Un besazo y gracias por acompañarme.
Capítulo 52.
El líder de los vampiros.
Sebastien.
La noche del jueves cayó cuando el reloj marcó las
veintidós. El famoso sol de medianoche, el cual los turistas se fascinaban,
estaba próximo en el almanaque. Para nuestra raza, un inconveniente. Hasta las
dos menos diez de la madrugada podíamos caminar por Kirkenes sin bloqueador.
Después seríamos víctimas de graves quemaduras.
Observé la ventana desde el sofá. Los faroles
iluminaban el parque solitario. Ron había salido a cazar aunque imaginaba que
llegaría hasta el centro de Kirkenes por si una gran casualidad lo haría
cruzarse con Anne. Hasta hace un rato, antes de subir a su habitación, mi
hermano me había hecho compañía con un coñac. Yo iba por el segundo. Y creería
que me hubiera quedado por más si es que no tenía que hacer algo impostergable.
Mañana cumplía siete años Nicolay. Sobre la mesa de
living, a menos de un metro, se encontraba el maravilloso pastel que había
traído Scarlet. No se había dado por vencida hasta encontrar el adorno del
“Hombre Araña”.
Sonreí.
Al menos aprendí que era su personaje favorito. Porque
no sabía jugar futbol como Boris, ni competir con los videos juegos como lo hacía
Brander. También aprendí que mi hijo no le importaban los juguetes si no podía
compartirlos con quienes tenía en su corazón, y que cada noche se esforzaba por
recordar la canción que cantaba su mamá para hacerlo dormir.
El golpe seco del vaso de whisky sobre la mesa, me
sobresaltó.
—¿Te asusté? –Charles sonrió.
—Estaba distraído.
—Me di cuenta.
Margaret salió de la cocina dispuesta a subir la
escalera.
—Margaret, ¿habrá alguna caja amplia para guardar el
pastel? El papel que lo envuelve no será suficiente.
—Sí, Sebastien. Hay un par bajo la alacena. Son de
viejos regalos, pero lucen bien. ¿Quieres que traiga una?
—No, iré yo.
—No me molesta. Aguarda.
Regresó a la cocina y miré a Charles con sus ojos
puestos en mí.
—¿Qué ocurre?
—¿Quieres pensar mejor lo que irás a hacer?
—No tengo nada que pensar. Ya lo decidí.
—Bien…
Margaret volvió con una caja plateada.
—¿Servirá?
—Gracias Margaret, es perfecta.
—De nada.
—¡Qué descanses! Ah… Por favor, llama a Nicolay antes
de ir a tu habitación. Dile que quiero hablar con él.
—Sí, Sebastien.
—Gracias.
Charles bebió de su vaso observando cómo ponía el
pastel en la caja con sumo cuidado.
—Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti. Estás
actuando como lo haría tu padre.
Lo miré.
—Gracias –arquee la ceja—. De todas formas no me
siento un líder. Ni siquiera me parezco a alguno de sus guerreros.
—Para ser un líder de nuestra raza no necesitas ser
grande como un ropero ni fuerte como Hulk.
—¿Hulk?
—Ah sí, un superhéroe. Lo aprendí de Nicolay –sonrió—.
Tampoco necesitas demostrar tu poder partiendo el cielo con un rayo.
—¿Ah no?
—No –bebió otro trago—. El poder de ser un líder lo
tienes aquí –señaló su corazón.
—No sé qué haría un verdadero líder para ti.
Se recostó en el respaldo y me miró fijo.
—Un líder… tendría la paciencia suficiente para que
llegue la solución de aquello que no puedes apresurar. Un líder, sigue en pie,
seguro de lo que siente y de sí mismo. Como con Bianca… Es quien da ánimo y
apoya a quienes a su alrededor desean progresar. Anthony, Ron, Margaret, Rose.
Es quien es feliz o no con los hechos que ocurran a sus amigos, Sara, Rodion,
Mijaíl, yo. También es aquél que acepta y recibe a un hermano que no conocía,
sin resabios, sin competencia. Quien pide perdón cuando sabe que se ha
equivocado y no siente vergüenza por ello. Ser un líder es aquel que como padre
educa y perdona errores. Y es… quien envuelve un pastel con cuidado aún
sabiendo que no lo disfrutará.
—Papá.
Miré hacia la escalera. Nicolay bajaba despacio con
cara de sueño.
—Nicolay, ¿estabas durmiendo?
—No, casi. Miraba unos dibujos en la tv con Anouk.
—Ven, necesito hablar contigo.
Charles se puso de pie.
—Terminaré mi whisky en la habitación, quien sabe si
despierta mis instintos.
Sonreí.
—¿Me das un beso? –preguntó Charles al pie de la
escalera.
—Pero si ya te lo he dado y te he dicho hasta mañana,
¿recuerdas? –respondió mi hijo.
—Ah, cierto. Aunque quiero otro. Y un abrazo. ¿Puede
ser?
Nicolay asintió y abrazó a Charles al llegar a él.
—Todos te amamos. Eres un niño muy valiente.
—¿Cómo el “Hombre Araña”?
—Yo creo que más. Pórtate bien. Te deseo el mejor de
los cumpleaños.
—¿No me saludarás mañana?
—Quizás.
Palmee el sofá mientras Charles subía a su habitación.
—Ven cariño.
—¿Qué pasa, papá? ¿Qué es esa caja?
—Es tu pastel de cumpleaños.
—¿Para mí? ¡Gracias! ¿Puedo verlo?
—Después… Ahora necesito que me escuches.
Se sentó vestido con su pijama azul y me miró
restregando los ojos.
—Ante todo quiero pedirte perdón.
—¿Por qué?
—Porque desde que nos conocimos no supe entender que
necesitabas. No escuché tus reclamos aunque a veces fueron silenciosos… Yo… quiero
que sepas que nunca hice cosas para perjudicarte, solo te quería conmigo.
Porque te amo.
—Ya estoy contigo, papá.
—Sí, tú no deseas eso, ¿verdad? Tú no quieres
separarte de Boris ni de Brander.
Él calló y bajó la vista.
—No te preocupes. No estoy enojado por lo que sientes.
Al contrario, si los extrañas es porque has vivido feliz.
—Pero estás triste.
—Lo estoy. Es algo que no podrás solucionar aunque te
quedes conmigo. Porque si tú no sonríes, yo no estaré contento.
—¿Entonces qué haremos? –preguntó preocupado.
—Ahora… —respiré profundo—. Darnos un abrazo fuerte.
Que te quedes en silencio, sintiendo mi corazón. Ese que te acompañará donde
vayas.
De inmediato me abrazó y puso la oreja en mi pecho. Lo
aprisioné contra mí y apoyé la barbilla en su cabeza.
Nos quedamos varios segundos así, con el silencio de
la sala, sin testigos. Solo con el amor que nos teníamos. Incipiente por parte
de él, incalculable de mi parte. Con un pasado que nos unía por la sangre y la
genética. Pero que era un buen comienzo.
Cuando nos separamos, me hundí en ese iris que
extrañaría ver cada día que pasara sin él. Con el único aliciente de saber que
estaría feliz.
—Tenemos tiempo para conocernos –murmuré acariciando
su mejilla.
—Yo te conozco. Sé muchas cosas de ti.
—¿Ah sí? ¿Cómo cuales? –sonreí.
Se acomodó en el sofá como si la lista fuera
interminable.
—Sé que te molesta que te hablen mucho por la mañana.
Qué Rose golpee las puertas. Que Sara y Rodion discutan en la sala. Que no
recuerdes donde dejaste la notebook… Que quieres que Bianca regrese y… —calló y su barbilla tembló por el comienzo
de un llanto—. Y que no te llevas bien con Boris y… Y yo no sé qué hacer para
que eso pase.
—Ven aquí –lo abracé—. No te preocupes, no tienes que
hacer nada. Confía en mí.
Boris.
Brander preparó un té para Ekaterina mientras yo
revisaba una vez más entre mis manos, los tres boletos de avión. Mi cabeza aún
tenía las imágenes de Nicolay despidiéndose de nosotros. Su rostro, su gesto,
sus pocas palabras. No olvidaría cada minuto de ese maldito juicio, donde un
juez no había sabido valorar tanto amor brindado con el corazón.
Ekaterina bebió un sorbo y secó una lágrima con un
pañuelito de papel. Eché un vistazo a la pequeña pero confortable cocina.
Azulejos verde agua, muebles blancos en aglomerado, baldosas negras. La ventana
daba a un patio de tres por cuatro. Aún Ekaterina no había confeccionado las
cortinas con estampado en flores que había prometido. Iba quedar bonito el
ambiente, aunque sin Nicolay nada lo alegraría.
—Necesito pedirles perdón por hacerles pasar por este
trago amargo —murmuró.
Brander se sentó a su lado y cogió su mano.
—No te apenes. Sabemos que era un deseo de Olga. Tú
solo cumpliste con su pedido de que el padre lo conociera.
—Sí, pero creí que las cosas iban a hacer diferentes.
—Amiga, no hay otra forma de concluir esta historia.
Quizás pedíamos tiempo para que Nicolay se adaptara. Pero no podíamos ser tan
ilusos de pensar que Sebastien iba a tomar bien el hecho de ocultarle el niño.
—Lo sé… ¿Cómo pasará mañana su cumpleaños?
—Bien. Su padre lo ama y los Craig también. Cuando lo
veamos verás que nos contará muchas cosas maravillosas.
—Sí… Olga lo deseaba, ¿verdad?
—Claro, amiga. Has hecho lo que correspondía.
—Yo no deseo viajar a Suiza. No quiero partir de
Kirkenes –protesté, lanzando los boletos sobre la mesa.
—Boris, son tres días. El domingo a la noche estaremos
aquí. ¿No te das cuenta que quedarnos el día de su cumpleaños y no poder verlo
sería una tortura?
—No digo que lo pasaría genial. Sin embargo alejarnos
tanto. ¿Y si el niño nos necesita? –aseguré.
Brander sonrió con tristeza.
—Cariño, los tres sabemos que no nos necesitará. Nada
malo ocurrirá bajo el cuidado del líder de los vampiros.
—Ojalá Adrien no hubiera muerto. Las cosas serían
diferentes –murmuró Ekaterina.
—¿En serio lo crees? No… Vivíamos en secreto con
Nicolay, su nieto. Te aseguro que por más benevolente no le hubiera caído nada
bien.
—Al menos te han permitido quedarte en la mansión –la
alenté.
—Cierto. Por ahora.
—¿Por qué lo dices? –pregunté.
—Recuerden que la dama de los Craig regresará tarde o
temprano. Y no soy santo de su devoción.
—Ekaterina, debes tratar de llevarte bien. Ella no ha
tenido la culpa que Sebastien no se haya enamorado de Olga.
—¿Piensas que no lo sé? –Estalló en llanto—. ¿Pero por
qué las cosas se dieron así? Si me disculpan, voy a darme un baño. ¿Cuándo
parte el avión?
—En dos horas. Ve tranquila. Boris y yo nos
encargaremos del poco equipaje.
Me senté en una de las sillas. La más cercana a la
ventana. Eché un vistazo al jardín, y más allá, a la calle transitada.
—No podemos ver la mansión desde aquí. Esos muros
altos… Si tan solo pudiéramos verlo jugar en el parque.
—Vamos Boris, debemos salir de esto juntos. Con el
tiempo hasta logremos llevarnos bien y compartir a Nicolay.
El timbre sonó estridente.
—¿Quién será? –pregunté—. Es tarde.
—¿Otro vecino a darnos la bienvenida? –sonrió.
—Por favor dime que no. Son más curiosos que
amistosos.
Brander desapareció hacia el pequeño living y abrió la
puerta. Pasaron segundos para escuchar la voz de Nicolay.
Salté de la silla y corrí con el corazón en un puño.
Lo primero que vi fue a Brander de espaldas, con los
brazos a los costados, inmóvil. Más allá de la puerta abierta, Sebastien.
Me acerqué lentamente mientras escuchaba su voz, esa
que había odiado tanto escuchar desde que lo habíamos visitado en la mansión
por primera vez. Él dijo…
—Es lo que quiere Nicolay, solo cumplo con su deseo.
Al llegar a la puerta lo vi, Nicolay, a mi niño bello.
Estaba cogido de la mano de su padre y sonreía a Brander.
—Nicolay –murmuré, y me miró.
—¡Hola Boris! Regresé.
Brander me miró y volvió la vista a Sebastien.
—Pero el juez –balbuceó Brander.
—No me importa que decidió el juez –contestó.
—Nicolay, estás aquí –susurré y me incliné hasta tocar
el suelo con la rodilla.
Abandonó su lugar y me abrazó.
Lo abracé y acaricié sus cabellos rubios. Eso cabellos
que se parecían tanto a los de Olga.
—Me voy –acercó la maleta a Brander que se apresuró a
cogerla, y entregó una caja muy bonita. Después miró a su hijo—. Hasta pronto
cariño. Nos veremos en estos días, cuando tú desees.
—¿Entonces? –preguntó Brander.
Noté que respiraba profundo antes de hablar.
—Entonces, vivirá con ustedes. Les pido que me avisen
si Nicolay quiere pasar unos días en la mansión.
—¡Claro, claro qué sí! –sonrió Brander.
—Si deciden a qué colegio irá, me gustaría saberlo.
—Te lo consultaremos –aseguró mi pareja—. Pero… mañana
cumple Nicolay… Tú…
—Les traje el pastel, lo compró su tía Scarlet. Viajo
viernes a la noche a la Isla del Oso. Tengo asuntos que resolver.
—Okay… Gracias. Nicolay estará bien cuidado.
—Si no estuviera seguro de ello no estaría aquí.
Sus ojos se clavaron en las baldosas, creería que para
tomar valor para despedirse de su hijo.
Lo miró fingiendo la más feliz de las sonrisas, aunque
yo sabía que no era feliz. Yo había sentido lo mismo. Conocía de ese
sufrimiento.
—Cariño, que pases un hermoso cumpleaños.
Nicolay se desprendió de mí como si algo lo quemara y
corrió abrazarlo.
—Te quiero, papá.
—Yo también. Pórtate bien. Haré los arreglos para que
te traigan los juguetes que puedes extrañar.
Nicolay sonrió y lo miró a la cara.
—Son muchos. Dejaré en tu casa algunos para poder
jugar contigo cuando vaya.
—Me parece una buena idea.
Lo abrazó, le dio un beso, murmuró un “buenas noches”,
y giró rumbo a la calle atravesando el jardín. Era un paso apresurado pero a la
vez, ¿cómo explicarlo? Como al abandonar un lugar no deseas dejar parte de ti.
—Muchas gracias y buenas noches –saludó Brander y
cerró lentamente la puerta.
Después, siguió a Nicolay que lo tironeaba de la mano.
—¿Tía Ekaterina?
—Está bañándose, le daremos la sorpresa cuando salga.
Y yo… me quedé allí, de pie… Sin saber qué hacer.
Entre correr a disfrutar de mi hijo, o correr a alcanzar a ese vampiro que
había subestimado. El mismo que creía hasta hace minutos, que nunca llegaría a
los talones de Adrien Craig.
Un grito de alegría me sobresaltó y me hizo
reaccionar. Era Ekaterina… Aún así no me moví. Seguí con la vista clavada en la
puerta cerrada.
—Boris, ¡ey! Ven, Nicolay trajo el pastel de
cumpleaños para mañana.
Al ver que no contestaba ni me movía, se acercó.
—Boris, Nicolay está aquí, con nosotros… Boris, ¿qué
ocurre? ¿Estás bien?
Un impulso me llevó a coger el picaporte. Sin embargo
me detuve.
Brander se acercó y puso su mano en el hombro.
—¿Estás bien?
Lo miré con los ojos húmedos.
—Tú no entiendes. Debó pedirle perdón.
—Lo entiendo. Sin embargo ahora debemos hacer sentir a
Nicolay lo mejor posible.
—Sí… Tienes razón.
Sebastien.
Lo poco que quedaba de la noche me envolvió como manto
de nostalgia. Extrañaría a Nicolay los pocos momentos compartidos. Aunque no
era solo la angustia del “hasta pronto”, era mucho más.
La calle que daba a la casa de los errantes era poco
transitada. Apenas unos cuatro o cinco coches esperaban la luz verde del
semáforo para continuar. Me quedé unos instantes parado en la acera. En la
esquina a pocos metros, Ron aguardaba en el Audi. No quiso que viniera solo.
Una señora con ropa informal, muy apresurada, interrumpió el paso y se acercó.
—Disculpe, busco una ferretería. ¿Podría decirme dónde
puedo encontrar una?
—Lo siento, no soy de aquí.
Ella continuó su camino y me quedé observándola. Al
menos ella sabía qué buscaba. Yo… ignoré en ese momento que quería. Estar al
frente de mi raza, dando ejemplo, guiándolos, conteniéndolos, no era algo fácil
de lograr. Aunque Charles lo asegurara.
Pensé que sería maravilloso si mi padre viviera y
depositara en él la responsabilidad y confianza. De esa forma podría
concentrarme en mis problemas. Podría relajarme y decir, “bueno, ¿y ahora qué
sigue?” Seguramente mi mente despejada hallaría la respuesta. Porque no la
sabía. ¿Ahora qué sigue, Sebastien? ¿Bianca? ¿Dónde estaba Bianca hoy y a esta
hora?
Como por arte de magia mi móvil vibró en el bolsillo
del abrigo… Era ella… Sentí el corazón latir a una velocidad anormal a nuestra
raza. Presioné el “Send” y dije “hola”. Casi sin pensarlo.
—Sebastien…
—Bianca…
—¿Cómo estás?
Silencio…
—Sebastien, ¿cómo estás?
Apreté mis labios antes de emitir palabra. Tenía miedo
quebrarme y ponerme a llorar como un chico.
—Bien. ¿Tú? ¿Has podido solucionar los conflictos?
—Sí, me siento mejor con respecto a mi padre y en
cuanto al resto… estoy en eso.
—Me alegro.
—¿Tú estás bien? Sentí la imperiosa necesidad de
llamarte, de escuchar tu voz urgente. Dime la verdad.
—No es nada.
—Por favor… Nos distanciamos por no confiar y
acercarnos al otro. Tratemos de remediarlo aunque esté lejos.
—Es… Es Nicolay. Lo entregué a los errantes.
—Pero el juez…
—Sí, pero mi hijo necesita tiempo, sabré esperar. Eso
no quita que me sienta triste.
—Sebastien, regresaré a Kirkenes –su voz sonó
desesperada.
—No. No lo hagas por mí. Ahora terminemos los dos lo
que empezamos. Si regresas, quiero la Bianca que conocí y juro que haré lo que
esté a mi alcance para que tú tengas frente a ti al Sebastien que conociste.
Escuché su llanto.
—No llores. No quiero saber que desde aquí no lo podré
solucionar. Dime, ¿dónde estás?
—Estoy en Siberia –sollozó.
Me quedé en silencio tratando de que mi mente
procesara y armara el rompecabezas… Finalmente caí.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres acercarte a ella?
Bianca enmudeció.
—¿Cómo sabes que viajé por Olga.
—Solo lo pensé.
—Sí… Necesito sentirme bien y no lo lograré mientras
la culpa me carcome. Lo sé, llegué a tu vida después pero… Lo necesito.
—No llego a entender la necesidad, pero supongo que es
parte de la causa del porqué nos alejamos. No comprenderte. Está bien. Cuídate.
—¿Te das cuenta? –susurró.
—¿Qué?
—Llamé presintiendo tu tristeza. Y tú supiste lo que
iba a hacer. Entonces… No estamos tan distanciados –estalló en llanto
nuevamente.
—No, no lo estamos. Sin embargo reconozcamos que algo
ocurrió entre los dos. Nos alejamos y no nos dimos cuenta.
—Lo sé… Lo sé… Lo siento si te lastimé. Escucha, debo
abordar el tren. Por favor… No olvides que te sigo amando.
—Nunca lo pondré en duda. También te amo. Ya
hablaremos.
—Sí…
Con ese sí diminuto pero que guardaba esperanza corté
la comunicación y me dirigí al coche y apagué el móvil. Ron me vio por el espejo retrovisor y
lanzó la colilla de cigarrillo por la ventanilla.
Apenas me senté le pedí que arrancara. Necesitaba
estar en casa.
…………………………………………………………………
Durante los primeros diez minutos de viaje ninguno
habló. Me dediqué a mirar a través de la ventanilla como los altos cipreses al
costado de la ruta pasaban uno tras otro, como la vida. El coche iba dejando
atrás el bosque frondoso antes de pasar el puente. Avanzar, siempre avanzar.
Algo que nunca controlaríamos. ¿Cómo recorreríamos el camino? Sí, eso dependía
de nosotros.
Al fin Ron habló.
—¿Estás bien?
—Mejor.
—Me alegro. ¿Sabes? Siempre quiero decirte algo y no
se da la oportunidad. Ahora que estamos solos y tenemos el resto del viaje…
—¿Qué quieres decirme?
—Creo que, no… mejor dicho, estoy convencido que…
deberías pedir ayuda a tus hermanos. Por esto de ser el líder y tener todo el
peso. Debe ser agobiante.
Sonreí.
—No moriré en el intento.
—Por supuesto, aunque no lo veo justo. Scarlet y Lenya
son hijos de Adrien y ellos estarían contentos de tomar algunas decisiones.
¿Por qué no pruebas?
—No sé… Quizás.
—Hazlo. Verás cómo te sentirás mejor.
Al llegar al último tramo de ruta que nos separaba de
la mansión, Ron fijó la vista en la entrada.
—Hay un taxi. Veo alguien adentro del coche además del
chofer.
—No me había percatado.
—Para eso estoy —sonrió.
—¿Quién puede ser? Es extraño que Charles no lo haya
dejado pasar.
—La haya dejado, es una mujer. Y sí es extraño. El
chofer tiene apagado el motor. Debe estar esperándote.
—No lo creo. Nadie del hotel me molestaría en casa.
Detuvo el coche cerca de los portones. Antes de que yo
saliera él se adelantó y caminó delante de mí.
Una mujer salió del taxi y con una carpeta en mano se
aproximó sonriente. Tendría unos treinta años. Cabello rubio, silueta
estilizada. Vestía formal, como si fuera secretaria de una oficina prestigiosa.
—Señor Sebastien Craig, dígame que es usted y que la
espera ha valido la pena.
—Soy yo –dije acercándome, con Ron a mi lado.
Extendió la mano y volvió a sonreír.
—Permítame presentarme. Mi nombre es Maggi Romberg.
Reportera del diario Kirkenes ´s News.
—Disculpe, no entiendo –estreché su mano.
—Verá, me han contratado en la editorial, hará menos
de un mes. Se me ocurrió que podría hacerle una entrevista ya que estoy a prueba.
Sé que sería un éxito.
—No entiendo por qué. ¿Qué tiene de extraordinario que
usted me entreviste? ¿A quién le puede interesar?
Rio divertida.
—Veo que es verdad lo que dicen. Usted vive aislado.
No se imagina el interés que provoca su vida en todo Kirkenes.
Arquee la ceja y miré a Ron que imitó mi gesto.
—Por favor –insistió—, le prometo que no le llevará
mucho tiempo.
—Es que soy un hombre ocupado, disculpe.
—Dígame fecha y hora. Lo que usted disponga estará
bien. Me juego la permanencia en la editorial. ¡Necesito el trabajo!
—Pues en tal caso contáctese con la administración del
hotel Thon. Le encontraré algún puesto acorde a sus actitudes.
—Señor, Craig… Por favor. Lo esperé casi dos horas
aquí afuera. No deje que me vaya con esta frustración.
—Lamento que sienta frustración. Le pido disculpas por
no haber tenido la gentileza de hacerla pasar. Debe comprender, en mi casa
toman recaudos con desconocidos.
—Lo entiendo.
—Buenas noches, señorita.
—Por favor, señor Craig –su rostro rebeló la
desesperación—.Cualquier fecha, cualquier hora.
Los portones se abrieron lentamente. Lenya salió a mi
encuentro clavando la mirada recelosa en la desconocida. Ella lo miró,
seguramente extasiada por su porte y rostro perfecto.
—Perdón, buenas noches –después se dirigió a mí—. Numa
se comunicó conmigo. Dice que tienes el móvil apagado. Hay problemas en la
Isla.
—Disculpe, debo irme.
—Solo es una entrevista, señor Craig, por favor. ¿No
tiene curiosidad por saber que se dice de usted?
—No, le agradezco. Buenas noches.
Comencé avanzar junto a Lenya y Ron a mi espalda. Ella
corrió y se interpuso.
—¡Oye, sal del camino! –exclamó mi hermano enojado.
—Lenya, la caballerosidad –murmuré.
—Por favor, señor Craig. Cualquier fecha y hora que
usted diga estará bien.
No fue la insistencia de la joven reportera lo que me
hizo quitar una tarjeta personal de la billetera. Tampoco su sutil belleza.
Sino la frase que había quedado resonando en mi oído. “¿No tiene curiosidad por
saber que se dice de usted?”
—Tenga, llámeme. Veré si puedo ayudarla.
—¡Gracias! Es usted todo un caballero.
—¿También dicen eso de mí?
—Y mucho más. Prometo que le diré cuanto sé a cambio
de su entrevista. Es justo.
Sonreí.
—Que tenga buenas noches.
Bianca.
Llegué al lugar guiada por las indicaciones de Dimitri.
Con mi mochila a cuestas para que nadie sospechara lo extraño. Como si fuera
una aventurera más. Aún faltaba una hora de recorrido teniendo como fondo los
impresionantes Montes Urales. El Paso Dyatlov era muy conocido por todos los
rusos. No solo por las misteriosas leyendas que lo rondaban, tales como el
Yeti, o historias de alguna tribu salvaje que se dedicaba a asesinar cuanto
humano pisara el suelo sagrado, sino por el triste célebre acontecimiento de
1959. Por aquella fecha, la desaparición de una expedición de jóvenes tuvo en
vilo a los habitantes. Eran nueve, nueve temerarios que se animaron a
inspeccionar este rincón de la Rusia helada y prácticamente inhóspita.
La llamaban la Montaña de los Muertos. Un mes después
de aquella desaparición misteriosa, los cuerpos de los jóvenes fueron hallados
en horrendas condiciones, mutilados y comidos por alguna bestia enorme. Nunca
se supo qué ocurrió. Hubo versiones, militares cuyos experimentos podían ser
descubiertos y optaron por asesinarlos. Aunque la causa horrible de los
homicidios no podía relacionarse jamás con la fuerza humana. ¿Un Yeti? ¿En
verdad existían? Una verdadera incógnita.
Cuentan que los más perjudicados por el hecho fueron
los Mansi, tribu recelosa y arisca que moraba a los pies de las montañas.
Después todos los sospechosos quedaron libres. No habían sido ellos. Pero yo no
estaba aquí para resolver aquella masacre de decenas de años atrás. Estaba aquí
buscando la tumba de Olga, donde sus restos convertidos en cenizas fueron
enterrados por sus seres queridos, los errantes.
La rápida caminata fue mejor de lo que pensaba. No era
pleno invierno de lo contrario hasta yo me hubiera congelado. Por otra parte
hubiera sido más difícil seguir las referencias y encontrar aquellas piedras
enormes en forma de triángulo isósceles. Dimitri había dicho que alrededor de
la tumba debía ver cuatro coníferas de hoja puntiaguda y perenne. Aunque la
zona era boscosa en general, se trataba de cuatro alerces de cuarenta metros de
altura.
A medida que me acercaba a un pequeño brazo de un río,
comprobé que no debía estar lejos. Me detuve y observé alrededor… Muchos
árboles y líquenes rellenaban el paisaje desolado de la taiga. Sin embargo
después de observar detenidamente, descubrí el lugar exacto que descansarían
sus restos. Tal como había dicho Dimitri. Las grandes piedras, los cuatro
alerces. Supe que el lugar había sido elegido cuidadosamente, no era al azar.
Cuatro alerces… Como si los integrantes de su familia permanecieran cuidándola.
Nicolay y los errantes ya no estaban, pero esas altas y frondosas especies
estarían aquí por miles de años.
Avancé sin temor. En ningún momento me arrepentí. Ni
cuando llegué por fin a esas piedras que servían de tumba improvisada. No había
fecha tallada ni nombre, pero sabía que estaba allí. Quité de la mochila unas
flores amarillas muy bonitas que había comprado. Comenzaban a parecer marchitas
por el encierro. Me acerqué y deposité entre las piedras que servían de base y
las dejé como ofrenda.
Me senté sobre el suelo frío y pobre en vegetación, con
la angustia desbordando mi corazón. ¡Cuánto daño había hecho sin provocarlo,
ignorando todo! No era culpable, y a la vez sentí que hubiera sido perfecto
poder pedir disculpas con ella viva. Pero eso nunca ocurriría. ¿Sebastien se
hubiera acercado a Olga si hubiera sabido que tenía un hijo? Quizás… ¿Hubiera
llegado a amarla tan solo por esa condición? Tal vez… Lo cierto es que ella no
quiso retenerlo ni manipularlo. ¿Le debía las gracias? Creería que sí.
Desnudar mi alma en su rincón de descanso fue un
alivio para mí. Comencé con la voz en un murmullo, para después hablarle con
soltura, sin incomodidad. Porque Olga no había sido mi rival, ni nunca lo
sería…
“Aquí estoy Olga… Sé que odiarías verme… Pero la
historia fue escrita así… Nos unión el amor al líder de los vampiros… Conocí a
Sebastien y me enamoré perdidamente, es el amor de mi vida. Sé que me entiendes,
en parte… Créeme que si hubiera sabido de Nicolay, si alguna sospecha hubiera
cruzado mi mente, me habría alejado. No porque Sebastien no me quisiera, sino
porque me hubiera sentido un estorbo. Ahora él y yo… No estamos bien… —una
lágrima corrió por mi mejilla—. Siento que lo pierdo. Que no hicimos lo
correcto. Sebastien me apartó sin quererlo y yo me fui en el peor momento. Lo
dejé solo. Juro que no podía permanecer en la mansión. No fue por Nicolay, te
lo juro. Él no tiene la culpa de nada. Pienso que no soy la mejor madre para
él. Sé que no te reemplazaré y eso me asusta… Debo regresar y estoy aterrada”.
—Qué sorpresa encontrarte en este lugar.
La voz que tenía grabada hasta en mis sueños me heló
la sangre.
Levanté la vista y la vi a mi derecha… Hela. El
mensajero de la muerte habría venido por mí. Y yo… completamente sola.
Sebastien.
Lenya me miró preocupado mientras cortaba la
comunicación con Numa. Me senté en el despacho y él se quedó de pie, con gesto
curioso.
—¿No dirás nada? Larga el rollo y cuenta de una vez.
¿Qué ocurrió para que Numa quiera hablar urgente contigo?
—Parece que hay un olor extraño que sale de las napas.
Donde cavan los obreros. Numa advirtió al ingeniero pero tú sabes, es mi hijo
pero para ellos no es nadie dando órdenes.
—¿Y András?
—Se encuentra en Oslo. Su hijo está internado por
hepatitis.
—¿Justo ahora?
—Lenya, esos hechos no se eligen, por favor.
—Okay… ¿Y qué harás?
—Adelantar el viaje del lunes.
—Escuché que partías mañana.
—Se lo dije a Nicolay para que no se sintiera culpable
de abandonarme en su cumpleaños.
—Eres tan bueno –se burló.
—¿No harías lo mismo?
Me miró con esos grises que cambiaban de tono con su
humor.
—Sabes que no.
—Espera a tener un hijo.
Charles entró sin golpear.
—Algún día te encontrarás con una escena impactante
–protesté.
—No si Bianca no está en la mansión –de inmediato se
arrepintió—. Perdón…
Bufé y respiré profundo.
—No te preocupes por la llamada de Numa, no es tan
urgente. Podría haber un escape de algún gas, pero si fuera peligroso el
ingeniero daría cuenta.
—¿En serio?
—De todas formas viajaré mañana.
—A la tarde no puedes –informó mi hermano—. Recuerda
que en la reunión de directorio del hotel debemos estar los tres presentes,
junto a Scarlet.
—Cierto… Lo había olvidado.
—Y… ¿Qué quería esa chica? –preguntó Charles cogiendo
asiento frente a mí.
—¿La que esperaba en la puerta?
—Sí, ¿cuál otra?
—Es una reportera de un periódico de Kirkenes. Solo
quería entrevistarme.
—¿No digas? ¿Eres tan famoso?
—Parece que sí. Ese detalle llamó la atención. Quiero
saber que se dice de nosotros.
—No es mala idea. ¿Crees que sospechan que somos
extraños?
—Eso ya lo aseguran. Ella dijo que vivía aislado. Eso
trae curiosidad. Mejor hacer frente a las murmuraciones. De esa forma
acallaremos la chusma.
—Ten cuidado.
Lo miré mientras encendía la notebook.
—No tengas miedo. No le seré infiel a Bianca.
—No lo digo por eso.
—¡Sí, lo dices por eso! –golpee con mi puño la mesa.
—No te enfades. Estás irritable.
—Es falta de sexo –se burló Lenya al ver la chispa de
furia de mis ojos, rectificó—. Perdón… Mejor subo a mi habitación.
Lenya.
Entré a mi alcoba y cerré de un portazo. Liz sentada
en la cama me miró con una sonrisa bella.
—¡Este loco de mierda! ¿Puedes creer que tiene un
carácter de los mil demonios?
—Lenya –susurró ella mientras me quitaba la ropa a
tirones.
—Ya sé que irás a decirme. Que tenga paciencia, que
Bianca no está, que le ocurrieron muchas cosas, etc. Pero no es justo.
—Lenya, mi amor…
—Pues que se autosatisfaga y libere la locura que
tiene.
—¡Lenya!
Me detuve en ese discurso acalorado y la miré a los
ojos.
—¿Qué ocurre Liz?
Su iris púrpura se humedeció. Todo su rostro dibujó
tristeza y desencanto.
—¿Vas a llorar? –protesté—. ¿Ahora qué capricho se te
ha ocurrido?
Cogió aire y coraje para exclamar.
—¡Estás diciéndome caprichosa! –rompió a llorar—. Yo
solo quería sorprenderte y mira como me pagas.
—¿Qué?
—¡Me compré este juego de prendas íntimas ideal para
embarazada y tú ni siquiera lo notaste!
—Pero… pero… —mis ojos recorrieron el rojo camisón
corto con volados en encaje. Por el sugestivo escote sobresalían sus pechos
grandes y llenos—. Liz… estás hermosa.
Quitó las manos de su rostro y me miró enfurecida.
—¡Ahora es tarde!
—No mi amor, perdona es que con la rabia que tenía no
presté atención.
Me miró fijo y su voz se escuchó neutra. No enfadada
ni llorosa, NEUTRA. Oh oh…
—Por supuesto que no te fijaste en mí. Porque ya no te
gusto.
—¡Nooo! No es así.
—Sí, es así –su barbilla tembló—. Ya no te atraigo,
estoy gorda y fea.
—¡No, no y no!
—Lo compré y se lo mostré a Bua. Me dijo que el
conjunto era muy sexy y hasta Mamina aseguró que era buena idea.
—No se lo has mostrado a Drank, ¿verdad?
A veces uno debería callar. Sobre todo frente a una
hembra furiosa…
Saltó de la cama y avanzó hacia el baño. Cerró de un
golpe y gritó.
—¡Te odio, idiota!
Bueno… Rodee los ojos, aquí íbamos…
Me acerqué a la puerta pero no la abrí. Pegué mi nariz
a la madera de roble y susurré.
—Liz… Perdón… A veces hablo sin pensar.
—¿A veces? –se escuchó.
—Okay, la mayoría de las veces…
—¡Eres un cabrón!
—Liz… No valoré tu esfuerzo por llamar mi atención. Te
pido disculpas.
—No valoraste porque no te gusto. De lo contrario me
hubieras visto cuando abriste la puerta de la habitación –lloró—. No te culpo
por eso, estoy horrible.
Me cago en la gran puta…
—No es así… Me gustas como el primer día que te vi,
¿recuerdas? Bajando la escalera con ese vestido azul.
Abrió la puerta de un movimiento enérgico y se plantó
frente a mí. Di dos pasos atrás.
—¡Lenya Craig, no mientas! Cuando bajaba las escaleras
con ese maldito vestido azul no estaba deforme como ahora.
Casi estallo en una carcajada. Menos mal me contuve
porque ya no estaba tratando con una humana común y me veía en el fondo de
océano enredado entre corales.
Levanté las manos en señal de rendición.
—Perdón, cierto que no presté atención. Subí enojado
del despacho. Pero no digas que no me gustas más. Te… —mis ojos recorrieron
esas piernas desnudas y perfectas. Los volados de encaje apenas le tapaban el
pubis—. Te deseo, cariño. Eres y serás hermosa.
Cruzó los brazos a la altura del pecho y sus pezones
se notaron a través de la tela de satén. Simuló un puchero.
—No… Ya no te gusto.
—No me gustas –susurré—, me enloqueces.
Su iris echó un rápido vistazo a los bóxers blancos.
Haciéndose la distraída giró y caminó hacia el espejo de tocador.
Con el movimiento los volados de encaje dejaron al
descubierto sus redondas y duras nalgas.
Se arregló el cabello suelto frente al espejo en
actitud desentendida. Se puso en punta de pie y cogió una crema de la repisa.
Por la hendidura entre sus muslos podía verse las diminutas bragas granate.
Por los infiernos...
Me hubiera quedado horas deleitándome con el paisaje
pero mi entrepierna no estaba de acuerdo en esperar.
Me acerqué despacio y me ubiqué tras de ella. Sin
rozarla mi respiración acarició su cuello perfumado a citrus. Ella hizo de cuenta
que leía el prospecto del pote.
—No me dirás que ignoras como me pones –susurré en su
oreja.
Nuestros ojos se encontraron en el espejo.
—No lo sé –coqueteó.
Sonreí.
—Ah, ¿no lo sabes? —Pegué mi sexo duro contra el
trasero—. ¿Y ahora?
Un suspiró escapó de su boca.
—Sí, lo sabes…
Mis labios recorrieron su cuello desde la oreja hasta
la clavícula.
—Pero no me viste –balbuceó.
—Lo siento, estaba enojado con mi hermano—. ¿Crees que
podrás perdonarme?
Encogió los hombros como si no le importara.
—Dime… ¿No quieres perdonar a este distraído pero que
está en llamas por ti?
Una sonrisa leve dibujó en sus comisuras. Bajó la
vista…
La abracé y mis manos cogieron sus pechos. Acaricié
despacio tanteando sus erectos pezones.
—Siente mi piel como se entibia por el correr de la
sangre, ¿lo notas cariño?
Friccioné mi sexo contra su bello culo. Mi sonrisa
perversa se reflejó en el espejo. Ella tiró la cabeza hacia atrás recostándose
en mi pecho. Su mirada furiosa había cambiado por una libidinosa. Abandoné uno
de sus pechos para deslizarla por debajo de ese camisón tan sexy. Los dedos
buscaron la humedad entre sus piernas y dio un respingo.
—¿Te gusta, amor?
—Sabes qué sí —murmuró—. Todo lo que haces conmigo en
la cama me gusta –jadeó—. ¿Aún te gusto como antes?
La cogí de la cintura y la giré para estar frente a
frente a ella. Para que pudiera mirarme a los ojos. Para que supiera que nunca
le mentiría.
—Eres la única hembra que deseo –acaricié la mejilla y
cogí su barbilla—. Mírame Liz. Mírame y dime que jamás dudarás de mi amor.
Ella se refugió en mi mirada.
—Jamás dudaré de tu amor.
Sus brazos me enlazaron por el cuello y con una mano
presionó la nuca para acercarla a un beso.
—Amo esa boca, Liz. Te deseo de punta a punta. Aunque ahora
tengamos que hacer el amor en otras posiciones. No importa. Estar dentro de ti
es entrar al paraíso.
Sentí sus dedos deslizarse por mi pecho desnudo. Sus
ojos clavados en mi iris, sus labios entreabiertos, húmedos, tan apetecibles.
—Voy a demostrarte lo que te deseo. Esta noche y todas
las noches de mi vida. Hasta el último aliento que salga de mí, será para decir
tu nombre. Liz…
De punta de pie alcanzó de lleno mi boca para
devorarme con un beso. Mientras mi lengua se enredaba con la suya, la llevé a
la cama. La ubiqué a ahorcajadas sobre mí y sonreí.
Ella rio.
—Por algunos meses no tendremos muchas variantes, amor
mío.
De un tirón rompí las bragas.
—¿Y crees que me importa?
—Tampoco a mí.
Fue una noche de sexo como tantas habíamos tenido. Con
esos deliciosos espirales de placer que ambos sabíamos hundirnos. Con los
jadeos y gemidos que conocíamos de memoria, esos que nuestras mentes habían
grabado desde nuestra primera vez.
Al milagro de habernos conocido se le sumaba el de
mantener esta llama que nos consumía. De extrañarnos, de desearnos, y de saber
sin duda alguna que nuestro amor sería por toda la eternidad.
Uy que capi tan genial. Me gusto lo que hizo Sebastiern con Nicolay es lo mejor para el niño. Me alegro que Bianca haya regresado y esperó que se arregle con Sebastien. Por último adoro a Lenya
ResponderEliminar¡Hola Judit! Me alegro mucho que te haya gustado. Fue emotivo, sí. Aún falta para que Bianca regrese, o quizás tome la decisión de no esperar más, si sobrevive a Hela. Yo también adoro a Lenya a pesar que a veces habla sin pensar.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. En esta semana leeré el capi nuevo de tu maravillosa novela. ¡Besotes miles!
Buen padre Sebastien! Me temo que va a tener que esperar más por el regreso de Bianca, la aparición de Hela no presagia felicidad precisamente. Lenya y Liz están muy arrebatados. Bien!:)
ResponderEliminarBso
¡Hola Ignacio! Muchas gracias por comentar. Sebastien actúo muy bien, pensando en su hijo a pesar que le ha dolido tomar la decisión. Tienes razón, el regreso de Bianca no será de inmediato. Aunque Hela podría apresurar los hechos.
EliminarLenya y Liz no han perdido la creatividad y eso está genial para no morir en la rutina.
Muchas gracias, te mando un gran abrazo desde Buenos Aires.
No se que pasara con Hela y Bianca.Nicolay estara bien.Me ha gustado mucho la pasion de Lenya y Liz.Cuando un hombre y una mujer se quieren eso es muy bonito.Me ha gustado mucho.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por leer y comentar. Lo que ocurrirá con Hela pronto lo sabremos. No puede negarse que el mensajero de la muerte ha tenido paciencia.
EliminarLenya y Liz han puesto a prueba su pasión y por suerte sigue intacta.
Me alegro mucho que te haya gustado el capi. Te mando un gran abrazo y buena semana.
Hola, Lou... Charles le ha explicado muy bien a Sebastien en qué consiste ser un líder... y creo que Sebastien es un líder estupendo
ResponderEliminarNicolay va a poder disfrutar de sus tres padres... pienso que es la mejor decisión para que el niño se sienta bien
Felicidades por tu cumple, Nicolay ;-)
Me ha encantado que Bianca haya llamado a Sebastien presintiendo su tristeza
Creo que será muy interesante la entrevista que Maggi Romberg quiere hacerle a Sebastien
Muy emotivo el momento en que Bianca le lleva flores a Olga... y todo lo que le cuenta
Me ha sorprendido para mal Hela... y es que este personaje no me gusta
Lenya y Liz son encantadores... y hay amor entre ellos... ni mucho ni poco... amor, y ya está
Entiendo que Liz se sienta menos atractiva... pero dejará de estar gorda cuando dé a luz
Y, de todos modos, cuando quieres a alguien todo te parece estupendo... no existe defecto que no te parezca maravilloso
Ya solo me queda felicitarte por otro capítulo que ha sido un espectáculo de palabras
Besos
¡Hola Mela! Muchas gracias por tu comentario. Charles siempre tiene la palabra justa y creo que Sebastien se lo merece.
EliminarPor fin el deseo del niño ha sido escuchado. Es normal que neesite tiempo para su nueva familia.
Nicolay te agradece el saludo. Disfrutará con los errantes y Peter ese día, o quizás o alguien más...
Bianca y Sebastien han fallado en la comunicación pero es posible que no vuelvan a cometer el error.
En cuanto a la reportera quisiera saber que sabe ella de los Craig.
Muy emotivo fue para mí también que Bianca se abra a Olga, nunca fue su enemiga, aunque es lamentable que no la escuche.
Hela busca su don, hace tiempo... No sé hasta cuando esperará aunque sea la dama de los Craig.
Por último sobre Lenya y Liz se nota ese amor desbordado, como tal hay celos y pasiones. Aunque debo confesar que Lenya se le escapa la lengua. Por lo menos se han reconciliado. El amor tiene esas cosas. Pero es lo que no hace aburrida una relación, supongo.
Gracias querida escritora y me alegro mucho que te haya gustado el capi. Miles de besos y buena semana.
Holaaaaaaa!!!! Tengo celos de Bianca y de Liz. No lo puedo remediar, soy celosa!!!! Me encantan los hermanos Craig!!!! No sé si quedarme con Sebastien o con Lenya!!!! Capítulazo!!!!
ResponderEliminarBesazo y abrazotes!!!!
¡Hola Merck! Yo creo que tienes buen gusto. Los hermanos son diferentes pero encantadores. Con Sebastien tendrías más calma y tranquilidad que con Lenya. El hijo menor de Adrien es bastante impulsivo. Tú sabrás jajaja. ¡Un besazo y gracias por comentar guapa!
EliminarHola Lourdes
ResponderEliminarTanto tiempo!!! Sigues escribiendo tanto o más que antes. Me alegro amiga. Yo también publicaba mis novelas en el blog y se creaban verdaderos debates. Muy enriquecedores. Mi amiga Citu está en todos lados jaj es maravillosa.
Te felicito por tu novela. La tienes publicada en algún sitio?.
Gracias por acordarte de mi, te mando besos.
Pd Viviana Rivero es genial, me envió un mensaje pero yo no le llego ni cerca amiga. Cariños y gracias por tus lindas palabras.
¡Hola Luján! Ha sido un gusto como siempre visitarte. Aún no he publicado en editoriales pero Dunquen me gusta mucho. Veremos.
EliminarTe deseo el mejor de los éxitos eres brillante. ¡Un beso grande!