Capítulo 29.
Un susto.
Sebastien.
Marzo había llegado con un clima estable y soleado. La
nieve se derretía paulatinamente día a día dejando ver la vegetación dormida
durante el invierno con nuevos brotes de diferentes tonalidades de verde.
Kirkenes renacía de la cruda estación y nosotros… Nosotros
también.
No podría asegurar que nuestro hogar era un ambiente
de paz y sosiego. En una familia sobre todo tan numerosa como la nuestra jamás
faltarían discusiones, enfados, y opiniones diversas. Sin embargo se mantenía
el amor y cariño por cada uno de los integrantes, así que podría asegurar que
todo encajaba en los cánones normales.
Charles y Margaret solían escaparse a menudo a su
cabaña y disfrutar de la intimidad, aunque nunca dejaban de mantener contacto
conmigo por si algo importante surgía. Douglas y Marin vivían en el hotel “La
manada”, habían decidido por el momento alquilar una habitación mientras
Douglas preparaba finalmente la tesis de doctorado para junio. Los fines de
semana se quedaban en casa y podía verlos felices y enamorados cuestión que me
hacía muy dichoso.
Rose había comenzado a prepararse para rendir sus
primeras asignaturas ayudada por Scarlet y Bianca. Sara y Rodion partieron en
un viaje por un mes, ya que una vez que naciera su niño no podrían vivir una
luna de miel como hasta ahora, era obvio aunque
para bien, que sus vidas cambiarían.
Numa, me acompañaba a la Isla del Oso casi siempre que
sus estudios le permitían. Él deseaba obtener el título en Licenciatura físico—química.
Había dudado muchas veces sobre su vocación como todo joven, pero el análisis
de los minerales lo atrapó definitivamente.
De Anthony, desde fin de año no lo habíamos vuelto a
ver. Se había instalado en Francia junto a Svetlana. Sin embargo Ron mantenía
contacto con él a través del móvil y nos ponía al tanto de su vida parisina.
Estaba feliz junto a su amada y su pequeña Milenka.
Mi hermano era el encargado de llevar adelante la
administración del hotel Thon. Junto a Liz habían fijado fecha de boda para fin
de mes, y ambos lucían entusiasmados. Porque negarlo, todos en la mansión
también lo estábamos. Aún no se notaba el embarazo de mi futura cuñada pero
Lenya vivía el día a día como si ya tuviera el niño en brazos. El único
conflicto importante que había surgido entre ellos fue cuando Liz comenzó a
trabajar en el Registro Civil. La bella rubia deseaba aportar y no aceptaría de
ninguna forma quedarse a tejer escarpines durante la dulce espera.
Recuerdo que discutían en la sala y yo intercedí a
favor de mi hermano, alegando que no eran celos ni machismo el deseo que no
saliera de casa, pero no conté con una acérrima rival que había pasado por lo
mismo. Así que Bianca, también presente en ese momento, defendió la posición de
Liz, ya que según ella había sufrido algo similar cuando era una novata
vampiresa.
Liz comenzó a trabajar por las mañanas muy a pesar de
mi hermano. En resumen y cada vez más convencido, creía que las hembras de la
casa por más berrinche que nos diera a los machos, ellas tarde o temprano
salían con la suya.
Anne… Bueno Anne era un caso aparte. No había
adelantos que mereciera la pena mencionar. Se mantenía en su habitación y pocas
veces recorría los jardines con alguna de las chicas. Grigorii había alquilado
un apartamento en el centro de Kirkenes pero no sé cómo habría hecho Scarlet
para convencerlo de que dejara un tiempo más a su hermana en la mansión. Es
decir… Podría deducir que artilugios podía usar la princesa de los Craig frente
a un macho enamorado, pero prefería no imaginármelo.
Bianca y yo estábamos tan enamorados el uno del otro
como el primer día que nos conocimos. Por mi parte ansiaba un hijo de ella
aunque cuidaba de no ser impertinente con mi impaciencia, bueno… a veces lo
lograba.
Salí del despacho en el instante que Numa bajaba la
escalera.
—¿Estás listo, hijo?
—Sí, papá. El viernes rindo examen pero no te
preocupes, llevo mis apuntes.
—¿Seguro? ¿No prefieres quedarte? Sólo tienes cuatro
días.
—Seguro.
Lenya entró a la mansión como si lo llevara el diablo.
Liz tras él… Oh oh…
—Buenos tardes —saludé.
Respondieron al unísono para continuar con una
acalorada discusión.
—¡Basta, Lenya! ¡Eres insoportable! ¡Tú estás loco!
—¿Loco yo? ¡Tú eres la loca que pone en riesgo al
bebé!
Carraspee…
Ellos siguieron como si no existiera. Numa encogió los
hombros.
—Lenya, no pienso dejar de trabajar por un simple
mareo.
—¡Tú que sabes si fue un simple mareo!
—¿Cómo que no sé? ¡Soy la futura madre! ¡Conozco mi
cuerpo!
—¡Pero nunca has estado embarazada! ¿O sí?
Frunció el ceño enojado.
¿Qué dices, idiota?
—Digo, si alguna vez has quedado embaraza. Pues hablas
con una experiencia increíble. No tienes temor a nada, estás muy segura de los
síntomas y… Dime…Dime la verdad. Drank te embarazó alguna vez.
La cara de Liz reflejó el espanto, después… la furia.
—Lenya… —murmuré, mirándolo con reproche.
—¡Eres un imbécil! ¡Te odio con todo mi corazón! ¡No
quiero verte en mi vida!
—Por favor… Cálmense los dos –sugerí.
Mi hermano respiró jadeante. Aún tenía el gesto de
enojo, sin embargo algunas líneas endurecidas de su rostro parecían haber
desaparecido. Lo conocía y sabía que estaba en parte arrepentido de lo dicho.
Pero Lenya era así y así había que tomarlo. No mencionó una disculpa ni
siquiera un movimiento de acercarse a Liz.
Giró y subió la escalera vociferando.
—¿No quieres verme? ¡Aguarda, Sebastien! ¡Iré a la
Isla contigo!
Me acerqué a Liz.
—Escucha, no tomes en cuenta las cosas que dice. Lo
conoces, es impulsivo. Pero te ama.
Liz se sentó en el sofá y las lágrimas comenzaron a
resbalar por sus mejillas.
Los portones se escucharon por segunda vez y faltó un
par de minutos para que Bianca y Sabina entraran muy alegres y divertidas.
Sabina saludó cordial y Bianca quedó muda ante el
cuadro.
—Bien… ¿Qué ocurrió aquí? ¿Por qué lloras Liz?
Liz enjugó sus lágrimas mientras mi hembra se sentaba
junto a ella.
—¡El padre de mi hijo es un idiota!
—¿No es Lenya? –preguntó Sabina, a la cual miramos
todos para que callara.
Susurró un perdón y se deslizó en el sofá frente a
Bianca.
—Cariño, dime que ocurrió.
Antes de que Liz se angustiara más de lo debido
relatando a Bianca el hecho, conté lo sucedido tratando de suavizar algunos
entredichos.
—¡Sebastien! No lo adornes –protestó Bianca—. Lo que
dijo Lenya fue desubicado.
—¡Es un desalmado! –lloró Liz.
—Tranquila, cariño. Estoy segura que no quiso decir
esas cosas. No es desalmado y tú lo sabes –se compadeció Bianca.
—Bueno… Secuestró al Chamán y lo torturó –acotó
Sabina.
—¡Sabina! ¿Quieres dejar de agregar leña al fuego?
–Protesté.
—Yo no agrego leña al fuego, pero ante todo soy hembra
y estuve embarazada, así que sé cómo se siente esta pobre criatura. ¡Angustiará
al bebé!
Liz miró a Bianca con tristeza.
—¿Por qué es tan cruel conmigo? ¿Cómo pudo decirme algo
así?
Bianca la abrazó y me miró de reojo. Sinceramente no
se me ocurría nada que decir para hacerla sentir mejor.
—Lenya está celoso de Drank –dijo Sabina—. Quizás sea
mejor que Bernardo le busque un lugar lejos de la reserva, así no tendrás
problemas.
—¡Noo! ¡No lo hagan! No puede pagar la culpa de otro.
Es mi único amigo. Aunque estemos distanciados yo lo necesito.
Los pasos lentos de Lenya bajando cada escalón demostró
que no sólo había escuchado a Liz, sino que su “yo lo necesito” lo había
quebrado en pedazos.
Hubo silencio. Liz bajó la mirada… Ni siquiera cuando
mi hermano habló, ella lo enfrentó a la cara.
—¿Lo necesitas? Seguramente habría sido otro tipo de
padre, ¿no es cierto?
—Lenya… —intentó interceder Bianca.
—No, deja… No agregues más a mi dolor. En este
instante me arrepiento de tantas cosas.
Liz de un salto se puso de pie y lo enfrentó.
—¡Dilo! ¡Di que te arrepientes de haberle salvado la
vida!
—¡Sí! ¡Sí, me arrepiento! ¡Y también de haberte
conocido!
Cerré los ojos… Mierda…
Liz subió llorando las escaleras seguida por Bianca.
Sabina recogió su bolso en silencio y preguntó por Sara. Había traído ropa de
recién nacido para su futuro bebé.
—Sara y Rodion están de viaje –murmuré—. Le diré a
Rose que te preparé un café mientras esperas por Bianca… Vamos Lenya, veremos
si hay pasaje para ti.
……………………………………………………………………………………………..
En el aeropuerto y con los pasajes en mano caminábamos
rumbo a la escalerilla del avión. Numa leía un folleto de turismo entre sus
manos en perpetuo silencio. Dudé una y otra vez si decir todo lo que pensaba,
finalmente lo largué.
—Tú estás loco, ¿verdad? No puedo creer que le hayas
dicho lo que dijiste.
Lenya acomodó su bolso en el hombro y miró un punto
fijo esquivando mi cara.
—¿Me escuchaste? Está embarazada, no puedes vivir
discutiendo. Por una parte los cuidas y te desvives y por otra la haces llorar.
Cerró los ojos unos segundos y después me miró.
—Sabes que no sentí en verdad lo que le dije.
—Lo sé… Sin embargo lo dijiste. Las palabras no las
borrarás por más que le pidas perdón. Es que… ¡Demonios, Lenya! ¿Por qué no
piensas antes de abrir la boca? Yo también sin querer despotrico y digo cosas
pero no tan hirientes. La trataste no sólo de esconder un embarazo anterior, o
un aborto, no sé lo que interpretó ella, además le dijiste que estabas
arrepentido de haberla conocido. ¿Qué diablos pasa por tu cabeza? Sé que tus
celos no te dejan razonar.
Me miró fijo. Una gran tristeza cubría su mirada.
—Tú no entiendes, naciste de una hembra humana y en
tus genes corre la diplomacia y la sabiduría de saber detectar y detener a
tiempo lo que dirás. Soy hijo de una vampiresa hechicera, avasallante e
impulsiva, capaz de haber enfrentado nada menos que a nuestro padre. ¿Y qué me
pides? ¿Que nazca de nuevo de otros padres? ¿Qué mi genética se borre de un
plumazo? ¿Qué me pides? Soy así… Sé que le hice daño. Pero también estoy
dolido. La has escuchado muy bien. Dijo que lo necesitaba, ella lo quiere.
—Pero no lo ama, Lenya.
—No sé… Quizás si yo no me hubiera cruzado…
—Ella ya no era su chica cuando la conociste. No
inventes fantasmas. Vamos… Hay que subir al avión. Veremos cómo arreglamos tu
pelea.
Liz.
Eché a Bianca de mi habitación con gratitud y
cortesía. Sabía que Sabina había quedado en el medio de una escena horrible y
después de todo no era el plan de mi prima pasar una tarde así. Le dije que ya
me sentía mejor y que era una de las tantas peleas con Lenya por su carácter
del demonio. Lo cierto que al quedar sola en la habitación mis lágrimas
comenzaron a salir y el llanto silencioso y desgarrador llenó el espacio de su
ausencia.
Conocía los celos de Lenya, los eternos celos de
Lenya. Parecía que por etapas de nuestra relación él se sentía confiado en mi
amor, pero otras… Su mirada delataba ese rencor porque Drank siempre estaría en
mi vida. ¿Cómo quitarlo de encima como si fuera una prenda o un objeto que
abandonas en una mesa y lo olvidas? ¿Tan difícil de entender? De todas formas
podía ser hasta comprensible sus temores, pero… decirme que estaba arrepentido
de haberme conocido… No… Eso no podía habérmelo dicho si nunca lo hubiera
pensado.
¿Y ahora qué haría? Acaricié mi vientre que acunaba
ese ser aún tan diminuto. Me arrepentí de continuar esa pelea, debí haber
frenado a tiempo su ira. Sólo conseguí enfurecerlo más y que escupiera esa
horrible frase… Frase que dudaba si no era lo que sentía dentro de su corazón.
Observé la ventana, la luz tenue del atardecer de
marzo moría para dejar paso a una noche cada vez más breve. El aroma a coco del
bloqueador solar me daba náuseas, pero no me lo quitaría… Debía salir de la
mansión… Caminar hacia la reserva… Y verlo… Necesitaba ver a mi amigo, aunque a
él le hiciera daño verme. No podía quedar con la angustia por temor al bebé. Y
nadie entendería mi tristeza, nadie… Sólo él.
Drank.
Regresábamos de trabajar junto con Louk, después de
una jornada agotadora. Valía la pena el esfuerzo y sacrificio ya que la construcción
del futuro Jardín de Infantes estaba quedando muy bonita. Deseaba darme un baño
y beber un café cargado. Hubiera sido bueno tumbarme a dormir temprano para así
mañana haber repuesto mis fuerzas. Sin embargo mi intención era otra. Cenar con
el Sami ya que hacía dos semanas que no lo veía y seguramente él también
extrañaría mis visitas. No tenía a nadie con quien conversar.
Louk preguntó si el próximo fin de semana saldríamos
al centro de Kirkenes a beber algo. Él deseaba aprovechar ya que sería el
cumpleaños de July en pocos días y tenía visto un bonito regalo para ella. Le
dije que por supuesto lo acompañaría y de paso compraría algo para mi padre. Se
me había olvidado el obsequio de la pasada Navidad despreocupado porque él se
quedaría en las fiestas en Drobak.
De pronto al girar la curva del sendero hacia mi
cabaña, la vi… Mi garganta se secó y el nudo en el estómago provocó un
cosquilleo. Louk me miró y arqueó la ceja.
—Pensé que le habías dicho que no se acercara.
—Lo sé –murmuré—. Algo ocurrió y no pienso decirle que
se vaya.
—Tú sabrás.
Mi amigo se desvió hacia su hogar y yo avancé
rápidamente al encuentro de Liz.
La vi sentada en los troncos, con su largo cabello
rubio, cabeza gacha mirando el suelo, sus manos entrelazadas en la falda…
—Liz –la llamé aún faltando varios metros.
Ella levantó la vista y se puso de pie. Se quedó
inmóvil aguardando que llegara.
—Hola Drank, siento haber venido… Sé que quedamos en…
—Eso no importa –contesté.
Noté sus ojos hinchados… Había estado llorando.
Me detuve frente a ella con los brazos en jarro. No
hubo un beso amistoso en la mejilla ni un abrazo como antes. Sólo ella y yo
frente a frente.
—Verás… Te parecerá ridículo… Pero… discutí con Lenya
y…
—¿En tu estado? –fruncí el entrecejo.
Dudó…
—Creo que no fue buena idea venir –susurró avanzando
hacia el sendero.
—¡Aguarda! No te vayas.
Pensé que si necesitaba hablar sobre una discusión con
su pareja no sería conveniente que echara leña al fuego, así que reaccioné. Era
mi amiga y no debía olvidarlo.
—Me alegro que hayas venido si te sentías enojada.
Después de todo sigo siendo tu amigo, ¿o no? Ven, beberemos un café.
Ella continuó inmóvil, quizás arrepentida.
—Ven Liz, prometo ser objetivo –sonreí.
Ella sonrió apenas pero me siguió.
Preparé café mientras Liz sentada en el sofá me hacía
preguntas sobre mi padre y su viaje a Drobak, sobre mi media hermana y otros
temas sin tanta importancia. Quité la cafetera hirviendo y serví dos tazas
llenas.
—Oye, ¿puedes beber café? –pregunté desde la cocina.
Escuché su risa breve pero risa al fin.
—¿Qué les ocurre a los hombres? Estoy embarazada no
enferma.
Me acerqué con las tazas y deposité una en la mesa
baja, frente a ella. Fui por el azucarero y lo ofrecí.
—¿Azúcar?
Negó con la cabeza.
—No, gracias… —entristeció—. Me acostumbré a él… Lenya
lo bebe sin azúcar…
Cubrió su rostro con ambas manos y estalló en llanto.
¿Cómo explicar lo que sentí en ese instante? Rabia,
furia, impotencia por no ser poderoso como él y romperle la cara. Sentí que era
un idiota por tener tanto honor y no pelear por ella a pesar de la promesa y el
agradecimiento. A la vez… Supe que nada serviría. Ni mi inexistente poder si lo
tuviera, ni las palabras para hundirlo definitivamente. Por la sencilla razón,
que esas lágrimas decían mucho más que mil palabras. Ella lo amaba, lo amaba
con todo el corazón.
Respiré profundo y traté de equilibrar mi enojo. Dije
que iba a ser objetivo e iba a cumplirlo…
—¿Qué ocurrió, Liz?
Ella suspiró y secó sus lágrimas. Sí… En otro momento
yo lo hubiera hecho. Sin embargo hubiera sido contraproducente, para ella, y
para mí.
Me miró y trató de contar lo ocurrido esa tarde, el
temor desmedido de él por el bebé, el enojo como respuesta por parte de ella, todo
yéndose de las manos en una sucesión de palabras por querer la hegemonía, y la
frase… La frase que estaba seguro que Lenya no habría querido decir.
—No me ama… No me ama por eso lo dijo.
Respiré nuevamente dándome tiempo para pensar. Alguien
con decenas de neuronas hubiera hallado la puerta a la oportunidad de ganar
puntos a favor, pero yo aparentemente carecía de buena parte de ellas. Y sin
recurrir a mi cerebro, hablé con el corazón…
—Sí te ama. No pensó lo que decía.
—Alguien que dice eso debe haberlo pensado –retrucó.
—Te equivocas y tienes mala memoria. Bebé el café, se
enfriará.
Bebió un sorbo y me miró.
—No sé a qué te refieres.
Bajé la vista haciendo memoria… Después sonreí y la
miré.
—¿No recuerdas? Te lo dije en una de nuestras peleas.
No mentía. Lo que ocurre que a veces olvidamos lo que
no nos hace bien.
—No recuerdo.
—Sí, te lo dije. Tú habías ido a un campamento con
unas amigas. Me habías mentido que no habría chicos y sin embargo me enteré por
Johnny la verdad. Discutimos, y era tanta mi rabia que te dije que maldecía el
hecho de haberte conocido.
Sonrió.
—Creo que ahora que lo dices…
—Y agregó más –bebí el café—. Un día me viste con
Trizi, ¿recuerdas? La bella chica ganadora del premio Miss Drobak. Fue tal el
ataque de celos que te dio que me deseaste la muerte.
—No recuerdo –bajó la vista.
—Sí, me deseaste la muerte. Dijiste, “¡ojalá te
mueras, Drank!”
Rio.
—No pude ser tan mala.
—Fue lo que te salió en el momento. Estabas furiosa.
¿Y sabes qué? Nunca recordé lo que me deseaste cuando estuve sufriendo en el
hospital. Porque nunca dudé que fueron palabras sin sentido llevadas por el
enojo.
Me miró con ojos brillosos.
—Es una suerte que no seas rencoroso. Nunca hubiera
deseado de corazón tu muerte. Lo sabes bien.
—Sí, lo sé. ¿Entonces?
—Entonces, ¿qué?
—Piensa, ¿no es probable que a Lenya le haya ocurrido
lo que a ti? Ustedes, tan impulsivos y orgullosos.
Calló…
Bebió otro trago de café y quedó pensativa.
—Sé que te ha dolido lo dicho por Lenya –continué—. A
mí también me dolió cuando me deseaste la muerte. Y supongo que a ti te dolió
cuando desee no haberte conocido. Pero ya ves. Ninguno lo ha querido decir verdaderamente.
Me miró fijo un buen rato… sin hablar… Para mí, una
tortura.
—Sé que soy una egoísta al venir aquí –sus ojos se
llenaron de lágrimas—. Pero eres mi amigo, aunque sé lo que sientes. Perdóname
por pensar en mí y correr a tu lado. No es que no me importe hacerte trizas, no
es así… Yo…
—Tranquila, no es tan fatal como se ve de afuera.
—Sí, lo es. No me lo niegues. Sólo te pido disculpas,
por favor… Perdóname.
—No es tu culpa. No me pidas perdón, y guárdalo para
él. Te lo digo con sinceridad y sin resabios. Él te ama y tú también lo has
lastimado. Me nombras, me tienes en tu vida, y Lenya debe soportarlo. No es
fácil para un vampiro como él.
—Pero él me lastimó.
—Estoy seguro que debe estar muy arrepentido.
Calló nuevamente…
—Liz, el tiempo pasará y yo volveré a amar. Te lo
prometo. No te preocupes por eso. Tú tienes que pensar en tu hermosa familia.
En ese niño que es fruto del amor que se tienen. Aunque peleen, aunque se digan
esas frases sin pensarlo. La verdad… Como me dijo Adrien ese día… La verdad es
que él pudo abrazar a su padre y no lo eligió. Por ti, no lo escogió. No lo
olvides. No habrá prueba de amor más grande que esa.
Sebastien.
Salí del bar con András riendo sobre las anécdotas de
su pequeño que ya caminaba y hacía travesuras. El tiempo transcurría muy rápido
y cuando querías acordar otro año pasaba por encima de ti y tomabas conciencia
que debías disfrutar de la vida.
Lenya no había querido hacerme compañía. No estaba con
ánimos de divertirse. La pelea con Liz lo tenía a mal traer. Así que se quedó
en la cabaña con Numa mientras éste estudiaba para el examen.
Camino a mi casa recibí una llamada de Douglas. Habían
decidido cenar con Marin junto a Bernardo y su madre. Pregunté si se había
cruzado con Carl pero me tranquilizó. Según las últimas noticias, el lobo
estaba recluido en una cabaña al parecer de un tal Tim.
Entré a la sala y el aroma a piña y leña encendida me
rejuveneció. La estufa a leños aún se usaba por estos recónditos lugares cerca
del polo norte, y daba esa sensación de haber regresado a mi hogar. Claro que
me faltaba mi Bianca, pero seguramente el fin de semana se daría una escapada a
estas tierras heladas y disfrutaríamos de un par de días relajados y felices.
Ojalá que Lenya y Liz se habrían reconciliado porque
tampoco era cuestión de sentir dicha cuando mi hermano no lo estaba pasando
bien.
Me senté en el sofá después de quitarme el abrigo. Él
estaba frente a la estufa con la vista clavada en las danzantes llamas
naranjas.
—¿Y Numa?
—Arriba, en su habitación.
—¿Hablaste con ella?
Negó con la cabeza.
—Deberías llamarla y pedirle disculpas. No veo otra
solución si es que quieres sentirte mejor y alegrar esa cara.
—No sé qué decirle.
—Pues, “perdón”.
—No es suficiente para lo que le dije. La conozco.
—Te ama, Lenya. Deja ya de dar vueltas a esto.
Terminarán reconciliados. Lo sabes.
—No lo sé… De verdad que no lo sé.
El móvil volvió a sonar.
—Disculpa.
No reconocí el número, de todas formas atendí el
llamado…
—Hola… ¿Quién?................. ¡Oh, Ekaterina! ¡Qué
sorpresa! Sí……… Dime………..
Mi rostro se descompuso, Lenya arqueó las cejas y
siguió atento a la conversación.
—Ekaterina, yo… lo lamento… Por favor… Cuéntame de qué
murió ………… ¿Estás segura? ¿Cómo puede ser? .................... Sí ………………….. No
te preocupes ……………… Charles se encontrará contigo y te haré llegar lo que
necesiten………… Toma nota, te pasaré el número de Charles……….. Es mi mano
derecha. Tenme al tanto y… Lo siento, de verdad…………. Hasta pronto.
—¿Qué rayos ocurre? Te has puesto pálido. ¿Quién es
Ekaterina? Me suena.
Abandoné el móvil en la mesa de living y tragué
saliva.
—¡Sebastien! ¡Contesta de una vez!
—Es… Era Ekaterina. Ella es una de los vampiros rusos,
ese aquelarre errante del que te he hablado.
—¿Y?
—Ella me dijo que… Olga, su hermana, falleció.
—Bueno, no es nada extraño que un vampiro muera.
Aunque difícil.
—Ella contrajo un virus.
—¿Un qué? ¿Virus dices? Pero si los vampiros no nos
contagiamos de virus que atacan humanos.
—Sí, lo sé. O al menos es lo que creía saber.
—Hay que dar aviso a Natasha. Ella quizás sepa algo.
—Pero no podemos por vía telefónica. Natasha trabaja
para el gobierno ruso desde hace un tiempo. Es probable que escuchen las
llamadas. Me lo dijo Mijaíl.
—Okay, tranquilo. Debe haber una explicación.
—Quieren enterrar a Olga como se merece.
—Me parece justo.
—No tienen documentos. Necesitan aunque sea
pasaportes. Le diré a Charles que viaje y lleve los necesarios.
—¿Cuántos son?
—Cuatro. Ella dijo cuatro. Charles llevará el sello de
“el ruso” un amigo que se ha jubilado y nos brindó pasaportes vacíos para
completar.
—¡Ah, pero tú sí que tienes amigos poderosos!
—¿Lenya, no recuerdas? Lo hicimos con Rodion para que
pudiera viajar. Y con Scarlet cuando comenzó a estudiar.
—Tienes razón. Pero entonces ahora serán noruegos.
—Sí, es la única solución que se me ocurre.
Me miró fijo y esquivé la mirada.
—Tú crees que sólo tú me conoces a mí, y yo puedo
asegurarte que también te conozco muy bien. ¿Qué te ocurre? Además de la
incógnita del virus.
Me puse de pie y fui al bar de ladrillo para servirme
un coñac.
—¿Quieres uno?
—Sí, y quiero que me cuentes.
Le ofrecí el vaso casi lleno y bebí un trago del mío.
—Olga…Olga y yo tuvimos una especie de… romance, revolcadas,
o como quieras llamarlo. Nada importante.
—Okay, ¿alquilo una carpa para los dos cuando
lleguemos a Kirkenes?
Sonreí.
—No. Olga y yo estuvimos muy poco tiempo juntos y fue
varios años antes de conocer a Bianca. Sólo que… Nada… Tengo recuerdos bonitos,
y ahora está muerta.
—Te entiendo.
El móvil volvió a sonar.
—Diablos, hoy no me dejarán en paz –vi el nombre de
Bianca en la pantalla—. Hola amor…………. ¿Qué? ¡No puede ser! Tranquila,
tranquila amor, se lo diré……….. Okay, ¿llamaron a Olaf?...........................
Bien, han hecho bien. Tranquila, todo será un susto.
Corté la llamada y Lenya estaba de pie. Sus ojos gris
claros habían oscurecido.
—Dime que no es Liz.
—Sí, lo siento. Es sobre ella.
—Nooo, nooo, dime que no ocurrió nada con el bebé.
¡Por favor, Sebastien!
—Escucha, el bebé está bien. Ella tuvo unas pérdidas
pero Olaf la examinó. ¡Cálmate!
—¡Es mi culpa! ¡Soy un hijo de puta!
Numa bajó la escalera asustado.
—¿Qué ocurrió?
—Nada, tranquilo. Liz tuvo unas pérdidas pero el bebé
y ella están bien. Olaf ordenó reposo.
—No, es mi culpa. Se angustió por lo que le dije. ¿Por
qué? ¿Por qué mierda no pensaré antes de decir idioteces!
—Todo está bajo control, debes mantener la calma.
—Cogeré mi bolso y me materializaré en la mansión. No
puedo estar un segundo más sin verla.
—Te entiendo, anda… No pierdas tiempo.
Lenya.
De cuerpo entero surgí en la sala. Rose salió de la
cocina segundos después con un libro bajo el brazo.
—¡Ay mi madre! ¡Me asustaste! No escuché los portones.
—Me materialicé.
—Ah…
Lancé el bolso sobre un sofá y me dirigí al bar.
—Me serviré un whisky, no…mejor un vodka.
Rose siguió mis pasos con la mirada.
—¿Quieres que te lo sirva? He terminado de estudiar.
Aunque hay mucho que hacer en la casa. Sara no está, Margaret tampoco, Anne no
sale de su habitación, Bianca y Scarlet trabajando…Y Liz no podrá recoger un
papel…
—Lo sé. Puedo servírmelo, gracias.
—¿No subirás a verla?
—¡Por supuesto! ¿Cómo crees?
—¿Tienes miedo enfrentarla?
—No tengo miedo a nada, Rose. No seas impertinente.
—Es natural, yo lo tendría.
Me serví el vodka y me acerqué al gran ventanal.
Observé el jardín.
Giré la cabeza para contemplarla.
—¿Vas a quedarte mirándome? ¿No dices que hay mucho
que hacer?
—Cierto. No olvides llevar tu bolso a la habitación
cuando cojas coraje. Sebastien dice que no hay sirvientes, sólo amigos que
ayudan en las tareas.
—Lo tengo muy claro.
Subió la escalera no sin antes dibujar una sonrisa
maléfica. ¡Hembras!
Mi mirada recorrió parte del jardín. En un rincón, el
último de la derecha, un jardinero con flores nuevas… Más allá… un grupo de
cipreses de hojas perennes… Por la ausencia de nieve el sendero lucía
despejado… Ron salió por el costado derecho de la casa hacia los portones,
acompañado por tres humanos… Serían los obreros.
Me recosté al cristal de la ventana. ¿Cómo enfrentaría
a Liz? ¿Pediría perdón y ella aceptaría, o continuaría enfadada sin dirigirme
la palabra? Quizás apenas verme me echaría furiosa gritando que casi mato a
nuestro bebé…
No tenía valor… Esa era la verdad.
Ron despidió a los obreros y una voz desde planta alta
me sobresaltó.
—¿Estudiando el jardín?
Era su voz… Liz… Joder…
—Lenya, mírame.
Cerré los ojos y negué con la cabeza.
—Si no me miras, bajaré las escaleras. Y toma en cuenta
que en teoría no podría.
La miré.
—¡No! ¡No bajes la escalera, por favor! No quiero
tener más cargos de conciencia de los que tengo.
Ella se apoyó a la barandilla. Estaba tan hermosa con
su pijama celeste.
—No fue tu culpa. Podría usar esa mentira para ganarte
la jugada y hacerte sentir el peor de todos. Sin embargo no es mi estilo. Lo
sabes.
Me acerqué al pie de la escalera.
—Tienes pérdida de sangre por mí.
—No, no fue el disgusto por pelearnos. Caminé
demasiado.
—¿Caminaste? ¿Dónde fuiste?
Me miró fijo.
Respiré profundo…
—Ya veo, fuiste a verlo.
—Sí, fui a verlo. Necesitaba hablar con un amigo.
Sonreí con ironía.
—¿Y qué te dijo el perfecto de Drank? ¿Qué tienes un
energúmeno desalmado como futuro padre de tu hijo?
—Él dijo… Que el sacrificio que tu habías hecho
salvándole la vida demostraba el gran amor que me tenías. Que muchas veces
decimos frases por enojo, que no sentimos.
Bajé la vista.
—¿Y tú qué piensas?
—Que tiene razón. Todos decimos palabras que nuestro
corazón no aprobaría nunca. Siento haber caminado tanto hasta la reserva.
Siento haberte insultado.
—Yo… Yo no quise decirte que me arrepentía de haberte
conocido. No es así… Tú… Tú eres mi mundo, mi vida, mi todo. Y el bebé que
esperamos con tanto amor… ¿Por qué me amas aún?
Sonrió.
—No dudes más de mi amor. Termina con esos celos
estúpidos. Drank siempre estará en mi vida, como amigo.
—Es… Es perfecto. Yo no –murmuré con gran angustia.
Ella suspiró con cansancio.
—Cuando vivía en Drobak… soñaba que a mi vida vacía y
rutinaria llegaría un bello vampiro de ojos tormentosos y torneados músculos a
rescatarme. Era una hermosa fantasía que alimentaba día a día mis horas y mis
noches. Ahora… Ahora lo tengo aquí, junto a mí… Puedo sentir sus brazos
protegerme cada madrugada, puedo ver su iris gris plata hirviendo de placer con
sólo mirarme. Y lo tendría piel a piel, oliendo el aroma del único perfume con
el que quiero impregnarme. Salvo… por una odiosa escalera que nos separa.
Subí tres escalones y dudé…
—¿Quieres que suba y te abracé? ¿Me perdonas por dudar
de tu amor?
—¿Y tú? ¿Disculpas no escuchar tus consejos y
encapricharme?
Asentí.
En dos segundos estuve junto a ella. Mis brazos la
atrajeron y la encerré entre aquellos músculos que había soñado siendo humana.
Mis labios cerca de los de ella…
—Aquí estoy… Para ti…
Me miró a los ojos.
—Tengo una mala noticia.
—Dime –acaricié su boca con el pulgar.
—No habrá sexo hasta que las pérdidas cesen.
Suspiré.
—Creo que puedo con ello.
Sonrió.
—Te amo.
—Yo también, Liz. Prometo no ponerme celoso por Drank.
Rio.
—Oye, ¿no me crees?
—Si lo lograrías algún día, no serías Lenya Craig.
La cargué en brazos y la llevé a nuestra habitación.
Esta vez, no habría sexo de reconciliación. Sin embargo no importaba. Con ella
había aprendido el placer que se siente acurrucarse en sus brazos, disfrutar
las caricias tiernas, contemplar el cielo desde la cama, y escuchar el latido
de su corazón y el de nuestro bebé.
Ah que lindo capi!!!! Como me gusta cuando Liz le pone los puntos a Lenya aunque me da mucha pena que discutan.
ResponderEliminarSupongo que de a poco aceptará que Drank esta ahi para quedarse y no en plan segundo amor sino primer amigo.
Aplaudo a Drank...hay q ser muy valiente para dar un buen consejo aun perdiendo oportunidades de recuperar a su amor. Que gran tipo!!!
En cuanto a la muerte de Olga...mmmmmmmm trae cola no?
Contestame por privado igual jajaja
Espero el proximo. Te adoro
¡Holaaa! Gracias por comentar! Me alegro que te haya gustado. Si Liz no es fácil ni sumisa aunque a veces debería hacer caso por su estado. Drank la ama y es por eso que actúa sin egoísmos. Difícil y utópico en la realidad, pero ya ves es una novela jajajaja.
EliminarOlga... Claro que te cuento, los spoilers son privados obvio jajaja. Un besazo grande y gracias nuevamente ami.
Uy es un capítulo tierno tanto Lenya como Liz deben madurar te mando un beso un beso
ResponderEliminar¡Holaa cielo! Muchas gracias por comentar. Sí, Lenya y Liz deben madurar y moderar el carácter. Creo que no es fácil convivir y además con un futuro bebé. Un beso grande y ten una hermosa semana.
EliminarSuper lindo el capitulo, es bueno que Lenya recapacite en lo que dijo porque no fue nada lindo y Liz la pobre anda con esas hormonas locas jejeje a veces se dicen cosas que luego se arrepienten pero lo bueno fue que cada uno supo ver que estaba equivocado y de Drank ya el mismo tiene que seguir adelante y ser el amigo de Liz, me extraño ese virus de la vampiro mmm que raro esta, gracias Lou por el capitulo!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Gracias cariño me alegro que te haya gustado. Lenya es un bocotas e impulso pero ama a Liz, ella no se queda atrás tiene un carácter del diablo. Es difícil arrancar a alguien del corazón querida amiga, Drank debe tener paciencia alguien llegará. El virus... Bueno ese tema quizás sea el centro de aquí en más, pero se lo dejaremos a Natasha. Un besazo y gracias corazón!!
EliminarAcabo de ponerme al día con la novela. Ya te he seguido con mi cuenta de Google (María SC) para estar al tanto de la continuación.
ResponderEliminarEn cuanto a la historia. Creo que Lenya es un poco-demasiado impulsivo en ocasiones. Como que no sabe encajar las críticas (por ejemplo, en este capítulo se hace notable). Así que creo que Liz estuvo sublime a la hora de dejarle las cosas claras. Aunque opino que estaría mejor con Drank :( ¿Sabes cómo continua? ¿Tienen alguna oportunidad o es imposible? NECESITO RESPUESTAS!! :(((
Una gran historia, enhorabuena!!! Espero deseosa el proximo capítulo.
Un beso desde LOS LATIDOS DE ABRIL, te espero por mi blog<3
¡Hola! Ya pasé por tu bonito blog. Gracias por visitar el mío. Iris púrpura es el cuarto libro de la saga si quieres los anteriores para comprender mejor me avisas por correo. Un abrazo grande. Bienvenida.
ResponderEliminarNo puedo elegir una parte favorita... AME TODO EL CAPÍTULO!!!!!!!!!
ResponderEliminarLas emociones a mil!♥♥♥
¡Muchas gracias Joha!!! Un besote grande.
EliminarBueno, la paz de la mansión se ha esfumado con la llegada de Lenya y Liz
ResponderEliminarCreo que los dos son muy impulsivos, tienen mucho carácter... pero estaba segura de que llegaría la reconciliación porque cuando hay amor no cabe otra cosa
Drank le ha hablado muy bien a Liz, su comportamiento ha sido muy noble
Me has dejado intrigada con la muerte de Olga, el virus, y la relación que Olga mantuvo con Sebastien
Besos
Mi querida Mela, Liz y Lenya son dinamita discutiendo, pero se aman y es lo más importante. Drank es noble,tienes razón. Se merecía esa oportunidad de la vida y esperemos que le aguarden sorpresas.
EliminarLa muerte de Olga y el virus... Madre mía... Sin palabras Coge una silla y aguarda sentada, lo que viene es fuerte. Nada más puedo decir. Por supuesto,las gracias a ti por comentar. Besotes mi sol.