Capi un poco triste a mi modo de ver. Ustedes dirán. Muchas gracias y besos a todos.
Capítulo 27.
Almas negras.
Douglas.
Llegamos con Marin a la
mansión alrededor de las diez. Si hubiera sido verano el viaje hubiera tenido
otras tonalidades. Las hojas de los cipreses que bordeaban la ruta hubieran
mostrados las distintas tonalidades de verde bajo un sol perenne y cálido. El
rugido de la moto a toda velocidad sería lo único capaz de acallar el sonido de
las distintas especies del bosque. Y las aves… las aves remontarían el vuelo
asustadas por el imperceptible temblor del suelo al avanzar por el asfalto.
No era verano, no. Sin
embargo la noche invernal de Kirkenes no era suficiente para cambiar mi humor
feliz y desenfadado. Sentada tras de mí, aferrada a mi cintura, iba Marin. La
mujer que había deseado tanto y amado a pesar de mi falso orgullo.
Cuando los portones se
abrieron dándonos paso, aceleré hasta llegar al portal iluminado. Bajé de la
moto al igual que ella y ambos nos quedamos extasiado viendo las ventanas con
las cortinas corridas, permitiéndonos ver parte del mobiliario. La mansión
parecía transmitir esa alegría que llevaba en mi corazón. Supuse que miles de
veces, podría haber visto el interior de mi casa desde los jardines, pero
quizás nunca lo había notado. El porqué, no sabría decirlo. Lo cierto que
llegar al hogar donde había crecido fue una sensación agradable e imposible de
olvidar.
Quizás el hecho de no
regresar solo como tantas veces. Porque
por más que anteriormente hubiera llegado acompañado hoy era diferente.
Desde afuera pude escuchar
la suave melodía del piano… ¿Mi padre? No… Conocía de memoria como él tocaba.
Debía ser Lenya, sí…
Marin observó la puerta cerrada
e inmóvil. Junto a mí, no se atrevió a dar un paso.
-¿Nos esperarán?
-Sí, avisé a Charles.
Intenté acercarme al portal
pero ella me retuvo del brazo.
-Douglas, ¿y si no les cae
bien que sea tu chica?
Sonreí y cogí su rostro
entre mis manos.
-Mi amor, todos estarán
felices.
-Pero Charles no abrió la
puerta.
-Ten paciencia. Él abrió los
portones, quizás haya tenido algo que hacer.
-Tengo miedo que no me
acepten.
Acerqué mis labios a los de
ella.
-Te aseguro que todos
estarán dichosos que seas mi chica.
La besé con un beso tierno y
dulce, sin embargo mi deseo por Marin parecía no aplacarse nunca. Así que
entreabrí los labios y mi lengua buscó su lengua sin ninguna resistencia.
El sonido de los goznes de
la puerta se escuchó junto a un suave carraspeo.
Me separé y miré a Charles
con una sonrisa.
-Ya estabas tardándote
demasiado –bromee.
-¿No digas? –Sonrió
inclinando la cabeza a modo de saludo-. De cualquier forma has aprovechado el
tiempo muy bien.
Reí y cogí a Marin de la
mano.
Al llegar al portal, Charles
se hizo a un lado y observó a mi chica.
-¡Pero qué bella jovencita!
Parece toda una princesa. ¡Qué buen gusto, Douglas!
Marin rio y le dio un beso.
-Hola Charles, gracias por
prestarnos la casa.
-De nada, ha sido un placer.
-Algunos objetos de la
casona se rompieron y… -interrumpí acongojado.
-Eso ya me lo has dicho, no
te preocupes, todo tiene solución. Menos vivir una vida sin amor. Eso sería imperdonable.
Pero pasen, adelante, los esperábamos.
Apenas pisé la sala vi a mi
tío ponerse de pie. Abandonó el piano con una sonrisa y avanzó hacia nosotros.
-Bienvenidos.
-Gracias tío.
-Gracias –murmuró Marin
tímidamente.
No olvidaba que entre ellos
dos había existido una situación desagradable y la tirantez podía olerse a
simple vista. De todas formas no iba a empañar el momento con recuerdos ya
pasados así que sonreí al ver a Bianca y Scarlet bajar por la escalera.
-¡Pero miren a quién tenemos
aquí! –Sonrió Scarlet-. A una especie de Robin Hood que rescata chicas
secuestradas.
Bianca rio y me abrazó.
-Bueno, ni Robin Hood ni
chicas secuestradas, ¿no es cierto? Fue un acto de puro amor.
-Cierto –asentí rodeándola
con mis brazos.
Marin abrazó a ambas y sus
ojos se humedecieron de emoción.
-¡Marin! –Liz bajó la
escalera con alegría.
Las dos hermanas se unieron
en un abrazo interminable.
Rose, Margaret, y Sara, no
tardaron en aparecer por la puerta que daba a la cocina.
Con mucha alegría nos
recibieron y la llenaron de besos. Marin terminó por llorar de felicidad como
era de esperar. Era tan sensible y se la notaba feliz.
Rose tiró de su mano y rio.
-Ven, vamos a saludar a Anne
y de paso me cuentas qué tal te fue.
Ante la protesta de todos, los
ojos de la chispeante pelirroja no dejaron duda alguna de que tipo de charlas
tendrían, a lo que aduje fingiendo enojo…
-No hablen mal de mí.
La puerta del despacho se
abrió y cerró y mi padre surgió en la sala como figura imponente. Lo miré a los
ojos y me sonrió.
Respiré profundo…
-Douglas –murmuró.
Me acerqué y sin tiempo a
que dijera una palabra lo abracé fuerte. Él me correspondió con ese amor que
tienen los padres a pesar de que a veces no hagas las cosas bien.
-Papá… Soy muy feliz.
Mi frase no fue buscando el propósito
de destabilizarlo, pero eso logré en segundos.
Acarició mi espalda y pude
escuchar el latido de su corazón a ritmo con el mío. Y recordé… Cada vez que
siendo pequeño él me abrazaba… Yo no podía ver su rostro como hoy… Sin embargo
el sonido de su corazón era el mismo.
-Douglas, no sé como logras
que se me olvide algún reproche –sonreí contra su pecho-. Igual a cuando eras
niño. Tienes un don especial para desmoronarme.
Reí.
Ambos nos miramos a los
ojos.
-Me alegro que seas feliz.
Quiero que sepas que no hay deseo más grande en mi vida que verte dichoso. A
pesar de cómo se han dado los hechos.
-Lo sé. Ahora sé de lo que
hablabas cuando te referías a estar con Bianca.
Bianca se acercó sonriente.
-¿De verdad? Me gustaría
escuchar parte de lo que hablabas –le regaló una sonrisa a mi padre que se
hundió en su mirada embelesado.
Mi padre apartó la vista
después de besarla en los labios y se dirigió a Marin.
-Marin, un gusto tenerte en
la familia. Bienvenida a los Craig.
-Gracias.
-¿Qué tal una ronda de coñac
para festejar? –invitó Charles-. ¿O esperamos a Ron y a Rodion? Han salido a
cazar.
-Pues, cuando regresen
beberemos otra -rio Scarlet-. Brindemos por el amor.
Liz volvió a abrazar a su
hermana y noté a Marin un poco inquieta. Su rostro lucía una mueca de angustia
aunque no supe definir muy bien. ¿No estaba feliz? El pánico corrió por mis
venas pero fue por poco tiempo. Al escuchar sus palabras no pude menos que
sentirme orgulloso.
Marin.
Ver a Sebastien entrar a la
sala no sólo me preocupó sino que hizo temblar mis piernas. Nunca había notado
el porte del líder de los vampiros al menos de la forma que hoy lo contemplaban
mis ojos. No podía haber otro dueño y señor del aquelarre más poderoso. Con su
andar pausado y sus movimientos elegantes no dejó en ningún instante de imponer
su soberanía. No desde un lugar pedante o vanidoso, sino desde el espacio que
sólo ocupan los que nadan en sabiduría. Lo admiré a pesar de sentir temor por
mi escapada con Douglas. La paz de las razas era algo intocable y valorado como
principio, y Douglas y yo habíamos jugado quizás con un límite muy delgado.
Sin embargo todo emperador o
rey por más poder que tenga, tiene un talón de Aquiles, sin duda el de él era
Douglas, su hijo. Su abrazo me conmovió, creo que a todos los que estábamos
allí. Después, cuando dirigió su iris gris oscuro a mí, sonrió amable y me dio
la bienvenida.
Charles invitó una ronda de
coñac a la que todos estuvieron de acuerdo. Mi hermana me abrazó nuevamente y
la angustia subió por la garganta. Estaba feliz, sí… Pero no en paz. Para ello
debía saldar una cuenta pendiente.
-Si me disculpan –interrumpí
la algarabía.
Hubo silencio y todos los
rostros puestos en mí.
-Yo… -continué-. Estoy muy
feliz y les doy las gracias por tanto cariño. Pero… Pero sé que no me comporté
muy bien hace tiempo y… Quisiera pedir disculpas.
-¿Disculpas? –preguntó mi
hermana.
-Sí –lo miré a los ojos. Ese
gris tan similar al de su hermano aunque un poco más claro.
Me acerqué abriéndome paso
entre Rose y Scarlet.
-Lenya, te pido disculpas
por lo que te dije esa noche. Lo siento, de verdad.
Él bajó la mirada pero en
pocos segundos volvió a mirarme.
-¿Ya no crees que no merezco
a tu hermana? –susurró.
Negué con la cabeza mientras
Liz se acercaba sorprendida.
-No. Tampoco creo que seas
un maldito vampiro, ni que deberías morir.
Liz arqueó una ceja.
-¿Tú dijiste esas cosas? ¿En
serio? ¿Y sobria?
Sonreí.
-Sí…Yo estaba muy asustada.
De todas formas, no debí insultarte. Lo siento. ¿Podrás perdonarme?
-Todo bien –asintió con una
inclinación de cabeza.
Scarlet se acercó, enlazó mi
brazo y sin dejar de mirarlo con un brillo de admiración aseguró.
-Si fue capaz de salvar la
vida de su acérrimo rival por tu hermana… Creo que no habría nada que no haría
por Liz.
El iris de Liz apuntó a ese
rostro que amaba tanto.
-De todas formas me retracto
en lo que dije. Tenía mucho miedo. No pensé lo que decía.
-Olvidado –dijo Lenya, y
supe que hablaba con sinceridad.
Ron y Rodion llegaron un
poco después. Me hubiera gustado ver a Anouk pero había tenido que viajar a
Moscú por asuntos familiares. Todos estábamos reunidos en la sala y la ronda de
coñac se extendió hasta la tarde. Aunque yo preferí continuar con el jugo de
naranja preparado por Margaret.
Douglas preguntó por Numa a
lo que Sebastien le informó que estaba en la Isla del Oso desde hace dos días.
Parecía ser que Numa había tomado en serio su trabajo y se dedicaba a seguir de
cerca tanto las construcciones como la explotación.
Me apresuré a terminar mi
porción de pastel antes que Douglas comiera del mío. A decir verdad habíamos
llegado con hambre después de la semana en la casona. Rose me codeó, sonrió y
susurró divertida.
-¿No has comido bien?
Bebí un sorbo de jugo y sonreí. Sinceramente
ella y Anouk se habían convertido en fieles amigas.
De pronto un ruido desde
planta alta nos obligó a mirar en la dirección. La sala quedó en silencio… Anne
semi escondida parecía disfrutar de la reunión.
Scarlet no fue la única que
se puso de pie. También Ron. Cuestión que me extrañó.
Se acercó al pie de la
escalera y con un dejo de asombro la invitó a unirse.
-Anne, ¿quieres bajar a
beber algo con nosotros?
Ella sonrió tímida pero de
inmediato negó con la cabeza y desapareció.
Hubo varios segundos en los
que nadie habló. Sólo al escuchar el cierre de una puerta Charles comentó
apenado.
-¿Qué tal si Dimitri la
ayuda?
Scarlet descartó la idea.
-No lo creo Charles, si
fuera psicóloga quizás ella aceptaría.
-Es una pena que pase
encerrada –acotó Sebastien.
-De todas formas Petrov se
mudará y se la llevará. Quizás él sepa que hacer –aseguró Lenya.
-Mi amor –dijo Liz-. Petrov
no ha sabido que hacer hasta ahora.
-No es cierto –protestó
Scarlet-, Grigorii la ha llevado a varios doctores. El diagnóstico es confuso. Parece
que el bloqueo lo produce ella por algún motivo especial.
-¿Sabes el motivo? –preguntó
Bianca-. Tú eres su amiga.
-No –movió tristemente la
cabeza-. Lo ignoro aún. Lo que ocurrió con su padre fue hace mucho tiempo y
Anne debería sentirse segura con Grigorii. Jamás alguien le haría daño.
-Por supuesto que nadie se
atrevería ni viviría para contarlo –se exaltó Ron.
Todos callamos. Ron era un
sol, se preocupaba mucho por Anne. Seguramente la vería desprotegida o le daría
pena. Aunque él mismo rectificó.
-Quiero decir que con Pretov
nadie se atrevería.
Sentí la mano de Douglas por
detrás sobre mi espalda y sonreí. Él no me miró y siguió como si nada bebiendo,
aunque resbaló hasta mi culo y dio un apretón.
Emití una risita y lo miré.
-Douglas…
Me miró y guiñó un ojo.
Volvió a intentar
acariciarme pero no sentí su mano así que lo miré. Al mismo tiempo Rose
protestó.
-¡Estás tocando mi brazo,
idiota!
Reímos, incluso Lenya.
Mi hermana bromeó con
Douglas tratándolo de desesperado y al instante dio un respingo como si algo le
doliera.
Lenya se apresuró a posar su
mano en el vientre.
-¿Pateó?
Liz arqueó la ceja
asombrada.
-Por Dios Lenya, tiene dos
centímetros, ¿Cómo se te ocurre que pateará? Sólo fue un calambre en la pierna.
Volvimos a reír.
La reunión fue amena y
distendida, sólo cuando Sebastien le pidió a su hijo para hablar a solas tuve
temor de lo que le dijera. No sería nada en mi contra, sin embargo en la
reserva había quedado un mal sabor desde que Douglas había irrumpido en mi
compromiso y llevándome después en la moto sin nada de explicación. Al menos su
madre vivía en la reserva y seguramente debía presentarse a pedir disculpas por
el mal momento.
Mientras Douglas y Sebastien
conversaban en el despacho, Liz me contó sobre el embarazo y las molestias que
sentía. Igual estaba feliz y radiante a pesar de extrañar las visitas
cotidianas a su Mar de Barents. Scarlet se había retirado con un trozo de
pastel para Anne. Esta vez vi perfectamente a Ron seguirla con la mirada. Me
acerqué a Rose y le pregunté.
-Oye… ¿Entre Ron y Anne pasa
algo?
Me miró extrañada.
-Nooo, ¿qué va a pasar,
Marin? Si ellos nunca se vieron. Apuesto que ahora quieres ver a todo el mundo
enamorado –sonrió-. Pues conmigo no cuentes.
Arquee una ceja.
-¿No lo extrañas?
-¿A quién?
-¡Tú sabes! A Numa.
-¿Ese patán? Ni loca.
Charles sirvió café y
después hizo reunión aparte con Lenya y Rodion. Creo que hablaban del hotel
Thon y la temporada invernal muy provechosa. Sara comentaba con Liz sobre su
embarazo y Bianca junto a Margaret hablaban sobre decoración y si convendría
cambiar las cortinas de la sala por unas más alegres.
Rose y yo comentamos sobre
Anouk y cómo extrañábamos sus locuras. También me mostró su móvil nuevo
entusiasmada y pidió mi número así estaríamos conectadas.
-¿Sabías que puedo descargar
música?
-Sí –reí-. Y tengo un par de
links que te gustarán.
-¿Links? –preguntó curiosa.
Douglas salió del despacho
seguido de su padre y mis ojos buscaron ese rostro que me tenía totalmente
enamorada.
-Es perfecto –murmuré.
-Si tú lo dices –bromeó
Rose.
-Mi amor –dijo dirigiéndose
a mí. Me puse de pie temerosa de lo que diría-. Ven…
Extendió la mano y me guio
hacia la puerta.
Allí en voz baja me habló.
-Marin, debo ir a ver a mi
madre. Pero preferiría que te quedaras aquí. ¿Estás de acuerdo?
Asentí en silencio aunque la
idea de que Carl le hiciera daño invadió mis entrañas.
-Yo… tengo miedo.
Cogió mi rostro con las
manos y me miró con ternura.
-Nada me ocurrirá. Te lo
prometo. Si me cruzo con él, evitaré pelear aunque pase por cobarde.
-Douglas, tú nunca querrás
pasar por cobarde, no me engañas.
Besó mis labios.
-Por ti lo haría.
¿Lo prometes?
-Te lo prometo. Ocurre que
mi padre tiene razón. No puedo vivir sin enfrentar los hechos. Si quiero
comenzar contigo una vida nueva eso implica que sea responsable por mis actos.
Asentí nuevamente pero mis
ojos se llenaron de lágrimas.
-No quiero dejarte solo en
esto. Los dos escapamos juntos.
-Lo sé. Pero por ahora
prefiero que te quedes con mi familia –sonrió-. Con tu familia quiero decir.
Charles se acercó y se
compadeció de mis lágrimas.
-Vamos niña, todo saldrá
bien. Mientras te quedarás aquí con nosotros y si quieres te enseñaré a jugar
ajedrez. ¿Sabes jugar ajedrez?
Negué con la cabeza mientras
me secaba las lágrimas.
-Ve, Douglas. Aquí la
cuidaremos.
-Gracias, Charles. Regresaré
pronto.
Bianca se puso de pie y
observó a Douglas.
Tenía entendido que mi prima
podía sentir las emociones de Douglas y él las de ella.
Se acercó sonriendo y lo
abrazó.
-Todo saldrá bien. Diles a
tu madre y a Bernardo que les debo una visita y un café.
-Lo haré.
Douglas.
Apenas llegué a la cabaña de
mi madre ésta me recibió un poco alterada. Bueno, era comprensible. Primero me
abrazó fuerte, después sacudió mis hombros y despotricó mi locura de no haber
planeado con anticipación lo que haría, sobre todo evitar el mal momento en el
compromiso, por último volvió a abrazarme. Expliqué que la idea de buscar a
Marin no había pasado por mi cabeza sólo hasta que Lenya había contado el hecho
del aeropuerto.
Mi madre pareció entenderlo
mientras Bernardo cruzado de brazos con sonrisa amable sólo escuchaba paciente.
Gloria me observaba callada mientras hamacaba a Yako en su cochecito. Poco a
poco el aire al principio tenso cambió a relajado y pudimos conversar sobre mi
semana maravillosa y el regreso a la mansión. No ignoraba que mi madre adoraba
a Marin y después de todo estaba feliz de no verme con la vanidosa de Camile
nunca más.
Me sirvió más café el cual
rechacé, había bebido demasiado en la mansión.
-Pensé que te había vuelto
loco –dijo sentándose frente a mí.
-Lo sé, mamá. Es que quizás si
lo pensaba… Tú sabes… Hoy Marin estaría con él y yo…
-Pero Douglas –insistió-.
¿Por qué delante de toda la reserva? Hubiera sido mejor si hablabas con él y
quizás Carl hubiera inventado una excusa para romper el compromiso y no pasar
por un idiota.
Bajé la cabeza.
-Mamá… Se dio así, te lo
juro que no quise abochornarlo, aunque lo detesté cada día… Ahora ya no siento
el mismo rencor. Puedo ver las cosas claras. He pensado más adelante hablar con
él.
-¡Estás loco!
-Mamá, tarde o temprano nos
cruzaremos.
-Es lo mejor, Sabina. Pienso
igual que Douglas –acotó Bernardo.
-Hablar con él será provocar
una pelea, entonces yo tendré que molerlo a palos con mi palo de amasar.
-Mamáaa –reí.
Bernardo la miró sonriendo.
-Escucha, dejaré pasar un
tiempo prudencial y hablaré con él. Papá me dijo que era lo mejor dar la cara a
los problemas.
-¡Tú padre! –cerró los puños
con rabia-. ¡Por supuesto como todo macho queriendo dejar las cosas claras!
-Sabina –la voz melodiosa de
Bernardo inundó la pequeña sala-. No es cuestión de machos, tú misma hablaste
con la maestra de Gloria en Suiza porque se había enamorado de mí.
Agrandé lo ojos y la miré.
-¡No recuerdo haber hecho
tal cosa! –titubeó avergonzada-. Y en tal caso… Era otro supuesto.
-Vamos cariño, debe hablar
con él. En el fondo lo sabes. Lo que ocurre es que es mayor tu miedo que le
ocurra algo a que se comporte como debe. Tu hijo ya no es un cachorro.
Bajó la cabeza y emocionada
me miró.
-Sé que debes creces y
madurar. Sin embargo yo… Douglas… piensa bien cuando lo tengas frente a ti.
Porque si algo malo te hace con motivo o sin motivo… Juro lo mataré.
-Tú no matarás a nadie
inocente, mamá Sabina -dijo Gloria acercándose.
-Espero que el lobo blanco
esté seguro de lo que dice –protestó mi madre.
Mi hermana miró el reloj de
pared después sonriendo me abrazó.
Cerca de mi oído murmuró.
-Debes irte, Douglas. No
pierdas tiempo, ya casi son las seis.
La separé para mirarla a los
ojos y susurré.
-¿Qué ocurrirá a las seis,
Gloria?
Pero ella no contestó sólo
repitió, “debes irte ahora”.
Como resorte me levanté del
sofá y cogí la cazadora del respaldo.
-¿Ya te vas? –preguntó mi
madre.
-Sí… Marin estará
preocupada.
-Podemos llamar desde aquí y
tranquilizarla.
-Prefiero llegar pronto y
ver que vamos a hacer. Supongo que dormiremos en la mansión pero mañana Marin
querrá volver al hotel y…
-Douglas, estás poniendo
excusas –se enfadó mi madre.
Bernardo intercedió.
-Cariño, déjalo con su
chica. Es normal que la extrañe aunque no lo diga abiertamente, se sabe que
quiere correr a sus brazos otra vez. ¿Cierto Douglas?
-Cierto –volví a mirar a
Gloria pero ya no estaba.
El reloj marcaba las seis
menos diez.
Me despedí de mi madre y de
Bernardo y di un beso en la frente a Yako. Salí de la cabaña y subí a la moto
con el corazón en un puño. Gloria era especial y nadie ignoraba sus
premoniciones. Sin embargo el hecho de no tener idea a qué se refería con, “no
pierdas tiempo, ya casi son las seis”, puso mi sistema nervioso en alerta. ¿Qué
ocurriría a las seis si yo me quedaba en la cabaña bebiendo café? ¿Vendría Carl
con un arma y me mataría? La desazón por la ignorancia y el miedo por lo que
pudiera ocurrir provocaron no pensarlo demasiado. Algo grave seguramente iría a
pasar si yo no salía de allí.
Di arranque al motor y eché a andar la moto por el sendero. Al
pasar por la cabaña de Tim saludé con una mano. Él sonriente bajó de la
furgoneta y respondió al saludo. Tim era incapaz de reprochar a alguien algo
además yo le caía bien. Me daba pena verlo siempre tan solitario aunque no le
faltaban amigos. Ojalá encontrara el amor como yo lo había encontrado.
Al doblar la primera curva
apenas treinta metros más adelante, mis músculos se tensaron… Me pareció verlo…
¿Era él? ¿Carl?
Fui bajando la velocidad
hasta detener la moto.
Él no se percató de mí.
Parecía un autómata caminando hacia el bosque… Lo seguí con la mirada… ¿Qué
llevaba en la mano?
Por un impulso miré mi reloj
pulsera…
Seis menos cinco…
Carl.
Mis pies parecían
arrastrarse por el sendero hacia el bosque. La tupida vegetación se abrió paso
para dejar mi pobre humanidad avanzar hacia mi destino. Él monte me rodearía
pronto cerniéndose sobre mi cuerpo inerte pero el cielo con su deshilachada
aurora boreal no me recibiría. Yo no era digno de elevarme a tanta altura. Yo
merecía que la nieve me absorbiera por completo y quedarme allí, cada vez más
profundo. Hasta que la capa de tierra húmeda convertida en barro me envolviera
y acunara eternamente. Hasta que mi carne se pudriera y dejara los huesos
desintegrarse formando parte de ella.
Yo no tendría ninguna flor
en mi tumba, ni siquiera un rezo sami para mi descanso. No tenía amigos, mi
familia me odiaba por avergonzarlos siempre. Ni siquiera Marin, una dulce chica,
se ocuparía de mis restos. Mi amada Ernestina… Ella nunca me había querido.
Había aceptado dinero para irse de mi vida. Mi vida… Mi vida no tenía valor
ninguno. Nunca lo había tenido… Tenía razón Camile… Por fin me había dado
cuenta de lo inútil de mi existencia… No debí haber nacido y por error estaba
aquí. Entre seres que no tenían nada que ver conmigo.
Siempre había sido así… La
voz de mi madre vino a mi memoria… Yo era tan pequeño, quizás siete años u
ocho… Me vi nuevamente con mi cuaderno en la mano, mostrando mis primeras
letras escritas en la escuela. “¡Haces todo mal, Carl! Te lo repetiré hasta el
cansancio. ¡Nunca serás como tu hermana!” Y mi voz… Apenas audible por el miedo
que me profesaba… “Hice un dibujo para ti, mamá”. Y su rostro… inalterable… ni
una sonrisa, ni una muestra de amor…
Miré hacia el cielo y mis
ojos se nublaron por las lágrimas. Me detuve unos instantes…
¿Y si tuviera oportunidad de
vivir otra vida?
-No… -dije a mi mismo…
¿Dónde Carl? Si tu vida es
la reserva por más que no te quieran. Eres un lobo. Mis raíces estaban aquí,
como las de cada ciprés y conífera.
Proseguí mi marcha cansina
tratando de tener el valor de no echarme atrás. No… Ahora debía ser valiente
como nunca había sido. Esto no dolería tanto como el desinterés de mi madre, ni
las palizas de mi padre por no obedecerle, ni las risas de mi hermana
burlándose de mí torpeza, ni el desprecio de mis sobrinos. No… Esto sería
rápido y por fin dejaría de sentir la angustia del rechazo, el desgarro de no
ser querido por nadie.
Sumido en mis pensamientos
no me di cuenta que había llegado al claro del bosque. No era un buen lugar si
deseaba que no me encontraran pronto. Las luces de los faroles iluminaban la
nueva construcción del futuro Jardín de infantes. ¿Ernestina volvería a la
reserva al saber que yo no era un obstáculo? ¿Con los años mi hijo jugaría en
este espacio junto a otros niños? Ya no lo vería crecer. Ni siquiera sabía
dónde se había escondido ella, la que creí que me amaba tanto.
Observé alrededor las ramas
fuertes y retorcidas. La soga entre mis manos se notó áspera y húmeda por el
sudor. Sólo era cuestión de minutos…
Avancé sin dudarlo hacia el
árbol elegido, pero un golpe duró me tumbó y me vi rodeado de unos fuertes
brazos… Los brazos de mi enemigo.
Douglas.
Corrí hasta llegar a él y
atraparlo con mis fuertes brazos. Carl no era menudo pero no lo suficientemente
poderoso como yo. Quizás el hecho de llevar en mis genes, cromosomas del
imponente aquelarre de los Craig.
Él cayó al suelo helado e
intentó quitarme de encima. Sus ojos de un brillo furioso dispararon dardos de
odio cuando me descubrió de soslayo.
-¡Lárgate, hijo de puta!
–chilló.
Lo aferré más sintiendo la
enorme resistencia y presión por zafar de mi amarre.
-¿Qué mierda haces aquí?
¡Lárgateee! ¡Vete al demonio! ¡Púdrete en el infierno, desgraciado!
¡Suéltameeee!
-¡Cállate, Carl! ¡No me iré
al infierno ni te soltaré!
Luchó contra mí, al menos
eso intentó, durante largos minutos. Una y otra vez pataleaba y su boca no sólo
dejaba salir de los más variados improperios sino que dejaba ver sus
incipientes colmillos por la furia.
Intenté que no me mordiera.
No sabía qué consecuencia podría traer además de un gran dolor. Creo que poco a
poco, a medida que transcurría el tiempo, se dio por vencido de su lucha y fue
quedándose quieto, muy quieto, inmóvil.
-Carl…
-¡Cállate! ¿Acaso no sabes
que te odio?
-Lo sé…
-¿Entonces? –intentó zafar
de mis brazos pero no pudo y volvió a quedarse inmóvil-. ¿Qué buscas?
¿Humillarme más? ¡Ya tienes a tu Marin!
-No... No busco humillarte.
No quiero… No quiero que busques una solución como la que… Estás equivocado.
-¡Tú, dándome consejos!
¡Maldito engendro! -¡Déjameee! –rompió a llorar-. ¡Déjame morir en paz!
-No te dejaré. Lucha todo lo
que quieras. No te soltaré hasta que entres en razón.
-¿En razón? ¡La razón la
perdí hace una semana! ¡Cuando te robaste a mi chica!
Negué con la cabeza sin
aflojar mis brazos. Dudaba si me daría un golpe y correría a colgarse de la
maldita soga.
-No te robe nada, Carl.
Marin no te amaba. Tú no querías verlo.
-¡Cállate, hijo de puta! ¡Si
me amaba, sí me amaba, sí me amaba! –golpeó una y otra vez la cabeza contra el
suelo nevado.
-Carl…Deja ya de lastimarte.
Por favor… Escucha…
-¿Yo, escucharte, engendro
del demonio? ¿Quién te crees que eres? ¡Niño rico que lo tuvo todo! ¡Nada sabes
de mi vida!
-¡No lo tuve todo, Carl! ¡Tú
no sabes de mi vida! –bajé la voz-. No tuve madre desde que nací, la recuperé
hace poco tiempo. No tuve el don de la vista, ni podía jugar como tú cuando
niño. Estuve encerrado mucho tiempo rodeado de oscuridad. ¡No lo tuve todo,
Carl!
-Pero la tienes a ella…
Tienes a Marin.
Mi pecho se expandía cada
vez que tomaba aire. Estaba agitado y sentí que mis brazos tarde o temprano
cederían, entonces sería en vano todo.
-Escucha Carl…No soy tu enemigo.
Quiero decir… No busqué hacerte daño por ser tú en especial. Amo a Marin y
hubiera sido cualquiera mi rival. ¿Entiendes que no fue personal?
-¡Qué más da! ¿Ahora quieres
ser mi amigo? –rio con una risa falsa y lastimosa.
-No, tú y yo jamás seremos
amigos. Pero eso no quita que quiera verte destruido por ahí, o peor… muerto.
-¡Qué bueno eres! –se
burló-. Ahora resulta que me tienes lástima.
-No es lástima –dudé.
-¡Mentiroso! ¡Al menos di la
verdad! Se rieron de mí los dos, ¿verdad?
-Si crees eso de Marin,
nunca la has conocido.
Su pecho se agitó más
mientras dejaba escapar un sollozo silencioso.
-Soy el malo… Siempre es
así… El bueno para nada.
-Debes ser bueno para muchas
cosas. Que Marin no te amé no significa que alguien pueda hacerlo.
-No… Sin dinero no me
amarán.
-¡Qué mierda dices!
-¡Esa es tu puta familia que
te ha lavado el cerebro!
La frase en la voz de Tim
nos sorprendió a los dos.
El rubio lobo se acercó
avanzando a pasos agigantados y me separó de Carl. Me puse de pie. Él no se
movió del suelo. Tenía sus manos enterradas en la nieve, su espalda encorvada,
sus hombros caídos. Su rostro con una clara expresión de derrota.
-Tim –apretó los dientes al
dirigirse a él-. Otro ser tan bueno y sensible que lo adora toda la reserva
–rio angustiado.
-¡Levántate Carl! Avisé a
Bernardo y él irá por tu familia. Así que es mejor que no te vean tirado en el
suelo. Inventaremos que sólo querías llamar la atención.
Carl no se movió.
-¿Y eso por qué? ¿Mi
familia? Ellos te cagarán a trompadas a ti y a este infeliz por no dejar que me
suicidara.
-No es cierto. Tu madre y tu
hermana sufrirán por ti. Eres su sangre. Quizás estuvieron equivocados, pero
reaccionarán. No estarás solo en esto.
De pronto el bosque se llenó
de voces lejanas, el sonido de gente correr entre los árboles. Cada vez más
cerca.
-¡Levántate Carl! –Tim
extendió la mano.
Él siguió inmóvil, llorando
en silencio.
Bernardo fue el primero en
llegar. Aferrada de su mano, mi hermana abrigada hasta las orejas, con el
rostro preocupado. La miré y me miró. Susurré para que sólo ella viera el
movimiento de mis labios, “llegué a tiempo, Gloria”. Entonces sonrió.
La madre de Carl no tardó en
llegar arrastrando su pesado abrigo de piel, seguida de su hija. Había muchos
que habitaban la reserva que se habían acercado movido por el movimiento
extraño y la curiosidad. Permanecieron callados, observando con asombro, aunque
ninguno se acercó.
-Mamá… -murmuró Carl-.
Perdón…Yo… No encontré otra salida…
El rostro de la tal Rosalie
se contrajo pero no de dolor al ver a su hijo en esas condiciones, sino de
rabia y asco.
-¡Dime qué no es cierto lo
que querías hacer!
-Sí –titubeó-. Sí…me hubiera
ahorcado si no llegaba a tiempo Douglas. ¡Qué irónico, mamá!
Rosalie me miró furiosa.
-¡Maldito, Douglas Craig!
El bosque quedó en silencio
al retumbar sus palabras. Un silencio aterrador. Ni la naturaleza podría creer
la falta de amor de esa madre.
-¿Qué? –me atreví a
balbucear-. ¿Qué dice? ¿No está feliz porque su hijo no se suicidó?
-¿Feliz? Acaba de ponerme en
vergüenza por vigésima vez. Ya perdí la cuenta de las veces que me ha
avergonzado.
-¡Rosalie! –chilló Bernardo.
-¡Mamá! –Carl estalló en
llanto y se arrastró hacia ella-. Mamá, nunca me quisiste, ¿por qué mamá?
Alcanzó la punta de su abrigo
e intentó ponerse de pie.
Ella dio tres pasos hacia
atrás y él perdió el equilibrio.
-¡Porque eres un fracasado! ¡No
me toques! ¡Desgraciado! Me has avergonzado delante de todos, otra vez. Quiero
que te marches de la reserva –se dirigió a Bernardo que aún no había podido
cerrar la boca por el asombro-. No puedo vivir cerca de este imbécil. No quiero
recordar que es mi hijo. Espero que haga algo, si es que no es un inútil para
la manada.
Bernardo arqueó la ceja
sorprendido. Pienso que nadie asimilaba lo que estaba pasando. Sin embargo,
como buen guardián de Gloria y guía de la manada, tuvo en el momento exacto la
respuesta correcta.
-Por supuesto señora,
coincido que no puede convivir entre tanta inmoralidad y tragedia. Pero será
usted la que se marche de la reserva. Le doy veinticuatro horas, ni un minuto
más.
-¿Qué está diciendo,
imbécil? ¿Tiene idea de con quién está hablando?
-¡Por supuesto! Con una
reverenda hija de puta, que nunca mereció ser madre. ¡Lárguese! No deseo verla
frente a mí.
-Tenías que haber surgido de
un roñoso humano. Un lobo puro jamás sería un idiota.
Bernardo apretó los dientes.
-Lárguese…
Ella giró sobre sus talones
arrastrando a su hija con ella. Alcancé a escucharle protestar…
-Mamá, es mi hermano…
Cuando la figura de la
altiva y malvada mujer se perdió por el sendero recorrí con los ojos a todos
los presentes.
En algunos noté pena, en
otros, indiferencia por Carl aunque asombro por lo ocurrido.
Bernardo habló a los
presentes.
-Quiero que alguien de
ustedes llevé a Carl a su casa. Él nos necesita ahora.
Sin embargo nadie se movió.
Contemplé el cuadro que debía ser desgarrador para Carl. Nadie lo quería,
estaba en lo cierto.
Bernardo volvió a repetir el
pedido pero no tuvo respuesta.
-Vivirá en casa –dijo Tim.
Carl no respondió, estaba
sentado en la nieve, cabizbajo. De pronto me miró.
-¿Ves lo que has hecho,
Douglas Craig? Era mejor si no hubieras intercedido.
-Vamos Carl –Tim lo levantó
de un brazo-. Algún día se lo agradecerás.
Permanecí en el bosque aún
después que todo el mundo se hubo ido. Pensé en Carl y en esa madre desalmada.
Pensé en cuantos padres no podrían tener hijos y contaban con tanto amor para
dar. Recordé a Numa, su historia aberrante con eses seres que lo engendraron y
lo hicieron sufrir…
Una ardilla se movió inquieta
junto a la cría que merodeaba la madriguera. En su lenguaje ordenó a los
pequeños entrar al hueco a los pies del árbol. Por instantes no los siguió,
quedó apoyada en sus patas traseras estirando su cuerpo. Me miró con ojos
brillosos y amenazantes, como advirtiéndome si me acercaba…
Sonreí…
Me retiré rumbo a mi moto
angustiado. Las miserias de los seres y sus almas negras me destrozaban el
corazón. Cuando contara a Marin sabía que iba a ponerse triste. Al menos Carl
no estaba muerto, y quizás el destino también para él tendría guardada una
nueva oportunidad.
Y eso que me caía mal me dio penita Carl te mando un beso buen capítulo
ResponderEliminar¡Hola tesoro! A mi también me da pena. Ha vivido equivocado y quizás tenga otra oportunidad. Gracias por pasarte y comentar amiga. Un beso enorme!!
EliminarHola, Lou... Bueno, los temores de Marin eran infundados... era imposible que no se la recibiera bien en la mansión de Los Craig
ResponderEliminarMe ha encantado la frase de Charles... "Todo tiene solución... menos vivir una vida sin amor"... y es que Charles es genial... Te felicito por este personaje
A Sebastien se le ha olvidado pronto su enojo al ver feliz a Douglas... es natural, creo que todos los padres quieren ver felices a sus hijos
Estoy convencida de que a Ron le gusta Anne, y te diré que me encanta esta pareja
"Si alguien hace daño a Anne no vivirá para contarlo"... aunque Ron ha intentado disimular diciendo que Grigorii mataría a quien dañara a su hermana... yo sé que la frase la ha dicho por él... que se le ha escapado ;-)
Me ha parecido bien y justo que Marin se disculpara con Lenya
La pequeña Gloria es una maravilla y siempre me sorprende
¡Cuánto me alegra que haya avisado a Douglas de que debía irse! ¡Cuánto me alegra que hayan evitado que Carl se suicide!
Ya me pareció muy malvada Camile... La maldad de Rosalie es increíble, eso no es una madre... es una verdadera bruja
Le deseo lo mejor a Carl... me gustaría que encontrara a Ernestina porque está muy equivocado... si ella cogió el dinero es porque pensó que se lo ofrecía él... eso le hizo creer Rosalie
Pues sí, Lou, es muy triste que una madre tenga esa maldad con su hijo... pero Carl no se ha suicidado... y esto borra tristezas
Excelente capítulo, me ha encantado
Besos
¡Hola Mela! Gracias cielo, amo el personaje de Charles es muy rico y deja que como autora delire un poco. Marin parecía temerosa pero creo que más por el acto de escapar y dejar mal a los Craig frente a la reserva, por suerte a sido un mal trago.
EliminarSebastien ama a su hijo, coincido también que es normal de cada padre desear ver felices a sus hijos.
Lenya merecía esa disculpa, así que bien por Marin.
Ron y Anne serían una pareja genial, esperemos que el tiempo nos de el gusto.
Que decirte de Gloria, personaje encantador. esas frases futuristas que dice, Douglas hizo bien en prestarle atención.
Camile había sembrado la maldad, y de Rosalie no tengo palabras para definirla. Por suerte Bernardo la puso en su lugar, fuera de la reserva.
Ernestina no creo que haya aceptado ese dinero... Supongo que es otra mentira de Camile. Veremos que pasa y si algún día Carl encuentra a quien verdaderamente ama y a su futuro niño. Como digo siempre, la vida sigue y puede que haya otra oportunidad. Un beso grande y muchas gracias por tu comentario.
Aveces uno crece preso de las circunstancias, modelado por referentes errados lo que deja como saldo seres con prioridades equivocadas. Con lo fria q soy lograste q el pelele de Carl me diera pena, uno no elige a sus padres sin duda...podemos tener suerte y que nos toquen seres como tu viejo o como mi madre o podemos nacer estrellados y q nos toquen reverendos hdp... Siempre la vida da revancha con los amigos sin embargo...ojala este abombado sepa aprovechar esa revancha.
ResponderEliminarNo me parecio triste el capi ami...me parecio revelador...me quedan muchas cosas claras...capaz q hasta se por donde viaja tu mente, mi brillante autora.
Espero ansiosa como siempre el proximo. Te quiero nena. Beso
¡Hola Ale! Me alegro que haya logrado darte pena,ese era mi objetivo escondido. Quizás por que sé algunas cosillas más sobre Carl. Muchas gracias por el halago. Y sí,tienes razón las circunstancias a veces nos llevan por decisiones diferentes pero aún así, está en uno conservar la esencia. Ojalá este lobo aprenda. Un besazo amiga y gracias por comentar.
EliminarQue pena me dio por Carl, esa vieja bruja de la madre no la soporto y que gusto de Bernardo la echo porque bien merecido se lo tiene, una mujer así no merece ser madre!...gracias Lou bella!
ResponderEliminar¡Hola Lau! La madre de Carl es un personaje siniestro, merece irse de la reserva. Veremos que pasa con Carl. Ojalá hay una oportunidad y la sepa aprovechar. Un beso grande tesoro y muchas gracias!
EliminarHOLA LOU, sigues plasmando tu historia con tu pluma magistral, en hora buena,,,abrazos amiga,,,
ResponderEliminar¡Querido amigo! Muchas gracias,me alegro te guste. Muy buena semana para ti.
EliminarLe queda muy grande la palabra MADRE a esa señora... tratar así a su hijo no tiene perdón pero me alegró que Berni le haya dicho sus verdades en la cara! Espero que mejore la vida de Carl y pueda encontrar un poco de luz y tranquilidad en su vida, la necesita.
ResponderEliminarExcelente capítulo!