Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


domingo, 18 de marzo de 2018


¡Hola chicos! Por fin he podido terminar de escribir el capi. Veremos como van sucediendo los hechos y algunas consecuencias. Es lógico que les de pena Sebastien, pero evidentemente no han podido solucionar por una falta de comunicación de ambas partes. Por mi parte, no he podido adjudicar la culpa solo a uno. A veces la distancia ayuda.
Notarán un Drank diferente, paso a paso, nada es mágico. Como dice el título, paciencia.
Espero les guste y muchas gracias por comentar. Miles de besos.


Capítulo 46.
Paciencia.

Liz.

Cuando Lenya detuvo el coche miré por la ventanilla. Más allá de la ruta una suave pendiente moría en un conjunto de cabañas de madera rodeadas por pinos altos y espigados. Había estado otras veces en la reserva, pero esta vez mis ojos no perdían detalle de aquel entrañable claro del bosque donde mi amigo había elegido seguir su vida. Bernardo le había contado a Bianca la decisión de Drank. Fue la primera vez que me tomó por sorpresa su paso a seguir. Hubiera pensando que deseaba con toda el alma regresar a Drobak y por fin estudiar sin problemas económicos. Sin embargo él quiso quedarse aquí, con los lobos. ¿Sería por alguien que llenaba su corazón? ¿O simplemente eran estas tierras que lo habían acogido en su peor momento? Nunca fue un ser desagradecido, quizás vio con buenos ojos quedarse y ayudar en los proyectos como lo era el de la escuela.

Recorrí el paisaje nuevamente buscando esa magia que había atrapado a Drank…

A la vista privilegiada le siguió mi olfato de vampiresa que impregnó mis pulmones de aroma a resina y fresnos. El pasto reverdecido lucía pintoresco salpicado de flores silvestres blancas y amarillas. Era una tarde gris, sí. Sin embargo la reserva parecía estar lejos de la lluvia que amenazaba. El ligero olor a can arrugó mi nariz. Observé dos hombres cargar una bolsa de arpillera que parecía muy pesada. ¿Sería un animal? Entraron a una de las cabañas donde una mujer salió a recibirlos. Al apagar el motor, mi oído descubrió el delicioso sonido de una corriente de agua. Poco caudal, profundo cauce. No la divisaba. Quizás serpenteaba tras la arboleda.

El sol no se veía aunque sabía que estaría en el horizonte oculto por las nubes, y allí permanecería hasta volver a alzarse si es que la lluvia sería pasajera. No era una experta en clima. El cielo no era el medio donde me movía, sino el mar y los ríos. Pero Lenya sí conocía mucho. Él dominaba las tormentas y temporales de nieve.

—¿Lloverá mucho tiempo? –lo miré.
—No, es casi verano.

Abrió la puerta y lo imité.

—¿Iremos caminando?
—Esperaremos aquí. Dijo que vendría por ti. Hemos llegado antes de lo establecido.
—Ah…

Me senté sobre el capó del coche con las piernas estiradas. Él se recostó al costado y encendió un cigarrillo. Observé que contemplaba el paisaje…

—Bonito lugar –susurré.
—Sí. Bernardo ha hecho un buen trabajo.
—Están construyendo una escuela, ¿lo sabías?
—Algo de eso escuché a Sebastien.

Una bandada de pájaros cruzó por encima de nuestras cabezas. Los dos elevamos la vista hacia aquellas aves tan libres. Ninguno apartó la mirada hasta que se perdieron entre las copas lejanas.

—Ojalá los Craig viviéramos en un bosque o playa y no en una mansión lujosa.
—No es la casa, Liz. Es lo que uno hace de ella.

Aspiró el cigarrillo y me miró.

—Cuando llegué a la mansión era otra época. Se respiraba armonía.

No pude menos que echarme a reír. Él frunció el ceño.

—¿De qué ríes?
—Armonía que tú desbarataste en segundos.

Sonrió de lado.

—Bueno, fue un poco difícil al comienzo.
—Maravilloso comienzo, amor mío. La suerte y tu decisión hicieron que nos conociéramos.

Lanzó el cigarro al asfalto y con un rápido movimiento se ubicó entre mis piernas.

Reí y lo rodee con mis brazos.

—¿Lo recuerdas? –susurré rozando su nariz.
—Por supuesto. Uno jamás olvida aquel momento que conoció al amor de su vida.

Sonreí y mordí sus labios.

—¿Vestido?
—Azul –respondió.
—¿Cabello?
—Recogido.
—Y…
—Y una ganas locas de llevarme a la cama –completó.
—¡Calla! –volví a reír—. Porque tú no, ¿eh?
—Nunca lo negué.

Cogió mi rostro entre sus manos y me besó. Mis dedos ascendieron por la nuca hasta enredarlos en sus cabellos. Sus brazos fuertes me rodearon. En otro tiempo mi cuerpo y el de él hubieran encajado perfecto.

Me separé y reí.

—Hay un intruso entre los dos.

Bajó la mirada a mi vientre y la mano se posó en nuestro hijo.

—Dile que por ahora no tengo inconveniente.
—Díselo tú. Los bebés escuchan. Así dicen.

El iris gris de sus ojos se mantuvo en el bulto bajo mi vestido. Deslizó las yemas de los dedos por la circunferencia perfecta.

—Hola, cariño. Soy papá.

La ternura me invadió. ¿Este ser tan dulce era el mismo arrogante y seductor de los primeros tiempos? ¡Cuánto había cambiado! Aunque conservara ese aura poderosa. Yo también había cambiado… Todos cambiamos. ¿Dónde había quedado ese Lenya tan diferente? ¿Dónde había quedado aquella Liz de Drobak? Quizás, en las páginas del libro de nuestras vidas. Ese que escribimos día a día con la tinta indeleble.

El sonido de un motor se escuchó cercano. Lenya se apartó y quedó a mi lado cogiendo mi mano. Su mirada gris plata oscureció.

—Parece que llegó la hora de dejarte en sus manos.
—Podemos buscar otra salida.
—No, me jode decirlo pero si se trata de cuidarte no confío en nadie más que en él.

La furgoneta no tardó en verse al doblar una curva del estrecho sendero de tierra. Mientras se acercaba su mano seguía aferrada a la mía. Como si solo quisiera soltarme cuando estuviera seguro de quien era.

Mi corazón cambió el ritmo. Cierto que me resistí venir. Ahora me sentía ansiosa por saber cómo lo encontraría. Podría estar triste o alegre. Con ganas de vivir, o abatido. Pero de algo estaba segura… Estaba vivo. Gracias a Lenya Craig.

Aguardamos inmóviles que el vehículo llegara donde el sendero moría en la ruta. Alguien había acompañado a Drank, parecía de rostro conocido. Él apagó el motor y bajó de la furgoneta. Tenía el cabello más corto y la barba incipiente, pero su sonrisa luminosa era la misma de antes, cuando vivíamos en Drobak.

Cerró la puerta y quedó inmóvil. Coloqué un mechón tras la oreja. A los ojos de cualquiera hubiera parecido una actitud normal y desenfadada. Pero él no era cualquiera. Era mi mejor amigo. Así que seguramente sabría que me encontraba un tanto nerviosa. Bueno… No fue el único.

—Tranquila amor –dijo Lenya.

Drank dio unos pasos avanzando hacia nosotros.

—¡Hola!
—¡Hola! –respondí.

La mujer bajó la ventanilla y nos observó con una mirada curiosa. La conocí al instante. Era una anciana a la que llamaban Mamina.

—Ella es Mamina –dijo Drank acercándose—. Quiso acompañarme.
—¡Eso es mentira, tú dijiste que viniera contigo! –protestó ella.

Drank la miró y mordió sus labios.

Sonreí.

—Gracias por ser puntual –dijo Lenya.
—De nada. Debemos irnos. Festejamos un cumpleaños.
—Lo recuerdo. Bien… Me voy. Regresaré aquí mismo dentro de cuatro horas.
—¿Cuatro horas? –mi pregunta sonó desesperada.
—Pasará rápido, cariño. Diviértete.

Por más que su voz parecía segura y determinante, no fue así con su gesto corporal. Al tiempo que nos miramos, dejó que deslizara mi mano por su palma lentamente hasta que las yemas de los dedos fueron el último contacto.

Mi amigo señaló el trecho hacia el vehículo.

—Ten cuidado, Liz. Hay piedras pequeñas y puedes resbalar.

Caminé junto a Drank y me detuve cuando abrió la puerta trasera. No hubo abrazo. No correspondía. Porque antes había una promesa que cumplir. Su corazón debía tener otra dueña.

No me miró a los ojos y yo necesitaba que lo hiciera. Deseaba saber si era una tortura tenerme allí, tan cerca.

Me acomodé y escuché el rugir del motor del Civic. Vi alejarse a Lenya por la ruta a la vez que yo saludaba a la anciana. Drank encendió el motor y cuando giró nuevamente para retomar el sendero, Lenya había desaparecido.

Difícil explicar lo que sentí. No estaba infeliz por reencontrarme con mi mejor amigo, sin embargo mi corazón parecía faltarle una parte esencial para latir.

No sé si era el embarazo y la sensibilidad a flor de piel, porque sentí ganas de llorar. Lo hubiera hecho, sin duda, si la anciana no hubiera entablado conversación.

—Tú nombre es Liz, ¿verdad?
—Sí, señora.

Comenzamos el breve viaje hacia su cabaña. Alrededor olía a cuero y a resina.

—Liz es un bonito nombre –dijo la anciana—. Me puedes llamar Mamina.
—Vale, así lo haré.
—Ella es de Drobak, Mamina. Como yo. Somos amigos desde hace muchos años.
—Ah, con razón. No quise ser indiscreta, sin embargo moría de curiosidad por saber el motivo por el que nada menos el heredero de Adrien Craig, depositara en tus manos su joya más preciada.

Drank carraspeó y yo sonreí. La anciana continuó.

—No te he visto a menudo por la reserva. Nunca hubiera adivinado que eran tan amigos.
—Es que… Estoy ocupado para recibirla como corresponde, Mamina. Liz también ha estado muy ocupada.
—¿Has estado muy ocupada? –preguntó.

Abrí la boca para contestar aunque lo pensé varios segundos.

—Sí, he estado durmiendo, cazando, y… mirando por la ventana.

La anciana miró de reojo a Drank. Lo noté incómodo, pero a la vez entendí que Mamina no lo hacía por dañar. Así que jugué su juego.

—Drank prefirió que no viniera.

Vi sus ojos azules clavarse en mi rostro a través del espejo retrovisor. Volvió la vista al sendero y mordió su labio en actitud de contenerse. Aunque le duró poco.

—Liz y yo fuimos novios y estaba enamorado de ella.
—¡Oh, qué bien! Porque en este caso “estaba” es un lindo tiempo de verbo –aseguró sonriente.

Sonreí.

Era astuta, muy astuta. Y sabia… Ignoraba que conocía de nuestra historia, sin embargo sabría que no había cuestión peor que solapar temas que creemos controvertidos.

—Drobak… No conozco Drobak. Algún día lo conoceré.
—Por supuesto. Te llevaremos con Louk.
—Es el hogar de Santa Claus –acoté sonriente.
—¿En serio?
—Sí… Bueno no es que crea.

La anciana me miró por el espejo retrovisor.

—¿En qué otra leyenda no crees, Liz?

Me quedé pensando mientras mis ojos recorrían el bosque.

—En la leyenda del troll. O en las brujas –contesté.
—¿Y en sirenas? ¿Crees en la leyenda de las sirenas?

La miré.

—Sí, en sirenas sí.

Ella bajó la vista y cambió de conversación.

—Cociné estos bollos de mantequilla. Le gustan a Bua.
—Es una pena que no comas, Liz. Mamina cocina muy bien.
—Estoy segura que sí. ¿Y quién cumple años?
—Kristoff, es hermano de Mike y de Bua. Mis amigos.
—No he traído presente.
—No te preocupes jovencita, tu presencia para muchos será un privilegio.

Drank la miró de reojo.

—¿Y eso por qué, Mamina?
—Ella tiene el poder de Neptuno y la magia de controlar las mareas, claro… Es otra leyenda.

Drank se mantuvo en silencio. Seguramente había recordado como aquella vez lo empapé de pies a cabeza con una ola.

—¿Cuándo nacerá tu niño o niña? –preguntó ella acomodando el paquete en sus rodillas.
—Para otoño.
—Linda época.
—Sí. Estoy deseando que nazca.
—Paciencia, todo lo que debe ocurrir en la vida, llegará —me miró por el espejo—. Todo.


                                  ………………………..


Cuando Drank estacionó la furgoneta podía escucharse voces de algarabía y una música alegre. Bajé antes de que Drank intentara ayudarme. Como buen caballero extendió la mano a la anciana sin perder la sonrisa.

—Gracias, querido. Excelente que no me guardes rencor.

Drank rio.

—Nunca podría.
—¿En serio? Será porque el viaje no duró quince minutos más.

Reí.

Entre los árboles pude ver algunas siluetas en movimiento. La cabaña de Drank lucía muy bonita. La vez que había llegado hasta aquí, esa tarde que nos despedimos, hacía mucho frío. Frio a mí alrededor y frio en mi alma. Había sentido que perdía a mi mejor amigo por decisión de él. Drank no deseaba verme, mucho menos tenerme cerca. Yo le hacía daño.

Primero vino el enfado, después con la comprensión, la tristeza. No sentiría amor como él lo sentía por mí. ¿Y si su sentimiento duraba toda la vida? Muchas noches me acostaba pensando, ¿por qué no habríamos sido solos amigos desde un principio? ¿Hubiera cambiado algo esos dos años como pareja? No tenía respuesta a esa incógnita ni jamás la tendría. Los hechos se dieron así, pero el verbo “estaba” que habían pronunciado sus labios fue una luz de esperanza en la oscuridad.

Cerca de la cabaña descubrí un riachuelo. Me gustaba contemplar los ríos y lagos pero más los mares. Extrañaba a mis sirenas. Necesitaba contarles todo y que ellas me escucharan. En mi estado no podía ir sola por las rocas. Solo en dos oportunidades Lenya me acompañó. Se quedó a una distancia prudencial, pero no aparecieron.

La figura de una bella hembra surgió desde la parte trasera de la cabaña e interrumpió mi recuerdo.

—¡Drank! ¡Regresaron!

Caminó hacia nosotros sonriendo.

—Sí, Mamina fue por tus bollos de mantequilla por eso nos retrasamos.
—¡Eres un sol, Mamina! —dio un beso sonoro a la anciana.

Me detuve sin saber qué hacer. Porque negar que me sintiera fuera de la situación. Drank se acercó a mí sin dejar de mirar a Bua.

—Bua, te presento a Liz. Mi mejor amiga.

Una sonrisa inconsciente se dibujó en mi cara. No había dicho “una amiga”, sino “mi mejor amiga”. Aún no estaba todo perdido.

Ella cogió el paquete de Mamina y avanzó para saludarme.

—Hola Liz, un gusto. Aunque ya nos conocemos.
—Hola Bua. ¿Nos conocemos?
—Sí. Nos vimos una vez hace tiempo. Después, en el compromiso de Carl.
—Oh, tienes razón. Un gusto.

Recordé que la primera vez que la había conocido fue el fatídico día que Drank y yo nos despedimos. Ella estaba esperando por él en la puerta de su cabaña… ¿Podría ser que Drank se hubiera enamorado de Bua? ¿Podría ser que con el tiempo él y yo fuéramos como Bernardo y Bianca? Bianca… ¿Dónde habría ido?

Dos chicos entre risas se unieron a Drank y lo arrastraron detrás de la cabaña. La música venía de allí.

—¡Ey! ¿Te has puesto triste? —los ojos caramelo de Bua me miraban—. No te preocupes, pronto te hallarás cómoda entre nosotros.

Sonreí.

—No, es que estaba pensando en mi prima. No estamos pasando un buen momento.
—Cierto, Drank me contó. Tu marido le pidió el favor porque estabas muy triste –caminó a mi lado por el costado de la cabaña.
—No quiero importunar.
—No importunas. Tranquila. Lo pasarás bien.
—Gracias.

Cuando ambas llegamos a la parte trasera, una mesa larga con chicos y chicas reían y conversaban. Había platillos, bebidas, y un gran pastel de cumpleaños. El aroma a lobo entró más profundo en mis fosas nasales pero por suerte no lo suficiente para producir náuseas. Hubiera sido un papelón.

Apenas me vieron, enmudecieron. Creo que hasta el bosque de alrededor quedó mudo. Vi caras de asombro, también sonrisas. Al menos nadie deseaba que me fuera de allí. Antes que los cuchicheos se hicieran más evidentes, Bua interrumpió.

—Damas y caballeros, la Reina del Mar.
—Lamento la interrupción –me excusé.
—Eres bienvenida a mi cumpleaños –dijo un joven.
—Estábamos esperándote. Drank nos dijo que vendrías –un hombre con actitud amistosa se acercó.

Extendió su mano.

—Mi nombre es Louk.
—Hola Louk, soy Liz.
—Y yo July, su chica.

La jovencita que siguió sus pasos era muy bonita y de rostro aniñado.

—Hola July.
—Adelante Liz, no te quedes ahí. Ven y únete a nosotros.

Me acerqué a la mesa y me senté. Poco a poco el resto del los hombres lobo volvieron a sus charlas. Alguno que otro echaba un vistazo como si no creyera que la famosa “Reina del Mar” estuviera allí.

A mi derecha se sentó Bua, quien desenvolvió el paquete de bollos y cogió uno con entusiasmo. A mi izquierda se ubicó una chica llamada Amelia. Parecía muy tímida aunque alcanzó a decirme su nombre y sonreír.

—¿No convidarás, Bua?

Uno de los chicos que se hallaba junto a Drank y Louk, reclamó. Ella lo miró con burla mientras devoraba un bollo con delicadeza.

—Mamina dijo que eran para mí.
—No, señorita –dijo la anciana sentándose frente—. Dije que los preparé porque te gustaban no que fueran todos para ti.
—¡Es injusto, Mamina! Mike siempre está con Louk y a tu nieto le cocinas a menudo.
—Pero Louk no convida –protestó el tal Mike.

Bua se dirigió a mí.

—Es uno de mis hermanos. No le agradan demasiado los bollos de mantequilla, pero lo hace para molestarme.

Sonreí.

—Como casi todos los hermanos.
—Cierto, tienes una hermana, Marin.
—¿Es la que dejó plantado a Carl? –Preguntó Amelia—. Yo estuve allí, en el compromiso.
—Amelia no abres la boca casi nunca sin embargo la abres y es para meter la mata —protestó Bua.
—No se preocupen. Los hechos fueron así, ¿por qué negarlos?
—Bueno, si no negamos nada, tu hermana se ha salvado. Mejor dicho la salvó Douglas Craig. Hubiera sido horrible si se casaba con ese engendro.
—¡Bua! No hables así del muchacho. Sabes que está comportándose bien –retrucó la anciana.
—Sí, es porque Tim lo vigila.
—Hay que dar una oportunidad a los seres, no seas tan dura.
—¿A todos?
—Sí, a todos.
—¿Cómo se llamará tu bebé? –preguntó July, acercándose.
—Si es niña Halldora, y si es varón, Adrien. Eran los nombres de los padres de mi marido.
—¿Y tú qué quieres que sea? ¿Varón o niña? –preguntó Amelia.
—Da igual. Es nuestro primer hijo.
—¿Primero? ¿Tendrás más? –el rostro de Bua dibujó el asombro.
—A los dos nos gustan los niños.
—Los hijos son una bendición –aseguró Mamina.
—Mis padres no dicen lo mismo de nosotros cinco –rio Bua.

De pronto todos callaron. Fue como si el aire los hubiera dejado petrificados. Sus miradas se dirigieron a mi espalda con gestos de desagrado. Creí por un instante que era Lenya, pero no…

Giré mi cabeza para ver de quien se trataba…

Una joven bonita se acercaba a la reunión con pasos lentos y andar felino. Como si provocara con su presencia a cada uno de los que estábamos allí. La reconocí por haber estado en la mansión con Douglas.

—Camile, ¿qué haces aquí? –Dijo Kristoff—. Es mi cumpleaños y no recuerdo haberte invitado.
—¡Qué poco caballero, echar a una dama! –se cruzó de brazos y sus ojos lo miraron con burla.

Noté a Mamina un tanto incómoda.

—Vete, esta reunión es de amigos –continuó él.
—No te preocupes, no deseo quedarme en esta mediocre reunión. Solo quería corroborar si era cierto lo de mi primo.

Ella pareció buscarlo con la mirada. Vi a Carl apartado bajo un árbol, junto a un hombre rubio.

Bua se acercó a mi oído.

—Él es Tim y ayuda a Carl a integrarse a la manada.

Efectivamente el hombre puso los brazos en jarro y la miró altanero.

—Aquí está, ¿para qué quieres verlo?

Carl bajó la vista. Lucía demacrado y triste.

—Nada en especial –contestó—. Quería ver con mis propios ojos si era verdad que un hombre lobo de la elite de mi primo podía relacionarse con seres tan “poca cosa”. Veo que es así. Pobrecito, ¡Qué desesperado debe estar para entablar conversación con ignorantes como ustedes!
—Camile, no busque pelea. Sé feliz y deja que las personas lo sean –aconsejó la anciana disgustada.

Encogió los hombros con actitud antipática. Creo que iba a retirarse pero algo la detuvo… Sus ojos en mí.

Tuve a Drank a mi lado en segundos.

—¡No puedo creerlo! La diosa de las algas y conchillas está aquí. Liz… Liz Craig…

Fruncí el ceño.

—Déjala en paz –gruñó Drank.

Ella abrió la boca fingiendo asombro.

—¿No digas que volviste a ser la novia de tu amigo? ¡Estoy atrasada en noticias! ¿O eres su amante?
—¡Cállate! –gritó él.
—No, no tienen idea de lo que hacen. Los Craig incendiarán esta maldita aldea.

No supe en qué momento Carl avanzó hacia ella y la acorraló contra un tronco. Tenía su mano cerrada en el cuello de Camile.

—¡Carl! –gritaron todos.

Tim logró apartarlo.

—No te ensucies por esa lacra. Déjala que se vaya.

Finalmente se fue, con el mismo andar soberbio y una risa escalofriante.

—Está loca –dijo July.
—Me da miedo –agregó Amelia.

Bua se puso de pie.

—No le hagan caso. Que no arruine la reunión. Vamos Liz, traeremos más bebida.
—Hay un regalo para Kristoff en el segundo estante, ¿me lo traes, Bua? –dijo Drank.
—¡Claro!

Bua era una chica alegre y espontánea. No imaginaba que a alguien pudiera caerle mal. Además de ser muy bella. Sin embargo, pude darme cuenta que Drank la miraba con gran afecto pero no había amor en su mirada. Conocía a mi mejor amigo como la palma de mi mano. Sinceramente deseaba que encontrara el verdadero amor, aunque debía ser una situación no forzada. “Todo lo que debe ocurrir en la vida, llegará”. Eso había dicho la anciana. Debía tener paciencia.

Bua se desenvolvió en la cabaña de Drank como si fuera suya. Era evidente que tenían algún tipo de relación más íntima que ser amigos. En ningún momento equivocó la puerta cuando buscó el regalo. Tampoco cuando se dirigió a la cocina por bebida.

La seguí y me quedé inmóvil esperando poder ayudarla. Con movimientos rápidos y precisos quitó del freezer cinco botellas con el paquete bajo el brazo.

—Dame el regalo, lo llevaré yo.
—Okay.

Cogí el paquete y la miré.

—Puedo llevar bebida.
—Solo dos botellas. No quiero que cargues mucho peso.
—No hay problema… Bonita cabaña la de Drank.
—Sí, es acogedora. Será porque en mi casa somos muchos. Siempre abunda el bullicio.

Reí.

—También ocurría en mi hogar, en Drobak. Éramos cinco. Mi abuela, mi madre, y mis dos hermanas.
—¿Dos? –Se detuvo frente a mí con gesto curioso.
—Así es. Tenía otra hermana… Falleció no hace mucho.
—¿En serio? Drank nunca me lo dijo.
—Se llamaba Signy.
—¿Por qué falleció?

Quedé muda. ¿Qué podía contarle? ¿Qué había sido por lobos?

—Descuida, no hablemos de cosas tristes. Otro día me contarás.

Eché un vistazo al reloj de pared.

—¿Te quieres ir?
—No, solo que extraño a Lenya cuando no lo veo.
—Te entiendo. A mí me pasa a menudo.

¿Estaría enamorada de Drank?

Como adivinando mi pensamiento, antes de avanzar hacia la puerta, aseguró.

—No, no es por él.

                                                     ………………………..

El cumpleaños de Kristoff continuó sin sobresaltos. El resto del tiempo trascurrió entre charlas y bromas entre los hombres. También entre anécdotas de las chicas y varias preguntas sobre mi vida en Drobak. La mayoría no conocía otro lugar en el mundo que Suiza. Lugar donde habían huido por aquellas heladas extremas.

Bernardo llegó para saludar al joven. Se puso feliz de verme allí aunque lo noté preocupado por Bianca. Conté lo único que sabía. Ella había decidido dejar la mansión por un tiempo. Las cosas con Sebastien no andaban bien.

—Es hora de irnos, Liz –Drank se acercó.
—Okay.

Me despedí de todos agradeciendo la bonita tarde y enfilé hacia la furgoneta estacionada acompañada por una llovizna fina y constante.

—Me alegro que hayas pasado entretenida –abrió la puerta de copiloto y dudé.

Él hizo ademán con la mano.

—Adelante, ponte cómoda.

Subí y me acomodé en el asiento. Por el parabrisas mojado vi que rodeaba la furgoneta y ocupaba su lugar de conductor. No era difícil adivinar que su físico lucía recuperado de aquella cruel enfermedad. Se lo veía saludable pero sobre todo, contento. Ese detalle me alegró. No era el mismo Drank de hace meses, incluso con respecto a mí. Había imaginado encontrarme un ser melancólico y abatido con la única esperanza de regresar el tiempo que habíamos sido pareja. Pero no… Al menos dio la sensación que no ocupaba cada pensamiento de su vida. Que la obsesión del fracaso amoroso no seguía siendo una tortura.

Cierto que deseaba más para él. “Todo llega”, así había dicho Mamina…

Camino hacia el punto de encuentro la lluvia cesó de golpe y las nubes negras se disiparon mágicamente. Sabía que no era magia el cambio de clima, y que el fenómeno tenía nombre y apellido. Lenya Craig. Me jugaba que mi adorable tormento había pensado en cuidar cada detalle del camino de regreso. Como también había pensado en mí para sacarme de esas cuatro paredes donde rondaba la tristeza. Me inquietaba no saber qué podría hacer por él para equiparar tanto amor. Por supuesto, además de darle un hijo y amarlo tanto. Quizás algún día tendría la oportunidad y no sentiría esta sensación de desigualdad.

Durante el corto viaje Drank me preguntó sobre Marin y Douglas. Conté que se los veía muy bien aunque poco visitaban la mansión. Douglas preparaba su tesis, mi hermana trabajaba, y era obvio que aprovechaban a compartir solos los momentos en común. Pregunté por George y su nueva vida en Drobak. Por Roxane, su media hermana, y si pensaba viajar en el correr del año. No pareció muy entusiasmado con la idea pero le brillaron los ojos cuando contó sobre la construcción del Jardín de Infantes casi a finalizar.

La charla fue amena… y efímera. Siempre el encuentro de dos amigos después de un tiempo no alcanza para ponerse al día. Pero era un buen comienzo, no podía negarlo.

El Civic blanco de Scarlet se divisó a la distancia. Lenya estaba esperándome recostado al coche consumiendo un cigarrillo. Menos mal que era vampiro y no tendría problemas de salud.

Lo vi erguirse y esperar paciente la llegada de la furgoneta. Apenas el vehículo se detuvo tantee la puerta intentando abrir. Escuché el “clic” de la traba y la puerta cedió. Bajé con rapidez y antes de cerrar sonreí a mi amigo.

—Gracias Drank, lo pasé muy bien.
—De nada, Liz. Me alegro.

Mientras mis pasos acortaban la distancia a Lenya no volví la vista atrás. Solo aquella frase, aquel juramento, hizo eco en mi mente al escuchar la puerta de la furgoneta cerrarse… “Recuerda, algún día, me deberás un abrazo”.

Lenya me abrazó y besó.

—Hola, cariño. ¿Me extrañaron?
—Hola, amor –reí—. Mucho.

Sus ojos buscaron a Drank. Aún en sus brazos gesticuló un “gracias”.

Vi a mi amigo alzar su mano a modo de saludo y arrancó el motor. Maniobró hasta que la furgoneta quedó con la trompa hacia la reserva mientras Lenya cogía mi mano y abría la puerta del Civic.

Comenzamos el viaje, al principio en silencio, pero poco duró. Tenía tanto que contarle que una vez que comencé a hablar pudo meter pocas palabras aunque sonreía.

—Era el cumpleaños de Kristoff. Es hermano de Bua. Ella es muy alegre y simpática. Le gustan los bollos de mantequilla y Mamina cocinó muchos. Hay una loba que se llama Amelia, parece muy tímida pero me preguntó sobre el bebé. ¡Ah! ¿Sabes quién apareció? La tal Camile. ¿Recuerdas a Camile? –Negó con la cabeza—. Era novia de Douglas. Carl es su primo. ¿En serio no recuerdas?
—Bueno, creo tener una idea…
—Ninguno deseaba que estuviera allí –interrumpí—. ¡También vi a Bernardo! Saludó a Kristoff. Se veía preocupado por Bianca.
—Lo imagino.
—Debe ser horrible ser amigo y no poder hacer nada por el otro –enmudecí.

Apartó la vista de la ruta y me miró.

—Tú hiciste mucho por tu amigo, Liz.
—Sí… Tú hiciste más.
—Lo que hice fue por ti, y solo por ti.
—Lo sé…
—Vamos, sigue contando sobre el cumpleaños.

Un movimiento del bebé interrumpió mi incipiente y alegre charla. Abrí la boca asombrada y reí.

—¿Lo has visto?
—¿Qué cosa?
—Al bebé. Se movió.
—No, cariño. Mis ojos estaban atentos a la ruta.
—Se movió… —susurré.
—¿Y eso es malo?
—No, solo que me sorprendió.

Con las dos manos acaricié mi redondez, lentamente, buscando que respondiera. Noté un pequeño bulto que sobresalía en el extremo derecho, bajo la costilla.

—¿Será la cabeza? No… Podría ser un pie.

De pronto percibí un pequeño impacto en la palma izquierda. Observé mi vientre, medí distancia.

—Lenya, nuestro bebé será grande.
—¿Estás preocupada?
—No…
—Escucha, debes hacerte una ecografía.
—Es muy pronto.
—Pero llevamos meses. Es para tranquilidad de los dos.

Rodee los ojos.

—No te preocupes más de la cuenta. Prometo que si algo anda mal iré con el doctor Arve.
—¿Lo prometes?
—Sí.
—Creo que lo conveniente no es esperar que algo malo sospeches. Puedes hacerte el estudio aunque todo este bien.
—Me dirán el sexo y no quiero saberlo.
—Le dices que no te lo diga y ya.
—Lo pensaré.
—Te tomo la palabra.

Al coger la curva los portones abiertos de par en par se divisaron. Ambos quedamos mudos.

—Demonios, ¿qué hace bajo la lluvia? –Protestó Lenya.

Sebastien estaba recostado en los muros. Parecía observar la ruta hacia Kirkenes. Lenya acercó el coche y apagó el motor. Bajó dando un portazo y avanzó hacia su hermano. Escuché apenas que lo invitaba a subir al coche y entrar a la mansión. Él se negó hacerlo. Lenya continuaba tratando de convencerlo.

Me angustió contemplar al líder de los vampiros en ese estado calamitoso. Triste, abatido, empapado. Quizás no fue tanto la pena que sentí sino el temor de cuánto él resistiría sin mi prima. Lo peor, que Bianca no había partido en busca de la felicidad, había huido de ella. Eran dos situaciones muy diferentes.

Lenya.

—¡Vamos, sube al coche!

Lo cogí del brazo e intenté arrastrarlo.

—¡Déjame Lenya!
—¿Te has vuelto loco? No regresará porque estés aquí bajo la lluvia.
—Lo sé. Solo déjame recordar.
—Puedes recordar en la sala. Beberemos un coñac y hablaremos sobre cómo te sientes.

Él se apartó y su mirada se perdió en la ruta a Kirkenes.

—¿Recuerdas? La ciudad estaba bajo agua y ella había desaparecido.

Asentí con la cabeza mientras la fina lluvia caía constante.

—Sí, lo recuerdo.
—Quería dejarme morir… Como ahora.
—¡No lo harás! Escucha, sé que es difícil, pero saldrás adelante. Te lo prometo. No te dejaré solo.
—Sé que me quieres y eres un ser que desea ayudarme con mi dolor.
—No soy cualquiera. Ese 12 de julio de 1926 nuestro padre no solo tuvo otro hijo, te dio un hermano. Él mismo al que ayudaste a salir de aquella oscuridad. ¿Recuerdas? Me lo dijiste cuando terminé de leer el diario de mi madre y lloraba a gritos. Estabas allí, para salvarme. Ahora soy yo el que te afirmo, “dame tu dolor, yo sabré que hacer con él”… Vamos, entra a casa.

Drank.

El regreso a la reserva se hizo lento. No por el hecho de conducir a baja velocidad, sino porque mi mente estaba sumida en los hechos de esta tarde. No percibí el dolor cuando me despedí de ella. No lo viví como despedida. En realidad todo era extraño. Mentiría si dijera que verla no me había movilizado pero era diferente. La sensación no se parecía a la de tantas veces en el pasado. ¿Cómo explicarlo? La había extrañado mucho. Deseaba verla sonreír y escuchar su voz. Sin embargo había una parte de ella que ya no necesitaba como antes. ¿Podría ser que ya no la deseara como hombre? Era tan bella que imposible no sentirse atraído. Aunque no fue esa la sensación al tenerla frente a mí, tan cerca. Algo había cambiado.

Seguía pensando que ninguna mujer la reemplazaría. A la vez, entendí que podía llegar a ser feliz sin Liz. Quizás, porque no debía buscar reemplazarla. En ello estaba el secreto. No podría compararla porque ella sería única en mi pasado. Por las vivencias compartidas, por el amor entregado, por cada día y noche de felicidad en Drobak. Pero había que dejar atrás la vida transcurrida a su lado. Había que dar vuelta la hoja y continuar. Dejarme querer por alguien que pudiera amar con igual fuerza. Para eso debía enamorarme… ¿De quién? No lo sabría. Por ahora me quedaba tener paciencia. Al menos desde esta tarde había comprendido que Liz era necesaria en mi vida pero no para respirar. Ya no la sentía imprescindible para que mi corazón latiera enloquecido. De hecho estaba regresando a la reserva sin ese sentimiento de abandono y vacío.
Una bocina me despabiló. La moto de Vinter pasaba por el costado derecho de la furgoneta y se adelantaba. Le respondí con dos toques y sonreí.

Recordé al Sami. Esta semana debía hacerle una visita. ¿Qué tal le habría ido con el regalo? También debía enseñarle a Louk a leer y escribir. Se lo había prometido. La construcción del Jardín… Faltaba tan poco para inaugurarlo…

Y sí, la vida continuaba… Y yo también.

















12 comentarios:

  1. Todo iba bien hasta la llegada de Camile. Pronto voy a ponerme con esta novela, estoy acabando Gris Plata.
    Sebastien echa de menos a Bianca. Por qué todos cometemos errores parecidos?
    Drank y Liz van bien. Yo con muchas ganas de ponerme al día.
    Beso.

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    1. ¡Muchas gracias Ignacio! Un gusto que me leas y te haya interesado. Te queda Mirada borgoña y estarás al día. Sí, ya sabrás quien es Camile. Ya me contarás tu opinión.
      Drank y Liz bien para empezar. Fue un amor sincero y no es fácil dar vuelta la hoja. Cierto, los errores que describo quizás sean parecidos porque intento humanizar a los personajes, aunque sean vampiros. Me alegro que pueda lograrlo.
      Te mando un abrazo desde Buenos Aires y ya me dirás cuando necesites el cuarto archivo. ¡
      Muchas gracias!

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  2. Hola, Lou... Al principio creía que Drank iba en la furgoneta con Mamina para no estar a solas con Liz... pero, al final del capítulo, ya me da la sensación de que Drank no siente lo mismo por Liz... creo que podrán ser amigos, y eso está muy bien
    Lenya recuerda, con todo detalle, el día que conoció a Liz
    Drobak me parece un lugar encantador... y, de hecho, Santa Claus lo eligió como hogar ;-)
    Liz solo cree en la leyenda de las sirenas... por algo es la reina del mar
    Camile es insoportable... su comportamiento deja mucho que desear
    Sebastien está triste, y es normal... Bianca tampoco debe estar pasándolo bien
    Bueno, pues como siempre me ha parecido un capítulo excelente
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! En realidad sí fue idea de Drank pero resultó que no era necesario. Por temor él sugirió ir acompañado pero evidentemente algo cambió. Eso lo relajó y disfrutó la tarde.
      Lenya es un romántico aunque no lo parezca, no olvidará cada detalle.
      Amo Drobak, si no hubiera elegido Kirkenes seguro hubiera creado una novela allí.
      Liz cree porque las ha visto y supongo que Mamina sospecha algo.
      Camile traerá problemas estoy segura, personas así no soportan ver la felicidad en otros.
      Ni Sebastien ni Bianca están pasándola bien aunque creo que pudieron evitarlo. Ahora se verá como resolver ese amor que guardan y que les fue difícil demostrar en el justo momento.
      Muchas gracias cielo por tu comentario. Te deseo una buena semana. Besotes miles.

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  3. Uy me gusta la amistad de Drank y Liz parece que su cariño sigue igual. Ojala Sebastien y Bianca vuelvan. Espero que tu mamá ya este mejor te mando un beso

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    1. ¡Hola Ju! Espero que estés mejor de la jaqueca.
      La amistad de Liz y Drank es sincera. Esperemos que él encuentre el amor.
      Sebastien y Bianca se han distanciado pero creo que se aman mucho y vencerán las barreras y a los enemigos.
      Gracias por tus deseos. Un besazo grande y gracias también por comentar.

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  4. Es bueno que entre Drank y Liz sigan siendo amigos...que esa amistad perdure por mucho tiempo, gracias por el capítulo Lou bella...espero que tu mami este mejor.

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    1. ¡Hola Lau! Espero que estés bien. Mamá está mejor pero la recuperación es lenta.
      Drank y Liz seguirán siendo amigos y cuando él encuentre ese amor correspondido en otra dama se sentirá más libre.
      Muchas gracias amiga por comentar, te deseo una genial semana.

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  5. Esa Camile es una gansa y normal que Carl casi no se podía aguantar.Liz y Drank seran buenos amigos,eso se ve venir.Sebastien y Bianca tienen peor papeleta y Lenya es un buen hermano.Me ha gustado mucho,todo esta muy interesante.

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    1. ¡Hola Ramón! Camile no es una buena persona y es normal que no la deseen en el grupo. Liz y Drank han sido pareja pero solo ha quedado un bello recuerdo. Se quieren mucho.
      Lenya es excelente, pero no creas que no ha dado trabajo a su hermano en el pasado. Por lo visto ha enmendado su conducta aunque llevó tiempo.
      Sebastien y Bianca... Aún hay que esperar. Veremos como resuelven estos dos las diferencias.
      Muchas gracias por leerme y comentar. Un gran abrazo desde Argentina.

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  6. Hola querida amiga LOU,deseo que tu mamá este totalmente aliviada, eso se reflejará en tu forma de escribir, nada como la felicidad de los seres queridos, ,,muy bonito capítulo con sus sabores y sinsabores,,,gracias por tu pluma mágica,,,abrazos

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    1. ¡Hola amigo! Muchas gracias. La recuperación de la operación de cadera es lenta pero tendré paciencia. Me alegro que te haya gustado el capi. Gracias por pasarte y leerme. ¡Un abrazo grande!

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