Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


domingo, 8 de enero de 2017

¡Hola chicos! Dejo el capi nuevo para ustedes con mucho cariño. Pronto tendremos noticias de Sasha Gólubev y Dimitri. Un beso grande.


Capítulo 16.
Despecho.

Sebastien.


Sobre la mesa del escritorio junté las hojas sueltas de varias facturas y recibos del hotel Thon. Anouk había dejado muy ordenado en una carpeta para que revisara el balance de los gastos y las entradas suculentas que había dejado el turismo con la llegada de las primeras nevadas. Me senté en la silla y recosté la espalda en el respaldo con la vista fija en el nombre de la empresa de turismo que habíamos contratado. Estaba conforme con la labor pero aún quería brindar a los humanos más atracciones de las que ya contaban. Los paquetes turísticos incluían paseos por los bosques en trineos, recorrida por el centro de Kirkenes, y práctica de esquí en las montañas.

La mayor parte del contrato se encargaba Lenya de vigilar y hacerlo cumplir aunque por ahora no habíamos tenido problemas. Scarlet un poco más comprometida con parte de la herencia que por ley y moral le correspondía, había decidido contratar un jardinero que en definitiva se esmeró por plantar y adornar con plantas y flores de invierno, dando el toque elegante y colorido a la fachada nocturna del hotel próxima a la Navidad. También agregó además de las luces tradicionales, unos faroles de hierro forjado muy señoriales que iluminaban gran parte de la acera, permitiendo que la noche eterna de la ciudad se viera muy atractiva. Por ahora la terraza quedaba para más adelante ya que la primavera y verano serían estaciones donde los turistas desearían quedarse hasta altas horas sentados en juegos de jardín bebiendo algún coñac o refresco. A decir verdad mi hermana tenía buenas ideas sobre decoración y parecía entusiasmarle la idea de intervenir y participar del proyecto, sobre todo ahora que estábamos próximos a la Navidad.

Encendí un cigarro y jugué con el líquido ambarino del vaso de whisky. No había sido fácil acompañar a mi hijo al cementerio después del doloroso hecho de desenterrar a su primer amor. Siempre dicen que la primera vez en la que comprometemos el corazón es una experiencia que te deja una dulce melancolía. No había sido el caso de Douglas, lamentablemente, y hubiera dado todo por haber podido evitar ese dolor. Los padres deseamos que nuestros hijos no sufran, y cuando no podemos lograrlo nos sentimos impotentes e inútiles, sin embargo la vida a veces no nos deja alternativa solo la de acompañarlos y contenerlos.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Sabina vino a mí en una imagen de hace años atrás. Era bella y seductora, y yo creí que jamás volvería a amar. Pero me equivoqué, y esperaba que Douglas pudiera encontrar ese amor correspondido que lo hiciera feliz como yo había encontrado el amor de Bianca. Recordar el pasado me hizo reconocer cuanta tristeza habría causado a mi padre. Quizás la misma que yo sentía de ver a mi hijo destruido y sin ganas de vivir. La vida pareciera que devolviera todo lo que has hecho, para bien o para mal, el universo se cobra. Y aquí estaba yo, desesperado por hallar una solución que cambiara el pensamiento de mi hijo y le diera esperanza.

Unos golpes en la puerta me sacaron de mi pensamiento. Acto seguido sin esperar mi orden de pasar, la puerta se abrió y Sabina asomó la cabeza. Parpadee.

—Ey, ¡qué sorpresa! –me puse de pie con una sonrisa.
—Hola –sonrió—. Perdón mi atrevimiento en venir sin avisar. Charles me abrió.
—No escuché el motor de la furgoneta, ¿te trajo hasta aquí Bernardo?
—No, vine sola, caminando. Necesitaba pensar. Siento caer de sorpresa.
—Por favor –señalé un sillón cerca de la ventana—. Esta es tu casa, puedes venir cuando quieras.
—Gracias.

Titubeó antes de sentarse.

—¿Estás nerviosa o me parece?

Sonrió con pena.

—Sé que me conoces… Sí, lo estoy… Necesitaba hablar contigo sobre Douglas. Yo… Yo estoy preocupada. ¿Dónde está él?

Arquee la ceja y la cogí del brazo guiándola hasta el sofá.

—En su habitación. Siéntate, por favor. Imagino que te habrán dicho lo de la chica, Clelia.
—Sí –se sentó—. Bianca me llamó contándome lo sucedido y tu decisión. Quiero adelantarte que me pareció perfecto, solo que… no sé… ¿Cómo está él?

Moví la cabeza en gesto dubitativo.

—Creo que lo superará pronto. Confiemos en que el destino le regale la sorpresa de enamorarse cuando menos lo espere.

Ella se mantuvo callada unos segundos, mirándome a los ojos.

— ¿Qué ocurre? ¿Sabes algo que ignoro?
—Bueno, no sé si es con certeza pero… creo que Douglas tiene la oportunidad de ser feliz con una chica, y…
— ¿Y?
—Se niega.
— ¿De quién hablas? ¿Por qué estás tan segura?

Sonrió divertida.

—Soy su madre. Es la ventaja frente a ti. Los machos no son tan detallistas y pasan hechos por alto.
—A ver, dime, ardo de curiosidad. ¿Qué sabes que no sepa? ¿Es una humana de la Universidad? ¿O trabaja en tu hotel? Porque si te refieres a Camile desde ya te adelanto que no está enamorado.

Negó con la cabeza rotundamente e hizo un gesto de desagrado.

—Nooo, no es ella. Nuestro hijo y Camile son el agua y el aceite, no durarían ni dos días conviviendo. Se trata de Marin, la hermana de Liz.
—¿Ella? Pues… No sé… casi ni se cruzan y cuando están cerca no tienen mucho en común.

Rio.

—Ay Sebastien, no puedo creer que con tus años no sepas leer miradas. A poco que no te has enterado las peleas que tienen cada vez que se ven.

Sonreí.

—He estado muy ocupado, cierto. Sin embargo que peleen no veo que sea una buena señal.

Volvió a reír.

—A veces lo es. ¿Sabes que me indicaría a mí que no estuvieran interesados el uno en el otro?
—Dime, tú eres la experta ahora —guiñé un ojo.
—Que se ignoraran, eso a mí me indicaría que no se importan. E ignorarse no es justamente lo que ocurre cada vez que comparten el mismo sitio.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta.

—Te traeré algo de beber, imagino que me explicarás mejor tus teorías.
—Son hipótesis Sebastien, nada seguro, pero Marin puede ser la solución para que nuestro hijo olvide aquella mala experiencia. Y beberé un vaso de leche. Yako me deja seca, por Dios, como come ese niño.

Reí.

Antes de abrir la puerta Charles se adelantó.

—Oyee –protesté viendo que empujaba hacia el interior.
—Ssssh… Está Marin en la sala.
—¿Cuándo llegó?
—Tras Sabina. Ahora cállate, haz silencio. Quiero saber que le dirá a Douglas.

Sabina se puso de pie.

—¿Vino a ver a Douglas? Te lo dije, esos dos tienen algo.

Bajé la voz.

—Pero si la chica se compromete con ese lobo que no sé cómo diablos se llama.
—Carl. Y para mí es una excusa para no enfrentar el amor –contestó.
—Coincido con Sabina –agregó Charles.
—De todas formas no está bien que escuchemos, ¡Charles! ¿Quieres apartar tu oreja de la puerta? –gruñí.
—Ssssh, ¿podrías callarte? Las paredes son aislantes. OH… Douglas está bajando la escalera.
—Hazme un lugar –dijo Sabina ubicándose junto a Charles.
—Ah, pero no lo puedo creer, son dos chusmas de barrio. ¡Por favor!
—¿Qué dice, Charles? ¿La saludó? –preguntó la madre de mi hijo sumamente interesada.
—No lo sé se escucha bajo.
—¿Le dio un beso?
—Pues, no puedo ver.
—¡Joder! Porque si la saluda con un beso es otra cosa, ¿verdad?
—Sí, hay que ver qué clase de beso, también.

Me crucé de brazos observando a los dos cuchichear. Era de no creer, dos adultos.

—Ssssh, aguarda, creo que tu hijo le ha preguntado a qué ha venido.
—¿Y ella qué contestó? No puedo escuchar, Charles.
—Es que es un don de los vampiros, querida.
—No pelees conmigo y trata de saber que ocurre en la sala.
—Okay.

Me senté en el escritorio con la boca abierta por el asombro.

—Dejen de meterse donde no los llaman.
—Es mi hijo, Sebastien.
—Es su hijo, tiene razón –agregó Charles.
—Además es su felicidad.
—Claro que sí, querida –apoyó mi mayordomo.
—Por los infiernos, si Douglas se entera pondrá el grito en el cielo –susurré.
—No se enterará si tú no se lo dices.
—Y se qué no se lo dirás –adujo Charles.
—Okay, hagan lo que quieran, no quiero participar de esta escena infantil.
—¡Quédate sentadito sin molestar!
—Y no hables porque no dejas que escuchemos –protestó Sabina.
—Ssssh… Ella está pidiendo disculpas. ¿Disculpas de qué, Sabina?
—Oh sí, ella bebió demasiado y creo que Douglas tuvo que llevarla al hotel.
—¿Ocurrió algo allí?
—No… Ssssh, escucha y cuéntame.
—¡Pero, pero, joder! Mi hijo no se atrevería a hacer algo con una chica que ha bebido.
—¡Ssssssh! —chistaron los dos.

Varios minutos pasaron sin que ambos se movieran de la puerta, con sus orejas apoyadas y gesto de desesperación. Cielos… Hasta a mí me desconcentraban y no concluía el mail que deseaba enviar a András por culpa de ellos.

—¡Mierda! Dijo que se va –protestó Charles.
—¿Cómo que se va? –preguntó angustiada Sabina.
—Se va por un tiempo, ¡Douglas se va por un tiempo!

Me puse de pie de un salto.

—¡Cómo que se va por un tiempo! ¡Háganme lugar, quiero escuchar!
—¡Ja! ¿No has dicho que estaba mal lo que hacíamos? –se burló Charles.
—Pero eso era antes de saber que quiere irse.
—Ssssh… ¿Esa voz? –susurró Sabina.
—Es Liz, querida. Creo que baja la escalera.
—Cielos, ya no hablarán a solas.
—No te preocupes, nada iba a cambiar por lo que parece. Estos dos nos darán más trabajo del que supuse –dijo Charles preocupado.
—¿Y ahora qué? –pregunté a los dos.
—No sé, tú eres el que tiene las ideas brillantes y maduras. ¿Alguna propuesta?

Negué con la cabeza.

—No Charles, lo siento.


Marin.



Después que Charles subió rápidamente las escaleras me dediqué a mirar alrededor de la sala. Era tan bella y sofisticada. Aunque a mí nada de eso me atraía. Mi interés solo había apuntado a ser amada por un ser con nombre y apellido que habitaba en la mansión, Douglas Craig. Pero no lo había logrado. No sabía si había hecho las cosas mal. Quizás… O tal vez Douglas no había podido aprender a amarme como necesitaba que lo hiciera. A lo mejor yo pedía mucho a sus veinte años. Los hombres jóvenes buscan vivir la vida y divertirse, cuanto más él que había vivido mucho tiempo encerrado y en la oscuridad. Lo cierto que por capricho o no, no deseaba esperar por él. Que hiciera lo que se le cantara con su vida que yo haría la mía junto a Carl y la promesa de un hogar feliz y bien constituido… Bueno, ni yo me creía tanta estupidez junta… Sin embargo las cosas estaban así.

Al fijar mi vista en el bello escudo con la cabeza de león pensé en lo maravilloso que sería tener en mi dedo anular un anillo como llevaba Bianca o Scarlet, o cualquiera de las chicas de la casa. El símbolo de los Craig, un símbolo de pertenencia. Pronto Liz llevaría el mismo anillo obsequiado por Lenya, quien la adoraba y la amaba como se lo merecía.

¿Yo merecía un amor así? Evidentemente no…

Charles bajó las escaleras y acto seguido, sonrisa mediante, se metió en el despacho de Sebastien. Me quedé en silencio...

Rose salió de la cocina y recogió las flores marchitas de un florero. Antes de salir por la misma puerta que había entrado me saludó con cariño. Me sentía tan a gusto con los Craig, era lo contrario con los Rotemberg.

Respiré profundo para desatar el nudo en mi estómago pero conseguí anudarlo más. Era como tener un puño al comienzo del abdomen, y los retorcijones en el bajo vientre producto de los nervios me castigaban de forma intermitente. Cruzarme con él de sorpresa no había provocado esas feas sensaciones, sin embargo hoy era distinto. Hoy deseaba encontrarme con Douglas.
Imaginaba que bajaría la escalera con aires de sobrador por la escena vivida en el restaurante. Esa noche quedé expuesta al volcar el plato de comida a su novia. ¿Por qué motivo lo haría si no me habían llevado los celos? La bebida… Sí, eso debía decir para excusarme. Douglas no debía enterarse de lo que sentía por él. Y si le quedaban dudas era mi misión erradicarlas sobre todo porque Carl y yo íbamos a comprometernos. Basta de juegos idiotas que no me llevarían a nada.

Escuché los pasos por el pasillo superior y mi cuerpo comenzó a transpirar. Otra vez tenerlo frente a frente, quizás muy cerca. Mirando sus ojos miel divertidos y fogosos… Dios…

En cuanto lo vi con sus jeans caídos y su camiseta blanca marcando sus pectorales, creí morir.

Él me miró mientras bajaba la escalera pero no hizo gesto de burla. Entonces traté de sonreír fingiendo una seguridad que estaba lejos de sentir.

—Hola –dijo.

Tenía un rictus triste y apagado. Sus ojos no brillaban como al discutir conmigo o simplemente recorrerme de arriba abajo como tantas veces lo había hecho.

—Hola Douglas. ¿Cómo estás?

Me observó unos segundos para después contestar con voz neutra.

—Bien, y ¿tú?
—Bien –susurré.

Se detuvo antes de llegar a mía. Diría que guardando bastante distancia.
Nos miramos… Él estaba a un trecho prudencial como si quisiera marcar la separación entre nosotros.

—Tú dirás, Marin. Charles dijo que me buscabas.
—Sí… Yo… Quiero pedirte disculpas por lo de la otra noche. De cómo me comporté.

Mi frase sonó sin comas ni puntos.

Me miró fijo. Se veía apenado.

—No era necesario. ¿Deseas quitarte el abrigo y sentarte en el sofá?
—No, no yo… Yo vine por ese motivo, el de las disculpas. Nunca me comporté así. Lo que hice a Camile no tiene perdón, ni siquiera sé cómo llegué a tu mesa. Bebí y no estoy acostumbrada.
—Entiendo.
—En cuanto a lo del hotel… No soy esa clase de mujer que dice groserías.
—¿Entonces recuerdas todo lo que dijiste antes de dormirte? –preguntó casi en un susurro.

Asentí levemente.

—Lo siento, dije todas tonterías.

Inclinó el rostro interrogante. Sus ojos cambiaron de tono. Parecieron oscurecerse a un color caramelo.

—¿Fueron todas tonterías?

Pensé… De todas las cosas que había dicho, la mayoría eran verdad, sobre todo que lo amaba…

—Sí –contesté sin dudarlo—. Fueron todas tonterías.

Quedó mirándome con cierta tristeza y estuve a punto de gritarle, “¡No, lo de amarte fue verdad!” Sin embargo mi orgullo pudo más y callé la boca.

Él bajó la vista y encajó las manos en las caderas. Se mantuvo pensativo unos segundos y después me devolvió una mirada cargada de angustia.

—Yo también necesito pedirte disculpas. Cada día que nos hemos cruzado solo he tratado de hacerte enfadar. No me preguntes el porqué, fue lo que sentí en esos momentos. Sin embargo estuve mal y lo reconozco. Debí dejarte en paz y entablar una relación de amistad amena contigo. Lo primero… lo de dejarte en paz ten la seguridad que lo cumpliré. Lo segundo… Lo segundo no sé si podré cumplirlo. Por lo tanto he tomado una decisión pensando en lo mejor para mí y para ti.

Me mantuve en silencio, con mi cuerpo temblando. Con mi piel sensible y ansiosa porque sus manos anchas y fuertes me cogieran y acercaran a él.

Douglas no se acercó, sin embargo me miró con gran pesar.

—He hablado con Drank.
—¿Sobre mí? –pregunté temerosa.

¿Drank habría comentado lo que yo sentía por él? No, de mi ex cuñado no lo creía. ¿Entonces? ¿Qué habrían hablado?

Douglas continuó, aunque sus ojos se clavaron en la alfombra de la sala.

—Drank me dijo que cuando uno quiere a una persona desea que ésta sea feliz. Y yo te quiero y deseo eso para ti. A pesar de todo lo que pasó entre nosotros. Necesito que olvides si te he hecho daño. Y ojalá puedas seguir con tus proyectos y se cumplan.
—No es necesaria la disculpa, Douglas. Y ten la seguridad que seré feliz –contesté rápidamente.

¿Por qué a veces la boca dejaba escapar palabras tan absurdas y mentirosas? No supe porque el orgullo nos visita cuando menos lo necesitamos. Hubiera sido mejor decirle, “te perdono porque te amo y te perdonaría todo, esa es la razón” Pero seguí actuando con indiferencia.

—Los malos momentos fueron eso, solo momentos. Así que no le doy importancia. No te preocupes, algún día sé que seremos amigos. Mi felicidad está más allá de si me llevo bien o mal contigo. Igual, gracias por tus disculpas.

Mentirosa…

Me miró fijo con los ojos brillosos… Como si quisiera desnudar mi alma y que reconociera que lo dicho era una infamia.

Permanecí muda, con una sonrisa hipócrita.

Él bajó la vista y volvió a mirarme.

—Okay… Mejor para ti. Yo… decidí irme lejos por un tiempo.

Me atraganté con la saliva. ¿Dónde se iría? ¿No lo vería más? El corazón se estrujó. ¿Pero acaso no iría a hacer mi vida sin contar con él? ¿No era eso lo que buscaba?

—Ah… ¿Te vas lejos?
—Sí, a la Isla del Oso. Ya hablé con Numa ayer. Así que al menos me reencontraré con mi amigo.
—Claro… Muy bien…
—¿Algo más para decirme? –susurró.
—No, nada más. Espero que me disculpes por la escenita.
—Por supuesto, no tienes que decirlo.
—Bueno… Me voy…

Levanté la vista hacia el pasillo superior al escuchar el taconeo de unos pasos.

Mi hermana sonriente por encima de la barandilla me saludó feliz de verme allí.

—¡Liz! ¡Hermana! ¡Qué gusto verte bien!

Ella se detuvo en el último peldaño. Me miró sonriente pero no se movió. Tendría miedo de hacerme daño ahora que yo era humana y ella vampiresa.

Me angustié… Tenerla a metros y no poder abrazarla me dio una sensación de abandono. Aunque la partida de Douglas ya había sobrecogido mi corazón.

Como adivinando mi estado de ánimo a punto de soltar las lágrimas se apresuró a bajar.

—Tranquila, Marin. Puedo abrazarte. Estoy bien alimentada.

Douglas sonrió y se excusó para dejarnos a solas.

Antes de subir la escalera giró para mirarme quizás por última vez.

—Te deseo lo mejor, Marin. Que seas feliz.

Subió de dos en dos los escalones apresurado mientras mi hermana no lo perdía de vista.

Lo vi desaparecer y corrí a abrazar a Liz. Ella me abrazó muy fuerte.

—¡Estás fría! –reí entre lágrimas. Te extrañé.

Me apartó para mirarme a la cara.

—Y tienes ojos extraños, casi un púrpura.
—Sí, pero soy la misma para ti.
—Lo sé.

Me cogió de las manos y nos miramos.

—Eres hermosa, más de lo que ya eras.
—Tonta –rio—. Ven, sentémonos.

Ambas nos sentamos cerca del hogar de leños encendido.

—Marin, no te has quitado ni el abrigo.
—Deja, debo irme en poco tiempo. Me alegra al menos hablar contigo un poco y verte bien.
—Lo estoy.

La sonrisa iluminó su rostro.

—¿Las cosas con Lenya marchan bien?

Ensanchó su sonrisa.

—Sí, nos amamos y estoy feliz de pasar el resto de mi larga vida con él.
—Me alegro hermana, de corazón.
—Lo sé… ¿Y tú? ¿Así que te comprometerás con ese patán?
—Liz… No seas tan dura, dale una oportunidad.
—Claro… Por ahora me quedaré sin intervenir. Espero que no te haga sufrir porque los destriparé y lo llevaré al fondo del mar para que adorne los corales.

Reí.

—Oye… ¿Es cierto que puedes nadar mucho tiempo por debajo del agua?
—Sí, es mi don. Conducirme por los mares como por la tierra. Entre otras cosas.
—¿Qué cosas? Cuenta.
—Por ahora permíteme no hablar sobre mis dones, es que aún no los domino.
—Okay.

Charles, Sabina, y Sebastien salieron del despacho.

Liz se puso de pie.

—Sabina…
—Querida, un gusto verte bien. Estás hermosa.
—Gracias.
—Hola Marin –saludó Sabina.
—Hola –contesté nerviosa.

Ella sabía mi amor por Douglas y tarde o temprano quizás me preguntaría porque seguía insistiendo en seguir con Carl. Era muy difícil verla cara a cara y mentirle sobre lo que sentía.

—Me voy –contesté.
—Podemos ir juntas si vas a la reserva a ver a Carl.
—No, yo regresaré al hotel. Mañana trabajo desde temprano.
—Okay, no te preocupes. Ya tendremos tiempo de estar juntas y conversar.
—Por supuesto, si me permiten, no quiero demorarme.
—Charles, acompaña a Marin a la puerta –ordenó Sebastien—. Pero antes pídele un coche de alquiler.
—Claro que sí.



Douglas.



Apenas llegué a mi habitación cerré y recosté mi espalda a la puerta. El ambiente se convirtió en un espacio inmenso y silencioso. ¡Cuánto objeto de valor tenía entre esas cuatro paredes! Nada de eso me llenaba ni me consolaría. Lo único agradable a mis ojos era la enorme ventana que daba al parque. Tras los cristales estaba un mundo que me refugiaría del dolor de una despedida a la fuerza.

Me quedé inmóvil, con lágrimas en los ojos. Odiando al destino porque Marin no me amaba como hubiera necesitado. Iba a ser feliz, lo había dicho. En sus planes no estaba yo en absoluto.
¿Esto era parte de amar de verdad? ¿De soltar para que el otro fuera dichoso? Sí… ¡Pero cómo dolía!
Sentí que necesitaba a Numa más que nunca, aunque pronto me reuniría con él. Sin embargo mi angustia era ahora, hoy en este maldito día mi corazón se partía en mil pedazos y era urgente la palabra y consuelo de un amigo.

Mis ojos se fijaron en el cajón de la mesa de luz. Allí había un papel arrugado con el número de móvil de Drank. Él me lo había ofrecido minutos antes de subir a la moto.

No lo dudé.

Me abalancé sobre el cajón y lo abrí. Cogí el papel y mi móvil que estaba sobre la cama…

No tardó en responder a mi llamado.

“Hola”
—Hola Drank.
“¿Quién habla?”
—Lo siento, soy Douglas, lamento molestarte –dije temblando.
“Ah, Douglas, está bien. No te preocupes. Es que no tengo tu móvil agendado y no sabía quién llamaba”.
—Sí… Yo… No te lo ofrecí. Perdón, no me di cuenta.
“Todo bien. Dime…”
—Yo… Acabo de hablar con Marin.
“¿Qué ocurrió?”
—Bueno… Yo… Seguí tu consejo…
“¿Le dijiste lo que sentías?”
—No, yo… la dejaré en paz. Me iré un tiempo lejos. Tienes razón. Es más importante que sea feliz y parece que lo será con su novio.
“¿Qué? Ehm… Creo que no fue exactamente lo que te aconsejé. Te dije que pensaras si amabas a Marin.”
—Sí, y me dijiste que si la amaba de verdad no la perjudicaría… Entonces, me iré, lejos, un tiempo. No sé por cuánto… Ella ha dejado claro lo que desea para su vida.
“¿Estás seguro?”
—Me lo confirmó.

Sentí que suspiraba a través del móvil.

“Okay, Douglas. Quizás te ayude a pensar y a estar mejor contigo mismo.”
—Claro… Bien… Solo quería decirte que no fue fácil. Siento que mi corazón se partió cuando me despedí de ella… Y siento… que no voy a volver a creer en el amor. Pero a pesar de ello, necesito verla bien, sea conmigo o con otro.

Él calló al principio… Después murmuró.

“Animo, cuentas conmigo. Juro que nadie te entenderá mejor que yo”.
………………………………………………………………………

Me quedé acostado en la cama con los apuntes desparramados de “Teorías sobre Pynes”, tesis que había casi concluido para presentar en marzo.

Creo que habrían transcurrido dos horas cuando Charles golpeó mi puerta y me comunicó que Camile me esperaba en la sala.

Cielos… Día completo. Aunque era mejor así. Finiquitar todo de una vez.

Me puse de pie y salí de la habitación desganado por enfrentar la solución a un problema en el que había querido involucrarme, y sí… Sin ninguna necesidad. Pero Drank también tenía razón en eso de comportarse como caballero y debía a la loba una explicación.

Bajé la escalera y la sorprendí observando el escudo de los Craig. Giró la cabeza al escuchar mi “hola”, entonces frunció el entrecejo y con voz autoritaria me increpó.

—Vaya –fue acercándose a mí con los brazos a las caderas—, parece que interrumpí tu descanso.

Acomodé mi cabello con las dos manos y arquee la ceja.

—Estaba descansando sí, pero no te preocupes no dormía.
—No, si es que no me preocupo por ti. Sería lo justo, ¿verdad? Tú no lo has hecho a pesar de habérmelas arreglado sola la otra noche.

Bajé la vista.

—Lo siento. Sé que debía al menos comunicarme contigo. Iba a hacerlo mañana.
—¿En serio? ¡Qué gentil! Creo querido mío, que debías lo mínimo, ir hasta mi casa y dar las disculpas correspondientes. Aunque tu actuar no creo que tenga perdón que valga.
—Sé que estuve mal. Te pido perdón por haber actuado de esa forma.
—Pues… No sé si perdonarte. Lo pensaré. Estuve sin dormir creando nuevas formas de tortura para ti, y te aseguro que todas te las mereces.

Respiré profundo.

—Okay, lo entiendo. Yo… No quise hacerte sentir poca cosa ni mucho menos. Debía llevar a Marin al hotel por el estado en que se encontraba y…
—Esa idiota borracha contaba con tu adorada tía y a esa intrusa charlatana entrometida del otro aquelarre. Bien podían haberse encargado. ¡Dime! ¿Llegaste al hotel y en la habitación te revolcaste con ella?
—No fue así –murmuré—. Puedes creerme.
—¡Me tomas por idiota! No soy una hembra que has recogido en la calle. Soy Camile Rotemberg, y vengo de una prestigiosa familia de lobos de linaje.

Anouk entró a la sala desde la cocina con una taza de café. Rose, tras ella, conversaba sobre los regalos de Navidad. Ambas se detuvieron y me miraron al ver a la loba enojada frente a mí.
Encogí los hombros y prosiguieron la marcha hacia la escalera. Antes de que Anouk y Rose desaparecieran, Camile se acercó al primer escalón.

—¡Tú! ¡Desgraciada!

Ambas giraron para mirarla con sorpresa, pero el desconcierto de la menor de los Gólubev duró segundos. Echó una mirada a Rose y sonrió.

—Ay querida, sigue camino, es a mí. La desgraciada según ella, soy yo.

Bajó la escalera balanceando sus caderas con provocación.

—Camile –murmuré—. Has venido a hablar conmigo. Deja a Anouk.

Ella continuó con una mirada de odio y furia.

—Piensa cómo me pagarás mi costoso vestido.
—Pensé que te había gustado el color azul y venías por más tinta -sonrió-. ¿Y costoso? No me hagas reír, loba estúpida. Si a la legua se notaba que lo habías conseguido en una feria de hippies.
—No te hagas la graciosa conmigo, no te conviene.
—¿Estás amenazándome?
—Por favor… —interrumpí—. Te pagaré el vestido yo, si ese es tu problema.
—Me pagarás la humillación.
—Okay, ¿quieres un cheque o en efectivo?
—¡Imbécil!
—¡Arrastrada!
—¡Cállense las dos! Camile, por favor, terminemos esta charla. Ya te pedí disculpas. ¿Qué más quieres?

Anouk se cruzó de brazos pero no se movió.

—¿Qué quiero? Quiero que nos comprometamos ante nuestras familias, me lo merezco. Solo así te perdonaré.

La risa de Anouk se escuchó en toda la sala.

—¿De qué ríes idiota?
—Ahora la borracha eres tú. ¿Cómo se te ocurre semejante disparate? ¿Crees que Douglas es tonto? Ni loco se comprometerá contigo.

Camile me miró furiosa.

—¿Por qué dice eso? ¡Contesta!

Rodee los ojos.

—Escucha, he decidido partir de Kirkenes. Necesito estar solo y en cuanto a ti…
—¡Anda Douglas! ¡Díselo! Así de una buena vez se le van los humos a esta licántropo.
—Anouk, por favor retírate. Necesito hablar a solas con Camile.
—Como digas. Después de todo no es bonito contemplar llorar a alguien mientras es echado de una casa –la miró desafiante—. Hasta te tengo lástima.

Camile giró el rostro hacia mí antes de que Anouk subiera las escaleras.

—¿Crees que me puedes desechar como basura? ¡Estás loco si piensas que no me vengaré de ti! No me quedaré con los brazos cruzados.
—No dejaremos que le hagas daño a Douglas –interrumpió Rose que a todo esto se había acercado a Anouk.

Camile la miró despectiva.

—¿Tú quién eres para enfrentarme? ¿Una tonta y desgraciada mantenida por los Craig?
—¡Camile, es suficiente! No te dirijas así a mi familia ni a mis amigos. No voy a permitirlo. Te di una disculpa. El hecho que me vaya de Kirkenes será el bien para ti también. No puedo engañarte y engañarme más.
—Muy bien dicho, Douglas –apoyó Anouk. Aunque hubiera deseado que callara la boca.
—¿Crees que puedes terminar la relación cuando y como se te ocurra? Estás equivocado –sus ojos dispararon dardos venenosos a la Gólubev— Y tú… Quizás un día… Te encontrarás en mis dominios… y yo tendré el poder de hacerte trizas. Reiré mientras lloras lágrimas de sangre.

Lo dicho por Camile nos sobrecogió a los tres. No sabría cómo explicarlo pero no eran sus palabras que bien podían nacer de la rabia y despecho, sino el odio con que fueron pronunciadas.


7 comentarios:

  1. Uy Douglas es más zonzo . Ojala luchara por Marin me gusto la escena de ver a Sebastien y a Sabina comportándose como niños para oír la conversación de Douglas te mando un beso y te me cuidas mucho

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  2. Uffff me morí con los tres chusmas pegados a la puerta...bah dos,porque Sebastian es un señor (chusma tardío) ��
    Me estas sacando canas verdes con la estupidez de Douglas...no podemos zamarrearlo un poco a ver si le hacemos un acomodo de neuronas? Mira q no hay peor ciego que el q no quiere ver... A Marin la entiendo, tiene tremendo complejo de inferioridad por eso no ve que el otro la ama....pero el....por Dior si está claro como el agua que ella pierde hasta las medias si el se lo pide....
    Y por ultimo....Camile....pobre loba tonta...que necesidad de ponerse en plqn enemiga de los Craig. Espero y confio que la ubiquen pronto en su lugar xq es insufrible.
    Gran capi amiga....me abandonaste a mi parejita predilecta pero puedo esperar un poco. ��

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  3. Hola, Lou... Creo que no ha habido mala intención, por parte de Charles y Sabina, al querer escuchar la conversación entre Douglas y Marin... y ha sido una escena divertida
    Douglas ha cortado con Camile, y a Camile le ha sentado muy mal... pero, desde luego, no me ha parecido que le doliera... simplemente se ha puesto furiosa
    Douglas quiere irse a la isla del Oso, y Marin va a continuar con Carl... Los dos se equivocan, pero entiendo que, muchas veces, no es sencillo hablar muy claro y ser muy sinceros... No sé si es orgullo o si es miedo... o una mezcla de ambos
    Lo que sí sé es que me ha encantado el capítulo, y lo he disfrutado mucho
    Muchas gracias por este rato agradable
    Besos

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  4. Esa Camile es bien mala y esas palabras de lo seguro que las cumple por que de brazos cruzados no se va a quedar, que Douglas se espabile y le deje de una vez porque esa tipa es bien desagradable, como cuesta que Marin y Douglas estén juntos, excelente capítulo Lou gracias!!!

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  5. hola LOU, surgen las desavenencias e imposiciones de unos y otros, pero al final como siempre surgirá el amor,o me equivoco?,,,saludos

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  6. ¡Holaaa! Mil disculpas por el atraso. En esta oportunidad y por única vez voy a agradecer en forma general aunque no es mi costumbre. He leído cada comentario y sinceramente son el motor de cada capi nuevo. Gracias por estar aqui y por molestarse en contarme si les ha gustado. Un beso enorme y abrazo desde Argentina.

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  7. Desde que apareció Camille la odié y la seguré odiando hasta que desaparezca... En cuanto a Douglas... no sé, me da coraje el pasado que carga en su hombros y Drank... Drank es magnífico, personas como ya no se encuentran. Un capi lleno de emociones, lo amé ♥

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