Capítulo 32.
Intriga.
Sebastien.
El fin de semana había comenzado muy tranquilo en
nuestro hogar. Era viernes por la tarde y Charles había regresado de la joyería
con el encargo que le había hecho. Dos anillos de los Craig para dos hembras
más de nuestra familia. Liz y Marin. Mención aparte, Lenya ya tenía fecha de
bodas en el Registro Civil, aunque Iván sería quién casaría a ambos como lo
había hecho con Bianca y conmigo. Pero sencillamente, por más que la fiesta en
casa fuera lo más atrayente y ansiado, se debía legalizar el matrimonio ante
los humanos. Para mi hembra y para mí sólo fue un mero trámite para tener en
nuestro poder el certificado de matrimonio. Bianca sólo le había importado ser
mi hembra ante los Craig, a diferencia de Liz que por su embarazo anhelaba y
creía necesario inscribir al futuro bebé en una libreta como lo hacían los de
su raza de origen.
Me senté en el sofá mientras Charles me acercaba un
coñac.
-¿No vas a acompañarme a beber?
Sonrió y se sentó frente a mí.
-Hoy no. Debo viajar con Margaret en una hora.
Compraremos macetas en Bergen. Le han gustado algunas de una página de
internet.
-¿Margaret navega por la web?
Negó con la cabeza sin dejar de sonreír.
-Scarlet se las mostró. En cuanto Margaret dijo que
quería macetas bonitas para nuestra casa, le sugirió una tienda muy grande en
esa ciudad. También venden semillas exóticas.
-Oh… Aunque piensa bien que semillas traerás, recuerda
que no todas las especies se adaptan a lugares ajenos a su clima y tierra.
-Todas las especies se adaptan tarde o temprano,
Sebastien –sonrió-. Algunas cuestan más, estoy de acuerdo. Sin embargo
finalmente hacen lo que pueden y sobreviven.
-Tienes razón.
-Siempre la tengo.
Reímos.
-Dime, ¿ha llamado Douglas por lo del anillo?
-Unas cuatro veces –respondió.
-Pero le he dicho que llegabas esta mañana. ¡Qué
desesperado!
-Las cuatro veces fueron esta mañana.
-Cielos –sonreí.
-Me gusta verlo tan enamorado y feliz.
-A mí también.
-¿Y Numa?
-Ha regresado a la Isla del Oso. Está entusiasmado con
su tarea y… creo que el hecho que Douglas esté muy ocupado con Marin lo hace
sentirse un poco perdido.
-Es natural. Pensé que Rose y él formaría una linda
pareja.
-Creo que ninguno maduró para eso. Además Numa ha
cumplido dieciocho, antes era menor de edad. Para Rose hubiera sido delito si
intimaban.
Rio.
-¡Qué lindo eres cuando te plantas con las leyes
humanas!
-Hay que hacer las cosas bien. Hablando de ello… Dijo
Lenya cuando tenían fecha, creo que lo mencionó y se me ha olvidado. Si se
entera dirá que no le importo. Tu sabes somos todos susceptibles en esta casa.
-Principio de abril. Exactamente el tres.
-Okay, nos queda poco tiempo. Hay que organizar para
celebrarlo aquí. Como hicimos con Bianca.
-Las hembras dijeron que se encargarían de todo.
-¿Tú dices que me relaje y confíe?
-¿Por qué no?
-Okay, entonces entregaré el anillo de los Craig a
Lenya y a Douglas para que se lo obsequien a sus chicas, como corresponde.
El sonido lejano de una moto se escuchó.
-Ese debe ser Douglas, ¿escuchas?
-Sí, querido. Cuando le dije que ya lo tenía en mí
poder dijo que vendría –miró el reloj de pared-. ¡Qué puntual! Hasta en eso ha
cambiado.
Arquee una ceja divertido.
-Y tú te pones lindo cuando eres iluso.
Rio.
………………………………………………………………………………………………
Charles y Margaret habían partido a Bergen por las
macetas. Douglas se había disculpado por los destrozos antes de que ellos
partieran, incluso insistió en darles dinero para subsanar lo hecho en su
estadía con Marin. Charles no lo aceptó, sabía que mi hijo tenía sus ahorros de
mi pago por efectuar los balances de cada mes del hotel, pero era la única
ganancia que le entraba ya que hasta junio se dedicaría a preparar por fin su
tesis.
Me alegraba que Douglas de a poco se encaminara y
estuviera feliz conviviendo en pareja, aunque no particularmente esta tarde…
En cuanto los vi llegar noté cierta distancia entre él
y Marin. Con años de experiencia en observar conductas humanas y no humanas,
deduje que habrían tenido una pelea. Cuestión que no era extraño. Bianca y yo
habríamos pasado por lo mismo en el primer periodo de adaptación. ¿Quién no?
Observé a los dos de reojo mientras Marin sentada en
el sofá preguntaba por Liz.
Douglas de pie junto a la escalera la miraba con el
entrecejo fruncido.
-Liz está en su habitación. Le diré a Rose que le
avise que has llegado y de paso prepararé café para los dos.
Me puse de pie y me retiré a la cocina. Bien, o
estando solos se reconciliaban o destrozaban la sala, una de dos. Marin no
tenía el carácter de Liz pero sospechaba que no estaba lejos tampoco aunque lo
disimulara. Bianca tenía otro tanto si de genio se trataba, así que debía ser
de familia.
Al entrar al ambiente iluminado y con perfume a limón
vi a Rose sentada en un taburete frente a la encimera. Parecía ensimismada. Y
me preocupó.
-¡Ey! Rose… ¿Te ocurre algo?
Ella me miró sorprendida y saltó del taburete como
resorte.
-Sebastien, ¿quieres café?
-No… Yo puedo prepararlo, no te preocupes. ¿Todo bien?
–repetí.
-Sí.
-Me pareció verte triste. Sabes que puedes contar
conmigo.
-Gracias. Es que… No nada…
-Dime, te escucho. ¿Extrañas a Numa? ¿Quieres viajar a
la isla?
Negó con la cabeza. Después se mantuvo cabizbaja.
-Rose… Dime, por favor. No quiero ignorar lo que le
ocurra a cada uno de esta casa, es mi responsabilidad. No sólo por vivir en
ella sino por el cargo heredado de mi padre con respecto a nuestra raza.
-Lo sé. No es importante, tengo días así.
-Así, ¿cómo? –insistí.
-¡No he hecho nada malo!
La exclamación de Douglas desde la sala hizo que mis
ojos se desviaran a la puerta. Volví a mirar a Rose mientras calentaba la
cafetera.
-Yo puedo hacer el café –se acercó muy resuelta a ayudarme.
-Tranquila –la aparté delicadamente-. Yo también lo sé
hacer. Siéntete y dime que ocurre contigo.
Dudó unos instantes y se sentó lentamente.
-Vamos, te escucho.
Me crucé de brazos y aguardé.
-Es que es una tontería.
Arquee la ceja.
-Okay… Sólo que mi vida cambió un poco últimamente. Es
decir, Marin y Anouk son mis amigas y ahora no están a menudo por aquí. Anouk
trabaja con los planos de la casa y va y viene al hotel también… Y ahora que
tiene la práctica docente estudia mucho. Y Marin… Ya sabemos, pues…está con
Douglas cuando no trabaja.
-¿Te sientes sola? ¿Y Sara? ¿O Scarlet? Incluso Anne,
¿no te agradan?
-Sí me caen bien, todas. Pero Scarlet está más que
ocupada, ya no me invita al centro comercial. Con Anne… Bueno Anne no habla, me
aburre un poco estar con ella. Y Sara… Con Sara tenemos otra relación. Es como
si fuera mi hermana mayor o mi madre, pero extraño tener amigas.
-Supongo que Bianca tampoco ocupa el lugar que deseas.
-Bianca es muy buena, pero ella es la señora de la
casa, cumple un rol diferente. Igual que Liz.
-Entiendo.
-¡No soy celosa!
La voz de Marin provocó que ambos miráramos la puerta
al mismo tiempo.
Sonrió.
-Quizás si voy a saludarla dejen de pelear.
-Es una buena idea –sonreí-. Y avísale a Liz, por
favor.
-Primero cortaré pastel para llevarles. Margaret dejó
uno de frambuesas en la heladera. Yo no sé cocinar muy bien.
-¿Y qué te gustaría saber hacer?
Encogió los hombros.
-No lo sé.
-Okay, ¿qué tal si piensas en retomar esa idea que
tenías de estudiar?
-No tengo mucha memoria. No sirvo.
-¡No digas eso, Rose! Evidentemente es un día
pesimista para ti. Trata de pensar en todo lo bueno que tienes y que podrías
mejorar.
-Lo haré.
-Mira que te preguntaré la semana entrante.
Sonrió.
-Lo prometo.
Rose.
Antes de que Sebastien entrara a la cocina me sequé
las lágrimas y guardé mi móvil en el bolsillo del delantal. Había llamado a
Anouk pero estaría en el aula y saltó la voz del contestador. Yo había limpiado
la planta alta junto con Sara aunque no le permití que hiciera esfuerzo. Rodion
había salido a cazar así que habíamos podido hablar un buen rato y contarnos
cosas. En realidad, ella me contó y yo la escuché. Entusiasmada como siempre
por su futuro bebé, no reparó en mí demasiado. Sólo necesitaba que la escucharan.
Y la entendía perfectamente. Todos necesitamos alguien que nos escuche. También
yo.
El motor de una moto se oyó en la lejanía y supuse que
Douglas y Marin llegarían en pocos minutos a la mansión. Para el caso era lo
mismo ya que no podría estar a solas con mi amiga y conversar. Era triste saber
que tus amigos estaban ocupados y que no tenían tiempo para ti. No a propósito,
no por desinterés en la amistad. Simplemente la vida te llevaba a tener que
ocuparte de proyectos y amores. Debía pensar que hacer con mi vida, ¿pero qué
haría?
Cuando varios de los nuestros ocupaban las cumbres, no
hace mucho tiempo, yo solía escaparme y divertirme con ellos. Cazábamos con
algunas hembras, tenía sexo con algún macho apuesto, etc… Pero después de la
ola mortal de frío, nada quedó en pie. Ni siquiera ellos sobrevivieron.
No tenía padres. Mi madre había muerto por los lobos
una noche en el bosque. Era tan pequeña… Mi padre nunca tuvo nombre, fue
desconocido porque mi madre no sabía quién la había preñado. En las cumbres no
se usaba formalidad alguna, así éramos, salvajes. Por más que Adrien indagó
ninguno quiso hacerse cargo. No tenía hermanos, aunque Sara fue como si lo
fuera. Ella me lleva quince años y es muy responsable y ordenada. Yo diría que
mi antítesis. A ambas nos crio una vampiresa llamada Ely. Pero no nos educó
para el mundo humano. Esa misión la tuvo Sebastien y fue una suerte que me
eligiera seguirlo cuando nació Douglas. Era bonito cuidar de él, un bebé
cariñoso y vivaracho. Pobrecito… Era ciego. Sin embargo con Sara nos arreglamos
muy bien para jugar con él y darle de comer. Ahora ese bebé cándido estaba
peleando con su novia con un carácter de los demonios. Y sí… Uno crece y va
cambiando. Pero creo que yo no cambié demasiado. A veces pienso que sigo siendo
la niña pelirroja que corría por la campiña de pastores escondiéndose por
alguna travesura. Sigo siendo la misma inquieta y divertida, y también la misma
solitaria. Sin pertenecer a nadie en especial. Una familia prestada que me
quería, pero en definitiva, prestada.
Una joven sin un amor sincero. Sabía que era mi culpa
en parte. Porque huía, porque escapaba de la responsabilidad de amar con el
corazón, de entregarse sin límite. El amor me asustaba la mayoría de las veces.
Aunque había instantes en que me imaginaba con Numa. ¿Cómo sería ser de él para
siempre? ¿Y él de mí? Lo veía tan lejano. La idea de tener un bebé me daba
pánico. ¿Y si me ocurría algo malo? ¿Y si mi hijo tendría que sufrir como yo,
tanta soledad?
Miré mi anillo regalo de Sebastien. Yo pertenecía a
ellos, sí… Lo había asegurado el líder de los vampiros. El mismo que se
preocupó apenas entró a la cocina y me vio triste. Fue enternecedor que alguien
como él prestara atención aunque Sebastien decía que era su labor estar atento
a cada integrante. Sin embargo yo sabía que algo faltaba en mi vida, un
incentivo. Y no era la llegada del amor, no. Deseaba realizarme como ser vivo,
un sentido a la vida que me demostrara que valía y servía para algo muy
importante.
Corté varias porciones de pastel y las coloqué
cuidadosamente en una bandeja de porcelana blanca. Cogí servilletas y me
dispuse salir del la cocina con una sonrisa. Por lo menos vería a Marin y
quizás tenía tiempo de conversar un poco.
Cuando entré en la sala el cuadro que vi no fue exactamente
de armonía.
Sebastien estaba con los brazos en jarro entre Marin y
Douglas. Los tres de pie junto a la escalera. Marin lagrimeaba y Douglas
protestaba. Deposité la bandeja y servilletas en la mesa de living junto a los
pocillos de café que había preparado Sebastien.
Me mantuve en silencio mientras los tres dirimían la
disputa.
-¡Papá, juro que no miré embobado a ninguna chica!
-¡Sí, lo hiciste! No soy tonta.
-¡Me cago en la gran puta! –exclamó Douglas furioso
parteando el piso.
-¡Douglas, modera el vocabulario! –ordenó Sebastien.
-¡Pero me saca de las casillas! Solo miré una vidriera
mientras subíamos a la moto.
-¡No era la vidriera lo que mirabas!
-Iré a llamar a Liz –susurré y subí la escalera.
En el camino aún seguía escuchando la pelea.
-¡Yo te vi! No puedes negar que la has mirado
embelesado.
-¿Embelesado yo? ¡Tú estás loca, Marin!
-¡Pueden hablar más tranquilos, así no llegarán a nada
ustedes dos!
-¡Pero papá! ¡Está acusándome injustamente! Si sigue
así me quedaré a dormir aquí, que regrese sola al hotel. No pienso pasar la
noche discutiendo.
-¡Tú regresas con ella al hotel y arreglan las cosas
hablando civilizadamente! ¡De lo contrario no habrá anillo!
-¿Qué anillo? –preguntó Marin.
De pronto no escuché más voces, hubo silencio por varios
segundos… Después la exclamación de Sebastien justo cuando tocaba a la puerta
de Liz y Lenya.
-¡Natasha! ¿Qué haces aquí?
Oh oh… Lotería…
Natasha.
Cuando surgí en el medio de la sala vestida en bata de
baño supuse que causaría conmoción. Sin embargo no quedaba otra si deseaba
hablar con Sebastien y contarle lo ocurrido y el avance de los hallazgos. Me
sentía realmente perseguida por el Ejército y sus secretos hasta en mi propia
casa. Siempre corroboraba y era cuidadosa cuando se acercaba alguien de la
Fuerza por si en un descuido colocaban algún micrófono en un bolsillo o
adherido a alguna prenda. Por eso cuando terminé de ducharme, me envolví en la
bata y me materialicé sin ni siquiera dar aviso a mis padres.
Sebastien escuchó atento cada palabra y agradeció el
gesto de tenerlo al tanto de todo. Fue por un café caliente a la cocina el cual
acepté de buen grado. Douglas al parecer hablaba en un tono bajo con la hermana
de la dichosa “reina del mar”. Por suerte no la había cruzado hace tiempo pero
la felicidad no dura para siempre, y al cabo de unos minutos la vi bajar como
estrella de Hollywood por la escalera. ¡Qué tortura!
Primero no reparó demasiado en lo que traía puesto
pero a mitad de los peldaños se detuvo y sus ojos se abrieron como platos.
-¿Qué haces aquí vestida en bata de baño? ¡Puedes
explicarlo!
Me crucé de brazos y sonreí.
-Claro que puedo explicarlo. El caso es si tengo ganas
de hacerlo.
Sus ojos me apuntaron como laser. Sin embargo era
astuta por más que sus celos eran prioridad. De inmediato comprendió que no
estaba en buscar de su amado Lenya, pero aún le intrigaba mi visita sorpresiva.
Se sentó en el sofá frente a mí, cruzó las piernas, balanceando una de ellas,
contemplándome con curiosidad. Fue divertido saber que estaría rebanándose los
sesos buscando la razón de mi presencia inesperada.
-¿Quieres que te preste algo de ropa? ¿Te han robado
por el camino?
Sonreí.
-Sebastien te explicará. En cuanto a prestarme algo
tuyo… -la observé de arriba abajo-. No creo que me quede bien, estás más gorda.
-¿Por qué no te mueres?
-Porque no te daría el gusto –guiñé el ojo.
Sebastien entraba a la sala nuevamente con un café,
justo cuando el bello de Lenya Craig bajaba las escaleras.
Liz disparó la mirada hacia su rostro confundido. Sí…
Fue muuuy divertido.
-Aquí tienes el café Natasha.
-Natasha… ¿Qué haces aquí, vestida…así?
Sebastien no dejó que hablara. Invitándolo a sentarse,
cogió asiento también y relató en breve lo ocurrido en la Central de
investigación genética. Lenya conocía el primer hallazgo y había puesto al
tanto a Sebastien y al parecer a su hembra. Ya que ninguno se asombró de lo
contado. Pero cuando llegó a detallar sobre el segundo hallazgo, todos se
miraron con temor. Los humanos parecían estar más cerca de descubrirnos de lo
que habíamos imaginado siempre.
La conversación fue alejándose de celos y rabias entre
hembras y dio paso a la seriedad que merecía. Sin embargo, algo noté en la
mirada de Lenya hacia Liz. No significaba aquella que brindas a tu hembra para
que quede tranquila y segura de su amor, no… Fue una mirada de pedido, casi de
súplica hacia ella. Como si quisiera que ella abriera la boca y aportara algo.
Liz no movió los labios, le devolvió una mirada… Yo diría que de advertencia.
Como al tener un secreto compartido que no quieres divulgar. Sí, esa sensación
me dieron los dos.
Sebastien echó un vistazo a la sala.
-¿Douglas y Marin?
-Los vi entrar al despacho –contesté-. Y volví a
observar a Lenya.
Tenía la mirada hacia la alfombra y parecía pensativo.
Liz clavó los ojos en las cortinas como si pudiera verse el parque a través de
las ventanas. ¿Qué ocurría con los dos? ¿Qué sabían ambos que ignoraba?
Al fin lo largué. Después de todo debíamos conocer
cuánto fuera posible sobre el tema de genética. ¿Aunque qué podría saber una ex
humana de nuestra raza?
-¿No tienes nada para aportar? –pregunté mirándola a
los ojos.
Lenya levantó la vista y torció el rostro para observarla.
Ella negó con la cabeza sin clavarme los ojos. Por
supuesto ambos conocían mi don.
-No, nada importante para agregar.
Entendí que sea lo que fuera los dos no estaban
dispuestos a decírmelo, y menos a abrir sus mente a mi preciado don de leer sus
pensamientos. Por eso evitaban mirarme…
No me fui convencida de esa sala. Algo había que ellos
conocía y yo no. ¿Pero qué sería? Juré a mí misma que lo averiguaría.
Llegué a mi casa de Moscú en un abrir y cerrar de
ojos. Con gusto a café en la boca y la sensación de haber hecho lo correcto con
Sebastien. Claro que no medí las consecuencias de surgir en el baño después de
tanto tiempo ya que este estaba ocupado tras la mampara por mi hermano Ivan,
tomando una ducha.
Al escuchar ruido hizo a un lado la puerta de acrílico
unos centímetros y exclamó asomando su cabeza.
-¡Te has vuelto loca! ¡Qué haces aquí así vestida!
-Ya van dos veces que me lo dicen, y tengo explicación
para ello.
-Me alegro porque comienzo a pensar que no tienes “los
patitos en fila”.
Sonreí aunque lo dejé con la palabra en la boca.
-Iré a mi habitación, nos vemos en la sala en breve.
Sé puntual.
Aguardé a mi hermano sentada en un sofá. La casa
permanecía en silencio. Salvo por las voces de mi madre y el abuelo de Anoushka
que conversaban en la cocina. Creo que hablaban del clima en Moscú y de la
carestía de la vida. De qué otra cosa podrían hablar los dos. Evidentemente
debían evitar hablar de política y de guerras pasadas. Mi madre tenía mucho
tema de que hablar, era inteligente y leía mucho. De hecho sonreí cuando
escuché que intercambiaban comentarios sobre autores.
Iván pisó la sala pero no avanzó inmediatamente hacia
mí. De pie en la arcada que dividía el pasillo me observó mientras ajustaba su
chaqueta burdeos.
Lo miré y di vueltas entre mis manos un papel doblado
en cuatro.
Se acercó si dejar de observarme. Yo sabía que
pensaba, leía claramente la gran intriga que incomodaba su mente sobre mi
extraño pedido de hablar con él.
Se sentó y sus ojos fueron al papel. Me miró nuevamente
y murmuró.
-¿Y bien? ¿Cuál es la urgencia?
Sonreí tratando de parecer natural al hablar. Simulado
la ansiedad por conocer sus conocimientos y respuestas.
-Sucede –comencé-, que mi amiga perdió a su madre en
un accidente. Quedó muy sola…
-Oh… Pobre…
-Bueno, yo… no la veo hace mucho tiempo aunque somos
muy amigas –clavé los ojos en el papel que había escrito sólo hace instantes-.
Pensé en escribirle una carta con mis condolencias…
-¡Qué atenta! –se burló. Adivinaba que no vendría por
ese lado el tema-. Dime que rol ocupo yo.
-Tú eres el más instruido, Ivan… Me dirías si la carta
está bien hecha. No deseo quedar fuera de lugar.
Me observó detenidamente y extendió su mano.
Entregué la carta, la falsa carta. Pero era la única
forma que discretamente pudiera estar al tanto de los acontecimientos y poder
saciar mis dudas.
Él desdobló el papel con la elegancia que lo
caracterizaba y lo alisó sobre la rodilla. Y leyó…
En el papel explicaba claramente los hallazgos pero
sobre todo la visita a la mansión y la extraña actitud de Liz y Lenya. Varias
veces arqueó la ceja sorprendido, pero nada más. Era tan medido al actuar.
La carta terminaba en una pregunta…
“¿Tienes idea que pueden estar escondiendo?”
Noté que leí y negaba con la cabeza.
-¿Crees que debo corregir la carta? –Simulé.
-No tengo idea –murmuró.
Recostó la espalda y se mantuvo pensativo.
Estaba ansiosa por escucharlo, o mejor dicho que
agregara con tinta alguna idea para así yo leerla. Pero nada ocurrió. Los
minutos pasaron y cambié de posición varias veces.
Finalmente quitó una lapicera de su bolsillo interno y
escribió…
-Creo que deberías corregir lo último, no me parece
adecuado.
Cogí la carta mientras sus ojos púrpura cubiertos por
lentecillas azules estaban pendientes de mi expresión.
Leí…
“No creo que ellos dos sepan mucho más que nosotros.
Pero estudiaré más a fondo sobre los hallazgos. Si hay algún punto de conexión,
te lo haré saber”.
Lo miré…
-Gracias.
Liz.
No desee contarle a Natasha lo de las sirenas. No por
egoísmo, yo también me sentía una Craig con todas las letras como Bianca. La
ignorancia sobre el origen de los vampiros, hoy, mi raza, era un tema de suma
importancia. Pero sentí que sin tener el debido permiso hubiera sido
traicionarlas. Él… él tampoco quiso traicionarlas, ni a ellas ni a mí. Por eso
ni una sílaba escapó de sus labios.
Buscó mis ojos varias veces, yo me hundí en ellos. En
ese iris gris plata que amaba tanto. En un silencio pactado, en un secreto
implícito, compartido, continuamos la conversación hasta que decidí a abandonar
la sala. Debía escapar, Natasha Gólubev tenía el don de leer los pensamientos
al mirarte a los ojos.
Ya en la alcoba, me paré frente al espejo del ropero y
mi mirada descansó en la redondez de mi vientre. Mi mano se posó suavemente,
como si mi bebé al estar dormido el leve contacto lo despertara. Era pequeño
aún. En este mes, marzo, entraría en el tercer mes de gestación. ¿Miedos?
Muchos. ¿Preguntas? Miles. Pero estaba segura que no transitaría sola el dulce
proceso, la agotadora espera por verlo entre mis brazos. ¿Sería niña? ¿Se
parecería a mí? ¿O todo lo contrario? Tendría los rasgos bellos de su padre.
Aquel susto había pasado. Ya no debía hacer reposo y
las condiciones de un embarazo normal fueron ganando terreno. No tenía pérdidas,
y el malestar había desaparecido por completo. Sólo debía tener paciencia, que
no era poca cosa.
Un movimiento suave casi imperceptible, dentro de mi
vientre, me dibujó una sonrisa. Se movía. ¿Podía ser posible? Quizás era su
forma de protestar. Por ahora no tenía voz. Llegaría el momento que escucharía
su llanto, o sus sonidos guturales.
Cuando Marin nació, yo era muy pequeña. No recordaba
demasiado de aquel tiempo. Mucho menos de Signy. Al representarse la imagen de
mi hermana una congoja inmensa me aprisionó el corazón. ¿Cómo hubiera sido como
tía? Le gustaban los bebés. Siempre decía que iba a casarse y tener muchos
niños. A decir verdad, yo era la única que no deseaba una vida organizada y
familiar. No… Yo soñaba con personajes idílicos, héroes o villanos, daba igual.
Pero que amaran hasta dar la vida por sus hembras. Protagonistas de novelas
ficticias, que me convertían en una soñadora sin remedio.
Antes de que Lenya llegara a mi vida, lo más cerca de
tener un caballero a mi lado, fue cuando estuve con Drank. Aunque sin armadura
ni caballo, él era lo más similar a un héroe. Hubiera sido capaz de enfrentar
por mí, al más temible dragón si hubiera existido. Sin embargo cuando al cabo
de dos años la pasión se extinguió por completo, supe que tampoco sería mi
felicidad. Entonces, comencé a pensar si me quedaría sola esperando por alguien
que nunca llegaría. Mis amigas, Loly y Rita, las recuerdo… Ellas repetían, “tú
estás loca, Liz. ¿Dónde encontrarás un chico mejor que Drank?”
La puerta de la habitación de abrió lentamente y Lenya
se asomó.
-Hola… ¿Están bien?
Sonreí. Él siempre hablaba en plural desde que había
sabido del embarazo.
-Sí, sólo me miraba en el espejo. Aún no se nota mucho,
¿verdad? –acaricié mi vientre.
Él cerró la puerta y se acercó, con su iris grisáceo
fijo en mi abdomen apenas prominente.
Se posicionó detrás de mí, y me rodeó con sus brazos.
Sus manos se entrelazaron a la altura del ombligo y acercó sus labios
depositando un beso en la coronilla.
-No, aún no –susurró-. Pero ya crecerá, tú me lo
dijiste.
Eché la cabeza hacia atrás y recosté la cabeza en su
pecho. Nuestros ojos se encontraron en el espejo.
-Quisiera que naciera ya mismo.
-Yo también –contestó-. No sé qué haré para matar la
ansiedad hasta septiembre.
-Tampoco yo.
-Será otoño.
-Lo sé. ¿No te agrada?
Sonrió. Sus comisuras fueron arqueándose en una dulce
sonrisa.
-¿Tú crees que me importa el mes o la estación del
año?
Sonreí.
-Milenka es muy sana. ¿Nuestro bebé será igual?
-Por supuesto.
-A veces tengo miedo –susurré.
Sus manos acariciaron el vientre.
-No lo tengas. Saldrá todo bien… No hemos pensado en
los nombres.
-Yo sí. Tengo el de niña.
Inclinó el rostro para mirarme y me hundí en su
mirada.
-¿Qué nombre has pensado?
-Halldora.
Sentí el latido de su corazón cambiar el ritmo. Su
iris se humedeció.
-¿Te gusta?
Asintió emocionado.
-Bueno, elige tú el nombre de niño.
Me observó en el espejo y cerró los ojos. A los
segundos volvió a abrirlos con chispas de alegría.
-Si no te opones podríamos llamarlo como mi padre.
-¿Adrien? Me gusta.
-No, como su nombre verdadero. Thor.
-Me encanta. Entonces será Thor… El Dios del trueno.
Iván.
Natasha había revelado con detalles parte de su
trabajo en el Edificio de Investigación Genética del Ejército. Me sorprendieron
los hallazgos pero a la vez presentía que los vampiros no habíamos surgido de
repollos. Lo admirable es que se habían tardado tantos años en encontrar
fósiles que demostraran razas nuevas a las conocidas hoy por hoy. ¿Cuántas razas
habría anteriores al hombre? ¿Serían muy anteriores al hombre?
Pensé ir a la biblioteca, mi lugar preferido en el
mundo, pero para el caso nada serviría. Cada libro de antropología e historia
de la raza humana lo conocía de memoria. Por lo tanto no me darían respuestas
nuevas. Necesitaba razonar que podían saber Liz y Lenya que tuvieran que
mantener en secreto.
Quizás a mi hermana le había parecido…
Recostado en la cama observé el inmaculado techo de mi
habitación… El blanco había sido sugerencia de mi madre ante tantos colores
oscuros de mi decoración. Recuerdo que me dijo uno de los tantos días que
teníamos largas charlas.
“Querido, ¿no es un poco deprimente tu habitación?”
Yo le contesté.
“Es de estilo gótico, mamá. Y no tiene que ver con lo
deprimente.”
En cambio a Anouk no le molestaba. Ella y mi madre
eran las únicas que entraban y podían manipular mis cosas. Aunque mi madre no
acostumbraba a tocar nada sin pedir permiso. Anouk, mi hermanita preferida fue
bastante revoltosa e inquieta desde pequeña. Y digo “fue” porque este último
tiempo la notaba diferente. Por otra parte, no significaba que no adorara al
resto de mis hermanos, pero siempre fui un tanto especial. Sumergido en libros
y programas de TV sobre historia humana, me había ganado la fama de aburrido y
solitario. Sé que no reprochaban mi tendencia a la cultura y la sofisticación,
pero sí, en el fondo, todos ellos deseaban que el amor me llegara y comenzara a
comportarme como un vampiro normal.
Anouk, no. Anouk entendía mi admiración hacia la
belleza estética y la inteligencia. De ninguna forma hubiera aceptado la
discriminación, ni de humanos ni de vampiros, sólo que… ¿Cómo explicarlo? No me
veía compartiendo mi vida con alguien que viviera de la naturaleza con rasgos
salvajes.
En cuanto a enamorarme de humanas, sí… Me había
ocurrido alguna que otra vez. La primera, una profesora licenciada en
antropología. En secreto soñaba con poder convertirla y sumarla a los Gólubev,
sin embargo mi enamoramiento duró unos meses, después se esfumó. Tuvimos sexo
repetidas veces, siempre en la oscuridad de una habitación. ¿Qué me decepcionó,
quizás? El hecho que siendo tan sabionda y entendida en la materia, no había
podido darse cuenta que él que la llevaba a los más intensos orgasmos no era
humano.
¿Pero acaso no era mejor que no me descubriera? ¡Claro
qué sí! Sin embargo en el fondo de mi corazón quería que rompiera estructuras
absorbidas en tantos libros, que fuera abierta de mente lo suficiente para
hallar una verdad que los humanos catedráticos se rehusaban a creer. Muchas
ideas avanzadas, muchas hipótesis para enseñar a los alumnos, pero finalmente
la raza humana siempre creía ser la única existente y poderosa de la tierra.
Con quien tuve un romance efímero hace más de veinte
años, fue con la hija del aquelarre Huilliche, Vilu. Pero después de compartir
el sexo por un tiempo con esa fatídica vampiresa, vanidosa y torpe, abandoné la
idea de tener algo serio. No deseaba que mi compañera de vida fuera tan
petulante e ignorante. Yo no admiraba la belleza por sí sola si ésta no venía
acompañada por cultura y educación.
Mis ojos recorrieron la habitación. El color de mis
paredes, verde bosque, había sido escogido entre los tonos de lo gótico. Ocres,
azules, morados, y hasta podrían haber sido grises. Colores recargados que le
daban el toque misterioso. Unos cuadros valiosos adornaban, entre ellos un
mapamundi y un par de paisajes misteriosos. Pero la decisión por el verde
oscuro había sido por casualidad. Recuerdo que puse papelitos doblados en un
frasco y le dije a Anouk que cogiera uno. Y así fue. Ella tenía apenas cinco
años y yo ya era un joven de veinticinco.
En cuanto al resto de la decoración, no tuve que
pensar mucho si debía seguir el estilo. Cortinas en ocre a juego con el piso de
madera. Mi lámpara central construida de ornamentos. Lo gótico se había
originado en el siglo XII, y tanto como los ornamentos como las terminaciones
en arcos y puntas eran su característica.
Me puse de pie y cogí un libro de la biblioteca
personal. Cada estante estaba ocupado por aquellos libros de autores que más
admiraba o fueron regalos especiales de los integrantes de mi familia. ¿Amigos?
No, amigos propiamente dicho, no tenía. Sólo podía mencionar a ese humano
convertido por Sebastien, el cual vivió con nosotros algún tiempo. Sí, con él
me sentía muy cómodo. Era inteligente aunque le fascinaba la ciencia como a mi
hermana Natasha, y no tanto la historia y filosofía. Pero con Brander podía hablar
sin aburrirme, era abierto de mente y se notaba que su padre a quién él no veía
hace muchos años, era un profesional de la medicina muy bien calificado.
Resultó ser Olaf Arve, el discreto y fiel director del hospital de Kirkenes.
Con Brander no nos vimos por algunos años. Él se unió
a un grupo de errantes y formó pareja con un tal Boris. Suponía que los celos
de su pareja le impedían salir como antes lo hacíamos. Sin embargo hace poco
tiempo nos encontramos en Moscú. Me puso al tanto de los acontecimientos. Dijo
que me lo debía por la amistad que teníamos. Los errantes habían decidido
formar un aquelarre, aunque pequeño, y mezclarse entre los humanos.
Aparentemente según lo que había contado, les había ido muy bien.
El móvil vibró sobre la mesa de luz… Era Anouk…
Infaltable sus llamadas contándome sobre los adelantos en la carrera. Docencia…
Cielos, mi hermana tan revoltosa e inestable por fin se había decidido por su
vocación. No era que me alegrara por la carrera elegida, creo que Anouk daba
otro perfil. Pero antes de que continuara abandonando universidades, prefería
verla dedicada a ser la mejor en alguna especialidad. Siempre la aconsejaba…
“Anouk, es maravilloso que conozcas tantos temas de cultura general, sin
embargo debes ser muy buena en lo que te dediques. No está bien visto que sepas
la mitad de las cosas, porque al final, en definitiva, no sabrás nada.”
Después de hablar con mi hermana y escuchar sobre la
práctica docente que había comenzado, le conté sobre el ambiente en casa,
alegre y distendido. Anoushka y su abuelo habían comenzado a vivir con nosotros
y Dimitri se lo veía feliz. A mamá también. Ella y mi padre pensaban viajar a
la Isla del Oso ahora que la casa estaba organizada y así tener juntos otra
luna de miel improvisada. Así eran mis padres, enamorados uno del otro por años
con la misma intensidad.
Me di una ducha rápida y me vestí con jeans, camiseta
y zapatillas. Saldría a caminar por el atardecer de marzo y me distraería un
poco recorriendo la orilla del río apacible y serena. Mientras cogía el
ascensor volví a recordar la carta de Natasha…
Pensé en Lenya… Hijo de Adrien y una vampiresa
hechicera. Según el mismo había contado, su madre tenía premoniciones. ¿Podría
ser que la vampiresa antes de morir hubiera dado datos de fósiles en Rusia?
Ella había vivido en estas tierras… No… No era razonable por tres motivos.
Lenya hubiera contado sobre los fósiles a los Craig y Sebastien nos hubiera
puesto al tanto, sobre todo a mi padre. Por otra parte, la carta de Natasha
decía que Lenya sabía del primer hallazgo gracias a que ella misma se lo
mostró, y que demostró verdadero asombro. Por último, no veía la razón para que
Lenya conociendo el trabajo de Natasha le ocultara saber algo más… Porque de algo
estaba seguro, si existía algo que ocultar a su familia, evidentemente sólo él
lo sabía. Bueno, él y su hembra.
¿Y su hembra? No… ¿Qué podía saber sobre nuestros
orígenes, una humana convertida hace poco tiempo. Según Anouk, no tenía dones
destacables por ahora. Sólo era una neófita que surgió a la vida nueva bajo
Neptuno.
Salí a la calle. El aire fresco golpeó mi rostro.
Sobre mí, la noche estrellada parecía un paño bordado en azul profundo… Me
detuve en la esquina esperando que cambiara la luz del semáforo. Me sabía todas
las constelaciones de memoria. Y también sus leyendas mitológicas.
Neptuno… Neptuno en la mitología romana, Dios que
dominaba los mares… Como seguramente algún día podría aprender hacerlo Liz… Los
mares… ¿Qué relación podría tener con los hallazgos? Uno de ellos era una
sirena…
De pronto, surgió una idea…
Cogí el móvil de mi bolsillo y envié un mensaje de
texto.
“Hola Nat. No es él. A Liz la rige Neptuno. Busca por
allí.”
.
Muy bueno el capitulo y tuvimos de todo un poco hasta pleitos jejeje...la historia se va poniendo cada vez más buena y hay cosillas por resolver, Lou bella gracias por el capitulo!
ResponderEliminar¡Hola Lau! La verdad que te agradezco que comentes. Me hace feliz que te haya gustado. Un beso grande nena.
ResponderEliminarno, no, no, no, por que me dejas asi eres cruel
ResponderEliminar¡Hola Claudia! Gracias por comentar. Paciencia todo llega. Esperemos que no sea tan fácil para los humanos. Un beso grande y buena semana!
EliminarLOU, amiga, te ensañas con tus lectores yo entre ellos,. nos dejas en suspenso la mayoría de las veces, pero bueno así conservas el interés general,,,abrazos fuertes amiga,,,,
ResponderEliminar¡Hola amigo mío! Gracias por pasarte y comentar. Veremos que ocurre con los hallazgos y si Liz cuenta lo que sabe a Natasha. ¡Un abrazo grande!
ResponderEliminarUy extrañe lerte ya me puse al día entre pleitos y mucho suspenso. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola corazón! Recién veo tu comentario. Mil disculpas. Gracias cariño por pasarte. Te mando un besazo y me alegro que te haya gustado.
Eliminar