Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


jueves, 30 de marzo de 2017

¡Holaaa chicos! Perdón la demora,al fin por aquí trayéndoles un nuevo capi. Espero les guste. Es un capi especial. Besotes y miles de gracias!!

Capítulo 22.
La caída del muro.

Sasha.

Johnny conducía en silencio el corto trayecto que nos separaba del céntrico Moscú al barrio de Kitai Gorod. Poco a poco las calles iluminadas con brillantes y coloridas luces y vidrieras vestidas con ropas de lujo fueron desapareciendo para dar lugar a calles solitarias y silenciosas.

Al llegar a una esquina carraspee.

-Dobla por el callejón Málaya.
-¿Disculpe? –dudó mi chofer.
-Gira a la derecha, Johnny.
-Señora Gólubev, si me permite una acotación… Son cerca de las doce… falta media hora exactamente… Yo… preferiría llevarla nuevamente a su hogar.
-Y yo preferiría que te comportaras tan obediente como siempre, querido –sonreí.
-Es que no hay nadie en las calles… No hay tanta iluminación… Esta parte de la ciudad se dice…
-Johnny, ¿no creerás en leyendas?
-No… ¿Aquí?

Observé por la ventanilla las viejas casas de la manzana.

-Allí, a tres casas del convento.

Me miró por el espejo retrovisor y dudó. Finalmente dirigió el lujoso coche por la callejuela hasta detenerse en esa casona de dos plantas, lúgubre y vieja.

-Espérame aquí.
-Pero…
-Gracias Johnny, eres un encanto.

Bajé del coche antes que el chofer dijera alguna palabra.

Cerré la puerta y me giré de cara a la casona.

Era la primera vez que me enfrentaba a algo tan cercano relacionado a mi enemigo. Recorrí con la mirada cada ventana cerrada, las paredes agrietadas por el paso del tiempo, la vereda corrompida por la inclemencia del tiempo de tantos inviernos transcurridos, la puerta… esa puerta que había dejado entrar y salir miles de veces con la frente alta al más despiadado asesino.

Un gato maulló en la ventana de planta baja, a la derecha… Lo miré y él se desperezó como si su cuerpo fuera elástico. Maulló otra vez y su sombra recortó la luz tenue de la ventana.
Escuché la puerta del coche cerrarse y miré a mi espalda. El chofer había salido y dado tres pasos hacia mí. En su cintura vi el brillo de un arma.

Arquee la ceja.

-¿Estás armado?
-El señor Mijaíl me la dio para protegerla.

Sonreí.

-Regresa al coche, Johnny. El señor Mijaíl ve muchas películas. Ve, haz lo que te digo.

Obedeció.

Lentamente me acerqué a la ventana… Parecía ser la cocina. Muy pocos muebles… Cerca de la encimera Anoushka preparaba algo de comer. En la mesa sentado, un anciano con un abrigo de lana. Mi instinto me llevó a dar varios pasos atrás y alejarme. Era el hijo de Yurovsky…

Avancé hacia el coche pero antes de llegar me detuve. Johnny leía una revista y había encendido un cigarrillo.

Miré nuevamente la puerta… Esa puerta desvencijada que me separaba de mis enemigos, de aquel lugar donde el asesino había conformado su hogar y sus rincones amados. Donde su familia había vivido lejos del horror y el dolor que él había provocado. Esa puerta que para mí representaba una pared infranqueable como el famoso muro de Berlín en Alemania. Sin embargo esa frontera que dividía injustamente a seres humanos ya no existía. Por suerte el sentido común había ganado a la cobardía y a la crueldad.

Caminé hacia la puerta y sin pensarlo golpee tres veces. ¿Si desee salir de allí y no pisar jamás? Sí, lo desee, pero me ganaron los deseos de ver a mi hijo cerca de mí, feliz y reconciliado.

Esperé poco tiempo, quizás un minuto o dos. La puerta se abrió lentamente y un calor tibio salió del interior de la casa. Anoushka se asomó con timidez. Al verme de pie frente a ella sus ojos se agrandaron y sus labios entreabiertos quedaron mudos, como si no supiera que decir. Tal vez no sabría.

-Buenas noches… Yo…
-Señora Gólubev…. Dimitri no está aquí.
-Lo sé… Vine hasta aquí por una deuda pendiente.

Ella guardó silencio pero su rostro dibujó el desconcierto.

-Yo… Vine hasta aquí a pedirte disculpas. No debí… No debí tratarte como te traté. Es que mis recuerdos…
-La entiendo perfectamente señora Gólubev, no tiene que explicarme nada. Por favor, ¿desea pasar?
-Bueno…Yo… Quería invitarlos a ti y a tu abuelo a pasar Navidad con nosotros. Creo que es un buen comienzo y Dimitri seguro estará en casa esperándote –hablé sin comas ni puntos.

Ella puso su mano en el pecho y suspiró.

-Esto es un milagro de Navidad. De verdad, señora Gólubev,  me hace muy feliz. No quisiera importunar y…
-No, mi familia estará encantada. Por favor… El coche espera por nosotros.

Anoushka titubeó y pareció quedarse estática unos segundos. Como si aguantara la respiración. Después me miró y sus ojos brillaron por las lágrimas.

Sonreí con tristeza.

-Lo siento -murmuré.

Y me abrazó.

Sentir el calor de su cuerpo rodeándome, su llanto tan sincero, su figura tan delgada y vulnerable, me partió el corazón. ¿Cómo había llegado a despreciar a alguien que no tenía la culpa de sus antecedentes familiares?

La recosté en mi pecho y acaricié su cabello.

-Lo siento, de verdad. Comenzaremos de cero, ¿te parece?

Se separó y secó sus lágrimas.

-Si es un sueño no quiero despertar -murmuró. Luego miró hacia el interior de la casa-. Pase, por favor. Estaremos listos en minutos. ¡Es qué no lo puedo creer!

Sin dudarlo entré al hall pequeño. Ella cerró la puerta y su sonrisa iluminó sus ojos negros. Esos ojos que había odiado tanto al conocerla. Sin embargo tenía razón, yo vería en ella lo que quisiera ver.

Observé las paredes con un rápido vistazo. Había marcas de cuadros que habían sido quitados. Ella giró para verme antes de desaparecer entre unas cortinas que separaban la arcada.

-Sí señora Gólubev. Yo también quise comenzar de cero.

Sonreí.

Desapareció y me quedé de pie en ese diminuto recinto humilde. Estudié las baldosas viejas bajo mis pies, calzados con botas costosas. Pero no sentí un abismo de diferencia entre ella y yo, porque las dos amábamos a Dimitri, y eso era lo que contaba.

Con mi fino oído escuché a Anoushka hablar a su abuelo.

-Abuelo, ¿a qué no sabes quién ha venido a buscarnos para pasar Navidad?
-No lo sé, querida. ¿Quién?

La voz cascada y pausada del anciano me erizó la punta de los cabellos.

-La señora Gólubev. Dice que Dimitri estará en su casa y que podemos ir a pasar juntos la Navidad. ¿No es maravilloso?
-Por supuesto, Anoushka. ¡Estoy feliz por ti!
-Gracias abuelo. Ahora iré por nuestros abrigos. Espérame aquí. ¡No puedo creerlo abuelo!

Mientras el silencio ganaba espacio me entretuve en ver un perchero negro en un rincón del hall. Respiré profundo y pensé en Dimitri. ¿Iván habría logrado llevarlo a casa?

De pronto el sonido de una silla arrastrarse me puso alerta. Un escalofrío corrió por mis venas y tragué saliva. Pocos segundos bastaron para escucharse algunos pasos y el golpe constante y repetitivo de un bastón que parecía acercarse.

Cerré los ojos… Los abrí y lentamente observé la cortina…

Los golpes suaves contra el piso fueron haciéndose más nítidos… Más cercanos…

Tragué saliva nuevamente… Era él… Tendría frente a frente al hijo de mi peor enemigo…

La cortina se corrió suavemente y una mano temblorosa tanteó el borde para hacerse lugar y pasar entre ella.

Fue cuando mis ojos lo contemplaron… Estaba blanco en canas, era alto para ser anciano, no muy robusto. Lo que más me impactó fue su rostro de rasgos duros como los de él… Aunque el tiempo había hecho estragos en sus facciones se le parecía muchísimo. Sin embargo sus ojos no tenían el brillo oscuro y maligno de aquella mirada asesina que nunca olvidaría. No… él estaba ciego.

Dio unos pasos ayudado por el bastón y se detuvo mirando un punto indefinido. Permanecí inmóvil, observándolo.

Entonces, emocionado, habló.

-Es un placer tenerla aquí. Gracias por venir.

Él separó una de sus manos del bastón y la extendió en el aire esperando que la estrechara.

-¡Feliz Navidad, señora Gólubev!

Clavé mi vista en su rostro de arrugas marcadas y gesto amable, después en su mano extendida… Asentí en silencio como si pudiera verme. Como si aceptara una realidad que antes me negaba. Ellos no tenían que ver con aquel hombre tan cruel, aunque llevaran su genética eso no indicaba que no tendrían alma.

Avancé hacia él casi sin pensarlo…

Mi mano se unió a la de él y la apreté con fuerza. Con la voz quebrada por la emoción contesté.

-¡Feliz Navidad, señor Yurovsky! ¡Feliz Navidad!
………………………………………………………………………………………………............

Durante el viaje el anciano sentado junto al chofer hablaba sobre el frío invierno que se avecinaría. Recordó la ola de helada que había azotado el invierno anterior y Johnny comentó sobre las trágicas inundaciones en Noruega. Anoushka permanecía callada observando por la ventanilla las calles céntricas. Su abrigo era el mismo con el que la había visto las tres veces que nos habíamos enfrentado. La primera, en el portal del edificio cuando ella descubrió donde vivía Dimitri. La segunda, cuando se había animado valientemente a presentarse ante mí y mi pasado. La tercera, cuando nos encontramos en San Petersburgo. De pronto recordé…

-Anoushka, quisiera hacerte una pregunta.

Ella me miró curiosa.

-Por supuesto, dígame.
-Cuando estábamos en San Petersburgo… Tú intentabas colocar unas flores y… mi pregunta es… ¿Recuerdas la señora que vestía de negro y te ayudó con el florero? ¿Viste donde se dirigía cuando abandonaste la catedral?

Ella miró hacia adelante como recordando. Frunció el entrecejo, confundida.

-No, no había ninguna señora junto a mí cuando puse las flores. Estaba sola, señora Gólubev.
-Ah, entonces me habrá parecido.

Mis ojos observaron el paisaje de la ciudad. La calle paralela al río Moscú poco a poco se cubría de nieve. Pensé que aún siendo vampiresa y ser un misterio oculto para los humanos, ellos no eran los únicos que ignoraban hechos sin explicación. La aparición de la dama de negro junto a mí, aconsejando que liberara mi odio era una de ellas. No sabía si pertenecería al más allá y sólo se había presentado por la necesidad de una paz definitiva. Una paz que había estado en mis manos y que ahora, movida por el amor a mi hijo sentía como una suave caricia en el corazón.

Fue como andar más liviano. Como si te quitaras una chaqueta de abrigo que te pesa y te incomoda por el calor del verano. Como si la carga que me había acompañado durante décadas se hubiera disuelto en el aire. Sí… No sabía si aquella dama había aparecido con la única misión de mejorar mi vida o su existencia incorpórea. Pero si intuí que no volvería a verla jamás.
………………………………………………………………………………………………..............

Apenas llegamos a casa abrí la puerta y vi a mi familia preocupada. En cuanto me vieron respiraron aliviados. También se sorprendieron cuando me hice a un lado y tras permitir el paso de Johnny y nuestros invitados al living, sonreí preguntando por el pavo.

Los ojos de cada uno me miraron absortos aunque con suma educación prosiguieron a dar la bienvenida cordial a Anoushka y a su abuelo.

Eché un vistazo alrededor y no vi a Dimitri ni a Iván. El miedo se adueñó de mí. ¿No había conseguido mi hijo consentido traer a su hermano?

De pronto Ivan salió de la cocina seguido de Dimitri.

-Hola Dimitri -saludó Anoushka.

Él quedó estático, con el rostro asombrado y boquiabierto.

-Anoushka –balbuceó.

Después contempló al anciano.

Mijaíl lo miró sonriente.

-¿Te quedarás ahí? ¿Por qué no invitas a tu chica y a su abuelo a sentarse a la mesa? Ya son casi las doce.

Después del primer impacto mi hijo reaccionó y dio la bienvenida cogiendo sus abrigos y guiándolos al comedor. Yo corrí a la cocina para ver si todo estaba en orden. Anouk me siguió y sonriendo me tranquilizó.

-Todo listo, mamá. Sólo falta servir.
-Gracias cielo. Dile a Natasha que venga ayudarme, por favor.

Busqué la fuente de porcelana para repartir los trozos de pavo. Si hubiera sido humana no hubiera dudado en pellizcar una presa deliciosa.

Escuché pasos entrando en la cocina. De espalda a la puerta sugerí…

-Natasha, lleva esta fuente…

Giré para contemplar a mi hija pero no era ella quien estaba de pie mirándome fijo.

-Dimitri –murmuré-. ¿Tú me ayudarías con esto?

Él no dejo de mirarme con ojos vidriosos.

-Mamá…

Ubiqué otra presa a la izquierda. Lo miré y sonreí.

Él avanzó lentamente hasta llegar a mí, sin dejar de mirarme a los ojos.

-Mamá… Gracias.

Me abrazó fuerte y yo a él.

Acaricié sus cabellos rubios y sedosos.

-Cariño… Te extrañé tanto.
-Yo también, mamá. Te amo. Gracias por hacerlo por mí.
-Todo estará bien, cielo. Verás, todo estará bien.

Durante la cena no faltaron las risas y anécdotas de mis hijos contadas con lujo de detalles a los tres invitados. Johnny muy cómodo entre nosotros, aunque no se percató en ningún momento que los Gólubev no comíamos, no dejaba de echar el ojo a Anouk que parecía concentrada en contestar algún mensaje, según dijo de sus amigas Rose y Marin. Mijaíl y el abuelo de Anoushka hablaban de la economía en el mundo a partir de los años treinta. Dimitri y la joven se dedicaban a mimarse y a hablarse al oído mezclando sonrisas de complicidad. Svetlana compartía una copa de vino con Anthony mientras mimaban a la bebé.

Me puse de pie con la excusa de buscar más bebida y me dirigí al balcón.

Una noche hermosa aunque nevara. Muchos jóvenes habían salido en grupos cantando canciones animados quizás por el alcohol y la alegría de una noche de fiesta. A ellos no les importaba el frío. A mí tampoco, aunque sentí la brisa helada desde el décimo tercer piso donde me asomaba.

Giré ante un ruido imperceptible y comprobé la silueta de mi marido recostado a la pared, observándome en silencio.

Sonreí.

-Mijaíl, me asustaste. ¿Qué miras tan embobado?

Caminó hacia mí y me tomó de la cintura.

-A ti… Y pensaba que cada día estoy más enamorado, Sasha.

Me sonrojé. Sí… Aún me sonrojaba ante los halagos de mi marido.

-Te amo y te admiro –susurró. Y me besó en los labios.
-Y yo a ti. Vamos, entremos. Comienzo a sentir frío.

Él se adelantó y lo seguí. Antes de cerrar el balcón y contemplar la noche sentí que mi vida había dado un giro positivo, que en mi cuerpo sin carga ni pesares surgía un futuro promisorio, y en mi alma… el recuerdo de mis Romanov permanecería por siempre como algo bello, y que por fin en mi corazón, otro muro de Berlín se desplomaba definitivamente.


Marin.


Cuando dieron las doce, todos los que estábamos en el hotel “La manada” nos saludamos en el hall central. Por supuesto yo abracé a mi madre y di un beso a mi tío en la frente, aunque él quizás no se daba cuenta que comenzaba la Navidad. Muchos turistas salieron a la calle para unirse con algunos transeúntes, otros se quedaron en familia bebiendo y comiendo exquisitos manjares.

Sabina había dispuesto una mesa larga para todos sus clientes y podía decir que no escatimó en gastos.

Alrededor de la una de la madrugada cuando mi madre dejó dormido a mi tío en la habitación alquilada, me senté junto a ella en la sala principal y bebimos un café al coñac servido por Luna.
Luna era muy eficiente empleada de Sabina pero hasta donde yo sabía no tenía buena relación con su familia, por lo tanto vio propicio pasar la Navidad en el hotel y además ganarse unas buenas propinas.
Mi madre sentada en el sofá esquinero frente al gran ventanal, bebió un sorbo y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-No puedo creer que Signy no esté con nosotras.

Cogí su mano y la miré apenada.

-Yo también. Pasamos momentos difíciles, mamá. Ahora, pensemos en un futuro juntas.
-Cuando ese hombre me dijo que una de mis hijas había muerto yo… busqué en Drobak su tumba… No encontré nada. ¿Dónde está Signy enterrada?

-Pusimos las cenizas en una caja, mamá. Las tiramos al mar de Barents, como ella deseó siempre. George y Drank nos acompañaron.
-No podré visitar sus restos, pedirle perdón.
-De nada vale. Ya no te escuchará.

Mi madre me miró extrañada.

-Ya no tienes la fe férrea de antes, ¿verdad?
-Digamos que algo cambió en mí, sí. Desde que te fuiste nada volvió a ser igual ni lo será jamás.

Bajó la vista.

-¿Y George? ¿Qué piensa de mí? ¿Drank me odiará?
-No, ellos sólo trataron de ayudarnos en lo que podían. De todas formas en cuanto a lo económico, no se les contaba la realidad. Idea de Liz. Tú sabes lo orgullosa que es. Cuando murió Signy habían comenzados las terribles heladas, quizás ya no se habría podido comunicar contigo.
-Cierto. En Kaliningrado no se hablaba del clima en Noruega. Tal vez las autoridades no deseaban el pánico en la población. Debí viajar, pero a John no le permitían salir del hospital y había avanzado en su dolencia. Quise esperar unos meses pero todo salió mal. Ustedes desaparecieron de Drobak… ¿Me has perdonado?
-Sí, ¿sabes por qué? Porque tu ignorabas nuestra situación y te fuiste con el hombre que habías amado tantos años, aunque es cierto que no te comunicaste y…
-Sí –se sobresaltó-, yo llamaba a casa pero ustedes me cortaban y no deseaban hablar. ¿Lo recuerdas?
-¡Nunca llamaste a casa, mamá!
-¡Sí! Lo juro y sabes que nunca he jurado en vano.

De pronto caí… Liz… Liz seguramente habría atendido el teléfono y había decidido por mí no hablar después que mi madre había huido con mi tío. La conocía, su enojo había sido tal que… Dios… Después, las heladas nos aislaron por meses…

-Hablemos de otra cosa, mamá.

Bajó la vista y volvió a mirarme.

-Liz me odia, ¿verdad?

Titubee.

-Bueno, digamos que sigue muy enojada. A propósito de Liz… Serás abuela. Espera un bebé para septiembre.

La mano cubrió su boca.

-¡Oh! ¡Seré abuela! ¿Crees que podré acercarme a ella? ¿Visitarla y pedirle mis disculpas?

Negué con la cabeza.

-Al menos por ahora deja las cosas como están. Tiempo al tiempo.
-Pero… -meditó un momento-. Tienes razón… ¿Sabes? Siempre creí que Liz terminaría casándose con Drank. Él la amaba tanto. Se notaba cada vez que la miraba.
-Aún la mira así, mamá –dije casi sin pensarlo.
-Entonces, ¿está viviendo en Kirkenes por ella?
-Bueno… Algo así. Yo… me comprometo con mi novio el mes entrante, enero. Me gustaría que estuvieras allí pero… Le pregunté a Liz si no le importaría. Me dijo…
-¿Que si me presento ella no irá?

Asentí apenada.

-Conozco a tu hermana. No te preocupes, entiendo. De cualquier forma me gustaría conocer a Charles.
-A Carl, mamá. Se llama, Carl.
-Oh, sí… Lo siento. Cuenta, ¿es como Drank?
-Es muy guapo, sí.
-Me refiero si es tan buena persona. Amable, bondadoso, trabajador, caballero.
-Bueno…es trabajador y caballero.
-¿Y amable?
-Sí… Conmigo lo es.
-Supongo que es suficiente.
-Es que parece ser vanidoso y soberbio pero no lo es.
-¿Cuándo lo conoceré?

La puerta de doble hoja se abrió en ese instante y Sabina acompañada de Bernardo entró a la sala del hotel.
Después de saludar a los clientes que se hallaban allí, se acercó con una sonrisa.

-¡Feliz Navidad, Marin!

La abracé y ella acarició mi cabello. Después extendió la mano cordial a mi madre y le deseó feliz Navidad.

Bernardo se acercó.

-Mildri, Marin, feliz Navidad.
-Gracias Bernardo.
-¿Dónde dejaron a los pequeños? –pregunté.
-Gloria y Yako quedaron en casa, con July. Ama los niños y no deseábamos traerlos con este frío. En cuanto a Douglas, me ha llamado antes de las doce. Es horrible tenerlo lejos una noche así.
-La entiendo –murmuró mi madre.
-No, no creo que me entienda.
-Sabina, saludemos a Luna, ¿te parece? –interrumpió Bernardo cogiéndola suavemente del brazo.

Era evidente que intentaba evitar cualquier intercambio de palabras.

Yo también me sentí aliviada. Ignoraba si de un momento a otro me reprochara que su hijo hubiera huido lejos para no cruzarse conmigo. Sabina era así, sin pelos en la lengua, aunque era muy bondadosa, el hecho de no compartir la Navidad con Douglas sabía que la ponía triste y de mal humor.

Alrededor de las dos, Carl me llamó por teléfono, se disculpó por no venir al hotel a saludarme. No quería escuchar despotricar a su madre durante horas y aguantar su mal humor así que no se separó de su familia.

Su familia… Por ahora era su familia. Pronto se convertiría en parte de la mía y por más imaginación que tuviera no podía hacerme la idea de verlos juntos. La señora Rosalie, Camile, la hermana de Carl que aún no conocía pero que no dudaba sería igual que su madre, y por otro lado, mamá, mi hermana…

Eran las tres de la madrugada cuando terminé de hablar con Liz por el móvil y me refugié en el edredón de mi cama. Apoyé la cabeza en la almohada y cerré los ojos. Lejos de quedar dormida, pensé en una Navidad diferente.

La  sala de los Craig en todo su esplendor como solían adornarla. Charles sirviendo coñac a mi madre que conversaba alegre con Liz sobre el embarazo. En otro sector, Sebastien tocaba el piano mientras Bianca lo escuchaba enamorada. Lenya charlando con los chicos de la casa, incluso imaginé a Svetlana y su bebé junto a Anthony. Rose, Sara, Margaret, y Scarlet desenvolvían los últimos regalos. Yo… parecía estar observando la escena desde un rincón de la sala. Hasta que unos brazos fuertes y poderosos envolvieron mi cintura. Sonreí. No lo veía, pero sabía que era él…

“Te amo tanto” murmuré.

Douglas me giraba hasta vernos a los ojos.

“Y yo a ti, señora Craig”.

“Señora Craig”, un bello título que nunca tendría.

En mi imaginación nos besamos con el deseo de cualquier pareja enamorada. Su lengua buscó la mía y succioné hasta hacerlo gemir. Su pecho duro a través de la camisa comenzó a agitarse. Me separé sofocada.

“Mi amor, estamos en la sala”.

Él sonrió contra mi boca.

“Tienes razón, si te desnudo aquí se darán cuenta”.

Reí.

Me alzó en brazos y me llevó escaleras arriba. Imaginé hacer el amor con él. Con el culpable de mi dicha y mi desdicha. Con aquel que no podía darme la seguridad de amarme toda la vida pero que me deseaba como yo a él. Nunca hubiera imaginado hasta esta noche que uno podía sentirse tan feliz y a la vez tan triste en cuestión de segundos. Sentir su piel bajo mis manos, su boca abriendo senderos de fuego, su voz susurrando en mí oído por más… y a la vez… en un abrir y cerrar de ojos, volver a la realidad en una cama vacía y el cruel silencio de mi habitación roto por mi murmullo...

"Señora Craig", que bello suena...


Douglas.


Pasé el auricular del teléfono de línea a Numa para que saludara a papá por la Navidad. Las señales de los móviles brillaban por su ausencia debido a la tormenta de nieve en la Isla del Oso. Habían sido días horribles de frío y viento en las calles que aproveche al máximo para preparar la tesis bendita y recibirme en enero de Contador Público. Numa había estado trabajando en lo que más le gustaba, crear un programa nuevo en el ordenador mejor que el “Excel” que facilitara las estadísticas de una empresa.

De todas formas tuvimos tiempo de hablar sobre todo antes de irnos a dormir. Cuando te encuentras rendido y la noche cae sobre ti. Entonces, piensas sobre tu día, que has hecho y que te falta hacer. A mí me faltaba ella… Como cada día, como cada noche…

-¿La llamaste para desearle “feliz Navidad”?

La voz de mi amigo y hermano sentado en el sofá, frente a mí, obligó a darle una respuesta que estaba seguro sabría.

-Odio cuando preguntas y sabes que responderé. ¿Con qué objeto?
-Porque si es un “no” como creo quizás pueda hacerte cambiar de opinión.
-Te recuerdo que los móviles no tienen señal.
-Excusas. Puedo acompañarte al Centro de Investigación. Allí seguramente podrías.
-Estará con Carl y no quiero traerle problemas. Ha quedado claro entre los dos. Llamarla implica no dejarla en paz. No es la idea.
-¿Y Cuál es tu idea? ¿Olvidarla?
-Sí…
-Eres muy valiente para enfrentar resignado la vida sin amor.
-Numa, me encantaría que te ocupes de Rose.
-¿Para qué? Somos los dos unos inmaduros.
-Pues tu inmadurez te hará perderla.
-Ella no quiere compromisos, y yo tampoco. Nos deseamos, cierto. Eso es todo.
-¿Es todo? ¿Seguro? Es porque no la has visto con otro macho.
-¿Es una venganza por mi instigación con Marin?
-Tómalo como quieras. Pero tú, “consejos vendo para mí no tengo”.
-¡Qué filosófico estás! Insisto, no es el momento de formalizar con Rose y ella está de acuerdo. Esa es la diferencia, hermano. Marin sí quiere una vida junto a ti.
-Por eso está con ese lobo.
-Ya sabes cómo son las hembras, extrañas. Sin embargo no nos engañan. Bueno, a ti parece que sí.
-Marin no me engaña. Sabe lo que quiere.
-Douglas, ella no ama a ese tal Carl. Son el agua y el aceite.
-No sé cómo estás tan seguro. Casi ni te ha cruzado.

Se puso de pie y se sirvió más coñac. Me miró sonriendo mientras el chorro caía en el vaso.

-Porque una hembra en la cama puede contar más de la cuenta, sobre todo si confía en ti. ¿Quieres coñac?

Negué con la cabeza.

-Y… ¿qué te dijo Rose sobre Marin?
-¿De verdad quieres saberlo?

Sonreí…

-Cretino… Siéntate y abre la boca de una vez.
-Mmm… No sé si estaría bien. Fueron charlas en la intimidad.

Bufé enojado.

-Aunque pensándolo bien… Rose no dijo que no te lo dijera.

Volvió a sonreír.

-Ahora sí quiero un coñac, ven aquí, no te irás a dormir sin contarme todo lo que sabes.


Scarlet.


No creí que esa noche de Navidad, reunidos en la sala con familia y amigos, iba a llevarme una gran sorpresa. El jefe de la policía no había dicho nada sobre el permiso a Grigorii de salir de la comisaría, aunque fuera por unas horas para ver a Anne. Después de todo no era impensable. A mi amor imposible le faltaba cumplir pocos trámites para salir a la calle como el resto de las personas y gracias al suculento cheque de Sebastien. Pero aún así las normas había que seguirlas. Ese permiso concedido supuse que era por el gran afecto que tenía Hansen hacia él.

Convencí a Anne de que bajara a la sala ya que su hermano iba a estar allí y nadie se le acercaría. Le recordé que sería como aquella vez en el restaurante del hotel, nadie de los machos la molestaría aunque estuviera sentada en los sofás de la sala.

Rose y Sara le acercaron los regalos del árbol que le habíamos comprado. Margaret sirvió ricos canapés a los dos hermanos y Grigorii se mostró muy agradecido. Bianca tenía enlazado del brazo a Charles junto a las ventanas que daban al jardín y ambos reían por un regalo de ella hacia él, creo que era un reloj cucú para su casa en la costa, y no lograban entender cómo parar el sonido repetitivo del pajarraco.

Liz contaba a Anne sobre el embarazo y ella la escuchaba sonriendo con su nuevo vestido celeste que yo le había obsequiado para estrenar en Noche Buena.

Los machos fiel a la promesa se reunieron cerca de la puerta del estudio. Sebastien bebía y no perdía de vista a Grigorii, Lenya miraba a Liz con esos ojos de enamorado perdido. Rodion bromeaba con Ron sobre la marca del coñac aunque él parecía no escucharlo atentamente. Como si su cuerpo estuviera allí, pero no su mente.

Fui acercándome lentamente para abrir uno de los regalos aún envuelto, era para mí, de parte de Bianca, Liz, y mis hermanos. Sentada en el piso corté la cinta que lo adornaba y desenvolví. Ante mis ojos un cuadro hecho en cobre repujado resaltaba la cabeza de un león. Sus ojos eran dos incrustaciones en rubí.

El león de los Craig…

Sonreí.

Leí una nota que venía adjunta…

“Este símbolo te perteneció y te pertenece para siempre”.

Deslicé las yemas de los dedos por la superficie irregular mientras mis ojos se humedecían. Y mi mente viajó otra vez al pasado en cuestión de segundos.

“Dónde se ha escondido mi princesa”.

La voz de Adrien buscándome en el monte llegó tan nítida…

Después mi risa de niña tras unas rocas cerca de esas cumbres entrañables.

“¡Qué pena! Yo que tenía un regalo para ti”.

Y salí de mi escondite apresurada. Con esa inocencia de los niños y el desinterés en ser descubiertos.
Corrí a sus brazos y él rio.

“¿Me engañaste?” Pregunté. “No tienes regalo”.

Él extrajo un colgante con una gema muy bella.

“¿Lo ves? No te he engañado, mi princesa. Es para ti”.

Me puse de pie y sequé mis lágrimas, quise agradecer el regalo pero no vi a mis hermanos.

De pronto el perfume a Lapidius me invadió. Sebastien se acercaba por la derecha.

Unas manos me rodearon por la cintura por detrás y sentí ese abrazo sincero y fraternal.

-Lenya… -murmuré.

Apretó el agarre mientras Sebastien sonreía.

-Estás hermosa.
-Gracias Sebastien.
-¿Sabes que no dejaremos que te escapes nunca más? –murmuró Lenya aún abrazándome.
-Me da pánico esa frase –reí.
-Lo bien que haces –rio mi hermano.

Grigorii se acercó tímidamente con las manos en los bolsillos de sus jeans.

-Siento interrumpir… Pero debo regresar. El patrullero ha esperado por mí demasiado tiempo.
-Muy bien –asintió Sebastien.

Grigorii bajó la vista y lo miró.

-Quiero agradecer las molestias que se tomaron por mi hermana.
-No es molestia –aseguró Lenya.
-¡Claro qué no! Adoro a Anne –sonreí.
-De todas formas, gracias. Supongo que cuando salga de esto podré alquilar algo mejor y la llevaré conmigo.
-Anne puede quedarse lo que quiera –dijo Sebastien-. Aquí es bienvenida –agregó-, y tú también.
-Gracias.

Por un instante los ojos de Grigorii se desviaron a mi regalo que sostenía en mis manos.

-¡Qué hermoso león!
-Sí, es regalo de mis hermanos y mis cuñadas.

Como si estuviera confundido arqueó la ceja.

-¿Podría preguntar si el modelo de cabeza de león la copiaron de alguna imagen?
-En realidad fue idea de mi padre, Adrien Craig –contesté-. Es el símbolo de los Craig. ¿Te gusta?
-Sí… Es… Muy hermosa.
-Te acompaño hasta los portones –dije colocando el escudo a los pies del árbol.
-Okay. Gracias nuevamente.

NOTA: OH OH.... Sin palabras....


10 comentarios:

  1. Uy que lindo capítulo todos celebrando la navidad unos felices y otros triste pero se nota el ambiente. Ojala Marin y Douglas se arriesguen y luchen pos su amor. Te mando un beso

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    1. Querida Ju! Ha sido un repaso de varios hogares pues quería que tuvieran una perspectiva general. Marin y Douglas... uf cuánto nos hacen esperar! un besazo amiga y gracias. Seguiré con tu novela maravillosa en tu blog.

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  2. Y asi es como por fin 2+2 darán 4 en la cabeza de Grigori!!! Siiiiii al fiiiiin!!!
    Tenia pila para comentarte de las emotivas navidades de cada una de las familias pero me mataste con esto ultimo! Otro giro de tuerca y estamos listos! Jajajajaja
    Excelente capi amiga,como siempre.
    Espero por el proximo! Te adoro 😗

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    1. Ay ay mi querida amiga, estamos frente a un verdadero sabueso. Así que cuenta regresiva para los Craig... Veremos que ocurre si se entera del gran secreto. ¿Tu qué dices? Un besazo enorme, te quiero. Gracias como siempre.

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  3. Hola, Lou... La Navidad tiene algo que yo creo que es Magia... también creo que en Navidad es cuando más deseas estar con las personas que amas... no sé bien porqué, pero es así
    Ha sido precioso que se haya desmoronado el muro de Berlín del corazón de Sasha
    Anoushka no esperaba algo así, su abuelo tampoco... ni siquiera Dimitri
    También pienso que, seguramente, Sasha no volverá a ver a la dama que vestía de negro
    Me ha encantado esta parte del capítulo, también las descripciones que has hecho
    Marin y su madre recuerdan a Signy... yo creo que llegará el día en que Liz perdone a su madre... También creo que lo que ha imaginado Marin a solas, en su cama, un día será otra realidad
    Creo que Numa va a contarle muchas cosas a Douglas, y que Douglas está muy interesado en escucharlas ;-)
    Estupendo que Grigorii haya podido salir un rato y ver a su hermana... y a Scarlet ;-)
    Me ha parecido un capítulo fantástico, muy bien hecho... de veras que sí... Felicidades
    Besos

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    1. ¡Hola mi querida Mela! Es cierto hay magia en la Navidad creamos en Santa o no. Sasha por fin sonreirá dejando atrás el rencor por alguien que ya no está entre los vivos.
      De Marin te diré que es especial. Su corazón es noble y no admite rencor. A la vez para el amor necesita esa fuerza que tienen algunas chicas, pero bueno es su personalidad, diferente a su hermana. Ni mejor ni peor, distintas.
      Su madre parece que se arrepiente de haberse ido con su amor, cuestión que creo que el destino le ha jugado en contra y ha entorpecido mucho más ese abandono.
      En cuanto aDouglas y la charla con su amigo, que decirte... Nada malo puede salir si dos amigos se juntan a conversar, y esta vez es sobre el amor. Creo que Numa puede rebelar algún secreto, lo perdonamos. Vale todo en este caso.
      Gracias tesoro por estar siempre. Besotes miles.

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  4. Excelente capítulo, una linda reunión de navidad pero como todo unos felices y otros tristes, quiero que Douglas y Marin se den su gran oportunidad, amiga gracias por el capitulo te cuidas mucho!

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    1. ¡Hola mi sol! Me alegro mucho que te haya gustado. Es cierto ha tocado emocionarse y sonreír. Douglas y Marin están separados pero creo que no se olvidan. Habrá que esperar por un milagro más aunque no sea Navidad.
      Un besote enorme y buena semana!

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  5. magnífico capítulo, como todas tus publicaciones,,,saludos afectuosos, LOU

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    1. ¡Hola querido AMIGO! Muchas gracias por el concepto hacia mí. Me alegro de tu visita. Esta semana andaré por tu bello blog. Un abrazo en la distancia.

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