Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


sábado, 8 de abril de 2017

¡Holaaa! Aquí nuevo capi. Intenso, muy intenso. Conocerán un nuevo personaje y una historia desconocida. Perspectiva de Drank, de Rose, y de Ron. La última parte juro que me divertí y amaría poder contemplar esas sonrisas en ustedes. Pero como es imposible me conformo con que me lo digan por escrito. Un besazo y gracias totales.


Capítulo 23.
El Sami.

Drank.

Me había abrigado hasta las orejas para recibir la Navidad en la reserva. Un grupo de amigos seguían la tradición de reunirse junto a una fogata apenas dieran las doce. Allí no faltó el alcohol, ni la carne sabrosa de un reno asado. A pesar de haber dicho que el animal ya tenía avanzada edad ya que se prohibía cazar ejemplares jóvenes ni hembras, los bocados se sentían tiernos al paladar y con un gusto ahumado exquisito. No había duda que nadie sabía asar como los hombres lobo de la reserva.
La cerveza era negra y espesa como se acostumbraba a beber en Noruega, pero sobre todo tenía un sabor especial. Venía acompañada de ese grupo de amigos que lograron que olvidara por más de tres horas los sinsabores de la vida y del corazón.

Mike se puso de pie y me señaló con el vaso.

—Oye, por tu resurrección. ¡Salud!
—¡Gracias! –sonreí y bebí un trago largo.

Louk, sentado junto a mí sobre un tronco, armaba el cubo mágico.

Reí.

—Louk, ¿no eres grande para el cubo mágico?
—Calla, me lo regaló mamina –encogió sus hombros—. No puedo romperle el corazón. Siempre me verá como niño.
—Peor yo, chicos. Mi hermana me dejó bajo el árbol este hermoso suéter a rayas limón. ¡Qué gusto horrible! –Mike señaló debajo de su cazadora de piel la prenda tejida.

Reímos.

—¿Y Bernardo? –preguntó Mike.
—Iba a saludar a los clientes del hotel y a los Craig. Lo sé por July, se ha quedado con los niños –aseguró Louk.
—¿En serio? –rio Vinter. Un hombre lobo de alrededor de cuarenta años—. ¿July cuidará a Gloria o Gloria cuidará a July?

Reímos nuevamente.

La reunión era amena. Sinceramente nadie hubiera imaginado que habría calidez en ese grupo de musculosos sentados frente a la hoguera. Podía percibirse la férrea amistad o al menos un código tácito perteneciente a su raza. ¿Habría riñas o desencuentros? Posiblemente. Sin embargo se diferenciaban de los humanos aunque no tenía claro el porqué. Quizás era el hecho que todos ellos sabían de donde surgían y a qué pertenecían. Esa unión por más simple que fuera los hacía especiales. ¿Algún día la raza humana entendería que éramos parte de una especie en común y se pondría de acuerdo?

La luna se dejó ver tras una nube espesa. Fue deslizándose lentamente hacia la derecha hasta que se mostró redonda y blanca. Todos elevamos la mirada hacia ella. Y supe que no la admiraban por ser lobos, eso era cuento de niños, sino simplemente porque en esa noche tan fría era un regalo de la naturaleza.

—Se acabó la cerveza –dijo Kriger, un joven de veinte años. Sacó de un barril de madera la última botella de alcohol y encogió sus hombros.
—Hay más en el barril cerca de la cañada congelada –aseguró Mike.
—¿Por qué diablos la dejaron allí? –protestó Louk.
—Por Bernardo, tú sabes. No quiere que abusemos con la cerveza –contestó Mike.
—Iré yo –dije poniéndome de pie.
—¿No te perderás, humano? –rio Vinter.
—¡Por supuesto que no! –protesté, un poco por mi normal orgullo y otro por el alcohol.

Louk se puso de pie y señaló a la izquierda. Camina derecho unos cincuenta metros y a la izquierda tienes la cañada. El barril es grande lo verás con la luna.

—¡Claro, qué vista tienes! –bromee—. Pareces lobo.

Seguí las indicaciones de Louk. No sentía tanto frío y había dejado de nevar, aunque nadie aseguraría que esa madrugada el tiempo cambiaría. Caminé unos tres minutos sin desviarme, al menos eso me pareció. Giré mi cabeza para contemplar de lejos la hoguera de los hombres lobo y la distinguí entre los pinos. Retomé el camino hacia el destino pero con tan mala suerte que no vi una pendiente bajo mis pies. De inmediato resbalé por la nieve y rodee unas diez vueltas sobre el blando y helado suelo. Me detuvo una enramada de un ciprés enano golpeando mi cabeza contra el tronco delgado.

—Uf… Mierda…

Me incorporé rápidamente no fuera cosa que mis amigos me hubieran seguido y hubieran contemplado mi torpeza. Sacudí mis ropas y miré la cima de la pendiente iluminada por la luna. Sin pensarlo trepé con un dolor agudo en mi tobillo. Me habría lastimado seguramente en la caída. Sentí algo húmedo bajo mi bota e imaginé un corte provocado al caer contra el ciprés. Aun así subí y me aferré a una roca saliente para orientarme de nuevo. Pero al llegar a la cima ya no distinguí la hoguera, ni escuché las voces de los chicos.

Miré de izquierda a derecha y sólo contemplé árboles y coníferas de distintos tamaños y grosores. No había camino que señalara por dónde ir. Un silencio me rodeó aunque no me desesperé. Debía estar cerca de la reunión, no había caminado tanto tiempo para alejarme demasiado de ellos.

Decidí avanzar con dolor, en sentido contrario a como había caminado anteriormente. Caminé y caminé hasta darme cuenta que no podía ser que a esa altura no viera la luz de una fogata.

Me detuve a pensar, no era un chico criado en la ciudad rodeado de rascacielos. Era un hombre que había crecido en los bosques aunque fuera en Drobak. ¿Cómo podía orientarme en la noche? ¿Por las diferentes copas de los árboles? Es que no había prestado atención… ¿Y ahora? El bosque fue cambiando de tonalidad poco a poco. Una luna que segundos antes me había iluminado estaba ocultándose otra vez tras la gran nube. Ya no veía ni mis pies…

—Mierda…

Pensé en gritar el nombre de Louk, o el de Mike, pero no deseaba que me gastaran bromas por inútil. Al final ese tal Vinter tenía razón. Me había perdido.

—Okay, piensa Drank, piensa –me dije a mí mismo.

De pronto el silencio del bosque fue interrumpido por varios chasquidos de ramas, cerca… muy cerca…

Me mantuve inmóvil aunque con la esperanza que alguno de ellos hubiera seguido mis pasos. Sin embargo mi sosiego y tranquilidad duró muy poco. La luna se dejó ver e iluminó gran parte a la redonda. Entonces lo vi… Un lobo negro de ojos brillantes me observaba con el hocico jadeante.
La idea de correr no sería la apropiada y en segundos fue desechada, sobre todo porque al lobo negro le siguieron dos lobos más. Uno era de pelaje gris y blanco y el otro parecía ser gris en su totalidad. Lo más importante que parecían esperar pacientes mi próximo paso. Los noté delgados, huesudos, y de ojos famélicos. Dios… Eran lobos salvajes y por primera vez comencé a sentir miedo. Transpiré, mi corazón comenzó a bombear más rápido, era mejor que dejara el orgullo y llamara a gritos por alguien.

Uno de los lobos no me dio tiempo, se acercó y retrocedí despacio enmudeciendo por el pánico. El otro lobo gris aulló poniéndome los pelos de punta. ¿Llamaría a más de su especie?

¡Qué irónico, después de tanto joder con mi muerte venir a terminar destrozado por esas fieras!

Un silbido cruzó el aire frío del monte y los lobos quedaron inmóviles.

¿Serían mis amigos?

El silbido volvió a repetirse y las fieras de colmillos salientes y mirada brillosa se retiraron como llamados por un alfa.

¿Y ahora qué?

—¿Qué haces aquí?

Una voz grave y profunda hizo eco entre los pinos.
Miré a un lado y otro sin poder distinguir de dónde provenía la voz. No sabía si contestar, por lo menos sonaba a humano.

—¿Te hice una pregunta? ¿Qué haces aquí tan lejos de la reserva?

Por fin me decidí a contestar al fantasma que me hablaba.

—Yo… Vine por las cervezas del barril. El que está junto a la cañada… Mi nombre es Drank.

Por fin la luna se mostró plena y pude ver la silueta de un hombre de pie sobre una roca. Era muy alto y enorme. Su cabello largo caía en ondas desordenadas.

—La cañada no es por aquí –contestó como gruñido.
—Sí, me imaginé. Es que caí… Me lastimé el tobillo, creo que estoy sangrando.
—Por eso mis lobos te encontraron, por el olor a sangre. Tuviste suerte que fueran ellos.
—Ah… ¿Tus lobos? ¿Son tus mascotas? ¡Qué genial!

No contestó. Insistí para que me ayudara.

—Mira, tengo que regresar a la reserva y no sé el camino. ¿Tú podrías guiarme?
—Sígueme. ¿Puedes caminar?
—Sí, despacio pero puedo hacerlo.

Comencé a seguirlo tratando de mantener una distancia cercana como para no perder de vista a mi salvador. Al llegar a un claro contemplé una cabaña pequeña iluminada por un farol de aceite que colgaba del portal.

El avanzó dejándome atrás y me apresuré, aunque a esa altura rengueaba y mi pie punzaba intermitente.

Los lobos se acostaron alrededor de la cabaña y el extraño abrió la puerta de un empujón.

—Entra –fue lo que escuché desde el interior de su hogar.

Cuando llegué al marco de la puerta me recosté para descansar. Escuché sus pasos en la pequeña sala a oscuras y luego su figura fue tornándose clara al encender otro farol sobre una mesa.

Eché un vistazo rápido al ambiente. Los pocos muebles que tenía estaban hechos de tronco, muy rústicos y sencillos. Improvisados diría yo. Podría ser que no sabría cómo construir en otra clase de madera trabajada o lo más seguro, que no le importara.

Además de la mesa que no era otra cosa que un tronco grueso cortado a una altura de metro y medio, también había un tronco más delgado en un extremo que servían de silla. La cama en un extremo del cuarto, tenía como base el mismo material. Salvo que los troncos largos y más finos parecían estar atados fuertemente uno al lado del otro. Por encima había una cobija de piel aparentemente de algún animal grande. Supuse que debía tener entre los troncos y la piel algún colchón para poder dormir cómodo.

—Pasa –gruñó—. No podré curarte el pie parado en mi puerta.

Lo miré. Colgó el abrigo en un tronco de dos ramas desnudas que servía de perchero. Se adelantó hacia un rincón y encendió una garrafa pequeña. Puso una ollita sobre el fuego, de aluminio o lata, no sabría bien, y la llenó con agua de otro recipiente.

Avancé dolorido y me senté sobre uno de los troncos que servía de asiento.

—Curaré la herida.
—Yo… Debería regresar –titubee.

Sus cejas espesas se juntaron en un ceño fruncido y sus rasgos endurecieron más.

—¿Crees que llegarás oliendo a sangre por el bosque? Cualquier lobo seguirá tus pasos.

Busqué con la mirada el tronco que servía de asiento, el único tronco.

—¿Tú donde te sentarás?
—No necesitaré hacerlo –gruñó impaciente.
—Ok…

Ya ubicado frente a la mesa pude descubrir un armario en madera rústica. Él quitó un recipiente de barro del estante superior y hurgó con los dedos como buscando algo. Extrajo unas hierbas y se dispuso a mezclarlas en el agua que calentaba. Después agregó un líquido blanquecino.
Quité los guantes y deshice mis cordones. Me disponía a quitar la bota cuando su mirada se clavó en mi pie.

—¡No lo hagas!

Mis dedos quedaron inmóviles ante la orden. ¿Y ahora Qué?

—Primero debes quitar lo que tienes clavado.

Miré detenidamente la bota con la mancha de sangre… Algo brilloso sobresalía del cuero húmedo.
Se acercó y observó el pie.

—Es un vidrio. Si quitas la bota arrancarás la piel con ella.

Las yemas de mis dedos se deslizaron por la arista filosa. Con la mano temblando por el dolor cogí el extremo que veía asomarse y con el índice y pulgar tiré hacia afuera.

Dios… No había estrellas en el cielo pero las vi todas juntas, lo juro. Y eso que estaba acostumbrado al dolor.

Apreté los labios y di un tirón hasta que el trozo de vidrio quedó fuera.

Resoplé mientras él me observaba curioso.

—Ya está –sonreí con los labios resecos.

Tenía sed. Comenzaba a tener frío en esa cabaña precaria.
Quité la bota y el calcetín y pude ver el corte profundo cerca del tobillo.
Él no se movió. Me observó como estudiándome. Al fin murmuró.

—Eres resistente para ser un humano.

Lo miré a los ojos. Eran de un ámbar cristalino a la luz del farol.

—Estoy acostumbrado al dolor. Tuve cáncer y salvé. El cáncer es una enfermedad…
—Sé lo que es el cáncer –se molestó.
—No, perdón. No quise tratarte de ignorante. Sólo que…

Volvió por la olla que hervía dejándome con la palabra en la boca.

Bien Drank, calla tu bocaza o te echará a los lobos.

Eché un vistazo a mi herida y levanté la vista varias veces con disimulo para verlo. De pie parecía medir casi dos metros, corpulento bajo su vieja camisa gris a cuadros. Jeans gastados, botas de piel, que parecían haberse fabricado él mismo. No tenían la terminación que gozan de una zapatería. ¿Es que viviría en el bosque aislado de todos? ¿Por qué los demás no me habían hablado de él? Era evidente que era un hombre lobo.

Antes que se acercara con la pequeña olla caliente hacia la mesa pude ver en la pared una escopeta colgada, sobre una chimenea de piedra. El fuego no estaba encendido, sin embargo había varios troncos quemados y cenizas esparcidas. ¿No tenía frío?

Al notar mi mirada sobre el hueco de piedra respondió a mi pregunta, como si hubiera adivinado.

—El verdadero frío comenzará en enero.
—Ah…

Se acercó inclinándose sobre la herida y su gesto me preocupó.

—¿Qué tiene?
—Esta cicatrizando muy rápido.
—Eso es bueno –aseguré.

Una sonrisa ladeada se dibujó en su boca de labios gruesos.

—No, eso es malo.
—Ah… ¿puedo preguntar el porqué? Si cierra la herida y…
—Si cierra la herida sin limpiar te infestarás. Ahora… Quédate quieto y sé paciente.

No sé dónde imaginaría que iría en ese estado. Con mi pie lastimado y con esos lobos mascota cuidando la entrada.

Respiré profundo y me quedé en silencio. Él cogió un puñado de las hierbas con una especie de colador de lata, aguardó que escurriera el agua y atinó a acercarlas a mi pie. Di un respingo y lo miré asustado.

—Eso está caliente.
—Ablandará la herida, no está caliente para quemarte.
—Pero si recién hirvió –protesté.
—El aire frío de alrededor ya la ha entibiado. Ahora, ¿quieres callarte? Me desconcentrarás.
—Ok…

Acercó el colador y volcó parte del líquido sobre la herida, con movimientos circulares fue depositando las hierbas cocidas sobre el tajo sangrante.

Respiré profundo. No iba a emitir sonido aunque me doliera hasta el alma. Sin embargo tenía razón, no sólo no estaba quemándome sino que sentí un gran alivio a medida que el líquido blanquecino empapaba la zona.

De su boca salió unos sonidos guturales extraños al principio pero fueron convirtiéndose en un canto suave y lastimero, como si fuera un rezo.

Reconocí la melodía. Había escuchado alguna vez en Drobak en una radio de la zona. Se llamaban “Yoik”, y era propia de los Sami.

Me mantuve en silencio disfrutando esos tonos bajos y dulces. Sentí que todo mi cuerpo se relajaba y el dolor fue desapareciendo por completo.

Apenas concluyó la melodía a capela, se incorporó y limpió la herida quitando las hierbas marchitas y húmedas. Se alejó y desechó la medicina en un bote de basura de lata y regresó con un paño limpio para secarme. Lo extendió y lo cogí agradeciendo el trabajo tomado.

Después de secarme la zona vi un jarro de barro sobre el tronco que servía de mesa.

—Bebe, resistirás mejor el frío camino a tu casa.
—Gracias.

Acerqué la infusión y mi olfato se impregnó de un aroma dulzón y a madera. Como el olor que desprendían los árboles al ser cortados.

—Esto es… —murmuré.
—Salvia, salvia y canela.
—Ah…

Bebí un trago y me pareció uno de esos tés que venden en la feria combinados con frutos. Él no permaneció cerca de mí sino que se dedicó a limpiar mi bota con una sustancia cremosa y un paño cogido del armario.

—No es necesario, puedo encargarme de la mancha cuando regrese. No quiero que te tomes más molestias.
—No estoy limpiando la mancha, “brann har” –gruñó—. Debo quitar el olor a sangre.

¿Brann har? ¿Qué rayos me había dicho? ¿Sería un insulto?

Permanecí aguardando en silencio mientras bebía la infusión. Una y otra vez me pregunté cómo había sobrevivido con tantas carencias en los crudos inviernos. ¿La ola de frío no lo había afectado? ¿Por qué en la reserva no se había hablado nunca de él?

Uno de los lobos empujó la puerta y entró. Me inquieté aunque sabía que sus mascotas le obedecían. Después de todo tendrían instinto salvaje y yo no dejaba de ser un extraño. Él levantó la vista de la tarea de limpieza y lo miró.

—Svart, ¿qué ocurre? ¿Es por el “brann har”?

¿Molesta? Entonces era una hembra. Su pelaje negro como la noche y sus ojos amarillos y brillosos daban un aspecto aterrador.

—Dile que me iré, que no se enoje –balbucee al ver que se acercaba lentamente.

Él volvió a la tarea y contestó con una media sonrisa.

—No temas, sólo está preocupada.
—Pues… Dile que no te haré daño, yo…
—Está preocupada por ti.
—¿Por mí? Pensé que quería comerme.
—No sabes nada de lobos, humano. Y deberías saber.

Callé… ¿Debería saber por vivir en la reserva? ¿O por qué razón?

Titubee si contarle como había llegado a Kirkenes y el poco tiempo que tenía viviendo aquí, pero me arrepentí. Seguramente no le interesaría.

Cuando me entregó mi bota le agradecí. Apenas me puse de pie ya sin el dolor en el tobillo pregunté si sabría el camino que debía tomar a la reserva.

—Svart, llévalo hasta donde puedas.

La loba lo miró a los ojos. Parecían poder comunicarse con sólo mirarse. Dicho esto, el animal salió de la cabaña y me despedí de él.

—Gracias, de verdad. Si necesitas algo, vivo en la reserva y…
—No pisaré nunca la reserva, humano. Vuelve con ellos y olvídate de mí.
—Okay… Gracias nuevamente.

Durante el camino de regreso comenzó a nevar. Me apresuré para seguir la loba negra que guiaba mis pasos. Antes de perder de vista el hogar de aquel extraño hombre lobo, busqué alguna referencia por si algún día deseaba hacerle una visita. Él había dicho que me olvidara que lo había conocido, ¿pero cómo hacerlo? Después de todo aunque no tenía el poder de Adrien Craig, él también había salvado mi vida.

Cuando la loba se detuvo me quedé inmóvil. ¿Y ahora? No veía la reserva desde allí. ¿Y si se había arrepentido y me dejaba en el bosque?

El animal aulló poniéndome los cabellos de punta. Entonces, escuché gritos.

—¡Es por allí! ¡Vamos! ¡Rápido!

Seguí el sonido de las voces entre la espesa arboleda y distinguí pequeñas luces que se movían. Linternas… Mis amigos estaban buscándome.

Antes de gritar para llamar la atención, la loba dio media vuelta y se perdió entre las coníferas nevadas.

Esta demás decir que al encontrarme recibí toda clase de insultos por haberme alejado de la cañada. Sinceramente lamenté preocuparlos pero no había tenido intención de recorrer el bosque sino que me había perdido como había pronosticado Vinter. Sin embargo en mi mente estaba ese hombre lobo que me había ayudado. Nunca había sido curioso y entrometido, pero algo me llamaba a saber porque él vivía apartado del resto de su raza y en esas condiciones teniendo la reserva. ¿Qué había ocurrido con él?

Ya en mi cabaña junto a Louk y a Mike, encendí la leña de la estufa y preparé café. Era madrugada pero ninguno debía trabajar así que despreocupados nos dispusimos a disfrutar de nuestra noche libre.
Me asomé por el marco de la puerta de la cocina y vi a mis amigos repartiendo un mazo de naipes.

—¿Póker? –pregunté.
—No, “casita robada” –bromeó Mike.
—Calla idiota –reí—. Oye Louk, ¿Y July? ¿No pasarás con ella el resto de la Navidad?
—Discutimos.
—¿Puedo saber por qué?

Mike sonrió.

—Porque July se puso un vestido con escote.
—¿Por qué no te callas, cabrón? —se enfadó Louk.
—Niégamelo.
—Sólo le dije que hacía frío para vestirse así. Ella me acusó de celoso.
—Tiene razón, Louk. Tampoco salió sin abrigo a la intemperie. Se vistió para la fiesta y tú le tiraste la moral al piso. Se vistió para ti.
—Pues, para mí no porque a mí me gusta sencilla.
—A las hembras les gusta impresionarnos, no debiste decirle que se lo quitara.

Arquee la ceja y me senté en el sofá.

—¿Le dijiste que se lo quitara? ¿Ni siquiera mencionaste que estaba bella? –pregunté—. ¡Qué poco tacto, amigo!
—Si tu chica se hubiera puesto un vestido mostrando la mitad de sus senos me hubieras dado la razón.

Encogí los hombros.

—Nunca fui celoso.
—Por eso te la quitaron, Drank.

Un silencio incómodo nos rodeó. Bufó arrepentido.

—Perdón… Lo siento.
—Todo bien. Pero debes saber que no fue por no seguirla a Kirkenes cuando partió de Drobak. Ella hubiera conocido a Lenya y se hubiera enamorado de todas formas. ¿Entiendes?
—Cambiemos de tema. No quiero amargarme pensando que debería ir a pedirle disculpas. Lo hablaré con ella mañana.
—Okay, traeré café. ¿Quién es mano?
—Yo –dijo Mike cogiendo el mazo.

En ese instante golpearon insistente la puerta.

Fui a abrir sin poder adivinar quién podría ser, aunque miento… por un instante imaginé que quizás Liz dejaría su orgullo de lado y vendría a desearme “feliz Navidad”. ¡Iluso! Yo mismo la había apartado de mí. Ella no querría verme a no ser que suplicara de rodillas y eso no iría a ocurrir. No porque no lo mereciera después de haberla poco menos que echado, sino porque era lo mejor para los dos.

Cuando abrí la puerta me encontré con una anciana abrigada hasta las orejas que conocía muy bien. La abuela de Louk.

Ella me saludó con una inclinación de cabeza y murmuró un “felicidades”. Respondí lo mismo y me hice a un lado para dejarla pasar.

La anciana se quitó la gorra de piel y guantes y puso sus brazos en jarro.

—Mamina, ¿vienes a jugar póker o quieres que te preste el cubo mágico?
—¡Qué gracioso estás, Louk! Mejor dime que le has dicho a esa pobre chica que me ha llamado por teléfono llorando.

Mike sonrió con disimulo y Louk se puso de pie.

—Mamina, por favor. Son cosas nuestras.
—¡No digas!  Entérate que a esa muchacha la conozco desde que nació. Es una hembra excelente, ¡y tú pedazo de tonto le has arruinado la noche con tus celos!

Cerré la puerta y me dirigí a la cocina no sin antes hacerle una seña a Mike de “ay mi madre, qué carácter”.

Mientras apagaba la cafetera escuché la discusión. Sonreí… Recordé a mi padre cuando se inmiscuía en mis asuntos sentimentales aunque con buena intención era una lata escucharlo. Su voz llegó nítida a mi oído como en el pasado…

“¡Drank, estás revolcándote con la hija del farmacéutico y es un amigo de años! ¡Quieres matarme de un infarto!”
“Pero papá si no la obligo a nada. A ella le gusta”.
“¡Ah, mira qué bien! A ella le gusta. Así que porque le gustes a una mujer no te fijas por dónde la metes y no te importa que sea un amigo de tu padre”.
“Tú lo has dicho es tu amigo, no mío”.
“Mira Drank, no me meterás en problemas con una chica de su casa, quiero salir con la cabeza en alto en este barrio hasta que me muera”.

Volví al presente…
Me dije a mí mismo…

“Si supieras que la chica de su casa no dejaba títere con cabeza.”

Sonreí nuevamente… Lo extrañaba… Necesitaba su voz llamándome para desayunar, escuchar sus pasos cuando regresaba del puerto…

—¡El café!

La llamada de Mike hizo que mis pensamientos melancólicos se esfumaran. Me apresuré y llevé los pocillos a la sala. Mamina aún seguía discutiendo aunque en un tono más bajo y Louk hacía muecas de hartazgo mientras escuchaba los retos de su abuela.

De pronto me señaló.

—¡Y tú jovencito!

La miré sorprendido acercando el azucarero a Mike.

—¡Sí, tú!
—¿Qué he hecho?
—Nos has tenido con el corazón en la boca. ¿Cómo se te ocurre alejarte de la reserva sin conocer el terreno? ¿No sabes que hay lobos salvajes?
—Sí… Lo siento… Es que caí por una pendiente y fui a parar al medio del bosque.
—¿Por la pendiente? –preguntó Louk—. ¿Has ido a parar al cementerio Sami?

Encogí los hombros.

—Ni idea, juro que no veía ni mis pies. La luna se ocultaba y fue difícil orientarme.
—El cementerio Sami es un lugar sagrado. Nosotros respetamos el lugar, nunca pisamos tierra protegida por los dioses indígenas –informó Mike.
—Bueno, no lo elegí. Repito, fue casualidad. Y créanme lo pasé pésimo rodeado de esos lobos. Si no hubiera sido por el hombre que me ayudó y me curó la herida no hubiera contado el cuento.
—¿Un humano? ¿Un cazador? –preguntó Louk.
—No, no lo creo. Era uno de ustedes. Llamó a los lobos como si hablara el mismo lenguaje.

La anciana se apartó de Louk y se adelantó lentamente hacia mí. Con rostro asombrado preguntó.

—¿Le hablaba a los lobos?
—Sí, ellos le entendían.

Ella llevó la mano a su boca, asombrada. Después sus ojos de un brillo emocionado se fijaron en su nieto.

—¿Será Rob?
—No, mamina. No lo creo.
—¿Por qué no? –dijo esperanzada.
—Porque es muy difícil que haya sobrevivido. Tú sabes… La ola de frio que azotó en septiembre fue mortal.
—Pero yo lo vi –aseguré—. No estaba soñando. Ignoro si es el mismo de quien hablan. Sólo sé que me llevó a su cabaña y me curó el pie. Vive muy precario y parece insociable sin embargo me ayudó.
—¡Louk! Puede ser él.
—Mamina… Deja de pensar en Rob. No lo volveremos a ver.
—¿Cómo era? ¿Cómo era él? –insistió llena de angustia.
—Se veía muy alto y robusto, cabello largo, ojos color ámbar… No sé que más decir.
—Te acompañaré a casa, mamina.

La anciana se resistía a retirarse.

—¿Dijo si se llamaba Rob?
—Lo siento, no dijo su nombre. Hablaba poco, mejor dicho casi gruñía.
—¿Lucía ojos vivarachos y mejillas sonrosadas?
—Abuela –suspiró Louk—, han pasado años, ya no será un niño.
—Cierto –murmuró con tristeza.
—Vamos mamina, iré contigo.
—No, puedo hacerlo sola. No te preocupes. Y no olvides llamar a July.
—Lo haré.

La anciana se puso el gorro y los guantes y se retiró en silencio.

—Por favor, no salgas de casa, podría nevar otra vez –aconsejó Louk desde la puerta.

Después se sentó junto a Mike y quedó pensativo.

—Díganme, ¿quién es ese tal Rob?

Ambos se miraron dudando.

—¿Es un secreto entre los hombres lobo? –pregunté.
—No, Drank. Sólo que la historia de Rob es muy triste –dijo Mike—. Pero Louk sabe mucho más que yo. Mamina lo adoraba como un nieto más.
—¿Qué ocurrió con él? –insistí.

Louk bebió un trago de café y comenzó a relatar una historia que se asemejaba mucho a una leyenda.

—Hace muchos años Sabina, hija del alfa, se enredó con un vampiro, Sebastien Craig. De esa unión nació Douglas. Ella nunca supo que nació vivo, se enteró mucho después. Cuando su hijo tenía diecisiete años y lo cruzó por el destino en la ciudad de Oslo. El caso que no sólo Sebastien se había enamorado de ella, un lobo joven, llamado Christopher aparentemente le disgustó lo ocurrido con el vampiro y decidió seguirla para conquistarla. Pero todo no quedó allí. Al enterarse de la existencia de Douglas, Christopher intentó matarlo aunque no pudo lograrlo. Su cuerpo está enterrado en el cementerio sami. Dicen que un vampiro lo asesinó y lo dejó tirado en la entrada de la reserva.
—Aguarda, ve despacio. ¿Por qué enterrado en el cementerio Sami?
—Christopher era descendiente puro, su apellido era Siida. Él y su hermano.
—¿Hermano? ¿Tenía un hermano?
—Exacto –agregó Mike—. Su nombre era Rob. Y cuando Christopher siguió a Sabina a Oslo lo dejó abandonado en el bosque. Conociendo a Christopher no dudamos que fue a propósito para que muriera por los lobos salvajes. Él no quería a nadie, sólo deseaba el poder de estar junto a la hija del alfa.
—¿Qué edad tenía cuando fue abandonado?
—Diez años –contestó Louk—. Jamás podía haber sobrevivido. Fue buscado hasta terminar el verano, sin embargo al comenzar las nevadas se dieron por vencidos. Las manadas de lobos salen hambrientas y un niño es un cebo muy fácil si está solo y sin armas.
—Pero… ¿Y si los lobos no lo asesinaron? ¿Si él convivió con ellos como el niño de la selva?
—Bueno… Mamina dice que hablaba con los lobos más dóciles que se acercaban a la reserva pero… No Drank, son muchos años de no ser visto.
—Ustedes dicen que no pisan el cementerio Sami. No pueden saber que hay más allá –refuté.
—No creo que un niño de diez años haya sobrevivido al abandono en esas condiciones, además Christopher pudo haberle hecho algo malo antes de abandonarlo. Parecía odiarlo. Muy a menudo le propinaba palizas y mamina era la única que se atrevía a enfrentarlo y defenderlo.
—¡Era su hermano! –protesté sin entender tamaña atrocidad.
—No conociste a Christopher. Douglas era ciego cuando lo secuestró, no le importó en absoluto y dicen que lo torturó. Era más fiera que los lobos que rondan el bosque.
—Mala entraña –murmuró Mike.
—No digas eso, Mike.
—¿Por qué no, Louk? Tú sabes. Los padres de Christopher y Rob se suicidaron cuando no pudieron cumplir la sagrada misión. No supieron cómo hacerlo o de cobardes no ayudaron.
—¿Qué sagrada misión? –pregunté.
—Los Siida eran los guardianes del alfa. Y no pudieron salvar a la madre de Sabina, alfa de la manada. Ella murió por un alud junto a su marido y uno de los hijos.
—Eso me suena más a catástrofe. No habrían sido culpables.
—Los guardianes del alfa tienen dones. Se dice que intuyen el peligro de su guía. Debieron saberlo –retrucó Mike.
—¿Sólo tenía como guardianes a los padres de Christopher y Rob? Gloria dice que sus guardianes son cuatro.
—Sí, son cuatro, según el libro de los lobos. Pero Yuka y Samuel habían muerto hacía cinco años. Yuka bebió demasiado una noche y se ahogó en el mar de Barent, era pescador. Y Samuel falleció de una bala perdida de un cazador. Le dio en el corazón.
—¿Gloria te dijo lo de los guardianes? –preguntó extrañado Louk.
—Sí, dijo que uno eras tú.
—Así es, me lo dijo Bernardo cuando la pequeña bruja le contó una noche. También nombró a Tim.
Reí.
—No le digas bruja a la niña. Es encantadora.
—¿Por qué crees que te lo dijo a ti? –indagó Mike mirándome curioso.
—No lo sé. Le pregunté por el cuarto guardián y dijo que el lobo blanco aún no se lo había dicho –contesté.
—Mira si soy yo y estoy jugando a los naipes y bebiendo café como uno cualquiera de la manada –sonrió Mike—. Debería comenzar a dar autógrafos.
—Tú sabes, si tienes dones extraños –sonrió Louk—. Además puede que el cuarto guardián no haya nacido.
—Eso es verdad, que pena me había ilusionado –rio Mike.
—¿Y tú, Louk? ¿Qué dones tienes? –pregunté.
—Pues no es gran cosa. Sólo que una vez— hizo memoria pensativo—, supe que Gloria corría peligro sin saber bien que ocurría. Salimos con varios de nosotros al bosque a buscarla. Tenía una visión de ella llorando en el bosque. Incluso su padre fue con nosotros aunque aseguraba que Gloria estaba con su madre recogiendo fresas.
—¿Qué ocurrió?
—Gloria se había perdido alejándose de su madre y ella la buscaba desesperada. Cuando llegamos ambas estaban acorraladas por unos cinco lobos que huyeron cuando nos vieron. Lo cierto que si no me hubieran hecho caso no hubieran sobrevivido ninguna de las dos. Gloria tendría cuatro años.
—¿Y Bernardo? ¿Tim?
—Tim es un ser noble como nadie en este mundo, repleto de virtudes. Ella ama conversar largas horas con él. Sabe mucho de la vida, como un gran filósofo que la guía.  Bernardo siempre fue su ángel guardián desde que la conoció siendo humano. Dicen que ella lo eligió.
—Creo que ella debió elegir a los tres –aseguró Mike.
—Puede ser, ahora habrá que esperar por el cuarto –agregó Louk.

Arquee la ceja.

—En realidad me preocupa que me aprecie tanto, lo siento cada vez que me mira –dije apesadumbrado.
—Tranquilo amigo, no tendrás esa bella y difícil responsabilidad. Porque para ello tendrías que ser uno de nosotros.



Rose.

Era madrugada de Navidad cuando me dispuse a ordenar la sala. Había papeles de colores y moños esparcidos por doquier. Sebastien y Charles bebían café que había preparado Sara, sentados en los sofás. Rodion me ayudaba apilando las cajas de regalos vacías. Bianca y Margaret habían subido a probarse los vestidos y zapatos recibidos. Scarlet estaría en la habitación con Anne quizás conversando sobre la visita de Grigorii. Y Liz subió a su alcoba con Lenya poco antes de las dos de la mañana.

Ron no estaba, había decidido dar una vuelta por el centro de Kirkenes. A pesar de la algarabía de las fiestas lo había notado triste y pensativo. Seguramente extrañaría a su amigo Anthony. Era su primera Navidad sin él. Suponía que vendría en estos días para pasar con los Craig fin de año. Era normal que habiendo formado una nueva familia tuviera que repartir su tiempo con los Gólubev.

Sebastien tampoco era un ramillete de dicha. Douglas había decidido quedarse en la Isla del Oso junto a Numa para alejarse de Marin y todos sabíamos que lo extrañaría. Yo… También extrañaba a Numa, aunque nos peleáramos a menudo y tuviéramos desencuentros por los celos.

Él no me había llamado por Navidad, estaba enfadado porque la última vez que discutimos le eché en cara el revolcón que se había dado con una humana en la isla. Creo que se llamaba Ster. Dijo que no tenía derecho ya que yo hubiera hecho lo mismo con cualquier vampiro errante. Era cierto, posiblemente hubiera repetido ese romance torrentoso con aquel bello ruso en uno de mis tantos viajes buscando alimento.

Es que pánico me daba de sólo pensar que debía fidelidad a un solo macho de por vida. Ni el matrimonio ni formar una familia estaba en mis objetivos. Sentirme libre era mi obsesión. Quién sabe si ese conflicto no resuelto vendría desde mi infancia creciendo en un hogar disgregado. Es que no había aprendido a hacer otra cosa que caminar libre y sin ataduras por la vida. Nacida de un vampiro desconocido había podido ser feliz de todas formas.

Toqué con mis dedos el bulto en mi bolsillo. Sonreí entusiasmada por el regalo de Bianca y Sebastien. Un móvil táctil. Nunca había tenido uno. Cuando hablábamos con Numa lo hacíamos por el teléfono de línea. Según Scarlet aprendería a usar mi obsequio rápidamente. Tenía mis dudas. Apenas lo vi junto a las chicas lo giré entre mis manos buscando el botón de encendido.

“Es este”, dijo Bianca y me enseñó como apagar y encender. ¿Pero el resto de opciones? Cielos… Era difícil.

Iba a retirarme a la cocina para indagar y que no tuvieran que enseñarme lo más básico. No quería pasar vergüenza y que supieran que era una vampiresa bruta e ignorante, aunque los Craig jamás me dirían eso, jamás.

Me senté en un taburete junto a la encimera y apoyé los codos para estar más cómoda. Con mi flamante móvil en mis manos lo encendí y la luz de la pantalla iluminó mi cara. Sé que estaba sonriendo aunque no tenía espejo, porque me sentía feliz.

Lo primero que leí fue la frase, “deslice el dedo por la pantalla para desbloquear”. Así lo hice…

Demonios, cuantas opciones… Contactos, play music, clock, whatsapp… ¿Whatsapp? ¿Qué era eso?

Ron entró por la puerta de la cocina que daba a los fondos.

—Oye, ¿por qué entras por aquí? ¿No deseas ver a nadie? –sonreí.
—No es eso. Ignoraba si estaba Anne en la sala, y ya sabes, se incomoda.
—Pero hoy ha estado con todos en Navidad.
—Sí, pero estaba su hermano. No sé… prefiero evitar problemas. ¿Qué tienes ahí? ¿Tu regalo?
—Siii, no sé bien como usarlo.
—Te enseñaré.

Dicho esto arrimó otro taburete y se sentó junto a mí.

Fue fantástico dominar ese trozo de tecnología. Había visto muchas veces a Bianca hablar con Sebastien aunque él estuviera a kilómetros de distancia. O a Lenya conversar con Liz a pesar de estar muy lejos de la mansión. Sin embargo ahora tenía un móvil propio y eso me ponía muy feliz.
—¿Quieres el número de Numa?

Miré a Ron y arquee una ceja.

—Luego, no estoy deseosa de llamarlo porque él no me llamó.

Sonrió.

—Ustedes dos son un caso perdido. De todas formas ahora ya sabes que se agrega en el ítem de “contactos”.
—Sí… ¿Y tienes el número de Anouk?
—Los tengo a todos los Gólubev, es por si Sebastien necesita algo urgente de ellos. A ver… Déjame ver…

Quitó del bolsillo su móvil de gran tamaño.

—¿Por qué es más grande? Nunca había visto uno así.
—No es sólo móvil, sino que tiene otras funciones. Con la pantalla más grande puedes leer libros sin forzar la vista, por ejemplo.
—Ah… Pues yo paso entonces –reí—. Deseaba estudiar hace un tiempo y se lo he comentado a Sebastien, pero ya se me quitó las ganas.
—Deberías hacerlo. Es bueno saber muchas cosas y tener un título. Algo debe gustarte ser. No sé… Doctora, abogada, profesora.
—A lo mejor más adelante. Ahora dime el número de Anouk.
—Okay…

Al cabo de tres minutos ya estaba llamando a mi amiga en medio de la euforia.

—¡Holaaa Anouk! ¡Soy Rose! ¡Adivina qué! ¡Tengo móvil! Me lo regalaron los Craig.

“¿En serio? ¡Qué bien! Ahora podremos hablar a menudo.”

—Siiii, y tu número fue el primero que puse en mis contactos.

Hubo un silencio… De pronto su voz en alto casi me deja sorda.

“¡Mamá, Rose tiene móvil y puso mi número como primer contacto! ¡Te dije que tenía amigas!”

Una voz más lejana contestó… “¡Me alegro cielo!”

Sonreí. Un poco de angustia aprisionó mi pecho. No sé si fue la alegría de Anouk al poder hablar conmigo. Extrañaba nuestras charlas. Un poco fue entender que la menor de los Gólubev había vivido muchos años sin saber lo que era tener amigos, y eso… debía ser horrible.

—Anouk, cuenta cómo has pasado.

De inmediato me relató una serie de hechos sobre la llegada de Dimitri y su chica humana. La reconciliación de él con su madre. Las miradas del chofer que trató de ignorar toda la noche, y etc.
Miré a Ron de reojo. Parecía ensimismado en un video juego de su móvil.

Hablé en tono bajo…

—Si hubiera sido el leñador bien que hubieras disfrutado –carraspee—. Tú sabes… Bernardo ha venido a saludar junto a Sabina pero… pero no sé más que contarte de la reserva… —volví a carraspear—. Él no vino a saludar a Liz.

Ron levantó la vista y sonrió.

—Okay, ya entendí. Charla de chicas. Voy a la sala.
—Graciaaaas –reí.

Ron desapareció y volví a la conversación.

—Ahora podemos hablar, después me indicas como cortas pues no sé con qué botón.
“Claro. Es el rojo que dice END. Cuenta, ¿entonces no apareció? ¿Estará olvidándose de ella?”
—No lo sé. Pero ella pareció recordarlo, estaba triste. Después de todo es su mejor amigo.
“Sí, lo sé… ¿Sabes? Soñé con él.”
—Dimeee, cuentaaa.

Anouk rio. Al parecer se apartó mucho más del bullicio porque no se escucharon ruidos y voces alrededor. Conversamos mucho tiempo y reímos también. Aunque siempre había contado con Sara, la amistad con Anouk tenía otro sabor. Quizás porque ella estaba cercana a mi edad y teníamos un carácter muy parecido. Éramos charlatanas, divertidas, e impulsivas. Y el amor aún nos debía una revancha.



Ron.

Abandoné la cocina en el preciso instante que Lenya bajaba las escaleras exaltado y feliz.
Me senté en el sofá junto a Charles después de servirme un coñac del pequeño bar.

—¡Oigan todos!
—¿Qué ocurre? –dijo Sebastien cerrando el periódico.
—Aprendí una canción de cuna para mi niño.
—¿De verdad? ¡Qué tierno! –se entusiasmó Charles.
—¿Quieren escucharla?

Hubo unos segundos de duda disipados por Rodion que aceptó encantado.
Sara sonrió sentada en sus rodillas.

—¡Escuchen!
—Somos todo oído –dijo Sebastien.
—¿Estás seguro? –murmuró Charles con una sonrisa.
—Ahí va… ¡pero escuchen todos!
—Sii siii –contestó impaciente su hermano.
—Vamos Lenya, quiero escucharla –animé bebiendo un sorbo.

Realmente su alegría de ser padre era contagiosa.

En tres segundos Lenya comenzó a entonar una canción extraña. Nunca había escuchado una canción de cuna con esa letra. Agrego… con esa letra extraña y esa voz horrible.

—Arrorró mi niño, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón. La Virgen lavaba, San José tendía, y el niño lloraba del frío que hacía…
—Ehm… interrumpió Sebastien—. ¿Podrías entonar mejor? El bebé no dormirá jamás.
—¡Mal hermano! ¿Por qué me dices eso?
—Perdón, —interrumpí—. ¿Quién es San José y la Virgen?
—Religión católica, querido –informó Charles.
—Ah… Pero quien quiera que sea ella lava él tiende y nadie acude a calmar al niño. ¿Qué clase de padres son? –me enfadé.
—Querido… —susurró Charles en mi oído—. Lo peor no es el niño que llora sino el que no cesará de llorar si escucha a su padre cantando.
—¡Okay! Intentaré de nuevo a ver si me sale –protestó Lenya.

Todos se echaron miradas rápidas de auxilio. Se sabía que en minutos no aprendería a no desentonar. Pero a decir verdad tenía varios meses para practicar… Pobre de nosotros.

Lenya repitió la canción no una vez sino varias. Fue mejorando sí, pero no para ganar los aplausos de la sala ni mucho menos los Grammy . Cuando intentó por quinta vez, Sara se puso de pie y se excusó.

—Iré a ver que hace Rose, permiso…
—Llévame contigo –suplicó Rodion en voz baja.

Sebastien desprendió su chaqueta y estiró los músculos. Recostó la espalda al sofá y con ese amor fraternal que tenía por su hermano soportó lo que se venía.

Me levanté una vez más a servirme coñac y me senté orando porque el suplicio terminara pronto.
Charles me sonrió.

—Olvídalo, el coñac no te salvará, no te dejará sordo.

Y así fue como no sólo no quedé sordo para evitar esos alaridos sino que no encontré excusa para levantarme e irme a la habitación. Sin embargo los milagros de Navidad sí existen, señoras y señores, porque nuestra salvadora, léase la reina del mar, bajó las escaleras con una dulce sonrisa.

—Mi amor… Ven a la cama…
—¡Ah Liz! Ya me sale mejor, de verdad. ¿Quieres escucharla otra vez?
—Claro cariño, pero en nuestra habitación –lo cogió del brazo y besó sus labios.
—Okay, también tengo otra canción que escuché en un programa de niños.
—¿En serio? –sonrió—. Amaré escucharla –mientras subían ella giró su cabeza y nos miró—. A no ser que quieran que se quede a cantarla aquí.
—¡Noooo! –exclamamos todos.

El ceño de Lenya mostró enojo.

—Son unos malvados insensibles.

Nos echamos a reír mientras ambos desaparecían por el pasillo de planta alta.

NOTA: Espero lo hayan disfrutado. Besotes. Lou.



14 comentarios:

  1. Uy por suerte no oi como canta Lenya . Adro lo dulce que es . Te mando un beso

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    1. ¡Hola cielo! Yo opino lo mismo,debería desentonar mucho. Igual vale la intención.
      Te mando un besote grande y gracias por comentar amiga.

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  2. Hola, Lou... Sabía que iba a salir un nuevo personaje porque lo dijiste en Facebook... me ha encantado conocer a Rob... a pesar de comportarse de un modo antipático, insociable y gruñón... creo que eso solo es una coraza porque, lo cierto, es que ha ayudado a Drank a salir de un gran apuro
    También creo que Rob es el niño de diez años que desapareció y al que dieron por muerto
    He visto a Rose muy ilusionada con su nuevo móvil
    No es necesario que jures que te divertiste escribiendo la última parte... se nota ;-)
    Yo me he divertido leyéndola... Arrorró... Lenya es genial ;-)
    Pero más que una canción de cuna parece un villancico ;-)
    Sospechaba que disfrutaría de este capítulo, y así ha sido
    Si lenya es genial... tú más
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Me alegro mucho que te hayas divertido con Lenya y su ocurrencia. Sí, Rob es el niño de diez años. Aún falta para saber porque no ha querido regresar y pedir ayuda. Quizás miedo, quizás verguenza, no lo sabemos. Parece un alma buena, solo un poco huraño y salvaje. Veremos que ocurre con él. Lo que estoy segura es que no se parece a su hermano. Un beso grande cielo que tengas buena semana. Gracias por tu aliento.

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  3. Mmm ese lobito misterioso que salvó a Drank esta super guapo!!!!...estos lobitos que buenos genes tienen jajaja...uuff Lenya no sirve para cantante a todos los traumo jajaja...bello el capitulo Lou muchas gracias!

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    1. ¡Hola Lau! Te diré que la virtud de buscar chicos guapos por la web pensando en los personajes no es solo mía.Tengo por suerte dos amigas Anabel y Ale que están pendientes de la historia y me envían estas bellezas. Después está en mí ver si encajan en el papel pero se ve que la pegan jajajaja. En cuanto a Lenya esperemos que no cante y que el niño se duerma con el arrullo de las sirenas aunque ellas dijeron que no saben cantar. Veremos querida amiga. Un besazo y gracias por comentar. Buena semana!

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  4. Querida amiga...otro capitulo mas y otra interrogante que nos dejas...no puedes con tu genio no? Me encanta ese nuevo personaje...literal y figurativamente porque esta mas fuerte q medicacion para locos y porque a pesar de su hosquedad tiene un lado amable.
    Evidemtemente voy a querer verlo seguido.
    Creo q hasta pude oir a Lenya aullando la cancion de cuna, me hiciste reir mucho.
    Tengo cosas en el tintero, asi q avanti con el proximo capitulo q lo espero con ansias....
    Pd...Es Rob el cuarto guardian? (😜)

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    1. ¡Hola Amii! Jajajaja me hiciste reír y la verdad que lo necesitaba. Está fuerte si, y es bastante huraño pero tiene una historia detrás muy cruel. Ya la conoceremos.
      Lenya mejor que no cante y teja escarpines, lo prefiero.
      Y Rob... no sé... Habrá que preguntarle a Gloria o mejor al lobo blanco. Un besazo y gracias por estar nena!

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  5. jaja, que malos, él tan feliz con su canción. quiero saber que le dijo Numa a Douglas de Marin

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    1. ¡Hola Claudia! Gracias por comentar tesoro. Pobre Lenya él pone garra. Es un tierno. Veremos si convence Numa a Douglas que Marin esta enamorada de él. Besote reina.

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  6. Yo creo que es el guardián que falta ese tal rob

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    1. Querida lectora, no sé si el lobo blanco habrá elegido a Rob como guardián. Lo que tengo la seguridad que jamás se equivoca con la elección. Habrá que esperar si el huraño ve al lobo blanco. Un besazo y te agradezco mucho el comentario.

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  7. La ternura de Lenya es innegable!LO ADOROOOOO

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    1. ¡Holaa mi Joha! Siiii es un tierno.Creo que podían haberle tenido más paciencia. Un besotee y gracias por estar por aquí.

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