Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


miércoles, 8 de marzo de 2017

¡Hola mis amores! Les traigo un capi suculento,espero les guste y deseo se diviertan y los haga olvidar de la rutina. Un beso grande.


Capítulo 21.
Navidad se acerca.

Charles.

Sentado en el sofá contemplé el árbol de Navidad. Un nuevo año comenzaría y sería muy diferente al anterior. Por un lado Anne vivía con nosotros hasta que su hermano caminara libre por las calles y por otro Douglas y Numa se quedarían a pasar las fiestas en la Isla del Oso. Liz y Sara esperaban un bebé, Agravar ya no estaría rondándonos para hacernos daño, Scarlet había por fin asumido ser una Craig, Anthony se había unido a los Gólubev, y Margaret y yo nos sentíamos más afianzados y comprometidos con nuestro amor.

Después, el resto igual. Bueno, casi… La mansión estaba en construcción para ampliar el número de ambientes ya que Anouk pasaría largas temporadas junto a nosotros. Los futuros niños necesitarían más espacio y además Sebastien tenía idea de traer a los Sherpa a Kirkenes. Claro que sería por un tiempo hasta que ellos, sobre todo las hijas de Agni, pudieran civilizarse. Seguramente cuando lo lograran buscarían su hogar aparte.

Fue un año crucial para nosotros. Pasamos por muchas cosas. Bellas y horribles. Otros sucesos habían quedado en suspenso para dirimirse en el nuevo año. Por ejemplo, la llegada del padre de Bianca a Kirkenes.

Ayer, coñac mediante, había hablado largo tiempo con mi querida hija postiza. A decir verdad, cuando Liz se lo contó fue un shock para ella. Después fue entendiendo que no podía vivir eternamente evitando ese hueco tan importante en su vida. Debía enfrentar el conflicto y conocer de una buena vez lo ocurrido con su padre. Con la valentía que la caracterizaba, con la que había escapado de la muerte, decidió finalmente ir al hotel “La manada” y hablar con su tía. Así que hoy era el gran día.

Miré por quinta vez el pasillo de planta alta deseoso de verla bajar las escaleras. Creo que estaba más nervioso que ella. Margaret se asomó con cuidado por la puerta que daba a la cocina. Hice seña que Bianca no había hecho aparición alguna. Volvió a cerrar con cuidado y suspiré nuevamente.

De pronto escuché el sonido de un motor… no era el Audi de Sebastien ni el Civic de Scarlet…

Me puse de pie y verifiqué por las cámaras.

¿Un taxi? ¿Quién vendría a estas horas?

Continué expectante observando el visor…

¿Dimitri? ¿Por qué vendría hoy si no era día de sesión con Bianca?

Abrí los portones y antes de hacer lo mismo con la puerta principal, la dama de los Craig bajó las escaleras apresurada.

-Gracias Charles. Lo esperaba.
-¿Hoy?
-Sí, lo necesitaba. Pasaron muchas cosas últimamente.
-Ah, comprendo…

Me retiré después de saludar al joven Gólubev, el cual siempre era tan atento. Aunque esta vez lo noté decaído. Imaginaba por comentarios de Sebastien y la misma Anouk me había confesado estar preocupada por el distanciamiento de su hermano y su madre. Quise darle ánimo y decirle que la Navidad unía y reconciliaba pero supuse que no era buena idea, más bien me sonaba a mensaje aliciente de los humanos que no siempre tenía ese resultado.

Ya en la cocina Margaret cosía sentada cerca de la encimera. Levantó la vista para verme y sonrió.

-¿Qué coses, querida?

Ella volvió la atención a la aguja y respondió.

-Es un gorro de lana de Douglas, lo ha dejado porque estaba descosido. Cuando regrese lo podrá llevar.

Me senté a su lado no sin antes calentar un café para ambos.

-Mi vida –sonreí-, Douglas puede comprarse uno nuevo, ¿no crees?

Ella negó con la cabeza mientras despuntaba la lana.

-Charles, sé que puede comprarse uno nuevo. Pero él ama este gorro. Se lo regaló su padre el primer invierno que recuperó la vista y salió por la ciudad.
-Oh… Es un recuerdo.
-Por supuesto.
-Y dime… ¿Cómo sabes tanto de nosotros? Estás tan atareada siempre.
-Porque no tiene que ver que tenga quehaceres en la casa. Los amo a cada uno y estoy pendiente de ellos.
-Pero a mí me amas un poco más, ¿verdad?

Rio.

-Eres un celoso, mejor dicho, te haces el celoso. No he conocido a nadie en el mundo tan seguro de sí mismo como tú.

Me mantuve pensativo, bebí un trago de café.

-Te equivocas. Creo que tengo temor por primera vez en la vida que alguien me saque el lugar y cariño ganado.

Levantó la vista y me miró fijo.

-¿Te refieres a la aparición del padre de Bianca?

Asentí.

-Vamos charles, Bianca te adora. Tú le devolviste la vida, la convertiste en uno de nosotros.
-Pero no tengo su sangre como él.
-Su padre ni siquiera la conoce, pobrecito, está muy mal.
-Sin embargo algún día recuperará la memoria.
-¿Cómo lo sabes?
-Intuición.
-Te agradará verlos reconciliados. Tú has hecho mucho por ello.
-Sí… Pero me creerías si te dijera que a veces sólo a veces, desearía que él continuara así y que nunca me la arrebatara.
-Eso no ocurrirá.
-Soy un malvado.

Hizo a un costado la costura y su mano derecha acarició mi mejilla.

-No Charles, eres un ser normal y es común sentir ese miedo. Todo irá bien.

De pronto la puerta de la cocina se abrió abruptamente. Liz pálida y llorosa se presentó en camisón azul.

-Mi niña, ¿te sientes mal? –dijo Margaret poniéndose de pie de un salto.
-¿Necesitas algo? –pregunté preocupado.

Ella golpeó el piso con el pie repetidas veces.

-Siiiiii, ¡necesito que me despeguen el guardaespaldas que tengo desde que supe que estaba embarazadaaaaa!

Iba a preguntar “¿qué guardaespaldas?” pero la respuesta obvia fue respondida de inmediato. Lenya entró a la cocina vestido de pijama con el rostro desencajado.

-¡Mi amor! ¿Por qué no esperaste por mí? Eres terca, Liz.

Ella giró para enfrentarlo y sus ojos largaron chispas.

-Por la sencilla razón, Lenya Craig, ¡que puedo servirme el vaso de agua yo sola!
-Pero amor, ¿qué necesidad de bajar las escaleras? Puedo llevártelo a la cama.

Casi muero de risa igual que Margaret aunque ella siempre recatada se esforzó porque no se notara.

-Lenya, cielo… -murmuró Margaret-. No le hará daño que baje las escaleras y se sirva agua ella misma.
-¡Cómo qué no! ¿Saben cuántos escalones tiene esa maldita escalera? ¡Treinta y pico!
-Cuarenta y cuatro exactamente, querido –contesté.
-¡Con más razón! Hará un esfuerzo, se fatigará, y por consiguiente el bebé también.
-¡Dios! –chilló Liz-. ¿Alguien olvidó mandar a la escuela a este vampiro bruto?
-Mi amor, no me digas así, te amo. Sólo quiero cuidarte a ti y al bebé.
-¡Lenya, estás asfixiándome!
-Me has dicho que es pequeñito como una uña, imagínate que desgaste aunque esté en una bolsa amniótica, y no soy bruto.
-¡Por favooor! –suplicó Liz.
-Lenya, las hembras embarazadas hacen vida normal –aseguró mi amada.

Liz fue a la heladera y apoyó la botella de agua sobre la encimera.

-¡Cuidado amor, no te hagas un corte!

Liz rodó los ojos y maldijo por lo bajo. Cogió un vaso y se sirvió. Después de beber ante la mirada atenta de su Romeo y nuestras sonrisas contenidas se dirigió a abandonar la cocina.

-¡Aguarda! Puedo llevarte en brazos hasta la habitación.
-¡Lenya Craig! Si no mejoras tu conducta y te apaciguas me iré al hotel ”La manada” hasta tener el bebé.

Lenya abrió la boca y la cerró.

-Pero pero…
-¡Pero nada! Se terminó. Haré todo lo que hacen las hembras embarazadas. Y más también mientras no corra peligro el bebé. No soy idiota e irresponsable.
-Eso lo sé, cariño… No te enojes… Liz…

Ella abandonó la cocina y comenzó a subir las escaleras con Lenya pisando sus talones. En ese instante Ron hacía su aparición con un recipiente parecido a una pequeña heladera, esas que se usan para poner cubos de hielo y latas de gaseosa.

-Aquí está la sangre para Liz. Arve dijo que por ahora no habría problema pero siendo invierno el hospital tendrá más demanda.

Liz cruzó los brazos y frunció el entrecejo.

-¿Tú crees que dejaré de cazar?
-Liz… Por favor…
-¡Ron! Te agradezco pero no la usaré. Lamento que te hayas tomado las molestias.
-¿Y ahora qué hago con la sangre? –preguntó Ron.
-¡Dásela a este loco obsesivo!

Lenya siguió a Liz en un manojo de súplicas.

Los tres nos miramos y no pudimos menos que echarnos a reír.


Liz.

Apenas entré me senté frente al tocador y cepillé mi cabello con furia. Lenya entró a la habitación y se quedó muy quieto junto a la puerta, en silencio. Lo miré por el espejo y vi su rostro cabizbajo y triste. Me partía el corazón pero si no me ponía firme me convertiría en una planta durante nueve meses.

Al fin hablé, no quería que nos acostáramos enojados. Después de todo por más exageración de sus cuidados él sólo lo hacía por cuidarnos al bebé y a mí.

-No debes preocuparte, estaremos bien.
-Lo sé –murmuró.
-Tienes que confiar en mí.
-Lo hago.
-Pues no parece.
-Sí…

Su voz sonaba como la de un niño en penitencia por sus padres.

-Debes saber que no dejaré las actividades normales, te guste o no. Iré de compras sin fatigar al bebé como dices, me ducharé sola y no resbalaré, iré a cazar con cuidado y junto a ti, y tendremos sexo como todas las parejas.

Abrió los ojos asombrado y esquivó mi mirada a través del espejo.

Con disimulo cerró la chaqueta de su pijama cubriendo sus pectorales cuestión que me enojó. Giré sobre mi silla y lo enfrenté.

-¿No pensarás que no tendremos sexo porque estoy embarazada?
-Bueno…yo creí…
-¡No deja! ¡No creas ni pienses nada! Yo lo haré por ti.
-¿Qué quieres decir?
-¡Ven a la cama!
-¿Qué? Yo no tengo mucho sueño y…
-Lenya Craig, ¡vamos a la cama!

Lentamente se acercó y se recostó.

-Desnudo –ordené.
-Tengo frío.
-Yo te haré entrar en calor.

Me acerqué y gatee sobre la cama hasta llegar cerca de él.

-Quítate el pijama, Lenya. O te lo arrancaré con los dientes.

Me miró sorprendido pero me creyó. De hecho comenzó a desvestirse.

-Liz, pienso que no es buena idea. Primero deberíamos hablar con el doctor.

De cuclillas en la cama puse los brazos en jarro.

-¿Tú quieres que el doctor se ría de mí?
-¿Por qué?
-Porque hacer el amor durante el embarazo es natural. Ahora mírame…

Quité por sobre mi cabeza el camisón y me deshice de las bragas.

Él me observó y sus ojos brillaron de deseo. Se detuvo en mis pechos y pasó la lengua por los labios.

-Parecen más grandes, un poco… ¿no?
-Lo están, los siento pesados aunque lo serán mucho más en meses.

Cogí su mano y encerré uno de mis senos, forzándolo a masajear lento.

-¿Te gusta?
-Sabes que sí –susurró.
-Entonces, hazlo. Muero por tus caricias.

Se sentó en la cama y obedeció. Gemí al sentir ese primer contacto desde hacía tiempo ausente.
Nos besamos lento y profundo. Lo tomé de la nuca y lo obligué a profundizar el beso. Al sentir el primer quejido de goce sonreí contra su boca.

Al cabo de unos minutos él yacía con las piernas abiertas y yo engullía su sexo ardiente una y otra vez, provocando que se retorciera con los puños cerrados en la almohada.

Estaba duro y caliente. Me deleitaba su grosor que apenas cabía en mi boca, entrando y saliendo con cada movimiento de sus caderas. El sabor salado y almizclado inundaba mis papilas gustativas y humedecía mi entrepierna preparándose para la unión. Unión que debí imaginar no sería fácil.

-Liz… Esto está muy bueno… Joder… Y no le… haremos… daño al bebé.

Deslicé su miembro fuera de mi boca y achiné los ojos.

-¿Qué? –sugirió-. Si no te sientes bien… podemos dejarlo.
-¡Tú estás loco, vampiro!

Inmediatamente subí a horcajadas.

-¿Qué haces, Liz? –balbuceó.
-Lo que tú y yo morimos por hacer.
-Liz…

Con firmeza ubiqué su sexo en mi entrada y bajé hasta intentar penetrarme.

-No, no Liz, el bebé…
-Sssssh, ¡te callas!
-Pero…
-Sssssh.

Lo miré a los ojos febriles… Su miembro entró casi por completo dentro de mí. Gemí…

-¿Ves? Así… muy despacio –susurré.

Él cerró los ojos y disfrutó el contacto húmedo y la sensación de sentir apretado su falo. Se arqueó sin pensarlo y aproveché para hundirlo más.

-Por favor… Liz…
-Sssssh… Confía en mí.

Abrió los ojos para contemplar el lento movimiento de mis caderas. La exquisita fricción lo llevó a entreabrir los labios y dejar escapar un nuevo quejido.

Al fin sentí sus manos amadas aferrarse a la cintura y poco a poco el instinto de buscar más placer lo llevó a seguir las suaves embestidas.

Percibía su goce pero también su temor. El temor de que hubiera posibilidad de dañar a nuestro hijo.

-Así amor… No tengas miedo…
-¿Así? –susurró.
-Sí… Así…

Movimientos constantes cada vez más intensos provocaron que fuera tomando confianza, concentrándose sólo en lo que debía hacer en ese maravilloso momento que era hacer el amor.
Mis manos se deslizaron por ese pecho musculoso de piel satinada, por sus hombros firmes y redondeados, por sus labios entreabiertos. Nuestros ojos se encontraron… Sabíamos que el clímax llegaría y por primera vez, mi amado vampiro se había abandonado en mis brazos y lucía los incipientes síntomas de su raza, de nuestra raza.

Mis encías dolieron abriendo paso a dos filosos colmillos. Supe que mis ojos debían haber mutado, porque noté la pupila dilatarse. La sangre por mis venas corrió a una velocidad diferente a un estado cotidiano. Es que según decían la presión sanguínea ya no sería igual a los humanos sino mucho más lenta, menos cuando enfurecías o tenías sexo.

Lenya y yo ya habíamos experimentado hacerlo después de convertirme, pero había sido distinto. Llevada por la pasión y el descontrol por el placer no había sido tan cuidadosa en las observaciones. Ahora llevaba en mi vientre a su hijo, y aunque estaba segura de lo que hacía, yo también puse cuidado en cada detalle.

El primer orgasmo llegó, y con él otros más. Lenya bañó mis entrañas entre gemidos y muecas de placer. Cuando restos de la última corriente eléctrica fue desapareciendo, esa que convertía tu cuerpo en gelatina y dibujaba una sonrisa en tu boca casi por reflejo, me recosté en su pecho sudoroso y agitado. Sus brazos me encerraron como si guardara un tesoro que no deseaba que nadie arrebatara. Y así me dormí… Cobijada por su poderoso cuerpo… Nuestro hijo y yo.

Al cabo de unas horas, me desperté por las caricias en la espalda de aquellas manos suaves y varoniles.

Su voz apenas audible, se escuchó como un susurró melódico.

-Tuve mucho miedo, Liz.

Levanté la cabeza y lo miré. Los ojos fijos en el techo ya no lucían ardientes, pero juraba que la ternura los bañaba.

-Lo sé –acaricié el rostro de rasgos duros y a la vez tan perfecto-. No tengas miedo.

Apartó la vista del techo y me miró. Sus ojos plata habían vuelto a tener ese tono gris perlado.

-Moriría si les ocurriera algo.

Sonreí.

-Nada ocurrirá. No lo permitiré.

Los labios se unieron en un beso dulce y relajado.

-Te amo –susurró contra mis labios-. Los amo a los dos.
-Yo también te amo Lenya, a ti y al hijo que me has dado. Soy la hembra más feliz del mundo. Recuerda, amor… Jamás haré algo que dañe al bebé.

Nos miramos con ese amor que ambos nos teníamos. Ese sentimiento que había derrotado tantas vicisitudes y dificultades. Acarició mi cabello y su mano derecha se posó en mi vientre.

-Aquí llevarás nuestro tesoro por meses. Es la muestra perfecta de cuanto te he amado desde que te conocí. Él, resume cada minuto de amor y pasión por ti. El miedo quizás no desaparezca del todo hasta que lo tenga en brazos.

Sonreí emocionada.

-Te equivocas, el miedo no desaparecerá porque haya nacido y lo tengas en brazos. El temor como padres nos acompañará toda la vida, pero no temas, para eso estaremos juntos.


Iván.


Acomodé la corbata burdeos que hacía juego con mi traje, y me miré por última vez al espejo antes de abandonar la habitación. Víspera de Navidad y la casa estaba revolucionada. Cada rincón de nuestro lujoso piso olía a perfume francés de bebé. Las charlas de mi familia se oían mezcladas y a veces sobrepuestas así que difícil era escuchar a la vez una u otra o mantener el hilo de una conversación sin ser antes interrumpido. Pero nada de eso me desagradaba. Mi hermana Svetlana, su marido, y mi pequeña sobrina, habían llegado esta mañana para pasar las fiestas. También los acompañaba Gisele.

Se los veía felices y Milenka se notaba muy despierta y vivaracha, logrando ser el centro de atención de todos los Gólubev, incluyéndome.

Mis padres se habían quejado del poco tiempo que permanecerían en Moscú ya que Anthony deseaba saludar a los Craig y partirían mañana a la tarde. Por supuesto que mi padre no se contentó hasta que Svetlana prometió volver para fin de año, antes de irse a París nuevamente.

Al llegar al final del pasillo donde una gran arcada daba paso al living, un oso de peluche voló sobre mi cabeza. Lo recogí del piso y observé alrededor.

-Lo siento –sonrió Anouk y lo arrebató de mi mano.

Natasha rio.

-Si te lanzo el patito de hule te dolerá más.

Miré a mis dos hermanas que parecían estar jugando a una guerrilla de juguetes.

-¿No están grandes para esos juegos? –protesté.
-Calla amargado –rio Anouk y se abalanzó hacia una pelota de felpa al mismo tiempo que Natasha.
-¡Es míaaa! –gritaron.
-¡Niñas! –exclamó mi padre sonriendo mientras hacía “caballito” a Milenka en sus rodillas.

Anthony en el sofá bebía coñac junto a él y sonrió también.

Desde mi lugar escuchaba en el comedor el ruido de platos y cubiertos. Svetlana y Gisele estarían atareadas en poner la mesa, ya que a pesar de ser vampiros era una tradición imitar a los humanos por las dudas que visitas inesperadas llegaran de improviso. O no de improviso. Por ejemplo Johnny, nuestro chofer. Mis padres siempre lo invitaban porque sabían que no tenía familia cerca de la ciudad. También a Olga y a Igor, vecinos nuestros, que por cierto ignoraban nuestra naturaleza. Sí... En mi familia debían haber sido actores y posiblemente hubieran ganado el Oscar por simular tan bien.

Me asomé por la puerta del comedor y vi a mi hermana vestida con un exquisito y elegante vestido azul. Estaba muy concentrada contando los lugares de los comensales. Gisele muy bonita también, vestida de carmín, depositaba los tenedores del lado izquierdo de los platos.

-¡Las copas, Svetlana! –exclamó Gisele.

Aplaudí risueño.

-Eso es Gisele, por fin hablando ruso.

Mi hermana guardó silencio y su mirada recorrió la gran mesa rectangular.

-Iván… ¿Sabes quiénes vendrán para la cena? No me dan los números. No somos tantos.

La miré, encogí los hombros, y mi mayor mentira salió de mis labios.

-No tengo idea.

Se acercó con una mirada curiosa.

-¿De verdad no sabes nada?

Negué con la cabeza.

-¿Vendrá Dimitri?
-No lo sé, Svetlana.
-Yo que mamá lo hubiera ido a buscar. No pueden estar distanciados una noche como ésta.
-No sé qué decirte. Tú pon la mesa como dijo mamá supongo que ella sabrá.
-No quiero que se sienta mal al ver pasar las horas y que nuestro hermano no aparezca. ¿No sabes nada? –insistió.
-¿Qué te hace pensar que sí?
-Pues, sé por papá que eres el único que ha mantenido contacto a menudo con Dimitri.
-No sé nada, Svetlana.

Anthony interrumpió en el comedor con Milenka en brazos.

-Cariño, el bolso de bebé, no lo encuentro.
-Está junto a la cama de Anouk. Allí le cambié los pañales por última vez.

Sonreí de lado.

-¿Cambiarás los pañales a Milenka?

Anthony giró para mirarme.

-Claro querido, ¿te asusta? Algún día lo harás con tu hijo.
-¡Tú estás loco!
-¡Graba eso Anthony! –rio mi hermana-. Se lo mostraremos una y otra vez en un futuro.

Antes de que la broma perdiera sentido y Svetlana continuara con más preguntas, me dirigí al living. Mis hermanas más tranquilas y sosegadas conversaban en un rincón del sofá. Mi padre se puso de pie y avanzó contrario a mí.

-Hijo, ¿sabes si tu madre está bien? Está demorando demasiado.
-Sí papá, está con los últimos retoques, tú sabes cómo son las hembras. Está arreglándose para ti.

Él sonrió con duda.

-Claro –murmuró-. Iré a ayudar a Svetlana.

Supe que mi padre tendría temor de lo que ocurriera esta noche. Sería la primera Navidad sin Dimitri y para mi madre sería demoledor. También yo tenía mis temores… ¿Y si algo de lo planeado salía mal?

Me senté en el sofá frente a mis hermanas y ellas cesaron el cuchicheo.

-¿De qué hablaban?
-De lo bien que lo está pasando Anouk con los Craig. ¿Verdad Anouk?

Ella asintió con la cabeza mientras sus ojos chispeantes bailaban de diversión.

-Están mintiéndome.
-¡Nooo! –exclamaron las dos.
-No soy tonto. Cuando las hembras sonríen así es porque hablan de machos.
-¡Iván! Tú sabrás mucho de teología pero nada de hembras –aseguró Natasha.
-¡Qué va! Las tengo sabidas de memoria como El Corán.
-A ver, ¿qué crees que hablábamos? –dijo Anouk.
-¡Eso! Dinos tú.
-Creo que Anouk te contaba sobre algún macho que conoció en Kirkenes y le gusta mucho.
-Frio, frio –rio Natasha.
-Creo que trabajando con Sebastien conoció a un humano rico y poderoso que le hizo temblar el piso.
-Mmm…Tibio, tibio –rio Natasha.
-Suficiente, no lo hagas sufrir –rio Anouk.
-Son un par de malvadas.
-Okay, Anouk estaba contándome sobre los próximos exámenes y yo estaba enseñándole a copiarse por las dudas.

Abrí mis ojos asombrado.

-Eres una desfachatada, Natasha. Ni que tuviera necesidad de hacer trampa.
-Lo sé, pero es divertido de vez en cuando engañar a los humanos.

Mi madre apareció en el living vestida con su abrigo y largas botas. Llevaba un gorro grueso tejido muy coqueto y los guantes de cuero.

-Mamá, ¿saldrás a esta hora? Son las once –se preocupó Natasha.
-Debo salir, querida. No tardaré.

Al escuchar la voz de mi madre, mi padre hizo su aparición.

-Sasha, ¿dónde vas?
-Tranquilo, Mijaíl. Johnny está esperándome abajo. Él me acompañará.
-Pero amor…

Mi madre dio un beso en los labios a mi padre y se acercó a la puerta.

Me aproximé a ella…

-Anouk –ordenó-, pon los canapés y la bebida en la mesa. Ah, y fíjate si el pavo está listo.
-¡Mamá! ¿Por qué yo?
-Porque todos han colaborado y Natasha y tu padre han limpiado la casa. Hazme caso.

Después de seguir con la mirada a la inconforme de mi hermana menor retirarse enojada, me miró a los ojos y habló en voz baja.

-Iván, ya sabes que hacer. Tráelo, por favor. Confío en ti.
-Lo traeré –susurré-. Aunque sea a la fuerza pero cuenta con ello.


Natasha.


Me pareció extraño ver a mi madre lista para salir a poco tiempo de ser Navidad. Había dicho que salía y volvería pronto ante la preocupación de mi padre. Observé la caja  de madera que apretaba contra su abdomen como si llevara un tesoro. Recordé de inmediato que la había visto muchas veces sobre el tocador de su habitación sobre todo cada julio de cada año. Seguramente allí guardaba recuerdos de los Romanov. ¿Pero qué haría con la caja esta noche? Mis ojos se clavaron en su mirada para saber sus pensamientos pero me esquivó varias veces así que no había podido leer tan claro su mente, y lo poco que pude saber no me dio esperanzas de que la noche terminara bien.

Me puse de pie y fui hasta la cocina.

-¿Te ayudo con eso?

Anouk quitó el pavo del horno y lo depositó en la encimera de mármol. La bandeja desprendía un olor agradable a carne ahumada pero que de ninguna forma se me hubiera ocurrido probar.

-Gracias Natasha, puedo sola.

Con un pinche largo en forma de tridente hundió en la carne y lo quitó en segundos.

-El pavo está tierno. Me pregunto para qué tanta comida. ¿No han exagerado? Los vecinos dijeron que no vendrían, ha llegado familia de Suiza.
-Está Johnny –encogí mis hombros.
-Natasha, Johnny no comerá este pavo entero y menos Milenka.
-No sé, ocurrencias de mamá. Mejor cuéntame de Scarlet. Estuvo gracioso lo que relatabas sobre ella.

Anouk sonrió mientras apagaba el horno y buscaba en la heladera los canapés.

-Debías haberla visto. No te imaginas como conduce. Cuando la acompañé a la reserva por leña casi pierdo mi dentadura en el camino.

Reí.

-Scarlet es especial. Por lo menos no se ha traumado por el asesinato de su padre, es decir, el macho que la engendró.
-Cierto, es digno de traumatizar.

Ayudé a mi hermana a ordenar los canapés en una fuente para que quedara decorado a la vista.
Anouk suspiró.

-¿Qué te ocurre?
-Nada, sólo que casi todos tienen pareja y viven felices en la mansión. Yo sigo sola, Natasha. ¿Soy tan horrible?
-Anouk, date tiempo. Cuando vayas a Magisterio conocerás muchos humanos. Quizás alguno te interese. Creo que has madurado desde que vives en Kirkenes.
-Sí... Ya no me interesa si son ricos o tienen poder. No sé… Me conformaría con alguien genuino, que me amara. Alguien auténtico, ¿entiendes?
-Por supuesto.
-Bueno, si es musculoso y fuerte mejor –rio.

Mis ojos se hundieron en su iris en cuestión de segundos. Arquee la ceja…

Ella contó entusiasmada cambiando ligeramente de pensamiento.

-Rose y yo comenzamos a ser buenas amigas, es muy buena y siempre está aconsejándome.

Sonreí astuta.

-¡Qué bien hermana! Me alegro… Ahora… Háblame sobre ese leñador.


Sasha.


El viaje hasta mi primer destino fue breve y el silencio fue cortado varias veces por la preocupación de nuestro chofer. Mientras la nieve caía suavemente por las calles iluminadas de Moscú apretaba entre mis manos la caja de recuerdos que había guardado por ciento cinco años. Recuerdo que Mijaíl la había recuperado de la casa Ipatiev dos noches antes de que los asesinos destruyeran todo. Aquí guardaba un par de notas cariñosas de la zarina, el soldado de juguete regalo de Alexis, el collar de perlas y el prendedor de Olga y Tatiana, el juego de naipes con que jugaban los zares en cautiverio, y varios recortes de diarios sobre noticias de ellos después de su muerte. Hasta el día que el ADN dio como resultado que los dos cadáveres encontrados mucho después eran de Anastasia y Alexis. Quebrando así la última esperanza de que hubieran escapado.

También la caja de madera tenía un objeto nuevo, una piedra marmolada que adornaba una de las macetas de mi living. La había puesto con un único objetivo, que los recuerdos no pudieran emerger nunca a la vista de los humanos. Su peso sería ideal para ello.

Cuando el principal puente del río Moscú se presentó a mi vista, el chofer volvió a preguntar preocupado.

-¿Es aquí señora Gólubev?
-Sí. Sólo acércame más. Todo lo que puedas. Así no caminaré tanto.

Mi temor no era cubrir mi costoso abrigo con la nieve, sino de arrepentirme. Y no podía ni debía hacerlo. Mi felicidad dependía de mi valentía y decisión.

Cuando bajé del coche Johnny se apresuró a cerrar la puerta.

-Puedo acompañarla, señora Gólubev. El puente esta oscuro y solitario. Podría resbalarse por la nieve y…
-No Johnny. Estaré bien. No te preocupes.
-El señor Gólubev me despediría si a usted le ocurriera algo.
-Johnny… Espérame aquí.
-Está bien, señora.

Avancé lo más rápido que pude, era cierto que podría resbalar y aunque mis huesos de vampiresa podían regenerarse en poco tiempo, eso llamaría la atención y no sería conveniente. Al llegar al extremo del puente mis pasos se detuvieron. Giré para ver a Johnny con su gabán impermeable y sus brazos caídos a cada lado del cuerpo, observándome, titubeando si desobedecer mis órdenes y seguir a mi lado.

Continué mi camino hasta llegar al centro del puente. Una mano se aferró a la barandilla cubierta de nieve y la otra apretó la caja de madera contra mi cuerpo.

Bajé la vista hasta el río a medio congelar. Trozos de hielo se movían sobre la superficie oscura por el movimiento ondulante de las aguas. Tomé la caja con las dos manos y la apoyé en la barandilla. 
Levanté la vista ante el sonido estridente de un barco lleno de luces que avanzaba lentamente hacia el puerto. La nieve caía en mi abrigo en forma de pequeños copos cristalizados. El cielo de un azul marino ausente de estrellas parecía envolver Moscú y con él a todos los que vivíamos en la maravillosa ciudad. A pobres, y a ricos.

Acaricié la fina madera de la caja ahora húmeda por la nieve… Observé otra vez las aguas heladas y con un corto “adiós queridos míos”, empujé con todas mis fuerzas mis recuerdos encerrados que no tardaron en hundirse en las profundidades del río.

Me quedé observando unos segundos por si una placa de hielo había evitado mi objetivo. Pero el ruido del choque de la caja contra las aguas y la nula visión de algún vestigio de ella me aseguró que nadie la descubriría ni la volvería a ver. Ni siquiera yo.

No me quedé más del tiempo necesario. Retomé mi andar rumbo al coche. Johnny fumaba un cigarrillo y se lo notaba nervioso. En cuanto me vio avanzar hacia él corrió a abrir la puerta trasera y aguardó con una sonrisa.

-¡Señora Gólubev, suba por favor!
-Gracias, querido.

Encendió el coche y me acomodé en el asiento.
-A su casa, ¿verdad?

Lo miré por el espejo retrovisor.

-No, Johnny. Todavía tengo que hacer algo más...




7 comentarios:

  1. Genial capítulo adoro a Lenya va ser un padre muy preocupado. Te mando un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola mi sol! Me alegro muchísimo que te haya gustado. Lenya será un padre ejemplar aunque tendrá que saber los límites de lo saludable para ambos.
      Te mando un beso enorme y gracias por comentar.

      Eliminar
  2. Me encanto el capi nena....supongo que la dama rusa por fin hara las cosas como debe y eso me deja con ansias para el proximo. Sasha tardo en reaccionar pero al fin y al cabo lo importante es q lo haga no?
    Pobre Charles y sus miedos/celos por Bianca....no puede pedir mejor padre del corazon.
    Me rei tanto con Lenya....insisto que me recuerda el caracter de cierto ariano/taurino que ambas conocemos jajaja
    Menos mal q Liz se planta firme sino pobre chica....
    Gracias por tan linda historia amiga...espero el proximo! Besotes, te quiero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Holaaa Ale! ¡Qué bueno que te haya gustado! Sasha lo ha entendido desde siempre pero ha sufrido la muerte de los Romanov muy cerca y eso la ha marcado.Pero supongo que nada es más fuerte que el amor por su hijo.
      En cuanto Lenya es genial que te haya hecho reír, en mi provoca lo mismo cuando escribo sobre él. Liz no es fácil de someter así que tendrá trabajo.
      Gracias a vos por estar siempre. Te quiero amiga.

      Eliminar
  3. Hola Lou... ¡Pobre Charles! Está algo preocupado por si Bianca quiere más a su padre que a él, menos mal que Margaret ha sabido animarle
    Lenya atosiga mucho a Liz por el hecho de que está embarazada, está muy nervioso ;-)
    Y como me he reído cuando Liz le pide que se quite el pijama, y él le contesta que tiene frío ;-)
    Me ha encantado ver a la familia Gólubev, y es muy normal que deseen que Dimitri esté con ellos en unas fechas tan señaladas
    Impresionante lo que ha hecho Sasha, arrojar al río la caja donde guardaba recuerdos de sus queridos Romanov
    Lo has dejado muy interesante, y creo que sé lo próximo que va a hacer Sasha... creo que va a ir en busca de Anoushka
    Pues sí, Lou, leyendo tus capítulos es muy sencillo salir de la rutina y zambullirte en un mundo fantástico... Enhorabuena
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Mela! Charles tiene miedo y creo que demuestra por primera vez algo tan natural y humano como son los celos, aunque se manifiesten en silencio.
      Lenya es el caos de los padres primerizos, pero supongo que irá aprendiendo a dejar espacio de lo contrario dormirá en el sofá muchas veces.
      Sasha se despoja de todo rencor por amor a su hijo, el tiempo nos dirá si valió la pena aceptar a esa chica que no tiene la culpa del pasado.Yo creo que hace lo correcto y apuesto por Anoushka, no creo que la defraude.
      Me alegro que te haya gustado y entretenido amiga. Un besazo y gracias como siempre.

      Eliminar
  4. A Lenya le va a dar un patatus con esos nervios que anda pobrecito y Liz ya esta desesperada jejeje pero hay que entender al pobre son los nervios de padre, gracias Lou por el capitulo me gustó mucho!

    ResponderEliminar