondría de acuerdo?
La luna se dejó ver tras una
nube espesa. Fue deslizándose lentamente hacia la derecha hasta que se mostró
redonda y blanca. Todos elevamos la mirada hacia ella. Y supe que no la
admiraban por ser lobos, eso era cuento de niños, sino simplemente porque en
esa noche tan fría era un regalo de la naturaleza.
—Se acabó la cerveza –dijo
Kriger, un joven de veinte años. Sacó de un barril de madera la última botella
de alcohol y encogió sus hombros.
—Hay más en el barril cerca
de la cañada congelada –aseguró Mike.
—¿Por qué diablos la dejaron
allí? –protestó Louk.
—Por Bernardo, tú sabes. No
quiere que abusemos con la cerveza –contestó Mike.
—Iré yo –dije poniéndome de
pie.
—¿No te perderás, humano?
–rio Vinter.
—¡Por supuesto que no!
–protesté, un poco por mi normal orgullo y otro por el alcohol.
Louk se puso de pie y señaló
a la izquierda. Camina derecho unos cincuenta metros y a la izquierda tienes la
cañada. El barril es grande lo verás con la luna.
—¡Claro, qué vista tienes!
–bromee—. Pareces lobo.
Seguí las indicaciones de
Louk. No sentía tanto frío y había dejado de nevar, aunque nadie aseguraría que
esa madrugada el tiempo cambiaría. Caminé unos tres minutos sin desviarme, al
menos eso me pareció. Giré mi cabeza para contemplar de lejos la hoguera de los
hombres lobo y la distinguí entre los pinos. Retomé el camino hacia el destino
pero con tan mala suerte que no vi una pendiente bajo mis pies. De inmediato
resbalé por la nieve y rodee unas diez vueltas sobre el blando y helado suelo.
Me detuvo una enramada de un ciprés enano golpeando mi cabeza contra el tronco
delgado.
—Uf… Mierda…
Me incorporé rápidamente no
fuera cosa que mis amigos me hubieran seguido y hubieran contemplado mi
torpeza. Sacudí mis ropas y miré la cima de la pendiente iluminada por la luna.
Sin pensarlo trepé con un dolor agudo en mi tobillo. Me habría lastimado
seguramente en la caída. Sentí algo húmedo bajo mi bota e imaginé un corte provocado
al caer contra el ciprés. Aun así subí y me aferré a una roca saliente para
orientarme de nuevo. Pero al llegar a la cima ya no distinguí la hoguera, ni
escuché las voces de los chicos.
Miré de izquierda a derecha
y sólo contemplé árboles y coníferas de distintos tamaños y grosores. No había
camino que señalara por dónde ir. Un silencio me rodeó aunque no me desesperé.
Debía estar cerca de la reunión, no había caminado tanto tiempo para alejarme
demasiado de ellos.
Decidí avanzar con dolor, en
sentido contrario a como había caminado anteriormente. Caminé y caminé hasta
darme cuenta que no podía ser que a esa altura no viera la luz de una fogata.
Me detuve a pensar, no era
un chico criado en la ciudad rodeado de rascacielos. Era un hombre que había
crecido en los bosques aunque fuera en Drobak. ¿Cómo podía orientarme en la
noche? ¿Por las diferentes copas de los árboles? Es que no había prestado
atención… ¿Y ahora? El bosque fue cambiando de tonalidad poco a poco. Una luna
que segundos antes me había iluminado estaba ocultándose otra vez tras la gran
nube. Ya no veía ni mis pies…
—Mierda…
Pensé en gritar el nombre de
Louk, o el de Mike, pero no deseaba que me gastaran bromas por inútil. Al final
ese tal Vinter tenía razón. Me había perdido.
—Okay, piensa Drank, piensa
–me dije a mí mismo.
De pronto el silencio del
bosque fue interrumpido por varios chasquidos de ramas, cerca… muy cerca…
Me mantuve inmóvil aunque
con la esperanza que alguno de ellos hubiera seguido mis pasos. Sin embargo mi
sosiego y tranquilidad duró muy poco. La luna se dejó ver e iluminó gran parte
a la redonda. Entonces lo vi… Un lobo negro de ojos brillantes me observaba con
el hocico jadeante.
La idea de correr no sería
la apropiada y en segundos fue desechada, sobre todo porque al lobo negro le
siguieron dos lobos más. Uno era de pelaje gris y blanco y el otro parecía ser
gris en su totalidad. Lo más importante que parecían esperar pacientes mi
próximo paso. Los noté delgados, huesudos, y de ojos famélicos. Dios… Eran
lobos salvajes y por primera vez comencé a sentir miedo. Transpiré, mi corazón
comenzó a bombear más rápido, era mejor que dejara el orgullo y llamara a
gritos por alguien.
Uno de los lobos no me dio
tiempo, se acercó y retrocedí despacio enmudeciendo por el pánico. El otro lobo
gris aulló poniéndome los pelos de punta. ¿Llamaría a más de su especie?
¡Qué irónico, después de
tanto joder con mi muerte venir a terminar destrozado por esas fieras!
Un silbido cruzó el aire
frío del monte y los lobos quedaron inmóviles.
¿Serían mis amigos?
El silbido volvió a
repetirse y las fieras de colmillos salientes y mirada brillosa se retiraron
como llamados por un alfa.
¿Y ahora qué?
—¿Qué haces aquí?
Una voz grave y profunda
hizo eco entre los pinos.
Miré a un lado y otro sin
poder distinguir de dónde provenía la voz. No sabía si contestar, por lo menos
sonaba a humano.
—¿Te hice una pregunta? ¿Qué
haces aquí tan lejos de la reserva?
Por fin me decidí a
contestar al fantasma que me hablaba.
—Yo… Vine por las cervezas
del barril. El que está junto a la cañada… Mi nombre es Drank.
Por fin la luna se mostró
plena y pude ver la silueta de un hombre de pie sobre una roca. Era muy alto y
enorme. Su cabello largo caía en ondas desordenadas.
—La cañada no es por aquí
–contestó como gruñido.
—Sí, me imaginé. Es que caí…
Me lastimé el tobillo, creo que estoy sangrando.
—Por eso mis lobos te
encontraron, por el olor a sangre. Tuviste suerte que fueran ellos.
—Ah… ¿Tus lobos? ¿Son tus
mascotas? ¡Qué genial!
No contestó. Insistí para
que me ayudara.
—Mira, tengo que regresar a
la reserva y no sé el camino. ¿Tú podrías guiarme?
—Sígueme. ¿Puedes caminar?
—Sí, despacio pero puedo
hacerlo.
Comencé a seguirlo tratando
de mantener una distancia cercana como para no perder de vista a mi salvador.
Al llegar a un claro contemplé una cabaña pequeña iluminada por un farol de
aceite que colgaba del portal.
El avanzó dejándome atrás y
me apresuré, aunque a esa altura rengueaba y mi pie punzaba intermitente.
Los lobos se acostaron
alrededor de la cabaña y el extraño abrió la puerta de un empujón.
—Entra –fue lo que escuché
desde el interior de su hogar.
Cuando llegué al marco de la
puerta me recosté para descansar. Escuché sus pasos en la pequeña sala a
oscuras y luego su figura fue tornándose clara al encender otro farol sobre una
mesa.
Eché un vistazo rápido al
ambiente. Los pocos muebles que tenía estaban hechos de tronco, muy rústicos y
sencillos. Improvisados diría yo. Podría ser que no sabría cómo construir en
otra clase de madera trabajada o lo más seguro, que no le importara.
Además de la mesa que no era
otra cosa que un tronco grueso cortado a una altura de metro y medio, también
había un tronco más delgado en un extremo que servían de silla. La cama en un
extremo del cuarto, tenía como base el mismo material. Salvo que los troncos
largos y más finos parecían estar atados fuertemente uno al lado del otro. Por
encima había una cobija de piel aparentemente de algún animal grande. Supuse
que debía tener entre los troncos y la piel algún colchón para poder dormir
cómodo.
—Pasa –gruñó—. No podré
curarte el pie parado en mi puerta.
Lo miré. Colgó el abrigo en
un tronco de dos ramas desnudas que servía de perchero. Se adelantó hacia un
rincón y encendió una garrafa pequeña. Puso una ollita sobre el fuego, de
aluminio o lata, no sabría bien, y la llenó con agua de otro recipiente.
Avancé dolorido y me senté
sobre uno de los troncos que servía de asiento.
—Curaré la herida.
—Yo… Debería regresar
–titubee.
Sus cejas espesas se
juntaron en un ceño fruncido y sus rasgos endurecieron más.
—¿Crees que llegarás oliendo
a sangre por el bosque? Cualquier lobo seguirá tus pasos.
Busqué con la mirada el
tronco que servía de asiento, el único tronco.
—¿Tú donde te sentarás?
—No necesitaré hacerlo
–gruñó impaciente.
—Ok…
Ya ubicado frente a la mesa
pude descubrir un armario en madera rústica. Él quitó un recipiente de barro
del estante superior y hurgó con los dedos como buscando algo. Extrajo unas
hierbas y se dispuso a mezclarlas en el agua que calentaba. Después agregó un
líquido blanquecino.
Quité los guantes y deshice
mis cordones. Me disponía a quitar la bota cuando su mirada se clavó en mi pie.
—¡No lo hagas!
Mis dedos quedaron inmóviles
ante la orden. ¿Y ahora Qué?
—Primero debes quitar lo que
tienes clavado.
Miré detenidamente la bota
con la mancha de sangre… Algo brilloso sobresalía del cuero húmedo.
Se acercó y observó el pie.
—Es un vidrio. Si quitas la
bota arrancarás la piel con ella.
Las yemas de mis dedos se
deslizaron por la arista filosa. Con la mano temblando por el dolor cogí el
extremo que veía asomarse y con el índice y pulgar tiré hacia afuera.
Dios… No había estrellas en
el cielo pero las vi todas juntas, lo juro. Y eso que estaba acostumbrado al
dolor.
Apreté los labios y di un
tirón hasta que el trozo de vidrio quedó fuera.
Resoplé mientras él me
observaba curioso.
—Ya está –sonreí con los
labios resecos.
Tenía sed. Comenzaba a tener
frío en esa cabaña precaria.
Quité la bota y el calcetín
y pude ver el corte profundo cerca del tobillo.
Él no se movió. Me observó
como estudiándome. Al fin murmuró.
—Eres resistente para ser un
humano.
Lo miré a los ojos. Eran de
un ámbar cristalino a la luz del farol.
—Estoy acostumbrado al
dolor. Tuve cáncer y salvé. El cáncer es una enfermedad…
—Sé lo que es el cáncer –se
molestó.
—No, perdón. No quise
tratarte de ignorante. Sólo que…
Volvió por la olla que
hervía dejándome con la palabra en la boca.
Bien Drank, calla tu bocaza
o te echará a los lobos.
Eché un vistazo a mi herida
y levanté la vista varias veces con disimulo para verlo. De pie parecía medir
casi dos metros, corpulento bajo su vieja camisa gris a cuadros. Jeans
gastados, botas de piel, que parecían haberse fabricado él mismo. No tenían la
terminación que gozan de una zapatería. ¿Es que viviría en el bosque aislado de
todos? ¿Por qué los demás no me habían hablado de él? Era evidente que era un
hombre lobo.
Antes que se acercara con la
pequeña olla caliente hacia la mesa pude ver en la pared una escopeta colgada,
sobre una chimenea de piedra. El fuego no estaba encendido, sin embargo había
varios troncos quemados y cenizas esparcidas. ¿No tenía frío?
Al notar mi mirada sobre el
hueco de piedra respondió a mi pregunta, como si hubiera adivinado.
—El verdadero frío comenzará
en enero.
—Ah…
Se acercó inclinándose sobre
la herida y su gesto me preocupó.
—¿Qué tiene?
—Esta cicatrizando muy
rápido.
—Eso es bueno –aseguré.
Una sonrisa ladeada se
dibujó en su boca de labios gruesos.
—No, eso es malo.
—Ah… ¿puedo preguntar el
porqué? Si cierra la herida y…
—Si cierra la herida sin
limpiar te infestarás. Ahora… Quédate quieto y sé paciente.
No sé dónde imaginaría que
iría en ese estado. Con mi pie lastimado y con esos lobos mascota cuidando la
entrada.
Respiré profundo y me quedé
en silencio. Él cogió un puñado de las hierbas con una especie de colador de
lata, aguardó que escurriera el agua y atinó a acercarlas a mi pie. Di un
respingo y lo miré asustado.
—Eso está caliente.
—Ablandará la herida, no
está caliente para quemarte.
—Pero si recién hirvió
–protesté.
—El aire frío de alrededor
ya la ha entibiado. Ahora, ¿quieres callarte? Me desconcentrarás.
—Ok…
Acercó el colador y volcó
parte del líquido sobre la herida, con movimientos circulares fue depositando
las hierbas cocidas sobre el tajo sangrante.
Respiré profundo. No iba a
emitir sonido aunque me doliera hasta el alma. Sin embargo tenía razón, no sólo
no estaba quemándome sino que sentí un gran alivio a medida que el líquido
blanquecino empapaba la zona.
De su boca salió unos
sonidos guturales extraños al principio pero fueron convirtiéndose en un canto
suave y lastimero, como si fuera un rezo.
Reconocí la melodía. Había
escuchado alguna vez en Drobak en una radio de la zona. Se llamaban “Yoik”, y
era propia de los Sami.
Me mantuve en silencio
disfrutando esos tonos bajos y dulces. Sentí que todo mi cuerpo se relajaba y
el dolor fue desapareciendo por completo.
Apenas concluyó la melodía a
capela, se incorporó y limpió la herida quitando las hierbas marchitas y
húmedas. Se alejó y desechó la medicina en un bote de basura de lata y regresó
con un paño limpio para secarme. Lo extendió y lo cogí agradeciendo el trabajo
tomado.
Después de secarme la zona
vi un jarro de barro sobre el tronco que servía de mesa.
—Bebe, resistirás mejor el
frío camino a tu casa.
—Gracias.
Acerqué la infusión y mi
olfato se impregnó de un aroma dulzón y a madera. Como el olor que desprendían
los árboles al ser cortados.
—Esto es… —murmuré.
—Salvia, salvia y canela.
—Ah…
Bebí un trago y me pareció
uno de esos tés que venden en la feria combinados con frutos. Él no permaneció
cerca de mí sino que se dedicó a limpiar mi bota con una sustancia cremosa y un
paño cogido del armario.
—No es necesario, puedo
encargarme de la mancha cuando regrese. No quiero que te tomes más molestias.
—No estoy limpiando la mancha,
“brann har” –gruñó—. Debo quitar el olor a sangre.
¿Brann har? ¿Qué rayos me
había dicho? ¿Sería un insulto?
Permanecí aguardando en
silencio mientras bebía la infusión. Una y otra vez me pregunté cómo había
sobrevivido con tantas carencias en los crudos inviernos. ¿La ola de frío no lo
había afectado? ¿Por qué en la reserva no se había hablado nunca de él?
Uno de los lobos empujó la
puerta y entró. Me inquieté aunque sabía que sus mascotas le obedecían. Después
de todo tendrían instinto salvaje y yo no dejaba de ser un extraño. Él levantó
la vista de la tarea de limpieza y lo miró.
—Svart, ¿qué ocurre? ¿Es por
el “brann har”?
¿Molesta? Entonces era una
hembra. Su pelaje negro como la noche y sus ojos amarillos y brillosos daban un
aspecto aterrador.
—Dile que me iré, que no se
enoje –balbucee al ver que se acercaba lentamente.
Él volvió a la tarea y
contestó con una media sonrisa.
—No temas, sólo está
preocupada.
—Pues… Dile que no te haré
daño, yo…
—Está preocupada por ti.
—¿Por mí? Pensé que quería
comerme.
—No sabes nada de lobos,
humano. Y deberías saber.
Callé… ¿Debería saber por
vivir en la reserva? ¿O por qué razón?
Titubee si contarle como
había llegado a Kirkenes y el poco tiempo que tenía viviendo aquí, pero me
arrepentí. Seguramente no le interesaría.
Cuando me entregó mi bota le
agradecí. Apenas me puse de pie ya sin el dolor en el tobillo pregunté si
sabría el camino que debía tomar a la reserva.
—Svart, llévalo hasta donde
puedas.
La loba lo miró a los ojos.
Parecían poder comunicarse con sólo mirarse. Dicho esto, el animal salió de la
cabaña y me despedí de él.
—Gracias, de verdad. Si
necesitas algo, vivo en la reserva y…
—No pisaré nunca la reserva,
humano. Vuelve con ellos y olvídate de mí.
—Okay… Gracias nuevamente.
Durante el camino de regreso
comenzó a nevar. Me apresuré para seguir la loba negra que guiaba mis pasos.
Antes de perder de vista el hogar de aquel extraño hombre lobo, busqué alguna
referencia por si algún día deseaba hacerle una visita. Él había dicho que me
olvidara que lo había conocido, ¿pero cómo hacerlo? Después de todo aunque no
tenía el poder de Adrien Craig, él también había salvado mi vida.
Cuando la loba se detuvo me
quedé inmóvil. ¿Y ahora? No veía la reserva desde allí. ¿Y si se había
arrepentido y me dejaba en el bosque?
El animal aulló poniéndome
los cabellos de punta. Entonces, escuché gritos.
—¡Es por allí! ¡Vamos!
¡Rápido!
Seguí el sonido de las voces
entre la espesa arboleda y distinguí pequeñas luces que se movían. Linternas…
Mis amigos estaban buscándome.
Antes de gritar para llamar
la atención, la loba dio media vuelta y se perdió entre las coníferas nevadas.
Esta demás decir que al
encontrarme recibí toda clase de insultos por haberme alejado de la cañada.
Sinceramente lamenté preocuparlos pero no había tenido intención de recorrer el
bosque sino que me había perdido como había pronosticado Vinter. Sin embargo en
mi mente estaba ese hombre lobo que me había ayudado. Nunca había sido curioso
y entrometido, pero algo me llamaba a saber porque él vivía apartado del resto de
su raza y en esas condiciones teniendo la reserva. ¿Qué había ocurrido con él?
Ya en mi cabaña junto a Louk
y a Mike, encendí la leña de la estufa y preparé café. Era madrugada pero
ninguno debía trabajar así que despreocupados nos dispusimos a disfrutar de
nuestra noche libre.
Me asomé por el marco de la
puerta de la cocina y vi a mis amigos repartiendo un mazo de naipes.
—¿Póker? –pregunté.
—No, “casita robada” –bromeó
Mike.
—Calla idiota –reí—. Oye
Louk, ¿Y July? ¿No pasarás con ella el resto de la Navidad?
—Discutimos.
—¿Puedo saber por qué?
Mike sonrió.
—Porque July se puso un
vestido con escote.
—¿Por qué no te callas,
cabrón? —se enfadó Louk.
—Niégamelo.
—Sólo le dije que hacía frío
para vestirse así. Ella me acusó de celoso.
—Tiene razón, Louk. Tampoco
salió sin abrigo a la intemperie. Se vistió para la fiesta y tú le tiraste la
moral al piso. Se vistió para ti.
—Pues, para mí no porque a
mí me gusta sencilla.
—A las hembras les gusta
impresionarnos, no debiste decirle que se lo quitara.
Arquee la ceja y me senté en
el sofá.
—¿Le dijiste que se lo
quitara? ¿Ni siquiera mencionaste que estaba bella? –pregunté—. ¡Qué poco
tacto, amigo!
—Si tu chica se hubiera
puesto un vestido mostrando la mitad de sus senos me hubieras dado la razón.
Encogí los hombros.
—Nunca fui celoso.
—Por eso te la quitaron,
Drank.
Un silencio incómodo nos
rodeó. Bufó arrepentido.
—Perdón… Lo siento.
—Todo bien. Pero debes saber
que no fue por no seguirla a Kirkenes cuando partió de Drobak. Ella hubiera
conocido a Lenya y se hubiera enamorado de todas formas. ¿Entiendes?
—Cambiemos de tema. No
quiero amargarme pensando que debería ir a pedirle disculpas. Lo hablaré con
ella mañana.
—Okay, traeré café. ¿Quién
es mano?
—Yo –dijo Mike cogiendo el
mazo.
En ese instante golpearon
insistente la puerta.
Fui a abrir sin poder
adivinar quién podría ser, aunque miento… por un instante imaginé que quizás
Liz dejaría su orgullo de lado y vendría a desearme “feliz Navidad”. ¡Iluso! Yo
mismo la había apartado de mí. Ella no querría verme a no ser que suplicara de
rodillas y eso no iría a ocurrir. No porque no lo mereciera después de haberla
poco menos que echado, sino porque era lo mejor para los dos.
Cuando abrí la puerta me
encontré con una anciana abrigada hasta las orejas que conocía muy bien. La
abuela de Louk.
Ella me saludó con una
inclinación de cabeza y murmuró un “felicidades”. Respondí lo mismo y me hice a
un lado para dejarla pasar.
La anciana se quitó la gorra
de piel y guantes y puso sus brazos en jarro.
—Mamina, ¿vienes a jugar
póker o quieres que te preste el cubo mágico?
—¡Qué gracioso estás, Louk!
Mejor dime que le has dicho a esa pobre chica que me ha llamado por teléfono
llorando.
Mike sonrió con disimulo y
Louk se puso de pie.
—Mamina, por favor. Son
cosas nuestras.
—¡No digas! Entérate que a esa muchacha la conozco desde
que nació. Es una hembra excelente, ¡y tú pedazo de tonto le has arruinado la
noche con tus celos!
Cerré la puerta y me dirigí
a la cocina no sin antes hacerle una seña a Mike de “ay mi madre, qué carácter”.
Mientras apagaba la cafetera
escuché la discusión. Sonreí… Recordé a mi padre cuando se inmiscuía en mis
asuntos sentimentales aunque con buena intención era una lata escucharlo. Su
voz llegó nítida a mi oído como en el pasado…
“¡Drank, estás revolcándote
con la hija del farmacéutico y es un amigo de años! ¡Quieres matarme de un
infarto!”
“Pero papá si no la obligo a
nada. A ella le gusta”.
“¡Ah, mira qué bien! A ella
le gusta. Así que porque le gustes a una mujer no te fijas por dónde la metes y
no te importa que sea un amigo de tu padre”.
“Tú lo has dicho es tu
amigo, no mío”.
“Mira Drank, no me meterás
en problemas con una chica de su casa, quiero salir con la cabeza en alto en
este barrio hasta que me muera”.
Volví al presente…
Me dije a mí mismo…
“Si supieras que la chica de
su casa no dejaba títere con cabeza.”
Sonreí nuevamente… Lo
extrañaba… Necesitaba su voz llamándome para desayunar, escuchar sus pasos
cuando regresaba del puerto…
—¡El café!
La llamada de Mike hizo que
mis pensamientos melancólicos se esfumaran. Me apresuré y llevé los pocillos a
la sala. Mamina aún seguía discutiendo aunque en un tono más bajo y Louk hacía
muecas de hartazgo mientras escuchaba los retos de su abuela.
De pronto me señaló.
—¡Y tú jovencito!
La miré sorprendido
acercando el azucarero a Mike.
—¡Sí, tú!
—¿Qué he hecho?
—Nos has tenido con el
corazón en la boca. ¿Cómo se te ocurre alejarte de la reserva sin conocer el
terreno? ¿No sabes que hay lobos salvajes?
—Sí… Lo siento… Es que caí
por una pendiente y fui a parar al medio del bosque.
—¿Por la pendiente?
–preguntó Louk—. ¿Has ido a parar al cementerio Sami?
Encogí los hombros.
—Ni idea, juro que no veía
ni mis pies. La luna se ocultaba y fue difícil orientarme.
—El cementerio Sami es un
lugar sagrado. Nosotros respetamos el lugar, nunca pisamos tierra protegida por
los dioses indígenas –informó Mike.
—Bueno, no lo elegí. Repito,
fue casualidad. Y créanme lo pasé pésimo rodeado de esos lobos. Si no hubiera
sido por el hombre que me ayudó y me curó la herida no hubiera contado el
cuento.
—¿Un humano? ¿Un cazador?
–preguntó Louk.
—No, no lo creo. Era uno de
ustedes. Llamó a los lobos como si hablara el mismo lenguaje.
La anciana se apartó de Louk
y se adelantó lentamente hacia mí. Con rostro asombrado preguntó.
—¿Le hablaba a los lobos?
—Sí, ellos le entendían.
Ella llevó la mano a su boca,
asombrada. Después sus ojos de un brillo emocionado se fijaron en su nieto.
—¿Será Rob?
—No, mamina. No lo creo.
—¿Por qué no? –dijo
esperanzada.
—Porque es muy difícil que
haya sobrevivido. Tú sabes… La ola de frio que azotó en septiembre fue mortal.
—Pero yo lo vi –aseguré—. No
estaba soñando. Ignoro si es el mismo de quien hablan. Sólo sé que me llevó a
su cabaña y me curó el pie. Vive muy precario y parece insociable sin embargo
me ayudó.
—¡Louk! Puede ser él.
—Mamina… Deja de pensar en
Rob. No lo volveremos a ver.
—¿Cómo era? ¿Cómo era él?
–insistió llena de angustia.
—Se veía muy alto y robusto,
cabello largo, ojos color ámbar… No sé que más decir.
—Te acompañaré a casa, mamina.
La anciana se resistía a
retirarse.
—¿Dijo si se llamaba Rob?
—Lo siento, no dijo su
nombre. Hablaba poco, mejor dicho casi gruñía.
—¿Lucía ojos vivarachos y
mejillas sonrosadas?
—Abuela –suspiró Louk—, han
pasado años, ya no será un niño.
—Cierto –murmuró con
tristeza.
—Vamos mamina, iré contigo.
—No, puedo hacerlo sola. No
te preocupes. Y no olvides llamar a July.
—Lo haré.
La anciana se puso el gorro
y los guantes y se retiró en silencio.
—Por favor, no salgas de
casa, podría nevar otra vez –aconsejó Louk desde la puerta.
Después se sentó junto a
Mike y quedó pensativo.
—Díganme, ¿quién es ese tal
Rob?
Ambos se miraron dudando.
—¿Es un secreto entre los
hombres lobo? –pregunté.
—No, Drank. Sólo que la
historia de Rob es muy triste –dijo Mike—. Pero Louk sabe mucho más que yo.
Mamina lo adoraba como un nieto más.
—¿Qué ocurrió con él?
–insistí.
Louk bebió un trago de café
y comenzó a relatar una historia que se asemejaba mucho a una leyenda.
—Hace muchos años Sabina,
hija del alfa, se enredó con un vampiro, Sebastien Craig. De esa unión nació
Douglas. Ella nunca supo que nació vivo, se enteró mucho después. Cuando su
hijo tenía diecisiete años y lo cruzó por el destino en la ciudad de Oslo. El
caso que no sólo Sebastien se había enamorado de ella, un lobo joven, llamado
Christopher aparentemente le disgustó lo ocurrido con el vampiro y decidió
seguirla para conquistarla. Pero todo no quedó allí. Al enterarse de la
existencia de Douglas, Christopher intentó matarlo aunque no pudo lograrlo. Su
cuerpo está enterrado en el cementerio sami. Dicen que un vampiro lo asesinó y
lo dejó tirado en la entrada de la reserva.
—Aguarda, ve despacio. ¿Por
qué enterrado en el cementerio Sami?
—Christopher era descendiente
puro, su apellido era Siida. Él y su hermano.
—¿Hermano? ¿Tenía un
hermano?
—Exacto –agregó Mike—. Su
nombre era Rob. Y cuando Christopher siguió a Sabina a Oslo lo dejó abandonado
en el bosque. Conociendo a Christopher no dudamos que fue a propósito para que
muriera por los lobos salvajes. Él no quería a nadie, sólo deseaba el poder de
estar junto a la hija del alfa.
—¿Qué edad tenía cuando fue
abandonado?
—Diez años –contestó Louk—.
Jamás podía haber sobrevivido. Fue buscado hasta terminar el verano, sin
embargo al comenzar las nevadas se dieron por vencidos. Las manadas de lobos
salen hambrientas y un niño es un cebo muy fácil si está solo y sin armas.
—Pero… ¿Y si los lobos no lo
asesinaron? ¿Si él convivió con ellos como el niño de la selva?
—Bueno… Mamina dice que
hablaba con los lobos más dóciles que se acercaban a la reserva pero… No Drank,
son muchos años de no ser visto.
—Ustedes dicen que no pisan
el cementerio Sami. No pueden saber que hay más allá –refuté.
—No creo que un niño de diez
años haya sobrevivido al abandono en esas condiciones, además Christopher pudo
haberle hecho algo malo antes de abandonarlo. Parecía odiarlo. Muy a menudo le
propinaba palizas y mamina era la única que se atrevía a enfrentarlo y
defenderlo.
—¡Era su hermano! –protesté
sin entender tamaña atrocidad.
—No conociste a Christopher.
Douglas era ciego cuando lo secuestró, no le importó en absoluto y dicen que lo
torturó. Era más fiera que los lobos que rondan el bosque.
—Mala entraña –murmuró Mike.
—No digas eso, Mike.
—¿Por qué no, Louk? Tú
sabes. Los padres de Christopher y Rob se suicidaron cuando no pudieron cumplir
la sagrada misión. No supieron cómo hacerlo o de cobardes no ayudaron.
—¿Qué sagrada misión?
–pregunté.
—Los Siida eran los
guardianes del alfa. Y no pudieron salvar a la madre de Sabina, alfa de la
manada. Ella murió por un alud junto a su marido y uno de los hijos.
—Eso me suena más a
catástrofe. No habrían sido culpables.
—Los guardianes del alfa
tienen dones. Se dice que intuyen el peligro de su guía. Debieron saberlo
–retrucó Mike.
—¿Sólo tenía como guardianes
a los padres de Christopher y Rob? Gloria dice que sus guardianes son cuatro.
—Sí, son cuatro, según el
libro de los lobos. Pero Yuka y Samuel habían muerto hacía cinco años. Yuka
bebió demasiado una noche y se ahogó en el mar de Barent, era pescador. Y
Samuel falleció de una bala perdida de un cazador. Le dio en el corazón.
—¿Gloria te dijo lo de los
guardianes? –preguntó extrañado Louk.
—Sí, dijo que uno eras tú.
—Así es, me lo dijo Bernardo
cuando la pequeña bruja le contó una noche. También nombró a Tim.
Reí.
—No le digas bruja a la
niña. Es encantadora.
—¿Por qué crees que te lo
dijo a ti? –indagó Mike mirándome curioso.
—No lo sé. Le pregunté por
el cuarto guardián y dijo que el lobo blanco aún no se lo había dicho
–contesté.
—Mira si soy yo y estoy
jugando a los naipes y bebiendo café como uno cualquiera de la manada –sonrió
Mike—. Debería comenzar a dar autógrafos.
—Tú sabes, si tienes dones
extraños –sonrió Louk—. Además puede que el cuarto guardián no haya nacido.
—Eso es verdad, que pena me
había ilusionado –rio Mike.
—¿Y tú, Louk? ¿Qué dones
tienes? –pregunté.
—Pues no es gran cosa. Sólo
que una vez— hizo memoria pensativo—, supe que Gloria corría peligro sin saber
bien que ocurría. Salimos con varios de nosotros al bosque a buscarla. Tenía una
visión de ella llorando en el bosque. Incluso su padre fue con nosotros aunque
aseguraba que Gloria estaba con su madre recogiendo fresas.
—¿Qué ocurrió?
—Gloria se había perdido
alejándose de su madre y ella la buscaba desesperada. Cuando llegamos ambas
estaban acorraladas por unos cinco lobos que huyeron cuando nos vieron. Lo
cierto que si no me hubieran hecho caso no hubieran sobrevivido ninguna de las
dos. Gloria tendría cuatro años.
—¿Y Bernardo? ¿Tim?
—Tim es un ser noble como
nadie en este mundo, repleto de virtudes. Ella ama conversar largas horas con
él. Sabe mucho de la vida, como un gran filósofo que la guía. Bernardo siempre fue su ángel guardián desde
que la conoció siendo humano. Dicen que ella lo eligió.
—Creo que ella debió elegir
a los tres –aseguró Mike.
—Puede ser, ahora habrá que
esperar por el cuarto –agregó Louk.
Arquee la ceja.
—En realidad me preocupa que
me aprecie tanto, lo siento cada vez que me mira –dije apesadumbrado.
—Tranquilo amigo, no tendrás
esa bella y difícil responsabilidad. Porque para ello tendrías que ser uno de
nosotros.
Rose.
Era madrugada de Navidad
cuando me dispuse a ordenar la sala. Había papeles de colores y moños
esparcidos por doquier. Sebastien y Charles bebían café que había preparado
Sara, sentados en los sofás. Rodion me ayudaba apilando las cajas de regalos
vacías. Bianca y Margaret habían subido a probarse los vestidos y zapatos
recibidos. Scarlet estaría en la habitación con Anne quizás conversando sobre
la visita de Grigorii. Y Liz subió a su alcoba con Lenya poco antes de las dos
de la mañana.
Ron no estaba, había
decidido dar una vuelta por el centro de Kirkenes. A pesar de la algarabía de
las fiestas lo había notado triste y pensativo. Seguramente extrañaría a su
amigo Anthony. Era su primera Navidad sin él. Suponía que vendría en estos días
para pasar con los Craig fin de año. Era normal que habiendo formado una nueva
familia tuviera que repartir su tiempo con los Gólubev.
Sebastien tampoco era un
ramillete de dicha. Douglas había decidido quedarse en la Isla del Oso junto a
Numa para alejarse de Marin y todos sabíamos que lo extrañaría. Yo… También
extrañaba a Numa, aunque nos peleáramos a menudo y tuviéramos desencuentros por
los celos.
Él no me había llamado por
Navidad, estaba enfadado porque la última vez que discutimos le eché en cara el
revolcón que se había dado con una humana en la isla. Creo que se llamaba Ster.
Dijo que no tenía derecho ya que yo hubiera hecho lo mismo con cualquier
vampiro errante. Era cierto, posiblemente hubiera repetido ese romance
torrentoso con aquel bello ruso en uno de mis tantos viajes buscando alimento.
Es que pánico me daba de
sólo pensar que debía fidelidad a un solo macho de por vida. Ni el matrimonio
ni formar una familia estaba en mis objetivos. Sentirme libre era mi obsesión.
Quién sabe si ese conflicto no resuelto vendría desde mi infancia creciendo en
un hogar disgregado. Es que no había aprendido a hacer otra cosa que caminar
libre y sin ataduras por la vida. Nacida de un vampiro desconocido había podido
ser feliz de todas formas.
Toqué con mis dedos el bulto
en mi bolsillo. Sonreí entusiasmada por el regalo de Bianca y Sebastien. Un
móvil táctil. Nunca había tenido uno. Cuando hablábamos con Numa lo hacíamos
por el teléfono de línea. Según Scarlet aprendería a usar mi obsequio
rápidamente. Tenía mis dudas. Apenas lo vi junto a las chicas lo giré entre mis
manos buscando el botón de encendido.
“Es este”, dijo Bianca y me
enseñó como apagar y encender. ¿Pero el resto de opciones? Cielos… Era difícil.
Iba a retirarme a la cocina
para indagar y que no tuvieran que enseñarme lo más básico. No quería pasar
vergüenza y que supieran que era una vampiresa bruta e ignorante, aunque los
Craig jamás me dirían eso, jamás.
Me senté en un taburete
junto a la encimera y apoyé los codos para estar más cómoda. Con mi flamante
móvil en mis manos lo encendí y la luz de la pantalla iluminó mi cara. Sé que
estaba sonriendo aunque no tenía espejo, porque me sentía feliz.
Lo primero que leí fue la
frase, “deslice el dedo por la pantalla para desbloquear”. Así lo hice…
Demonios, cuantas opciones… Contactos, play music, clock, whatsapp… ¿Whatsapp?
¿Qué era eso?
Ron entró por la puerta de
la cocina que daba a los fondos.
—Oye, ¿por qué entras por
aquí? ¿No deseas ver a nadie? –sonreí.
—No es eso. Ignoraba si
estaba Anne en la sala, y ya sabes, se incomoda.
—Pero hoy ha estado con
todos en Navidad.
—Sí, pero estaba su hermano.
No sé… prefiero evitar problemas. ¿Qué tienes ahí? ¿Tu regalo?
—Siii, no sé bien como
usarlo.
—Te enseñaré.
Dicho esto arrimó otro
taburete y se sentó junto a mí.
Fue fantástico dominar ese
trozo de tecnología. Había visto muchas veces a Bianca hablar con Sebastien
aunque él estuviera a kilómetros de distancia. O a Lenya conversar con Liz a
pesar de estar muy lejos de la mansión. Sin embargo ahora tenía un móvil propio
y eso me ponía muy feliz.
—¿Quieres el número de Numa?
Miré a Ron y arquee una
ceja.
—Luego, no estoy deseosa de
llamarlo porque él no me llamó.
Sonrió.
—Ustedes dos son un caso
perdido. De todas formas ahora ya sabes que se agrega en el ítem de
“contactos”.
—Sí… ¿Y tienes el número de
Anouk?
—Los tengo a todos los
Gólubev, es por si Sebastien necesita algo urgente de ellos. A ver… Déjame ver…
Quitó del bolsillo su móvil
de gran tamaño.
—¿Por qué es más grande?
Nunca había visto uno así.
—No es sólo móvil, sino que
tiene otras funciones. Con la pantalla más grande puedes leer libros sin forzar
la vista, por ejemplo.
—Ah… Pues yo paso entonces
–reí—. Deseaba estudiar hace un tiempo y se lo he comentado a Sebastien, pero
ya se me quitó las ganas.
—Deberías hacerlo. Es bueno
saber muchas cosas y tener un título. Algo debe gustarte ser. No sé… Doctora,
abogada, profesora.
—A lo mejor más adelante.
Ahora dime el número de Anouk.
—Okay…
Al cabo de tres minutos ya
estaba llamando a mi amiga en medio de la euforia.
—¡Holaaa Anouk! ¡Soy Rose!
¡Adivina qué! ¡Tengo móvil! Me lo regalaron los Craig.
“¿En serio? ¡Qué bien! Ahora
podremos hablar a menudo.”
—Siiii, y tu número fue el
primero que puse en mis contactos.
Hubo un silencio… De pronto
su voz en alto casi me deja sorda.
“¡Mamá, Rose tiene móvil y
puso mi número como primer contacto! ¡Te dije que tenía amigas!”
Una voz más lejana contestó…
“¡Me alegro cielo!”
Sonreí. Un poco de angustia
aprisionó mi pecho. No sé si fue la alegría de Anouk al poder hablar conmigo.
Extrañaba nuestras charlas. Un poco fue entender que la menor de los Gólubev
había vivido muchos años sin saber lo que era tener amigos, y eso… debía ser
horrible.
—Anouk, cuenta cómo has
pasado.
De inmediato me relató una
serie de hechos sobre la llegada de Dimitri y su chica humana. La
reconciliación de él con su madre. Las miradas del chofer que trató de ignorar
toda la noche, y etc.
Miré a Ron de reojo. Parecía
ensimismado en un video juego de su móvil.
Hablé en tono bajo…
—Si hubiera sido el leñador
bien que hubieras disfrutado –carraspee—. Tú sabes… Bernardo ha venido a
saludar junto a Sabina pero… pero no sé más que contarte de la reserva… —volví
a carraspear—. Él no vino a saludar a Liz.
Ron levantó la vista y
sonrió.
—Okay, ya entendí. Charla de
chicas. Voy a la sala.
—Graciaaaas –reí.
Ron desapareció y volví a la
conversación.
—Ahora podemos hablar,
después me indicas como cortas pues no sé con qué botón.
“Claro. Es el rojo que dice
END. Cuenta, ¿entonces no apareció? ¿Estará olvidándose de ella?”
—No lo sé. Pero ella pareció
recordarlo, estaba triste. Después de todo es su mejor amigo.
“Sí, lo sé… ¿Sabes? Soñé con
él.”
—Dimeee, cuentaaa.
Anouk rio. Al parecer se
apartó mucho más del bullicio porque no se escucharon ruidos y voces alrededor.
Conversamos mucho tiempo y reímos también. Aunque siempre había contado con
Sara, la amistad con Anouk tenía otro sabor. Quizás porque ella estaba cercana
a mi edad y teníamos un carácter muy parecido. Éramos charlatanas, divertidas,
e impulsivas. Y el amor aún nos debía una revancha.
Ron.
Abandoné la cocina en el
preciso instante que Lenya bajaba las escaleras exaltado y feliz.
Me senté en el sofá junto a
Charles después de servirme un coñac del pequeño bar.
—¡Oigan todos!
—¿Qué ocurre? –dijo
Sebastien cerrando el periódico.
—Aprendí una canción de cuna
para mi niño.
—¿De verdad? ¡Qué tierno!
–se entusiasmó Charles.
—¿Quieren escucharla?
Hubo unos segundos de duda
disipados por Rodion que aceptó encantado.
Sara sonrió sentada en sus
rodillas.
—¡Escuchen!
—Somos todo oído –dijo
Sebastien.
—¿Estás seguro? –murmuró
Charles con una sonrisa.
—Ahí va… ¡pero escuchen
todos!
—Sii siii –contestó
impaciente su hermano.
—Vamos Lenya, quiero
escucharla –animé bebiendo un sorbo.
Realmente su alegría de ser
padre era contagiosa.
En tres segundos Lenya
comenzó a entonar una canción extraña. Nunca había escuchado una canción de
cuna con esa letra. Agrego… con esa letra extraña y esa voz horrible.
—Arrorró mi niño, arrorró mi
sol, arrorró pedazo de mi corazón. La Virgen lavaba, San José tendía, y el niño
lloraba del frío que hacía…
—Ehm… interrumpió Sebastien—.
¿Podrías entonar mejor? El bebé no dormirá jamás.
—¡Mal hermano! ¿Por qué me
dices eso?
—Perdón, —interrumpí—.
¿Quién es San José y la Virgen?
—Religión católica, querido
–informó Charles.
—Ah… Pero quien quiera que
sea ella lava él tiende y nadie acude a calmar al niño. ¿Qué clase de padres
son? –me enfadé.
—Querido… —susurró Charles
en mi oído—. Lo peor no es el niño que llora sino el que no cesará de llorar si
escucha a su padre cantando.
—¡Okay! Intentaré de nuevo a
ver si me sale –protestó Lenya.
Todos se echaron miradas
rápidas de auxilio. Se sabía que en minutos no aprendería a no desentonar. Pero
a decir verdad tenía varios meses para practicar… Pobre de nosotros.
Lenya repitió la canción no
una vez sino varias. Fue mejorando sí, pero no para ganar los aplausos de la
sala ni mucho menos los Grammy . Cuando intentó por quinta vez, Sara se puso de
pie y se excusó.
—Iré a ver que hace Rose,
permiso…
—Llévame contigo –suplicó
Rodion en voz baja.
Sebastien desprendió su
chaqueta y estiró los músculos. Recostó la espalda al sofá y con ese amor
fraternal que tenía por su hermano soportó lo que se venía.
Me levanté una vez más a
servirme coñac y me senté orando porque el suplicio terminara pronto.
Charles me sonrió.
—Olvídalo, el coñac no te
salvará, no te dejará sordo.
Y así fue como no sólo no
quedé sordo para evitar esos alaridos sino que no encontré excusa para
levantarme e irme a la habitación. Sin embargo los milagros de Navidad sí
existen, señoras y señores, porque nuestra salvadora, léase la reina del mar,
bajó las escaleras con una dulce sonrisa.
—Mi amor… Ven a la cama…
—¡Ah Liz! Ya me sale mejor,
de verdad. ¿Quieres escucharla otra vez?
—Claro cariño, pero en
nuestra habitación –lo cogió del brazo y besó sus labios.
—Okay, también tengo otra
canción que escuché en un programa de niños.
—¿En serio? –sonrió—. Amaré
escucharla –mientras subían ella giró su cabeza y nos miró—. A no ser que quieran
que se quede a cantarla aquí.
—¡Noooo! –exclamamos todos.
El ceño de Lenya mostró
enojo.
—Son unos malvados
insensibles.
Nos echamos a reír mientras
ambos desaparecían por el pasillo de planta alta.
NOTA: Espero lo hayan disfrutado. Besotes. Lou.
Uy por suerte no oi como canta Lenya . Adro lo dulce que es . Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola cielo! Yo opino lo mismo,debería desentonar mucho. Igual vale la intención.
EliminarTe mando un besote grande y gracias por comentar amiga.
Hola, Lou... Sabía que iba a salir un nuevo personaje porque lo dijiste en Facebook... me ha encantado conocer a Rob... a pesar de comportarse de un modo antipático, insociable y gruñón... creo que eso solo es una coraza porque, lo cierto, es que ha ayudado a Drank a salir de un gran apuro
ResponderEliminarTambién creo que Rob es el niño de diez años que desapareció y al que dieron por muerto
He visto a Rose muy ilusionada con su nuevo móvil
No es necesario que jures que te divertiste escribiendo la última parte... se nota ;-)
Yo me he divertido leyéndola... Arrorró... Lenya es genial ;-)
Pero más que una canción de cuna parece un villancico ;-)
Sospechaba que disfrutaría de este capítulo, y así ha sido
Si lenya es genial... tú más
Besos
¡Hola Mela! Me alegro mucho que te hayas divertido con Lenya y su ocurrencia. Sí, Rob es el niño de diez años. Aún falta para saber porque no ha querido regresar y pedir ayuda. Quizás miedo, quizás verguenza, no lo sabemos. Parece un alma buena, solo un poco huraño y salvaje. Veremos que ocurre con él. Lo que estoy segura es que no se parece a su hermano. Un beso grande cielo que tengas buena semana. Gracias por tu aliento.
EliminarMmm ese lobito misterioso que salvó a Drank esta super guapo!!!!...estos lobitos que buenos genes tienen jajaja...uuff Lenya no sirve para cantante a todos los traumo jajaja...bello el capitulo Lou muchas gracias!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Te diré que la virtud de buscar chicos guapos por la web pensando en los personajes no es solo mía.Tengo por suerte dos amigas Anabel y Ale que están pendientes de la historia y me envían estas bellezas. Después está en mí ver si encajan en el papel pero se ve que la pegan jajajaja. En cuanto a Lenya esperemos que no cante y que el niño se duerma con el arrullo de las sirenas aunque ellas dijeron que no saben cantar. Veremos querida amiga. Un besazo y gracias por comentar. Buena semana!
EliminarQuerida amiga...otro capitulo mas y otra interrogante que nos dejas...no puedes con tu genio no? Me encanta ese nuevo personaje...literal y figurativamente porque esta mas fuerte q medicacion para locos y porque a pesar de su hosquedad tiene un lado amable.
ResponderEliminarEvidemtemente voy a querer verlo seguido.
Creo q hasta pude oir a Lenya aullando la cancion de cuna, me hiciste reir mucho.
Tengo cosas en el tintero, asi q avanti con el proximo capitulo q lo espero con ansias....
Pd...Es Rob el cuarto guardian? (😜)
¡Hola Amii! Jajajaja me hiciste reír y la verdad que lo necesitaba. Está fuerte si, y es bastante huraño pero tiene una historia detrás muy cruel. Ya la conoceremos.
EliminarLenya mejor que no cante y teja escarpines, lo prefiero.
Y Rob... no sé... Habrá que preguntarle a Gloria o mejor al lobo blanco. Un besazo y gracias por estar nena!
jaja, que malos, él tan feliz con su canción. quiero saber que le dijo Numa a Douglas de Marin
ResponderEliminar¡Hola Claudia! Gracias por comentar tesoro. Pobre Lenya él pone garra. Es un tierno. Veremos si convence Numa a Douglas que Marin esta enamorada de él. Besote reina.
EliminarYo creo que es el guardián que falta ese tal rob
ResponderEliminarQuerida lectora, no sé si el lobo blanco habrá elegido a Rob como guardián. Lo que tengo la seguridad que jamás se equivoca con la elección. Habrá que esperar si el huraño ve al lobo blanco. Un besazo y te agradezco mucho el comentario.
EliminarLa ternura de Lenya es innegable!LO ADOROOOOO
ResponderEliminar¡Holaa mi Joha! Siiii es un tierno.Creo que podían haberle tenido más paciencia. Un besotee y gracias por estar por aquí.
Eliminar