Capítulo 48.
Desesperanza.
Scarlet.
Observé por la ventana del despacho a Rose y a Anne
caminando por el parque. Grigorii llegaría en media hora y había que prepararse
para una inminente despedida de mi querida y especial amiga. Era comprensible
que él deseara vivir con su hermana sobre todo ahora que podían contar con un
bonito apartamento. No había excusa razonable. Tampoco para nosotros. Ya que el
padre de Anne había sido asesinado y no existía razón justificada para sentir
miedo. Ron… Ron le había quitado la vida…
Sebastien carraspeó y giré la cabeza para
contemplarlo.
Sentado en el escritorio lucía más demacrado y sin
desgano que días atrás. Es que la partida de Bianca poco a poco parecía abatirlo
sin remedio.
Volví la mirada al parque…
¿Qué había ocurrido con Bianca? Jamás pensaría que
había dejado de amar a mi hermano pero era evidente que la llegada de Nicolay
la había desestabilizado. Desconocía mucho más. Hacía tiempo que ambas no nos
sentábamos a conversar como solíamos hacerlo. Adoraba a mi hermano, pero a la
vez, Bianca era intocable. Ella había hecho de mí una joven refinada y
sociable. Sonreí al recordar aquel día que me enseñaba significados de palabras
nuevas. ¿Y cuándo caminé por primera vez con tacones? ¿O cuando me cubrió de
haber asesinado a Samanta Vasiliev? No… Bianca no podía haber cambiado. Algo
muy grave estaba pasado en su mente.
—¿Le dirán la verdad?
Sebastien golpeó tres veces la punta de la lapicera
sobre una carpeta.
Me aparté de la ventana y me senté frente a él
caminando con elegancia como me había enseñado ella. Crucé las piernas como una
dama, y su consejo retornó a mi memoria como aquellos días.
—Sí, le dirá a Grigorii que puede hablar.
—¿Desde cuándo puede hacerlo, Scarlet? Porque no me
trago el cuento que de la noche a la mañana se haya despertado elocuente.
—Desde hace un tiempo. Pero solo hablaba conmigo.
Me miró fijo.
—Le dirá que habla desde ayer. Es casi la verdad.
—Pero no es la verdad. Su hermano merece saber que
estaba recuperada desde ese primer instante que habló.
—Es que no estaba preparada, Sebastien. Ahora su padre
murió. En su mente pensaría que podría volver por ella. No soy psicóloga. No sé
porqué recurrió a ese escape. Para el resto suena tonto.
—Puede ser. Si ella se hubiera dejado ayudar, Dimitri
hubiera encontrado la respuesta y la solución antes.
—Los machos la hacían sentir inestable, desprotegida…
Hablando de ello… Tú me has ocultado un dato importante.
Encendió la notebook en silencio.
—No negarás que te ha llamado la atención lo que ha
hecho Ron, salvo… que supieras hechos que ignoro.
—No podía ir por allí de cotilleo.
—Es algo más que un cotilleo –me puse de pie y regresé
a la ventana—. Resulta que Ron se enamoró de Anne, no sé qué día y en qué
momento. No quiero pensar que desobedeció mis órdenes y entró a su habitación.
Negó con la cabeza.
—¿Entonces? ¿Cómo fue? –lo miré—. Dime cómo fue.
—Lo supe hace poco. Ellos se comunicaban mediante
notas escritas por debajo de la puerta.
—¿Y de ahí surgió el amor de Ron?
—Si tienes memoria recordarás que la vio por primera
vez hace tiempo. Un día en el hotel no permitían a Grigorii cenar con ella.
—Ah… Sí…
—Después no sé… Quizás se enamoró a primera vista y
alimentó ese amor con ilusiones.
—Vaya, ¡qué valiente son algunos para apostar por el
amor sin una base sólida!
—¿Y tú Scarlet? ¿Qué harás con Petrov?
—No lo sé. Juro que no lo sé. Estoy aterrada de hundir
a los Craig si cuento el secreto.
Sonrió con pena.
—Sí, a veces ser centrado y responsable no es
maravilloso. ¿Preferirías seguir siendo aquella que fuiste?
Observé el parque… Me tomé el tiempo para contestar…
—No, porque aquella que fui vivía en una mentira. En
un mundo donde gritar lo que te parece y lo que eres nunca trae consecuencias.
Y las trae –giré la cabeza para contemplarlo—. Como los niños, ¿no? Ellos son
sinceros y no miden el resultado.
—Dímelo a mí. Cada vez que Nicolay pide que vivamos
sus padres juntos porque eso lo haría feliz. Ignora que me produce tristeza, y
hasta un poco de enojo.
—¿Qué le has dicho?
—Que no se puede. Entonces trato de explicarle el
porqué. Nicolay no es de los niños que se queda con una respuesta lisa y llana.
Sonreí.
—Es un Craig por donde lo mires… ¿Qué diría papá si lo
hubiera conocido?
—¿No lo conoce? ¿Crees eso? ¿No has pensado que en
cualquier lugar que se encuentre debe observarnos?
—Puede ser.
—Hay algo que sí me preocupa, hablando del más allá.
—¿Qué es?
—Nicolay menciona a una persona, no sé, a alguien.
Viste con ropas oscuras.
—¿Será su abuelo?
—No creo. Parece incomodarlo y le desagrada. El
Defensor preguntó sobre el tema. Lo escuchó hablar cuando esperábamos en el
hall.
—Ropas oscuras… ¿Por qué no le preguntas más datos?
—Ya te dije. No quiero incomodarlo. Le desagrada.
—No creo sea nuestro padre.
—Tampoco yo.
En ese instante se escucharon pasos bajando la
escalera. Afiné el oído…
—Ese es Ron. Siempre baja y sube comiéndose escalones.
Caminé hacia la puerta. Sebastien levantó la vista de
la notebook.
—No seas dura con él.
Cerré la puerta y me quedé frente a la sala. Ron de
espaldas a mí se servía un coñac en el bar.
—Ron.
Su nombre en mi boca provocó que soltara la botella
que cayó entre el whisky y el vodka. Sosteniendo el vaso en la mano se giró lentamente
para verme.
Me crucé de brazos y aguardé una palabra de su boca.
Sin embargo solo me miró con los ojos grandes y el rictus de temor.
Avancé para acercarme y por instinto dio un paso
atrás. Me detuve y lo miré fijo.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿No confiaste en mí?
El líquido del vaso en su mano se balanceó
imperceptiblemente.
Me senté en el sofá.
—Deja el vaso antes que caiga al suelo.
Obedeció y se acercó. Cogió asiento frente a mí.
—¿Te repito la pregunta?
Negó con la cabeza.
—¿Entonces? Me debes una explicación.
—Lo sé –su voz sonó insegura.
—Te escucho.
—No lo busqué. No planee enamorarme de Anne. Jamás
haría daño a los Craig porque sencillamente soy uno de ellos.
—¿Qué pensabas que iría a ocurrir con el tiempo?
—Cualquier cosa menos esto. Esto… Que Anne tuviera que
irse de la mansión. Imaginaba que el tiempo transcurriría y muerto el padre.
—Asesinado –corregí.
Bajó la vista.
—Haría cualquier cosa por ella. Lo que me pidiera.
—¡Qué miedo me da tu aseveración!
—Creí que ella de a poco comenzaría a vivir normal.
Que con el tiempo podría acerarme y conquistarla.
—¿Con el tiempo? Ni siquiera sabes si tardaría años en
lograrlo.
—Centenas de años la esperaría.
—Tú sí. Pero ella es humana. ¿Lo olvidaste?
—No… Es una pena que cada minuto de cada día recuerde
que soy un vampiro. Sin embargo… Ella ha hecho que por instantes crea la
posibilidad de lograr ser feliz. Te juro que soñaba con ese imposible.
—No es un imposible.
—Sí, lo es. Tú lo dijiste. Es humana y yo un vampiro.
—Bianca y Sebastien lo eran.
Sonrió con tristeza.
—Bianca no tenía un hermano policía.
—Eso es cierto.
—No sé porque la vida me niega el amor.
—Ron, no puedo asegurarte que todo saldrá bien. Yo
misma no me he animado a confesarle a Grigorii quien soy. Al menos ella no ignora
que eres un vampiro. Pero… dudo que quiera estar tan cerca del sexo masculino.
—Lo tengo claro.
—Bueno… Te ha contestado cada una de tus notas. Tienes
una luz especial.
Sonrió.
—Aunque debiste confiar en mí –fruncí el ceño.
—Scarlet, prohibiste que nos acercáramos. ¿Cómo iba a
decirte que pasaba sentado noches enteras en el zócalo de su habitación, tras
la puerta? Esperando escuchar cualquier sonido que viniera de ella.
—¡Ay, madre mía! Tienes un metejón sin nombre.
—No es metejón. Me enamoré de Anne. Ella es especial.
—Que es especial salta a la vista y ya sabemos el
porqué. No quiere hablar. Sinceramente deseo que no salgas herido. No por ser
una mujer mala, todo lo contrario. Tú entiendes. Si nunca te corresponderá ya
sabes que se siente.
Me miró fijo.
—Pasaste por ello gracias a mí.
—Scarlet…
—¿Lo olvidaste? Yo no. De verdad que cada tanto me
reprocho no haberte hablado como debía. Sin ser altanera y orgullosa.
—Sin embargo en algún momento lo hiciste y te lo
agradezco.
Extendí la mano.
—Dame un trago de ese coñac. Quiero borrar la imagen
de lo insoportable que era. Gracias a Bianca –bebí un trago—, gracias a Bianca…
¿Dónde estará?
—Nunca hubiera imaginado que ella lo abandonara.
—Es momentáneo, Ron. Confío en que volverá.
—¿Sebastien la esperará?
—Eso es algo que no te sabré responder.
………………………
Ayudé a Anne a guardar en la maleta algunas pocas
pertenencias que quedaban por la habitación al tiempo que Grigorii aguardaba
conversando con Sara y Rodion. Mientras aproveché a sonsacar que ocurría en su
corazón.
—¿Este video de la película Anastasia? –Alcé la mano
sosteniendo la caja—. Ibas a olvidarlo.
—No lo olvidaba. No quiero llevarlo. Lo regalo a
Nicolay.
—¿Ah no?
—No. Me cansé de verlo.
—Okay. ¿Este libro de princesas?
—Tampoco lo llevaré. Si quieres guárdalo de recuerdo.
—Bien… ¿Estás lista?
—Sí, muchas gracias por todo.
—Ha sido un placer. Te quiero mucho.
—Yo también. ¿Qué harán con él?
Haciéndome la tonta la miré extrañada.
—¿Con quién?
—Con Ron. Digo… Por ayudarme asesinó a mi padre.
—¡Oh sí! Haremos lo correcto. Lo que se hace con los
traidores.
—¡Pero si no los traicionó!
—Anne, no consultó lo que haría. Pasó por encima del
líder de los vampiros. Es decir, mi hermano. Eso es traición.
—¡No lo es! –pateó el piso enfurecida.
—Anne, son reglas ajenas a tu mundo. Por favor,
entiende. Ya ocurrió con dos vampiros del aquelarre. Los degollamos lentamente.
¿Cómo era que se llamaban? –mentí—. ¡Ah sí! Yin y Yan.
Se sentó en la cama con el rostro, angustiada. Sus
ojos brillaban y la frente se arrugó en actitud llorosa.
—No puede ser. No quiero que le ocurra nada. Todo es
mi culpa.
—Tranquila. Pronto olvidarás todo y podrás caminar
feliz por cualquier parte. Libre de temores.
—¡No entiendes! ¡No voy a vivir feliz sabiendo que
ustedes mataron a Ron!
—Anne…
Estalló en llanto.
—Anne, Grigorii espera en la planta baja y notará que
has llorado.
Sus ojos azules miraron hacia la ventana. Las lágrimas
corrían por sus mejillas. Creí que me había excedido un poco. Quise consolarla
pero se puso de pie de un salto y abrió la puerta. Salí tras ella como alma que
lleva el diablo.
Al bajar la escalera, Grigorii se puso de pie. Bebía
un café que le había ofrecido Sara.
—¡Anne, cariño!
Ella atravesó la sala corriendo y se precipitó en el
despacho. Pero no fue lo único que llamó la atención a Grigorii… Sino sus
primeras palabras delante de él… “¡Espérame!
Antes de entrar al despacho vi el rostro de Grigorii
descomponerse de asombro. Murmuró un, “¿habló? ¿Mi hermana habló?
—¡Sí, qué suerte! –Exclamé, y cerré la puerta.
Bien… Frente a mí tenía a una Anne llorosa y
desconsolada suplicando que no mataran a Ron. Por otro lado a un hermano
arqueando la ceja detrás del escritorio sin entender qué cuernos pasaba.
—¡Por favor, se lo suplico señor Craig! Máteme a mí.
¡No a Ron!
—¿Qué dices? –se puso de pie.
—¡Tengan piedad! ¡Es injusto!
—No vamos a matar a Ron, y baja la voz.
—¡Sí, lo harán! Lo degollarán lentamente como a Yin y
a Yan.
—¡De qué estás hablando Anne! ¿Qué Yin y Yan?
—Esos vampiros que los traicionaron.
Mi hermano me miró. Encogí de hombros.
—¿De dónde sacaste ese disparate, Anne?
—Sé todo. No lo niegue. Scarlet me lo contó.
—Aaah, Scarlet… Claro… Debí imaginarlo.
Rodé los ojos.
—Te prometo que no mataremos a Ron. No lo degollaremos
ni lo torturaremos como a esos vampiros, ¿cómo se llamaban?
—Yin y Yan –respondí en un murmullo.
—Esos, sí… Ahora deja de llorar y gritar porque tu
hermano descubrirá que algo extraño ocurre en la mansión.
—Vamos Anne, sé buena. Ya mi hermano te prometió que
no lo matará.
—¿De verdad? No les creo.
Sebastien suspiró y rodó los ojos. Señaló la puerta.
—Por favor…
—Ya nos vamos –lo tranquilicé—. No te preocupes.
—Noo, si no me preocupo. ¿Me ves preocupado?
—Algo, pero tengo todo bajo control —guiñé un ojo y
cerré la puerta.
Grigorii estaba de pie. Aún tenía en su rostro el
gesto de “¿qué está pasando aquí?”
Cogí a Anne del brazo y susurré.
—Por favor, echarás todo a perder.
—Anne… —se acercó cauteloso—. Has hablado.
—Sí –respondí—. Estamos muy felices todos.
Anne quedó frente a su hermano y bajó la vista.
—Hermana… ¿Desde cuándo te has animado a hablar?
—Desde hace un par de horas –respondí otra vez.
Le alzó la barbilla con delicadeza pero ella evitó
mirarlo.
—Anne, es una gran alegría para mí. Yo… no puedo
creerlo.
—Nosotros tampoco –interrumpió Sara.
Grigorii se echó a reír emocionado y la abrazó. Sin
embargo, Anne mantuvo sus brazos a los costados de su cuerpo, con desgano y
tristeza. Grigorii se separó y la miró temeroso.
—¿Te sientes bien?
Ella asintió.
Mi hermano hizo acto de aparición y se acercó
prendiendo el botón de su chaqueta. Lo observé… Su rostro, su mirada, su porte…
Supe desde ese instante que no podía haber otro líder que él. Aunque Lenya y yo
fuéramos sus hermanos. Había algo en Sebastien que no teníamos nosotros. Quizás
el aplomo de Adrien Craig. Esa virtud de no salir de las casillas ante un grave
problema. Y lo teníamos…
Extendió la mano y sonrió.
—Petrov, un gusto recibirte. Nos alegramos por el
avance de tu hermana.
Grigorii estrechó la mano.
—Por favor, no sé cómo agradecerles. Han hecho mucho
por Anne.
—No lo menciones. Gracias a ti por confiar en nosotros
y dejarla en nuestras manos –se dirigió a Sara y a Rodion—. Vayan a descansar,
yo mismo le serviré de beber al caballero.
¿Estaba loco? ¿Cómo podía estar seguro de dominar la
situación? Yo solo quería que partieran de la mansión cuanto antes.
—Me da pena rechazar la invitación Craig, pero me gustaría que Anne cuanto antes
conozca su nueva casa. No lo tome como desaire, por favor. Yo… ¡No puedo
creerlo! –rio.
—No te preocupes. Entiendo –me miró sin perder la
sonrisa—. Querida, ¿por qué no llevas a Anne al parque para que se despida de
aquellos que deseaba saludar?
Arquee la ceja.
—De aquellos…
—Sí, Scarlet. De Rose, de Margaret…
—¡Ah claro! Cierto que Anne quería saludarlas, sí…
La cogí de la mano y se dejó llevar.
—Vamos Anne. Enseguida regresamos.
Al salir al parque comencé con mi rosario de
maldiciones.
—¡Estás loca Anne! Por el maldito infierno. ¡Mira en
qué lío casi nos metes! ¡Casi acabas con mi sano corazón! ¡No es justo!
¿Entiendes que si Grigorii hubiera escuchado tu ridícula súplica ahí sí los
Craig tendrían que dar explicaciones?
—Lo siento –balbuceó cogida de mi brazo—, pero no me
arrepiento de pedir a tu hermano que no matara a Ron.
—Ya te dijo que no –murmuré.
En ese instante por mi cabeza pasó preguntarle,
“¿cogiste aprecio por Ron? ¿Te gusta? Sin embargo callé. Anne no era una chica
normal, al menos por ahora. Y si ella sentía algún sentimiento especial por
nuestro noble guardaespaldas no hubiera sido indicado hacérselo ver. Aunque no
tenía dudas que él hubiera ganado su corazón en mayor o menor medida.
—Los extrañaré.
—Nosotros a ti. No te preocupes seguiré visitándote en
esa casita nueva que tienes ahora.
—Gracias.
De pronto se detuvo y sus ojos se fijaron entre los
árboles. Seguí la perspectiva y lo vi…
Ron fumaba recostado a un ciprés. Con su camiseta
negra y pantalón gris, lucía elegante pero abatido y triste. Sus músculos de
acero se marcaban bajo las prendas aunque a Anne ese detalle no le importaría.
Solo sus ojos se encontraron. Para ella, quizás, por primera vez podía conocer
ese azabache profundo con vetas rojizas del iris de quien le había liberado la
vida.
La cogí de la mano y sonreí.
—Ven, me quedaré contigo para que le des el adiós.
Un “adiós” es una palabra que a nadie le gusta en
situaciones similares. Las despedidas duelen y te desgarran si quieres al otro
ser con el corazón. No había otra salida. Imposible pensar otro final para los
dos. Las causas no eran las razas diferentes. La razón tenía nombre y apellido,
Grigorii Pretov.
Nos acercamos lentamente sin embargo Ron no se
adelantó. Creo que había conocido a Anne todo este tiempo sin necesidad de
verla en persona. Probablemente, sí… Porque él debía ser un gran lector de
almas.
Tuve deseos de dejarlos solos en un acto de arrojo y
locura, envuelta en ese maravilloso don del romanticismo que gozamos las
hembras. Pero ya no era la Scarlet espontánea e irresponsable. De aquella nada
quedaba… Daba fe que para estar al frente de los Craig era lo mejor, para mi
vida… no estaba tan segura.
Sentí jalar mi mano para que retrocediera y me detuve.
Aún nos separa varios metros de él.
Se mantuvo muda, con ojos húmedos. Ron lanzó el
cigarrillo y metió una mano en el bolsillo. Aguardando, paciente… como toda su
vida habría hecho en muchas situaciones. Como cuentan de aquel día que se despidió
de Anthony. Sebastien llevaba a su mejor amigo a la mansión para vivir y así
abandonar las cumbres. Mi hermano había prometido a Ron que regresaría por él
un día. Según Charles, Ron era un niño. Sin embargo no hubo berrinches y
pataletas, solo permaneció allí, aguardando el momento que Sebastien cumpliría.
—Gracias.
La dulce voz de Anne llenó los alrededores. Ron sonrió
y asintió con la cabeza.
—Fue un placer –la voz tembló.
—Quizás… —comencé a hablar, pero callé.
Por ahora no existía ni siquiera un “quizás”.
El ruido de los portones al abrirse provocaron que
miráramos hacia la entrada. Douglas y Marin avanzaban en la moto rumbo al
portal.
—Debemos irnos, Anne.
Ella murmuró un “sí” con desgano, entonces Ron dio
tres pasos hacia nosotras.
Sus ojos se hundieron en la mirada de mi entrañable
amiga y su mano ancha y fuerte se extendió temblorosa con la palma hacia
arriba. Fue como si quedara suspendida en el aire una pizca de la ilusión. Pero
ella no atinó a moverse. Negó con la cabeza mientras una lágrima resbalaba por
la mejilla. Era evidente que no podía dar ese gran paso.
Ron retiró la mano sin perder la sonrisa.
—No te preocupes. Lo entiendo. Yo… te deseo una buena
vida.
Anne estalló en llanto y la abracé.
—Vamos, cariño. No llores.
Rodeándola por los hombros avancé hacia el portal. A
los pocos pasos giré la cabeza para contemplar a Ron, sin embargo había
desaparecido.
Bianca.
Llegué a Alberta cuando caía la tarde. Previsora,
tenía puesto el bloqueador solar con el típico aroma a coco. El cielo era
límpido de un color celeste tenue, y alguna nube perdida parecía haber perdido
el rumbo del resto de aquellas blancuzcas que se escondían tras las montañas.
Los reflejos débiles del astro rey teñían de un ocre los tejados de las cabañas
a lo largo de la principal avenida.
Entré a un bar para poder beber un café y pensar que
pasos seguiría para llegar hasta los McCarthy. Tenía un dato a mi favor. Banff
era pequeño y contaba alrededor de nueve mil habitantes. La región era
netamente turista, controlada estrictamente por ser una zona protegida y
Patrimonio de la Humanidad. Sus valles, montes, cascadas, y la imponente
reserva, era custodiada con recelo rodeada de costosos hoteles.
Por la ventana del bar, mientras bebía el café,
Sebastien entró en mi mente como tantas veces durante el viaje. ¿Qué estaría
haciendo? ¿Jugaría con Nicolay? ¿Habría ido a cazar? ¿Y si no deseaba
alimentarse por mi ausencia? Mi corazón latió sin control. Tenía miedo. Miedo
de haber echado todo a perder. ¿Pero qué otra cosa podía hacer sino era aclarar
mi mente y sanar mi alma? Él no merecía lo que había quedado de mí. Para
regresar debía ser la hembra de antes. Confiaba que lo lograría. La pregunta
era, ¿estaría esperándome o me olvidaría? Es que ni yo sabía cuánto me llevaría
desenredar el nudo en mi corazón. Ese que no permitía que actuara libre y sin
culpas. ¿Tenía que haber puesto a Ekaterina en su lugar? Probablemente. Mi
reacción poca más que salvaje no hablaba bien de una dama que representaba al
aquelarre más poderoso de la tierra. No había sabido usar el lugar que los
Craig me habían dado.
Poca gente transitaba por la calle, ahora iluminada
con faroles de simetría perfecta. El clima notaba ser fresco a medida que la
noche avanzaba. El cielo fue abandonando el celeste para convertirse en añiles
cada vez más oscuros. Sería una noche estrellada.
Cuando fueron abandonando los distintos clientes el
pequeño bar acogedor, decidí que era hora de marchar y buscar posada. Antes de
partir, pregunté al mozo si conocía alguna familia McCarthy. Lo negó, aunque me
propuso que recurriera al Municipio. Seguramente me darían información. Dada la
hora avanzada debía esperar hasta mañana.
Prendí el último ojal de mi abrigo y avancé por la
gran avenida. Hubiera sido maravilloso si Sebastien hubiera acompañado mi
búsqueda, pero él tenía una gran prioridad que resolver y lo entendía. Las
cosas se habían dado así.
El móvil vibró y me detuve en la acera. Otra vez mi
corazón galopó como un caballo salvaje. ¿Sería él?
Al fijarme en la pantalla la desilusión llegó. En el
fondo adivinaba que Sebastien no me buscaría. Esta vez no.
—Hola Sasha.
“Querida, ¿cómo estás? ¿Te encuentras bien?”
—Sí, no te preocupes.
“Todos están muy tristes. Sé que debes resolver tus
conflictos pero por favor, no olvides que los Craig esperan por ti.”
—¿Sebastien? ¿Te ha dicho algo?
“Habla con Mijaíl, es su amigo. Mi marido guardará
bajo siete llaves cualquier conversación secreta.”
—Entiendo.
“¿Dónde te encuentras? Juro que no lo diré. Solo
quiero saber por si algo llega a ocurrir.”
—En Banff, Alberta, Canadá. ¿Por qué lo dices? ¿Qué
podría ocurrir?
“Bianca, hay un juicio en estos días por tenencia, tú
sabes. Si él llegara a perder… Ya no te tendrá a su lado.”
La emoción me embargó… Cerré los ojos y las lágrimas afloraron.
—Lo sé… Lo abandonaría en el peor momento. Aún así, no
regresaré siendo la que soy. No aportaría nada, te lo aseguro. ¿Imaginas?
Sebastien sin Nicolay y yo volviendo a la mansión, ¿con que objeto? Como si el
hecho fuera mi triunfo. No… Que Nicolay se vaya no es una batalla ganada. Todo
lo contrario. Mi regreso no se vería nada bien.
“¿Entonces?”
—Entonces, ruega porque el juicio salga a favor. De lo
contrario no podría volver jamás.
“Creí que el hijo de Sebastien era el problema.”
—Yo soy el problema, Sasha. Arruiné la vida de mi
padre, no le daré hijos a mi marido, y soy un obstáculo entre Sebastien y
Nicolay.
“¡No es así!”
—Debo cortar.
“Escucha, Dimitri regresará este fin de semana, le
diré…
—No, gracias por la ayuda. Esta vez lo resolveré sola.
Un beso, querida amiga.
La inmensidad del monte se presentó ante mis ojos al
final de la calle. Imponente como las cumbres en Kirkenes. La blanca nieve en
las alturas no podía divisarse desde aquí, sin embargo conocía que eran
eternas. Un solitario lugar para buscar alimento. Mañana… Mañana comenzaría mi
búsqueda por mis raíces. Necesitaba saber sobre ellos, los McCarthy. El pasado
de mi padre. Mi nacimiento… La obligación para con mi madre… Y yo… Haciéndole
recordar día a día con mi existencia la frustración del verdadero amor perdido.
……………………………………………………………………………………………….
En menos de una hora estaba instalada en un hotel al
pie de las montañas. Me bañé y me vestí con un equipo deportivo. Sería más
fácil salir a correr y mezclarme en estas horas nocturnas con algún humano.
Cierto que eran contados los especímenes a media noche, pero albergaba la
esperanza de cruzarme algún turista solitario cerca de los campamentos.
El conserje del hotel me aconsejó no apartarme de las
calles debido a que en varias oportunidades osos pardos del monte salían en
busca de comida. Le aseguré que tendría cuidado, y decidida a cazar fui
avanzando por la avenida hasta que la fachada luminosa de la bella construcción
fue convirtiéndose en luces entre los árboles.
Noté un sendero que serpenteaba hacia el interior de
la reserva natural. Corrí sin perder tiempo zigzagueando entre las espigadas
coníferas. Me detuve cuando la distancia era suficiente para que nadie pudiera
descubrirme. Entonces, mis pasos se volvieron lentos, poco a poco mi vista
recorrió los alrededores en busca de alguna señal humana, alguna luz, algún
aroma conocido y atrayente…
Observé el cielo. Entre las ramas más altas, una luna
redonda bañaba con la luz gran parte del bosque. Traté de escuchar algún sonido
familiar. Solo grillos y búhos. Arrugué la nariz e intensifiqué el olfato… El
perfume de sándalos o flores nocturnas… El penetrante aroma de algún animal en
celo… No había humanos alrededor…
Proseguí camino. Guiada por unos carteles al comienzo
de la ruta, el corazón de la reserva quedaría más al norte. Allí acamparía mi
alimento. De solo imaginar la sangre escurriéndose en mi garganta la boca se me
hizo agua. Hace varias semanas que no salía a cazar. La última vez había sido
con Sebastien, aunque nuestras desavenencias ya podían notarse muy marcadas.
Habíamos hecho el amor, pero algo se había roto entre los dos… ¿Era la culpable?
¿O él no había querido luchar para retenerme a su lado? Los dos… Los dos
parecíamos habernos alejado sin control, cada vez más. ¿La pasión? No, la
pasión estaba intacta. Lo quería conmigo esta noche, lo deseaba entre mis
brazos. Ansiaba con el alma contemplar el gesto de placer en su rostro mientras
parecía diluirse sobre mi cuerpo. Siempre me sentí poderosa en nuestra cama.
Conocía cada detalle que le gustaba, cada caricia que lo enloquecía… ¿Y ahora?
¿Qué haría Sebastien durante mi ausencia? Mi partida no era motivo de trabajo
ni de ninguna obligación impostergable. Como al esperarlo en cada viaje a la
Isla del Oso… Mi partida no tenía fecha de regreso. Mi ausencia era una
incógnita. No había habido promesa alguna de volver. Él lo supo… Y yo también.
Mi corazón nuevamente galopó en mi pecho. El miedo a
perderlo todo se apoderaba de mí cada vez que Sebastien entraba en mi mente.
Corrí, corrí hacia el norte sin detenerme. Ni siquiera sabía si encontraría lo
que buscaba y podría saciar mi sed. Solo detuve mi loca carrera cuando los pies
de la gran montaña me cerraron el camino. No muy lejos, un hotel de imponentes
dimensiones adornaba la oscuridad profunda con sus centenas de luces. Hacia
arriba, el pico más alto de Banff. Fijé la vista en ese portal elegante y
suntuoso donde podía divisarse algunos humanos entrando y saliendo. Apoyada en
un grueso tronco espié mientras tramaba mi estrategia. Mañana tendría que
mezclarme con la raza humana y cazar esta noche, no era una opción que podría
desechar.
Di varios pasos hasta el tronco vecino. Sin embargo,
no ejecuté ningún movimiento más. Pasos… Podía escuchar pasos… No eran un par
de pies… Eran varios arrastrando la hojarasca del camino. Me oculté en silencio
y mi iris de vampiresa recorrió la panorámica alrededor… A mi derecha, unas
luces pequeñas parecían moverse descontroladas… Linternas… El grupo se acercaba
hacia mi dirección.
Con la agilidad que me daba mi raza trepé a la quinta
rama. Poco a poco mi fino oído pudo escuchar las voces. Hablaban entre ellos y
avanzaban, ignorando que un depredador como yo acechaba muy cerca.
—Creo que nos perdimos —alcancé a escuchar de un
humano.
—De aquí se ve el hotel –contestó otro.
—Cojamos por aquí –se escuchó una voz de mujer—. Tengo
miedo de algún oso.
Bajé del árbol y corrí por el camino que llevaría al
hotel. Seguramente alguno se distanciaría o quedaría más atrás del grupo. La
oscuridad me ayudaría, a pesar de la luna. Lo sorprendería como me había
enseñado Sebastien. El asombro y shock producido en la víctima era un arma a
nuestro favor. Solo debía esperar que pasaran por el sector elegido.
Trepé nuevamente por las ramas y esperé con paciencia
que las linternas se acercaran. Inmóvil, con la garganta seca y el deseo de
hundir mis colmillos en la carne blanda. Quizás el último del grupo era una
excelente opción. Nada hubiera salido mal, excepto que no contaba con la
imprevisión humana.
Una de las linternas se dirigió hacia las copas de los
árboles. Asustada me pegué al tronco tras el espeso follaje.
—¿Vieron algo moverse allá arriba? –dijo una voz
masculina.
—Serán ardillas –contestó otro.
—Era mucho más grande.
—Tranquilo, los osos no suben los árboles.
—¿Quién te lo dijo?
—¡Lo vi otra vez! –gritó—. ¡Es muy grande! ¡Allí!
La linterna del humano iluminó entre las copas
vecinas. Desvié la vista hacia donde apuntaba. Me hubiera sentido aliviada al
no ser atrapada por la luz potente ya que el árbol que había elegido no era el
centro de atención, pero si no hablaba de mí, ¿qué cosa extraña habría visto
entre las copas cercanas?
De pronto, algo me sujetó del brazo con firmeza y me
llevó como vendaval hacia el suelo. En un abrir y cerrar de ojos me vi
arrastrada a gran velocidad por varios segundos interminables, hasta que por
fin la fuerza del ciclón se detuvo.
Me quedé de pie, jadeando, con las piernas temblando,
y mis ojos recorriendo asustados alrededor. ¿Qué había sido eso? ¿Un micro
clima? No, podía sentir la sensación en mi brazo de unos dedos firmes y
potentes. No podía haber sido ningún viento huracanado debido a la calma que
reinaba en el bosque.
—¿Quién eres? –me atreví a preguntar.
¿Estaba volviéndome loca? ¿Me ocurriría lo de mi padre
y su desbocada mente?
—¿Cómo te atreves a cazar con tanta liviandad?
¡Insensata!
La voz grave y profunda me erizó la piel. Fue cuando
lo vi, a un par de metros de mi desorientada existencia. Era muy alto y de
cuerpo robusto. Vestía como humano, de jeans y abrigo negro, pero sus ojos lo
delataban. Era un vampiro…
Sus grandes botas de cuero lucían plantadas firmes en
la hierba. Su espalda ancha cubría el diámetro del tronco que quedaba tras de
él. Sus brazos cruzados a la altura del pecho parecían bloques de acero.
—Te hice una pregunta. ¿Cómo pudiste ponernos en
peligro?
—Eres un vampiro –balbucee.
—No dices nada nuevo. Mejor dime tú quién eres, y no
me refiero a ser de mi raza, sino a qué haces aquí. ¡Habla!
—Yo…
Furioso frunció el ceño.
—Tenemos una ley que debemos cumplir a rajatabla. Si
uno de los nuestros pone en peligro la raza, debe morir. Debiste saberlo, es la
norma principal de Adrien.
—¿Adrien? –tartamudee—. ¿Has conocido a Adrien?
El vampiro arqueó una ceja.
—¿Y quién no ha conocido a su líder? Por lo visto tú
no tienes idea de las reglas. ¿Eres errante?
—¡No! Yo soy una Craig.
La risa escalofriante llenó cada rincón del corazón
del bosque.
—¡Qué poca imaginación para contar sobre ti!
—Digo la verdad.
—Te has echado un título muy alto.
—Soy la hembra de Sebastien Craig. Mi nombre es
Bianca.
—¡Mientes! La humana murió con la ola de frío en
Kirkenes. Nadie que fuera humano sobrevivió.
—Pero yo vivía en la mansión. El hermano de Sebastien
nos salvó. Cambió el clima.
El vampiro caminó alrededor, lentamente, como si me
cercara. Sin dejar de observarme detenidamente murmuró.
—Sebastien no tiene hermanos. Está mintiendo otra vez.
—¡No! –me desesperé.
—Me tomas por idiota. Tú eres vampiresa. La hembra de
Sebastien era humana. Lo siento, te mataré. No puedo dejar pasar este grave
hecho. Pondrás a todos en peligro.
—Escucha, si me matas Sebastien y todos los Craig
vendrán por ti. Te lo juro. No descansarán hasta encontrarte.
No quiso escuchar más mis alegatos. Desnudó los
colmillos en actitud desafiante y dejó caer sus brazos. Era poderoso como jamás
había visto un vampiro. Sus puños se cerraron con fuerza y el rojo de sus ojos
brilló en la oscuridad.
Apoyé mi mano en el tronco porque sentí que caería
como bolsa de patatas. Nunca había sentido el miedo de esa forma, ni siquiera
cuando no despertaba de la agonía. Era una muerte inminente. Era mi final.
Quizás ni los Craig se enterarían. Sebastien… Mis lágrimas bañaron mis ojos.
¿Por qué me había ido de tu lado? ¿Por qué no quise sentarme frente a ti y
contarte lo que sentía? Gritarte, reprocharte, y enojarme por tu actitud
distante. Eso debía haber hecho. Ambos éramos un matrimonio, una pareja que
debía haberse contado todo, fuera del orgullo de quien recurre al otro primero.
El vampiro avanzó hacia mí y cerré los ojos… Hela… No
podría darte tu don. Tampoco cumpliría con la promesa…
Un silencio le siguió mientras no me atrevía a ver a
mi asesino a la cara. Ni los búhos ni los grillos se escuchaban… Mi mano sobre
el tronco se aferró en un intento nulo por salvar mi vida.
—El león…—escuché su voz como susurro.
Abrí los ojos con la valentía que me hacía falta segundos
antes. El vampiro había cambiado su expresión feroz por una de asombro. Sus
ojos que aún brillaban estaban fijos en mi mano apoyada en el tronco.
—Tienes el símbolo de los Craig –balbuceó
desconcertado.
Rápidamente retiré mi mano y la acerqué para que viera
el anillo.
—Sí. Me lo regaló Sebastien. Es verdad lo que te he
dicho. Nos salvamos de la ola de frío mortal. Créeme, soy aquella humana hoy
convertida en vampiresa por Charles.
—Charles –murmuró—. ¿Charles vive?
—Sí, también Scarlet, y Rose, Sara, Ron, y Anthony.
Por favor, debes creerme.
Los músculos parecieron distenderse. Dio varios pasos
atrás y me contempló con recelo, después con temor. Me miró por varios segundos
hasta que con gesto de rendición inclinó mitad del cuerpo y su cabeza frente a
mí.
—Lo siento. Pido disculpas a la dama de los Craig.
—Disculpas aceptadas –susurré aún con el miedo
dominando mi cuerpo.
Se irguió y miró hacia el cielo.
—Lloverá a la madrugada. La temperatura no será tan
agradable aún siendo vampiro, no debes quedarte aquí.
—¿Lloverá? –pregunté incrédula mirando el cielo
estrellado.
—Sí, en tres horas.
—Volveré al hotel. Solo que… No resistiré mucho tiempo
sin cazar.
—Permíteme guiarte, Bianca Craig –señaló hacia el
oeste—. Encontraremos tu alimento lejos de aquí.
Sebastien.
Acurrucado entre las cobijas de la cama, sequé mis
lágrimas segundos antes que Charles entrara a la habitación.
La puerta se cerró a mis espaldas. No deseaba moverme
de mi posición fetal ni tampoco quería intercambiar palabras con nadie, ni
siquiera con él.
—No enciendas la luz –murmuré.
—No te preocupes –contestó—. No la necesito para
adivinar que estás llorando.
Cerré los ojos y la angustia ahogó mi pecho.
—Vete Charles.
—No me iré.
—Debí adivinarlo –gruñí.
Vi la silueta en penumbras acercarse al ventanal. Su
perfil recortado entre las sombras parecía un fantasma aguardando una señal de
la noche.
—Pronto no habrá oscuridad.
—Lo sé –susurré.
—¿Se ha sabido algo de ella?
—No.
El rostro volvió hacia mí.
—¿No has querido buscarla?
—No puedo –las lágrimas comenzaron a correr por mis
mejillas—. No puedo, Charles. Pasado tengo el juicio por Nicolay y… tampoco sé
dónde buscarla. Se ha ido sin dejar rastro.
Observó el parque en silencio. Esperé, mudo, con la
esperanza que de su sabia boca saliera una solución, un aliciente a tanto
dolor. Pero Charles no dijo palabra.
Entonces, estallé en llanto.
—Si tú no tienes la respuesta que será de mí.
Se acercó sentándose en el borde de la cama.
—La respuesta no la tengo porque debes buscarla tú.
—¡No entiendes que nadie sabe de ella! Ni Scarlet, ni
Liz, ni Rose, ni Sara, ¡nadie!
—Alguien debe saber dónde está.
—No tengo tiempo. Debo presentarme pasado mañana en el
Tribunal, ¿cómo quieres qué haga?
—Tranquilo, la desesperación no te dejará pensar.
Mañana puedes merodear las cumbres o algún monte solitario. Después del juicio
tendrás más tiempo.
—Ya la busqué. Nadie lo sabe, pero ya la busqué. En
las cumbres, en los bosques cerca de la reserva, en el hospital. Pregunté a
Olaf pero nada sabe. No digas a nadie. Prometí que no iría por ella y no lo
hice. Fui por ella –el sabor salado de mis lágrimas murió en mi boca—. No está
en Kirkenes.
—¡Entonces piensa! ¿Dónde puede haber ido buscando
paz?
—¡No lo sé!
—Disculpa, quizás te altero y no es la idea. Solo
quiero que despiertes y no la pierdas.
—¿Si ella ya no me ama?
Charles me miró a través de la oscuridad. Sus ojos
borgoña brilloso, me recordaron a Bianca.
—Tú sabes que no hay duda en ti. No se ha ido porque
no te ama. Estaba desesperada. Descansa. Pasado tendrás un turbulento día.
Quiero que sepas que sea cual sea la decisión del juez, estaré a tu lado. Ten
fe que no perderás a Nicolay.
El vampiro desconocido casi mata a Bianca,menos mal que ha visto el anillo.Sebastien que la llame al movil.Me ha gustado mucho.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. El vampiro hace mucho tiempo no tiene contacto con el resto de los aquelarres pero el león es conocido por cualquier ser de su raza. Cierto fue una suerte que lo viera. Sebastien no llamará por móvil a Bianca quiere enfrentarla cara a cara con el efecto sorpresa. Pero tienes razón eso lo sabe la autora y debería haber sido explicado a los lectores. Gracias por tu aporte. Veré como lo informo a medida que avances los capis. Muchas gracias por pasarte, leer y comentar. ¡Un abrazo!
EliminarHola, Lou... Bueno, llegó el momento de que Anne se marche de la mansión... creo que está triste y sospecho por qué
ResponderEliminarEstaba deseando que Grigorii ya supiera que su hermana hablaba... es muy buen hermano, y merecía esta alegría
Creo que Anne ha demostrado lo mucho que le importa Ron... no le ha dado la mano porque todavía necesita más tiempo después de lo que le hizo un hombre que no merece ser considerado como un padre... pero sí que ha ido a enfrentarse con Sebastien para que, de ningún modo, le hagan lo que según Scarlet le hicieron a Yin y a Yan ;-)
El móvil de Bianca ha vibrado, y su corazón ha galopado... pero no era Sebastien--- puedo entender muy bien su desilusión, y su tristeza
Ella quiere conocer sus raices... pero también se está culpando muy injustamente... yo no puedo evitar seguir pensando que la culpa de todo fue de Sebastien
También es verdad que veo a Sebastien muy abatido
No podía creer que el vampiro acabara con la vida de Bianca
Estupendas las descripciones que has hecho
Y otro capítulo que ha sido un verdadero placer leer
Besos
¡Hola Mela! Gracias por tu comentario, me encanta leer cada detalle que no escapa de ti.
EliminarAnne se marcha y su hermano ha sabido que puede hablar, el caso que no ha dicho toda la verdad y creo que debería saberla. Se lo merece.
Anne necesita tiempo para brindarse como desea Ron, tendrá que tener paciencia y creo que la tiene.
En el caso de Sebastien creo que ha tenido la culpa pero sigo pensando que Bianca debería haber hablado. Veremos como lo resuelven ambos si es que el amor triunfa.
El vampiro guerrero no se hubiera perdonado tal crimen. Suerte que vio el anillo.
Muchas gracias por comentar querida escritora. Un besazo grande.
Buen capítulo , ojala Bianca y Sebastien ya puedan dialogar. Por lo menos Bianca está bien. Veamos que pasa con Nicolay
ResponderEliminar¡Hola tesoro! Muchas gracias por comentar. Ojalá puedan encontrarse y dialogar. Como están las cosas ambos están en lo suyo aunque se extrañan.
EliminarBianca tiene un largo camino por recorrer. En cuanto al juicio ya queda poco y veremos que resuelve el juez.
¡Un besazo grande amiga y gracias!
Arruinó la vida de su padre, no le dio hijos a su marido, es un obstáculo entre él y Nicolay. No volverá si Sebastien no tiene la custodia del niño. De verdad que Bianca se ha montado una peli de terror ella solita.
ResponderEliminarBso
¡Hola Ignacio! Muchas gracias por tu comentario. Sí, es bastante trágica. Supongo que los conflictos se le han juntado y la han cogido débil. Quizás más adelante tenga la mente clara para pensar que no se le cae el mundo encima. Hay que ver si de la otra parte tienen tanta paciencia. Las opiniones están repartidas. Esperemos que el amor sea suficiente para salvar la pareja. Muchas gracias por comentar, ¡un abrazo!
EliminarHolaaaaaaa, cuidadín conmigo que me has dado un buen sustooooo. Creía que ese vampiro se iba a cargar a Bianca!!!!! Y Bianca que se entere que sólo se puede beber la sangre de malotes. Me encantaaaaaannnn Anne y Ron, tenía razón Mela, pasarse papeles por debajo de una puerta es de lo máaaaassss romántico!!!!!
ResponderEliminarBravísimo capítulo!!!!!
Besotes!!!!!
¡Mi querida lectora! Gracias por comentar. Menos mal que no asesinó ala dama de los Craig porque estarían en problemas, el vampiro y la autora.
EliminarRon y Anne se atraen cada uno a su manera y con sus historias a cuestas. Confío que el romanticismo le gane al pasado turbulento.Veremos que pasa.
Muchas gracias por estar aquí y leerme. Una besote grande.
Pobre Ron cada vez que se enamora le va mal pero espero que con Anne si sea feliz y ella también con él y caso casi matan a Bianca por dicha vio el anillo porque si no otra cosa hubiera pasado, esperemos que en el juicio le den la custodia a Sebastien por fis 🤞🤞, Lou amiga bella gracias por el capítulo!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Gracias por comentar. Ron es un ser extraordinario, y Anne parece que le atrae. Aunque sabemos que falta tiempo para que ambos tengan una relación normal si es que la llegan a tener.
EliminarPor suerte el anillo salvó a Bianca. En cuanto a la custodia no sé lo que pasará... Veremos que decide el juez. ¡Un beso grande tesoro y gracias!