Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


sábado, 6 de enero de 2018

¡Hola chicos! Espero el capi les guste mucho, aunque sé que hay problemas en la mansión Craig. Todos esperamos que se solucionen. Paciencia. Un beso grande a todos los que me acompañan en esta travesía de mi imaginación. Gracias por comentar.

Capítulo 41.
Decepción.

Sasha.

Llegué a la mansión con una Bianca en total estado de depresión. Ignoraba como ayudarla aunque haría lo imposible por hacerla sentir mejor. No podía contar con Dimitri ya que Anoushka no se encontraba bien debido al fallecimiento de su abuelo. Ella debía superar el momento junto a mi hijo. No solo era lo indicado en una pareja que se amaba sino que Dimitri jamás hubiera accedido a dejarla un solo segundo.

La confesión del padre de Bianca, y el consiguiente razonamiento que había sido una hija no deseada, hundió a la dama de los Craig en una profunda tristeza. Seguramente el tiempo ayudaría a asimilarlo y vivir con ello. Sin embargo, lo que aún le deparaba el destino era digno de desequilibrar a cualquiera. Esa noche, la  bomba que escondía Sebastien, terminó por quitarle todo raciocinio y sentido común. Lo vi en sus ojos… En el gesto de impacto de su rostro…

Apenas pisamos la sala, Bianca se desplomó en el sofá. Me senté junto a ella y aguardé que alguien de la casa se acercara a recibirnos. Nadie… La mansión en silencio. De hecho Bianca había tenido que abrir los portones con el comando que colgaba del llavero. Supe que no se había percatado de que algo extraño se percibía en los alrededores. No estaba en condiciones como otras veces de estar atenta, pero yo sí. Algo andaba mal.

¿Todos durmiendo? Imposible. Charles y Margaret podrían encontrarse en su hogar de las montañas, Lenya y Liz descansando, ¿pero el resto? Ni siquiera Anouk había salido a recibirme. Rose, Sara, Rodion, Ron, Scarlet, ¿dónde estaban?

Bianca mantenía la vista fija en la chimenea apagada sin prestar atención a nada de lo que ocurría alrededor. Mis ojos recorrieron la sala silenciosa…

—¿Dónde estarán todos? –me atreví a preguntar en voz baja.

Ella levantó la vista y me miró.

—No lo sé.

En ese instante la puerta del despacho de Sebastien se abrió y el líder de los vampiros junto a mi marido hizo acto de aparición.

—¡Mijaíl! –exclamé—. Pensé que estabas en el hotel.

Él no atinó a sonreír como siempre lo hacía. Por el contrario emitió un corto, “buenas noches, Bianca”, y a mí un, “cariño”. Sebastien se mantuvo de pie con la mirada gacha. Ni siquiera se acercó para dar un beso a su hembra. Sí… Algo grave ocurría en la mansión.

Bianca por fin se puso de pie con evidente desagrado. Hubiera reaccionado igual si mi marido no hubiera contestado mis llamadas durante horas y al verme no se acercara a saludar y preguntar cómo me sentía.

—Sasha, vamos querida. Iremos al hotel.
—¿Qué? –fue mi pregunta.
—Nos vamos, cariño. Sebastien y Bianca deben hablar a solas.
—Okay.

Me puse de pie y cogí mi bolso.

Bianca de un salto se puso de pie y reaccionó.

—¿De qué debemos hablar tu y yo? No he recibido una llamada de tu parte en toda la tarde, y ahora echarás a la visita.
—Bianca –susurró él.
—Vamos –insistió Mijaíl.
—Contesta, Sebastien. Sabías que hablaría con mi padre. No te importó en absoluto. Necesito una explicación.
—Te la daré, por favor. Subamos a la habitación.
—Subiré, pero antes tendré la cortesía de pedir un taxi y acompañar a los Gólubev a la puerta, ya que tú pareces haberla perdido.

Mientras Bianca muy enfadada pulsaba un número de radio taxi, mis ojos recorrieron una y otra vez los rostros de mi marido y Sebastien… En uno noté compasión, el otro, abatido.

¿Qué diablos estaba ocurriendo?

Sebastien saludó con el clásico, “gracias por venir, disculpen.” Segundos después subió la escalera sin agregar nada más.

Al salir al parque los tres recorrimos en silencio el tramo que faltaba para llegar a los portones. El taxi tardaría alrededor de quince minutos así que aguardamos con paciencia aunque se notaba que Mijaíl deseaba partir de la mansión. Bianca negó con la cabeza repetidas veces murmurando unas disculpas.

—No te preocupes –aseguré—. Todas las parejas tienen conflictos. Tu marido tendrá una buena explicación para darte. Verás.
—Haya ocurrido lo que fuera no me ha llamado en toda la tarde, Sasha.

Mijaíl evitó entrometerse y se mantuvo en silencio. Apenas Bianca lo miró buscando una respuesta, él la interrumpió.

—Debes hablarlo con él.

Volví a observar el parque… No veía a Ron en ninguna parte…

—¿Has visto a Anouk? –pregunté a mi marido.
—Sí.
—Hubiera querido saludarla.
—La verás. Está esperándonos en el hotel.
—¿En el hotel? –se extrañó Bianca.
—Sí… Ella… Bueno yo le dije que era mejor que se quedara unos días con nosotros.
—Rendirá mañana –acoté.
—Pues, repasará las lecciones en el Thon.

Creí que Bianca volvería a interrogar a Mijaíl ante el hecho de alejar a nuestra hija de la mansión, pero no hubo tiempo…

Una hembra alta y delgada, con el cabello rubio recogido en un alto tocado, salió al parque llevando una maleta. Avanzó hacia los portones donde aguardábamos el coche de alquiler. Recorrió nuestros rostros y clavó una mirada gélida sobre Bianca. Noté a mi marido inquieto, nervioso. ¿Qué ocurría aquí?

Mijaíl se adelantó antes de que ella llegara hasta Bianca.

—Ekaterina, puedo pedirte un taxi.
—No gracias –contestó secamente—. Me iré caminando.

Creo que todos imaginamos que iba a avanzar hacia la salida y desaparecer por la ruta como alma en pena. Los errantes eran especiales. Sin embargo se acercó a Bianca con ojos brillantes y coléricos, como si deseara lo peor para ella. La dama de los Craig no era fácil de amedrentar así que no dio un paso atrás para esquivarla. Frente a frente, la errante abrió la boca ante la mirada desesperada de Mijaíl.

—Así que lograste todo lo que querías, ¿verdad? Lo tienes todo ahora.

Bianca no entendía palabra, tampoco yo.

—Ekaterina, Sebastien y Bianca deben hablar –protestó Mijaíl—. Mejor vete, por favor.

Ella lo miró por segundos para después volver a atacar.

—¿No lo sabes? ¿En serio? No puedo creer que el líder de los vampiros deje para lo último algo tan importante como su hembra. No debe tenerte demasiada consideración.
—¡Basta Ekaterina! –exclamó Mijaíl.
—¿Qué cosa debo saber?
—¿Qué cosa? –Sonrió con desgano—. “Cosa” dices a un hijo.
—¿De qué estás hablando?
—¡Ekaterina!

Mijaíl la cogió del brazo y la arrastró más allá de los portones. La actitud grosera de mi marido llamó mi atención. Se notaba furioso ante las palabras de la errante. Palabras que no pasaron de largo para mí… ¿Un hijo? ¿Estaba refiriéndose a Sebastien?
Ella zafó de su agarre y volvió sobre sus pasos hasta Bianca.

—Te has ganado un marido que rige la vida de todos. Pero no tendrás a su hijo. Recuperaré a mi sobrino, te lo juro.
—¿Recuperar a Douglas? –balbuceó Bianca.

Supe que no estaba bien para pensar con claridad. Pero Ekaterina estaba para no solo ubicarla sino para hacerla trizas.

—Nicolay. ¿No entiendes? Hablo de Nicolay. Es hijo de tu marido y de Olga. Mi hermana se suicidó por tu maldita culpa. Nunca debiste cruzarte en el camino. Quiero que sepas que no te quedarás con el niño. Jamás será tuyo. Si quieres descendencia tendrás que concebir tú misma. ¡Si es que puedes!

Un rayo iluminó el cielo y el trueno que lo siguió traspasó los tímpanos.

Creí por un instante que Adrien regresaba del más allá para hacer justicia. Porque no era justo para Bianca. Sin embargo la silueta de Scarlet se dibujó en el portal y avanzó con ira hacia nosotros.

—¡Vete de la mansión ya mismo! ¡O te irás bajo una lluvia torrencial!
—¿Cómo? ¿Desde cuándo dominas el clima? –susurró mi marido.

Ella lo miró.

—Desde hoy. ¿Acaso les asombra?

Mijaíl negó con la cabeza.

—¡Vete errante, no volveré a repetirlo! Juro Ekaterina, que hasta el último poder de quien me engendró lo emplearé contigo si no desapareces.

La bocina del taxi nos volvió a la realidad. Nadie había notado el rugir del motor acercarse. Mijaíl observó a Ekaterina alejarse apresurada y cogió mi mano.

—Bianca, por favor… Habla con Sebastien –insistió—.Tranquila, todo tiene explicación. Él te ama, no lo olvides.

No supe que parte de lo dicho por Mijaíl había escuchado. Solo partió hacia la mansión como alma que la lleva el diablo, seguida por Scarlet.

Ya en el taxi, camino al hotel, recuperé la calma para poder ordenar las palabras e interrogar a quien tenía a mi lado en silencio.

—Mijaíl, dime cómo es posible que Sebastien tenga un hijo de una errante. ¡Contesta! ¿Cómo puede ser que no se lo haya dicho a su hembra?
—Sasha… ¡Cálmate! Sebastien lo supo hace horas. La errante se lo dijo. Él… No podía creerlo. Cuando llegué me encerró en el despacho y me contó. Es una tragedia.
—Tragedia para Bianca. No para él. ¿No deseaba un hijo? Pues ya lo tiene.
—No seas injusta. Sebastien deseaba un hijo de Bianca. Es a ella a quien ama.
—La ama, pero algo ocultó. No me cierran ciertos hechos.
—No sé a qué te refieres.
—¿Cuánto tiempo se enredó con Olga? ¿Vas a decirme que estuvo con ella una sola vez y quedó embarazada? ¡Por favor!

El chofer alzó la vista y me miró por el espejo retrovisor.

—¿Quieres bajar la voz? –susurró mi marido.

Miré a través de la ventanilla el bosque que bordeaba la ruta. Las altas coníferas se balanceaban con el viento de la tormenta que poco a poco dejaba de ser amenazante. La oscuridad del monte en la parte más profunda, y un sendero que se adentraba hasta perderse entre la vegetación, provocó un escalofrío. Me estremecí.

—¿Estás bien?
—Sí… Solo que el bosque me da sensación extraña. No sé… Nunca me había ocurrido al pasar por aquí.

El paisaje subyugante y misterioso provocaba inquietud y malestar. Como si el espeso bosque desconocido quisiera arrancarme parte del corazón y quedarse con un trozo de mí.

—Debe ser por la reserva de lobos. Supongo.
—¿Por qué ahora? Ese sendero… Sé que tiene que ver conmigo y no sé qué es.
—Mientras no te me vayas con un lobo –sonrió apenas.
—Nunca –murmuré. E insistí—. ¿Tendrá algo que ver con los Gólubev?
—Sasha, no digas disparates. ¿Qué tendremos que ver nosotros con los lobos?
—No lo sé… —retomé el tema de Bianca—. Pobrecita, ella no está bien, Mijaíl. Temo por Bianca.
—Tranquila. Ellos se aman. Superarán todo.
—Si tú lo dices, ahora… cuéntame más.

                                                    …………………………..


En el amplio y lujoso comedor del hotel, Mijaíl y yo bebíamos un café mientras Anouk hacía girar la cuchara en la taza de té. La notaba pensativa y triste. Debía rendir uno de los últimos exámenes y con lo acontecido en la mansión el día de estudio se había desperdiciado.

Mijaíl me miró después de observar a nuestra hija menor durante varios segundos. Hice una mueca de pena y él asintió levemente.

—Anouk, no es el fin del mundo que postergues tu examen –la animó.

Ella no levantó la vista.

—Me presentaré de todos modos –bebió un sorbo de té.
—No querrás tener un “reprobado”. Te conozco. Sé cómo te sentirás.
—No, no lo sabes.
—¿Por qué dices eso?
—Porque es la verdad. No lo sabes. Mamá tampoco.

Arquee la ceja y miré a mi marido. Ambos guardamos silencio.

Anouk lucía el cabello recogido y bien peinado pero su atuendo… ¿Cómo decirlo? Era un tanto liberal. Los jeans me parecían muy ajustados a lo que ella acostumbraba a usar y la camiseta a rayas, muy bonita por cierto, se veía ceñida al cuerpo marcando sus sinuosas formas.

—Bonita camiseta –susurré.

Ella se echó un vistazo rápido y volvió a beber el té.

—Sí, es muy bonita. Rose tenía razón. Me queda bien.
—Ah –sonreí—, ¿Rose te ha elegido la ropa?
—Digamos que me ayudó a cambiar el look.
—Me parece muy bien. ¿Verdad querido?

Mijaíl me miró y bebió el café. No dijo palabra aunque adiviné que le había resultado un tanto extraño el cambio repentino.

—Mijaíl –insistí—. ¿Cierto qué luce hermosa?
—Bueno…
—No te preocupes, no busco aprobación –interrumpió—. Dejé de ser menor de edad hace mucho tiempo.
—¡Claro! –titubee.

Mi marido hizo a un lado la taza de café junto al platillo y cruzó las manos sobre la mesa. La observó fijo y habló con voz pausada pero firme.

—Sé que no eres menor de edad. Solo que a tu madre y a mí nos llama la atención el cambio tan… Tan drástico. Tú no eres así. Quizás estás forzándote en parecerte al resto y es bueno mantener tu idea pese al mundo que te rodea.

Anouk imitó el gesto con la taza de té y después de cruzar las manos sobre la mesa y mirarlo fijo respondió.

—No estoy forzándome. Me siento a gusto. Y lo bueno hubiera sido haber estudiado el día de hoy.
—Pero no se pudo, Anouk. ¿No te has dado cuenta el drama para Sebastien y Bianca?
—¿Qué drama? El verdadero problema no lo tienen ellos. Lo tiene el niño. ¿Han pensado en él?

Mijaíl abrió la boca pero no articuló palabra.

—Hija –agregué—, es muy conmovedor que apliques tus estudios de psicología infantil, pero se trata de un hijo que ni Sebastien ni Bianca esperaban.
—¿Y entonces qué hacemos? –se enfadó—. Lloramos, pataleamos, y nos compadecemos. ¡Qué vida terrible! ¡Qué sorpresa desagradable! ¡Pobre de Sebastien y Bianca!
—Anouk, no sé a dónde quieres llegar. Sebastien se hará responsable, puedo jurarlo que el niño vivirá en la mansión y tendrá la familia que tuvo Douglas y Numa.
—Nicolay ya tiene una familia. ¿Lo olvidan? Nació y creció con los errantes, papá.
—Pero es un Craig.
—De la noche a la mañana no puedes cambiar su vida. No tiene la culpa de los errores de los adultos. Espero que el líder de los vampiros sea meticuloso al respecto. Podría causar daño psicológico grave si no piensa ante todo en Nicolay. Y por lo que pude observar, permíteme dudarlo.
—Anouk…
—Hija, Sebastien es muy sabio. Sabrá qué hacer –agregué.
—Te diré que por el momento no ha sabido. De hecho yo no hubiera permitido que Ekaterina partiera de la mansión. El niño la necesita.
—¡Es su padre! –exclamó mi marido.
—Es un extraño.
—Okay… Dejemos que el tema lo resuelvan ellos. Yo estaré apoyando a mi amigo en la medida que me necesite.
—Y yo estaría apoyando al pequeño si no me hubieras sacado de la mansión.
—¡Qué terca eres!
—Mijaíl, solo trata de ayudar. Tranquilícense los dos.

Mi marido hizo una seña al mozo y pidió otro café.

—Voy al baño mientras el mozo no trae el pedido. Si desean algo más, háganselo saber.

Se puso de pie y se alejó. Esperé a que se perdiera entre los humanos y miré a Anouk con una sonrisa.

—Me gusta tu cambio. Te ves hermosa.
—Gracias, mamá.

Incliné mi cuerpo hacia ella en actitud confidente.

—Cuenta, ¿te gusta un humano? ¿Es de la Universidad?

Bebió un trago de té.

—Algo así.
—¡Yo sabía! El cambio se debía al sexo opuesto. No creas que me parece incorrecto. A tu padre tampoco. Solo que fue tan repentino.
—No fue repentino, mamá. Hace tiempo que vivo en Kirkenes.
—Cierto. ¡Cómo pasa el tiempo!
—Sí, transcurre rápido. Son varios meses.
—¿Y? Bueno… ¿Cómo es él? –sonreí.
—No te gustará.
—¿Por qué?
—Porque es pobre.
—Anouk, no seas injusta. Dimitri no se ha enamorado de una millonaria. Aún así la queremos mucho y no nos importa la clase social.
—Es educado pero rústico.
—Bueno… No es tan importante. Tú sabes que las hembras tenemos el poder de cambiar a los machos.
—El caso es que no deseo cambiarlo. Me gusta tal como es. Honrado, trabajador, y sin Universidad. Sencillo, simple, sin anillos de oro y piedras preciosas en las manos.

Me miré las manos…

—¿No te gustan mis anillos?
—Te quedan bien. Sin embargo son superfluos e innecesarios, ¿no crees?

Volví a observar mis anillos.

—Quizás…

Mis ojos recorrieron el rubí con el águila bicéfala.

—Pero el símbolo de los Gólubev lo llevo con orgullo.
—Eso lo sé.
—¿Tú no?
—Depende que quiera demostrar con la joya.
—No entiendo.
—Quiero decir que si lo uso para identificarme está perfecto. Ahora si el anillo solo es muestra de poder y dinero…
—Anouk, es un símbolo de los Gólubev.
—Por eso digo.

El mozo se acercó con el café.

—¿Desean algo más?
—No, gracias –contestamos.

Apenas se alejó volví con el tema.

—¿Me dirás algo más sobre el humano que te quita el sueño? ¿Gusta de ti? Hablemos entre hembras.
—No. No me registra.
—¡No puede ser! Eres muy bella.
—Drank no es un humano común. No es superficial. Y no soy bella.
—Sí, lo eres. ¿Drank? Me suena el nombre. ¿Lo conozco?
—El leñador amigo de Liz.
—¿De Liz? Pues, entonces ella te ayudará en la conquista.

Sonrió con burla.

—No lo creo. No lo sabe. Y cuando sepa no le caerá en gracia.
—Basta de menospreciar a tu familia. ¿Qué te ocurre? Liz nos conoce. Somos los Gólubev.
—¡Claro que nos conoce! Natasha, Lenya, ¿te dice algo?

Enmudecí…

—¿Te has quedado sin habla? Te entiendo. Paso pensando en la reacción el día que se entere la reina del mar, que deseo a su mejor amigo en mi cama.
—¡Anouk! No seas ordinaria.
—¿No dijiste que habláramos entre hembras? No mencioné nada equivocado. ¿O no deseabas a papá cuando lo conociste?

Me recosté en el respaldo con las manos en el regazo. Observé por la ventana la calle concurrida.

—Lo siento, fui grosera.
—No te preocupes… Es cierto… Deseaba a tu padre… Pero también imaginé una vida junto a él. Hay que separar el amor del furtivo deseo.
—Sé lo que siento por él.
—Entonces… Estoy segura que ni la reina del mar podrá hacerte abandonar la lucha.
—Claro, aprenderé a nadar.

Mijaíl regresó y cogió asiento.

—Llamé a Sebastien, pero no contesta. Me preocupa.
—Tranquilo, querido. Todo se resolverá.
—Por supuesto, Sasha. Es que estoy ansioso.
—Son muy ingenuos los dos –retrucó mi hija.
—¿Por qué lo dices?

Mi marido volvió la vista hacia Anouk que lo miraba fijo.

—Los errantes querrán al niño. No será fácil para Sebastien arrebatárselo.
—No está arrebatando nada, Anouk. ¡Es su hijo! Le pertenece.
—¿Pertenece? ¿Es un paquete?
—Okay, terminemos de hablar de los Craig. Dime tú cuando rendirás la asignatura.
—Te lo dije, papá. Mañana me presentaré de todos modos.
—¿Y si repruebas? Te sentirás muy mal.
—Lo superaré. Es parte de la vida.

Dicho esto se puso de pie.

—¿Darán una vuelta por Kirkenes? Si es así disfruten el paseo. Me iré a estudiar. Buenas noches.
—Buenas noches, cielo –contesté.
—Buenas noches, hija.

Anouk se apresuró y subió la hermosa escalinata hacia las habitaciones. No miré a Mijaíl hasta que escuché su voz.

—¿Me dirás que ocurre con esta niña?

Sonreí.

—Eso… Que ya no es una niña hace tiempo.


Sebastien.

Por la ventana de mi habitación vi a Ekaterina hablar con Bianca. ¡Maldición! Iba a empeorar la situación si es que podía estar peor. Ensayé una decena de veces como decirle a Bianca sobre mi hijo, para que al final la errante le escupiera en la cara la verdad. Porque estaba seguro que eso había hecho. Después escuché el trueno…

Me retiré unos pasos hasta sentarme al borde de la cama. Esperé que por la puerta de la habitación entrara mi hembra que aunque confusa y un tanto enfadada fuera un poco comprensiva. Sin embargo nada más lejos…

Creí que al tenerla frente a frente podría explicar con claridad los hechos. El romance con Olga el cual ella tenía conocimiento, mi ausencia de culpa por no saber sobre mi hijo, mi amor incondicional por ella, pero no… No pude decirle nada de lo planeado. Porque con el corazón latiendo asustado y mi cuerpo temblando, solo atiné a defenderme. Pero la defensa se emplea cuando uno cree que puede ser culpable. Y ese fue un grave error.

La mirada de Bianca sobre mí, me congeló de pies a cabeza. Ni siquiera la apartó cuando le pidió a Scarlet que nos dejara a solas. El sonido de la puerta al cerrarse me hizo ver mi verdadera posición, desarmado y aún sin poder creer lo que estaba ocurriéndonos. Sí, porque esta noticia nos involucraba a los dos…

Escuché su voz, apagada, y la pregunta cuya respuesta fue la única que pude responder con certeza.

—¿Desde cuándo lo sabes?
—Hoy me he enterado. No lo sabía –bajé la vista.

Ella caminó unos pasos acercándose.

—¿Por qué no me miras a la cara cuando respondes?

Encogí mis hombros. Poco a poco mis ojos se encontraron con el bello borgoña.

—Ahora está mejor –susurró.
—No sabía nada de Nicolay, te lo juro. No ocultaría un hijo. Tienes que creerme, me conoces.
—Sé que no ocultarías a Nicolay si hubieras sabido. El caso es… ¿Cómo no te enteraste del embarazo de Olga? La usaste y te fuiste.
— No es así. Ambos éramos adultos y lo teníamos claro.
—¿De verdad? ¿O tú lo tenías claro y lo diste por hecho?
—Por favor, Bianca.
—¿No supiste más de ella?
—Se acercó un par de veces.

Arqueó la ceja.

—Y la rechazaste.
—¡Por qué te conocí, Bianca! Me enamoré perdidamente de ti.
—Te recuerdo que en el yate tú mismo dijiste que pensabas asesinarme. Te recuerdo también que no lo hiciste porque era de tu utilidad. Tenía el maldito código genético, alimentaba a Douglas con mi sangre, y otro detalle… Podía haberte denunciado sabiendo los homicidios.
—¿De qué estás hablando? No estás pensando con claridad. Estás mezclando todo.
—Es cierto, puede ser… No estoy pensando con claridad. La situación lo amerita. De la noche a la mañana tienes otro hijo y yo… que no podré darte ninguno. ¡Tres hijos! Uno del corazón, y dos de dos hembras diferentes. Pero ninguna soy yo.
—Bianca…
—Justo lo que deseabas tanto tiempo. No fui yo…
—Si hubiera tenido elección sabes que tú hubieras sido la madre de mis hijos. No elegí ser padre ni con Sabina ni con Olga.
—Sin embargo están aquí. Podrás ver rasgos o gestos de tus hembras en ellos.
—No me importa que veo en ellos. Son mis hijos. Los amo por ser una parte de mí. A Numa lo amo y no lo engendré con ninguna hembra. ¿Puedes entenderlo?
—Creo que hoy por hoy no puedo entender nada. No estoy preparada para recibir esta clase de noticias.
—Comprendo que te lleve un tiempo –me acerqué.
—Es que… —retrocedió—. Por favor… yo… Necesito estar sola.

Iba a coger ropa del ropero para dormir en el sofá por esa noche, pero ella se adelantó quitando algo más que un pijama de los estantes.

—¿Dónde vas?
—A la habitación de huéspedes.

Liz.
Cerré la puerta despacio y me senté en la cama. Nadie de la casa estaba ajeno a los acontecimientos. Quizás esperarían a que todo se calmara. Pero a mí me afectaba demasiado. No tenía a Lenya a mi lado y últimamente con el embarazo me había vuelto muy dependiente de él. No por los quehaceres, los cuales me arreglaba sola. Eran sus brazos cobijándome, sus labios hundiéndose en mi cuello antes de dormirse. Sus dedos varoniles enredándose en mi cabello mientras hablábamos del futuro bebé. Extrañaba sus caricias y palabras contenedoras. Su mirada llena de amor.

Mis ojos recorrieron la habitación vacía. Silencio alrededor… Deseaba escuchar su voz. Asegurarme que todo iba a estar bien en la mansión. Por la ventana la suave brisa traía el aroma a mar. Hubiera sido un aliciente poder hablar con las sirenas, pero era muy tarde y mi bebé había estado inquieto en mi vientre. Si tan solo Drank estuviera cerca podríamos conversar sobre lo acaecido esta tarde.

Por instinto cogí el móvil sobre la cama. Sin embargo me arrepentí segundos después. Mi amigo no deseaba verme, y yo no le haría más daño del que sin querer le había provocado.
¿Y Lenya? Imposible llamarlo. Adivinaría que algo malo ocurría y entonces vendría sin perder tiempo y no completaría su plan. Debía aguardar su llegada. Tampoco podía hablar con Marin. La pondría en compromiso de guardar el secreto a Douglas y él debía enterarse de los hechos por su padre.

Decidí recostarme en la cama y tratar de dormir. Lo logré por un par de horas. Inclusive soñé. Pero no fueron sueños reparadores. Una y otra vez, la imagen de un mar bravío crecía formando una ola gigantesca capaz de llegar hasta la mansión. Al retirar las aguas, nada quedaba de la construcción ni de nosotros. Solo ruinas… Todo era tragado por el mar.

Tuve temor de lo que significarían esas pesadillas y el hogar de los Craig desbastado.


Scarlet.

Caminé por el pasillo de planta alta hasta llegar a la escalera. Segundos antes había pasado por la habitación de Anne para asegurarme que estaba ajena a todo conflicto. Efectivamente Anne había estado escuchando música con los cascos puestos así que omití contarle detalles. Solo pregunté si deseaba algo de comer o beber y me contestó con una sonrisa un amable, “no gracias”.

Eché un vistazo al fondo del pasillo en penumbras. Ron permanecía de pie custodiando la puerta de la habitación de Nicolay. Estaba claro que mi hermano jamás permitiría que el niño abandonara la mansión sin establecer las nuevas reglas. Suponía que los errantes podrían desaparecer con su hijo y sería muy difícil encontrarlo.

Un sobrino, tenía un sobrino de la noche a la mañana. Hubiera sido injusta si pensaba que transformaría mi vida. No creía que hubiera cambios con respecto a mí estrenando el papel de tía. Pero sí para Bianca como madre de un pequeño desconocido.

Había llamado a Charles y a Margaret, y no hallé respuesta. Rose me informó que ambos habían viajado a Bergen por unas semillas de flores exóticas que deseaban conseguir. No quería imaginar el rostro de Charles cuando supiera las últimas noticias.

Desde la altura donde me encontraba, de pie en el último peldaño, observé la gran sala silenciosa. Deseaba imaginar que poco a poco la mansión volvería a la normalidad, sumada a las risas de un bonito niño. Sin embargo esos finales armoniosos y mágicos solo ocurrían en los cuentos. Aunque no dudaba que lo lograríamos faltaba mucha agua correr bajo el puente.

Mientras bajaba uno a uno los escalones, mi móvil vibró en el bolsillo de mis jeans. Miré el número y suspiré. Había olvidado a Grigorii y la cita en el hotel. Ambos teníamos libre la noche y haría más de una hora que esperaría por mí.

—Scarlet –su voz sonó preocupada.
—Grigorii, lo siento.
—¿Estás bien?

Caminé hacia el sofá y vi el bolso de Bianca tirado al descuido. Me senté y continué la charla a pesar que no sabía qué diablos decirle.

—Me siento bien, sí.
—¿Olvidaste la cita?
—No, hay problemas en la casa.
—¿Anne?
—No, en absoluto. Es sobre mi hermano y mi cuñada. Largo de explicar.
—Entonces, ¿quieres que te espere o vaya pidiendo habitación?
—No iré, Grigorii.

El silencio a través del móvil hizo imaginarme la cara de decepción que tendría.

—Escucha, lo dejaremos para otro momento.
—Scarlet, ya lo hemos postergado la otra vez. Creo que no quieres estar a solas conmigo.

Rodee mis ojos.

—No es eso. Ya te dije, las cosas se complicaron aquí.
—Pero es un problema entre tu hermano y la doctora. Ya son adultos. Scarlet…
—No entiendes. Debo permanecer en casa. Por favor, regresa a tu apartamento. Iré en cuanto pueda.
—No, no vendrás. Sé que no lo harás.
—Grigorii…
—No soy tonto, son excusas. Sigues alimentando mis ganas de tenerte entre mis brazos y por una causa o la otra… Okay…

Cortó la llamada. Cerré los ojos acongojada por no poder decirle toda la verdad de una vez por todas. Miré el escudo de los Craig colgado de la pared. Ese león que parecía tan feroz y fuerte ante cualquier dificultad. Su mirada brillaba a través de los rubíes por la luz de la lámpara central.

—Papá… Danos un respiro –murmuré.

Escuché una puerta abrir y cerrarse. Mis ojos se fijaron en lo alto de la escalera, después el pasillo… Podría ser Bianca… Esperé unos segundos y me puse de pie. Me acerqué dispuesta a ayudar en lo que pudiera… Sea quien fuera no decidió bajar. Otra puerta se escuchó abrir y cerrarse. Seguramente mi cuñada había decidido abandonar la habitación conyugal. Bueno… Era lógico que no lo tomara bien. Habría que esperar cuánto duraría el distanciamiento entre ellos.

Rose surgió por la puerta de la cocina.

—Hola, te hacía durmiendo.
—No puedo dormir Scarlet. Estoy preocupada.
—Lo sé. Yo también. Ven, sentémonos y tratemos de matar el tiempo. ¿Juegas ajedrez?

Negó con la cabeza.

En ese instante la figura de Lenya se materializó en la sala. Por su amplia sonrisa no tendría ni idea lo que había ocurrido. Liz no le habría contado y creí que había sido lo mejor.

Dejó su bolso en el suelo y lanzó unos papeles sobre el piano.

—¿Qué tal niñas?

Rose y yo nos miramos.

—¿Qué ocurre?
—Bueno, varias cosas. Siéntate –sugerí.
—¿Liz? ¿Ha ocurrido algo malo?

Su rostro se transformó.

—No, tranquilo. Liz y el bebé están bien. Solo que… Hay novedades.
—¿Qué clase de novedades?
—No sé por dónde comenzar.
—Resúmelo, hazme el favor. Me caracterizo por ser muy impaciente.

Avanzó y se detuvo frente a mí.

—Habla.
—Okay… Ekaterina, la errante, confesó a Sebastien que Nicolay es hijo de él y de Olga.
—¿Qué dijiste?
—Lo que oíste. El resto es consecuencia de la bomba que lanzó.
—¡Mierda! Tu poder de síntesis…
—¡Quién te entiende! Dijiste que fuera al grano.
—No puede ser.
—Sí, así fue.
—¡El chico tiene seis años! Los errantes lo ocultaron todo el tiempo. ¿El niño lo sabe?
—Parece que sí. Ekaterina lo mantuvo callado.
—Eso explica porque le tenía miedo a nuestro hermano.
—Pobrecito –murmuró Rose.
—Vivirá con nosotros, supongo.
—No te quepa duda. Sebastien ordenó custodiarlo por si los errantes venían por él.
—¿Ekaterina?
—Se fue. Tengo entendido que se quedará en el hotel con Boris y Branden.
—¿Cómo tomó la noticia Sebastien?
—Sabes como es. Ama a sus hijos y Nicolay no será la excepción.
—Entonces no hay problema.

Arquee la ceja.

—Bianca… —murmuró.
—Será difícil para ella.
—¿Quieres que traiga un café, Lenya? –ofreció Rose.
—No, te agradezco. Lo que necesito está en mi habitación y muero por verla.
—Ella también te ha extrañado. Ve, te pondré al tanto si algo ocurre.
—Y hoy es… ¿Tú no tenías cita con ese peor es nada?
—Memoria de hermano celoso. Recordaste.
—Obvio. ¿Saldrás?
—No. La cancelé, pero no le gustó en absoluto.
—Si te ama tendrá paciencia.
—Permíteme dudarlo. Reprochó que lo tenga a cuento.
—Tranquila, volverá a llamarte.
—¿Y si no lo hace?
—Entonces te mintió, no te ama, y le romperé los huesos.
—¡Pobre de ti!

Cogió el bolso, los papeles del piano, y desapareció en segundos.


Lenya.

Saludé a Ron con un gesto silencioso. Primero me pregunté qué hacía de pie como soldado, atento a cualquier ruido. De inmediato adiviné que cuidaría el refugio del nuevo integrante de los Craig. ¡Caray! ¡Qué sorpresas daba la vida!

Continué hacia mi alcoba con los deseos de ver a Liz aumentando a cada paso. Mi mano tanteó el picaporte y antes de girarlo mi amada abrió la puerta y se lanzó a mis brazos. Dejé caer el bolso de viaje y los papeles. La rodee encerrándola contra mi cuerpo.

—Cariño, te extrañé.
—Yo también –rompió a llorar.

Me asusté.

—Liz, Liz, amor… Tranquila. Estoy aquí… Ya estoy aquí.
—Fue horrible, Lenya. Sebastien y Bianca están enojados y... –sollozó.

Cogí su rostro entre mis manos y mis ojos se hundieron en esa mirada que amaba tanto.

—Lo sé. Acabo de enterarme por Scarlet. Tranquila, Ven…

Cogí el bolso y los papeles y cerré la puerta. Dejé todo sobre la cama y volví por ella. Había quedado inmóvil mientras sus lágrimas corrían por el bello rostro.

De la mano la guié hasta la cama y nos sentamos uno junto al otro.

—Mi amor, no llores. Verás que todo se arreglará.
—Lenya, tengo pesadillas horribles.
—Cuéntame cielo, ¿qué sueñas? Juro que iré por el mismo Morfeo hacerle pagar tu angustia.

Sonrió.

—Lenya, me haces reír aunque esté triste.
—¿Eso por qué? Dudas que iría por él al mismo limbo.

Negó con la cabeza y se secó las lágrimas.

—No, sé que lo harías. Te amo. Te necesité mucho. No quiero que te separes de mí tanto tiempo.
—Prometo no dejarte sola tantos días. Sabes que necesitaba hacerlo.
—Sí, ¿y cómo te fue? ¿Lo lograste?
—Lo logré.

Su sonrisa reflejó la felicidad que sentía por Rodion. Acaricié sus hebras rubias que caían hasta la cintura.

Me tumbé de perfil para poder admirar su belleza. La tristeza parecía haberla abandonado y su rostro angelical reflejaba la armonía. Se sentó como Buda sobre la cama y el vientre redondo y perfecto quedó entre sus piernas como acunando el tesoro. Mi mano voló hasta mi hijo resguardado en sus entrañas y acaricié la piel por la abertura de la chaqueta del pijama como si pudiera tocarlo.

—No me fue tan difícil.
—¿Natasha te ayudó?
—Sí. Pero no creas que me ha pedido nada a cambio.
—Verte no le habrá sido agradable.
—Puede ser. El caso es que la venganza se cumplió y eso es lo importante.
—Estoy muy contenta por ello. Pero más que estés aquí.

Sus delicados dedos recorrieron la mano. Posó la suya sobre la mía. Mi hijo cambió de posición y una protuberancia dura empujó desde el interior.

—Hola hijo…

Ella sonrió y colocó un mechón rubio tras de su oreja.

—Saluda a papá, cariño. Ya está con nosotros.

El bebé pareció quedarse inmóvil. Acerqué mi boca cerca del ombligo y deposité un reguero de besos.

—Me haces cosquillas –rio.
—Los besos son para él, resiste —sonreí.

De pronto otro bulto pequeño sobresalió bajo la costilla. Me sorprendí.

—Liz, ¿no es muy largo?

Asintió mientras reía.

—Sí, y muy inquieto. Será alto y revoltoso como tú.
—Puede que sea ella, ¿verdad?
—Claro, pero dicen que los varones son de talla más grande.
—Quiero que nazca, Liz. Deseo verlo y poder sostenerlo en brazos.
—Paciencia, hasta el otoño.
—No sé como aguantaré. ¿Podría nacer antes?
—Sí, pero no es lo ideal. Supongo que entre vampiros será igual. Hablé con Sara Dyre se adelantó. Creo que deberíamos preparar su habitación. Comprar más pañales. Usan mucha cantidad cuando son recién nacidos. También me lo dijo Sara.
—Ah… Y… ¿La habitación? ¿No dormirá aquí? Sara y Rodion duermen en la misma habitación.
—Es aconsejable que tenga su espacio.

Sonreí.

—Mi reina del mar, eso ni tú ni yo lo creemos.

Al instante una puerta del pasillo se abrió y el llanto de Nicolay se escuchó nítido. Después la voz de Ron. Me puse de pie de un salto y salí apresurado justo cuando Sebastien avanzaba por el pasillo hacia el niño.

—Nicolay, corazón. ¿Por qué lloras? Se inclinó frente a él.

Ron aguardó a su lado y yo me acerqué lentamente.
—Quiero a mi tía Ekaterina –lloró.

Sebastien lo alzó en brazos y secó las lágrimas. Escuché a Scarlet subir por la escalera.

—Tranquilo, tu tía fue por unas cosas que le hacían falta.
—No es verdad. Ella se llevó su bolso –lloriqueó.

Arquee la ceja y miré a mi hermano.

—No lo subestimes, es un Craig.

Scarlet se aproximó con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido.

—Iré por su tía.

Sebastien la miró enfadado. Mi hermana alzó la barbilla.

—La casa es de los tres, ¿quieres que votemos? –después se dirigió a mí—. ¿Lenya?

Encogí los hombros.

—Bueno… Supongo… Que sí Nicolay extraña a Ekaterina…Tendríamos que…
—¡Okay! Hagan lo que quieran –protestó.

Dicho esto desapareció con el niño hacia su habitación.

Scarlet lo siguió y se detuvo evitando que cerrara la puerta. Sus ojos se endulzaron con cierta compasión.

—Hermano, no tengas miedo. Nadie te quitará tu niño.


Bianca.


Me recosté sobre la cama de la habitación de huéspedes. Hecha un ovillo, acurrucada, la escena del parque iba y venía por mi mente. Sebastien tenía un hijo, y de Olga. Había sido una desconocida todo el tiempo que viví con él. ¿Cómo saber si el hecho de no haberla mencionado coincidía con no haberla tenido día a día en su memoria? Sin embargo Sebastien no había vuelto a verla desde que nos conocimos, porque de lo contrario hubiera sabido del niño. Dijo, “me enamoré de ti, Bianca”. Él había dejado parte de su libertad y su mundo por mí… ¿Y ahora? ¿Qué tenía para darle yo? Un hijo seguro que no. Justo lo que él había deseado había sido regalo de otra.

El niño era muy bello. Nicolay era un Craig por donde lo vieras, no sé cómo no pude sospechar. Esos ojos grises y vivarachos. Aunque no pude compartir demasiado debido a la aparición de mi padre. Mi padre… Casado con mi madre y manteniendo una familia que nunca había deseado. Lo había confirmado hace horas atrás. Jamás había buscado tenerme. Llegué para arruinar su verdadera felicidad. En definitiva, dos veces mi aparición había arruinado la vida de alguien. De mi padre y de Olga. Quizás lo correcto hubiera sido que no hubiera nacido, o quizás… desaparecer del mundo.

Una corriente helada abrazó mi cuerpo. Las cortinas blancas de tul rozaron la alfombra en un balanceo suave y constante. Cerré los ojos, no deseaba verla. Aunque fue inevitable escuchar su voz.

—¿No deberías haberme llamado si deseas morir?

El aire escapó de mi boca en forma de suspiro de hartazgo.

—Hela… Otra vez tú –murmuré—. ¿Cuándo me dejarás en paz?
—Si tuviera mi don ya no me verías.
—Dijiste que para ello debería bajar al submundo y regresar.  Y no me siento fuerte para hacerlo.
—Ah sí, ese es un detalle importante. Esta vez nadie te ayudará a regresar. Sin embargo… viendo que no estás tan a gusto con tu vida… Yo que tú me replantearía que deseo.
—Esto que haces conmigo tiene un nombre para mi mundo. Y se llama instigación al suicidio. Pero tendrás que buscar otro método. No me quitaré la vida.
—¡Qué luchadora eres! Si quieres puedo aplaudirte de pie.
—Lo que quiero es que te vayas.
—Como gustes. Pero no olvides, regresaré.

























14 comentarios:

  1. Hola, Lou... Estaba ansiosa por leer un nuevo capítulo... y ya lo leí
    Creo que Bianca se ha enterado de que Nicolay es hijo de Sebastien de la peor forma posible... Sin embargo, también entiendo a Ekaterina... está herida y ha descargado su dolor sobre Bianca
    Es normal que Bianca reaccione de este modo... deseaba quedar embarazada y no lo ha logrado todavía... enterarse de que ella no fue una hija deseada tampoco ha ayudado
    ¡Qué mal se ha comportado Hela! Y sí, a mí también me parece que quiere aprovecharse de la debilidad de Bianca para hacerle daño
    Creo que Anouk tiene razón... no se puede separar a Nicolay de su familia así como así... El niño ya está llorando porque echa de menos a su tía
    Tampoco creo que Ekaterina, Boris y Branden vayan a quedarse de brazos cruzados
    En este tenso capítulo hacía falta la presencia de Charles
    Y todavía no imagino la reacción de Douglas y Numa
    Me ha intrigado mucho el miedo de Sasha al bosque... y el sueño de Liz, esa ola gigantesca que se traga a la mansión de Los Craig
    Lou, un magnífico capítulo... mi más sincera enhorabuena, me ha encantado
    Y hoy, que es el día de los Magos de Oriente... pues he recibido un regalo precioso... Muchas gracias
    Besos

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    1. Mi querida amiga, coincido que Ekaterina está herida. Era su hermana quien sufría por Sebastien. Para Bianca no es fácil porque no se encuentra en un buen momento, todo lo contrario y eso me asusta. Hela quiere aprovecharse pero sabe que hay reglas en el submundo que no podrá eludir.
      Creo que Anouk es la más ubicada e inteligente de todos. Al menos en este hecho donde Nicolay está involucrado. Se nota que su vocación son los niños.
      No, tienes mucha razón, los errantes no se quedarán de brazos cruzados.
      Yo también ansío saber que dirá Charles, Douglas, y Numa. También Bernardo.
      Sobre Sasha no puedo abrir la boca por ahora... Pero estoy segura que si lo piensas quizás algo puedes deducir. Hay que esperar querida escritora.
      Y el regalo lo he recibido yo con tu magnífico comentario. Muchas gracias cariño. Un besazo y un buen año para ti y familia.

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  2. Muchos problemas hay en la casa, creo que para Bianca fue un gran golpe de resivir 2 noticias que sean como sean son duras para ella, mmm me preocupa que Hela no la deje en paz y a como esta Bianca haga algo malo, excelente capítulo Lou, feliz año nuevo amiga!!!

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    1. ¡Hola Lau! Es verdad, cariño. La mansión de los Craig tiembla y creo que es el comienzo.
      También me preocupa Hela. Aunque se atenga a las reglas Bianca no está en condiciones de ser astuta. El mensajero de la muerte quiere su don, es justo. Ya que Bianca se le ha escapado entre sus manos. De todas formas el tiempo se acorta y eso es lo que necesita Bianca para reponerse. Veremos que ocurre. Un beso grande mi niña, y muchas gracias por comentar. ¡Feliz año para ti también!

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  3. Uy pobre Bianca ojala aclare la cosas con Sebastien. Lo dejaste muy interesante. Te mando un beso

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    1. ¡Hola querida escritora! Bianca deberá soportar algunos hechos y no sé como lo tomará. Será difícil con Hela tras su rastro. Me alegro amiga que te haya gustado y te felicito por tu novela. Un beso grande y gracias por comentar.

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  4. El único regalo que me han dejado los reyes es este magnifico capítulo. Muy bueno, gracias reina Lourdes.
    Bianca y Sebastien tienen que hablar largo y tendido. La falta de comunicación es la plaga que puede destruir su amor.

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    1. ¡Hola Ignacio! Un honor que me visites y te agradezco mucho que comentes. Me alegro que te haya gustado. Si deseas los archivos de los libros anteriores, con gusto estarán a tu disposición. ¡Muchas gracias y un feliz año!

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  5. Si hay muchos problemas en la mansión pero estan todos muy unidos y preocupados.Hela es mala y quiere el mal de Bianca.Todos tienen razon porque Sebastien no sabia que Olga se habia quedado embarazada,Ekaterina quiere a su sobrino y esta mal porque su hermana se suicido y Bianca esta mal porque queria ser la madre de un hijo de Sebastien.Tienen que mirar el bien del niño como ha dicho Anouk.Bianca tiene que entender que Sebastien no la conocia cuando la que se suicida se quedo embarazada y lo mas importante de una pareja no es tener hijos.Me ha gustado mucho,escribes muy bien.

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    1. Ante todo muchas gracias Ramón por visitar mi blog y comentar, eres muy atento.
      Me alegro que te haya gustado y lo mismo para ti, los archivos de libros anteriores a Iris púrpura están a tu disposición. ¡
      ¡Un abrazo y un feliz año!

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  6. Hola Lourdes, tanto tiempo!!!
    Veo que sigues escribiendo mucho. Me alegra amiga. No sabía cuál blog tenías activo.
    Gracias por acordarte de mi.
    Un beso grande.

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    1. ¡Hola Lujan! Una alegría encontrarte en el face. Me gustaría comprar tu obra. ¿Se encuentra por editorial Dunken? Un beso grande y gracias por tu visita.

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  7. Bianca encontró una gran ayuda y amistad en Sasha, ¡menos mal!
    Ekaterina... entiendo su dolor, pero bastante desubicada a mi parecer.
    El sueño de Liz es una representación del clima que se vive en la mansión.
    Lenya sigue siendo un dulce capítulo a capítulo.
    Hela... puede ser un poco intensa cuando quiere jajaja

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    1. ¡Holaa! Jajajaja, sí. Hela es intensa y escalofriante. Lenya es un sol, pero cuando se enfada es muy terco y orgulloso. De Ekaterina que te puedo decir... es un personaje que deberás ir descubriendo.
      Liz está muy nerviosa y angustiada, necesita recreación. Veremos si funciona.
      Bianca y Sasha al parecer se han hecho muy amigas. Me gusta.
      Muchas gracias reina por comentar.Un besote enorme.

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