Sorpresas que los harán pensar, alguna que otra emoción y, ¿por qué no? Humor.
Mañana es mi cumpleaños pero el regalo esta vez, es para ustedes. Se lo merecen. Disfruten el capítulo. Besitos, gracias por comentar.
Capítulo 53.
El regreso.
Bianca.
Ver
a Hela a pocos metros tras uno de los alerces, me estremeció. La garganta se
secó y el corazón comenzó a latir de forma acelerada a la vez que algunas aves
callaron. No lo esperaba. Nadie que hubiera estado en mi lugar lo hubiera
esperado. Se preguntarán el porqué. Sencillamente porque eso sería tener mucha
mala suerte. Estaba sola, un paraje solitario y tétrico. Junto a la tumba de un
ser que nunca había conocido en persona pero que su nombre me haría recordar de
por vida que logró aquello que no podría yo lograr. Tener un hijo de Sebastien.
Sebastien,
a miles de kilómetros de mí. Lo peor, no era que sería imposible ayudarme, sino
que quizás no saldría bien parada del cumplimiento de aquella promesa. Por lo
tanto no contemplaría su rostro una vez más.
Me
desesperé, aunque continué inmóvil. En mi mente comenzaron a pasearse decenas
de excusas para lograr que el mensajero de la muerte tuviera piedad de mí y me
diera un tiempo más. Tanto era mi desasosiego que no me percaté de su anormal
presencia. Solo cuando el intentó dar dos o tres pasos deslizándose hacia mí,
pude darme cuenta…
Hela
lucía incompleta. Ya no se lo veía de cuerpo entero con ese manto negro
espectral. Su rostro más allá que siempre había estado casi oculto por la
oscura capucha, ahora se veía difuso. Lo más notable eran sus pies… Habían
desaparecido.
Su
delgada mano de dedos huesudos y traslúcidos se extendió hacia mí. Como si
pidiera ayuda. Como si fuera su tabla de salvación en un inmenso océano. Y quizás
sí… Eso era yo para Hela.
—Bianca
–su voz fue como susurro—. Curioso encontrarte aquí, aunque pensándolo bien…
Dejé
de pensar en mí. En el grave e inminente peligro que me acechaba para pensar en
él.
—Estás…
desapareciendo.
—¡Qué
brillante deducción!
—Es
por mí, ¿verdad?
—Hoy
te has levantado muy astuta e inteligente. Sí… Es tu culpa. Ya te lo dije una
vez. Tienes algo que me pertenece. Mi don. ¿Luzco incompleto? Lo estoy. Sé que
no preguntarás cómo puedes ayudarme. La respuesta la sabes de memoria.
—Lo
sé –tragué saliva—. Prometí cumplir, aunque este no es el momento.
—¿No
es el momento? ¿Y cuál sería el momento para ti? ¿Quieres que lo responda?
Nunca, nunca querrás ir a mi mundo. Tienes miedo de que esta vez quedes
atrapada para siempre.
—Tengo
miedo, no lo niego. Sin embargo cumpliré mi promesa. No dudes de mí.
—¿Por
qué no? ¿Eres un ser en el cual se podría confiar? Dime –se acercó como si
flotara en el aire.
—No
sé por qué lo dices –di dos pasos hacia atrás.
—¿No?
Te diré el porqué… La primera razón, eres muy egoísta. Pensaste en tus
problemas y como solucionarlos dejando solo a quien según tú, es el amor de tu
vida.
—Pero…
—protesté angustiada.
—Sssh,
déjame terminar. Esa es la segunda razón, eres muy impaciente. Deseas que todo
se solucione de la noche a la mañana y si no es así, huyes. Como lo hiciste.
Tercera razón –su dedo mayor se extendió en el aire—, no tienes compasión. No
la has tenido por el niño sin madre menos la tendrás por mí. Y cuarta…
—¡Suficiente!
No soy esa que aseguras. No soy una insensible que va por la vida buscando solo
su plenitud. Juro que no he podido sostener la situación. Me sentí muy sola.
—¿Lo
intestaste?
—Por
supuesto.
—Si
tú lo dices… ahí tienes la cuarta razón, eres muy terca. Dime, ¿por qué podrías
hacer algo por mí si no lo hiciste ni por ti misma?
—Partir
en buscar de una solución y clarificar mi mente fue parte del objetivo.
Pareció
no detenerse a escuchar mis últimas palabras. Se deslizó cerca de las piedras y
su cabeza se inclinó como si pudiera ver a Olga más allá de la superficie
helada.
—Pobre
–murmuró. Después pareció fijarse en las flores y dirigió su rostro a mí—.
¿Crees que con flores le quitarás la angustia?
—¿La
angustia? –titubee.
—Que
estés aquí, visitándola, no es lo que ella espera de ti, Bianca Craig.
—Sé
qué querrá verme muerta. Siento no darle el gusto. Sebastien está conmigo, me
ama.
—¿Está
contigo? –giró su cabeza de derecha a izquierda como si lo buscara allí—. Yo no
lo veo.
—Sabes
a qué me refiero. Él se enamoró de mí. Nada pudimos hacer para evitar nuestro
amor. Si está angustiada porque nos amamos no puedo remediarlo.
Se
acercó en actitud amenazante. Su rostro antes difuso se delineó a unos pocos
centímetros de mi cara, en una perfecta calavera. Aunque sus ojos no eran
cuencas vacías sino rubíes rojo fuego.
—¿De
verdad piensas que su angustia, esa que la lleva a permanecer en penumbras, es
porque el líder de los vampiros te ama y no puedes remediarlo? Te equivocas dos
veces. No es el amor de ustedes que la mantiene presa del dolor, y sí puedes
remediarlo.
—¿Qué
es? ¿Qué puedo hacer?
—No
te lo diré —se alejó dándome la espalda—. Quizás nunca te enteres. Por otra
parte no sé si podré regresar.
—¿Te
irás? –pregunté mezcla de temor y esperanza.
—No
puedo permanecer más tiempo en tu mundo. Corro riesgo de desaparecer por
completo.
—Entonces…
¿Por qué no me llevas?
—¿Acaso
no sabes que no puedo arrastrarte por la fuerza? Debes consentir acompañarme.
De lo contrario ya lo hubiera hecho. No creas que soy tan bueno.
—Prometo
que la próxima vez que puedas venir a mí, me iré contigo.
—¿Qué
diferencia hay con el “ahora”.
Antes
de responder mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Porque
necesito verlo otra vez. Necesito contemplar sus ojos grises, su rostro, su
sonrisa. Necesito tocarlo y que me toque. Cada noche extraño no tenerlo junto a
mí. No fue fácil lo que tú proclamas con tanta liviandad. Separarme de
Sebastien fue transcurrir día a día con la desesperación de pensar una y otra
vez, ¡una y otra vez! –Estallé en llanto—. Si pensar en mí había sido un error.
Pero lo hecho, hecho está… Por favor, créeme que cumpliré.
—Hasta
pronto, Bianca. Y recuerda, procura que nadie quiera acompañarte. Eso sería
trampa. Porque si no llegas a escapar de mi mundo, no podría cobrarme más de
una vida. Solo la tuya. Debería ayudarte a volver y eso sería injusticia por
todo el tiempo que esperé.
Se
desvaneció como un fantasma en la noche. Aunque él no era un fantasma. Hela
existía, en otro mundo, pero era real. Y supe que llegaría el día que
definitivamente debía cumplirle lo prometido.
Hubo
silencio a mí alrededor. Aquellas aves que habían enmudecido volvieron a
trinar. La brisa fresca rozó mi cara. Observé las flores amarillas… La mirada
de Hela sobre ellas las había marchitado, o quizás no, quizás fue Olga y su
angustia.
Apoyé
las rodillas en el suelo.
—¿Cómo
puedo ayudarte? ¿Si no es tu angustia la consecuencia de vernos juntos,
entonces cuál es?
Nadie
respondió ni respondería. Según Hela, Olga estaba rodeada de penumbras. Comencé
a llorar, no sé por cuánto tiempo permanecí allí, triste y abatida. Hasta que
finalmente sequé mis lágrimas y me puse de pie. Había dicho que lo extrañaba,
que necesitaba verlo. Eso debía hacer de inmediato. Coger mi maleta y regresar
a Kirkenes.
Cargué
mi mochila y rápido me alejé de allí rumbo al hotel.
Sebastien.
El
día de cumpleaños de Nicolay traté de distraerme para no sentirme triste. La
mezcla de sentimientos antagónicos no me abandonaba. Cierto que sonreía en
silencio cada vez que pensaba que mi niño estaría feliz con los errantes, pero
también era cierto que su ausencia se hacía notar en cada rincón de la mansión.
No subí hasta su habitación colorida y repleta de juguetes. Eso hubiera sido
ser masoquista. De igual forma fue difícil todo el transcurso del día. Aunque
hubo reuniones con mis hermanos en el hotel, llamadas a Numa para seguir de
cerca la situación, y la larga conversación por móvil con Mijaíl sobre los
Sherpa. Aún no se sabía nada de ellos.
El
anochecer pintaba en el horizonte cuando preparaba la maleta para partir a la
Isla del Oso. Charles entró a la alcoba con una taza en su mano.
—Para
ti.
—Gracias,
¿qué es?
—Bueno,
no venden sangre en sobrecitos así que por ahora es café.
—Siempre
tan chistoso.
—Hablando
de ello, ¿te has alimentado?
—Lo
haré cuando regrese del viaje.
—Como
gustes.
Cogí
la taza y di un sorbo. Mi cara dibujó el desagrado.
—Me
odias, está amargo.
—¡Lo
siento! Es Lenya el que lo bebe sin azúcar. Dame la taza, enmendaré mi error.
—Deja,
he bebido toda la tarde entre el hotel y mi despacho. Gracias de todas formas.
Depositó
la taza en la mesa de luz. Lo miré fijo mientras doblaba una camisa lila.
—Supe
por Lenya que Bianca te llamó. Digo, cuando estabas en la reunión.
—Sabía
que querías hablarme de algo en especial.
Sonrió.
—Debo
cambiar la excusa del café, ya está muy gastada.
—Al
menos ponle azúcar –sonreí.
—Lo
haré… Y… ¿Qué te ha dicho? ¿Regresa?
—Sí.
Tomará el primer avión esta noche. No hubo pasaje para la tarde.
—Oh…
y… ¿Estás contento?
Me
dirigí al baño y quité un perfume del armario. Cogí tres toallas y salí.
—Sí,
al menos la tendré frente a frente para que hablemos.
—Por
supuesto, hablar hace bien… Y…
—¿Y?
–Acomodé el frasco en un rincón de la maleta—. ¿Qué quieres saber?
—No…
Me preguntaba si lo de ustedes… En realidad sé que no es fácil de conversar.
Supongo que todo este tiempo ambos… No sé…
—¿Quieres
saber si estoy enojado?
Me
miró en silencio.
—No
estoy feliz para recibirla como si se hubiera ido de vacaciones. Tú y yo
sabemos que partió en un momento decisivo para mí.
—Sí,
lo sé.
—Pero
no te preocupes. He entendido que parte es mi culpa. La alejé sin darme cuenta.
Sin embargo no es eso lo que afecta más su regreso.
—¿Nicolay?
—Sí…
—con las manos en la cintura tiré la cabeza hacia atrás mirando el techo. La
angustia fue ganando cada célula—. Siento que la obligo a tener una
responsabilidad como madre que nunca ha querido.
—Ella
deseaba tener un hijo.
—No
sigamos mintiéndonos. Creo que fue el primer error. Ella no deseaba, yo
deseaba.
—¡Vamos!
¿No pensarás que Nicolay será una tortura para ella?
—¡Es
que no lo sé! –Lo miré con desesperación—. ¡No lo sé, Charles! Tengo miedo,
¿quieres saber la verdad? Tengo miedo. La situación la superó, partió, se fue.
Ahora regresa y Nicolay es mi hijo. Nicolay estará hoy, mañana, y siempre en mi
vida.
—Entiendo
porque la apartaste, ahora lo veo más claro. ¿Sabes? No ha sido la mejor
opción. Tampoco lo será si tratas de acaparar a tu hijo para no molestarla. Los
hechos deben darse de a poco. Conozco a Bianca y es un ser bondadoso. Jamás
rechazaría a Nicolay.
Mis
ojos se llenaron de lágrimas.
—Eso
lo sé… Sin embargo no significa que lo llegue a querer. ¿Entiendes? –una
lágrima resbaló por la mejilla. Él bajó la mirada. Nunca había soportado verme
llorar—. Deberé aprender a vivir con ello. Ya no hay familia feliz.
—No
te apresures. Quizás te equivoques.
—¿Quizás?
No sabes cuánto duele escuchar ese “quizás”. Aunque agradezco tu sinceridad. No
soportaría que mintieras para hacerme sentir bien.
Scarlet
entró sin golpear echa un manojo de asombro. Ojos dilatados, boca abierta, se
sentó en la cama de un salto.
—¡Scarlet!
–protesté.
Sequé
mi lágrima.
—Querida,
golpea la habitación de tu hermano antes de entrar.
—No,
no te sorprendas. Ya estoy acostumbrado. Desde que llegó a la mansión siempre
hace lo mismo.
—¡Escuchen
los dos! No saben que acaba de ocurrir en el parque.
—¿Qué?
–preguntamos al unísono.
—Así
como de la nada, visualizándose como espíritu del más allá, apareció.
—¿Quién?
–volvimos a preguntar.
—Odin,
caballeros. Pero no crean que haya venido vestido como salvaje, no señor.
Parece hasta civilizado. Eso sí, esa mirada osca como que se lleva el mundo por
delante, esa aún la conserva.
—¿Odin?
–pregunté asombrado.
—Vaya,
¡qué sorpresa! ¿Y está solo?
—Sí,
solito con su alma. Quiere hablar con Sebastien. Al menos lleva un abrigo para
no levantar sospechas y parece hablar cortés.
—Querida,
es el émulo de cuando tú llegaste a la mansión por primera vez. Claro, sin lo
cortés y vistiendo horrible. No lo olvides.
—Charles,
cuando quieres eres tan antipático.
—Gracias.
—Bajaré
a la sala. Por qué supongo lo habrán hecho pasar, ¿verdad?
—¡Obviooo!
Soy una hembra educada.
—Cierto,
¡cuánto has aprendido!
Scarlet
sacó la lengua a Charles y se pegó a mis talones.
Caminé
por el pasillo pensando qué diablos hacía Odin en la mansión. No significaba
que no fuera bienvenido. Al contrario, era digno de pisar cualquier rincón del
mundo. Lo que llamaba la atención era el motivo de haber abandonado ese posible
lugar recóndito donde buscó refugio por la helada mortal. Odin jamás hubiera
abandonado las cumbres de mi padre a no ser por salvar su vida y la de los
suyos, los escarlata. Y ahora aquí…
Scarlet
me deseó suerte y se dirigió a su habitación. Al final de la escalera me
detuve. Lo vi de pie no muy lejos de la puerta principal. Cabello blanco, vista
clavada en el piso, su abrigo oscuro caía hasta las pantorrillas, sus hombros
en actitud de cansancio.
—Odin,
buenas noches.
Me
miró e inmóvil aguardó que bajara.
—Adelante,
ponte cómodo. Un gusto verte con vida.
Inclinó
la cabeza a modo de saludo.
—Sebastien,
hijo de Thor, buenas noches.
—Buenas
noches —repetí y extendí la mano.
Él
la estrechó con firmeza sin dejar de mirarme a los ojos.
—Pido
disculpas por atreverme a venir a tu hogar.
—Olvídalo,
eres bienvenido siempre. ¿Ocurrió algo?
—Solo
quería darte una información. Tu hembra se encuentra bien. Ha estado en las
cumbres de Banff.
—¡Oh,
gracias! Me he comunicado con Bianca. Pero agradezco tu interés. He estado
preocupado por ella. Por suerte he hablado por móvil. Es decir…
—Sí…
Los aparatitos esos, sí –murmuró.
—Por
favor, coge asiento. Puedo ofrecerte coñac, no sé si es de tu agrado…
—No
te preocupes, regresaré con los míos. Freya se pondrá nerviosa.
—Oh
sí, Freya. Dime, ¿están bien? ¿Cuántos más han podido refugiarse?
—Seis
contando conmigo. Aren, Daven, Kaira, Gerda, y mi hembra Freya.
—Me
alegro mucho. Y… ¿No les gustaría regresar a las cumbres en Kirkenes? El hogar
de ustedes está aquí.
—El
hogar está donde podamos estar todos juntos. Las cumbres del gran Thor no son tan
diferentes de las que vivimos hoy. Sin los recuerdos, claro… aunque a veces no
es tan bueno recordar.
—Okay…
Dime, ¿podría ayudarte en algo? Lo que sea.
—Gracias,
de verdad. Estamos bien.
—Los
humanos…
—No
tengas temor, Sebastien. La regla imperativa de tu padre la seguiremos aunque
en ello nos lleve la vida. Él ya no está, pero siempre será nuestro referente y
quien nos guie.
—Entiendo.
Yo… Pido disculpas por no tratar de ubicarlos. Jamás pensé que estarían vivos.
—Las
disculpas las debo yo. No me comuniqué en todo este tiempo y sé que habrá sido
una gran tristeza para ti al creernos muertos –aseguró con total sinceridad.
Me
dolió… Porque yo sabía que no había pensado demasiado en ellos. No supe si por
no guardar la estrecha relación que mantenía mi padre con sus guerreros.
Tampoco si había sido mi vida tan alejada de las cumbres y mis orígenes.
—¿No
deseas quedarte y compartir algo de beber? ¿Te gustaría probar el café?
—No,
te lo agradezco. Regreso a Banff.
—¿Puedes
materializarte nuevamente sin que transcurra mucho tiempo?
—Ese
no es un problema para mí.
—Entonces…
Gracias por tomarte la molestia.
—Era
mi deber. Una vez te dejamos con la angustia. No era justo.
En
ese instante Rose caminó por el pasillo superior hasta el final de la escalera.
Llevaba libros bajo el brazo y cara de felicidad. Al ver a Odin quedó congelada
y sus libros cayeron por los escalones.
—Odin…
¡Odin! ¿Estás aquí?
El
guerrero la vio y sus ojos brillaron de sorpresa. Tan sorprendido estaba que
apenas atinó a balbucear su nombre. Rose bajó como rayo y corrió precipitándose
en sus brazos. Él apenas tuvo tiempo de recibir el cálido impacto y lentamente
la rodeó con sus poderosos brazos.
—Rose…
Ella
se separó con esa sonrisa genuina que siempre brillaba en sus labios. Lo miró a
la cara y Odin sonrió.
—Estás
aquí…
—Sí,
pequeña.
—Nos
enteramos por Scarlet que estabas vivo. Scarlet te visualizó y…
—Mi
hermana buscaba a Bianca. Sabes que ella tiene el don de… —interrumpí.
—Sí,
lo sé.
—¡Ay
qué suerte estás vivo! No sabes cuánto lloré por pensar que habías muerto por
la helada. ¿Y Freya? ¿Cómo está?
—Freya
–su mirada se oscureció—. Freya está bien.
—¿Me
envió saludos? Tengo mucho para contarte. ¿Sabes? Estoy estudiando. Aprendí a
sumar, restar, y sobre polinomios y…
—Rose
–sonreí—. Odin debe irse. Aunque espero que nos visite más a menudo.
—No
lo creo –se lamentó—. Es que yo soy el único que puede materializarse y el
resto no está apto para viajar como humanos.
—¿En
serio? Odin, quédate un rato más –suplicó.
El
guerrero deslizó sus dedos por una hebra de cabello pelirrojo.
—Debo
irme. Me alegro que estés bien. También he pensado en ti. Te recordaba cuando
vivías en las cumbres –balbuceó—. También… También de pequeña.
—Cierto
–rio ella—. Te seguía a todos lados y tú evitabas que me metiera en líos. Un
día me perdí cerca de la reserva de lobos. Me encontraste, ¿recuerdas? Dijiste
que Adrien te había ordenado buscarme. Confiaba mucho en ti.
—Lo
recuerdo.
—No
me hablaste por dos o tres horas –rio más—. Estabas enojado porque corrí
peligro. Después me perdonaste porque te regalé una piedra azul. Te dije que
era una piedra mágica y que podías pedir un deseo y se cumpliría. Te reíste. Te
hice reír.
—Recuerdo,
sí… Ahora… Lo siento, debo irme.
Rose
dibujó la decepción en su rostro. La entendía. Los guerreros habían sido parte
de su infancia y adolescencia. Hasta que decidió unirse a Sara y Margaret para
ayudarme en la mansión. Douglas era tan solo un bebé y ello la entusiasmó pero
nunca dejó de añorar sus adoradas cumbres. Odin era un trozo de todo aquello
que había dejado un día para seguirme, para acompañar mi viaje a la
civilización.
—Odin,
guerrero de Adrien, te deseo un buen regreso. Ya sabes que las puertas de esta
casa estarán siempre abiertas para ti y los escarlata.
—Gracias,
hijo de Thor.
……………………………………………………………………………………………….
Después
que partió Odin, todo pareció volver a la normalidad. Estaba listo para viajar
a la Isla del Oso y había dicho a Numa que regresara a Kirkenes. Se merecía
unas vacaciones y reencontrarse con Douglas. Adivinaba que tendrían mucho de
qué hablar.
Douglas
y Marin habían llegado en la inseparable moto. Se reunieron con Liz y el resto
de los Craig en la cocina. Aguardarían hasta que yo partiera a la Isla.
De
pronto el motor de un coche se escuchó cada vez más cerca hasta detenerse en
los portones. Salí del despacho y me fijé en la cámara. Un taxi… Esperaba que
no fuera la reportera otra vez… Pero no, no era ella.
Abrí
los comandos y me precipité al parque. Lo atravesé a pasos agigantados mientras
los altos portones dejaban ver a un pedazo de mi corazón corriendo hacia mí.
Reí
y me incliné para abrazarlo.
—¡Nicolay!
Feliz cumpleaños.
—¡Gracias
papá! Me miró sonriente—. ¿Te gusta la sorpresa?
—¡Claro
qué me gusta! Ven aquí –lo alcé en mis brazos y me acerqué a los dos vampiros
que cruzaban los portones.
—Buenas
noches, Sebastien –saludó Brander—. Decidimos venir hasta aquí antes de que
Nicolay terminara su día de cumpleaños. Así podías estar con él.
—Gracias.
—Trajimos
el pastel. Comí tres porciones pero ni Boris ni Brander ni tía Ekaterina comen
así que sobró mucho.
—¿No
comieron pastel? –bromee.
—Ssssh
–su dedo índice se apoyó en sus labios—. Es un secreto.
Reí.
Boris
se acercó lentamente.
—Buenas
noches.
—Buenas
noches, Boris.
—Les
dije que estarías en la mansión y que había escuchado que era mentira de tu
viaje.
Volví
a reír.
—Eres
un niño muy astuto. ¿Quién te enseño a escuchar tras las puertas?
—Charles.
—Debí
imaginarlo –sonreí—. Bueno, aunque ahora es cierto. Sucedió un problema aunque
lo tenemos casi resuelto y debo viajar en dos horas.
—¿En
serio?
—Sí,
cariño, pero vamos, entremos y disfrutemos lo que queda.
Douglas
y Charles salieron al parque.
—¡Qué
bonita sorpresa!
—¡Feliz
cumpleaños, hermano!
Bajé
a Nicolay que corrió a saludarlos.
Ya
en brazos de Douglas derrochó charla y alegría. Mientras invitaba a los
errantes a que me siguieran.
—¡Tengo
un gatito, Douglas!
—¿No
digas? ¿Y cómo se llama?
—Se
llama Peter. Quise traerlo pero mis papás dijeron que no era buena idea. Y
también trajimos pastel de cumpleaños, sobró mucho. ¿Tú comes Douglas?
—Ah
pues sí. ¡Quiero ya ese pastel!
—¿Y
tu novia?
—También,
le gustan las fresas y el chocolate. ¿De qué está hecho tu pastel?
—De
chocolate. No tienen fresas.
—Bueno,
pero tiene chocolate.
Brander
se adelantó y entregó el pastel a Charles a medida que avanzábamos hacia el
portal. Subí los tres escalones y me detuve. Miré a Boris que se había
rezagado. Estaba de pie, inmóvil, mirándome fijo.
—¿Ocurre
algo? ¿No quieres entrar?
Asintió
en silencio pero no se movió. Me acerqué hasta él.
—¿Boris?
Él
quitó por sobre su cabeza una cadena que llevaba en el cuello, cuyo dije
permanecía escondido hasta que lo exhibió frente a mí.
La
figura de un timón se balanceó en el aire.
—Es
un símbolo vikingo –murmuró—. Es el timón que dirige tu destino. Como errante
que he sido solo yo he decidido dónde ir. Ahora… Tenlo –lo ofreció con firmeza.
La
palma de mi mano recibió el dije y la fina cadena que lo sostenía.
—Ahora
es tuyo. Ya no seré un errante. Me pongo a tu disposición, líder de los
vampiros.
Abrí
la boca para poder decirle que no era necesario. Sin embargo rechazar un regalo
sería una ofensa y ya entre los dos había habido demasiada guerra.
—Gracias.
Antes
de guardarla rompí la cadena y se la devolví.
—Guardaré
el dije. Porque no tendré las cadenas de nadie. Serás libre siempre que lo
desees. Pero que pueda contar contigo es un buen comienzo –sonreí.
—Claro
–sonrió.
—Vamos,
beberemos algo antes de que parta.
Cuando
entré a la sala era puro bullicio. Charles servía vasos de coñac y whisky. Margaret
y Scarlet se dirigían a la cocina para partir el pastel y preparar café. Liz y
Marin, sentadas en el sofá, hablaban del futuro bebé. Sara, Ron, y Anouk,
escuchaban con entusiasmo a Rose sobre la visita de Odin. Brander se había
unido a Rodion, Lenya, y Douglas, que junto a Nicolay bromeaban sobre la
mascota llamada Peter.
Hubiera
sido una hermosa postal familiar, pero faltaba Numa y Bianca.
Me
apoyé sobre el piano y eché un vistazo a la sala una vez más. Boris se había acercado
al grupo de machos, sentándose junto a Brander. Las decenas de luces de la
araña central, iluminaba cada rincón, desde la puerta de mi despacho hasta la
chimenea apagada. A unos metros, el escudo del león de los Craig, parecía
observar complacido aquella reunión de seres queridos.
Margaret
me alcanzó un café sonriente. Aunque el gesto afectuoso llevaba una cierta
carga de compasión. Creía que desde la última Navidad no se respiraba tanta
armonía, y a la vez el aire estaba cargado de tensión. Por supuesto que era yo
quien sentía esa sensación de no plenitud. El motivo no era solo las ausencias.
Por parte de Numa sabía que muy pronto estas paredes encerrarían sus bromas y
risas, pero por Bianca… aunque ella llegara… ¿qué ocurriría después? ¿Se
llevaría bien con Nicolay? ¿Fingiría estar todo bien cuando en realidad
desearía escapar de aquí otra vez?
El
reclamo de Nicolay llegó a mis oídos. Me acerqué bebiendo el café para
enterarme el porqué de su llamado. El resto del grupo reía. Supuse que estaban
jugándole una broma de la cual mi hijo protestaba. Cogí asiento y mi hijo se
refugió en mi regazo.
—¡Papá,
dile a Douglas que no quiero cortarle las pelotas a Peter!
—Pues
si no le cortas las pelotas se irá con una gata.
—¡Douglas!
–sonreí—. Es un gato pequeño.
—Pero
crecerá. Y será tan grande que medirá un metro –bromeó Rodion.
—¡No
es verdad! –protestó Nicolay.
—Ya
dejen de molestarlo –reí—. ¿No están grandes para eso?
—Es
un gato no un leopardo de las nieves –rio Lenya—. Aún así considero que
deberían castrarlo.
—Mientras
no sea gata y no gato –dijo Brander risueño.
—¿Cómo
que no saben si es gato o gata? –Se asombró Boris—. Ustedes dijeron que era
gato. Si llega a ser hembra nos llenaremos de gatitos.
—No
es gata porque no tiene muchos colores. Es blanco y negro –protestó Nicolay.
—¿Las
gatas tienes más colores? –preguntó Douglas.
—Casi
siempre, es para atraer al macho –contó Rodion.
—¿No
has visto que las hembras se maquillan? –rio Lenya.
—Mi
hembra no necesita maquillarse para atraerme —mi frase salió de mi boca sin
pensar.
Todos
enmudecieron.
Momento
incómodo si los hay. Solo Nicolay ajeno a los pensamientos rebuscados de los
adultos se acercó a mi oído para preguntarme. Aunque pensándolo bien, seguro
habría intuido mi soledad.
—¿Puedo
ir a la Isla del Oso contigo?
Lo
miré y acaricié su cabello rubio.
—En
una semana estaré aquí. No te preocupes.
—Pero
yo quiero viajar contigo. Cuando empiece el colegio no podré.
—Es
que hará mucho frío.
—Pero
estamos en primavera, ¿no es mejor que vaya ahora?
Reí.
Boris
y Brander no había estado lejanos a la breve charla con mi hijo. Se miraron y
Boris habló.
—Por
mi parte no habría problema que viajara. El lunes comienzo a trabajar y el
miércoles rinde exámenes Brander. Quizás Nicolay se aburra con Ekaterina.
—¡Ves
papá! Boris está de acuerdo. Por faaa, por fa, por fa, por fa. Cuando regrese
viviré con mis papás e iré al colegio y me portaré bien.
Titubee.
—Es
que no has traído nada de equipaje. En una hora saldré para el aeropuerto.
—Puedo
encargarme de eso –dijo Brander poniéndose de pie—. Si de verdad te gustaría ir
con él, Boris ya dio el okay, puedo llevar el equipaje al aeropuerto.
—¡Siiii!
Observé
a mi hijo y esa sonrisa triunfante de oreja a oreja.
Boris
sonrió.
—Quiero
que prometas que al regreso te portarás bien. Cuidarás tu gato e irás al
colegio sin faltar ni una vez.
—Lo
prometo. ¿Cuidarás de Peter esta semana?
—Lo
haré, una semana, Nicolay. Cuando regreses debes encargarte de tu mascota. ¿Lo
has entendido?
—Cierto
–afirmó Brander—, si tienes un gato debes ser responsable.
—Sí,
lo entendí.
—Bien
–sonreí—, conocerás la Isla del Oso. Antes quiero que cenes y te despidas por
móvil de tu tía Ekaterina.
—Okay,
papá.
Bianca.
La
tercera llamada al aeropuerto reiteró la misma información. No habría pasaje a
Kirkenes hasta pasado mañana. Lo primero que hice fue comunicarme con
Sebastien. Atendió al instante y eso me alegró. Últimamente hasta las líneas de
teléfono estaban en nuestra contra.
“Bianca,
¿has conseguido pasaje?”
—No,
llamaba para contarte que tomaré el vuelo el domingo a la mañana. Ya lo
reservé. Antes es imposible… Cielos, es una tortura esperar aquí.
—“Tranquila.
Escucha, como te dije antes viajo a la Isla del Oso en menos de media hora.
Estoy yendo al aeropuerto con Nicolay. Vendrá conmigo. Así que no estaré en
casa hasta el fin de semana siguiente.”
—¿Nicolay
está contigo? Creí que habías dicho que pasaba su cumpleaños con los errantes.
—“Hubo
cambio de planes. Es decir, Brander y Boris lo trajeron para que pudiera estar
con él y surgió lo del viaje.”
Sonreí.
—Me
alegro, mi amor…
“Gracias.”
—Yo…
Si Nicolay está contigo… ¿Podría saludarlo por su cumpleaños?
No
contestó. Se tomó segundos para responder. Tiempo que se me hizo interminable.
“Bianca,
no me pidas permiso para saludar a Nicolay. Mi hijo es parte de ti también.
Salvo que no estés de acuerdo.”
Noté
la angustia en su voz.
—¡Sí,
estoy de acuerdo! ¡Claro qué sí! Pásamelo, por favor.
El
intervalo de tiempo entre la voz de Sebastien y la de Nicolay fue breve. Pero
lo suficiente para reconocer que debía coger el importante título que me daba
él. Quizás, aquello que no quiso ofrecerme por temor. Estaba en mí convencerlo
que Nicolay no era una carga para mí, en absoluto.
“Hola
Bianca.”
—Holaaa
–sonreí—. ¡Feliz cumpleaños!
“¡Gracias!”
—¿Así
que viajas con papá?
“Sí,
estoy contento.”
—Yo
también. Cuéntame que te han regalado.
“Ehm…
un pastel, una pelota nueva, una pista de coches… y… ¿Sabes que tengo un gato?
—¿Tienes
un gato?
“Sí,
se llama Peter. Pero lo dejé con Brander y Boris. No puede venir con nosotros.”
—Ah,
pues claro. A los gatitos no les gusta salir de su territorio. Dime, ¿qué te
gustaría que te regale?
“¿Vas
a venir a la Isla?”
—No
hay pasajes. Te esperaré en la mansión.
“Prometes
que regresarás.”
—Por
supuesto. Igual estás disfrutando a tu papá y eso está genial.
“Sí,
pero mamá dijo antes de morir que tú me cuidarías.”
Lo
dicho por Nicolay retumbó en mi oído y entró en mi cerebro…
Atiné
a balbucear…
—Un
beso, cariño.
Y
corté la llamada…
Mis
ojos se enfrentaron al espejo de tocador que tenía frente a mí. Me veía un
tanto demacrada, sin peinarme, sin maquillaje… pero no era lo peor verme como
una hembra desganada, sino el reflejo de alguien que todo este tiempo no había
podido entender la gran necesidad de una madre, cuando ya no puede proteger a
su hijo. No había sabido el único interés de Olga. No era la angustia de que
Sebastien y yo nos amáramos… Era su hijo… Su hijo quedaría en mis manos además
de las de su padre…
A
eso se refería Hela… “¿De verdad piensas que su angustia, esa que la lleva a
permanecer en penumbras, es porque el líder de los vampiros te ama y no puedes
remediarlo? Te equivocas dos veces. No es el amor de ustedes que la mantiene
presa del dolor, y sí puedes remediarlo.”
¡Cielos!
¡Qué idiota fui! ¿Cómo no supe entenderla?
Mis
ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas que poco a poco corrieron libremente por
mi cara.
—Lo
siento, no entendí… Lo siento. Si puedes escucharme… Confía en mí… Cuidaré de
tu niño… Lo siento.
Me
recosté en la cama y cerré los ojos. Hubiera deseado saber materializarme y
comenzar a llenar ese espacio que había dejado. Tanto con Sebastien como con su
hijo. La paciencia no era mi virtud, sin embargo no podía echar a perder todo.
Miles de preguntas me agobiaban. ¿Sería buena madre con Nicolay? ¿Sabría
cumplir esa misión aunque nunca estaría a la altura de Olga? Debía asumir que
no le había dado la vida pero mi rol era tan importante como aquel que adopta
por amor. Valía la pena intentarlo, por Nicolay, por Sebastien, por Olga, y por
mí.
Esa
tarde resignada ya que no podía moverme de Banff, me dediqué a buscar algún
juguete para Nicolay. Recorrí tres jugueterías aunque la mayoría contaba con
mucha variedad de suvenires por el turismo y artículos de colegio. Pronto los
niños comenzarían la etapa escolar.
Finalmente
la cuarta juguetería exhibía en sus vidrieras los famosos superhéroes. Me
acerqué al mostrador y ahí comenzó la odisea, no para mí claro, para el
vendedor.
—Buenas
tardes, necesito algún accesorio del “Hombre Araña”, como ser su casa, o su
coche –solicité entusiasmada.
Nicolay
ya tenía al “Hombre Araña” así que lo lógico sería conseguir algo novedoso. Por
nada del mundo compraría otro personaje sin aprenderme bien qué papel jugaba
entre los superhéroes.
—Lo
sentimos, señora. No existe casa ni coche del “Hombre Araña”.
Creo
que mi ansiedad por viajar cuanto antes jugaba en contra de mi escasa paciencia.
Fruncí el entrecejo.
—Dirá
que no tiene en el stock, porque existir debe existir.
—Le
repito, señora. No existe casa ni coche del “Hombre Araña”.
—¡Cómo
no va a tener casa! ¿Dónde vive? “Batman” tiene baticueva. ¿O no?
Rodó
los ojos.
—Sí,
“Batman” tiene baticueva pero el “Hombre Araña no tiene casa.
—¿No
diga? ¡Vive en la calle! –me enfadé.
—Señora,
para su información, el “Hombre Araña” vive con su tía que lo crio.
—Aaah
claro, ¿y su tía vive en la calle? Por todos los infiernos estoy queriendo
comprar una casa lisa y llanamente, y quiero creer que a alguno de estos
fabricantes de juguetes, se le ha ocurrido sacar a la venta algo tan simple
como lo que acabo de pedir.
Se
retiró y regresó en menos de un minuto. Puso frente a mí, sobre el mostrador,
una casa pequeña, muy bonita, hecha en madera color pastel.
—¡Usted
está tomándome el pelo! ¡Esto es una casita de muñecas!
Sonrió
con perversidad.
—Pues
haga de cuenta que vive allí el “Hombre Araña” y problema resuelto.
—¡Por
qué no se va un poco a…! –me detuve. Mis ojos encontraron a pocos metros,
colgado de una percha, varios disfraces.
Y
allí estaba, entre antifaces, máscaras, y escudos brillantes, el disfraz de mi
salvación.
—¡Llevo
el disfraz!
El
vendedor siguió mi mirada y sonrió esta vez complacido.
—El
traje del “Hombre Araña”. Brillante idea, señora. ¿Qué edad tiene el niño?
—Cumplió
siete. Ya ve, nos entendimos –guiñé un ojo.
Regresé
al hotel con el disfraz y mi cara de felicidad. Esta vez no fallaría en la
elección. Procuraría que la odiosa de Ekaterina no estuviera presente para
tirar abajo mi regalo como ya lo había hecho. ¿Cómo había podido dejarme
sobrepasar por esa idiota sabelotodo? Ella no sabía a quién se enfrentaría si
continuaba en esa posición de hacerme la vida imposible. Esta vez conocería a
la verdadera Bianca Craig.
Lenya.
Aguardé
caminando de un lado a otro de la sala a que Anouk y Rose salieran de la cocina.
Debía hablar con la menor de los Gólubev urgente, aunque encontrarla a solas
era más difícil que pedir audiencia con el presidente de Rusia. Observé la
araña de luces, una, dos, tres, ¿cuántas lamparitas tendría? ¡Al diablo, qué
rayos importaba! ¡Y Anouk que no aparecía!
Miré
a través de uno de los grandes ventanales, el cielo lucía nublado, Sebastien ya
había llegado bien a destino. Charles nos lo comunicó. Ahora la mayoría de los
integrantes descansaban, otros habían salido a cazar. Liz dormía, y yo esperando
a Anouk.
Ya
estábamos en mayo, pronto pisaríamos junio. Aún para los vampiros el tiempo
transcurría rápido. Apenas te dabas cuenta que el calendario avanzaba y tú ahí,
asumiendo que a veces lográbamos cosas que queríamos hacer, otras no. Pero el tiempo
seguía su curso. Cierto que para los hechos que esperas con ansias pareciera
que tuvieran un almanaque aparte, una medida de tiempo más lenta. Al menos me
ocurría a mí con el otoño. El mes que nacería mi bebé no llegaba nunca. El
trece del corriente mes cumplía años Milenka, el veinticuatro, Liz. En junio
Douglas festejaría su cumpleaños y así… Pero qué lejos estaba el día que iría a
tener en brazos mi bebé. Al menos tendría tiempo para terminar mi sorpresa… Y
Anouk que no aparecía… ¿Qué tanto hablaba esta niña con su amiga Rose?
Me
dejé caer en el sofá frente a la chimenea apagada. El clima actual no
necesitaba del calor acogedor de las llamas. Faltaban meses para comenzar a
usar la leña y encenderla…
—Vamos,
quiero verte chisporroteando las leñas –murmuré—. Si tú tienes que encenderte
será porque mi bebé ya estará aquí.
La
puerta de la cocina se abrió y las chicas salieron entre risas y charla.
Rose
fue la primera en notar mi presencia. Se detuvo con un libro bajo el brazo y me
miró sorprendida.
—Lenya,
¿qué haces aquí? ¿Te has peleado con Liz y te echó de la alcoba?
—Nada
de eso –me puse de pie—. Quería hablar con Anouk.
—¿Conmigo?
Ah pues, aquí estoy.
—Yo
iré a repasar las lecciones, el martes rindo Química.
—¡Qué
bien! Mucha suerte.
—Gracias
–subió las escaleras.
—¡No
olvides la tabla periódica! Debes saberla de memoria –exclamó Anouk.
—¡No
te preocupes!
Cuando
al fin quedamos solos me miró sonriente.
—Tú
dirás, Lenya.
Me
aseguré que Rose hubiera desaparecido y cogí de la mano a Anouk y la arrastré
hacia la puerta que daba al sótano.
—¿Qué
haces? ¿Dónde me llevas? –gritó.
—¡Sssh,
callaaa!
Cerré
la puerta con cuidado ya que si la cerraba de un golpe no solo escucharían el
ruido en toda la mansión sino que corría el riesgo de trabarla. Encendí la luz
y me llevé a Anouk escalera abajo hasta llegar al amplio ambiente donde
guardábamos todo lo que por el momento no usaríamos.
Anouk
reaccionó y soltó mi mano al pie de la vieja escalera.
—¿Qué
hacemos aquí? –protestó enojada.
—Sssh,
habla bajo. Es un secreto. No quiero que se entere Liz.
Su
rostro se descompuso y abrió la boca asombrada. Después frunció el entrecejo en
segundos, furiosa.
—¡Ah
no querido! ¡Te equivocas conmigo! Soy una señorita decente y leal. Mi ética
tiene un porcentaje de 99, 9 sobre 100. Así que si estás pensando tener un
amorío conmigo, desde ya abre esa puerta del sótano y juro que no diré nada de
este horrible atropello. Yo sabía que tus actitudes de salvaje florecerían en
algún momento y la pobre de Liz cargaría con tus infidelidades, ¡ya lo decía
Natasha! Pero no cuentes conmigo para…
—¡Qué
estás diciendo, idiota! ¿Has perdido la cabeza?
—No
señor, la tengo bien puesta igual que la dignidad Gólubev. No seré parte de tu
degradante conducta mientras la pobre Liz –se tocó el pecho entristecida—. ¡Oh
cielos! Y ella esperando un bebé, ¡qué horror!
—¿Quieres
callarte de una vez, charlatana? No te traje para tener sexo ni engañar a Liz.
Se
cruzó de brazos.
—¿Crees
que no escucho bien? Dijiste claramente no quiero que se entere Liz.
—¡Es
un secreto no es un engaño!
—¡Ay
qué lindo nombre le has puesto! Secreto, ¡ja!
—Escucha,
engendro de la elegancia. ¡Dije que no era por sexo!
—¿Por
qué diablos me traes oculta de todo el mundo? Por supuesto quieres enredarme
con algún cuento de que te sientes solo, eres un incomprendido, ella está
embarazada y no quiere intimar y… ¡Qué horror! Me descubrirán aquí, daré
explicaciones que no servirán porque nadie me creerá, por supuesto, yo tampoco
las creería. Entonces seré repudiada por mi familia, Natasha me odiará, y la
reina del mar me hará comer coralitos en el fondo del océano –gimoteó.
—Ah,
pero lo tuyo es ser escritora. ¿Dónde sacas esa imaginación? ¿Estás loca? Jamás
le sería infiel a Liz.
—¿Qué
rayos hacemos tú y yo solos aquí?
—¡Quiero
hacer una cuna!
Enmudeció
y me miró.
—¿Una
cuna?
—¡Sí!
Y para eso necesito tu ayuda. Sabes hacer planos. Supongo que si sabes hacer
puentes una simple cuna no será problema.
—Bueno…
—murmuró—. Fui hasta tercer año. Pero… supongo que una cuna será fácil.
Avancé
hasta un pequeño contenedor y extraje varios pedazos de madera. Ella me observó
con la mirada atenta.
—Tendrás
que cortarla. Faltarán listones para la parrilla y una medida exacta para el
cabezal.
—Lo
sé, hay una sierra. Pero necesito el plano primero.
—Eso
es verdad. Cuenta conmigo –sonrió—. ¿Y cómo harás para no hacer ruido cuando
tengas que cortar?
—Diré
una excusa al resto. En cuanto a Liz aprovecharé cuando visita la reserva.
—Ay…
—la mano otra vez se apoyó en su pecho—. ¡Qué tierno! Me da ganas de llorar por
la emoción.
—¡Pero
tú cambias de estado anímico cada segundo!
—Es
que me da ternura. Un macho haciendo la cuna para su bebé. Rectifico, un macho
que no tiene la más puta idea de cómo cortar madera intenta hacer una cuna.
—Mira
Anouk, seré bruto pero persistente y tenaz. Lo haré con o sin ti.
—¡De
ninguna manera! Te ayudaré. Solo pienso que si Drank algún día haría la cuna de
nuestro bebé moriría de amor.
—¿Drank?
Me
miró con ojos como platos.
—¿Dije
Drank?
—Sí,
dijiste Drank —sonreí—. ¿Estás de novia con el leñador?
—No.
—Ah,
entonces te gusta –arquee la ceja.
—Hablemos
de tu cuna –se enfadó.
—¡Sí
claro! –Hablé entre susurros—. Así que tú y Drank…
—Escucha
Lenya Craig, entre Drank y yo no ocurre nada porque sencillamente no me
visualiza, no le intereso, no me ve como una hembra. ¿Entiendes?
-¡Ja!
Ese debe ver una hembra hasta en un lagarto con falda.
Quité
del interior de un viejo armario reglas, lápices, escalímetros, y el rollo de
papel especial.
—Hay
una vieja mesa allí –señalé un rincón—. Es bastante grande para que puedas
trabajar.
—¿Estos
materiales? –Cogió el rollo de papel—. ¿Cómo lo supiste?
—Fui
a Kirkenes. Hay un negocio de librería especial. El vendedor me dijo que
comprar.
—Muy
bien, eres listo –sonrió—. Déjame ver el resto de las cosas y te diré que puede
hacerme falta.
—Okay.
Aguardé
que inspeccionara cada objeto con paciencia. Una vez que dio por finalizada la
revisión pidió una goma de borrar adecuada para los grafitos.
—La
conseguiré hoy mismo.
—Bien,
prometo que empezaré en cuanto regrese de Moscú. Svetlana y Anthony vendrán con
Milenka, quiero estar en su cumpleaños.
—Por
supuesto. Y gracias.
—Será
un placer.
—Oye…
—¿Sí?
—En
cuanto a lo de Drank… ¿Por qué no hablas con Liz? Ella quizás te ayude.
—Ahora
sí deseas que me hunda con Tritón. ¡Lenya! Es su mejor amigo. No desearía para
él alguien como yo.
—¿Por
qué? –guardé los materiales en el armario.
—No
me engaño. Soy diferente. Su mundo y el mío no tienen nada que ver. Nadie verá
que el amor que siento por él podría salvar esas abismales diferencias. Quizás
tengan razón.
La
miré mientras cerraba la puerta del armario.
—Sí,
abismales diferencias. Como un vampiro millonario de Murmansk y una humana
humilde de Drobak. ¿Cierto?
Sonrió.
—Vamos,
Liz despertará en cualquier momento y no quiero arruinar la sorpresa.
—Será
una maravillosa sorpresa.
—¿Crees
que me quedará bien? –dije con temor.
—Será
la mejor cuna que haya visto.
Hola, Lou... Me parece fantástico que haya coincidido la celebración del cumpleaños de Nicolay, y la tuya
ResponderEliminarDespués de leer el capítulo ya te puedo decir que nos has dejado un precioso regalo... Gracias
Creo que Hela ha sido muy injusto con Bianca... y también creo que Bianca está demasiado obsesionada por tener un hijo con Sebastien
Por supuesto que querrá a Nicoñay... es el hijo del hombre que ama
Pues te diré que llegué tarde a la encuesta, y que no acerté ;-)
Supongo que vi a Bianca tan abatida que pensé que le devolvería el don... pero sus ganas por volver a ver a Sebastien le dan la fuerza que necesita
Bueno, se ha nombrado a un gatito llamado Peter... Me encanta ;-)
También me ha gustado mucho el gesto de Boris y Brander al llevar al niño a terminar de celebrar su cumple con Sebastien
Cuando Nicolay le dice a Bianca que su mamá le había dicho que ella le cuidaría... he sabido enseguida cual era la angustia de Olga
Y desde luego el malentendido de Anouk con Lenya me ha divertido mucho ;-)
Y que a ella se le haya escapado el nombre de Drank también... Si piensas mucho en alguien puede suceder que, sin querer, nombres a esa persona
Pues hoy voy a despedirme diciéndote... Por ser una escritora excelente y porque siempre lo serás... Muchas Felicidades
¡Hola Mela! Muchas gracias, me alegro que te haya gustado el regalo.
EliminarPienso que Hela está desesperado, no olvides que desaparece cuanto más transcurra el tiempo.Es sarcástico e irónico, lo sé. Es su naturaleza.
El deseo de Bianca creo que es más por cumplir el deseo de Sebastien. Pero aún no entiende que él ess feliz teniéndola a su lado.
Bianca ha escapado otra vez. No te preocupes solo un lector acertó.
Peter, hermoso nombre. Gracias por colaborar.
Por fin parece que los tres padres piensan primero en el niño, a veces el tiempo acerca y el deseo de ver feliz a quien uno ama es la fuerza para deja la soberbia.
Olga necesita estar segura que cuidarán a su hijo, no solo su padre sino aquella que será su compañera. Uno solo no sería suficiente. Bien pensado.
Me encanta los toques de humor porque sé que a veces los pongo tristes y me gusta que tengan sensación placentera al leerme. Me alegro querida escritora que te hayas divertido.
Muchas gracias por tus palabras. De corazón, un beso enorme y buena semana para ti.
De nuevo acá te deseo un feliz cumple. Veamos que pasa con Bianca ojala ya regrese con Sebastien y cuide a Nicolay es un niño dulce Uy que tierno que es Lenya. me encanto lo de la cuna.
ResponderEliminar¡Hola Ju! Gracias por aquí también. Hermoso regalo. Vamos a ver que pasa con Bianca si se reencuentran o no...
EliminarNicolay es un sol y creo que será fácil de querer.
Lenya otro sol. Me ha gustado la sorpresa que tiene preparada para Liz y el bebé.
Ojalá le salga bien. Besotes miles y gracias cielo!!
Hola cumpleañera!!!! Menudos celos pasé ayeeerrrr!!!!
ResponderEliminarPobre Peter, que Douglas le quiere cortar las pelotas!!!! Jajajajajajajajajaja. Tengo ganitas de que Sebastien y Bianca se reencuentren y a ver qué pasa:))))))) Me lo he pasado de miedo con Anouk, Lenya, el sótano y la cuna!!!!! Capítulazo!!!!!!
Muuuuchoooossssss besoteeeeeessssss!!!!!
¡Hola mi sol! Ya tocará tu cumple, lo espero con ansias.
EliminarJajajaja, sí lo han hecho enojar a Nicolay. Los adultos son así. Aprovechadores.
Ya se reencontrarán... No sé cuando, ellos deciden.
Anouk es muy charlatana pero muy buena así que ha decidido ayudar a Lenya a hacer la cuna. A ver tal queda.
Un besazo guapa y muchas gracias por comentar y por la felicitación.
Que ya Bianca regrese con Sebastien y con el niño y sean felices pero no estoy tranquila con esa visita que recibió Bianca me deja intraquila espero que no pase nada malo, gracias por el capítulo Lou y espero que tu cumpleaños lo pasaras genial!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Ojalá estén juntos y sean felices, aunque siempre hay pequeños detalles en la pareja que la harán sentirse viva. A mí tampoco me deja tranquila la visita de Hela. Vas por buen camino...
EliminarMuchas gracias por tus palabras y comentarios nena. Un beso grande!!
Gracias por el regalo porque el capitulo es muy bueno.Tengo ganas de leer el reencuentro de Sebastien y Bianca,los dos lo han pasado muy mal y se merecen verse.Te felicito otra vez,escribes muy bien.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Me alegro que te haya gustado el capi. El reencuentro se está haciendo esperar pero no creo que falte mucho... Digo yo...
EliminarLos dos se han equivocados, ha pasado mal, sin embargo parece que aún hay mucho amor. Hay que esperar, el destino a veces eso no lo toma en cuenta.
Gracias por la felicitación, encantada que me leas y lo disfrutes.
Un beso grande desde Argentina. Y buena semana!!
Mal piensa y acertarás pero Anouk ha mal pensado y no ha acertado:)))) Hum...el subconsciente la ha traicionado, Drank:))
ResponderEliminarNo acerté en la encuesta, no mal pensé:)) Tan ansioso por el reencuentro como Sebastien!
Gracias por este regalo! Felicidades!
¡Hola Ignacio! Cierto, Anouk no ha acertado pero creo que ella es así, habla antes de pensar, ya ves que se le ha escapado el nombre de Drank. Pienso que a Lenya eso le ha caído bien. Imagínate, su rival lejos de Liz.
EliminarEn la encuesta solo acertó una lectora, Laflak Rivero. Así que debió ser difícil.
Todos ansían el reencuentro, la autora aún tiene sus temores... No sé... Algo me late que no será tan fácil. Veremos.
Las gracias las doy yo por tener lectores como ustedes. ¡Muchas gracias por comentar y beso grande desde el otro lado del mundo! Buena semana!!