Sin nada que agregar, un beso grande y gracias por estar aquí.
Capítulo 40.
Venganza. (Segunda parte)
Bianca.
Apresurada abandoné la morgue. La hora de visita para
ver a mi padre estaba llegando a su fin y la autopsia había llevado más tiempo
de lo que había imaginado. De lo contrario, hubiera dejado mi trabajo para
después. Hoy tía Mildri no vendría. Marin quería comprarle ropa y zapatos.
Sinceramente podía notarse que no tenía muchos recursos y de parte de un hijo
era normal que se ocupara de ella. Liz no la acompañaría a las tiendas, puso
una excusa sobre el reposo por el embarazo. Sin embargo había llegado a mis
oídos que la mayor parte de la suma de dinero para gastar en las compras había
salido de su billetera.
Era mi oportunidad de hablar con mi padre sin tener
que controlar el reloj y ser justa y equitativa en el horario de visita a
repartir entre ella y yo. Esta tarde era todo para mí. Seguramente al ser
profesional del hospital no serían tan rigurosos con la hora que debía
abandonar terapia.
Recorrí el pasillo con la sensación de inquietud. Mi
padre estaba en condiciones de hablar y quizás mañana lo trasladarían a sala.
Después del alta volvería al hotel con tía Mildri, o quizás no.
Abrí la puerta y me asomé. Avancé entre la fila de
boxes hasta llegar a su cama. Una enfermera insistía con un platillo de
gelatina.
-Señor MacCarthy, pruebe una cucharada, solo una.
Él apartó suavemente con la mano lo que le ofrecía.
-Hola Nilda, está bien. Yo lo intentaré.
-Doctora… Okay. Que tenga buen día.
Cogí el platillo y lo miré. Bajó la vista y dobló la
punta del edredón emparejando el bordado.
Me acerqué sentándome en la cama.
Hundí la cuchara en la gelatina y aconsejé.
-Debes comer. Así podrás salir cuanto antes de aquí.
-No tengo apuro por salir y la gelatina es horrible.
-¿No quieres irte? Pensé que no te gustaban los
hospitales.
-Nunca dije eso. No deseo comer, de verdad. Gracias
hija.
Deposité el platillo sobre la mesa, junto a una
botella de agua mineral.
-Cierto, nunca lo has dicho. Eso decía mamá. Supongo
que era lo que ella hubiera deseado. ¿No?
Lo miré y me miró.
-No voy a hablar de tu madre. Está muerta. Sería una
falta de respeto.
-Claro… Pero resulta, que además de venir a verte
llegué hasta aquí para hablar del pasado. Cuestión difícil si no la
involucramos.
-Bianca…
-Si no te sientes bien podemos postergar la
conversación.
-Estoy bien. Solo que hablar del pasado nos hará daño.
-Dime… ¿Qué recuerdas? Por supuesto, si te hace daño
hablar no diré palabra. Pero no creo que tengamos otra oportunidad. Tú sabes,
te gusta desaparecer.
-No fue mi culpa. Siempre que pude estuve a tu lado.
Tú también desapareciste.
Lo observé detenidamente… No tenía gestos de reproche,
sino de dolor.
-Siempre que has podido has estado. Cierto… La
pregunta es… ¿Alguna vez no fue por obligación o moral?
-No sé de qué hablas –se agitó-. El pasado no
regresará. Haces mal en revolverlo.
Lo miré fijo… Su cara dibujaba la angustia y la
incomodidad. Quizás me había apresurado y él no se encontraba en condiciones de
hablar.
-Okay, ¿has cenado anoche?
-Sopa.
-¿Necesitas algo? Puedo comprarte caramelos, alguna
revista o el periódico. De los cigarros olvídate, aquí no podrás fumar.
-Dejé de fumar hace tiempo.
-¿En serio? Una buena noticia. ¿Tía Mildri hizo que
dejarás?
-Cuando estuve en la cárcel.
No me miró. Bajó la vista y jugó con los pulgares.
No había ventana cerca para poder escapar mi mirada al
paisaje primaveral. Así que no me quedó otra que clavar mi vista en la tela
blanca que separaba el otro box.
El silencio continuó por varios segundos,
interminables. ¿Y ahora? ¿Qué debía decir? Iré por tus caramelos. Te veré mañana
cuando te trasladen a sala… ¿O qué?
-Bianca… -su voz sonó temerosa-. Mírame.
Negué con la cabeza mientras mis ojos se llenaron de
lágrimas.
-¿Deseabas hablar? Pues, aquí estamos, frente a
frente.
-Debes odiarme por no haber declarado a tu favor,
¿verdad? –murmuré sin mirarlo.
-No, odiarte no. Mucho tiempo estuve enojado contigo.
Tú viste lo que había ocurrido. Me acusaron de asesinarla cuando fue ella que…
Dios, no quiero hablar.
Con valentía busqué sus ojos.
-¿Qué pensaste? ¿Deseaba verte entre rejas solo porque
nunca te llevaste bien con ella? No fue lo que ocurrió, entérate.
-Sí, eso pensé. Después… Después no hubo pruebas
suficientes y me absolvieron. ¿Qué pruebas habría? Si era inocente. A partir de
ese día que salí a la calle… Nada me quedaba. Nada. Ni hogar, ni mujer, ni hija,
ni trabajo. Ah, tampoco amigos. Debes saber que los amigos desaparecen en las
malas.
-Si dices eso, nunca tuviste amigos. Tengo los
mejores, puedo darte cátedra de ello.
-Quizás no supe elegir. Me veo en este punto de mi
vida y creo que nunca he hecho buenas elecciones.
-Coincido. Y comenzaste el día que te casaste con
mamá.
Frunció el ceño.
-¿Y qué pretendías que hiciera? ¿Qué la abandonara?
-Tenías que haber dicho la verdad. Que amabas a su
hermana y no podías seguir la relación con ella.
-Eso iba a hacer, algo sucedió y cambié de planes.
Arquee la ceja.
-¿Ese algo fui yo?
-Tú no fuiste para mí “un algo”. Eras un hijo por
venir.
Asentí tristemente.
-Claro… El bueno de Eridan debía hacerse cargo de ese
embarazo no deseado, ¿no?
Sacudió la cabeza negando rotundamente.
-¡No hables así! Te amé desde que te tuve en brazos.
Nos miramos…
-Nadie puede amar al culpable de su desdicha.
-¡No! No fuiste mi desdicha.
-¡Sí lo fui! No mientas más.
-No sabes lo que se siente tener un hijo. Es un
sentimiento que supera todo. Algún día entenderás.
-No lo creo –mi mirada endureció-. No podré tenerlos.
En cuanto a ese sentimiento que supera todo… Deberías escuchar las noticias más
a menudo. ¿No sabes que hay padres que abandonan sus hijos? No me hables de ese
sentimiento que supera todo. Hay muchas excepciones.
-Tú no fuiste mi desdicha –repitió.
-Te arruiné. ¡Dilo! Necesito que lo reconozcas.
-No diré algo que no siento. Quieres que me sienta mal
por tus propios errores. Yo cumplí con ser buen padre.
-¿Te has escuchado? –Sonreí con burla-. Cumplí, has
dicho. ¿Lo ves? Fue una obligación.
-Joder, Bianca. ¿Qué quieres escuchar?
-¡La verdad!
-Me casé con tu madre porque estaba embarazada, ¡sí!
¿Y qué?
-¿Fue a propósito? ¿Qué pensaste sobre ella?
-¡No hablaré de los muertos!
-Nunca te acercaste a mí de forma cariñosa. Cumpliste
con tu obligación de mantenerme. ¡Niégame eso!
-Doctora, disculpe… ¿Podrían hablar en voz baja? –un
enfermero se asomó por el box.
-Perdón…
Mi padre se recostó en la almohada con dificultad. Cerró
los ojos.
-Eras tú Bianca, que te apartabas de mí. De pequeña
pegada a tu madre. De mayor, confidente de ella. Me hiciste a un lado. No sé el
porqué… Creo que escuchaste una sola campana… Yo… no voy a hablar de los
muertos.
-Okay, y yo voy por ellos. Tengo que seguir
trabajando.
Me puse de pie. Él alcanzó a cogerme del brazo.
-No te vayas pensando que no te quise, por favor.
-Tú pensaste lo mismo cuando no declaré a tu favor… Descansa.
Hablaremos en otra oportunidad.
Me acerqué y di un beso en la frente. Salí de terapia
pensando que no había conseguido lo que quería. ¿Y qué quería?
Frente a las puertas del ascensor supuse que eran
muchos años de no hablar con la verdad. Iba a llevar tiempo. El problema, que
el tiempo no es tuyo. Crees eso. Que puedes dominar cada hecho o circunstancia
por venir. Lamentablemente no es así. Por eso debes aprovechar lo único que
tienes seguro en tus manos. El presente. Sin embargo no regresé sobre mis pasos
a despedirme como deseaba. Otro error…
Antes de llegar a la morgue comencé a sentirme mal. El
suelo donde pisaba estaba convirtiéndose en arenas movedizas. La luz de los
pasillos perdía potencia. Percibí mi corazón latiendo muy lento, más lento de
lo que latía siendo vampiresa… La presión bajaba…
Me senté en una silla con mi cuerpo temblando y mis
manos sudorosas tantearon el móvil en el bolsillo. Intenté llamar a Sebastien y
su teléfono dio apagado. Después a Bernardo… A mi llamado respondió Gloria
informándome que mi amigo había salido a la construcción y había dejado el
móvil… Mierda… Necesitaba alguien que entendiera por lo que estaba pasando, al
menos que me escuchara… La lista de contactos se deslizó y mis ojos recorrieron
los nombres… ¿Scarlet? No, Scarlet no podría entenderme. No era solo confirmar
que había sido una hija deseada, sino que posiblemente no podría darle la
satisfacción a Sebastien de darle un hijo…
Mi pulgar se detuvo en Dimitri Gólubev… Presioné el
contacto y esperé que atendiera… El contestador invitó a dejar un mensaje…
Demonios… El mundo contra mí.
De pronto, leí con la vista borrosa… Sasha… Casi sin
pensarlo, presioné el contacto y esperé…
………………………
Había transcurrido una hora cuando Sasha avanzó por el
pasillo apresurada. Siempre estaba muy elegante, y el infaltable aroma a coco
indicaba que a pesar de salir corriendo tras mi llamado, no había olvidado que
en Kirkenes podía encontrarse con el sol por varias horas.
Sonrió en cuanto me vio, aunque su rostro expresaba
preocupación. Me abrazó y se apartó para verme a los ojos.
-Querida, ¿qué está ocurriendo?
Nos sentamos y ella cogió una de mis manos entre las
suyas. Poco a poco le conté… todo. El encuentro con mi padre y la charla, el
hecho que no podría darle un hijo a Sebastien, hasta lo de Hela. Sí, le conté
del mensajero de la muerte y sus exigencias. Ella escuchó, muchas veces en
silencio y sin gestos en su rostro. Otras veces negaba con la cabeza en un acto
de compasión.
-Siento que no podré salir de esta depresión –murmuré
finalmente.
-Tranquila, vamos por parte. Escucha…
-¡Bianca! –la voz de Arve nos sobresaltó.
Me puse de pie.
-Olaf, lo siento. Sé que tengo una autopsia por hacer.
-Tienes tres, llegaron dos cuerpos más.
-La doctora no se siente bien –Sasha se levantó de su
asiento-. Debe buscar un suplente.
Arve me observó preocupado.
-¿Qué ocurre, Bianca? ¿Es por lo de tu padre?
-¿Podrían buscar otro forense? –interrumpió Sasha.
-Por supuesto, Bakan ha cumplido el turno antes de
llegar Bianca, pero en un caso así…
-No sabe como se lo agradezco. Disculpe, he sido
maleducada, no me he presentado. Sasha Gólubev, un placer.
-También para mí, Doctor Arve.
-Si me disculpa doctor, llevaré a la doctora a beber
un café. Su presión no es normal.
-Por favor, adelante –titubeó-. Nos arreglaremos,
Bianca no te preocupes.
Ya en la cafetería nos sentamos una frente a la otra.
Me sonrió con dulzura y observó alrededor.
-Llamaré al mozo.
-Aquí tienes que pedir el café en el mostrador.
-¿Allí? –Señaló a la señorita que preparaba una bebida
a una enfermera-. Ah… pues, no se me caerán los anillos. Ya regreso con los
cafés. Tu quietecita y tranquila.
-Gracias… Y gracias por venir tan rápido.
-Ni lo menciones. Para eso estamos los amigos. Es una
suerte que Mijaíl y yo estuviéramos en Kirkenes. Llegamos temprano para hacer
unas compras en el centro para después ir a la mansión. Mijaíl viaja con
Sebastien a la Isla.
-¿Te quedarás en casa?
-No, en el hotel. Querida, son muchos viviendo en tu
hogar y posiblemente causaríamos algún trastorno en la rutina.
-Ustedes son siempre bienvenidos.
-Lo sé, pero es suficiente con la prolongada estadía
de Anouk en la mansión.
Rápidamente se dirigió al mostrador con ese andar
elegante y majestuoso que tenían las damas educadas.
Busqué el móvil e intenté llamar a Sebastien, pero el
móvil dio apagado. ¡Qué rayos le pasaba que no encendía el teléfono!
Cuando Sasha volvió con los cafés, la presión se había
normalizado. Sin embargo sentía mucha tristeza por todo lo que estaba ocurriéndome.
Traté de desahogarme una y otra vez aunque no dejaba de pensar en Sebastien y
el porqué de su ausencia de llamado.
-Bianca, escúchame. Sobre el deseo de ser padre de
Sebastien, no lo tomes tan a pecho. Tú eres importante para él y pase lo que pase
no cambiaría una vida junto a ti. Mira… Años antes de nacer Anouk, perdimos un
bebé. Fue en el año 1935.
La miré…
-No lo sabía.
-Sí. Mijaíl quería otro niño, ansiaba un varón además
de Ivan y Dimitri. Nuestro bebé era un niño. Me sentí que en cierta forma había
defraudado su deseo. Tuvimos una pequeña crisis, hasta que él con ese amor y
paciencia que tiene, supo hacerme entender que lo más significativo para él era
estar juntos porque me amaba y no podría vivir sin mí. Cuando nació Anouk y fue
niña, volvimos a tener entredichos. Era mi culpa por sentirme insegura. Lo
cierto que mi marido a pesar de su deseo, amaría a cualquier hijo que naciera
de mi vientre.
-Pero yo no podré darle ninguno.
-Tranquila, puede ser todo psicológico por empecinarte
en cumplir su sueño. ¡Vamos! Que nadie duda que Sebastien muera por ti. Ten
paciencia. En cuanto a tu padre –buscó en su bolso un anotador y una lapicera.
Arrancó una hoja y la extendió-, harás una lista de todos los hechos felices
que recuerdes de ti y tu padre. Desde tu infancia hasta la madurez. Eso te
recordará que aunque no deseó el embarazo te amo. Estoy segura.
Sonreí mientras cogía la lapicera.
-Parece un ejercicio de un psicólogo.
-Lo aprendí de Dimitri, Sí –sonrió.
-Gracias. Sinceramente me siento muy mal y sumo que
Sebastien no está dándome importancia. Tiene el móvil apagado y no debería.
-Querida, no pienses en lo malo. Pudo quedarse sin
batería, olvidarlo en algún lugar de la casa, o quizás tenga un problema
urgente que resolver.
Boris.
Esperé a Ekaterina de pie en la sala de la bella
mansión Craig. Nicolay había insistido en que me sentara en un sofá pero
preferí no hacerlo. En cuanto su tía apareciera, entregaría al niño sano y
salvo y me iría de allí. No estaba acostumbrado a tanto lujo y modernidad.
Apenas habíamos vivido tres años en Rusia tratando de lograr aquello que no era
parte de nuestra naturaleza. Vestirnos elegantes, comer con cubiertos, saludar
cordialmente a nuestra comida que caminaba por la calle.
Hubo muchas veces que sentí deseos irresistibles de
correr a los montes vírgenes de Siberia, huir de toda civilización, y no
aparecer nunca más. Sin embargo, había un ser pequeñito que me había robado el
corazón apenas lo vi en brazos de su madre. Por él no escapaba. Brander seguro
me hubiera seguido al fin del mundo, lo sabía. Pero no Nicolay. Él niño debía
crecer y llegar a ser mejor que yo. Un ignorante, bruto e introvertido, que
apenas sabía escribir su nombre.
Nicolay se merecía todas las oportunidades que alguna
vez Olga le negó, por temor, por dignidad, por lo que fuera. Aunque temía el
precio que iría a pagar. ¿Si los Craig no lo llegaban a querer? No… Imposible
no querer a Nicolay. Creo que ese era mi verdadero miedo a pesar de
avergonzarme. Que alguien ocupara ese lugar tan importante en su corazón.
Recorrí con los ojos la gran sala lujosa… La lámpara
que pendía del techo tenía tantas luces que era difícil contarlas. Esa
biblioteca repleta de libros que escondían secretos para mí… Una vez, Brander
intentó enseñarme a leer de corrido. Le fue una tarea tan engorrosa que lo
eximí de tan penoso castigo. Dije que no lo intentara otra vez. Había nacido
para la fuerza bruta, para construir las cuevas que servían de escondite hace
decenas de años. También era bueno para la lucha, para cazar con la rapidez de
un rayo, con la eficacia de una fiera. Pero para leer y escribir, no…
Por suerte no era necesario ser inteligente para ese
humano que me dio el empleo. Trabajo de dudosa procedencia, pero trabajo al
fin. Me sentí importante cuidando las espaldas de ese traficante de armas. Por
lo menos frente al espejo y frente a Nicolay ya no sería un ser bueno para nada.
Nunca le dije en qué consistía mi tarea. Le mentí… Le conté que cuidaba la
seguridad de una empresa y que por eso usaba arma. También agregué que jamás
por nada del mundo se atreviera a cogerla sin permiso. Sabía que era
desobediente y travieso pero que entendía cuando una directiva iba en serio.
Una tarde, Olga y Ekaterina conversaban sentadas en la
hierba. Una tormenta se avecinaba. Nos gustaba subir la montaña más alta y
observar esas nubes renegridas amenazantes. Cuando la lluvia se desataba,
corríamos ladera abajo jugando carreras. Nicolay siempre iba montado a mi
espalda. Casi siempre ganábamos. Ese día Nicolay se apartó como niño curioso y
siguió el vuelo de unas libélulas. Lo seguí con la mirada, atento. A unos
quince metros, un brazo angosto del río formado por el deshielo serpenteaba
bullicioso entre las rocas filosas. Nicolay se detuvo. A sus tres años, el
vuelo de las libélulas perdió interés y su objetivo fue tocar el agua
cristalina de aquel cauce peligroso.
Me puse de pie y di un silbido. Nicolay giró la cabeza
para verme y sonrió. Con la picardía propia de la infancia y ese sentimiento
rebelde que lo acompañaba desde la cuna, me ignoró. Avanzó hacia el peligro y
entonces corrí hasta él interceptando su objetivo.
Me incliné frente a él y dije con la voz firme. “Al
río no, Nicolay”.
Recuerdo que me miró enojado, con sus ojos grises como
las nubes.
Intentó dar dos pasos y repetí. “No Nicolay, al río no
debes ir”.
Fue así que frunció el entrecejo con el claro
sentimiento de frustración. Pero giró y corrió hacia su madre.
Él me conocía como yo a él. Como un padre saber cada
gesto de su hijo y viceversa.
-¡Boris! –Ekaterina bajó la escalera sonriente-. Has
llegado temprano.
Nicolay se puso de pie y cogió su mochila.
-Lo traje en cuanto él me pidió.
Ambos se miraron.
-¿Extrañabas a tu tía? –sonrió.
-Sí. Y también a Charles y a Ron. Y a Sebastien.
El gesto de Ekaterina fue de evidente disgusto.
-Sube a tu habitación, cariño. Lávate las manos y baja
a la cocina. Margaret te ha preparado unas ricas patatas fritas. No olvides
darle las gracias cuando la veas.
-No lo olvidaré.
Nicolay subió de dos en dos los escalones.
-Despacio, puedes caerte –protestó.
La cogí del brazo suavemente y ella me miró
sorprendida.
-¿Cuándo piensas hacerlo?
-Basta Boris. Aún no es el momento.
-¿Por qué no lo piensas y callas? No es necesario que
hables con él –murmuré angustiado.
-Boris, sabes que lo haré. Por Olga debo hacerlo. Fue
su decisión. ¿Cómo podría vivir con ello?
-Por favor, Ekaterina. No quiero que nos lo quiten.
Ella apartó su brazo pero su aguda mirada cambió por
compasión.
-Lo siento, pero no es mi decisión, te repito.
Abandoné la mansión avanzando por el parque iluminado.
Tanto era el miedo que se adueñaba de mí que no distinguí dos sombras bajo un
ciprés, conversando.
Cuando lo descubrí estaba interceptando mi camino.
-Boris, ¿ya te vas? ¿Por qué no nos acompañas con un
coñac a Ron y a mí?
-Gracias Sebastien, tengo cosas que hacer.
-¿Se ha divertido el niño en la plaza?
-Sí.
-Okay… ¿Necesitas algo de nosotros?
-No necesito nada de los Craig, gracias. Buenas
noches.
Rose.
Sentada en la cama hojee lentamente el libro que me
había conseguido Anouk. “La Cenicienta”. No supe el porqué había llamado tanto
la atención cuando me contó de que trataba. Miento, un poco sabía el motivo. Es
que ese oficial tan guapo y de ojos tan tiernos me había comparado con el
personaje infantil. Parece que la princesa había olvidado su zapato de cristal
en el palacio en su loca carrera por huir del príncipe. Esa tarde, en el centro
de Kirkenes, yo no huía de nadie. Solo estaba apresurada por regresar con
Charles y Margaret al coche. Lo cierto que también quise refugiarme lejos de
los humanos. Casi fui atropellada por un idiota y llamé la atención. Cuestión
que a Sebastien no le agradaría. ¿Era una forma de huir? Quizás sí, aunque de
nadie en particular.
La imagen de ese tal “Vikingo” se representó en mi
mente. No era la primera vez. No había contado a nadie ni siquiera a Anouk que
varias noches había soñado con él. Es que se veía tan apuesto y musculoso bajo
su uniforme.
En los años que viví en la mansión, tuve infinidad de
oportunidades de visitar el centro, también de cruzarme con policías. Sin
embargo, él no parecía uno más de mirada rígida y rostro antipático. Lo
contrario, lucía una mirada comprensiva y dulce. Salvo cuando ordenó que se
llevaran al ebrio.
Vikingo… Me parecía haber escuchado su nombre alguna
vez… Pero imposible. ¿Scarlet? Sí, podría ser ella que lo hubiera mencionado.
Después de todo serían colegas.
Miré de reojo el cajón de mi mesa de luz. Sin pensarlo
dos veces dejé el libro a un costado y me estiré para abrirlo. Hurgué entre
fotos y papeles hasta encontrar mi pasaporte. Volví a mi posición de Buda y leí
mi documento.
Veinticinco años… Le había dicho la verdad. Suspiré
como si en verdad importara. ¿Acaso lo volvería a ver? Era un humano, y
policía… Si Scarlet aún no se había animado a confesar a Petrov que era un
vampiro, ¿qué quedaba para mí? ¡Estaba loca! Imaginaba a Sebastien echándome a
las cumbres por insensata. Si ese oficial hubiera sido un vampiro… Todo sería
más fácil.
Encogí los hombros y guardé mi pasaporte. Mejor que
pensara sobre el estudio que propuso Scarlet. Eso sí no era una locura. Quizás podía
llegar a terminar una carrera y tener un título importante. A lo mejor…
De pronto, escuché gritos que venían de la sala…
¿Sebastien? ¿Por qué gritaba así?
Salí al pasillo justo cuando el niño Nicolay corría a
su habitación asustado y cerraba la puerta.
Sebastien.
Deseaba aprovechar el día nublado para dar una vuelta
por el parque. También fue la excusa perfecta para hablar con Ron ya que
siempre le gustaba pasearse entre los cipreses. Caminamos un buen rato y
comentamos sobre temas de la Isla. La parte de la ganancia sobre la explotación
de minerales que el Estado exigía aún me parecía justa. Pero András se lo
notaba disconforme. No era un problema grave ya que mi socio era un humano
inteligente el cual se podía discutir y llegar a un arreglo. Invité a Ron que
me acompañara en el próximo viaje sin embargo no lo noté entusiasmado. Algo
ocurría con Ron, y como líder de la raza debía saber que le sucedía. ¿Acaso mi
padre no hubiera hecho lo mismo?
-¿Extrañas a Anthony? Créeme que te entiendo. Fueron muchos
años trabajando juntos.
-Sí, cierto.
-De cualquier forma, sospecho que algo más te tiene
tan callado y apático. No eres así. ¿Qué ocurre, Ron? ¿Me lo dirás?
Esquivó mi mirada y se sentó en un tronco. Me senté
junto a él.
-¿Has visto que arrogante ese Boris? “No necesito nada
de los Craig”. -dijo imitando con voz burlona.
Sonreí.
Es poco tiempo. Los errantes no están acostumbrados.
Pero si dices que te tiene incómodo su llegada, permíteme decirte que no creeré
palabra. Tú estás extraño desde hace un tiempo.
Su pie jugó con unas piedrecillas del sendero.
-Anne y yo hemos estado teniendo contacto.
Lo miré sorprendido.
-¿Qué dices? Si esa chica no sale de su habitación.
¿Acaso...?
-No, no es lo que te imaginas. Ella y yo estuvimos
escribiéndonos mensajes por debajo de la puerta. Eso es todo.
-¿Eso es todo?
Negó con la cabeza.
-Hay algo más.
-Dime. Cuéntame todo Ron.
-En uno de los mensajes… le pregunté sobre su padre…
y…
-¿Y?
-Ella no se sentiría segura mientras él viviera.
-¿Qué has hecho?
Enmudeció. Para mí fue como si se abriera el suelo a
mis pies. Escondí la cabeza entre mis manos.
-No digas nada. Sé que hice mal. Yo… Yo estoy
enamorado de ella y haría cualquier cosa por verla feliz.
-¡Pero Ron! ¡Qué me pario, Ron!
Se puso de pie de un salto.
-Si no quieres dirigirme la palabra, lo entiendo. Por
favor no me eches de la mansión.
Lo miré fijo y fruncí el entrecejo.
-¿Quieres sentarte y no ser payaso?
Volvió a ocupar el tronco junto a mí.
-¿Dejaste huellas? Porque a esta altura no sé si estás
con las neuronas en fila.
-No te preocupes. Estaba borracho. Empujarlo por la
escalera no fue difícil.
-¿No sobrevivió?
-No. No abandoné el lugar hasta asegurarme.
-Ron… Trato de entenderte. Fue arriesgado, lo sabes.
-Sí. También lo fue contarle a una médica forense que
éramos los asesinos de su caso.
Lo miré y respiré profundo.
-Eso se llama manipulación.
-No –me observó apenado-. Es la verdad. Si uno ama
debe arriesgarse.
-¿La amas? ¿Tan seguro estás? Es que apenas la
conoces.
-¿Cuándo terminaste de conocer a Bianca? ¿Antes del
viaje a la Isla? ¿Antes de casarte? ¿Cuándo?
Negué con la cabeza.
-Ron, esto no va a ser fácil. Scarlet está de por
medio, y Pretov.
Un ruido de motor se escuchó cerca.
-Conozco ese rugir, ¿no es la furgoneta de Bernardo?
–pregunté, poniéndome de pie.
-Puede ser. ¿Trepo el muro?
-No señor, hay mucha luz y si no es Bernardo llamarías
la atención. ¿Lo ves? Tú no estás bien, ¡eh!
Rio.
Regresé a casa y observé las cámaras justo cuando
Bernardo trataba de estacionar. Abrí los portones y el fiel amigo de Bianca
saltó de la furgoneta y se acercó sonriente junto a Gloria.
-¡Pero qué bella visita! –sonreí.
-¿Lo dices por mí? –bromeó Bernardo.
Gloria rodó los ojos y se adelantó a saludar.
-Es por mí, papá Bernardo. Hola Sebastien, hola Ron.
-Hola hermosa.
-¿Querías ver a Bianca? Lamento decirte que está en el
hospital.
-En realidad, vine a traer a Gloria. Deseaba saber si
Nicolay estaba bien.
-¿Nicolay? ¿En serio? ¿Ya se conocieron?
-Sí, en la plaza.
-Boris trajo al niño y creo que está con su tía. Pero…
¿Gloria cree que podría estar mal?
Bernardo miró a Gloria.
-Dile lo que te preocupa.
Me incliné tocando la rodilla en el suelo para estar a
su altura.
-Dime Gloria. ¿Por qué te preocupa Nicolay? ¿Algo te
llamó la atención?
-Nada en especial. Solo que… Lo noté por momentos
triste.
-Corazón, eres una niña muy dulce. Es que Nicolay no
tiene padres, fallecieron.
-Me lo dijo en la plaza.
-Ah, veo que hablaron bastante.
-Es que lo vi llorando en mis sueños, antes de conocerlo.
Bernardo arqueó una ceja.
-Lo sé. Algún día me acostumbraré a tener una pitonisa
en casa.
-¡Qué no soy bruja, papá Bernardo!
-Perdón, perdón. No he querido ofender a la futura
alfa.
-Dime Gloria –insistí-, ¿por qué crees que Nicolay
lloraba? Esa premonición… Tú… tienes esas visiones con respecto a la manada. La
tuviste con Lenya y Douglas. ¿Te ocurre con los vampiros?
-No. El lobo blanco dice que al ser alfa se está
conectado al líder de los vampiros. Es para mantener la paz. Douglas y Lenya tienen
sangre de Adrien.
-Entonces, ¿por qué Nicolay?
Ella me miró. Solo me miró sin decir palabra…
Me erguí mientras la boca se me secaba y el corazón
aceleraba segundo a segundo…
Avancé hasta el portal mientras ordenaba.
-¡Esperen aquí!
-¡Puedo ir contigo!
-¡Ron, dije que esperes aquí!
Al entrar a la sala apagué el móvil para que nadie
interrumpiera y a gritos llamé a Ekaterina. Sara y Rodion salieron de la cocina
con el bebé.
-Regresen a la cocina, por favor.
Ekaterina se asomó por la barandilla.
-¿Qué ocurre?
-Baja ya mismo y ven al despacho. Me urge hablar
contigo.
-Iba a hacer dormir a Nicolay.
-¡Dije ahora, Ekaterina! ¡Es urgente!
Entré al despacho y aguardé su presencia.
-Cierra la puerta y siéntate.
-¿Acostumbran los Craig a hablar a los gritos?
-¿Acostumbran los errantes a no decir la verdad?
–refuté.
-Prefiero estar de pie.
-Como gustes.
Bajó la mirada y cruzó las manos sobre su vientre.
-Dime la verdad, necesito saber la verdad.
-No sé qué deseas saber que no te he dicho.
-Háblame del guerrero errante.
-¿Qué guerrero?
Mi mano golpeó el escritorio con fuerza y ella se
encogió de temor.
-¡No me tomes el pelo! Quiero que me cuentes sobre el
padre de Nicolay.
Alzó la mirada vidriosa.
-Vamos, habla. Quiero saberlo todo. Les he dado tiempo
para que me contaran sobre su vida y ustedes prefirieron hacerse los
misteriosos. Dime todo. Qué virus mató a Olga. Con quién se enredó y concibió
ese niño. ¡Todo! ¿Me oyes?
No habló, se mantuvo en silencio. Mi paciencia
comenzaba a desaparecer. Sin embargo no podía forzarla a hablar si se
encaprichaba. Cambié de táctica…
Me senté frente al escritorio.
-Ekaterina… Por favor… Dime lo que esconden. ¿Por qué
tanto misterio?
-Es difícil –tartamudeó-, hablar de ella sin sentir un
gran dolor.
-Es necesario. Necesito saber la verdad. Soy quien
guía tu raza aunque no me acepten. Soy hijo de Adrien.
-Lo sé…
-Dime de qué murió Olga.
Ekaterina suspiró. Sus ojos púrpura se clavaron en el
gran ventanal.
-Ekaterina…Te lo suplico. Es importante por nuestra
raza. ¿Ese guerrero errante murió de lo mismo? ¿Era descendiente de mi padre?
¿Quién era?
Negó con la cabeza mientras las lágrimas comenzaron a
aflorar.
-No hay tal virus -murmuró-. Olga se suicidó.
-¿Qué?
Me puse de pie lentamente. Ella me miró al tiempo que
sollozaba.
-Se suicidó por ti. Por amor.
-Demonios… Yo…
-Te culpé mucho tiempo, creo que aún te creo culpable.
Ella no. Olga siempre mantuvo la dignidad comprendiendo desde el primer
instante no ser correspondida. Por eso no se acercó más a ti, aún… aún después
de que supo que estaba embarazada.
Un balde de agua helada sobre mi cuerpo no hubiera
producido tanto impacto como las últimas palabras.
-¿Qué estás diciendo? –susurré casi sin voz.
-Eso… No hay tal guerrero. Fue un invento. Una
mentira.
-¿Por qué? ¿Por qué? –Repetí varias veces-. ¿Por qué
me hacen esto? Están jugando con nosotros.
-No, Nicolay es tu hijo. Es un Craig.
-¡Y vienes un día, después de seis malditos años a
decirme que es mi hijo! ¡Qué ignoré que tenía un hijo de Olga! ¡Maldita errante!
¡Te deseo lo peor! ¡No puedes hacerme esto!
Apoyé mi mano en la pared y la otra en mi pecho
agitado.
-No puedes desearme lo peor. Lo peor ya lo viví cuando
enterré a mi hermana.
-No puede ser. Me resisto a creer que me hayan
ocultado algo así. No… Malditos…
-Si estoy aquí es por el deseo de ella –lloró-. Quería
que el niño estuviera cerca de ti cuando ella no estuviera. Si fuera por
nosotros jamás te hubiéramos molestado.
-¿Molestarme? No puede ser… ¡Molestarme! Tengo un
hijo, maldita sea. Y no lo vi crecer ni pude protegerlo ni abrazarlo, ni
educarlo.
-Lo hemos educado bien –murmuró entre sollozos.
-¿Me sigues tomando el pelo?
Un llamado a la puerta del despacho hizo que
reaccionara. Por un momento creí estar soñando. Estaba viviendo una pesadilla
de la que deseaba despertar.
Rose se adelantó a abrir antes que diera autorización.
-Lo siento, es urgente. El niño está haciendo su
maleta y…
-Iré con él –avanzó Ekaterina.
-¡Te quedas aquí! ¡No te muevas! ¡Porque juro que no
respondo de mí!
-Es mi sobrino. ¡Prometí velar por él!
-¡Es mi hijo! ¡Nadie podrá quitármelo!
Escuché a Rose murmurar un “¿qué?”.
Al salir a la sala Bernardo se había ido no supe en
qué momento, pero Ron aguardaba sentado en el sofá. Sus ojos teñidos de
angustia, me dio a entender que parte de mis reclamos se habían escuchado.
-Vigila que Ekaterina no escape. Aunque dudo parta sin
Nicolay.
Subí la escalera y caminé por el pasillo acortando con
mis pasos la distancia hacia ese pequeño desconocido. Ese niño que no había
tenido oportunidad de verlo nacer ni crecer. Por culpa de ellos. Mi rabia
aumentaba y alteraba mi sangre. La furia embebía mis entrañas. Había sido
engañado, burlado. La única víctima de la mentira…
Liz salió de su habitación con claro gesto de
preocupación.
-Tranquila, regresa a la alcoba.
-¿Ocurre algo grave?
Negué con la cabeza.
-Descansa, Lenya pronto estará aquí. No te preocupes.
Obedeció con cierta reticencia. Dudaba que alguien en
la mansión no hubiera escuchado mis gritos. Entre ellos, Nicolay.
Me detuve frente a la puerta de la habitación… Me
sentía una víctima de la mentira y esta cruel separación. No, no era solo yo… Éramos
dos las víctimas de esta historia oculta… ¿Por qué Olga me has hecho algo así?
Mi mano se apoyó en el picaporte y lo giré. Tragué
saliva y me pecho se agitó aún más. ¿Sentía temor? Sí… Porque si Nicolay
intentaba hacer una maleta pensando en irse, sabía toda la verdad. Por eso me
tenía miedo. Ignoraba qué clase de cosas le habrían dicho de mí.
Yo era su padre… Su padre. Un desconocido que nunca se
había ocupado de él. Pero no por voluntad, sino por la desidia de otros. ¿Igual
que mi padre y Lenya? No, yo no iba a
permitir que me alejaran de él.
Abrí la puerta lentamente para no asustarlo. Entré y
busqué con los ojos a Nicolay. Solo vi una mochila y ropa doblada sobre la
cama.
Podía sentir los latidos de mi corazón y un ahogo en
el pecho producto de la incertidumbre, del dolor de haber ignorado un hecho tan
importante como la existencia de un hijo.
-Nicolay –cerré la puerta despacio.
Su rubia cabellera se asomó por la puerta del baño y
unos ojos asustados me observaron con expectativa.
-Nicolay… Ven, acércate.
Negó con la cabeza y la mano pequeña se aferró al
marco de la puerta.
Me incliné hasta tocar la rodilla en el piso.
-Por favor, no te haré daño. Solo quiero hablar contigo.
Acércate… Nicolay… ¿Sabes quién soy?
Asintió con temor sin embargo no se movió… Esos ojos
grises, esos ojos que al crecer, quizás, se teñirían del mismo color de mi
iris, o el de Lenya, o el de su abuelo, se bañaron en lágrimas.
-¡No! No llores. No llores, por favor. Porque tus
lágrimas son mi desesperación. Haría cualquier cosa por ti... Lo sé, es difícil
creerme si casi ni me conoces, sin embargo eres mi hijo… y te diré algo… -él
barrió con sus manos las lágrimas y me escuchó-. Cuando Douglas nació y lo tuve
por primera vez en brazos, no lo conocía. No sabía cómo sería al crecer, e
ignoraba el tipo de relación que tendríamos. Pero en ese instante… sentí un
poder extraño que jamás había sentido. Ese poder parte del amor tan grande que
nace por un hijo. Tampoco te conozco. Hoy supe que soy tu padre. Y a pesar de
la rabia por no haberlo sabido antes me has hecho sentir ese mismo poder. Es la
fuerza para batallar cualquier cosa que se nos interponga… Como al tener en
brazos a Douglas, sé que bajaría la luna si pudiera, y mataría por ti. ¿Nos
falta tiempo para conocernos mejor? Sí, poco o mucho, no lo sé ni me importa.
Solo sé que nadie te separará de mí.
Apretó sus labios, pensativo, con la vista baja.
-Necesito que te acerques para poder abrazarte. Encerrarte
en mis brazos como lo hice con Douglas la primera vez. No importa que tengas
seis años. Eso no es… esencial ni importante para mí.
Caminó despacio hacia mi dirección y levantó la vista
para encontrarnos en la mirada. Las primeras lágrimas corrieron por mi rostro. Se
detuvo, e insistí.
-Ven, Nicolay… Déjame abrazarte y calmar la angustia
de no poder hacerlo antes. No perdamos tiempo. Ven…
Mi mano se extendió como invitación y él clavó la
mirada en ella.
-Ven –repetí-. Soy tu papá, Nicolay. En el mundo no
habrá nadie que te ame más que yo.
Al dar varios pasos no esperé que llegara a mí. Me
incliné hacia adelante lo suficiente para atraparlo y atraerlo a mi cuerpo.
Sentí sus brazos pequeños y frágiles rodear mis hombros con cierto temor. Mis
manos recorrieron su espalda apretándolo con cuidado contra mi pecho hasta
percibir que se aferraba con fuerza.
-Nicolay… hijo… -rompí a llorar-. Lamento… Lamento no
haber estado cuando me necesitaste. Pero juro… Yo te lo juro Nicolay, no habrá
ser viviente que me separé de ti.
Uy que buen capítulo, por fin se descubrió quien es el padre de Nicolay . Te mando un beso y te me cuidas mucho
ResponderEliminar¡Has visto querida amiga! El secreto salió a la luz. Con todo lo que implica. Veremos que ocurre en la mansión y en cada uno de sus corazones. Un besazo y ten excelente semana.
EliminarOh que gran sorpresa al saber quién es el papá de Nicolay!!!...y lo que le paso a Bianca mmm algo sucede con ella
ResponderEliminar¡Hola Lau! Sí, ya se sabe. Comienza una nueva etapa para los Craig y su nuevo integrante. Y un Sebastien, desconocido hasta ahora. Pero por sobre todo, pondrá el amor de su hijo por delante caiga quien caiga. Un besote y muy buena semana.
EliminarHola, Lou... He estado muy entretenida leyendo capítulos, y ya me tienes por aquí
ResponderEliminarCreo que la conversación entre Bianca y su padre ha sido un auténtico fracaso... todavía hay muchas heridas abiertas
Saber que tu padre, amando a otra mujer, se casó con tu madre porque estaba embarazada no es una buena noticia
También veo muy desesperada a Bianca por no quedarse embarazada, no sé como le sentará enterarse de que Nicolay es hijo de Sebastien
Es muy duro que Olga se suicidara
Por fin Ron se ha desahogado con Sebastien
Me gusta el libro que está leyendo Rose... y creo que su problema es muy parecido al de Scarlet... Vikingo y Grigorii
Pues te puedo decir que está muy interesante... que me encantan los nuevos personajes, y los de siempre
Y que estoy encantada de estar aquí de nuevo disfrutando de tu novela
Besos
¡Querida amiga! Me alegro que te hayan gustado. Bianca y su padre deben hablar mucho más y necesitan tiempo. Aunque veo un problema, Bianca no parece estar bien. Lo de Nicolay aún lo no sabe. Me temo no será fácil. Es triste que Olga se haya suicidado, una carga para Sebastien aunque no se dé cuenta.
EliminarRon por fin se ha liberado tienes razón. Es mejor así.
Rose y Vikingo... me gusta. A ver que se me ocurre.
Yo soy la que está encantada que me leas. Gracias por tu apoyo cielo. Un beso grande y buena semana.
Q bomba
ResponderEliminar¡Gracias Noe!
EliminarHola, mala me dejas con intriga y sabes lo mucho que me gusta como escribes y sobre todo esta historia.
ResponderEliminarPD, Por cierto como has empezado el año
Hola cariño, yo bien, aunque mucho trabajo en el Banco por eso no he escrito. Pronto, en febrero entrare de vacaciones. Estoy deseando!!!
EliminarMe alegro que te siga gustando amiga mía. Vienen tiempos difíciles para Bianca y Sebastien pero sabes que no me gusta los finales feos así que confía en mí.
Y puedo adelantarte que quedarán veinte capítulos o menos y después el libro de los lobos. Miel, canela, y ámbar. Sé que te gustará. La historia de Drank, de Louk, de Mike y muchos más. Por supuesto también los Craig. Un beso enorme y gracias por acordarte y comentar cariño.
Ah, lo olvidaba. Si pinchas en Páginal principal. Al final del capi 40, veras el capi 41 ya publicado.
EliminarGuau! En este capítulo sacaste a relucir el verdadero corazón y poder de Sebastien por su gente, por sus hijos. Más de una vez se me hizo un nudo en la garganta. No quiero que termines nunca de escribir!!!!
ResponderEliminarTe adoro mi bella y genia escritora♥
¡Hola Joha! Sebastien es justo el líder de los vampiros, aunque muchas cosas debe aprender.
EliminarMuchas gracias mi bella lectora. Un besazo grande!!