Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


jueves, 28 de septiembre de 2017

¡Hola chicos! Como había adelantado nos vamos despidiendo de historias en la reserva. Ya volveremos con todo, lo prometo. Es una perspectiva de Drank. Necesitaba transmitirles que está sintiendo para dar un cierre provisorio. Espero que encuentren en cada coma o punto suspensivo,  su sentir y pesar. Sé que los dejo con la miel en los labios. Créanme vale la pena esperar. Prepárense para entrar a la mansión de los Craig y en el próximo capi irán teniendo sorpresas. Un beso grande. Y gracias por perder su tiempo y comentar. 


Capítulo 36.
El inicio.




Drank.

El día siguiente a la carrera la tormenta se desató y hubo que cambiar los planes de nuestro día libre. Nos reunimos en la cabaña de Kriger y Mike, junto a Louk y July, Tim, Carl, Leidolf y Gry, Ragnor e Idona. Bua no había podido venir. Se preparaba para dar examen de química la próxima semana. Así que era el único en la reunión que no tenía pareja o al menos alguien que jugara en equipo. Con los naipes no hubo problema, el póker podía jugarse individual, pero cuando decidieron medir la destreza en un juego de pool, no pude evitar sentirme fuera del grupo.

Por suerte a Mike se le ocurrió una idea.

-Oye Drank, jugarás con quien obtenga el puntaje más alto.
-Vale –sonreí.

Kriger y Mike tenían una bonita cabaña, muy amplia. Louk me había contado que Kriger la había heredado de su padre. Un lobo que trabajaba y vivía en el centro de Kirkenes, de profesión abogado. Se había divorciado de su esposa cuando se enamoró perdidamente de una humana colega. Por lo tanto no habitaba la reserva hacía varios años y el trato con su hijo era prácticamente nulo. Su esposa no había querido saber nada de él, por lo tanto la cabaña pasó a manos de su único hijo.

Antes de conocer su historia no imaginaba que a los lobos podrían ocurrirles hechos similares a nuestra raza, pero después de todo, ¿por qué no?

Me recosté en la pared de esa sala tan cálida y ahora llena de bullicio mientras bebía mi cerveza. La ventana, a pocos centímetros de mí permitía contemplar la lluvia torrencial que chocaba los cristales con fuerza. Alternaba así, la vista de aquel paisaje frondoso y verde con los rostros de aquellos que comenzaba a estimar.

¿Llovería en Drobak? No necesariamente. Incluso la estación primaveral era una de las más pintorescas y coloridas. ¿Qué sería de Charles y George? Aquellos amigos desde la época del colegio superior. ¿O de Martha, o de Nina? ¿Qué sería de Nina? ¿De mi padre? Bueno, de él tenía noticias a menudo. Me llamaba día por medio para contarme como le iba y se preocupaba siempre por mi estado de ánimo. A decir verdad, me había convertido en un experto actor. No era mi intención que estuviera tan lejos y a la vez no pudiera disfrutar de su nueva vida junto a Jacqueline y Roxane. Sin embargo, casi sin darme cuenta, cada vez menos debía inventar sobre mí. Y cada vez más, las mentiras ya no fueran tantas, porque podía asegurar que me sentía cómodo y hasta a veces feliz.

-¿Extrañas Drobak, humano?

La pregunta llegó de boca de Kriger.
-Me llamo Drank –retruqué-. Y no estaba pensando en ello -mentí.

Kriger no era el único que no me llamaba por mi nombre. La realidad era que pocos lobos no me encasillaban en mi raza y me trataban como igual. No sabría decir el porqué. Hasta esa tarde…

Mientras July y Leidolf competían por el puntaje más alto, Carl se acercó a la ventana para observar la tormenta.

Su mirada iba más allá de lo que la vista podría apreciar. No estaba en este sitio, ni en este ni en ninguna parte de la reserva. Parecía una sombra, un fantasma. Alguien cuya presencia se ignora porque no molesta, solo está allí, presente. Era increíble como nuestros ojos reflejaban con tanta honestidad lo que sentimos. Por más palabras que adornen, por más perfecto vocabulario, lo que siente el corazón era imposible de ocultar.

Carl lucía el iris sin brillo, de un castaño opaco y apagado. La tristeza cubría la mirada aunque la dirigiera a cualquier punto. Mirara donde mirara. ¿Me preguntaba que veían los lobos en mí?

-En Drobak muchas veces hay tormentas de primavera, como aquí –murmuré.

Carl no me miró, y contestó con el mismo tono de voz de quien no tiene interés en responder.

-Supongo.

-De todas formas me gusta vivir aquí –alegué.

Se escucharon gritos de algarabía y giré mi cabeza para contemplar al ganador. Leidolf se abrazó a Gry y me miró.

-Jugarás contra mí, humano. ¿Estás listo?

Sonreí de lado.

-Por supuesto.

Humano, otra vez humano para la mayoría de los lobos.

Mi suspiro de hartazgo pasó desapercibido, menos para Carl que clavando la mirada en mis ojos hizo una mueca irónica.

-¿A quién tratas de convencer que no piensas en otro lugar? –Preguntó-. ¿A ellos, o a ti?

Hice sonar los huesos de los dedos para prepararme a competir y contesté altanero.

-Tú tampoco estás aquí.

Sonrió de lado.

Mike me alcanzó el palo y un trozo de tiza para preparar el extremo a la vez que acusaba a Louk de haber hecho trampa.

-¿Me dirás que si tienes la oportunidad de regresar con tu gente no lo harías? –volvió a retrucar-. Ellos lo saben. Todos sabemos qué harías.

No contesté. Me alejé de él y me propuse dar lo mejor de mí en el juego. Después de todo, hay preguntas sobre tu vida que no puedes contentarlas ni siquiera tú.

………………………………………………………………………………………………..

El juego iba muy parejo y hasta ese momento nadie podía apostar quien ganaría. Podíamos habernos quitado la duda en quince minutos o más, pero el llamado a la puerta nos interrumpió y hubo que suspender la competencia.

Cuando Mike abrió la puerta, Bernardo vestido con un grueso impermeable y un gran paraguas, sonrió.

-¡Bienvenido, es un honor! –Hizo una reverencia muy cómica.
-¡Qué gentil! Pero no vengo con la intención de ser parte de esta amena reunión –continuó la broma-. Busco a Drank.

Me aparté de la mesa de pool y me acerqué a la puerta.

-¿Necesitas ayuda?

Negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

-¿Por qué pediría tu ayuda estando todos nosotros aquí? –alegó Kriger.

De inmediato noté la mirada de reproche de su pareja.

-Drank –continuó Bernardo-. Tu padre ha llegado, te espera en la cabaña.
-¿Mi padre? ¿En serio?
-¡Claro! Vamos, te acompañaré. De lo contrario esta lluvia hará que no te reconozca.

Rápidamente entregué el palo a Louk y me puse el abrigo. Hubo silencio en el grupo. Nadie dijo una palabra. Con un corto, “buenas tardes”, abandoné la cabaña al encuentro tan deseado.

Por el camino Bernardo acotó algo sobre el clima. Respondí en forma concisa. Es que la idea de ver a mi padre después de casi cuatro meses me invadió de sensaciones. Algunas contradictorias. ¿Qué le diría? ¿Por qué había regresado sin avisar que vendría? ¿Algo andaba mal? ¿O simplemente me extrañaba y había querido sorprenderme?

Mis pasos ligeros no se sentían demasiado seguros, no solo por la emoción sino porque la lluvia como cortina de agua había convertido parte del camino en charcos profundos y suelo resbaladizo. Los vértices de los cipreses, altos y espigados, se balanceaban con el viento que aunque potente no significaba que limpiaría el cielo de las nubes negras y espesas.

Fui el primero en entrar a mi cabaña. Bernardo me siguió cerrando el paraguas y se escuchó un alegre, “apresúrate, hace mucho no lo ves”.

-¡Papá! –Exclamé apenas lo vi.

Él se puso de pie y extendió los brazos. Ni siquiera me quité el abrigo para abrazarlo.

Fue un abrazo eterno. De esos que quieres que dure toda la vida. Donde te recuerda cuánto has echado de menos a alguien, y que por cuestiones de actividades y rutina aprendes a sobrellevar.

Cuando nos apartamos me miró a la cara. Sonrió aunque de inmediato se excusó.

-Drank, hijo… ¿No digas que he llegado en mal momento?
-No, no. Es que no te esperaba. Es una sorpresa.
-¡Claro qué sí! No te he avisado porque quería sorprenderte. ¿Te alegras de verme?
-Obvio… ¿Has venido solo?
-Sí. Aunque Jacqueline y Roxane te envían cariños.
-Ah… Sí… Gracias. Siéntate, prepararé café. Bernardo, ¿te sumas?
-Oh no, te agradezco. Aprovecharé a seguir camino hasta la escuela. Necesito saber si con esta lluvia el techo no filtra. Espero que no.
-Bernardo, no te vayas sin que te agradezca nuevamente. Has hecho tanto por nosotros, y por mi muchacho. ¡Gracias!
-Ha sido un placer. ¡Qué pasen bien!

Mi padre abandonó la pequeña maleta en el piso y echó un ojo alrededor.

-¡Qué acogedora ha quedado la sala!
-En realidad no hice mucho. Bueno… La alfombra es regalo de una amiga y la TV la compré con mi sueldo,  al igual que la cafetera y… Bueno… Tú sabes… Han pasado meses desde que te has ido.

Me miró fijo con un dejo de culpa o de tristeza. No sabría especificarlo.

-Sé que me fui sin mucho preámbulo. Pensaba quedarme solo para las fiestas pero…
-No hay problema. No estoy reprochando tu ausencia. Ya soy un hombre.
-Sí… Igual te debo una explicación. Algo te he dicho en las charlas por teléfono. Aunque necesitaba estar frente a ti y contarte.
-No hay mucho que explicar, papá. Entiendo que necesitabas recupera tiempo perdido. Yo… me arreglé bien sin ti. Te extrañé sí, sin embargo sabía que estabas feliz, así que por mi parte… todo bien.

Sus ojos me recorrieron con esa mirada de dulzura y ese otro sentimiento que hace tiempo le provocaba, la compasión.

-Estoy bien –murmuré.

Se acercó y me fundió en otro abrazo.

-Te extrañé mucho, Drank. Cada mañana cuando despertaba pensaba en traerte a Drobak y aunque no nos fuera próspero estar juntos como siempre.

Sonreí y me aparté lentamente de él para verlo a la cara.

-No soy un paquete. No hubieras podido llevarme como si no tuviera voluntad. Sabes que nunca carecí de ella.
-Lo sé. Es un modo de decir. Es que nunca nos separamos pero…
-No tienes que explicarme nada. Te lo he dicho. Lo entendí desde el primer instante que decidiste viajar a Drobak. Primero, con la idea de pasar un tiempo. Después cuando me di cuenta que ese tiempo se prolongaría mucho más del que pensaba.

Me retiré a la cocina para preparar el café. Él me siguió.

Aunque estaba de espalda intuí que me observaba detenidamente, en silencio.

Abrí la heladera y busqué con los ojos algo de comer.

-Tengo jamón y queso, puedo hacerte un emparedado. ¿O quieres que cocine algo más elaborado?
-No hace falta, hijo. He comido en el avión. Te dan esas bandejas tan suculentas y… ¿Cómo estás?
-Bien. ¿Estás trabajando?
-Sí, bueno de eso quiero hablarte.
-Te escucho –puse el filtro en la cafetera.
-Me consiguió Jul un trabajo en el puerto y hace unos días… jugué un billete de lotería.
-¿Tú? Nunca has jugado.
-Cierto. Fue ante la insistencia de Jul. Compartimos un billete y… Salimos ganadores.

Giré para verlo a la cara.

-¿Hablas en serio?
-Sí –sonrió.
-¿Es mucho dinero?
-Mucho, Drank.
-¡Guauh! Me alegro por ti papá.
Arqueó una ceja sin dejar de sonreír.

-¡Drank! ¡Es tuyo también! No disfrutaría sin compartir con mi hijo, bueno… mis hijos.
-Lo sé… Pero yo no necesito papá, estoy bien.

Continué con la preparación del café y armé un emparedado suculento para mí.

Aproveché a preguntar por mi media hermana. Mi padre contó sobre sus estudios y la vida que llevaba. Parecía una joven muy responsable y de conducta intachable.

-¿Así que será bioquímica?
-Sí, así parece. Le gustan las fórmulas y todas esas cosas que para mí son jeroglíficos. ¡Por supuesto! Es de esperar, apenas sé leer.

Lo miré con tristeza.

-Eso a mí no me importa.
-Lo sé. A ella tampoco. Ni a su madre.
-Me alegro.

Se acercó a la pequeña ventana de la cocina.

-¡Cómo llueve! Es un paisaje bello a pesar de la tormenta. El bosque es maravilloso.
-Sí, lo es.
-No imaginas cómo está Drobak de florido y alegre. ¿Puedes creer que los turistas ya han comenzado a llegar?
-¿En serio?
-Sí.  Al parecer el clima ya no les asusta. Recuerda que lo hemos pasado bastante mal.
-¡Cómo olvidarlo! Después mi enfermedad…

Palmeó mi hombro con gesto dulce.

-Ya todo pasó, Drank. No sé como saliste de ello pero estás vivo y saludable.
-Sí…
-Gracias a Dios.
-Claro…

La cafetera despidió el aroma delicioso y característico. Las gotas de café que caían a través del filtro provocaban un sonido dulce y pausado. Muy similar a un reloj. Creo que las conté, no a todas, pero sí las conté.

Me quedé en silencio, él también. No sería por poco que decir, sin embargo a veces hay situaciones incómodas. ¿Por qué no me había dicho la noticia por teléfono? Deseaba verme, eso estaba claro, pero había algo más. Lo intuí.

Cogí dos tazas y las llené de café. Puse azúcar a ambas. Mi padre le gustaba dulce como a mí. Mi madre nunca había ofrecido el azucarero, siempre había endulzado por él. ¿Jacqueline sabría los gustos de mi padre?

-Ven, vamos al living. ¿Quieres que encienda la estufa?
-No, no tengo frío. La cabaña es cálida. Estoy deseando contarte los proyectos.
-Y yo deseando escucharlos.

………………………………………………………………………………………………

Mientras bebimos el café hablamos de todo un poco. Ninguno de los dos tocó el tema del pasado y los meses en el hospital. Las horas transcurrieron y me levanté del sofá por más café unas tres veces. La lluvia poco a poco dejó de ser torrencial para convertirse en una caída suave y paulatina sobre el follaje. Deposité la taza sobre la pequeña mesa, la misma que habíamos usado tantas veces para beber con Louk y Mike, o jugar a los naipes.

Busqué mi móvil en el bolsillo.

-¿A quién llamas? ¿A Liz?

Sin mirarlo contesté.

-No, a Bernardo. Necesito saber si la construcción está perfecta y no ha filtrado.

-Ah… ¿Y Liz? ¿Cómo está ella?

Pulsé el número de Bernardo.

-Se casó con otro.
-Ah… ¿Luce bien?
-Sí, un poco embarazada.

Su silencio me aseguró que al menos por el momento no preguntaría más sobre ella.

Bernardo atendió de inmediato. Me aseguró que el Jardín de Infantes no corría riesgo de filtraciones y me puso feliz. Habíamos hecho un buen trabajo entre todos.

Apenas corté se lo comuniqué a mi padre con una sonrisa amplia y sincera.

Él sonrió aunque por poco tiempo.

-¿Qué ocurre?
-No, es que… Drank… Ya no tendrás que trabajar tan duro para ganarte la comida y la vivienda.
-No trabajé duro. Lo disfruté.
-Me refiero que no habrá sido nada fácil construir en el invierno.
-No digo que fue fácil, aún así lo disfruté.
-Pero ahora tengo dinero, es tuyo también. Podrás estudiar en la Universidad como siempre has soñado. ¿Entiendes?

Me quedé observándolo, tratando de recordar ese sueño de convertirme en profesional. Sí… Muchas veces había fantaseado con tener mi carrera hecha y poder ganar dinero de lo que me gustara. Ingeniería… Sí… Me encantaba.

-Drank, he venido por ti. A buscarte. A darte todo lo que antes no he podido.
-Me has dado todo.
-Sabes a lo que me refiero. En dos semanas compraré una casa. Ya la hemos visto con Jacqueline. Es grande, tiene parque y vista al río. Si no te gusta buscaremos otra.
-No, yo… Por mí está bien, papá. Con que tenga mi espacio es suficiente.
-Estoy feliz de tener a mis hijos juntos. Poder darles los gustos. No seremos ricos pero estaremos en muy buena posición.
-Es todo tan, sorpresivo.
-Lo sé. ¿Crees que unos días te bastan para preparar tus maletas y despedirte?
-¿Despedirme?
-Claro, Drank. Nos iremos a Drobak. Podrás volver a la ciudad que amas tanto.

Una imagen de mi barrio surgió en la mente… El rio al amanecer, las barcas partiendo del muelle, los niños en bicicleta por el sendero de la costa. Si hasta el olor a resina del bosque podía percibir con solo cerrar los ojos. Los castaños, nogales, fresnos… El bullicio del día, los puestos de vendedores, la plaza con su gente, sus costumbres… ¿Y la noche? ¡Qué bella era la noche en Drobak! El cielo estrellado, las luces que bordeaban el brazo del mar que entraba al puerto. Las cabañas de dos plantas, de madera, tan coloridas y alegres. ¡Cuánto amaba a Drobak! Y ahora podía regresar y empezar una nueva vida, sin carencias.

-¿Estás seguro que Jacqueline le gusta la idea?
-¡Por supuesto! Me lo propuso antes de que yo abriera la boca.
-Bueno… Yo… Voy a… organizarme.
-Sí, no te preocupes. ¿Te parece una semana?
-Creo que en tres días estará bien.
-¡Estoy feliz, Drank!
-Yo también, papá. Aunque créeme aún no puedo asimilarlo.

………………………………………………………………………


El miércoles sería mi último día en la reserva. Mi padre quiso pasar ese tiempo junto a Bernardo y su familia. Ellos recibieron los regalos que había comprado con cariño en muestra de agradecimiento por abrirnos las puertas de su casa y de su comunidad. Gloria se mostró taciturna. Me había acogido cariño y yo a ella.

Sobre despedirme de los Craig no toqué el tema. Ya le escribiría un e mail a Liz cuando hubiera llegado a Drobak. Su Drobak, el de ella y el mío. Aunque Liz se encontraba feliz y después de todo nadie mejor que ella se lo merecía.

Logré escaparme al centro y despedirme de Douglas. Marin se encontraba trabajando. Él se sorprendió de mi partida. No lo culpo yo era el más sorprendido.

Lamentaba no ver nuevamente a Anouk y a su amiga Rose. Habían resultado simpáticas y bonitas chicas.

El avión partiría a las cinco de la tarde. Creo que estaba muy ansioso porque no dejé de mirar el reloj de pared en la sala de Bernardo. Bebiendo una copa de coñac en la sobremesa, conversamos sobre la posibilidad de encontrarnos más adelante, quizás de aquí a un año. Nos entusiasmamos con la idea que nos visitaran a lo que Sabina aceptó con alegría.

Bernardo parecía pensativo. Estaba pendiente de Gloria. Casi no había probado bocado y la notaba nerviosa. Sabina se disculpó un segundo para poder acostar al bebé.

-Oye –me puse de pie y me acerqué a Gloria-. Me volverás a ver. Quiero darte las gracias por prestarme tus rincones y la reserva.
-No te los presté, Drank. Te los mostré. Tú debías quedarte con nosotros, para siempre.
-Sé que te gustaría que me quedara pero…
-¿Te has despedido del sami? –susurró.
-¿Cómo sabes eso?
-El lobo blanco me lo dijo. Y una vez, te seguí.
-Tú me…

Mi padre se acercó.

-Drank, ¿por qué no vas por tus maletas? Gloria, guapa, te deseo lo mejor.
-Gracias.
-¿Aún te parezco a Santa Claus? –bromeó.

Ella negó con la cabeza.

-Ey, ¿por qué no? No me he afeitado la barba.

Ella lo miró con esos ojos miel, redondos y grandes.

-Porque Santa Claus trae regalos, señor George. No se los lleva.

Nos miramos con tristeza.

Bernardo se acercó.

-Drank, ha sido un gusto tenerte entre nosotros.
-Gracias Bernardo.
-¿Te has despedido de tus amigos?
-Sí, aunque debo avisar a Louk. Me llevará al aeropuerto.
-Has hecho mucho por él. Antes de llegar tenía amigos, igual que Mike, pero contigo no fue lo mismo. Tu llegada a muchos nos acercó.

La angustia subió por mi garganta y traté de ocultarla. No ganaba nada si entristecía más a Gloria.

-Yo… Bueno… A mí me gustaría saber quién vivirá en mi cabaña. Sé que no la compré pero la sentí como si fuera mía.
-Comprendo… Quizás para Ragnor e Idona. Se casarán pronto. O la nueva maestra. A lo mejor le es más cómodo quedarse en la reserva durante la semana.
-¡Oh por supuesto! –exclamé.
-Drank, no seas tan curioso –protestó mi padre-. Ellos sabrán qué hacer con la cabaña.
-Tiene razón en preguntar. Es su hogar, es su cabaña. Dejará de serlo cuando parta.

Salí de la casa del guardián de Gloria sintiéndome triste. Todas las despedidas lo son. Algunas duelen más. Y eso que de despedidas sabía bastante. Pero uno jamás se acostumbra.

Me sorprendí ver a muchos lobos reunidos alrededor del jardín de Bernardo. Incluso estaba Mamina. Mike sentado sobre unos pilares de troncos saltó y se puso de pie. Se acercó y me dio un abrazo.

-Cuídate Drank. Y envíame algún correo, ¿quieres?
-¡Claro! Los tendré al tanto.
-Cuenta si hay chicos guapos.

Reí.

-Te matará, ¿lo sabes?

Él también rio y giró la cabeza para ver a su pareja, que a la distancia, cruzado de brazos, me observaba.

-¡Qué gentil! Vino a despedirme.
-Naaah, quiere asegurarse que te irás – bromeó.
-Desgraciado, nunca me aceptó –sonreí.
-Quizás eras tú y tu corazón que siempre deseó regresar.
-Puede ser… Okay, ¿y Louk?
-Allí -dijo señalando a la distancia.

Vi a mi amigo recostado a la furgoneta.

Caminé hacia él con las manos en los bolsillos. Esta despedida iba a ser difícil.

Antes de llegar a él, rodeó la furgoneta y abrió la parte trasera.

-¿Quieres que pongamos las maletas aquí?
-Por mí está bien… Louk…
-Sí, dime –apoyó las manos en las caderas y me miró fijo.
-Voy a regresar para pasar unos días en la reserva y salir a divertirnos. Solo deja que me instale y comience a trabajar.
-Te esperaré.
-Mi padre dice que pudo comprar una parte del negocio de pesqueros. Así que… trabajaré allí y estudiaré… Estaría genial si algún día vienes con July y te muestro mi ciudad.
-¡Eso será genial! Sí…
-Voy por las maletas, ¿te parece?
-Claro, acercaré la furgoneta.

Eché a andar hacia mi cabaña, que en minutos dejaría de ser mía. Como había dicho Bernardo, “es su hogar, dejará de serlo cuando parta”.

Mi padre había llevado su maleta con él ya que partiríamos desde la cabaña de Sabina. Yo no había querido hacerlo. Deseaba entrar una vez más a esas cuatro paredes de troncos barnizados y aroma a leña.

Apenas lo hice me dirigí a la habitación. Antes de coger mis maletas eché un último vistazo al ambiente acogedor. La cama… Allí había tenido sexo con Bua varias veces, en un loco intento por arrancarme a Liz. Allí había despertado entre unos brazos cálidos y había logrado sentirme mejor. Había despertado mi lujuria dormida, y vuelto a recordar la práctica de los besos.

Me acerqué a la ventana… Hoy no llovía… Solo la brisa primaveral movía como suave danza el follaje y las flores silvestres entre las raíces salientes y retorcidas, adornaban a los pies de los cipreses.

Cogí las maletas y atravesé la sala. El hogar apagado, cubierto de cenizas y troncos agrietados, esperaría ser encendido otra vez. Esta vez no sería yo quien alimentaría el fuego mientras un café cargado y aromático calentaba mis entrañas del frío.

La frase de Bernardo otra vez… “Es su hogar, dejará de serlo cuando parta”.

Adiós a Kirkenes… A la reserva…

Ya no vería nevar por la ventana ni permanecería en vela como tantas noches soñando con imposibles. No más noches de seis meses… Tampoco habría carreras de moto con Douglas o con Mike. Ni largas caminatas con Louk hablando de la vida. Todo dejaría aquí para regresar a mi tierra natal. A mí querido Drobak…

Al cerrar la puerta con llave giré para coger el camino. Un grupo de ardillas se atravesó escondiéndose en el hueco de un tronco de pino. No podía ver el sol desde ese lugar por la cantidad de arboleda. Pero el astro rey, en su punto medio, bañaba en distintos tornasoles las ramas y senderos.

Miré hacia la izquierda… A un kilómetro se encontraría el cementerio sami. ¿Qué pensaría mi amigo “el huraño” de mi desaparición? Me esperaría sentado frente a ese tronco vacío que ya no ocuparía. El corazón se estrujó…

Eché a andar…

Al ver la curva varios troncos apilados y en círculos me recordaron aquella noche de Navidad. Cuando reunidos, bebimos cervezas y bromeamos. Esa noche me perdí… Por buscar el barril de cerveza… Así conocí al sami…

Aún tenía en mi oído las risas de los lobos.

Recordé hace unos momentos lo dicho por Bernardo… “Tu llegada a muchos nos acercó”.

¿Y cuándo osé tirarme en parapente? Miré el cielo… Una bandada de pájaros cruzó de este a oeste. Quizás emigrarían como yo…

La frase de Gloria volvió a mi mente… “Santa Claus trae regalos, señor George, no se los lleva”.

A lo lejos la cabaña de grandes ventanas que Bernardo usaba para reunirse estaba cerrada. Imaginé que muy pronto la usarían para discutir algún tema controversial. A mí se me había invitado. A pesar de ser “el humano” para muchos.

Allí había sido el compromiso de Marin… Mi desesperación por ayudar a Douglas. El falso ataque al corazón. No pude menos que sonreír.

La furgoneta se distinguió entre el grupo de lobos. Mi padre tenía en brazos a Yako. Era evidente que Sabina no había podido hacerlo dormir.

Desde el sendero tenía un panorama de todo, o casi todo. Lo que yo había llegado a querer y a disfrutar. El bosque, los senderos, las cabañas, los seres que habitaban la reserva, mis amigos…

La angustia comenzó a ganar mi pecho y sentí que mi corazón se fraccionaba. Sentía dolor por dejar todo aquello que había intentado hacerme feliz. ¿Intentado? ¿O me había introducido en otro mundo donde comencé a verme como un hombre con esperanza? Con algún que otro sueño. Aunque debiera dejar transcurrir el tiempo. Las heridas no curan de un día al otro, pero el hecho de desear cerrarlas había sido un buen comienzo.

Llegué hasta la furgoneta y dejé la maleta y mochila junto a la rueda trasera. Me adelanté hasta llegar a mi padre.

-¡Drank! ¡Perderemos el avión!
-No se preocupe George, los llevaré por un atajo –alegó Louk.
-Yo no iré.

Mi voz sonó fuerte y segura. Tanto que no hubo ninguno que no la escuchó.

-¿Cómo dices, hijo?
-No iré a Drobak contigo. Me quedaré aquí, en la reserva. Ahora este es mi lugar.
-Pero Drank… Escucha… Sé que aprecias este maravilloso lugar y la ayuda de Bernardo y Sabina, la que agradezco infinitamente. Ahora, puedes comenzar a vivir tus sueños. Hijo…
-No papá… Mis sueños ya los comencé aquí, sin darme cuenta –sentí la mirada de cada uno de los lobos-. Te agradezco, de verdad. Sin embargo aquí está mi lugar. Ellos son mis amigos. Aquí… casi sin darme cuenta volví a reír, volví a pensar en algún proyecto. Aquí encontré no solo la contención sino la oportunidad de sentirme útil. No quiero partir de la reserva. Me quedaré, es mi decisión y no la cambiaré.
-Pero… Yo creí…
-Lo que creíste está bien. Es normal. Partiste dejando un ser triste y abatido. ¿Cómo no regresar por mí? Sin embargo no soy el mismo de hace meses. No te preocupes, fue para bien. Si me voy -miré a todos los presentes-, dejaré parte de mí. Y es justo la parte que quiero aprovechar. ¿Puedes entenderme sin enfadarte?
-Claro que sí…

Asintió con la cabeza con una sonrisa débil. Entregó a Yako a su madre y se despidió de Sabina y de Bernardo. Dio un beso a Gloria cuya cara dibujaba la más bella sonrisa. Después caminó hacia mí, y me abrazó.

-Prometo visitarte en poco tiempo.
-Estaré esperándote, hijo.

Louk partió con mi padre. Mi amigo tampoco pudo disimular su alegría. Cuando decidí regresar a mi cabaña, a mi hogar, una voz me llamó por mi nombre.

-¡Drank!

Me detuve y miré a mis espaldas. Era Kriger.

-Dime.

Se acercó y extendió la mano para que la estrechara.

-Bienvenido.

Sonreí.

-Sigo siendo solo un humano.
-No, al menos para mí. Ahora eres Drank, y eres parte de nosotros.

……………………………………………………………………………………………….

Había transcurrido una semana desde aquella tarde que despedí a mi padre para quedarme en la reserva. Sentía que cada habitante había cambiado con respecto a mí. O quizás era yo que los veía diferentes. Muchas veces los demás son un reflejo de ti, de tus actitudes, o sentimientos. Lo cierto que no mentí al expresar a mi padre la decisión. En absoluto. Había hablado con el corazón.

Vinter cumplió con la palabra. El sidecar estuvo listo en la puerta de mi cabaña. Yo… sin mucho que decir, además de pagar el trabajo y el “gracias” efusivo. Él quedó sonriendo con las manos a las caderas, quizás esperando que tuviera la bondad de contarle algo más sobre el misterioso regalo.

Fue una suerte que tuviera de excusa dedicarme a contemplar la obra maestra. A decir verdad, lo hacía. Nadie hubiera dado dos cobres por ese vehículo desechado. Sin embargo el silencio entre los dos ameritaba aunque fuera una leve explicación. ¿Pero cómo? Si no podía hablar del destinatario.

-¡Eres un genio! –lo miré.

Sonrió.

-No, solo un mecánico de muchos años que tiene demasiado tiempo libre.

Cierto, él no trabajaba en el taller con el grupo de lobos. Se decía que ya no podía seguir el ritmo a causa del reuma que avanzaba en su cuerpo a pesar de no ser tan viejo.

-Tiene gasolina –agregó.
-Gracias, no era necesario. Pensaba compartir de la moto.
-Podrías, pero no te servirá si quieres llegar lejos.

Lo miré…

-Claro… Gracias.
-De nada. Ten buen día.

Giró sobre sus pasos y se alejó. Permanecí observándolo hasta que el descenso de la ladera que llevaba a su cabaña se lo tragó.

El resto del día libre me entretuve en reparar un grifo del baño y asear mi habitación. Había ocultado el sidecar en la parte trasera de la cabaña por algún ojo curioso y preguntas que surgieran tales como, ¿oye, te has comprado un sidecar? ¿Cuánto lo has pagado? Me incomodaba no ir con la verdad sobre todo con Louk, pero así se habían dado los hechos.

Esperé que el sol tocara el horizonte para salir de casa. Mi cabaña estaba un tanto alejada del resto, aunque ser visto no hubiera sido el mayor problema. En tal caso podía decir que daría un paseo por la reserva. En realidad me enfrentaba a un problema mayor. Ya no iría a pie hasta la morada del sami como tantas veces, así que debía buscar un sendero lo suficientemente  transitable que me permitiera llegar con el vehículo.
Sin embargo no fue todo improvisado. En el bolsillo de mi chaqueta de cuero llevaba el mapa de la reserva facilitado por Bernardo. Por suerte no me preguntó el porqué del interés en saber la distribución de las cabañas y los senderos que la serpenteaban.

La primavera avanzaba a pasos agigantados aunque faltaran dos meses y la penumbra del eterno atardecer no duraría demasiado para mi propósito. No podía perder tiempo si deseaba llegar con discreción a la profundidad del bosque. Recordé que el sami iba por víveres hasta un sector habitado por humanos aborígenes. Ellos hablaban su dialecto e intercambiaban artesanías e hierbas curativas por verduras y cereales que a él le habían servido para sobrevivir. Los famosos trueques que se basaban las tribus de mis libros de historia. En cuanto a la carne de reno, el sami gozaba de una gran destreza con la lanza y los secretos de mantener la carne en salitre para consumir en invierno. Era admirable, sí… Quizás verse forzado a agotar solo los medios disponibles lo había convertido en un gran sobreviviente.

A menudo pensaba como las tribus no habían propagado la existencia de aquel huraño que contaba solo con la compañía de sus tres lobos. Imaginaba que serían supersticiosos y que si dudaban de la existencia de seres inhumanos, jamás se animarían a ir contra la naturaleza. Porque los lobos no eran vistos como algo monstruoso o infernal sino como una raza virtuosa tocada por los dioses.

Me detuve después de un largo trecho. Apagué el motor. Frente a mí, el brazo de la cañada se hacía más angosto hacia el sur, extendiéndose hacia el oeste donde el Mar de Barents la alimentaba. El mar… Fue inevitable pensar en Liz…

Un suspiro llenó mi pecho y exhalé con cierto cansancio. Comenzaba a hartarme de sentirme miserable. Como mendigo que espera la limosna, esa que jamás llegará. Recordé las palabras de Louk pidiéndome que hiciera el esfuerzo por comenzar una vida nueva… De inmediato saqué el mapa del bolsillo y una pequeña linterna para ver mejor, y me concentré en los caminos posibles.

Me llevó veinte minutos discernir los senderos que tenían la única posibilidad de recorrerlos a pie, de aquellos pintados con fibrón rojo con acceso a motos o vehículos similares. No tuve más remedio que echarme a la suerte y probar con la línea sinuosa que atravesaba el bosque. Sin embargo cuando llegué a un tramo del camino me fue imposible continuar. Estaba bloqueado por algo de maleza crecida y un árbol de gran tamaño caído. Era evidente que nadie usaba esa vía desde hace mucho tiempo.

¿Y ahora? Me senté en el tronco estudiando una vez más el mapa con la linterna. La penumbra del bosque no era de gran ayuda. Desvié la luz potente de la hoja e iluminé alrededor… Cipreses, arbustos gruesos y pequeños, matorrales… Un grupo de liebres se escondió en la madriguera. Antes de desaparecer sus ojos brillaron a la luz artificial. Parecían tierras desconocidas, con la salvedad que sus habitantes mamíferos, fieras o no, conocían la región muy bien, y yo no.

¿Quién me había mandado a salir tan tarde?

De pronto, escuché ruidos de pisadas y saltos entre la vegetación. Al principio sentí temor pero al instante pensé que no podrían ser de lobos  o algún oso. Eran de humano, bueno… algo parecido.

Dirigí la linterna hacia el sonido que ahora se percibía demasiado próximo…

-Baja la luz, ¿quieres? Me dejarás ciego.
-¡Louk!
-No, Santa Claus, idiota. ¿Qué haces a esta hora por el medio del bosque?

Me puse de pie y mi amigo de un salto estuvo frente a mí. Echó un ojo al sidecar y se cruzó de brazos.

-Louk… Pensé que era buena idea llevar el vehículo a esta hora. Así nadie me vería.
-¿Por qué tanto misterio?

Suspiré.

-Lo prometí, no puedo decírtelo. Créeme qué más quisiera…
-¿Es para el huraño que te salvó la vida?
-Sí… Es para ese huraño que dices.
-Mamina dice que podría ser Rob.
-No lo sé.
-Ten cuidado Drank. No sabes quién es.
-No parece agresivo. No tenía porqué salvarme y lo hizo.
-Mira… Si es perteneciente a una tribu ni ellos ni nosotros nos molestamos. Tienen respeto a los hombres lobo, pero si se sienten invadidos o amenazados quizás te ataquen, ¿entiendes? Y si llegara a ser Rob… que lo dudo, es mejor que no te encuentres a solas con él.
-¿Por qué? Te he dicho que me ha ayudado.
-No sabes nada, Drank. No seas terco. Podría haberte ayudado por no meterse en problemas. Era seguro que podríamos buscarte. Ojalá que ese huraño que dices no sea él. Lleva en su sangre la maldad. Recuerda, fue abandonado a su suerte por quien se suponía lo amaría y cuidaría.
-Podría no ser igual a su hermano. Eres tú el que se cierra.
-Drank… Ese niño que dejamos de ver hace veinte años, no tuvo más contacto con nadie, aunque apuesto que murió en el primer invierno. Ralph ordenó abandonar su búsqueda y ya no se supo de él.
-Lo sé, me lo has dicho. Sin embargo no estaríamos hablando de la misma persona. Es huraño, sí. Habla muy poco. Pero fue amable. Debes creerme… Y… ¿Cómo que abandonó la búsqueda? Se trataba de un niño. ¿Quién era él para ordenar semejante disparate?
-Hijo del alfa. Ralph era hermano mayor de Sabina. Le correspondía por linaje.
-Ah pues de alfa no tendría nada, perdona que me meta en asuntos de ustedes, pero ese insensible no podía conducir una manada.
-Dejémoslo ahí, largo de explicar en este momento, ¿no te parece?

Se mantuvo con la vista fija en mis ojos… Respiró profundo.

-Espero no arrepentirme de lo que voy a hacer –gruñó.
-¿Qué harás?

Avanzó hasta el tronco y de una brazada cortó un trozo de maleza.

-Ayúdame a mover el tronco. Hay un sendero que continúa por allí.

Sonreí y lo seguí, aunque me detuve de golpe.

-Oye, ¿no me seguirás?

Frunció el entrecejo.

-¡Claro que no, ingrato!
-Es que me has seguido hasta aquí.
-Cierto. Pero ignoraba que harías. Ahora lo sé. Y te advierto, como no te vea en la reserva al amanecer saldré a buscarte con toda la manada, incluso las hembras. ¿Okay?

Asentí.

-Lo prometo.

………………………………………………………………………………………………..

Louk se quedó atrás como había prometido. En cuanto di arranque al motor giré mi cabeza para darle las gracias pero ya se había ido.

El sendero era sinuoso pero lo suficientemente despejado para moverme. Recorrí casi un kilómetro hasta llegar a un claro. Desde allí convergían tres caminos. Sacando mis cálculos debía continuar al norte. Según el mapa las tribus sami podrían asentarse allí. La advertencia de Louk sobre ser cuidadoso de no invadir sus tierras no la había olvidado. Pero a decir verdad era la única posibilidad que tenía que me guiaran hasta el huraño. Ellos comerciaban con él.

Avancé por el que creí el camino correcto. No habría hecho ni cinco minutos cuando diez viviendas precarias me cerraron el paso. Apagué el motor y quedé inmóvil…

El fuego de una pequeña fogata se alimentaba con leña y ramas. Sobre una parrilla, una olla de hierro dejaba ver el vapor blanquecino y el aroma a eucaliptus podía percibirse en el aire. Nadie salió de las chozas. No había movimiento alguno. Tampoco sonido, salvo el trinar de pájaros lejanos.

Bajé del sidecar para poder caminar hacia el espacio entre las chozas. De esa forma me verían y no creerían que asaltaba el lugar como un ladrón. Pero se adelantaron…

Antes de dar un paso la punta helada y filosa de lo que parecía una lanza se apoyó en la nuca. Quedé inmóvil… Mis brazos se apartaron de mi cuerpo y exhibí las palmas de las manos en señal de no traer armas. Sí, había visto muchas películas de acción.

Una risa corta y cascada se escuchó junto a mi oído. A los segundos tenía frente a mí a dos samis mirándome con curiosidad. Sus ropas coloridas le daban un aspecto alegre aunque no debía guiarme por eso, ya que una de las lanzas apuntaba mi pecho.

Hablaron entre ellos, pero no entendí palabra. Así que me atreví a ser el primero en relacionarme ya que era el intruso.

-Mi nombre es Drank. Vivo en la reserva.

Giré mi cuerpo para señalar a mis espaldas pero la lanza presionó y me detuve.

Volví a intentarlo…

-Vivo en la reserva.
-Turismo –susurró uno de ellos-. “Brann har”.
-No, no soy turista. Vivo –dibujé con mis manos una casita en el aire-, en la re – ser –va –deletree.

Ambos achinaron los ojos.

-Lobo, ¿qué te trae por aquí?

La voz llegó lejana pero lo suficiente para escucharla con claridad. Solo cuando uno de los sami giró su cabeza a la derecha pude verlo entre los árboles. Otro sami, muy anciano, de físico menudo y baja estatura. Colgantes de piedras y tres o cuatro colmillos de no sé qué animal se balanceaban de su cuello a medida que se acercaba.

Por fin alguien que hablaba mi lengua.

-No soy lobo, vivo con ellos. Pero soy humano.

Me miró fijo para después susurrar…

-Entiendo.

Más animado al saber que comprendía, expliqué.

-No quiero molestarlos. Yo… busco al huraño o a… -¿Cómo diablos lo llamaba?
-Sjenert –informó a quienes me cercaban.

Ellos me miraron aún con recelo pero la punta de la lanza se deslizó por la chaqueta y la sostuvo alejada de mí.

-Sjenert venn -pronunció uno de ellos.

¿Venn era su apellido? Era incómodo no entender que decían pero lo soporté con valor y buen humor. Bueno, no tenía otra salida.

El anciano señaló a la izquierda.

-Por allí.

¿Habría entendido a quién buscaba? ¿O terminaría en manos de un reducidor de cabezas o algo así? Insistí…

-Es un lobo solitario, huraño. No es una crítica sino… -enmudecí al ver los ojos del sami achinarse-. Ehm… Es alto y muy grande…
-Sjenert –repitió.
-Ah… Okay…

El que sostenía la lanza rodeó el sidecar buscando algo.

-No he traído nada para intercambiar. Por la información… digo por si… -frunció el entrecejo con enfado.
-¿Por qué crees que pediríamos algo por ayudarte?
-No… Pensé… Perdón.
-¿Cazar? –preguntó el anciano mientras el otro continuaba la inspección.
-¡Ah no! No sé cazar. No…

El anciano me miró burlón.

-¿Comes plantas?
-No, como carne, sí.
-Entonces, ¿comes lo que caza otro? Como el buitre.
-Ehm… Sí…

Perfecto, me hizo sentir miserable dos veces en breve tiempo.

-Ve, sigue tu camino. Sin ruido, despertarás a los niños, espantarás a los animales.
-Lo entiendo, señor… Pero no puedo arrastrar el vehículo, es pesado.

Los tres me miraron alzando las cejas.

El anciano miró alrededor y ordenó.

-¡Audun! ¡Asta!

No me había percatado que había más de ellos observándome entre la maleza. Dos se acercaron y sin perder tiempo entre los cuatro empujaron el sidecar.

Seguí tras ellos como un cachorro inútil sigue a sus padres… Dios…

Solo faltaba Liz bailando encima de un tronco y cantando, “soy feliz con Lenya lero lero”.

Mierda…

Caminamos por el sendero unos diez minutos. Interrumpí dos veces para ofrecer mi ayuda pero me miraron de arriba abajo, hablaron entre ellos, y siguieron camino riendo.

Okay…

Por fin se detuvieron y en un abrir y cerrar de ojo, sin darme tiempo a agradecer, desaparecieron como sombras por los altos arbustos.

¿Y ahora?

Poco duró mi angustia ya que a la distancia divisé la cabaña del huraño.

Subí al sidercar y encendí el motor. Recorrí el último tramo con la esperanza que el sami se sintiera feliz con mi regalo.

Si Louk se enterara que había conocido algunos de la tribu me hubiera insultado por atrevido. Pero es que no había encontrado otra salida.

Faltaba poco tramo para llegar al claro cuando el huraño salió de la choza junto a sus tres lobos. En su mano aferraba una escopeta. Se quedó inmóvil aguardando que me detuviera.

-Oye, ¿te traigo un regalo y así me recibes? –sonreí.

Dejó el arma recostada a la pared de la cabaña y se acercó lentamente con los ojos grandes como platos.

-Ven, acércate –bajé del vehículo-. Es tuyo.

Con pasos indecisos como no creyendo lo que veían sus ojos caminó hasta llegar junto a mí.

-¿Regalo? ¿Para mí? ¿Por qué “brann har”?
-Porque eres mi amigo. Y necesitas algo para moverte cuando llevas mucha carga. Sobre todo en invierno. ¡Mira! -Quité de la parte de atrás unas cadenas-. Las ruedas tienen salientes, ¿ves? Es para no deslizarse cuando nieva. Te enseñaré a ponerlas.
-¿Para mí? –repitió bajito.
-Sí, para ti.

No me miró. Se dedicó a estudiar el sidecar desde los costados.

-Como una moto- susurró.
-Sí, es similar. ¿Conoces las motos? –Me sorprendí.

No contestó a mi pregunta.

-Tres ruedas.
-Sí, tiene tres. Es más estable que una moto. Además lo que ves aquí -señalé la parte de atrás-, puedes usarlo para cargar lo que compres. También puedes trasladar a una persona, bueno, o a un lobo –reí.

Poco a poco una sonrisa iluminó su rostro. Por un momento me pareció un niño ante un juguete, salvo por ese físico robusto y alto que gozaba.

Giró para ver sus lobos. Dos de ellos permanecían sentados junto a la puerta de la cabaña. Menos Svart. Ella se había acercado y olfateaba el extraño objeto.

-¿Has visto Svart? Es para mí.
-Espero que te guste.

Me miró fijo.

-Gracias Venn.
-¿Venn? –Me atreví a preguntar.
-Venn, amigo.
-Ah, eso era –sonreí-. Los sami dijeron que eras su amigo. Además te llamaron algo así como… sjenert. ¿Te llamas así?
-Quiere decir huraño.
-Ah… -él se subió al sidecar y acarició el manubrio-. Entonces, ¿cómo te llamas?

No contestó.

-No es importante, solo que me gustaría saber cómo llamarte. Ya he venido varias veces y…
-Llámame como tú quieras –contestó como gruñido.
-Okay, amigo.

………………………………………………………………………

El sol pujaba por salir desprendiéndose del horizonte. Esa línea incandescente que lo había mantenido atrapado, como advertencia que en este lugar del mundo la noche sería un recuerdo por seis largos meses. Entre las altas copas de los árboles los pájaros se hacían escuchar en un trinar desordenado.

-Parece que las aves están desorientadas por el nuevo horario, ¿verdad?

Me miró mientras bebía café en su taza de barro frente a la fogata.

Observó el follaje con esos ojos entre el ámbar y el dorado.

-No, están enseñando a sus crías a volar. El único que se desorienta con la naturaleza es el humano, “brann har”.
-Claro…

Nos mantuvimos en silencio un tiempo. Cada uno en sus pensamientos. Aunque yo repasaba las imágenes de hace apenas una hora, cuando le había enseñado como conducir el sidecar y nos habíamos divertido mucho.

Él había vuelto a agradecerme, pero no insistí en que me dijera su verdadero nombre. Después de todo no había hecho un regalo esperando algo de su parte. No hubiera sido honesto. Como pensaban los sami.

Antes de partir le conté sobre la nueva escuela. Por ahora el proyecto se basaba en el Jardín de Infantes. Ya veríamos después. Me escuchó con atención, creo que por educación. Imaginaba que no le importaría nada de lo que ocurría en la reserva.

De pronto uno de sus lobos se puso de pie y clavó el iris marrón hacia una parte del follaje.

-Bieggaa, ¿qué ocurre?

El otro lobo lo imitó. Svart en cambio se adelantó unos pasos hacia la dirección, agazapada.

El sami se puso de pie lentamente y sin hacer sonido alguno fue por su arma.

En realidad en su mano derecha sostenía una lanza. En la otra una escopeta que no dudó en lanzar al aire hacia mí. La cogí como pude aunque me quedé inmóvil.

-No sé usarla –susurré.
-Ahora aprenderás.
-¿Qué?
-Sssh… puede ser un cazador.
-¿Lo lastimarás?
-Lo asustaré.
-Ah… Yo… Mejor no intento.
-Ssssh…  -volvió a ordenar.
-¿Y si es un oso?
-Entonces reza a los dioses por tu puntería.
-¿Perdón?

Él intentó seguir a Svart pero la loba no continuó. Se echó atrás. Ese detalle me puso más nervioso. Era extraño que una loba de sus características tuviera temor de un animal. Debía ser muy grande.

-Iré por la derecha, coge por allí. Y ya sabes no des la espalda si es un animal salvaje. Mostrarás sumisión y estarás perdido.
-¡Gracias por el consejo, amigo! –me enfadé.

Ni siquiera me escuchó. Se perdió entre la vegetación y me quedé de pie mientras los lobos me observaban.

-No me miren como si fuera un cobarde, ¡okay! Traeré carne de oso para comer.

Era una suerte que no leyeran pensamientos, y tampoco supieran reír. Lo hubieran hecho si adivinaban que estaba muerto de miedo. Quizás me olían.

No quería que el sami me encontrara como idiota, escopeta en mano, y haciéndome encima de mis pantalones. ¿Acaso no había salido de cosas peores?

Maldiciendo mi suerte y odiando la situación, me interné sin más remedio que pasar por un hombre valiente. Dios… ¿Por qué?

Caminé con cuidado de no hacer ruido al pisar la hojarasca. El bosque estaba en silencio. Los pájaros habían callado…

El olor a resina se hizo más fuerte. Como si un árbol hubiera sido cortado junto a mí. Sentí resbalar la escopeta entre mis manos. El sudor no sería un buen condimento para agregar a la puntería. Mierda…

Miré hacia la izquierda… Nada… Ni un oso, ni un reno, ni un cazador…

Traté de observar muy bien cada rincón que se ocultaba entre sombras y rayos de sol tenues. No había nada… Sin embargo tenía la sensación que alguien me observaba.

Sin cambiar la perspectiva tragué saliva. No era sensación, había alguien a la izquierda… Sí… Lo supe antes de coger valor y dirigir la vista hacia el lado opuesto.

Ahí estaba… Abrí la boca y mi voz no salió. Porque creo que lo primero que hubiera hecho hubiera sido pedir auxilio. Era una fiera a pocos metros de mí…

La escopeta resbaló hasta caer al suelo pero la bestia no se inmutó. Allí permanecí segundos que se hicieron eternos. Era muy grande para hacerle frente. Con razón Svart se había escondido.

Muchas cosas pasaron por mi cabeza, hasta la imagen de ser desgarrado en pedazos por ese animal. Temblé de pies a cabeza. La boca seca. Creí desmayarme… Sin embargo no llegué a eso. La fiera giró como si alguien lo llamara desde lo profundo del bosque y en un respiro desapareció veloz.

Mi madre… Mi madre y todos los santos…

Cogí la escopeta y la apreté contra el pecho. No supe porque ese enorme animal había desistido de comerme, y nunca lo sabría. Daba igual, debía regresar y avisar al sami que ya no corríamos peligro.

Caminé apresurado, saltando matas y raíces salientes. Tropecé unas tres veces en el apuro de ver a mi amigo y sentirme protegido. No estaba acostumbrado a enfrentar ese tipo de bestias tan enormes. Quizás algún día aprendería. Pero ahora quería llegar a la choza y beber un café cargado que me volviera el pulso normal.

El sami llegó tras de mí. Saltó con agilidad entre los matorrales mostrando la misma parsimonia con la que se había ido.

-¡Lo encontré! –Anuncié con una alegría desbordada.

Me miró y apoyó el extremo de la lanza contra el suelo.

-¿Qué encontraste, “brann har”?
-La fiera. Tranquilo, no vendrá. Corrió hacia el bosque. Era grande y peluda. Daba temor.
-Te equivocas, si era un oso volverá- gruñó.
-No te preocupes. No era un oso. Era solo un lobo blanco.





10 comentarios:

  1. Genial capítulo me gusto que Drank se quedara y lo que descubrió Te mando un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Holaa mi sol! Gracias por comentar. Es cierto a mí también me gustó que se quedara y el resto... Bueno habrá que esperar. Un beso enorme.

      Eliminar
  2. Que bien que Drank se quedo por un momento pense que se iba a ir, pero si estaba bien en la reserva es bueno quedarse ahí, tal vez con su papá no iba hacer tan feliz, ya habia hecho amigos lobos asi que genial que se quedo, gracias Lou por excelente capitulo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ante todo gracias a ti por comentar. Sí, es una suerte que se quede, ocurrirán muchas cosas pero hay que esperar. Su futuro está allí y sus proyectos, tal como él lo dijo. Un beso grande mi niña.

      Eliminar
  3. algo de misterio, es lo que me hacia falta, después de mi ausencia involuntaria,,tu sabes que soy tu asiduo lector,,,saludos LOU

    ResponderEliminar
  4. ¡Hola amigo! Sí lo sé y no sabes cuánto te agradezco que te detengas a comentar. Un placer para mí tener tu opinión. La intriga de la que hablas quizás falte aún para develar pero ojalá sea de tu agrado. Un abrazo desde Argentina.

    ResponderEliminar
  5. tuve una mezcla de sentimientos impresionante!!!!!! hermoso capítulo. necesitaba leer algo así! TE QUIEROOOOO♥

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola mi sol! Gracias por pasarte por aquí, me alegro que te haya gustado. Sí, hay varias sensaciones que el lector puede sentir, al menos al escribir me ha ocurrido. Me he divertido también. Un besazo reina y gracias por comentar!!

      Eliminar