Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


domingo, 11 de febrero de 2018

¡Hola! Les comento que he llegado a terminar capi con dificultad. Mi madre está internada así que no tengo mucho tiempo. Mil disculpas si notan errores. Quería contarles que el nombre de Brander es R final. Ya que en el otro capi anterior lo he escrito con N. Lo siento fue un descuido. Ténganme paciencia, no estoy con todas las luces. Los quiero disfruten, hay muchas novedades.


Capítulo 44.
Primer round.

Sebastien.

Entré al pequeño hall del hotel como alma que lleva el diablo. Un sofá de cuatro cuerpos, una alfombra burdeos, la lámpara de tres brazos que colgaba del techo, y un escritorio de recepción.

Había una empleada atendiendo varias personas a la vez. Seguro que necesitarían más personal pero era evidente que las tres estrellas de categoría no daban para el presupuesto. Me acerqué e intenté que me escuchara antes que la volvieran loca un par de turistas y el teléfono que no dejaba de sonar.

—Señorita.
—Un momento caballero. Si desea una habitación espere su turno.
—No deseo habitación busco a Brander Arve. ¿Se hospeda aquí?
—Permítame ver en el libro de registro. Solo un segundo.
—Muy bien.
—Señorita, el desayuno no fue llevado a la habitación y quiero el libro de quejas –exclamó un joven.
—Disculpe, en unos minutos se lo llevarán. Han llegado muchos turistas entre ayer y hoy.
—No es mi problema. Ustedes deben preverlo.

Mi paciencia brillaba por su ausencia. Intenté esperar, pero la desesperación de no encontrar a los errantes en el hotel me carcomía por entero.

—Señorita, disculpe mi impertinencia pero debo hablar urgente con Brander Arve. ¿Me confirma que esté aquí?
—Sí, sí… —cogió el libro de tapa dura y lo abrió.

Un abecedario improvisado podía verse desde mi posición. Recorrió con el dedo índice y mis nervios provocaban aumentar mis pulsaciones. Era evidente que Arve comenzaba con “A”, por lo tanto no había registro de él.

—No, no hay ningún Arve que haya ingresado hoy.
—No, no. Él se hospeda desde hace días. Búsquelo por favor, es asunto de vida o muerte.
—¡Oiga! –gritó un señor con atuendo informal—. ¡Yo estoy primero!

Lo miré fijo y me acerqué.

—Por si no escuchó es urgente. Si vuelve a gritarme le haré comer mi puño en dos segundos.

El hombre calló y me observó asombrado. Dos mujeres que esperaban su turno murmuraron entre risas.

—Guapo, te hospedo en mi habitación y en mi cama.

Haciendo caso omiso a aquellas jóvenes giré para ver a la empleada.

—Aquí está, Brander Arve, sí. Se hospedó hace días en la habitación 18. Le avisaré que lo busca. ¿Su nombre?
—No se moleste iré yo mismo.
—¡No puede pasar!

Con prisa subí la única escalera que había a mi derecha y comí escalón tras escalón mientras escuchaba la protesta de la empleada. Avancé por el pasillo no sin antes verificar hacia dónde aumentaba la numeración. Al llegar a la puerta 18 me detuve. La voz de los errantes se escuchó nítida…

—¡Brander si no te quedas quieto te lastimaré!
—Eres una bestia, despacio. ¡Duele cabrón!
—Déjamelo en mis manos. Relájate.
—¡Juro que no puedo, Boris!

Yo… No supe explicar lo que sentí en ese instante… Mis ojos se clavaron en la madera vieja de la puerta. Como si quisiera traspasar con rayos laser… Solo el nombre de mi hijo se cruzó ante la furia y el terror que percibí en segundos. No lo pensé, no razoné. Creo que a mi modo de ver no había mucho que adivinar.

Con el hombro derecho di un empujón tan fuerte que la puerta cedió y la traba saltó cayendo en algún rincón de la habitación.

Boris estaba sentado frente a Brander sosteniendo su pie. Sangraba y al parecer tenía un pedazo de vidrio. El vaso hecho añicos en el piso fue la clara explicación de lo había ocurrido…

Ambos se sobresaltaron y me miraron. Nicolay salió del baño asustado.

—Lo siento, golpee y no me escucharon… Pensé que… se habían ido con el niño.
—Hola papá, Sebastien. Estoy aquí. Brander iba a llevarme a la casa pero se lastimó.
—Está bien hijo. Te esperaré abajo –balbucee desconcertado.

Giré lo más rápido que pude y caminé por el pasillo un tanto avergonzado. Escuché la puerta cerrarse y unos pasos tras de mí cada vez más cerca. El peso de una mano me cogió del hombro y obligó a girarme. Boris me miraba con chispas de furia en los ojos. Estaba fuera de sí. Yo no estaba para recibir el Premio Nobel de la Paz, así que el rencor fue libre albedrío entre los dos.

—¿Qué creíste de nosotros, Sebastien Craig? ¡Dime!
—Ya te lo dije. Baja tus humos porque te destrozaré la cara.
—Te crees mejor que nosotros por tu dinero y educación. Te diré que seremos salvajes pero no depravados.
—¡No te acusé de nada!
—No me tomes por idiota. Soy ignorante pero no lo suficiente para no adivinar tus sucios pensamientos.
—Cállate mejor. Hubieran cumplido lo que dijeron. Nicolay debía estar ayer a la noche en su casa.
—Ésta también es su casa.

Recorrí con los ojos alrededor.

—¿De verdad? ¿Esta pocilga crees que un hogar para el niño?
—¡Sabes a qué me refiero! Donde estamos nosotros también es su hogar. Y mañana nos mudaremos a un apartamento y tendrá su habitación.
—¡Qué bien! Te felicito. La usará muy poco. La tenencia será mía.
—Ojalá tu padre viviera. No eres digno de ser nuestro líder –apoyó su dedo tres veces en mi hombro afirmando lo que decía.
—Me importa muy poco lo que pienses de mí. No me toques porque me conocerás de verdad.

Brander se aproximó con rapidez, cojeando el pie. A pesar del dolor que suponía sentiría, se interpuso entre los dos.

—Basta, por favor.
—Este maldito Craig pensó que lo hacíamos delante de Nicolay.
—¿Y si es así qué? ¿Acaso no puedo pensar mal de ustedes? Robaron la identidad de un niño. No tienen escrúpulos.
—¡Basta, los dos, por favor! El niño, piensen en él.
—Te arruinaré en el juicio, Sebastien Craig. Y cuando tengamos la tenencia me suplicarás ver a tu hijo.
—¡Maldito, hijo de puta! Sigue soñando que ganarás. El que suplicará para verlo serás tú.
—¡Mierda! ¿Qué pasa con ustedes dos?

Mis ojos se apartaron de mi enemigo para descubrir a Nicolay calzando su mochila con rapidez. Su cara de tristeza me desmoronó…

—No puedo creer que a ninguno le importe nuestro hijo. Deberíamos ponernos de acuerdo y no hacerlo sufrir –protestó Brander.
—Vamos Nicolay –susurré—. Despídete de los dos.
—¡De sus padres! ¡Somos sus padres!
—¡Suficiente Boris!

Apenas Nicolay se acercó y dio un beso a cada uno, lo cogí de la mano y salí de allí. De una escena que estaba dándome vergüenza, que no había podido controlar aunque era mi deber. La angustia por ser un egoísta y mal padre no desapareció ni aun cuando por fin tuve a Nicolay en la mansión.

Brander.

Me senté sobre la cama y limpié la planta del pie con pequeñas partículas de tierra. Era una suerte ser vampiro y no infectarme. Aunque el trozo de vidrio parecía haberse hundido más en la carne. Tiré con fuerza mientras Boris se acercaba.

—Puedo ayudarte.
—Lo haré solo.
—Escucha, sé que estuve mal.
—¿En serio? Es bueno que lo reconozcas aunque bastante tarde. Nicolay se fue prácticamente llorando.
—No fue mi culpa.
—Sí, lo fue. Tuya y de él. Pudiste frenarlo antes.
—Cierto. No pude. Lo siento…

Lancé el trozo de vidrio sobre la mesa de luz.

—Ahora se te cerrará la herida. No te preocupes.
—Sé lo que me ocurrirá, soy vampiro hace mucho tiempo. No me preocupa mi herida sino el niño.
—Lo siento…
—Ya te escuché. Voy a cazar.
—Puedo acompañarte.
—No quiero. Iré solo. Mejor quédate y piensa lo ocurrido. Olga se hubiera avergonzado de ti.
—¿Y él? Tampoco le hubiera gustado lo que Sebastien nos dijo.
—Pero es en nosotros en quienes confió. Ella no sabía cómo actuaría Sebastien, ni siquiera si lo recibiría. En nosotros sí. Estamos fallándole.
—No volverá a ocurrir. Tú sabes que me rigen los instintos. No tengo educación.
—No te excuses. Conmigo no. Cuando regrese Nicolay tendrás que pedirle disculpas. ¿Escuchaste?
—Lo haré.

Sebastien.

—¿Qué hiciste qué? –preguntó Charles asombrado.
—Ya te lo dije. Pensé lo peor. Anulé mi sentido común. Baja la voz. Nicolay fue a beber un vaso de leche y nos iremos a visitar colegios en el centro de Kirkenes.
—Pero… —bajó la voz—. ¿El niño vio todo? No debiste agredir.
—Boris me provocó.
—Alguien tiene que pensar con sensatez.
—¿Por qué no le cargas la culpa a él si comenzó el conflicto?
—Porque tú eres el líder de nuestra raza. Por eso. Debes dar el ejemplo, como lo haría tu padre.
—¿Sabes? No soy Adrien Craig ni lo seré. Lamento defraudarte.
—No me defraudas, solo es un consejo.
—Tu consejo suena a reproche.
—Calma… Es mejor que te tranquilices. Cuando veas al Defensor no puede darse cuenta que te sales de tus cabales con facilidad. Es contraproducente.
—Tomaré clases de yoga antes de la entrevista –me burlé.
—Pues no creo que tengas tiempo. Ha llegado una citación para mañana.
—¿Qué?

Cogí el papel que extendía Charles y lo leí.

—Okay, después de todo es mucho mejor que sea rápido. Quiero a Nicolay viviendo aquí cuanto antes.

Bianca bajó la escalera vestida muy elegante.

—¿Llegaste a tiempo? –preguntó.
—¿A tiempo? –balbucee.
—Te dejé la nota en la mesa de luz de la habitación de huéspedes. ¿No la leíste?
—No… ¿Qué dice la nota?

Me miró por varios segundos interminables. Con esa mirada acusadora que usaba tan a menudo últimamente.

—Me entregarán una medalla por mi labor en el accidente… Mi desempeño como forense… Porque… Recuerdas que soy forense, ¿verdad?

Rodee los ojos.

—No estoy para sarcasmos.
—¡No estás para nada! Por lo visto iré sola. Ya debo irme.
—Bianca, mañana tengo cita con el Defensor y no quiero dejar nada al azar. Debo visitar los colegios de Nicolay. Créeme que me gustaría estar contigo.
—¿No puedes buscar colegio en la semana?
—¿Puedo ir yo? –Preguntó Charles—. Me gustaría verte recibiendo la medalla.

Bianca sonrió con tristeza.

—Claro, Scarlet dijo que hará un tiempo mientras está de ronda en el patrullero.
—Entonces, espérame, no tardaré. Me pondré algo decente –acotó Charles.
—Lo siento, Bianca —murmuré.

No contestó. Dio media vuelta y avanzó hacia la cocina.

Bianca.

Apenas entré a la cocina, saludé, y me serví un vaso de agua mineral. ¿Cómo era posible que no hubiera visto la nota? ¡Por supuesto! ¡Si estaba enceguecido en un objetivo! Está bien, Bianca, piensa con claridad y sin rencor… Debiste darle la nota tú misma en mano en vez de jugar a los desencontrados. ¡Yo tenía la culpa! ¡Pero no toda la culpa!

Liz estaba sentada bebiendo un jugo y practicaba una especie de tejido a dos agujas. Ekaterina apoyaba un platillo de galletas frente a Nicolay y saludó con un formal, “buenas días señora Craig”. Contesté de forma escueta indignada por la forma de actuar de los dos. Si no era él era yo… ¿Qué estaba pasando entre nosotros? ¿Los problemas de cada uno que no compartíamos? ¿La rutina y costumbre de saber que estábamos allí, al alcance de la mano? Yo no estaba bien, necesitaba a Dimitri… De todas formas… si sus brazos hubieran estado conteniéndome en el momento justo, un psicólogo no hubiera sido necesario. Al menos tan urgente. Sola… Me sentía sola… Sabía que había buscado aislarme, sin embargo no parecía que Sebastien iría por mí. Más allá de una noche de amor…

—¿Bianca, irás con nosotros para ver colegios?

Miré a Nicolay.

—No puedo, cielo. Tengo un compromiso.
—Nicolay, bebe tu leche –ordenó Ekaterina.
—Lo estoy haciendo tía pero le falta un poco de azúcar.

—Me acerqué para alcanzar el azucarero y Ekaterina se adelantó.

—No se moleste.
—No es molestia –protesté.

Liz levantó la vista preocupada.

Suspiré y acomodé mi trajecito color uva.

—Estás muy bonita, Bianca.
—Gracias –sonreí—. Si quieres puedo traerte golosinas cuando regrese.
—Nicolay no come esas cosas.
—Todos los niños comen golosinas. ¡Por qué no dejas de molestar!

Ella me miró fijo.

Desvié la mirada hacia el niño.

—Ojalá sea un buen día para ti y encuentres un bonito colegio –caminé hacia la puerta.
—Gracias, Bianca.
—¡Ja! Como si le importara –murmuró. Eso fue como encender la mecha.

Retrocedí sobre mis pasos hasta ella y mi mano se cerró en su cuello. Sus ojos desorbitados me miraron mientras las manos intentaban zafar del amarre.

Liz dio un grito y se puso de pie.

—¡Escucha zorra maldita! ¡No vuelvas a burlarte de mí! –grité.

Sebastien entró apresurado al tiempo que Nicolay lloraba asustado.

—¡Bianca! ¡Suéltala!

Mis dedos aflojaron y tambaleó para sobreponerse.

—¡Quería matarme! ¡Está mal de la cabeza!
—¡Yo estaré mal de la cabeza pero tú te quedarás sin ella!
—Bianca… Por favor…

Miré a mi marido y su gesto de desesperación.

Me retiré dando tres pasos atrás sin dejar de mirarla a los ojos.

—No te cruces conmigo, te lo advierto. O te reunirás con tu hermana.
—¡Bianca!

Cogí el bolso del sofá y partí atravesando la sala dando un portazo. Ron, desde el parque, no había visto ni escuchado la dura escena pero algo intuyó. Sin decir palabra, abrió el coche y se sentó al volante.

—Llévame al hospital, por favor.
—Sí, enseguida.

Durante el viaje recosté la espalda y eché la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos y traté de no pensar en lo ocurrido en la cocina. Imposible… Lo peor es que Liz y Nicolay había visto todo. Me sentía horrible. ¿Pude haber obviado la provocación? No en mi estado caótico que arrastraba hace tiempo. De todas formas no tenía derecho de hablarme así. No tenía la culpa de haberme cruzado en el camino de Sebastien ni que él me hubiera elegido. Tampoco de la muerte de Olga… Cielos… No había esperado a Charles… Había dicho que deseaba acompañarme… Escaseaban mis deseos de fingir una sonrisa y sentirme orgullosa por mi trabajo al recibir la medalla… Ser una excelente forense era una de las cualidades que me hacían feliz. ¿Y ahora? Tampoco importaba el reconocimiento.

Cogí el móvil de mi bolso y llamé a Olaf. Di una excusa creíble y me desvié del destino. Porque los seres pueden caer en depresión. Quedarse sin familia de la noche a la mañana. Pueden pelearse con su pareja incluso por momentos distanciarse. Pero si se apartan de aquellos que tendrán la fórmula para no dejarte en el pozo oscuro, que no te reprocharán nada, que no correrán asustados porque te has convertido en alguien horrible… Si uno se aleja de los amigos… ya nadie podrá salvarte.

Suspiré y dije a Ron que me llevara a la reserva.

Liz.

En cuanto Bianca se retiró Sebastien pidió a Ekaterina explicaciones a la vez que trataba de calmar al niño. Angustiada subí a mi habitación y guardé en el baúl mi tejido a medio hacer. Me até una coleta sintiendo que mi corazón aún latía de aflicción. Había creído que todo se iría de las manos, quizás hubiera sido así si Sebastien no entraba en el momento justo.

Fui al baño y me refresqué la cara. Percibí a mi bebé inquieto, en mi vientre. Respiré profundo e hice dos llamadas. La primera a un taxi. La segunda a Lenya.

—Liz –respondió de inmediato—. ¿Todo bien?
—Sí… Solo quiero verte. Voy al hotel ahora mismo –me senté sobre la cama acariciando mi vientre.
—¿Cariño, estás celosa? –se escuchó su risa tierna—. No estoy con ninguna dama, lo juro.
—No, es que necesito salir un poco y se me ocurrió que después de tu reunión podíamos beber algo por ahí –nerviosa, balancee mi pie.
—¿Por qué no esperas y te voy a buscar? Tengo para media hora más. Iremos dónde tu desees.
—Quiero irme ya.

Hubo unos segundos de silencio… Su voz cambió el tono alegre y divertido.

—¿Problemas en la mansión?
—Sí, no quiero ver discusiones. Por favor…
—Te llamaré un taxi para que vaya por ti.
—Ya lo llamé. No te preocupes.

                                                     ………………………..

Cuando bajé a la sala todo era silencio. Nicolay estaba sentado muy quieto. Por la puerta del despacho, entreabierta, podía escuchar a Sebastien y a Charles hablar entre murmullos.

Abrí la puerta hacia el parque justo cuando Sebastien salía apresurado.

—Liz, ¿te vas? Charles y yo iremos con Nicolay al hospital a ver a Bianca.
—Me encontraré con Lenya. Ya pedí un taxi, no te preocupes.

Me observó con los brazos en jarro.

—Lo siento mucho.
—Está bien… Yo solo… Necesito despejarme.

                                                    …………………………..

Sentada en el gran sofá de la sala de recepción, esperé con paciencia la salida de mi marido. Mientras, estudié minuciosamente el decorado y los rostros de las personas que transitaban de aquí a allá. En un rincón alejado uno de los conserjes parecía dar indicaciones a una empleada de limpieza. Mi iris observó el paisaje de la ciudad a través de los grandes ventanales. Para los humanos era un día espléndido. Para mí, horas, obligada a usar el bloqueador solar. Rose me había regalado uno con aroma a cítrico que había conseguido Anouk. Era una suerte porque el aroma a coco me haría vomitar. Tendría que soportarlo al menos en Lenya. Sin embargo nada era peor que quedarse entre paredes donde día tras día la felicidad parecía diluirse. Ya no abundaban las bromas y risas. Todo parecía velado por la tristeza. Hasta Charles y Margaret parecían fantasmas escurriéndose por los rincones. Numa en la Isla, Douglas con Marin, Ron muy ocupado con Nicolay, Rose estudiando… Nada era igual.

Al ver el rostro de mi amado aproximarse me puse de pie.

—Mi amor, ¿esperaste mucho?
—Casi nada.
—El gerente está enfermo y tuvimos que tomar otro. Debía estar para firmar el contrato laboral.
—No te preocupes –sonreí.
—¿Dónde quieres ir? –Me abrazó y besó mis labios—. ¿Estás bien?

Me retuvo entre esos músculos fuertes y poderosos, mirándome a la cara. Y yo, que no sabía mentirle, yo que sentía la opresión en mi pecho, no pude disimular. Mis ojos se llenaron de lágrimas y murmuré.

—No, no estoy bien.

Me cobijó acariciando la espalda.

—Tranquila, ya estoy aquí. Vamos… Bebamos algo y me cuentas que ocurrió.

                                                     ………………………...

Todo conté con lujo de detalles. Él solo escuchó y movía la cabeza de vez en cuando como si no pudiera creerlo.

No era poco tiempo de habitar en la mansión entre la angustia y las discusiones. Si me ponía a pensar, antes de la llegada de Nicolay, Bianca y Sebastien habían comenzado a tener desencuentros. Él y sus compromisos ineludibles y la responsabilidad. Ella con sus conflictos solo buscaba aislarse. Al principio creí que era parte de desavenencias matrimoniales. Tiempo de estar juntos, rutina, y cosas por el estilo. Sin embargo todo parecía indicar que ambos sin quererlo o no, se habían distanciado.

Bebí un sorbo de capuccino y miré a Lenya.

—No quisiera llegar a la situación que vive mi prima. Júrame que si algún día me ves mal e intento aislarme, irás por mí.

Sonrió.

—Al mismo infierno. Como tú dices que harías conmigo.
—Sí… Ellos se amaban mucho.
—Si se amaban mucho o no, este es un buen momento para saberlo. Son pruebas, Liz. Todo el mundo puede asegurar que ama al otro pero habrá que demostrarlo.
—¿Dudas de Sebastien o de Bianca?
—De ninguno en especial. Solo… Habrá que esperar.

Bebí tres tragos más…

—¿Puedo acompañarte mientras estás en el hotel? Sé que a la Isla es riesgoso en mi estado, pero… No quiero quedarme en la mansión.

Sus ojos reflejaron la tristeza por verme desconsolada.

—Liz, no puedes esperar horas en la sala o seguirme donde tenga que ir. No en tu estado.
—Me hace peor quedarme allí.
—¿Y Marin? ¿Por qué no sales a pasear con tu hermana?
—No puedo visitarla todas las tardes hasta el anochecer. Está ayudando a Douglas con su tesis. Recuerda que él abandonó todo cuando la rescató del compromiso. Quieren estar solos. Tú sabes… Ella trabaja en el hospital. Quizás hubiera ido con Bianca a la entrega de la medalla, pero el ambiente no estaba para acompañarla. Partió furiosa. Necesito paz, alegría.
—Y… si intentas…
—En mi madre ni pienses.
—Okay…
—Voy al baño. ¿Regresamos juntos a la mansión?
—Por supuesto.

Lenya.

El recuerdo de días felices en la mansión volvió a la memoria. No olvidaba que habíamos tenido contratiempos y peleas. Incluso con mi hermano. Algo me decía que no iba a ser como aquellos días en que tarde o temprano lo solucionábamos. Nunca hubiera imaginado que Sebastien y Bianca no podrían llegar a entenderse.

No deseaba ver a Liz así. Mes pasado había leído un artículo sobre lo que siente el bebé en el vientre de la madre. Es decir, los dos sufrían y eso no lo podía permitir. Tampoco podía inmiscuirme en pleitos conyugales. Recuerdo que tiempo atrás no había sido una blanca paloma en mi relación amorosa y todos debieron soportarme. Pero Liz… Nuestro bebé… ¿Qué haría para sacarla del ojo de la tormenta y a la vez sentirme seguro que la cuidarían?

Observé el verde de los cipreses en la vereda del pub, altos, espigados, rejuvenecidos por la estación… Bajé la vista mientras un pensamiento egoísta se iba formando en la mente… ¿Acaso no sería buena idea? Encendí un cigarrillo y giré la cabeza buscando a Liz. Aún no venía…

Cogí el móvil y llamé a Douglas. Volví a mirar atrás…

“Tío, ¿todo bien?”
—Sí… Necesito que me des un número de teléfono.

Apenas pasó el dato lo sumé a contacto y agradecí. Sabía que lo dejaba preocupado, sin embargo le aseguré que no se trataba de venganzas, de celos, ni de ajuste de cuentas.

Eché una mirada por si Liz aparecía. Pulsé el número rápidamente… Y aguardé…

—Su “hola” me trajo al pasado. Mucho tiempo sin cruzarnos ni de casualidad. Yo… había salvado su vida. Él había cumplido la palabra…

Después de un breve silencio, hablé.

—Soy Lenya, necesito que me hagas un favor.


Sebastien.

Por el segundo pasillo de la planta principal corrí mientras Charles estacionaba su Falcon y cuidaba a Nicolay. Me había parecido ver a Olaf junto a dos doctores caminando hacia el ascensor.

—¡Olaf! –exclamé.

Efectivamente el caballero bajo y canoso se detuvo y me miró.

—¡Olaf! –llegué hasta él.
—Sebastien, ¿qué haces aquí?
—Hola… Quería encontrar a Bianca y es más fácil si me dices dónde. El hospital es muy grande.
—Pero Bianca no está.
—Es que… Dijo que irían a premiarla por…
—¡Oh sí! Es cierto. Pero suspendimos el acto porque ella no podía asistir.
—¿No llegó?
—No. No vendrá. Me habló sobre una reunión familiar de carácter urgente. Por lo visto, no es así.
—Verás, hemos tenido desencuentros y olvidé acompañarla. Ella me lo reprochó, yo me arrepentí, y…
—Y siguen los desencuentros.
—Ajá… —bajé la vista.
—No sé cómo ayudarte.
—Doctor Arve, ¿lo esperamos en la oficina? –un doctor interrumpió.
—Sí, ya voy.
—Descuida, llamaré a mi esposa. Disculpa, adiós.
—Suerte, querido.
—Gracias.
—¡Ah, Sebastien!

Volví sobre mis pasos.

—¿Sabes algo del juicio del pequeño? ¿Cuándo será?
—No lo sé aún. Yo… Quiero pedirte disculpas por ponerte en esa situación. No tenía otra salida.
—No te preocupes. Algún día Brander me lo perdonará. Suerte con Bianca.
—Gracias.

Salí a la calle desesperanzado. Al bajar las escaleras me crucé con Scarlet.

—¡Ey! Mi hermano favorito –rio.
—Mentirosa, eso también se lo dices a Lenya –sonreí con tristeza.
—Cierto, cuando se pone pesado por mi forma de vestir y bla bla bla –me cogió del brazo y me miró.
—Eso también es mentira. Cuando se mete en tu vida le dices muchos improperios.

Rio otra vez.

—¿Y Bianca?
—No vino. Dejé el recorrido de colegios por ella y no vino.
—Bueno… Debe estar confundida con todo lo que ocurre en casa. Tranquilo. ¿Nicolay?
—Con Charles. Buscarían estacionar el coche y se reunirían conmigo en la planta principal. Todo en vano.
—No pienses eso. No es en vano que hayas delegado cosas por estar con ella.
—Sin embargo Bianca no lo sabe.
—Ahora lo sabrá.

Sin tiempo a qué reaccionará cogió su móvil y llamó a la mansión.

Rose atendió al instante. Scarlet preguntó por Bianca e interrumpí.

—Dile que estamos aquí, en el hospital, con Nicolay y Charles.
—Ssssh… Okay Rose, gracias.
—¿Qué ocurre?
—Bianca no está.
—Pero… ¿Dónde fue? Cuando salió de la mansión estaba angustiada.
—Mmm… Creo que sé dónde puede estar.
—¡Dime!
—En la reserva, con Bernardo.
—¿Cómo sabes?
—Porque cuando un ser está angustiado y no se siente bien, a quien buscará, es a un verdadero amigo.

Nicolay corrió a mi encuentro. Charles tras él sonriente.

—Este chico no se cansa nunca. Ya estoy viejo –rio—. ¿Bianca?
—No vino –contesté.
—¡Ay qué lindos zapatitos tienes! –exclamó Scarlet.
—Me los regaló Brander.
—Buen gusto, pero ahora se usan unos muy modernos que tu tía te comprará. Mejor no, ¡iremos los dos de compras!
—¡Scarlet, no corrompas al niño! –protesté.
—No, querido. No se llama corromper. Es consumismo. Repite conmigo, con—su—mis—mo. Y es la solución cuando uno se siente triste.
—Pero yo no estoy triste –dijo Nicolay encogiendo los hombros—. Estoy contento.
—Bueno, cuando uno está contento sirve para afianzar la felicidad.
—¡Suficiente Scarlet!
—¡Okay! Ya tendremos tiempo. Te gustará, verás. ¿Un chupetín? ¿Quieres? Podemos comprarlo en el kiosco de la esquina.
—Sí, me gusta. Pero tía Ekaterina dice que estropea los dientes.
—¡Pero qué amarga es tu tía!
—¡Scarlet!
—Me voy, ya entendí. Pero las compras quedan pendientes.

Antes de alejarse giró para verme.

—¿Irás a la reserva?

Negué con la cabeza.

—No quiero perseguirla si su intención es hablar con Bernardo. Sé que la aconsejará para bien.

Volvió unos pasos hasta tenerme frente a frente.

—No lo dudo. Sin embargo es su amigo. En estos momentos de crisis… no significa que el bien de ella sea el bien para ti.

Bianca.

La pequeña sala de la cabaña era acogedora. Los leños crujientes que daban calor estaban apagados, aún así el suave aroma a pino silvestre y flores de azahar se colaba por la ventana abierta y se respiraba bienestar. La armonía suspendida en el aire era tan palpable que si hubiera extendido mi mano y cerrado el puño hubiera creído que podía retener un poco de ella.

Bernardo estaba sentado frente a mí, en el sofá de dos cuerpos. El mismo mueble en el que hace tiempo, me había quedado dormida esperando noticias de Tomy. Recordaba esa noche… Sabina y yo habíamos hablado por primera vez en buenos términos. Su dolor por no haber visto crecer a Douglas, mis miedos porque Sebastien no me quisiera lo suficiente, aquel moisés encerrado en el armario, el té que me había preparado Sabina… ¡Qué rápido transcurría todo en la vida! ¡Qué fugaz pasan los hechos presentes para convertirse en pasado! Douglas no veía, Bernardo era humano, Yako no existía, Sebastien y yo… Hasta me dolía nombrarnos. ¿Qué estaba ocurriéndonos? ¿Era solo yo la culpable de esta distancia dolorosa? ¿Eran mis conflictos los que me habían apartado de él y de mi hogar? ¿O él no había acudido en el instante preciso a salvarme del la tristeza? ¿Acaso hoy por hoy no daba igual?

Sabina salió de la cocina con un platillo y una jarra de cerámica.

Otra vez un aroma a bizcochuelo y café demostraron que no me hallaba entre cuatro paredes vacías, sino en el hogar de una familia. ¿Cuándo había comenzado a perder la mía?

Las dos tazas vacías no tardaron en llenarse con el líquido oscuro y delicioso.

—Bianca, no tomes como desaire que no comparta con ustedes. Sé que tienen que hablar y por mi parte debo llevar a Yako al pediatra.
—Gracias. No te preocupes. ¿Está enfermo Yako?
—No, es solo un control de rutina.
—Oh…
—Disfruten el café. Y tú el bizcochuelo –guiñó un ojo a Bernardo.
—Gracias, cariño.

Ella desapareció tras una puerta que daría a una habitación. Quedamos en silencio, bebiendo el café… ¿Por dónde comenzaba?

—Por el principio –dijo Bernardo como adivinando mi duda.

Sonreí.

—¿Siempre sabrás lo que pienso?
—Eso trato. No creas, podría equivocarme. Pero si has venido hasta aquí con esa pena en tu rostro es porque necesitas que te escuche.
—Así es…
—¿Y bien? Cuéntame todo.

Así lo hice, paso a paso, lo que sentía, mi soledad, no poder conectarme con Sebastien. Mi deseo de vivir este momento especial, juntos, y a la vez querer pensar en mí para lograr solucionar los propios conflictos.

Bernardo escuchó atentamente. Sin gestos que guiaran si lo que salía de mi boca estaba bien o mal. Finalmente, entre sorbo y sorbo de café,  esperé ansiosa su consejo.

—¿Dime qué hago?

Suspiró.

—Es una gran responsabilidad decirte qué hacer. No soy infalible, solo soy tu amigo. Me gustaría saber si el tiempo de soledad que buscas lo haces porque crees que te liberará, o porque necesitas sentirte fuerte y segura para enfrentar tu nuevo rol.
—¿Hay diferencia?
—Claro qué sí. Porque si lo haces por la primera causa, debes saber que la responsabilidades no se irán. Estarán allí cuando regreses. En cambio si lo que quieres es tiempo para no equivocarte pienso que no estaría mal.
—Estoy segura que quiero a Sebastien y querré con el corazón a Nicolay. Sin embargo, en este momento, con esa bruja dando vuelta entorpeciéndolo todo… ¡Cielo, me veo una hembra horrible!
—¿Por qué no amaste al niño a primera vista? No veo lo extraño. ¿Quién es Nicolay para ti?
—Es el hijo del vampiro que amo.
—Sí, y el hijo de otra hembra.
—Es adorable –mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Tranquila, no quiere decir que lo rechaces. Falta tiempo para adaptarte y para quererlo por sus propias virtudes. No solo porque es hijo de tu marido.

Mis lágrimas rodaron por mis mejillas y él limpió la primera.

—Su madre murió. ¿Entiendes? Siento que dejo todo porque me importa una mierda. No es así.
—Deja que los hechos transcurran. Habla con Sebastien y pídele un tiempo.
—No lo aceptará.
—No queda otra que intentarlo.


Asgard Nilsen.




Media hora había transcurrido desde que el juez Hermansen me había citado. Solía ser puntual, por eso me extrañó sobremanera que su figura no se dejara ver por las puertas de roble. Miré el reloj en mi muñeca izquierda y suspiré. Mi cargo de Defensor de Menores era importante pero no lo suficiente para levantarme e irme dejándolo plantado.

Me recosté en el respaldo de la silla frente al escritorio vacío. Sin abrir las carpetas memoricé los expedientes. Caso Holt, caso Oliversen, y caso Smirnov. Los expedientes en orden, los datos completos, y lo más importante, la conclusión de los dos primeros. En el supuesto de Nicolay Smirnov no conocía demasiado. Suponía que después de la entrevista con su supuesto padre biológico tendría un panorama más claro.

Escuché una puerta abrir y cerrarse. Le siguieron pasos. Sonreí. Imposible confundir el andar cansino de Hermansen. Cargaba con sus casi ochenta años y un reuma grave desde la primavera del 2010.

Acomodé la chaqueta de mi traje y ajusté la corbata. Eché un vistazo al pantalón pulcro y planchado. Era una suerte que mi perra Golden no hubiera saltado sobre mí cuando abandoné mi casa esta mañana. Siempre debía escapar para que no me descubriera subir al coche.

Las dos hojas de la pesada puerta se abrieron y giré para comprobar lo que estaba seguro. Dibujó una sonrisa torcida y fingió haber caminado erguido desde su casa. Vestía de traje azul marino y zapatos tan lustrados que podrías verte en ellos. No tenía su toga puesta, era natural. No nos hallábamos en el estrado y aún faltaba para el juicio, así que lucía elegante y formal.

Me puse de pie y me acerqué para ayudarlo a cerrar las puertas.

—Nilsen, gracias.
—De nada, Señoría.
—No es la edad, es el maldito reuma.
—Por supuesto que sí.

Avanzó lentamente y se sentó en la silla de respaldo alto y brazos con ornamentos. Me mantuve de pie observando como con gran dificultad lograba ponerse cómodo.

—Nilsen, siéntate, hazme el favor. Esta reunión es para tomar conocimiento de tu opinión con respecto a los expedientes. Relájate.

Desprendí mi chaqueta y me senté frente a él.

—Bien… Antes de comenzar quiero saber cómo te trata la vida. Dime, ¿sigues con Marian?

Sonreí.

—No, terminamos.
—¡Pero qué les pasa a las mujeres de hoy en día! No saben valorar un hombre decente.
—Decente pero que vive para el trabajo. Supongo se cansó. No coincidíamos en los horarios.
—¿Y la bruja de tu ex? ¿No te ha llamado?
—Mejor así. No tenemos cosas buenas que decirnos.

Se recostó en el respaldo pensativo y dos de sus dedos se posaron en los labios. Como dudando si hablar. Al fin lo hizo.

—El domingo estuve a punto de llamarte. Sin embargo lo pensé bien. No hubiera servido de nada.
—¿Lo recordó?
—Sí… ¿Ya siete años?
—Sí. Gracias igual.

Sus manos intentaron coger las carpetas y la derecha chocó contra el tintero de mármol.

—¿Por qué diablos siguen poniendo este maldito tintero si ya no se usa?

Sonreí.

—Es bonito.
—Bonito e inútil.

El movimiento brusco hizo que la figura de bronce de “la justicia”, sobre el escritorio, balanceara los platillos.

Fijé la vista en la dama de toga y ojos brillosos hasta que se detuvo.

—Vamos a lo nuestro… A ver… —quitó las gafas de su bolsillo superior y abrió la primera hoja.

Se mantuvo en silencio mientras estudiaba mi dictamen minucioso. Tragué saliva. Por más que Hermansen me tuviera un gran cariño por años de conocernos, su parecer y decisión sería irrevocable.

Continuó leyendo cuidadosamente, tomándose el tiempo del mundo. Mientras yo trataba de pensar en otra cosa para distenderme. Era importante para mí que comprendiera el porqué aconsejaba esa libertad con condiciones.

Al fin cerró la carpeta y se quitó las gafas. Juntó las manos entrelazando los dedos y me miró fijo.

—Caso Oliversen, ¿qué hacemos con este chico?
—Pues…
—Mi pregunta no fue tal sino una aseveración casi taxativa de que estás metiéndote en camisa de once varas.
—Lo sé. Aun así, prefiero confiar en él.
—Ha robado tres veces cuando probé dejarlo en libertad.
—Hurtado, perdón. Sé que no debo corregirlo pero es importante la diferencia. Nunca usó un arma. El motivo siempre fue la comida.

Bufó y volvió a abrir la carpeta.

—Nilsen, Oliversen cumplirá la mayoría de edad dentro de tres meses. Creo que es mejor mantenerlo en el Instituto. Si lo dejo salir delinquirá otra vez.
—No si tiene un trabajo. Ha mostrado que tiene interés en mejorar y la psicóloga ha dicho que lo encuentra estable y maduro. Yo… Tiene el informe de ella en la carpeta.
—Lo leí. Pero debes saber que ese chico es muy hábil. Podría engañar al mismísimo Satán. Por cierto, ¿quién le dará trabajo a un menor casi adulto que cuenta con estos antecedentes?
—He hablado con un amigo. Tiene una ferretería y aceptó ponerlo a prueba.

Negó con la cabeza.

—No estoy de acuerdo. Mis razones son dos. La primera no creo que esté recuperado para vivir en la sociedad. La segunda, no deseo que pierdas a tu amigo. ¿Se entiende? No hay discusión.
—Muy bien. Entiendo. Señoría… Cuando Oliversen cumpla la mayoría debe cumplir la pena en una cárcel común. Es por ello que mi interés se basa en que no salga peor.
—Hay buenos programas de estudio dentro del sistema, además puede colaborar en las tareas. Lo mantendrá ocupado. Reincidió varias veces. No le daré libertad condicionada.
—Perfecto. Respeto su opinión.

Buscó la segunda carpeta y repitió la acción. Leyó minuciosamente aunque no llegó al final. Quitó sus gafas y me miró preocupado.

—¿Desde cuándo lo sabes?
—En realidad, sospechaba de los Holt. No tenía pruebas. Siempre los vi inestables y con actitudes agresivas. Lo detallé en el informe pero no fue suficiente.
—Es que no dejaba de ser tu opinión subjetiva. Nunca te gustaron.
—Es verdad. Pero ahora hay una denuncia de un vecino en la policía. Se escucharon gritos y el llanto del niño. Hay más, en la penúltima hoja.

El juez volvió abrir la carpeta buscando con afano.

—¿Un informe de la Guardia?
—Sí, del hospital a las dos de la madrugada. El médico que recibió al niño aseguró que tenía marcas sospechosas. Los Holt dijeron que había caído de una escalera, pero él no les creyó. Dio un informe a la policía aunque poco y nada hicieron. Necesitan la orden de un juez.

Movió la cabeza negando.

—Pensar que concedí la adopción.
—No se culpe. Ocurren estas cosas. Lo importante es que no perdamos tiempo. Señoría, sáquelo de allí –supliqué.
—¡Claro qué sí!

De inmediato cogió el teléfono y llamó a la secretaria. Mirna entró a los pocos minutos y se acercó sonriente.

—Buen día, Nilsen. ¿Su Señoría?
—Buen día, Mirna.
—Necesito que llames a la Jefatura y le digas que envíe un patrullero al tribunal. Deben retirar la orden con mi firma y que partan por el niño.
—¿El niño de los Holt? –preguntó angustiada.
—Sí, por favor. Y redacta también una citación urgente de esos monstruos. Firmaré ambas apenas termines.
—Sí, Señoría.

Cuando Mirna partió rápidamente con la carpeta de los Holt, el juez suspiró.

—Algunos creen que somos como dioses, que nunca nos equivocamos.
—Tranquilo, no se culpe más.
—Has hecho un buen trabajo Nilsen.
—Gracias.
—Vayamos por el último expediente de hoy –abrió la carpeta y leyó.

Pocos folios engrosaban el documento. De Nicolay Smirnov no sabía demasiado pero no tardaría en conocer al pequeño rehén de esos adultos. Era un caso similar a los divorcios. Padres por un lado y otro jalando por la tenencia. Que fuera una adopción y una reclamación de paternidad no cambiaba las cosas. Había un niño en el medio que desearía vivir en paz. No podía creer que las personas enceguecieran en una guerra como si el premio fuera una parcela de territorio o el trofeo de un campeonato.

—¿El niño es ruso?

Levanté la vista y lo miré.

—Sí, su madre era oriunda de allí. Falleció.
—Ya veo… ¿Entonces vivió con su tía?
—Sí, y dos hombres. Al parecer uno de ellos debe ser familia. Lleva el mismo apellido. Un tal…
—¿Boris Smirnov? Adoptó al niño en Rusia.
—Exacto.
—¿Del otro caballero que se sabe?
—Su nombre, nada más. No he tenido entrevista alguna con ellos aún.

Dio vuelta la hoja e hizo una mueca de insatisfacción.

—Es un caso nuevo y hay pocos datos para que saques conclusiones y me las digas, ¿no es así?
—Por eso le pido más tiempo.
—Lo tendrás. Pero no te extiendas demasiado.
—Lo prometo.

Estudió la quinta hoja de la carpeta por un par de minutos.

—Quien reclama la paternidad es el señor Sebastien Craig.
—Así es. De él pude averiguar más datos. Será mi primera entrevista.
—Goza de muy buena posición económica.
—Al parecer. Los Craig son dueños del hotel Thon. También se dedican a la explotación de carbón en la Isla del Oso. Viven alejados del centro de Kirkenes.
—Al menos sabemos que el niño no pasaría ninguna penuria.
—Eso no lo podría asegurar. Los niños de seis años les importan otras cosas. No la ropa de lujo ni un chofer a disposición.
—Lo sé.
—Hablaré con Nicolay si usted está de acuerdo.
—No podemos extender la fecha probable de juicio.
—Le pediré al señor Craig que se acerque con él y hablaré aparte con el niño.
—Entonces, ¿vive con el padre biológico? ¿Aun sin la tenencia declarada?
—Es lo extraño, ¿verdad? Al parecer los padres adoptivos no opusieron resistencia. El caso es… Si están de acuerdo en algo tan controvertido, ¿por qué no llegar a entenderse optando por un juicio? Podría ser por llevar el apellido pero me temo que no es eso solo.
—¿Crees que Sebastien Craig los ha amenazado?
—No lo sé. Prometo llegar al final de la intriga, por el bien del niño.
—Muy bien, Nilsen. ¿Te parece que en diez días tengas el expediente completo.
—Así será.

Mirna golpeó la puerta y su voz se escuchó un tanto ansiosa.

—Señoría, todo listo.
—Adelante, querida.

Caminó apresurada hasta el escritorio y extendió los documentos.

Solo tiene que firmar.

—¡Qué eficiente eres! Gracias.

Mientras el juez cogía su lapicera de plata me recosté en el respaldo. La joven secretaria aguardaba de pie, firme. Su espalda derecha, sus ojos castaños siguiendo el pulso de la escritura de Hermansen. Lucía un peinado elegante en su cabello caoba y la pulcritud en la falda y camisa. Su rostro delicado y femenino con poco maquillaje era acorde a su estructura delgada. Parecía una muñequita de esas que coleccionan las niñas.

—Listo, Mirna.
—Gracias Señoría. El patrullero llegará en quince minutos.
—Bien. ¡Qué se apresuren!

Apenas cerró la puerta Hermansen sonrió.

—Es una buena chica y muy inteligente.
—Sí, hace años trabaja para usted y siempre es tan diligente.
—Sí… Y está sola.

Sonreí.

—¿Su Señoría me busca pareja?

Rio.

—No lo tomes a mal. Te conozco desde hace tanto tiempo. Sé quién eres Nilsen. No mereces estar solo.
—No estoy solo en casa. Tengo a Dalila.
—¡Es una perra! Hablo de compañía de verdad.
—Estoy bien.
—¿Sabes qué está enamorada de ti?
—¿Quién?
—No te hagas el tonto. Hablo de Mirna.
—Ah pues, no sé. Quizás sea admiración.
—¡Cómo no! Se pone nerviosa cada vez que te ve. Ese rubor en las mejillas cada vez que la miras no es colorete artificial.
—Señoría, vayamos a lo que compete.
—Fíjate tú que ya terminamos. ¿O tienes algo más sobre Nicolay Smirnov?

Negué con la cabeza.

—Entonces, fin de la cita. Como no podemos pavonearnos ante el público en una cafetería, lo beberemos aquí.
—Supongo que no podré negarme.
—¡Qué bien me conoces!

Reí.

—Okay, acepto el café.










































14 comentarios:

  1. Qué movida hay en este capítulo! Sale el gran amigo de Bianca:))
    No sé cómo Sebastien no ha intentado estrangular a Boris también :)) Sigo pensando que a Sebastien le va a costar tener la custodia de Nicolay. Has buscado un buen defensor. El capítulo muy bueno.
    Un beso y mis mejores deseos para tu madre!

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    1. ¡Hola Ignacio! Gracias por leerme y comentar.También por tus deseos para con mi madre. En un rato ya me iré al hospital.
      La aparición de Bernardo es clave para Bianca, creo que lo es todo amigo. Deberá pensar que arriesga o no al tomarse el tiempo.
      En cuanto a la custodia de Nicolay, muchas cosas pueden ocurrir antes y durante el juicio, habrá que esperar. Ojalá se entiendan todos los padres.
      El defensor desarrolla su papel muy bien. Son los menores lo que le interesan y actuará en base a ello.
      Gracias nuevamente, es un aliciente saber que te gusta como escribo. Un abrazo grande y que tengas una muy buena semana.

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  2. Hola, Lou... Lo primero y más importante es mandarte un abrazo fortísimo... y también mis mejores deseos de que tu madre se recupere pronto
    De acuerdo, Brander... con erre al final
    Bueno, creo que Nicolay ha tenido que presenciar una escena terrible entre Sebastien y Boris... y otra, entre Bianca y Ekaterina
    Todos tienen los nervios a flor de piel y están perdiendo el control
    La cita con el defensor del menor ya está muy próxima... ese capítulo promete, y estoy convencida de que cumplirá su promesa
    Te diré que me ha encantado el nuevo personaje... Asgard Nilsen
    Entiendo que Liz haya querido refugiarse en la compañía de Lenya... y creo que Lenya está tan preocupado por ella y por el bebé que ha llamado a Drank
    Bianca también ha buscado la compañía de Bernardo... Es muy duro distanciarte de quien amas, pero el amor está en el aire... y no hay distancia que pueda con un amor verdadero como estoy segura que es el de Sebastien y Bianca
    Siento que Bianca no se haya enterado de que finalmente Sebastien fue a ver como la premiaban con la medalla
    Nicolay es un encanto, ya le tengo cariño
    Un capítulo espectacular, Lou... La novela está muy interesante... Vuelvo a felicitarte por ser una excelente escritora
    Y ya por último te mando todo mi cariño desde lejos... pero puedes contar conmigo para lo que necesites
    Un beso muy fuerte para tu madre, y otro para ti

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  3. ¡Hola Mela! Muchas gracias querida amiga. Estoy pasando un momento horrible porque las idas y venidas al hospital están agotándome. No tengo mucha gente para reemplazarme. En cuando a mi madre tiene rotura de cadera. Pero lo peor es la cabeza, no anda nada bien de la memoria y orientación. Un grave problema.
    Ahora sí vamos al capi.
    Sí, todos están nerviosos, y no ganan nada así pero no creo que lo entiendan. Una pena, Nicolay sigue en el medio de la tormenta. Sé que Sebastien y Bianca podrán lograr hallar ese amor que tienen y parece haber huido. Lo que ignoro es cuánto tiempo habrá que esperar.
    Bianca no se ha enterado de la presencia de Sebastien, quizás se entere. Pero creo que va más allá de eso. Necesita un tiempo para ser la de antes.
    Nicolay es un sol. Espero que se termine su odisea y los adultos se pongan de acuerdo.
    El Defensor es muy competente, sin embargo quién tendrá la última palabra será el juez.
    Muchas gracias querida amiga por estar siempre. Contaré contigo si necesito hablar, no lo dudes. Aun a la distancia estás en mi corazón. Besotes miles!!

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  4. Lou amiga espero que tu mami se ponga bien, te mando mis buenos deseos!!!
    Y sobre el capítulo a Sebastien y Bianca les hace falta hablar y bastante porque si las cosas siguen así van a ir de mal en peor, tras de eso la Tía del niño no ayuda en nada me esta cayendo mal. Ojala que todo sobre el juicio que sea para bien del niño y me gustaría que se quede con Seabastien, Bernardo siempre el un buen amigo que vela por el bien de su amiga, gracias Lou por el capítulo me gustó bastante!!

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    1. ¡Hola Lau! Mi querida amiga gracias por comentar y tus buenos deseos para con mi madre. Veremos que pasa, hay que esperar la operación. Y te iré contando.
      Cierto, les hace falta hablar pero creo que hay algo más llamado desgaste por vivir cada uno en sus cosas. Creo que se alejaron sin querer y Bianca esta vez no tiene la misma predisposición.
      Ekaterina la odian varios, quizás puedas cambiar de parecer, hay que esperar.
      Bernardo siempre estará presente. Es un verdadero amigo.
      Gracias a ti por estar siempre. Un besazo enorme!!

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  5. Uy espero que t u mama este mejor te mando un a brazo. Me d a pena Bianca esa Ekaterina o como se escriba es una bruja. Ojala Sebatien pueda tener a su hijo y soluciones las cosas con su pareja

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    1. ¡Hola cariño! Muchas gracias por tus deseos. Ya te contaré como va.
      Sí Ekaterina es una bruja pero no olvides que guarda resentimiento. Es difícil tener frente a frente a la rival de tu hermana. Habrá que esperar.
      Yo quisiera ver a Nicolay feliz y creo que con Sebastien sería ideal siempre y cuando comparta tiempo razonable con Boris y Brander.
      Gracias amiga, un besote grande y muy buena semana!!

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  6. Hay mucho lio con el chiquillo,no se que dira el defensor y el juez.Cuando alguien te pide tiempo malo.Mas valdria que arreglaran las cosas sin distanciarse.Me ha gustado mucho y ojala tu madre se ponga bien.

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    1. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. Hay mucho lio sí, al no ponerse de acuerdo hay mas personas en el medio. Esperemos que todo sea por el bien de Nicolay.
      Me alegro que te haya gustado.
      Gracias por tus deseos. Mi madre se a quebrado la cadera y tiene 81 años, veremos como sale. ¡¡Un abrazo grande y buena semana!!

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  7. Hola, Lou! Esperando que tu mami se encuentre mejor y se recupere pronto y tú también estés más tranquila. He leído el capítulo y de verdad, estruja el corazón. La desesperación, enojo y tristeza tanto en Sebastien como en Bianca, están causando estragos y ponen en riesgo todo y a todos...es difícil encontrar una salida, creo que hay muchos demonios que deben expulsar y con tanto en contra, pero soy optimista, y creo que a favor, tienen el amor que los ha rescatado antes...qué capítulo tan emocional, tan intenso...Estoy ansiosa por el encuentro entre el defensor y Sebastien, por lo que he leído de Nilsen, no la tendrá fácil Sebastien, será un enfrentamiento entre inteligencias agudas y firmes, el suelo está pantanoso para Craig...! Muchas gracias por hacernos vivir cada capítulo, por este esfuerzo aún en los momentos más difíciles para ti, estamos contigo! Besos y abrazos grandes!

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    1. ¡Hola querida amiga! Muchas gracias por tus deseos y por estar presente siempre.
      Sebastien y Bianca no se entienden, cada uno lleva un bagaje de conflictos y responsabilidades que en vez de unir los aleja. Tengo fe como tú, pero costará.
      En cuanto al Defensor espero dejarte satisfecha con el contenido. Si no sé moverme aquí siendo abogada de Familia, estamos en problemas jajaja. Ansío ver esa entrevista, y por supuesto la de Nicolay. Bueno cielo nuevamente gracias de corazón. Un beso enorme desde Argentina.

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  8. LOU, ya extrañaba , leer tus capítulos a cual mas interesantes,,,y cada vez mas intrigantes, sabes escribir te felicito,,,besos amiga,,,

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    1. ¡Hola querido amigo! Muchas gracias por pasarte y comentar. Me alegro te haya gustado. Veremos que pasa con el juicio. ¡Un abrazo y buena semana!

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