De aquí en más tocaremos el tema de la discriminación. Con todos sus matices. Es fácil proclamar la igualdad pero no es tan sencillo si nos toca de cerca. Traté de ubicar a mis lectores en cada posición con errores y razones. Por eso tantas perspectivas en el capítulo. Espero les guste y ansío sus comentarios. Me hacen feliz. Besitos.
Capítulo 42.
Soledad.
Hela.
Caminé por senderos pedregosos, trepando por rocas
filosas, esquivando pequeñas corrientes de agua turbia, hasta llegar a la cima.
Desgastada, casi sin fuerzas, me senté a las puertas de la caverna. La luz
mortífera de alrededor contrastaba con la energía potente y refulgente del
interior del túnel. Era la energía que necesitaba para reponerme por bajar al
mundo de los vivos. Pero yo no podía entrar para renovarme. Estaba prohibido
para mí hasta que mis dones no estuvieran completos.
Cada vez que me transportaba al mundo terrenal y
abandonaba el espiritual, mi poder se menoscababa. No solo por la materialización
sino porque el hábitat de los llamados “vivos”, estaba contaminándome. Sin
embargo, ¿cómo hacer para seguir en contacto con aquel ser que se había llevado
parte de mí? No había otra salida.
Millones de años atrás, cuando ocurrió aquel desastre
universal, muchos planetas volaron en mil pedazos terminando con toda vida
existente. El sol atrajo constelaciones enteras incinerando cada molécula viva.
Vivíamos en un mismo mundo cuando todo ocurrió. Nunca supimos si algo o alguien
nos habrían creado, pero íbamos a morir como cualquier raza que habitaba.
Entonces, algo pasó, inexplicable, incomprensible. La fuerza de gravedad de
algún cuerpo del espacio nos atrajo junto a gran parte del planeta. Fue
desgarrando tierras y mares dividiendo en dos aquel primer hogar donde nacimos.
Una energía poderosa cubrió cada rincón y nos envolvió en la neblina. Nuestro
lugar quedó reducido en comparación a lo que era antes, y comenzamos a
subsistir por la misma energía que nos alimentaba. Ya no necesitábamos comer,
beber, ni dormir. Comenzamos a agruparnos, todos aquellos que habíamos corrido
con la suerte de encontrarnos del lado correcto. Aunque quizás fue casualidad.
Supimos poco a poco que nuestros cuerpos ya no
importaban, sino una parte de nosotros a la que llamamos espíritu. Cada uno
tenía en su ser algo extraordinario, vigoroso, independiente de lo físico.
Podíamos flotar, desaparecer y reaparecer, saber los pensamientos del otro, y
transmitir energía. También con el tiempo nos dimos cuenta que cada falla o
defecto en nosotros nos deterioraba, reducía el poder. La energía que nos
envolvía y alimentaba era etérea y liviana, por lo tanto todo pensamiento y
acción que derivara en el egoísmo, arrogancia, maldad, pesaba mucho más. De esa
forma quien incurría en ello parecía diluirse hasta desaparecer por completo.
Fue así como decidimos vivir en armonía. Con reglas, sí. Porque no hay grupo de
seres sean de cualquier raza que subsista mucho tiempo sin un orden respetuoso
a seguir. De lo contrario, el exterminio de unos contra otros sería el final
irremediable.
Eché una mirada al precipicio. Allí, muy por debajo de
nuestro lugar en el universo, estaba la tierra. Nombre que le pusieron los
científicos humanos. Era la parte dividida por aquella fuerza de gravedad.
Ellos también se salvaron pero quedaron muy lejos de nosotros. A esa unión de
millones de kilómetros no los envolvió la misma energía, sino algo llamado
atmósfera. Sin embargo, parte de nuestra neblina poderosa, ha quedado
suspendida en diferentes regiones. Las razas terrestres no la han sabido
aprovechar y han logrado que lo etéreo que alimenta nuestro espíritu escasee
cada vez más.
Observé el borde de mi atuendo azabache caer sobre mis
pies descalzos. Aún podía visualizarlos. Lo mismo que mis delgadas y huesudas
manos. Por ahora no corría peligro de desaparecer y formar parte de la neblina.
Sin embargo, no tenía demasiado tiempo.
Muy lejos de aquí, en la tierra, Bianca McCarthy vivía
como vampiresa. Su conversión rozó el límite de mi mundo y el de ella, y su
fortaleza la hizo regresar. Las hebras azabaches de su cabello se escurrieron
en mis dedos hasta que se evaporó ante mis ojos. No tenía nada contra ella,
solo deseaba mi don robado. Cierto que para devolverlo debía llegar al límite
otra vez. Si Bianca lograba escapar, sería difícil. No porque yo pudiera
retenerla. Eso estaba prohibido. Pero dudaba que la flamante dama de los Craig,
en el estado que se encontraba, venciera la energía poderosa de mis tierras.
—Sabes qué no puede quedarse por tu voluntad, sino por
la de ella.
Giré el rostro para ver a mi hermana salir de la
caverna.
—Lo sé. Conozco las reglas.
—Hela, procura no incurrir en un error. Si en el
instante que la traes alguien más la toca o la abraza, deberás no solo dejarla
partir, sino ayudarla a regresar.
—Lo sé. Pero Bianca está muy sola. Todo va de mal en
peor para ella, y juro que no tengo que ver. Solo he pedido mi don. Es su
historia que la ata, la mortifica.
—Me enterado por Adrien. Aunque puede alguien querer
sacrificarse con ella. Entonces, tomarás lo que es tuyo y la dejarás partir.
Recuerda, Hela… Ella sola. Otro ser no sería correcto que quedara entre nosotros
si no es su hora de partir de la tierra.
—No te preocupes, hermana. Haré lo que se debe.
Lenya.
Observé a Scarlet caminar decidida hacia la escalera
mientras mi hermano acompañaba al pequeño benjamín a su habitación. No sabía
cómo Sebastien se las ingeniaría para hacer dormir a Nicolay, pero recordando
todos los días que me consumía pensando en ser buen padre para mi bebé, deduje
que no sería tarea fácil. Por lo menos tenía varios meses para ensayar e
imaginarme miles de situaciones y sus respectivas soluciones. La naturaleza era
sabia y te otorgaba un tiempo para hacerte a la idea de tan grata
responsabilidad. ¿Sin embargo él? De pronto debía encargarse de un hijo de seis
años. De recordar cómo educar, cómo contener, qué hacer y qué decir.
Por otra parte según decía Rodion, todo lo que
planeaste durante el embarazo, como ser, no malcriarlo, intuir porqué llora y
demás, no servía prácticamente de nada. Al tenerlo en tus brazos solo desearé
que no sufra aunque sea por un capricho. “Es un amor muy grande, Lenya, no
puedo explicártelo con palabras”.
Rodion… Regresé a mi habitación y cogí los papeles.
Antes de salir escuché a mi Nerea en la ducha. Tarareaba una canción muy dulce
y por un instante creí que una sirena había ocupado el baño.
Sonreí. Al menos no estaba triste.
Partí con rapidez hasta la habitación de Rodion y
Sara. Deseaba darles la sorpresa.
Al golpear la puerta pude escuchar el suave llanto de
Dyre. Sonreí. Tenía un sonido muy bonito a pesar que sonaba a reclamo. ¿Cómo
sería el llanto de mi bebé?
Sara abrió la puerta un tanto desaliñada.
—Lenya, lo siento. Estoy un poco despeinada y no me
lavé la cara. Es que Dyre me despertó y quiere su leche.
—No te preocupes. ¿Rodion?
Ella abrió la puerta de par en par para que pudiera
responder mi pregunta. Allí estaba, junto a la ventana, de pie, con su niño en
brazos tratando de calmarlo.
Volví a sonreír.
—¿Te tiene a mal traer?
—Es que es glotón –rio—. Además no quiere dormir en la
cuna.
—¿Por culpa de quién? –dijo Sara arqueando una ceja.
—Mi amor, no lo puedo dejar llorar tirado en su camita
y nosotros contemplándolo como si nada. Pobrecito.
Sara y yo reímos.
—¿Pobrecito? Rodion, el bebé no está tirado como
dices. Duerme en una cuna muy cómoda y costosa por cierto, con decenas de
muñecos de peluche.
—Pero Sara, él quiere estar con nosotros. Ha estado
nueve meses, un poco menos, formando parte de ti, y de un día al otro…
Imagínate.
—Lo que puedo imaginar es que será un malcriado si no
ponemos límites. Es por su bien.
—Creo que Sara tiene razón. No puedes vivir con él en
brazos. Ahora… Vine no en papel de consejero sino… a traerte esto…
Extendí los papeles y esperé que se acercara a
cogerlos.
Sara se apoderó de Dyre y me lo entregó. Mis brazos lo
rodearon, lo apreté contra el pecho, y mi torpeza hizo el resto.
El niño comenzó a llorar.
—¿Qué hago? –pregunté asustado.
—No lo aprietes tanto.
—¡Ah claro! Es que tengo miedo que se caiga.
Sara lo acomodó mejor y guió mis manos para
sostenerlo. Dyre me miró por unos segundos. Su barbilla tembló.
—¡Ay, cielos! ¡No quiere saber nada conmigo!
—No digas eso –rio Sara—. No te conoce demasiado. Dale
tiempo.
—Ah… Sí… ¡Hola Dyre! Soy tío Lenya. ¡No! Espera. ¿Qué
soy de él?
Sara volvió a reír.
—Su hermano. ¿Verdad Rodion? –sus ojos se dirigieron a
su marido que leía atentamente.
—¿Qué es esto, Lenya? –Preguntó.
—Eso es… Algo tuyo… Desde hace años.
Caminó lentamente hasta sentarse en el borde de la
cama. Las manos temblaban. Su rostro… asombrado.
—¿Qué es, amor?
—Lenya… —susurró él.
Sara se acercó y se sentó junto a Rodion. Poco a poco
leyó la escritura de la mueblería de Moscú.
—Este negocio era de mi padre, después fue de mi
hermano –explicó con voz quebrada.
—Esa mueblería es tuya –retruqué.
Levantó la vista y me miró mientras yo hamacaba en mis
brazos a Dyre. Con ojos llorosos recorrió el rostro de Sara.
—Es una larga historia –balbuceó.
—Tengo tiempo –murmuró ella acariciando su cabello.
—Yo… Hace muchos años, cuando era humano, lo perdí
todo.
—No lo perdió. Su hermano Sergey se lo robó –acoté.
Sonrió débilmente.
—Quedé en la calle, sin nada. Sin hogar, sin familia.
Vagué por muchos lados, trabajando de lo que podía. Mi experiencia en muebles y
madera ya no era útil, así que hice lo que podía. Trabajé en una estación de
tren donde también comía y dormía.
Giré despacio a Dyre entre los brazos hasta que
pareció sentirse cómodo.
—Cuando llegué a Mursmark hacía tiempo vivía en la
calle. Había cumplido treinta años y no tenía esperanza de ser feliz, ni
siquiera de ser alguien. Parecía un fantasma. Sin embargo, esa noche que jamás
olvidaré… La conocí a ella.
Tragué saliva. Una infinita tristeza ganaba mis
entrañas y formaba un nudo en mi garganta. La extrañaba, aún la extrañaba. La
muerte no nos prepara ni el tiempo nos acostumbra. Ese instante que Rodion
trajo el pasado me di cuenta cuánto me hacía falta. Aunque ya fuera adulto y a
punto de ser padre, aún así…
Rodion continuó…
—Ella, Halldora, hizo que me diera cuenta que valía la
pena luchar y empezar de nuevo. Fue así que volví a creer que podía tener
dignidad.
—Nunca la perdiste –aseguré.
—Siento traer su nombre en tu presencia –dijo
mirándola a los ojos.
Sara sonrió.
—No te preocupes. Prefiero tener a mi lado un ser que
sabe que es el amor a otro que nunca lo ha sentido.
—Por eso me enamoré de ti –susurró. Después me miró
emocionado—. ¿Cómo lo lograste?
Sonreí.
—Soy muy bueno jugando al póker. Tu sobrino, único
dueño, apostó y perdió.
—¿Así de sencillo?
—Bueno… Digamos que no fue tan fácil de cómo suena.
Indagué sobre algunas vidas, Natasha me ayudó.
—¿Mi hermano?
—Murió en un accidente. Tuvo a Rudolf cuando ya era
mayor. Alrededor de cuarenta y cinco años. Creo que eso influyó para criar un
hijo dándole gustos y caprichos. Manteniendo un jugador empedernido.
El niño comenzó a llorar.
—Creo que tiene hambre –dije acercándome a Sara.
Ella se puso de pie y lo cogió en brazos.
—Iré por la leche. Gracias por lo que has hecho Lenya.
Cuando cerró la puerta Rodion se puso de pie y me
abrazó.
—¡Gracias! ¡Gracias por esto! Y gracias a ti y a tu madre
por cruzarse en mi vida.
—Bueno… Yo no te lo hice tan ameno. Cuando te
convertí… —bajé la vista.
Él cogió mi barbilla y me miró a los ojos.
—No hubiera soportado los desplantes de cualquiera.
¿Sabes por qué lo hice?
Negué con la cabeza.
—Porque ella no solo me enseñó lo que era amar a
alguien, sino a leer corazones. Yo aprendí a leer tu corazón.
Antes que la primera lágrima corriera por mi rostro,
sonreí y abandoné la habitación.
Por el pasillo hacia mi alcoba, las voces de aquellos
tiempos lejanos llegaron a mi memoria…
“Rodion, Lenya no saldrá de casa porque ha peleado con
un chico”.
“Pero Halldora, es normal que a los quince años se
pelee. No seas tan dura”.
Después otras escenas le siguieron… Mi madre sentada
cerca de aquella pequeña ventana, enseñándome una canción de Navidad. Los
ruidos de la humilde cabaña, el frío que se colaba por las rendijas, mi cama
cubierta por aquellas pieles, el perfume de ella en cada rincón. Aún podía
olerlo si cerraba los ojos… Aún podía sentir sus manos acariciando mis
mejillas… Grandiosa memoria que trae recuerdos. Es el regalo que te dejan los
ausentes… Los muertos no se van del todo.
Cuando llegué a mi habitación, abrí despacio la puerta
entre tanta congoja. Mi amada miraba por la ventana y peinaba su largo cabello.
Giró lentamente y me observó.
—¿Estás bien?
—No, no lo estoy. Me siento triste.
Me acosté en la cama hecho un ovillo y cerré los ojos.
Sentí que se acercaba. Se acostó a mi lado y me abrazó sin preguntarme nada.
Solo dijo… Aquí estamos los dos para curarte.
Brander.
Cinco días habían transcurrido desde que Scarlet Craig
había pedido a Ekaterina que regresara a la mansión. Ella había aceptado y era
de esperar. Extrañaba a Nicolay al igual que nosotros. Nosotros… debíamos
esperar. Me sentía impaciente porque todo se solucionara de la mejor forma pero
creía que para Boris se hacía más insoportable la espera. Para él, un ser que
no había tenido familia por centenas de años, lo más cercano a ese concepto,
ahora… parecía diluirse.
Mientras esperaba a mi padre en la sala de guardia,
observé a mi pareja sentado frente a mí, mudo, cabizbajo, triste. No me atreví
a levantarle el ánimo con palabras de aliento. Sencillamente porque nunca le
había mentido y yo mismo tenía pocas esperanzas de una próxima armonía entre
nosotros y Sebastien Craig. Cierto que ante la ley humana éramos los padres de
Nicolay, leí y releí varias veces la sentencia de adopción para convencerme,
sin embargo algo me decía que no estaba todo dicho. El líder de los vampiros
estaba furioso por haberle ocultado al niño según dichos de Ekaterina. Lo
entendía. ¿Pero hasta cuando duraría el enfado? Tarde o temprano debíamos
resolver las diferencias y pensar en lo más importante, Nicolay.
El pasillo atestaba de gente. Iban, venían. Algunos
llegaban hasta la sala de guardia para quedarse y esperar ser atendidos. Por
suerte no olía heridas sangrantes. Los errantes hacía tiempo vivíamos entre
humanos, pero siempre sería una incógnita nuestra reacción si tuviéramos que
enfrentar una situación límite. La sangre era nuestro alimento, era un llamado
de la naturaleza imposible de evitar. Solo con mucha fuerza de voluntad y
raciocinio. La misma fuerza que soportábamos Boris y yo para no correr a la
mansión y abrazar a Nicolay.
Una enfermera se acercó y dio indicaciones a un hombre
que esperaba con una escayola en su brazo. Él se puso de pie y se perdió por el
pasillo con unas recetas en la mano. A unos metros una señora leía un libro paciente,
esperando su turno. Volví a mirar a Boris. No había cambiado de posición,
parecía una estatua de piedra, inmóvil, sin emociones. Sin embargo sabía que no
era así. Por su cabeza estarían pasando miles de escenas, recuerdos, angustia,
y el tormento de ignorar que iba a ser de nosotros sin el niño.
Una señora avanzó por el pasillo hasta detenerse en el
ascensor. La niña que llevaba de su mano se resistía a subir, llorando a
gritos. Ella la aferró firmemente mientras le hablaba.
—¡Suficiente María! ¡Es solo una vacuna!
Las puertas del ascensor se abrieron y con mucho
esfuerzo ambas entraron al habitáculo.
—Nicolay es muy valiente, jamás hubiera hecho esos
escándalos.
Al escuchar la voz de Boris lo miré.
Sonreí.
—Cierto. Es muy valiente.
Nuestro niño era especial. Había sido criado desde que
nació con valores, buenos sentimientos, y valentía. Nosotros, junto con Olga y
Ekaterina, habíamos forjado esa forma de vida y habíamos hecho de él un ser con
multitud de virtudes. Pero también era innegable que su esencia era de buena
cepa. Nicolay era un Craig, aunque no nos gustara la consecuencia. ¿Preferíamos
que hubiera sido un niño sin pasado que lo reclamara? Sí, la realidad es que
todo hubiera sido más fácil. Sin embargo nos enfrentábamos a otro presente. Nos
enfrentábamos al aquelarre más poderoso de nuestra raza.
—¡Brander!
Mi padre avanzó hacia nosotros alegre y desenfadado.
Lejano a todo lo que sentíamos.
Me puse de pie y Boris me imitó.
—¡Querido! ¡Mis disculpas! Tengo conflicto en un
sector.
Me abrazó y lo abracé.
—¿Algo serio?
—Oh no, no te preocupes. ¿Dime tienes tiempo de beber
café?
—No lo creo, papá. Pasábamos por aquí y quise
saludarte. A propósito –hice seña para que Boris se acercara—. Él es Boris.
Mi padre estrechó la mano.
—Encantado, ¿amigo de mi hijo?
—Soy su yerno, doctor.
Un silencio reinó por segundos mientras mi padre se
quitaba los anteojos.
—Lo siento, no escuché bien.
Me miró y bajé la vista por instantes.
—Es mi pareja, papá.
Más silencio…
—Ah… Bueno… Mucho gusto –dijo al fin con voz quedada.
Boris no contestó. Solo asintió gentil con la cabeza.
—¿Cómo los trata Kirkenes?
—Bien —murmuré.
Sentí la incomodidad flotando en el aire. No imaginaba
que tomara la noticia sin sorpresa, pero esperaba que no ignorara a Boris,
cuestión que hizo en las siguientes preguntas banales que salieron de su boca.
Respondí a duras penas deseando que ese tenso momento pasara lo más rápido
posible. Seguramente se acostumbraría a la idea, pero Boris no soportó el
desaire aunque fuera inconsciente.
—Yo… Mejor te espero en la calle.
Partió rápidamente por el pasillo esquivando pacientes
y al personal del hospital.
Mi padre se quitó los anteojos nuevamente y los limpió
con un pañuelo descartable. Lo observé tratando de adivinar que estaría
pensando aunque parte de ello lo imaginaba. Sería decepcionante para él que su
hijo fuera gay. O quizás no tanto.
—Sé que no sabes nada de mi vida, papá. Algunas cosas
te sorprenderán.
Se puso los anteojos y sonrió.
—No te preocupes. Me ha caído de sorpresa, solo eso.
¿Tú estás bien?
—Sí.
—Supongo que eso es lo que importa.
De pronto una mujer vestida con bata blanca se detuvo
a nuestro lado.
—Doctor Arve, ¿este es Brander? ¿Su hijo del que tanto
habla?
Mi padre rio y nos presentó.
—Así es doctora Walker, él es mi hijo. Se quedará a
vivir aquí.
—¡Qué gusto!
—Gracias —respondí.
—¿Has venido con tu familia? Tu padre me contó que te
casaste y has llegado de Rusia con ella.
—Sí, ella se quedó en el hotel –se adelantó mi padre
en responder.
Lo miré y bajé la vista.
—Entonces en otra oportunidad la conoceré. Un gusto
verte, Brander. Tu padre es un excelente profesional.
—Gracias, doctora.
—Lo mismo digo Leticcia.
Cuando la doctora nos dejó solos él se apresuró a
excusarse.
—Lo siento, hijo. No me animé a decir la verdad.
—Está bien, papá. Te entiendo. De todas formas no
puedo quedarme a beber el café. En otro momento será.
—Claro… Por favor, déjame tu número de móvil. No
recuerdo si ya me lo has dado.
—Anota…
—Aguarda –buscó en sus bolsillos el móvil.
—Cuatro, nueve, cero, uno, cero, cinco.
Después de anotar me miró sonriente.
—Me alegro que estés aquí.
—Yo también. Nos vemos en otro momento. Adiós papá.
—Adiós hijo.
Caminando hacia la salida del hospital me sentía
molesto por la situación vivida. No desconocía que la generación de mi padre no
era lo mismo que las ideas liberales en que se basaba el siglo XXI. Pero dolía
vivirlo. Creo que su negación fue un golpe muy duro para mí. Después de todo,
uno espera que los seres más cercanos sean los que más lo apoyen y luchen junto
a ti. La realidad demostraba muchas veces lo contrario.
Suspiré al llegar a la puerta mientras ésta se abría
dándome paso. Podía haber sido peor. Quizás un escándalo o desmayarse al
escuchar las palabras de Boris. Sin embargo había negado a Boris como mi pareja
y eso era como haber rechazado una parte importante de mí.
A penas salí lo vi esperándome en la acera. Se había
comprado un café y entregaba un billete al vendedor ambulante. Me acerqué y
sonreí.
—¿Te has hecho adicto al café?
Asintió con la cabeza mientras bebía un sorbo.
—¿Quieres uno?
—No, gracias. Prefiero el del hotel. ¿Llamó Ekaterina?
—No, ayer nos dijo que llamaría a la tarde. Y que
pondría en el teléfono a Nicolay. Así podríamos hablar con él.
—Cierto…
Caminamos por la avenida sin hablar. Aunque sentía la
necesidad de pedirle disculpas.
La sirena de una ambulancia se escuchó cada vez más
cerca. Los vehículos fueron abriéndose para dar paso por medio de estridentes
bocinas. Un grupo de adolescentes armaron alboroto con sus bromas y risas antes
de cruzar la esquina. Más allá, en las puertas de una cafetería, una
adolescente y un hombre se besaban.
—¡La ciudad apesta! –protestó Boris.
—Sí, pensé que Kirkenes sería menos bullicioso…
Escucha… En cuanto lo de mi padre…
—Olvídalo Brander. ¿Qué esperabas? Ya se acostumbrará.
—Lo sé.
De pronto, me detuve y volví a contemplar la pareja de
enamorados. Me invadieron esas ganas locas que salen de adentro de gritar a
todo el mundo lo que sentía por él.
—¡Oigan! ¡Ustedes!
La pareja dejó de besarse y me miró.
—¡Yo también estoy enamorado! –Extendí los brazos—.
¡Yo también estoy feliz!
Boris se acercó alarmado.
—¿Te has vuelto loco? Vamos…
—¡No quiero irme sin gritar lo que siento!
—Ya lo gritaste. Ahora vámonos de aquí.
—¡Qué no! Es que… Te miro y me convenzo que no hay
macho en la tierra más bello que tú.
Me acerqué y antes de que pudiera reaccionar, lo cogí
de la nuca y le di un beso demoledor.
Boris correspondió creo que por inercia. Cuando pudo
reaccionar se separó y murmuró atónito.
—Sí, has perdido la cabeza.
—Buenos días, caballeros.
Un oficial de elegante uniforme nos llamó la atención.
—Me encanta el amor, créanme. ¿Pero podrían desplegar
sus hormonas fuera de la vía pública? –dijo cortés.
—¿Hormonas? No, yo lo amo y él a mí.
—Brander… Por favor.
—Calla, Boris. Escuche oficial, ¿por qué no puedo
besar a mi pareja si el señor y la señorita que están allí se besaban? ¿Usted no
les dijo nada? ¿Por qué a nosotros?
—Brander…
—No, déjeme agregar algo más. La señorita no creo que
tenga edad suficiente para besarse con un hombre mayor que ella. ¿Le ha pedido
documentos? Podría ser menor de edad. Eso sí estaría prohibido. ¿No le parece?
—Caballero, tenga el bien de retirarse.
—Vamos Brander, por favor.
—¡Por supuesto, nos vamos! Pero tenga en cuenta que
usted está faltando a la ley. Hay normas que me amparan a ser tratado con
igualdad. ¡Sépalo!
Me retiré con rabia mientras escuchaba algunos
aplausos.
El móvil vibró en mi bolsillo. Atendí la llamada de
origen desconocido al tiempo que guiñaba un ojo a Boris. Él rodó los ojos y se
detuvo con la esperanza que fuera Ekaterina.
—Hola… ¿Papá? ¿Ocurre algo?
Me detuve en la acera a punto de cruzar. Boris me
miró.
—Es cierto… Boris y yo lo adoptamos… Se llama Nicolay.
¿Quién te lo dijo? ¿Qué? No puede ser… Papá, por favor… Te lo suplico. Nosotros
lo amamos… No lo hagas…
Boris tiró el vaso descartable en el bote de basura y
aguardó inquieto.
—Sí… Sí, ya lo sé… No puede ser… Es una pesadilla… Está
bien… Veremos qué hacer.
No miré a Boris al cortar la llamada… No podía. ¿Cómo
explicarle que aquello a lo que tanto temía podía hacerse realidad? Sebastien
Craig se había comunicado con mi padre y después de detallar la situación de
Nicolay pidió una cita en el hospital. No necesitaba gozar de una mente
privilegiada para saber que deseaba de mi padre. Con su ayuda podría obtener el
análisis de compatibilidad genético. Solo él lo haría debido a los genes de
vampiro que corría por sus venas. Estaba seguro que con los datos de ADN no iba
asegurarse que fuera el padre del niño, eso no lo dudaría. Pero si el análisis
serviría para demostrarle al resto sus derechos, y lo peor… Para echar abajo
una sentencia de adopción.
Charles.
Hubo pocos hechos en la vida que me costaron creer.
Uno de ellos fue la paternidad de Sebastien con respecto a Nicolay. Mi
resistencia se basaba en cómo había transcurrido el tiempo sin que Olga hubiera
reclamado el derecho a que el niño fuera reconocido. Nada menos que por un
Craig. Sin embargo había hembras que actuaban así, por dignidad, por vergüenza,
por orgullo, o por miedo.
Pienso que en ciertas situaciones, el sujeto más
importante pasa sin querer a segundo plano. Nadie niega que una madre hace todo
por un hijo, por eso es un poco inexplicable. Prefería pensar que no era
egoísmo aunque en cierta forma lo rozaba. De parte de Olga había una entereza
en su valiente actitud de enfrentar sola una maternidad, aunque a la vez había
un derecho menoscabado de un ser que no había pedido venir al mundo. Por parte
de Sebastien, no había podido elegir, borrando en su calendario, años de poder
brindar tanto amor. Entre padre e hijo, por consecuencia de ese silencio, no
existieron miradas y sonrisas entre ellos. Ni festejos de cumpleaños, ni noches
en vela, ni enojos. Todo fue quitado mes a mes, día a día. Con el triste
resultado de no poder volver el tiempo atrás.
Cierto que se debía mirar hacia adelante. Lamentarse
no llegaría a ninguna meta. Pero no siempre era fácil.
En cuanto a Bianca, dolió por ella. No recordaba en
todos mis años haberme sentido impotente y entre dos líneas de fuego. En otro
tiempo hubiera jurado que el apoyo de la dama de los Craig hubiera sido
incondicional, sin embargo… Bianca no estaba bien. Y eso me aterraba.
Cuando llegamos de Bergen con Margaret, nos dispusimos
a adornar la casa con las distintas macetas y tapices. Nos preparábamos para
regresar a la mansión después de cazar, entrando la noche calurosa. Sin
embargo, la visita de Scarlet y antes
que abriera la boca, cubrió de inquietud mi alrededor y cambió el latido
acompasado de mi corazón.
Margaret fue positiva, no supe si por verme
desconsolado y darme fuerzas, o si en verdad creía que todo se resolvería en
breve tiempo. Pero había algo innegable. La mansión ya no sería la misma sin el
equilibrio del líder de los vampiros y su hembra. Era como si quitaras los
pilares de una construcción que hasta el pasado había parecido fuerte e
indestructible. La furia de Sebastien ante el engaño, la pena de Bianca por la
soledad. Ella pasaba momentos críticos y necesitaba apoyo, a la vez Sebastien
no estaba dispuesto a pensar en otra cosa que no fuera recuperar a Nicolay.
Cuando Scarlet informó el deseo de Sebastien de que yo
permaneciera alejado del conflicto, no lo acepté. No ignoraba que su decisión
se sostenía por el hecho de mi gran amor hacia los dos. Era verdad, es difícil
ser objetivo si tienes tantos sentimientos arraigados. De todas formas, partí a
la mansión sin pensarlo dos veces.
Hasta el día de hoy había tenido tres oportunidades de
hablar con mi hija adoptiva. La más importante fue una noche, en la habitación
de huéspedes, ya que Bianca contadas veces salía de allí.
La mayoría del tiempo compartido hablé yo. Es decir,
casi fue un monólogo. Ella asentía levemente o negaba. Pero su mirada parecía
perdida. Quién sabe qué cosa pasaría por su cabeza, pues no logré sonsacarle
demasiado. Pude aconsejarle que no se diera por vencida. Que la llegada de
Nicolay era un vínculo que tenía que aprovechar. Dijo tener miedo, no por no
lograr querer al niño, la creía incapaz de ser distante por ser hijo de otra
hembra. Ella se refería a no estar a la altura de las circunstancias. Contesté
afirmando que lo lograría. Bianca había vencido a la muerte, ¿qué otro hecho
podía ser obstáculo después que cruzas la barrera de lo impenetrable? Creo que
la soledad… aunque esa noche no se me ocurrió esa respuesta.
Bianca.
No creía que alguien en este mundo entendiera mi
tristeza. Porque hasta yo misma no lograba comprender. Más allá de la sorpresa
de saber a Sebastien padre nuevamente, algo me decía que está vez no sería
igual que con Douglas.
Cuando pisé la mansión por primera vez, sentí un
cariño profundo por aquel joven ciego y solitario. No tenía a su madre, y a
pesar de ello parecía ser feliz. Nicolay también lo parecía. Era un niño
simpático y sociable. Si me ponía a pensar tenían puntos en común. Por mi parte
yo entraba a su vida en un momento dado y vislumbraba la idea con el tiempo de
formar una familia feliz. Sin embargo, había una diferencia tajante. La
relación fraternal con Douglas fue apoyada desde el primer instante por su
padre y el resto de los Craig, pero no ocurría lo mismo con Nicolay. Sebastien
no estaba en posición de perder el tiempo en unirnos y afianzar un lazo. Debía
luchar por su tenencia, la cual lo mantenía absorto y dedicado por entero. Pero
no era el mayor inconveniente. No contaba con una poderosa enemiga que solo
buscó alejarme. Quizás en otro momento mi Marte hubiera triunfado, hoy por hoy,
no tenía fuerzas suficientes para hacer frente al rechazo. Aunque juro que lo
intenté.
Después de hablar con Charles aquella noche me
pregunté, ¿por qué no? Porque no intentarlo si el amor de Sebastien valía la
pena. Al otro día me dirigí al hospital. Cumplí mi turno laboral y decidí salir
de compras. Ya habían dado de alta a mi padre así que si deseaba verlo tendría
que ir al hotel. Eso quedaría postergado. Lo principal era acercarme a Nicolay
de la forma más común y corriente en la que recurre un adulto desconocido a un
niño.
Elegí en la juguetería un muñeco articulado. Lo cogí
al azar porque de hecho distaba mucho de ser una entendida en personajes de
videos juegos. Los clásicos, tales como Superman, Hombre araña, Batman, etc,
faltaban en el catálogo. Según el vendedor había mucha demanda y hasta fin de
mes no llegarían los pedidos. Pero yo no quería esperar. Para mí era importante
que Nicolay supiera que no tenía nada contra él.
Cuando entré a la mansión quise mostrarle a Sebastien
el regalo, pero Rose me avisó que estaba en el despacho encerrado con un
abogado. Así que subí a la habitación de Nicolay.
Ekaterina me abrió la puerta. Su gesto de desagrado al
verme lo hubiera captado cualquier ser vivo. No me importó. Le dije que traía
un regalo para el niño y me permitió pasar. Me permitió pasar… Sonaba ridículo
si estaba hablando de mi propia casa, pero asumí que era el rincón de Nicolay y
había que respetar su intimidad aunque tuviera seis años.
Ella me informó que el pequeño estaba bañándose.
Escuché el sonido del grifo cerrarse y aguardé. Un silencio incómodo, ¿por qué
negarlo? No tenía nada que hablar con ella, aún así lo intenté.
—Le compré un muñeco articulado. Dijo el vendedor que
era un personaje de un video juego.
Ella no contestó. Quité la caja de la bolsa plateada y
se lo mostré.
—¿Crees que le gustará?
Ekaterina observó el regalo con mirada aguda.
—Es Carnage. Enemigo del hombre araña.
Arquee la ceja.
—Ah… No lo sabía.
—Es de imaginar. Nicolay lo odia.
En ese instante que desee que la tierra me tragara,
Nicolay se asomó tímidamente por la puerta envuelto en la toalla.
—Hola, Nicolay.
—Hola…
—Te traje un regalo, pero fue un error. Él es…
—Carnage –respondió el niño a medida que avanzaba.
—Sí… Bueno… No sabía que no te gustaba.
—Me gusta —respondió cogiendo la caja—. Muchas
gracias.
—Pero… Es un villano, y te gustan los héroes.
Se sentó en la cama y abrió la caja. Lo examinó con
ojos curiosos.
—¡Mira tía! ¡Aprietas aquí y saca la lengua de
serpiente!
—Ya veo. Dale las gracias a tu madrastra.
—¡Mi nombre es Bianca! –protesté enfadada.
—Gracias, Bianca –murmuró él.
—De nada… —Sonreí—. Lamento que sea un villano.
Me miró con sus ojos gris cristalino. Con ese brillo
de inteligencia que heredaba de su sangre, y contestó…
—Es bueno tener a Carnage aunque sea un villano.
Porque sin villanos, mis héroes no serían héroes.
Sebastien.
Charles abrió la puerta y recibió a la esperada
visita. De pie en la sala, vestido de traje Gucci como la ocasión lo ameritaba
contemplé al humano de porte seguro y elegante.
—Buenas tardes, doctor Hagebak.
—Buenas tardes. Usted debe ser…
—Sebastien Craig –extendí mi mano y la estrechó
cordialmente.
Llevaba un maletín de cuero legítimo aferrado a su
mano izquierda y anteojos de marco negro que resaltaban su rostro pálido y
arrugado. Traje gris oscuro, zapatos lustrados, reloj de oro en su muñeca
izquierda. Impecable de pies a cabeza.
—Acompáñeme al despacho. Hablaremos más tranquilos.
—Con gusto, señor Craig.
—El es Charles, amigo y mano derecha.
—Un gusto.
—Lo mismo digo… Por ahora –sonrió Charles.
—Charles, ven con nosotros. Te quiero presente en la
reunión por si se te ocurre alguna sugerencia.
—No estoy tan seguro de querer participar –murmuró por
lo bajo.
Aún así, me siguió.
Antes de cerrar la puerta, vi a Rose bajar la
escalera.
—Rose, ¿algún problema con Nicolay?
—Ninguno, Sebastien.
—¿Bianca regresó?
—Aún no.
—Okay… Por favor, serías tan amable de traer tres
cafés.
—Por supuesto. ¿Los llevo al despacho?
—Sí, querida. Gracias.
Cerré la puerta y rodee el escritorio para sentarme en
el lugar de siempre. Con una seña invité a sentarse al abogado y a Charles. Él
prefirió quedarse de pie junto a la ventana. El abogado cogió asiento de forma
elegante y depositó el maletín sobre el escritorio.
—Usted dirá, señor Craig. Después de su llamado me
gustaría saber si tiene material importante que sirva al juicio.
—Verá… Como le he adelantado quiero recuperar mi hijo.
Recuperar es una forma de decir ya que nunca lo tuve. Se me ha ocultado su
existencia y quiero remediar la situación lo más urgente que pueda.
—Bien, ¿con la madre mantiene algún diálogo?
—La madre del niño falleció –dijo Charles-. El niño tiene seis años.
—Oh… Eso facilita las cosas.
—No tanto –refuté—. Mi hijo ha sido adoptado
legalmente. Por eso solicito sus servicios. Me han dicho que usted es un
excelente abogado.
—Gracias, eso dicen. Espero cubrir las expectativas.
En cuanto a mis honorarios… No es necesario discutirlos. Puedo darme cuenta a
simple vista que no tendrá problema en abonarlos.
—Por supuesto.
—Dígame, ¿qué prueba tiene para constatar el lazo de
parentesco?
—Una prueba de ADN.
Charles me miró extrañado.
—¿La prueba es de un sanatorio privado?
—No doctor. Será en el hospital de Kirkenes.
—Mejor aún. Para el juez es mucho más factible que no
se llegue a arreglos por medio del dinero.
Charles comprendió a quien había acudido y se acercó
al escritorio.
—¿Has recurrido a él? ¡Es el padre de Brander! No
puedes ponerlo en su contra.
El abogado miró a uno y a otro.
—No se preocupe, doctor. Es que llevo una amistad de
años con el director del hospital. Supongo que ese detalle no jugará en contra.
—Podría, pero nadie tiene porque enterarse.
Charles volvió a su sitio y apoyó el perfil en el
marco de la ventana.
—Necesitaré los documentos de usted y del niño. La
partida de defunción de su esposa.
—No era mi esposa. Sí, tendrá los documentos. ¿Algo
más?
—Veamos… Cuénteme su relación con su hijo. Eso será
buen dato para el juez.
—Nicolay me quiere, se encuentra cómodo en casa…
—No quiere decir que sea feliz aquí —interrumpió
Charles.
El abogado lo miró.
—Lo que quiere decir Charles es que aún no se ha
habituado. Como le dije, mi hijo creció lejos de mí en contra de mi voluntad y
conocimiento.
—Entiendo. Si se ha ocupado de él a partir de conocer
su existencia habla bien de usted. Sin embargo…
—Sin embargo, ¿qué?
—Acaba de decirme que el niño fue adoptado. ¿Qué puede
decirme de sus padres adoptivos?
—Lo han criado muy bien. No tengo nada que decir.
—Mmm… Vamos, recuerde algo que podamos usarlo en su
contra. Por más que usted sea su padre biológico, al juez le faltarán pruebas
para decidirse a cambiar de vida al menor de la noche a la mañana. En cambio si
usted, señor Craig… quisiera esperar un tiempo a la adaptación…
—No quiero esperar. He estado seis años sin él, por la
culpa de ellos.
—Bien… ¿Entonces? ¿No hay nada que pueda usar en
contra?
Dudé… Miles de escenas pasaban por mi cabeza, pero
sobre todo el hecho de no haber disfrutado a Nicolay. A veces las emociones,
ganan a la razón.
—Hay algo… No sé si servirá… Creo que en este siglo es
ridículo… Pero quizás…
—Dígame, señor Craig.
No miré a Charles, supe que su mirada sobre mí iría a
hacer que me arrepintiera. En la guerra y en el amor todo vale. Y yo amaba a
Nicolay con todo mi corazón y esto también era una guerra.
—Los padres adoptivos son… Son gays. Son dos hombres.
—Ah, ¿lo ve? Algo podíamos encontrar.
—De todas formas si puede no ser usado, mejor.
—¿Quiere recuperar a su hijo, señor Craig?
—¡Por supuesto!
—Entonces, olvide los escrúpulos.
Callé… No estaba seguro de lo que acaba de contar al
abogado. Sabía perfectamente que si se hubiera tratado de una pareja
heterosexual, también hubiera querido a mi hijo junto a mí. El abogado notó mis
dudas en el gesto de disconformidad de mi cara.
—No se preocupe. No está incurriendo en delito al
usarlo como prueba. Piense que en la audiencia, el juez los conocerá. Que lo
ocultemos en el escrito de demanda no habla ni mal ni bien de usted.
—Yo opino que sí –dijo Charles mirándolo a los ojos—.
No nos engañe. Si aporta el dato en el escrito será porque sacará provecho.
El abogado sonrió.
—Soy quien representa el interés del señor Craig. Mi
trabajo es que el juez a como dé lugar, resuelva en contra de ellos.
—Preferiría que dijera a favor mío –contesté.
—Señor Craig, la sentencia a favor suyo, será
inevitablemente en contra de ellos. No de más vueltas. Recuerde que en la
audiencia estará frente al juez. Debe mostrarse seguro de que quiere al niño
con usted.
—¿A cualquier precio? –preguntó Charles.
Rose golpeó la puerta y ordené que pasara. Mientras
servía el café, mis ojos estaban fijos en la madera lustrada del escritorio. No
deseaba levantar la vista y mirar de frente. Eso me preocupó. Las veces que no
había podido hacerlo eran por haber cometido una falta.
—¿Desea azúcar, doctor? –preguntó Rose.
—No gracias, jovencita.
—Permiso –se retiró.
—Bien, señor Craig –bebió un sorbo con delicadeza—.
Quisiera preguntarle si hay algo que podría el juez usar en su contra. Debo
saberlo todo.
—¡No! Tengo una conducta intachable. El dinero es
ganado legalmente.
—¿Carecer de caridad y compasión, cuentan?
—Charles… —llamé su atención.
El abogado sonrió.
—Comprendo que no están habituados a moverse en
Tribunales, tengan confianza en mí. Y sobre todo no pierdan el objetivo. Tener
la tenencia del niño.
—Sí, eso deseo.
—Dígame, ¿le ha buscado colegio? Seis años está en
edad escolar.
—Bueno… Mañana mismo lo haré. Lo que ocurre es que no
podré anotarlo si no soy el adulto responsable frente a la ley.
—En eso coincidimos. De cualquier forma que tenga una
lista de colegios. Que haya indagado sobre la educación en los diferentes
institutos, le demostrará al juez que usted se ocupa de todo. Como buen padre.
La emoción me embargó y mis ojos brillaron.
—Soy buen padre. Yo… No necesito fingir… Amo a ese
niño.
—No se preocupe. Cuando uno demuestra la verdad es
mucho más fácil. Lo que ocurre es que Nicolay ha vivido con otra familia,
atípica, pero familia al fin. Dice que ha perdido a su madre… Por lo tanto no
se dictará una sentencia sin estudiar los pormenores minuciosamente. No
dejaremos nada al azar. Así trabajo yo.
—Se lo agradezco.
—Ahora, necesito los datos completos para iniciar la
demanda.
Abrió el maletín y sacó un cuaderno forrado en cuero
burdeos.
—Sí, le daré lo que necesite.
Más de hora duró la reunión hasta que satisfecho con
lo que necesitaba el abogado se puso de pie y extendió la mano.
—Un placer señor Craig… Charles, un gusto. Tendrán
noticias mías en breve.
—Por favor, no se demore.
Charles acompañó al abogado mientras yo bebía mi café
helado. No había podido hacer otra cosa que responder preguntas y pensar en
Nicolay. Deseaba que fuera feliz junto a mí y su nueva familia. Pensaba
compartir al niño con los errantes pero bajo mis reglas. Temía que al menor
descuido, huyeran con parte de mi corazón.
El café frío me trajo un recuerdo lejano… Bianca,
sentada en la cocina. Yo frente a ella, mirándola embelesado. Se notaba
nerviosa por mi presencia y dejó enfriar el café. Recuerdo que le dije,
“siempre lo bebes frío”, o algo así…
Sonreí de tan solo volver a ese pasado de conquista y
tanta pasión. Bianca… ¿Por qué parecía estar tan lejos de mí? La necesitaba.
Sin embargo no la forzaría a acercarse y aceptar a Nicolay. Debía hacerlo por
voluntad. Moría por que lo hiciera…
Escuché movimiento en la sala y salí del despacho. No
era ella… Scarlet se había sentado en el sofá de piernas cruzadas y me miraba
fijo como inquisidora. Rodee lo ojos y me acerqué.
—¿Tú tampoco estás de acuerdo que luche por la
tenencia?
—No es eso. Es la forma.
Charles entró y cerró la puerta.
—¿Hacía falta un abogado para resolver tus diferencias
con los errantes?
—El abogado del diablo querrás decir –acotó Charles.
Me dejé caer en el sofá, abatido.
—No sé qué quieren que haga. Es un abogado
especialista en menores.
—¿En serio? ¡Menos mal!
—Suficiente, Charles.
—¿Es que ninguno opta por el interés del menor?
Deberías preguntar a Nicolay qué desea.
—¡Tú estás loco! Un niño de seis años no sabe que es
lo mejor para él –protesté.
—Coincido que no sabrá conducir su vida. Pero lo que
siente, ¿le has preguntado qué siente?
—Perdió a su madre, por lo menos que tenga un padre.
—Él ya tiene dos.
—No me hagas reír, Charles.
—¿Por qué? ¿Cuál sería el motivo de tu risa? ¿Qué son
gays? ¡Qué antiguo eres! –interrumpió Scarlet.
—Escuchen, no tengo nada contra los gays. Por mí
pueden casarse, vivir juntos, amarse, y adoptar hijos. Pero no el mío.
—Ah… Claro… No somos discriminadores salvooo… Cuando
nos toca de cerca –se burló Charles.
—Sebastien, no tiene nada de malo que sus padres sean
dos hombres. Seguramente lo cuidarán
mejor que algunas parejas heterosexuales –dijo Scarlet.
—Es que se trata de mi hijo. Quiero recuperar a mi
hijo, no importa quienes lo hayan adoptado.
—Pero lo usarás en su contra.
—¿Qué usarás en su contra?
—Nada… Mejor me voy a dormir. ¿Bianca no llegó?
—No la vi –contestó Scarlet.
—Okay… No sé porqué pregunto si no quiere verme.
Bianca.
Cuando salí de la habitación de Nicolay, me sentía
desconsolada. Si bien el niño con esfuerzo había tratado de ser cordial, el
juguete no habría sido lo que esperaba. La desolación ganaba mis entrañas.
Parecía ausente de todo lo que ocurría en la mansión. Con respecto a Sebastien,
no me animaba a tener una charla con él. Una noche lo intenté, fui a nuestra
habitación pero él no estaba. Recorrí con los ojos cada rincón de la alcoba
donde tanto tiempo habíamos sido dichosos. Con peleas y reconciliaciones. Pero
siempre con el amor como baluarte. Ahora… No sabía qué ocurría… Conmigo… Ni con
él.
Antes de regresar a mi habitación me pareció escuchar
la voz de Sebastien. Mi corazón dio un brinco… ¿Y si bajaba? ¿Y si le contaba
que había comprado un regalo para Nicolay?
Me acerqué sigilosa… No estaba solo en la sala…
Scarlet… Charles… Hablaban del niño…
Escuché atenta sin hacerme ver…
Sí, hablaban del juicio de tenencia…
La tristeza invadió mi ser por completo. Allí estaban
los tres hablando sobre Nicolay. Sebastien no me tenía en cuenta. Ni siquiera
me mencionaba. Yo no era parte de su futuro de la forma que soñaba. Comencé a
darme cuenta con el alma rota en pedazos, que no solo la mansión era un hogar
desecho, sino que nada de lo me rodeaba me pertenecía. Regresé a la habitación
de huéspedes con una irrevocable decisión.
Pobre Bianca esperó que Sebastien hable con ella y solucionen los problemas y que ella congenie con Nicolay. Ojala Sebastien pueda tener la custodia del niño. Genial capítulo
ResponderEliminar¡Hola cariño! Gracias por comentar. Bianca la está pasando muy mal, y la soledad en ese caso no es buena consejera. Así se dan los hechos. La custodia del niño se verá en el juicio, debemos esperar. Muchas gracias querida Citu. Un beso grande y buena semana.
EliminarHola, Lou... Está claro que Hela tiene sus razones y quiere recuperar su don... pero Hela no cuenta con mi simpatía para nada
ResponderEliminarEstoy convencida de que Lenya será un excelente padre
El pasado de Rodion es muy triste, lo pasó francamente mal... merece ser feliz, y me alegro de que lo sea con Sara y su pequeño y llorón Dyre
Me ha encantado lo que Rodion le ha dicho a Lenya... "Yo aprendí a leer tu corazón"
Es muy cierto que la muerte no nos prepara, y me temo que también sea cierto que el tiempo no nos acostumbra
Entiendo muy bien la tristeza de Lenya al recordar a su madre... pero también es muy cierto que los que se van nos dejan esos regalos maravillosos que son los recuerdos
Bueno, creo que Boris ha sido un poco bruto cuando se presenta como yerno ante el padre de Branden... Pienso que Branden tendría que haber hablado con su padre
Pero bueno, sí, hay bastante hipocresía... el mismo oficial lo demuestra cuando llama la atención a Branden y a Boris por besarse... y no dice nada a la adolescente y el señor
Al bueno de Charles lo han puesto en una compleja tesitura entre Sebastien y Bianca... yo creo que Sebastien no está actuando bien... se está preocupando demasiado de Nicolay, y se está olvidando mucho de Bianca
Ya veo que Ekaterina está de nuevo en la mansión... y me ha encantado lo que Nicolay le ha dicho a Bianca... que sin villanos, sus héroes no serían héroes... tiene razón
Se presenta una gran batalla legal... y creo que Sebastien comienza a tener remordimientos por como está actuando
Bianca ha tomado una irrevocable decisión... eso no suena bien
Me ha encantado, Lou
Te vuelvo a felicitar porque es imposible no hacerlo... Un capítulo extraordinario
Besos
¡Hola Mela! Sé que no te cae bien Hela, yo tengo mis dudas, pero es cierto da miedo.
EliminarLenya es un sol, aunque nunca perderá el carácter. Eso es bueno, le da fuerza para luchar por lo que cree justo. En cuanto al recuerdo de su madre, he puesto mucho de mí en esas líneas. Mi padre me acompaña siempre y aún puedo escuchar su voz y sentir su abrazo. Es buen regalo ante lo irreparable.
Rodion aprendió a leer el corazón de Lenya, es una suerte y la explicación a tanto que ha soportado.
Boris es bastante bruto. Es por haberse criado salvaje y errante. Él no ha tenido oportunidades como Branden en su niñez y juventud, pero ya les contaré su historia. No sabe de diplomacia, pero puedo asegurarte tiene un corazón enorme.
Branden cree que todo el mundo toma por igual las relaciones y está bien que vaya gritándolo, aunque se encontrará con decenas de seres hipócritas.
Pobre Charles, quiere a los dos, y los ve destruirse sin poder hacer mucho. Este conflicto es de dos. Supongo que en algún momento podrán entenderse por el amor tan grande que se tienen, pero no estoy segura cuando.
Ekaterina me trae dolor de cabeza, la entiendo hasta un punto. Está amargada, y el desconsuelo no la lleva a obrar bien.
Nicolay y Gloria creo que deberían poner un club de buenas frases, de verdad que me asombran.
Sebastien comienza una dura lucha, aunque pienso que la parte peor la lleva Nicolay.
Si no te ha sonado bien la frase de Bianca, haces bien. Nada bueno parece vislumbrar.
Muchas gracias tesoro por tu comentario. Me has alegrado la tarde. Estaré pendiente de tu capi en tu blog. Besotes y buena semana!
Pobre Bianca no lo está pasando nada bien ojalá que Sebastian hable con ella, que se solucione todo porque vienen cosas difíciles, gracias por el capítulo Lou!!!!
ResponderEliminar¡Hola belleza! La pobre de Bianca no lapasa bien, aunque yo que ella hubiera enfrentado a Sebastien y dicho cada cosa que tendría atragantada. Pero solo soy la autora y sabes que ellos a veces se me van de las manos.
EliminarVienen tiempos difíciles, tengamos fe en el amor.
Gracias a ti por leerme y comentar guapa! Un besazo y buena semana!
No creo que a Sebastien le resulte sencillo ganar el juicio. Los padres, aunque gays, lo adoptaron legalmente. Pueden alegar que Sebastien sí conocía la existencia del menor y se desentendió. Creo saber qué decisión ha tomado Bianca, se siente anulada, creo que se irá con Hela y que Sebastien lo lamentará.
ResponderEliminarBesos.
¡Hola Ignacio! Ante todo gracias por comentar. Creo que será difícil sí. Muchas cosas dependerán de la visión del juez. Por más que sus estudios lo ayuden a ser objetivo es inevitable que tendrá la cuota según su parecer. Yo creo que tarde o temprano se solucionará,supongo. Aunque debamos esperar. La razón más poderosa es que a la autora no le gustan los finales infelices. Muchas gracias Ignacio. Un abrazo desde Argentina.
EliminarEl juez dara la custodia al padre porque hay mucha hipocresia y no querra que el niño este con gays.Estan todos los temas muy enredados y la novela muy interesante y me esta gustando.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. Es cierto hay mucha hipocresía. El juez será aunque no quiera subjetivo.Veremos como resuelve. Muchos temas a tratar que se han gestado de a poco y ahora fluyen. Mis musas y los Craig dirán. Muchas gracias y un abrazo a la distancia.
EliminarCon la perspectiva de Hela pudimos entender que no es solo un capricho querer recuperar su don, sino, que hay otras cosas implicadas.
ResponderEliminarBrander me da mucha pena. Siente que no quiere decepcionar a su padre por ser gay, debe ser muy duro para él. Y con respecto a Nicolay... Sebastien en este momento está muy enojado de que le hayan ocultado a su hijo, pero en algún momento se pondrá a pensar y verá que no es bueno que aleje al niño de su familia, al fin y al cabo, ellos hicieron del pequeño lo que es hoy en día.
Charles... mi adorado Charles. LO AMO. Amo su lealtad hacia Sebastien y Bianca. Siempre queriendo lo mejor para su familia.
Bianca tiene un laaargo trecho de soledad, dolor y depresión por pasar. Es difícil que no estuviera devastada con todo lo que está viviendo, pero confío y sé que después de la tormenta viene la calma.
Sebastien se debate entre sus sentimientos, pero aún así no quiere lastimar a nadie.
Me encanta la madurez que fue adquiriendo Scarleth.
Este capítulo es una obra maestra!
¡Hola Joha! Sí,Hela debe recuperar el don de lo contrario desaparecerá. Se le termina el tiempo y Bianca deberá cumplir con la promesa.
EliminarBrander tiene una situación muy común en los chicos gay con padres tradicionales pero espero que el amor paternal sea más fuerte.
Es una mentira muy grande la que ha sufrido Sebastien, por ahora no puede ver más allá de su furia. Habrá que esperar.
Bueno... Charles es mi personaje preferido por el hecho que tiene una personalidad muy rica y la imaginación puede volar más fácil.
Bianca... tiene un largo camino que recorrer aunque no acudió a hablar de frente y eso cuenta en su contra. Supongo que no ha podido.
Scarlet ha cambiado, es una verdadera Craig y primero estará su familia antes que su futuro. Ojalá no se le complique con Grigorii.
Gracias reina por estar aquí y acompañarme en esta locura. Besotees!!