Capítulo 16.
Despecho.
Sebastien.
Sobre
la mesa del escritorio junté las hojas sueltas de varias facturas y recibos del
hotel Thon. Anouk había dejado muy ordenado en una carpeta para que revisara el
balance de los gastos y las entradas suculentas que había dejado el turismo con
la llegada de las primeras nevadas. Me senté en la silla y recosté la espalda
en el respaldo con la vista fija en el nombre de la empresa de turismo que
habíamos contratado. Estaba conforme con la labor pero aún quería brindar a los
humanos más atracciones de las que ya contaban. Los paquetes turísticos
incluían paseos por los bosques en trineos, recorrida por el centro de
Kirkenes, y práctica de esquí en las montañas.
La
mayor parte del contrato se encargaba Lenya de vigilar y hacerlo cumplir aunque
por ahora no habíamos tenido problemas. Scarlet un poco más comprometida con
parte de la herencia que por ley y moral le correspondía, había decidido
contratar un jardinero que en definitiva se esmeró por plantar y adornar con
plantas y flores de invierno, dando el toque elegante y colorido a la fachada
nocturna del hotel próxima a la Navidad. También agregó además de las luces
tradicionales, unos faroles de hierro forjado muy señoriales que iluminaban
gran parte de la acera, permitiendo que la noche eterna de la ciudad se viera
muy atractiva. Por ahora la terraza quedaba para más adelante ya que la
primavera y verano serían estaciones donde los turistas desearían quedarse
hasta altas horas sentados en juegos de jardín bebiendo algún coñac o refresco.
A decir verdad mi hermana tenía buenas ideas sobre decoración y parecía
entusiasmarle la idea de intervenir y participar del proyecto, sobre todo ahora
que estábamos próximos a la Navidad.
Encendí
un cigarro y jugué con el líquido ambarino del vaso de whisky. No había sido
fácil acompañar a mi hijo al cementerio después del doloroso hecho de
desenterrar a su primer amor. Siempre dicen que la primera vez en la que comprometemos
el corazón es una experiencia que te deja una dulce melancolía. No había sido
el caso de Douglas, lamentablemente, y hubiera dado todo por haber podido
evitar ese dolor. Los padres deseamos que nuestros hijos no sufran, y cuando
no podemos lograrlo nos sentimos impotentes e inútiles, sin embargo la vida a
veces no nos deja alternativa solo la de acompañarlos y contenerlos.
Eché
la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Sabina vino a mí en una imagen de hace
años atrás. Era bella y seductora, y yo creí que jamás volvería a amar. Pero me
equivoqué, y esperaba que Douglas pudiera encontrar ese amor correspondido que
lo hiciera feliz como yo había encontrado el amor de Bianca. Recordar el pasado
me hizo reconocer cuanta tristeza habría causado a mi padre. Quizás la misma que
yo sentía de ver a mi hijo destruido y sin ganas de vivir. La vida pareciera
que devolviera todo lo que has hecho, para bien o para mal, el universo se
cobra. Y aquí estaba yo, desesperado por hallar una solución que cambiara el
pensamiento de mi hijo y le diera esperanza.
Unos
golpes en la puerta me sacaron de mi pensamiento. Acto seguido sin esperar mi
orden de pasar, la puerta se abrió y Sabina asomó la cabeza. Parpadee.
—Ey,
¡qué sorpresa! –me puse de pie con una sonrisa.
—Hola
–sonrió—. Perdón mi atrevimiento en venir sin avisar. Charles me abrió.
—No
escuché el motor de la furgoneta, ¿te trajo hasta aquí Bernardo?
—No,
vine sola, caminando. Necesitaba pensar. Siento caer de sorpresa.
—Por
favor –señalé un sillón cerca de la ventana—. Esta es tu casa, puedes venir
cuando quieras.
—Gracias.
Titubeó
antes de sentarse.
—¿Estás
nerviosa o me parece?
Sonrió
con pena.
—Sé
que me conoces… Sí, lo estoy… Necesitaba hablar contigo sobre Douglas. Yo… Yo
estoy preocupada. ¿Dónde está él?
Arquee
la ceja y la cogí del brazo guiándola hasta el sofá.
—En
su habitación. Siéntate, por favor. Imagino que te habrán dicho lo de la chica,
Clelia.
—Sí
–se sentó—. Bianca me llamó contándome lo sucedido y tu decisión. Quiero
adelantarte que me pareció perfecto, solo que… no sé… ¿Cómo está él?
Moví
la cabeza en gesto dubitativo.
—Creo
que lo superará pronto. Confiemos en que el destino le regale la sorpresa de
enamorarse cuando menos lo espere.
Ella
se mantuvo callada unos segundos, mirándome a los ojos.
—
¿Qué ocurre? ¿Sabes algo que ignoro?
—Bueno,
no sé si es con certeza pero… creo que Douglas tiene la oportunidad de ser
feliz con una chica, y…
—
¿Y?
—Se
niega.
—
¿De quién hablas? ¿Por qué estás tan segura?
Sonrió
divertida.
—Soy
su madre. Es la ventaja frente a ti. Los machos no son tan detallistas y pasan
hechos por alto.
—A
ver, dime, ardo de curiosidad. ¿Qué sabes que no sepa? ¿Es una humana de la
Universidad? ¿O trabaja en tu hotel? Porque si te refieres a Camile desde ya te
adelanto que no está enamorado.
Negó
con la cabeza rotundamente e hizo un gesto de desagrado.
—Nooo,
no es ella. Nuestro hijo y Camile son el agua y el aceite, no durarían ni dos
días conviviendo. Se trata de Marin, la hermana de Liz.
—¿Ella?
Pues… No sé… casi ni se cruzan y cuando están cerca no tienen mucho en común.
Rio.
—Ay
Sebastien, no puedo creer que con tus años no sepas leer miradas. A poco que no
te has enterado las peleas que tienen cada vez que se ven.
Sonreí.
—He
estado muy ocupado, cierto. Sin embargo que peleen no veo que sea una buena
señal.
Volvió a reír.
—A
veces lo es. ¿Sabes que me indicaría a mí que no estuvieran interesados el uno
en el otro?
—Dime,
tú eres la experta ahora —guiñé un ojo.
—Que
se ignoraran, eso a mí me indicaría que no se importan. E ignorarse no es
justamente lo que ocurre cada vez que comparten el mismo sitio.
Me
puse de pie y caminé hacia la puerta.
—Te
traeré algo de beber, imagino que me explicarás mejor tus teorías.
—Son
hipótesis Sebastien, nada seguro, pero Marin puede ser la solución para que
nuestro hijo olvide aquella mala experiencia. Y beberé un vaso de leche. Yako
me deja seca, por Dios, como come ese niño.
Reí.
Antes
de abrir la puerta Charles se adelantó.
—Oyee
–protesté viendo que empujaba hacia el interior.
—Ssssh…
Está Marin en la sala.
—¿Cuándo
llegó?
—Tras
Sabina. Ahora cállate, haz silencio. Quiero saber que le dirá a Douglas.
Sabina
se puso de pie.
—¿Vino
a ver a Douglas? Te lo dije, esos dos tienen algo.
Bajé
la voz.
—Pero
si la chica se compromete con ese lobo que no sé cómo diablos se llama.
—Carl.
Y para mí es una excusa para no enfrentar el amor –contestó.
—Coincido
con Sabina –agregó Charles.
—De
todas formas no está bien que escuchemos, ¡Charles! ¿Quieres apartar tu oreja
de la puerta? –gruñí.
—Ssssh,
¿podrías callarte? Las paredes son aislantes. OH… Douglas está bajando la
escalera.
—Hazme
un lugar –dijo Sabina ubicándose junto a Charles.
—Ah,
pero no lo puedo creer, son dos chusmas de barrio. ¡Por favor!
—¿Qué
dice, Charles? ¿La saludó? –preguntó la madre de mi hijo sumamente interesada.
—No
lo sé se escucha bajo.
—¿Le
dio un beso?
—Pues,
no puedo ver.
—¡Joder!
Porque si la saluda con un beso es otra cosa, ¿verdad?
—Sí,
hay que ver qué clase de beso, también.
Me
crucé de brazos observando a los dos cuchichear. Era de no creer, dos adultos.
—Ssssh,
aguarda, creo que tu hijo le ha preguntado a qué ha venido.
—¿Y
ella qué contestó? No puedo escuchar, Charles.
—Es
que es un don de los vampiros, querida.
—No
pelees conmigo y trata de saber que ocurre en la sala.
—Okay.
Me
senté en el escritorio con la boca abierta por el asombro.
—Dejen
de meterse donde no los llaman.
—Es
mi hijo, Sebastien.
—Es
su hijo, tiene razón –agregó Charles.
—Además
es su felicidad.
—Claro
que sí, querida –apoyó mi mayordomo.
—Por
los infiernos, si Douglas se entera pondrá el grito en el cielo –susurré.
—No
se enterará si tú no se lo dices.
—Y
se qué no se lo dirás –adujo Charles.
—Okay,
hagan lo que quieran, no quiero participar de esta escena infantil.
—¡Quédate
sentadito sin molestar!
—Y
no hables porque no dejas que escuchemos –protestó Sabina.
—Ssssh…
Ella está pidiendo disculpas. ¿Disculpas de qué, Sabina?
—Oh
sí, ella bebió demasiado y creo que Douglas tuvo que llevarla al hotel.
—¿Ocurrió
algo allí?
—No…
Ssssh, escucha y cuéntame.
—¡Pero,
pero, joder! Mi hijo no se atrevería a hacer algo con una chica que ha bebido.
—¡Ssssssh!
—chistaron los dos.
Varios
minutos pasaron sin que ambos se movieran de la puerta, con sus orejas apoyadas
y gesto de desesperación. Cielos… Hasta a mí me desconcentraban y no concluía el
mail que deseaba enviar a András por culpa de ellos.
—¡Mierda!
Dijo que se va –protestó Charles.
—¿Cómo
que se va? –preguntó angustiada Sabina.
—Se
va por un tiempo, ¡Douglas se va por un tiempo!
Me
puse de pie de un salto.
—¡Cómo
que se va por un tiempo! ¡Háganme lugar, quiero escuchar!
—¡Ja!
¿No has dicho que estaba mal lo que hacíamos? –se burló Charles.
—Pero
eso era antes de saber que quiere irse.
—Ssssh…
¿Esa voz? –susurró Sabina.
—Es
Liz, querida. Creo que baja la escalera.
—Cielos,
ya no hablarán a solas.
—No
te preocupes, nada iba a cambiar por lo que parece. Estos dos nos darán más
trabajo del que supuse –dijo Charles preocupado.
—¿Y
ahora qué? –pregunté a los dos.
—No
sé, tú eres el que tiene las ideas brillantes y maduras. ¿Alguna propuesta?
Negué
con la cabeza.
—No
Charles, lo siento.
Marin.
Después
que Charles subió rápidamente las escaleras me dediqué a mirar alrededor de la
sala. Era tan bella y sofisticada. Aunque a mí nada de eso me atraía. Mi
interés solo había apuntado a ser amada por un ser con nombre y apellido que
habitaba en la mansión, Douglas Craig. Pero no lo había logrado. No sabía si
había hecho las cosas mal. Quizás… O tal vez Douglas no había podido aprender
a amarme como necesitaba que lo hiciera. A lo mejor yo pedía mucho a sus
veinte años. Los hombres jóvenes buscan vivir la vida y divertirse, cuanto
más él que había vivido mucho tiempo encerrado y en la oscuridad. Lo cierto que
por capricho o no, no deseaba esperar por él. Que hiciera lo que se le cantara
con su vida que yo haría la mía junto a Carl y la promesa de un hogar feliz y
bien constituido… Bueno, ni yo me creía tanta estupidez junta… Sin embargo las
cosas estaban así.
Al
fijar mi vista en el bello escudo con la cabeza de león pensé en lo maravilloso
que sería tener en mi dedo anular un anillo como llevaba Bianca o Scarlet, o
cualquiera de las chicas de la casa. El símbolo de los Craig, un símbolo de
pertenencia. Pronto Liz llevaría el mismo anillo obsequiado por Lenya, quien la
adoraba y la amaba como se lo merecía.
¿Yo
merecía un amor así? Evidentemente no…
Charles
bajó las escaleras y acto seguido, sonrisa mediante, se metió en el despacho de
Sebastien. Me quedé en silencio...
Rose
salió de la cocina y recogió las flores marchitas de un florero. Antes de salir
por la misma puerta que había entrado me saludó con cariño. Me sentía tan a
gusto con los Craig, era lo contrario con los Rotemberg.
Respiré
profundo para desatar el nudo en mi estómago pero conseguí anudarlo más. Era
como tener un puño al comienzo del abdomen, y los retorcijones en el bajo
vientre producto de los nervios me castigaban de forma intermitente. Cruzarme
con él de sorpresa no había provocado esas feas sensaciones, sin embargo hoy
era distinto. Hoy deseaba encontrarme con Douglas.
Imaginaba
que bajaría la escalera con aires de sobrador por la escena vivida en
el restaurante. Esa noche quedé expuesta al volcar el plato de comida a su
novia. ¿Por qué motivo lo haría si no me habían llevado los celos? La bebida…
Sí, eso debía decir para excusarme. Douglas no debía enterarse de lo que sentía
por él. Y si le quedaban dudas era mi misión erradicarlas sobre todo porque
Carl y yo íbamos a comprometernos. Basta de juegos idiotas que no me llevarían
a nada.
Escuché
los pasos por el pasillo superior y mi cuerpo comenzó a transpirar. Otra vez
tenerlo frente a frente, quizás muy cerca. Mirando sus ojos miel divertidos y
fogosos… Dios…
En
cuanto lo vi con sus jeans caídos y su camiseta blanca marcando sus pectorales,
creí morir.
Él
me miró mientras bajaba la escalera pero no hizo gesto de burla. Entonces traté
de sonreír fingiendo una seguridad que estaba lejos de sentir.
—Hola
–dijo.
Tenía
un rictus triste y apagado. Sus ojos no brillaban como al discutir conmigo o
simplemente recorrerme de arriba abajo como tantas veces lo había hecho.
—Hola
Douglas. ¿Cómo estás?
Me
observó unos segundos para después contestar con voz neutra.
—Bien,
y ¿tú?
—Bien
–susurré.
Se
detuvo antes de llegar a mía. Diría que guardando bastante
distancia.
Nos
miramos… Él estaba a un trecho prudencial como si quisiera marcar la
separación entre nosotros.
—Tú
dirás, Marin. Charles dijo que me buscabas.
—Sí…
Yo… Quiero pedirte disculpas por lo de la otra noche. De cómo me comporté.
Mi
frase sonó sin comas ni puntos.
Me
miró fijo. Se veía apenado.
—No
era necesario. ¿Deseas quitarte el abrigo y sentarte en el sofá?
—No,
no yo… Yo vine por ese motivo, el de las disculpas. Nunca me comporté así.
Lo que hice a Camile no tiene perdón, ni siquiera sé cómo llegué a tu mesa.
Bebí y no estoy acostumbrada.
—Entiendo.
—En
cuanto a lo del hotel… No soy esa clase de mujer que dice groserías.
—¿Entonces
recuerdas todo lo que dijiste antes de dormirte? –preguntó casi en un susurro.
Asentí
levemente.
—Lo
siento, dije todas tonterías.
Inclinó el rostro interrogante. Sus
ojos cambiaron de tono. Parecieron oscurecerse a un color caramelo.
—¿Fueron
todas tonterías?
Pensé…
De todas las cosas que había dicho, la mayoría eran verdad, sobre todo que lo
amaba…
—Sí
–contesté sin dudarlo—. Fueron todas tonterías.
Quedó
mirándome con cierta tristeza y estuve a punto de gritarle, “¡No, lo de amarte
fue verdad!” Sin embargo mi orgullo pudo más y callé la boca.
Él
bajó la vista y encajó las manos en las caderas. Se mantuvo pensativo unos
segundos y después me devolvió una mirada cargada de angustia.
—Yo
también necesito pedirte disculpas. Cada día que nos hemos cruzado solo he
tratado de hacerte enfadar. No me preguntes el porqué, fue lo que sentí en esos
momentos. Sin embargo estuve mal y lo reconozco. Debí dejarte en paz y entablar
una relación de amistad amena contigo. Lo primero… lo de dejarte en paz ten la
seguridad que lo cumpliré. Lo segundo… Lo segundo no sé si podré cumplirlo. Por
lo tanto he tomado una decisión pensando en lo mejor para mí y para ti.
Me
mantuve en silencio, con mi cuerpo temblando. Con mi piel sensible y ansiosa
porque sus manos anchas y fuertes me cogieran y acercaran a él.
Douglas
no se acercó, sin embargo me miró con gran pesar.
—He
hablado con Drank.
—¿Sobre
mí? –pregunté temerosa.
¿Drank
habría comentado lo que yo sentía por él? No, de mi ex cuñado no lo creía.
¿Entonces? ¿Qué habrían hablado?
Douglas
continuó, aunque sus ojos se clavaron en la alfombra de la sala.
—Drank
me dijo que cuando uno quiere a una persona desea que ésta sea feliz. Y yo te quiero y deseo eso para ti. A pesar de todo lo que pasó entre nosotros. Necesito que
olvides si te he hecho daño. Y ojalá puedas seguir con tus proyectos y se
cumplan.
—No
es necesaria la disculpa, Douglas. Y ten la seguridad que seré feliz –contesté
rápidamente.
¿Por
qué a veces la boca dejaba escapar palabras tan absurdas y mentirosas? No supe
porque el orgullo nos visita cuando menos lo necesitamos. Hubiera sido mejor
decirle, “te perdono porque te amo y te perdonaría todo, esa es la razón” Pero seguí actuando con indiferencia.
—Los
malos momentos fueron eso, solo momentos. Así que no le doy importancia. No te
preocupes, algún día sé que seremos amigos. Mi felicidad está más allá de si me
llevo bien o mal contigo. Igual, gracias por tus disculpas.
Mentirosa…
Me
miró fijo con los ojos brillosos… Como si quisiera desnudar mi alma y que
reconociera que lo dicho era una infamia.
Permanecí
muda, con una sonrisa hipócrita.
Él
bajó la vista y volvió a mirarme.
—Okay…
Mejor para ti. Yo… decidí irme lejos por un tiempo.
Me
atraganté con la saliva. ¿Dónde se iría? ¿No lo vería más? El corazón se estrujó. ¿Pero acaso no iría a hacer mi vida sin contar con él? ¿No era eso lo
que buscaba?
—Ah…
¿Te vas lejos?
—Sí,
a la Isla del Oso. Ya hablé con Numa ayer. Así que al menos me reencontraré con
mi amigo.
—Claro…
Muy bien…
—¿Algo
más para decirme? –susurró.
—No,
nada más. Espero que me disculpes por la escenita.
—Por
supuesto, no tienes que decirlo.
—Bueno…
Me voy…
Levanté
la vista hacia el pasillo superior al escuchar el taconeo de unos pasos.
Mi
hermana sonriente por encima de la barandilla me saludó feliz de verme allí.
—¡Liz!
¡Hermana! ¡Qué gusto verte bien!
Ella
se detuvo en el último peldaño. Me miró sonriente pero no se movió. Tendría
miedo de hacerme daño ahora que yo era humana y ella vampiresa.
Me
angustié… Tenerla a metros y no poder abrazarla me dio una sensación de
abandono. Aunque la partida de Douglas ya había sobrecogido mi corazón.
Como
adivinando mi estado de ánimo a punto de soltar las lágrimas se apresuró a
bajar.
—Tranquila,
Marin. Puedo abrazarte. Estoy bien alimentada.
Douglas
sonrió y se excusó para dejarnos a solas.
Antes
de subir la escalera giró para mirarme quizás por última vez.
—Te
deseo lo mejor, Marin. Que seas feliz.
Subió
de dos en dos los escalones apresurado mientras mi hermana no lo perdía de
vista.
Lo
vi desaparecer y corrí a abrazar a Liz. Ella me abrazó muy fuerte.
—¡Estás
fría! –reí entre lágrimas. Te extrañé.
Me
apartó para mirarme a la cara.
—Y
tienes ojos extraños, casi un púrpura.
—Sí,
pero soy la misma para ti.
—Lo
sé.
Me
cogió de las manos y nos miramos.
—Eres
hermosa, más de lo que ya eras.
—Tonta
–rio—. Ven, sentémonos.
Ambas
nos sentamos cerca del hogar de leños encendido.
—Marin,
no te has quitado ni el abrigo.
—Deja, debo irme en poco tiempo. Me alegra al menos hablar contigo un poco y verte
bien.
—Lo
estoy.
La
sonrisa iluminó su rostro.
—¿Las
cosas con Lenya marchan bien?
Ensanchó
su sonrisa.
—Sí,
nos amamos y estoy feliz de pasar el resto de mi larga vida con él.
—Me
alegro hermana, de corazón.
—Lo
sé… ¿Y tú? ¿Así que te comprometerás con ese patán?
—Liz…
No seas tan dura, dale una oportunidad.
—Claro…
Por ahora me quedaré sin intervenir. Espero que no te haga sufrir porque los
destriparé y lo llevaré al fondo del mar para que adorne los corales.
Reí.
—Oye…
¿Es cierto que puedes nadar mucho tiempo por debajo del agua?
—Sí,
es mi don. Conducirme por los mares como por la tierra. Entre otras cosas.
—¿Qué
cosas? Cuenta.
—Por
ahora permíteme no hablar sobre mis dones, es que aún no los domino.
—Okay.
Charles,
Sabina, y Sebastien salieron del despacho.
Liz
se puso de pie.
—Sabina…
—Querida,
un gusto verte bien. Estás hermosa.
—Gracias.
—Hola
Marin –saludó Sabina.
—Hola
–contesté nerviosa.
Ella
sabía mi amor por Douglas y tarde o temprano quizás me preguntaría porque
seguía insistiendo en seguir con Carl. Era muy difícil verla cara a cara y
mentirle sobre lo que sentía.
—Me voy –contesté.
—Podemos
ir juntas si vas a la reserva a ver a Carl.
—No,
yo regresaré al hotel. Mañana trabajo desde temprano.
—Okay,
no te preocupes. Ya tendremos tiempo de estar juntas y conversar.
—Por
supuesto, si me permiten, no quiero demorarme.
—Charles,
acompaña a Marin a la puerta –ordenó Sebastien—. Pero antes pídele un coche de
alquiler.
—Claro
que sí.
Douglas.
Apenas
llegué a mi habitación cerré y recosté mi espalda a la puerta. El ambiente se
convirtió en un espacio inmenso y silencioso. ¡Cuánto objeto de valor tenía
entre esas cuatro paredes! Nada de eso me llenaba ni me consolaría. Lo único
agradable a mis ojos era la enorme ventana que daba al parque. Tras los
cristales estaba un mundo que me refugiaría del dolor de una despedida a la
fuerza.
Me
quedé inmóvil, con lágrimas en los ojos. Odiando al destino porque Marin no me
amaba como hubiera necesitado. Iba a ser feliz, lo había dicho. En sus
planes no estaba yo en absoluto.
¿Esto
era parte de amar de verdad? ¿De soltar para que el otro fuera dichoso? Sí…
¡Pero cómo dolía!
Sentí
que necesitaba a Numa más que nunca, aunque pronto me reuniría con él. Sin
embargo mi angustia era ahora, hoy en este maldito día mi corazón se partía en
mil pedazos y era urgente la palabra y consuelo de un amigo.
Mis
ojos se fijaron en el cajón de la mesa de luz. Allí había un papel arrugado con
el número de móvil de Drank. Él me lo había ofrecido minutos antes de subir a
la moto.
No
lo dudé.
Me
abalancé sobre el cajón y lo abrí. Cogí el papel y mi móvil que estaba sobre la
cama…
No
tardó en responder a mi llamado.
“Hola”
—Hola
Drank.
“¿Quién
habla?”
—Lo
siento, soy Douglas, lamento molestarte –dije temblando.
“Ah,
Douglas, está bien. No te preocupes. Es que no tengo tu móvil agendado y no
sabía quién llamaba”.
—Sí…
Yo… No te lo ofrecí. Perdón, no me di cuenta.
“Todo
bien. Dime…”
—Yo…
Acabo de hablar con Marin.
“¿Qué
ocurrió?”
—Bueno…
Yo… Seguí tu consejo…
“¿Le
dijiste lo que sentías?”
—No,
yo… la dejaré en paz. Me iré un tiempo lejos. Tienes razón. Es más importante
que sea feliz y parece que lo será con su novio.
“¿Qué?
Ehm… Creo que no fue exactamente lo que te aconsejé. Te dije que pensaras si
amabas a Marin.”
—Sí,
y me dijiste que si la amaba de verdad no la perjudicaría… Entonces, me iré,
lejos, un tiempo. No sé por cuánto… Ella ha dejado claro lo que desea para su
vida.
“¿Estás
seguro?”
—Me
lo confirmó.
Sentí
que suspiraba a través del móvil.
“Okay,
Douglas. Quizás te ayude a pensar y a estar mejor contigo mismo.”
—Claro…
Bien… Solo quería decirte que no fue fácil. Siento que mi corazón se partió
cuando me despedí de ella… Y siento… que no voy a volver a creer en el amor.
Pero a pesar de ello, necesito verla bien, sea conmigo o con otro.
Él
calló al principio… Después murmuró.
“Animo,
cuentas conmigo. Juro que nadie te entenderá mejor que yo”.
………………………………………………………………………
Me
quedé acostado en la cama con los apuntes desparramados de “Teorías sobre Pynes”,
tesis que había casi concluido para presentar en marzo.
Creo
que habrían transcurrido dos horas cuando Charles golpeó mi puerta y me
comunicó que Camile me esperaba en la sala.
Cielos…
Día completo. Aunque era mejor así. Finiquitar todo de una vez.
Me
puse de pie y salí de la habitación desganado por enfrentar la solución a un
problema en el que había querido involucrarme, y sí… Sin ninguna necesidad.
Pero Drank también tenía razón en eso de comportarse como caballero y debía a
la loba una explicación.
Bajé
la escalera y la sorprendí observando el escudo de los Craig. Giró la cabeza al
escuchar mi “hola”, entonces frunció el entrecejo y con voz autoritaria me
increpó.
—Vaya
–fue acercándose a mí con los brazos a las caderas—, parece que interrumpí tu
descanso.
Acomodé
mi cabello con las dos manos y arquee la ceja.
—Estaba
descansando sí, pero no te preocupes no dormía.
—No,
si es que no me preocupo por ti. Sería lo justo, ¿verdad? Tú no lo has hecho a
pesar de habérmelas arreglado sola la otra noche.
Bajé
la vista.
—Lo
siento. Sé que debía al menos comunicarme contigo. Iba a hacerlo mañana.
—¿En
serio? ¡Qué gentil! Creo querido mío, que debías lo mínimo, ir hasta mi casa y
dar las disculpas correspondientes. Aunque tu actuar no creo que tenga perdón
que valga.
—Sé
que estuve mal. Te pido perdón por haber actuado de esa forma.
—Pues…
No sé si perdonarte. Lo pensaré. Estuve sin dormir creando nuevas formas de
tortura para ti, y te aseguro que todas te las mereces.
Respiré
profundo.
—Okay,
lo entiendo. Yo… No quise hacerte sentir poca cosa ni mucho menos. Debía llevar
a Marin al hotel por el estado en que se encontraba y…
—Esa
idiota borracha contaba con tu adorada tía y a esa intrusa charlatana
entrometida del otro aquelarre. Bien podían haberse encargado. ¡Dime!
¿Llegaste al hotel y en la habitación te revolcaste con ella?
—No
fue así –murmuré—. Puedes creerme.
—¡Me
tomas por idiota! No soy una hembra que has recogido en la calle. Soy Camile
Rotemberg, y vengo de una prestigiosa familia de lobos de linaje.
Anouk
entró a la sala desde la cocina con una taza de café. Rose, tras ella,
conversaba sobre los regalos de Navidad. Ambas se detuvieron y me miraron al
ver a la loba enojada frente a mí.
Encogí
los hombros y prosiguieron la marcha hacia la escalera. Antes de que Anouk y
Rose desaparecieran, Camile se acercó al primer escalón.
—¡Tú!
¡Desgraciada!
Ambas
giraron para mirarla con sorpresa, pero el desconcierto de la menor de los
Gólubev duró segundos. Echó una mirada a Rose y sonrió.
—Ay
querida, sigue camino, es a mí. La desgraciada según ella, soy yo.
Bajó
la escalera balanceando sus caderas con provocación.
—Camile
–murmuré—. Has venido a hablar conmigo. Deja a Anouk.
Ella
continuó con una mirada de odio y furia.
—Piensa
cómo me pagarás mi costoso vestido.
—Pensé que te había gustado el color azul y venías por más tinta -sonrió-. ¿Y costoso?
No me hagas reír, loba estúpida. Si a la legua se notaba que lo habías
conseguido en una feria de hippies.
—No
te hagas la graciosa conmigo, no te conviene.
—¿Estás
amenazándome?
—Por
favor… —interrumpí—. Te pagaré el vestido yo, si ese es tu problema.
—Me
pagarás la humillación.
—Okay,
¿quieres un cheque o en efectivo?
—¡Imbécil!
—¡Arrastrada!
—¡Cállense
las dos! Camile, por favor, terminemos esta charla. Ya te pedí disculpas. ¿Qué
más quieres?
Anouk
se cruzó de brazos pero no se movió.
—¿Qué
quiero? Quiero que nos comprometamos ante nuestras familias, me lo merezco.
Solo así te perdonaré.
La
risa de Anouk se escuchó en toda la sala.
—¿De
qué ríes idiota?
—Ahora
la borracha eres tú. ¿Cómo se te ocurre semejante disparate? ¿Crees que Douglas
es tonto? Ni loco se comprometerá contigo.
Camile
me miró furiosa.
—¿Por
qué dice eso? ¡Contesta!
Rodee
los ojos.
—Escucha,
he decidido partir de Kirkenes. Necesito estar solo y en cuanto a ti…
—¡Anda
Douglas! ¡Díselo! Así de una buena vez se le van los humos a esta licántropo.
—Anouk,
por favor retírate. Necesito hablar a solas con Camile.
—Como
digas. Después de todo no es bonito contemplar llorar a alguien mientras es
echado de una casa –la miró desafiante—. Hasta te tengo lástima.
Camile
giró el rostro hacia mí antes de que Anouk subiera las escaleras.
—¿Crees
que me puedes desechar como basura? ¡Estás loco si piensas que no me vengaré de
ti! No me quedaré con los brazos cruzados.
—No
dejaremos que le hagas daño a Douglas –interrumpió Rose que a todo esto se
había acercado a Anouk.
Camile
la miró despectiva.
—¿Tú
quién eres para enfrentarme? ¿Una tonta y desgraciada mantenida por los Craig?
—¡Camile,
es suficiente! No te dirijas así a mi familia ni a mis amigos. No voy a
permitirlo. Te di una disculpa. El hecho que me vaya de Kirkenes será el bien
para ti también. No puedo engañarte y engañarme más.
—Muy bien dicho, Douglas –apoyó Anouk. Aunque hubiera deseado que callara la boca.
—¿Crees
que puedes terminar la relación cuando y como se te ocurra? Estás equivocado
–sus ojos dispararon dardos venenosos a la Gólubev— Y tú… Quizás un día… Te
encontrarás en mis dominios… y yo tendré el poder de hacerte trizas. Reiré
mientras lloras lágrimas de sangre.
Lo
dicho por Camile nos sobrecogió a los tres. No sabría cómo explicarlo pero no
eran sus palabras que bien podían nacer de la rabia y despecho, sino el odio
con que fueron pronunciadas.
Uy Douglas es más zonzo . Ojala luchara por Marin me gusto la escena de ver a Sebastien y a Sabina comportándose como niños para oír la conversación de Douglas te mando un beso y te me cuidas mucho
ResponderEliminarUffff me morí con los tres chusmas pegados a la puerta...bah dos,porque Sebastian es un señor (chusma tardío) ��
ResponderEliminarMe estas sacando canas verdes con la estupidez de Douglas...no podemos zamarrearlo un poco a ver si le hacemos un acomodo de neuronas? Mira q no hay peor ciego que el q no quiere ver... A Marin la entiendo, tiene tremendo complejo de inferioridad por eso no ve que el otro la ama....pero el....por Dior si está claro como el agua que ella pierde hasta las medias si el se lo pide....
Y por ultimo....Camile....pobre loba tonta...que necesidad de ponerse en plqn enemiga de los Craig. Espero y confio que la ubiquen pronto en su lugar xq es insufrible.
Gran capi amiga....me abandonaste a mi parejita predilecta pero puedo esperar un poco. ��
Hola, Lou... Creo que no ha habido mala intención, por parte de Charles y Sabina, al querer escuchar la conversación entre Douglas y Marin... y ha sido una escena divertida
ResponderEliminarDouglas ha cortado con Camile, y a Camile le ha sentado muy mal... pero, desde luego, no me ha parecido que le doliera... simplemente se ha puesto furiosa
Douglas quiere irse a la isla del Oso, y Marin va a continuar con Carl... Los dos se equivocan, pero entiendo que, muchas veces, no es sencillo hablar muy claro y ser muy sinceros... No sé si es orgullo o si es miedo... o una mezcla de ambos
Lo que sí sé es que me ha encantado el capítulo, y lo he disfrutado mucho
Muchas gracias por este rato agradable
Besos
Esa Camile es bien mala y esas palabras de lo seguro que las cumple por que de brazos cruzados no se va a quedar, que Douglas se espabile y le deje de una vez porque esa tipa es bien desagradable, como cuesta que Marin y Douglas estén juntos, excelente capítulo Lou gracias!!!
ResponderEliminarhola LOU, surgen las desavenencias e imposiciones de unos y otros, pero al final como siempre surgirá el amor,o me equivoco?,,,saludos
ResponderEliminar¡Holaaa! Mil disculpas por el atraso. En esta oportunidad y por única vez voy a agradecer en forma general aunque no es mi costumbre. He leído cada comentario y sinceramente son el motor de cada capi nuevo. Gracias por estar aqui y por molestarse en contarme si les ha gustado. Un beso enorme y abrazo desde Argentina.
ResponderEliminarDesde que apareció Camille la odié y la seguré odiando hasta que desaparezca... En cuanto a Douglas... no sé, me da coraje el pasado que carga en su hombros y Drank... Drank es magnífico, personas como ya no se encuentran. Un capi lleno de emociones, lo amé ♥
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