Los dejo con una frase. "No esperemos que los psicólogos nos digan aquello que queremos escuchar."
El capi 51, es todo de ustedes. ¡Gracias por seguir acompañándome!
Capítulo 51.
Avanzando.
Bianca.
Al bajar la escalera me dirigí a la sala principal.
Eché un vistazo alrededor mientras avanzaba hacia la mesa de recepción. Muchas
personas caminaban llevando maletas en sus manos. También algunas estaban
sentadas en los grandes sofás, conversando y riendo. A nadie conocía. ¿Quién
habría preguntado por mí? El conserje había dicho una señora…
—Disculpe –hablé al empleado que registraba los
huéspedes—. Me han dicho que me buscaban. Mi nombre es Bianca MacCarthy y…
—¿Bianca?
Una voz femenina se escuchó a mi espalda.
Me giré para verla y me encontré con una mujer que aparentaba
unos sesenta años. Vestía elegante con un abrigo de paño con ribetes en piel
sintética. Botas de cuero con tacones bajos. Su cabello negro, teñido,
recogido, resaltaba sus aretes pequeños de oro y una piedra engarzada.
Sonrió con gentileza y sus ojos azules brillaron.
—Disculpe, ¿la conozco?
—Sí, aunque eras pequeña y es posible que no me
recuerdes.
Arquee la ceja confundida.
—Soy tu tía Jackie. Hermana de Laurent y Eridan, tu
padre –sonrió otra vez—. Dime que eres Bianca, y no me he equivocado.
—Sí –murmuré—. Soy yo.
Dio dos o tres pasos y me abrazó.
—Querida, ¡qué gusto verte!
Permanecí con los brazos laxos a cada lado de mi
cuerpo. Sintiendo como una perfecta extraña me abrazaba y decía ser mi tía.
Nada menos que la hermana de mi padre.
Me separé lentamente y la miré a los ojos. Ojos azules
como mi padre, ojos azules como los míos… Bueno, antes de ser borgoña.
—Disculpe, aún no puedo creer que sea usted…
—Lo imagino. Me atreví a venir porque Elizabeth, es
una de nuestras empleadas de limpieza en casa. Ella trabaja por hora en este
hotel y escuchó que una persona llamada Bianca McCarthy, había preguntado al
joven de recepción por los McCarthy. Tuve mis dudas si éramos la familia que
buscaban. Pero Bianca era la hija de mi hermano Eridan, así que debía ser mucha
casualidad.
—Sí, yo… Quería verlos. Necesitaba hablar con ustedes.
—Bien –sonrió—. Aquí estoy, representándolos. Laurent,
hermano mayor de tu padre te envía muchos cariños. Tienes muchos primos por
conocer. ¿Te quedarás en Banff? Me place
verte después de tanto tiempo. La última vez debías tener dos años.
—¿Y esa última vez…? Perdón, deberíamos sentarnos.
—Oh, sí –se acercó a uno de los botones del hotel—.
¿Crees que podrían servirnos algo de beber en los sillones de la sala? Daré
buena propina.
—Sí, señora. Dígame.
Se giró para verme.
—Querida, ¿bebes café?
—Sí, gracias.
—Dos cafés, entonces.
Charles.
Llegamos a la mansión con el sabor del triunfo en
nuestras manos. Aunque para ser sincero, una batalla ganada tan importante como
lo era la tenencia de un hijo, no se vivía con la alegría desbordante de lo
común. Creo que no era por culpa de alguien en especial, sino que todos
teníamos un no sé qué en el pecho que impedía la total felicidad.
Comenzando por Sebastien, que a pesar de pasar por una
gran juguetería y comprar costosos juguetes, su rostro reflejaba la falta de su
Bianca. Y me atrevería a acotar algo más… El hecho de ver a Nicolay despedirse
de los errantes no lo llenó de dicha, todo lo contrario. Entendía que tener a
su hijo bajo tutela absoluta menoscabando la sonrisa de Nicolay no era algo que
festejaría.
De hecho, apenas llegó se dejó caer en el sofá sin
apartar la mirada del niño, mientras la algarabía de Rose, Sara, Rodion, y Ron,
le pasaba por al lado. Anouk, se sentó en la alfombra junto a Nicolay y le
enseñaba sobre el control remoto de un coche. Margaret preguntó quién deseaba
beber café, lo cual pedí algo fuerte.
Lenya y Liz habían ido a caminar por la playa. Era una
visita que había prometido su galán y no dejaría pasar un día más sin
cumplirla. Douglas y Marin, llegaron después. Douglas abrazó al niño, a su
padre, y se sentó junto a él. Podía escucharse en la reunión frases felices y buen
ánimo, pero cada uno sabía que la dicha hubiera sido completa si la dama de los
Craig hubiera estado presente.
Comprendía a mi querida hija y su necesidad de
resolver sus conflictos pero no dejaba de dolerme. También la deseaba aquí, con
esa sonrisa genuina y, ¿porque no? ese carácter tan frontal y aguerrido. Lo
loco de pensar es que Bianca estaría lejos, pero sentía que quien estaba más
distanciado de esta sala era Sebastien. Me preocupaba su mutismo. ¿Qué diablos
estaría pasando por su cabeza?
Ekaterina había partido apenas pisamos la casa. Era
seguro que desearía contener a sus entrañables amigos después de nuestro
triunfo. ¿Era lo de ellos una derrota? Creería que no. Porque un juez podía
determinar una sentencia, pero nada podría hacer contra el amor de Nicolay para
con los errantes. Al fin y al cabo, ¿qué buscábamos nosotros? ¿Un papel? Solo
en parte.
Numa llamó a su padre rozando el mediodía. Al parecer
trasladó su alegría y le comunicó como
marchaban las cosas en la Isla. Después habló con Douglas y con Rose.
La sorpresa llegó con la llegada de Bernardo y Drank.
El fiel amigo de Bianca deseaba saber sobre ella. Evidentemente Bianca se había
aislado del mundo, incluso de aquellos a los que más confiaba.
Cuando Bernardo supo por boca de Sebastien que el
único dato era un país, Canadá, su amigo no lo pensó mucho tiempo. Dijo que
posiblemente habría ido en busca de sus raíces. Bianca no había nacido en
Noruega, eso lo sabíamos. Sin embargo a nadie de nosotros se le ocurrió que la
relación distante con su padre habría podido ser parte de sus conflictos. Aún
no podía hilvanar el ovillo ni siquiera desenredar algún nudo de su mente. Por
un lado sentí culpa de no haberme dado cuenta que desde hace un tiempo algo no
andaba bien en ella. Comprendí a Sebastien y su impotencia. Sentí que debía
compartir ese cargo de conciencia de no haber estado alerta. O quizás, ella
necesitaba resolverlo sola, e inconscientemente fue aislándose sin retorno.
La cuestión es que aquí estábamos todos sus seres
queridos pensando en ella. Rogando que apareciera por la puerta con esos ojos
llenos de amor para Sebastien como siempre lo habíamos contemplado.
Scarlet llegó cuando la reunión se había disgregado.
Había tenido que cumplir con su trabajo aunque se mantuvo bien informada por el
móvil gracias a Margaret. Felicitó a su hermano y lo abrazó conmovida. Nos
contó sobre Anne y como era la nueva casa. Dijo que enviaba cariños a todos y
esperaba algún día poder visitarnos junto a su hermano.
Sebastien se recluyó en su despacho. Estuve a punto de
seguirlo pero me arrepentí. A veces uno desea estar completamente solo para
pensar mejor. Me dediqué al arreglo del jardín. El verano nos sorprendería el
mes entrante y las especies debían ser renovadas para que las coloridas flores
regalaran una alegre vista al portal de la mansión… ¿A quién engañaba? Ni las
plantas más exóticas cambiarían la imagen de este hogar ahora convertido en una
construcción silenciosa y lúgubre. Ni las visitas de Douglas y Marin, ni el
llanto del bebé de Sara y Rodion, ni la ilusión de Liz y Lenya por su futuro
hijo, nada… Porque Scarlet permanecía muchas horas trabajando. Rose,
estudiando. Ron, melancólico pensando en Anne. Y todos, desde el primero al
último de los Craig, extrañando a su dama de ojos borgoña.
Al transcurrir una hora, acompañé a los obreros hasta
el portón. El proyecto de una mansión con más habitaciones ya era prácticamente
un hecho. Margaret me trajo un jugo de limón, no me gustaba mucho el citrus
pero como decirle a alguien que no, cuando te lo trae con la mejor de las
sonrisas.
Caminé por el sendero empedrado de su mano, hacia el
portal, silbando bajito. A unos cuantos metros ella se detuvo. Sus ojos se
veían húmedos por las lágrimas.
—Charles… ¿Si ella nunca regresa?
Acaricie su mejilla y sonreí.
—Regresará querida, regresará.
En ese instante los portones volvieron a abrirse,
giramos la cabeza para ver quién era. Liz y Lenya avanzaban sonrientes.
—¿Cómo lucía la playa? –pregunté.
—Hermosa, Charles –contestó Liz.
—Sí, el mar parecía tranquilo. Nos sentamos en las
rocas para ver el atardecer pero ya le dije a Liz que cerca de junio la noche
tarda en caer. No es como en Drobak.
—Algún día pueden ir los dos a Drobak –sonreí.
—No quiero regresar a Drobak –contestó—. No hay más
que malos recuerdos allí.
Lenya se acercó y la enlazó por la cintura.
—Bueno, en Drobak nos reconciliamos. ¿Recuerdas?
—Nunca lo olvidaré –lo besó en los labios—. Cuando te
hiciste pasar por un desconocido.
—¿Se hizo pasar por un desconocido?
Lenya rio.
—En realidad nos encontramos y jugamos a que no nos
conocíamos. Y la señora que ves aquí, me invitó a dormir a su habitación en la
primera noche.
—¡Calla! –rio.
Sebastien salió de la mansión. Se acercó con un andar
cansino como si le costara llevar los doscientos y pico de años encima.
—Buenas tardes, chicos.
—Hola –respondimos al unísono.
—¿Te vas? –pregunté.
—Sí, a las cumbres.
—¿Deseas que te acompañe?
—No, gracias. Quiero estar solo.
—Como gustes, querido.
Lenya lo acompañó a los portones después de echarme
una mirada de preocupación.
—Vamos chicas. Apuesto que tienen ganas de un buen
café.
—Yo beberé un jugo de fruta –Liz me cogió el brazo.
—¡Hecho! ¿Y tú mi amor? –pregunté a Margaret.
—Subiré a nuestra habitación. Tengo ropa que ordenar
–dijo con tristeza.
—Bueno, cariño. En un rato te haré compañía.
Margaret se adelantó y continuamos con Liz caminando
lentamente hacia el portal.
—Oye, será grande tu bebé. ¡Mira como ha crecido!
—Charles, no me pongas nerviosa –rio acariciando el
vientre.
—No temas. Todas las hembras salen victoriosas del
parto.
—Algunas no.
—No nos pondremos a pensar en los casos excepcionales.
¡Ánimo! Ya veremos a tu niño correr por el parque.
Su sonrisa iluminó alrededor.
—¿Cómo se llamará?
—¿No te lo dije?
—No.
—Halldora si es niña y Adrien si es niño.
—¡Qué gesto hermoso para con Lenya!
—Se lo merece. Además son bellos nombres.
—Prefiero Charles pero me conformaré con Adrien.
Rio.
Lenya nos alcanzó antes de abrir la puerta.
—¿Qué te dijo?
—Nada, quiere estar solo. No sé cómo ayudarlo. Juro
que iría al fin del mundo a traer a Bianca.
—No es la idea, no te acongojes. Debe regresar por su
voluntad. De lo contrario no serviría de nada.
—Estoy segura que sigue amando a Sebastien –afirmó
Liz.
—Cierto, pero también es verdad que las cosas entre
ellos no iban bien. Es mejor que tomen distancia, que se extrañen –contesté.
—¿Lo extrañará como él a ella? –preguntó Lenya
apenado.
—Claro qué sí. Ven, vamos a beber en la sala.
Ya en el interior de la mansión me sorprendió una
llamada por el teléfono de línea. Descolgué el auricular y atendí de inmediato.
—Hola, ¿familia Craig?
—¿Sasha?
—Oh, Charles, ¡Por fin! No puedo comunicarme con
ningún móvil desde esta mañana. En Moscú hay una tormenta de primavera que
parece invernal. ¿Me escuchas bien?
—Sí, querida. Tu voz suena lejana pero escucho. Dime, ¿quieres
hablar con Anouk?
—No deseo molestarte, solo dime si está bien. ¿Ha
comenzado la práctica docente? Últimamente está poco comunicativa.
—No te preocupes, no es molestia. Tengo entendido que
aún no. Pero está feliz y sana –sonreí.
—Gracias… ¿Sebastien? ¿Cómo resultó el juicio?
—Muy bien, gracias. Nicolay está con nosotros.
—Me alegro mucho. Dile a Anouk que la queremos y envíale
muchos besos de todos nosotros. Que pasen un hermoso día. Aquí está fatal.
—Sasha…
—¿Sí?
—¿Cómo está Bianca?
Un silencio prolongado interceptó la conversación.
—Sasha, sé que debes saber de ella.
—¿Cómo lo sabes? –respondió con temor.
—Es fácil. Has preguntado por tu hija, por el juicio,
y por Sebastien. ¿No es extraño que no preguntes por Bianca? Salvo que sepas de
ella.
Más silencio…
—Charles… Solo diré que está bien.
—Okay… Te suplico que… si algo notas mal…
—No te preocupes. No permitiría que nada fuera a
mayores.
—Muy bien, confío en ti. Tanto como confió ella.
Sebastien.
Trepé por las rocas de aristas afiladas después de correr
a gran velocidad por esos montes de coníferas y pinos reverdecidos. El sol
lentamente iba poniéndose en un horizonte de color naranja pálido. Tenía una
idea fija a pesar de mi desolación. Poder estar más cerca de aquellos que una
vez se fueron y nos dejaron. De aquellos que necesitaba una palabra, un
consejo, un perdón aunque no me respondieran.
Sabía que no iba a hallar respuesta. A veces nos
empecinamos en hablar con quien ya no puede escucharnos. Aún así, se siente
bien. Quizás es la conciencia que asimila los errores y convierte la carga más
liviana. No lo supe. No supe porque me encontré en el pico más alto de Kirkenes
sintiéndome más pequeño ante la inmensidad. Solo quise abrir mi corazón.
Al llegar a las puertas de las entrañables cavernas,
me detuve. Observé alrededor… Nieve y silencio. Las últimas nevadas habrían
sido hace un mes, pero el clima de los vientos helados la hacía perenne por un
tiempo más. Antes de la llegada del verano.
Continué varios metros hacia arriba, por el costado
izquierdo, hasta llegar a una gran explanada. Allí, según Charles mi padre
pasaba horas mirando hacia la frontera rusa. Cuando en el pasado, muy lejos, en
Mursmark, se encontraban su hijo y su amada. Un pedazo de su corazón.
Me detuve y mis ojos se fijaron en centenares de luces
pequeñas que señalaban la ciudad fronteriza...
—¿Cómo hiciste papá? ¿Cómo lograste apartar tu egoísmo
y pensar en lo mejor para ellos? Tu entereza y bondad permitió soltar lo que
más amabas… No sabremos si fue lo mejor. Pero lo hiciste con la convicción de
no dañar, sacrificándote.
Con seguridad no podrás escucharme pero… ¿Sabes?
Nicolay quiere a Boris y a Brander. Los ama, y los extraña. No quiero verlo
sufrir.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Papá… Siento un desgarro en el corazón. Y hoy, de pie
aquí, no sabes cuánto te entiendo. Soltar lo que amamos no es fácil. Sin
embargo aprendí de ti un valor incalculable que no todos lo poseen. La
justicia.
Es justo que Nicolay sea un Craig. ¿Y sabes? Ya lo es.
Hoy un juez determinó su realidad biológica. Pero Nicolay no es mío. No es mi
objeto que pondré orgulloso de adorno en la sala. Es mi hijo. Y los padres solo
buscamos para ellos la felicidad. ¡No sabes lo que te entiendo!
Observé de reojo unos metros más abajo…
—En ese lugar me despedí una noche de ti. Quería vivir
entre humanos, deseaba progresar y salir a la civilización. Hoy puedo sentir tu
tristeza. Esa que ocultaste muy bien para no menoscabar mi futuro.
Soltar, siempre soltar por la dicha de los que amamos.
Bajé la vista y borré mis lágrimas con las manos.
Miré al cielo profundo, ya teñido de un añil intenso.
—Olga… Si en algún lugar me escuchas, te pido perdón
por no haber estado cuando me necesitaste. Juro que nunca pensé que lo que
sentías era amor verdadero por mí. Lo siento… Jamás te hubiera abandonado. No
te hubiera metido. Mi padre me enseño a no dar falsas esperanzas a las hembras.
Sin embargo no te hubiera dejado sola. Hubiera acompañado tu embarazo. Nicolay
hubiera sentido mi calor desde ese día que vio la luz por primera vez. Jamás
les hubiera faltado nada. Pero mentirte no. No podría demostrar un amor tan
grande como el que sentí al conocer a Bianca. Perdóname. Ahora… Nuestro hijo
está conmigo pero tú y yo sabemos que no lo hace feliz. Olga… La dicha de
Nicolay estará siempre primero que la mía. Una vez me equivoqué con Douglas y
no lo volveré a repetir. Aunque quédate tranquila, descansa en paz. Porque
nuestro hijo siempre me tendrá cuando él lo desee.
No hubo ninguna brisa o viento que me demostrara que
alguien del más allá pudiera escucharme. Ni Olga, ni mi padre. Sin embargo,
partí de allí hacia mi hogar, con la sensación de no haber estado solo.
Bianca.
Era el tercer café que bebía mientras escuchaba a mi
tía hablar sobre mi padre. Su infancia en la campiña, su adolescencia en Banff,
sus viajes a Rusia, Noruega, y Finlandia. A él le gustaba conocer diferentes
lugares en el mundo. Era aún muy joven cuando conoció a mi madre y su familia.
Los McCarthy no vieron con buenos ojos que comenzara a quedarse por tiempo cada
vez más prolongado en Oslo. Intuyeron que algo le atraía de esa ciudad de
Laponia y no era precisamente el paisaje.
La escuché sin interrumpirla. Aunque deseaba llegar al
punto de mi interés.
Ella habló sobre los planes de su hermano. Él deseaba
ser un brillante biólogo pero al parecer el destino y su capricho le jugaron
una mala pasada.
Entonces la miré con curiosidad y me animé a
preguntar.
—¿Ustedes estuvieron en contra de la relación con mi
madre porque papá abandonaría el estudio?
—No fue solo esa causa. Tu padre nunca amó a tu madre.
La frase aunque ya la tenía asumida, me dolió.
—¿Se los dijo? –balbucee.
—No era necesario. Ella lo buscaba todo el tiempo. Le
lloraba, lo perseguía por teléfono. Hasta viajó a conocernos.
—Y ustedes nunca la aceptaron.
Bajó la vista.
—Nunca. Pero por un lapso de tiempo creímos
convencerlo. Eridan parecía estar enamorado de otra joven. No supimos quien.
Sabíamos que tampoco era de aquí.
—¿Entonces?
—Entonces… Sucedió…
—¿Qué sucedió?
—Tu madre quedó embarazada y él se hizo cargo. Como
buen hombre y caballero que correspondía.
—¿Después?
—Bueno… Él la trajo a vivir a Canadá. Y…
—¿Y?
—No sonará bien lo que tengo que decirte pero has
venido hasta aquí por la verdad y te irás con ella.
—¿Qué ocurrió?
—Nosotros nos contactamos con una partera que hacía
trabajos… Tú sabes.
—No, no sé –contesté dolida.
—Practicaba abortos. Le sugerimos que se lo
pagaríamos. Sin embargo él se enojó mucho. Dijo que un hijo era algo valioso.
Que jamás le quitaría la vida. Nos burlamos de él. Apostábamos que serías su
ruina.
—¿Y lo fui?
Negó con la cabeza.
—Apenas naciste te convertiste en su sueño. Su
esperanza. En ti se vio renacer. Aunque ya no sería un biólogo brillante. Cada
vez que lo veíamos contigo la sonrisa se iluminaba. Te amó. Por supuesto, en la
familia seguíamos empecinados en todo lo que no había podido ser por tu madre y
por ti. Lo siento… Creo que nuestros padres le hicieron la vida imposible. Así
que al cumplir tú los dos años, partió con ustedes de Banff para nunca volver.
Me puse de pie con lágrimas en los ojos.
Ella me imitó reiterando sus disculpas. Disculpas que
ya no servían. Ni para mí, ni para mi madre, ni para él. Pero sí había un
perdón que aún era útil y necesario. El mío hacia mi padre.
—No puedo decir que ha sido un gusto –murmuré antes de
despedirla—. Aunque esta conversación no tiene idea lo que me ha ayudado. Así
que gracias por buscarme.
—De nada… Yo… Cuando lo veas, dile que lo seguiremos
esperando.
—Se lo diré. Buenas noches.
—Entonces, ¿no querrás visitarnos? No estamos lejos.
Laurent vive apenas tres manzanas de aquí. Y yo a diez minutos de bus.
—Le agradezco. Debo regresar con los míos. Que
precisamente no son ustedes. Disculpe, es lo que siento. En cuanto a Laurent,
devuelva los cariños de mi parte, como él me envió. Buenas noches –repetí, y me
alejé.
No giré una sola vez para contemplarla. Subí la
escalera decidida a armar mi escaso equipaje y regresar a Kirkenes. Pero una
voz masculina me llamó por el nombre.
—¡Bianca!
Sorprendida de verlo bajé sin perder tiempo.
—¡Dimitri! ¿Qué haces aquí?
Con esa sonrisa encantadora y su cabello rubio
ensortijado avanzó feliz por la sala.
—¡Hola Bianca! –me abrazó—. Mamá, dijo que me
necesitabas. Me dio el dato donde encontrarte.
—¡Cielos! Gracias. Tu madre es una excelente hembra.
—Lo sé. ¿Y bien? Creo que tú y yo nos debemos una
charla.
Sonreí. A pesar que aún las duras palabras de mi tía
habían calado mi corazón.
—Me parece que sí. Creo que deberíamos buscar una
cafetería. Siento que debo salir de aquí cuanto antes.
—Vamos, tú eres la que guía. No conozco Canadá.
—Es muy lindo pero… no he venido como turista.
—Lo imagino, algo me adelantó mi madre. Y dijo que
quiere que sepas que a nadie ha dicho dónde estás. Lo mío fue una excepción.
—Lo sé. Confió en ella. Dime –sonreí—, ¿cómo se las
arregló para ocultárselo a tu padre?
—Bueno… simplemente le dijo que no insistiera. Que
ella respeta su amistad con Sebastien así que esperaba lo mismo de su parte.
—Demonios… No quiero saber que ocasioné una pelea.
—En absoluto. Mi padre sabe cuándo debe insistir y
cuando callar la boca. En realidad todos los machos de la casa.
Reí.
—Gracias… Gracias por venir.
……………………………………………………………………………………………
La noche era típica de la estación primaveral. El aire
fresco traía aroma a flores de perfume intenso. Aunque no supe determinar la
especie. Si hubiera estado en Kirkenes hubiera adivinado. Magnolias, jazmines,
glicinas. Canadá era bellísimo, sin embargo no sentía que me pertenecía. Eran
muchos años de vivir en Noruega y había adoptado cada costumbre, cada lugar,
mimetizándome con la gente de esa tierra que amaba.
Nos sentamos en la terraza de una bella cafetería.
Café mediante, mi peculiar psicólogo no sacó su cuaderno de anotaciones, sí una
cajilla de cigarrillos y un encendedor de plata. Era evidente que esta charla
no era convencional entre profesional y paciente. Mejor, esta noche necesitaba
además de un erudito en el tema, un confidente.
—Cuéntame por dónde quieres comenzar.
Lo miré llena de dudas.
—No lo sé. No entiendo como terminé aquí buscando
respuestas. Es decir, las necesitaba. Pero el hecho de viajar de pronto como si
fuera vida o muerte…
—Tal vez escapaste. ¿Crees que has escapado, Bianca?
—Yo… No me sentía cómoda últimamente. Es largo de
explicar… Entre algunos hechos, veo… me comunico con un mensajero de la muerte.
—¿Cómo es eso?
Expliqué a Dimitri la existencia de Hela a partir de
mi conversión. Escuchó en silencio aunque en varias oportunidades arqueó la
ceja, sorprendido.
—No estoy alucinando ni es mi imaginación –aseguré.
—No he dicho que descrea. El más allá es un misterio y
tú eres la única que ha estado muy cerca.
—Sí… Es por eso que él quiere su don.
—Y dime, ¿aquí no te molesta? ¿En Banff no puede
aparecerte?
—No lo sé.
—Entonces no viajaste huyendo de él. ¿Por qué huiste,
Bianca? Mejor dicho, ¿de quién?
Suspiré.
—De mí, quizás…
Me miró por unos segundos y extendió la caja de
cigarrillo.
—¿Fumas?
—Ahora no, gracias.
Encendió uno con total parsimonia. Como si pensara
cada palabra que iría a decir.
—Dime Bianca. ¿Por qué no está aquí, Sebastien?
Pregunto porque algo tan importante como es la búsqueda de tu pasado, me
parecería razonable que lo hicieras en su compañía.
—Él estaba ocupado. Era urgente. La tenencia de
Nicolay. De hecho me llamó para contarme que la había obtenido.
—¡Qué bien! ¿Y tú sentiste qué no podías esperar para
viajar con él cuando todo terminara?
—Yo… Pensé que era lo mejor viajar sola. Además, partí
de la mansión sin saber que terminaría aquí.
—Ajá… ¿Y cuándo lo supiste?
—En el mismo aeropuerto. Cuando buscaba un destino
cualquiera.
—Pero no lo llamaste.
—No. ¡Sebastien estaba sumergido en tener la guarda de
su hijo y no lo reprocho en absoluto! Él ni siquiera tenía tiempo para
comentarme sus próximos pasos. El trabajo, los Sherpa, su hijo, los errantes.
Muchas cosas que debía solucionar.
—Me pregunto –hizo una pausa prolongada—, me pregunto
si lo tuyo no fue en parte una venganza.
—¿Yo? ¿Vengarme? ¿Por qué lo haría?
—Bueno, él no te hizo partícipe, aunque no fuera a
propósito. Viajar, resolver tus asuntos, y apartarlo de todo, ¿no es un poco
ponerlo en tu lugar de desplazada?
—Eres muy rebuscado –reí.
Sonrió.
—Solo intento desentrañar tu mente y buscar la causa.
Puedo equivocarme. Por eso te pregunto. ¿Te hizo sentir mejor el hecho que él
no supiera nada de ti?
—Uuf… No lo pensé. Si lo hice… No fue planeándolo.
—Te sorprendería saber cuántas cosas la mente planea
sin avisarnos.
—Yo… Sí me sentí apartada de él… ¿Sabes que no podré
tener hijos? Al menos será muy difícil lograrlo.
Arqueó una ceja mientras aspiraba el cigarro.
—De cualquier forma no es algo te preocupaba, ¿o sí?
Tengo entendido por todas las veces que hablamos que no era tu fin tener un
bebé.
—Cierto, sin embargo Sebastien lo quería.
—¿Sentiste que no podías darle lo que deseaba? ¿En
algún momento lo reprochó?
—¡No! Sebastien no haría eso. Lo deseaba sí, aunque no
era determinante para ser feliz junto a mí.
—Entonces… ¿Qué ocurrió con la llegada de Nicolay? ¿Te
molestó?
—Jamás me molestaría ese niño, es encantador.
—Sí, casi todos los niños lo son. Con la salvedad que
él es hijo de Olga. Hembra que se acostó con Sebastien.
—A veces dices las cosas de una forma tan dura,
Dimitri, que…
—¿Qué? ¿No es verdad?
—Sí… Pero Sebastien no me conocía. Nicolay no es
producto de una infidelidad. No tengo porque tenerle rechazo.
—Insisto, a veces la mente nos juega sucio.
—Lo que ocurre con Nicolay es que… No lo siento mío.
Es hijo del macho que amo, pero todo se dio para que no nos acercáramos. El
niño tiene una tía, Ekaterina. Me odia y no perdió oportunidad de restregarme
que no era nada de su sobrino.
—¿Y tú lo permitiste? Creo conocerte algo. Lo
suficiente para preguntarme porque no la pusiste en su lugar.
—Lo hice una vez –sonreí—. Casi la ahorco. Sebastien
se metió y evitó que fuera a mayores.
—Otra vez sentiste que Sebastien te apartó. Incluso de
ese enfrentamiento… Como psicólogo no podría decirte lo que tendrías que haber
hecho pero sí como un amigo. Así que debiste ponerla en su lugar. Ella es su
tía, tú la hembra de Sebastien. Quien ocupará el lugar de madre del niño. A no
ser que te asuste la idea. Después de todo pensándolo bien, no deseabas esa
responsabilidad por el momento. Creo que sentiste que en cierta parte Sebastien
te la imponía. Y no de la mejor forma… ¿Cómo hubieras querido que fuera,
Bianca?
Callé… Un nudo apretó mi garganta y no tardé en llorar
en silencio.
—Siempre haces que llore, cabrón –susurré.
Sonrió.
—No eres el único paciente que se queja de lo mismo.
Al menos dime que sientes algo de liberación.
Asentí.
—No es fácil sentirme un monstruo y seguir la charla
como si nada.
—No eres un monstruo. Solo eres un ser que se sintió
fuera de lugar y no supo gritar al otro lo que quería. Para querer algo y
luchar por ello hay que sentirlo de uno, ante todo. Tú no sentiste a Nicolay
parte de tu vida. Si el medio no ayudó se convirtió en una tarea imposible. A
eso le sumamos el conflicto con tu padre. ¿Recuerdas? Fue uno de nuestros
primeros temas de conversación.
—Sí –sonreí entre lágrimas—. El complejo de Electra.
—Buena alumna, aprendes rápido.
—¿Y qué debo hacer? Aún estoy convencida que no soy la
madre que necesita Nicolay.
—Tranquila, todo lleva tiempo. Al menos has comenzado
por resolver la angustia de no sentirte querida por tu padre. Esa idea
arraigada que habías arruinado su vida.
—Él en verdad fue feliz porque nací. Es que nunca
hablamos de lo que siente. Quizás tampoco le hubiera creído si me lo confesaba.
Fue una suerte que otro me lo dijera. Mi tía.
—Me alegro, Bianca.
—Lamento no recuperar el tiempo perdido. Ese
alejamiento que mantuve por años. Eres muy inteligente —bromee—. ¿No conoces el
secreto de cómo regresar el pasado?
Rio.
—Soy psicólogo, no mago.
Reí.
—Debes asumir que lo hecho, hecho está. Solo podrás
mejorar presente y futuro. Aférrate a eso y no mires atrás.
—Lo sé… ¿Sabes qué?
—Dime.
—Creo que Sebastien actuó como mi padre. Salvando
diferencias de la situación, él también eligió a su hijo. Siento que estoy
orgullosa en ese sentido. Al igual que hoy con mi padre. Pero duele recordar que
mi marido no me hizo partícipe. Sé que no ayudé. Él tampoco. Tengo miedo… Miedo
que algo se haya roto entre los dos.
—Ah… En eso no podré ayudarte. Te enterarás cuando lo
tengas frente a frente.
—Muero por verlo. Lo necesito. Quizás fue en parte
venganza y quise que se sintiera desplazado. Que fuera mi problema, mi
conflicto. Solo mío. Como él acaparó a Nicolay. Sé que lo hizo sin querer
dañarme, pero lo hizo. Y duele.
—Entonces ve y dile lo que piensas. Nicolay es su hijo
pero ahora será parte de los dos.
—Dimitri… Hay algo más… Siento dentro de mí que Olga
estará sufriendo. Siento la culpa, ¡cielos! Son tantas cosas en mi cabeza.
—Calma, tú lo has dicho. No te interpusiste en nada.
Lo de Olga ya no existía.
—Lo de Olga y Sebastien ya no existía. Pero Nicolay no
lo verá así. Sé que su tía lo piensa. No soy nadie para él.
—Lo que piense Ekaterina no debe importarte. ¡Mándala
al cuerno! Es Nicolay quien tiene la respuesta.
—Tienes razón –sonreí—. Gracias, de verdad me has
ayudado mucho a desahogarme. Me sentiré mejor cuando siga tu consejo.
—Un placer. Ahora si me permites, regresaré a Moscú. Hace
dos días no veo a Anouska y la extraño.
—¿Has estado dos días buscándome por Banff?
—No, mi madre supo orientarme muy bien según lo que
habías contado. Pero no vengo de Moscú. Acompañé a Iván a la tumba de Olga. Él
tenía una amistad con los errantes y le pareció ético llevarle flores.
—¿La tumba de Olga?
—Sí. En el Paso Dyatlov, Siberia.
Se puso de pie y apagó el cigarro en el cenicero.
—Dimitri… Se me ocurre… ¿Sería mucho pedirte si me
dices dónde están sus restos?
—¿Quieres saber dónde están sus cenizas?
—Por favor.
—Por supuesto, te lo diré. ¿Puedo preguntar por qué
quieres saberlo?
—Es que… iré a su tumba.
Me observó fijo. Estudiando si mi pedido era una frase
arrebatada. Al fin asintió.
—Si crees que te hará sentir mejor no me parece mala
idea.
—Gracias. Necesito hacerlo. Por mí y por Nicolay.
Anouk.
El día del juicio había pasado. La breve noche surgió
con un rotundo triunfo para Sebastien Craig y su hijo. Nicolay merecía usar su
verdadero apellido y ocupar el lugar que por derecho tenía. Quizás el niño no
asimilaba lo importante de ser nieto del líder de los vampiros. Estaba
convencida que eso llegaría con el tiempo, pero hoy por hoy él solo necesitaba
a sus tres padres juntos. Lo noté en su rostro, en cada gesto, en sus escasas
frases. A pesar de tener al alcance los juguetes que cualquier chico hubiera deseado,
la melancolía ganaba su corazón y era difícil disimular.
Creo que a Sebastien también lo preocupaba. Sentado en
el sofá no perdió de vista a Nicolay ni aun cuando el amigo de Bianca llegó con
Drank para saber sobre ella. ¿Qué ocurría con la dama de los Craig? ¿Tanto le
había molestado la existencia de un hijo extramatrimonial? Bianca no parecía un
ser frío y superficial. Según Rose las cosas no venían bien desde hace meses.
Sentada en la cama de la habitación de mi amiga
hojeaba el itinerario que tendría por la mañana en un Jardín de Infantes, en el
centro de Kirkenes. Mi tarea sería acompañar a la maestra titular y aprender de
ella. Seis meses convertida en practicante cuando moría por tener a cargo mi
propia aula. La paciencia no era mi virtud, sin embargo no tenía otra salida
que esperar. ¿Cómo sería mi grupo de alumnos? ¿Me querrían? ¿Regresaría a la
mansión con un ataque de nervios por tanto grito, llanto, y travesuras?
¿Tendría razón mi padre y sus dudas sobre mi intolerancia a los berrinches
infantiles? Creería que no. Consolar a los niños lo sentía como algo sublime.
Porque cualquiera consuela a un adulto. Frases como, “ya verás que todo se
soluciona” o “no es tan grave el problema”, suele decirse para levantar el
ánimo de quien te escucha. Pero a veces no es la realidad. Las cosas no se
solucionan siempre de la noche a la mañana aunque no es lo que dices. Sobre
todo si es un amigo el que sufre deseas que esté mejor y recurres a esas mal
llamadas “mentiras blancas”. Pero con los niños es diferente. Más allá del
vocabulario limitado que debes usar, no puedes mentirles. El valor de la verdad
para ellos es lo primordial, por el simple hecho que si te descubren, no
volverán a confiar en ti. Ellos no entienden de la diplomacia necesaria y la
elegante ubicación. Los niños quieren la verdad.
Así fue con Nicolay esta tarde. Supe que valoró mi
abrazo silencioso antes que rompiera a llorar. Y lloré con él. ¿Qué podría
haberle dicho para borrar sus lágrimas? “Tranquilo, pronto vivirás con Boris,
Brander, y Sebastien. Ellos se llevarán muy bien.” Eso hubiera sido una burla a
su intelecto. Más si se trataba de Nicolay. Parecía muy inteligente para sus
pocos años.
Rose entró a la habitación con un libro bajo el brazo
y el ceño fruncido.
—Joder con la aritmética, gracias a la memoria que
tengo una cosa es saber historia, geografía, y lenguaje. ¿Pero polinomios?
¿Quién los inventó? –lanzó el libro sobre la cama.
Sonreí y cogí el libro.
—Hay varias versiones, querida Rose. Dicen que hasta
en papiros egipcios se han encontrado ecuaciones de ese tipo. Ahora si van a
datos concretos, Diofanto de Alejandría en el siglo III escribió una obra
llamada Aritmética, donde creaba signos y abreviaturas que sería la simiente o la
semilla de la asignatura que debes rendir. No te preocupes. Mis tres años en
arquitectura me dieron un amplio conocimiento en cálculos y mediciones. Te
ayudaré.
—Gracias Anouk. Mientras me explicas ordenaré el
ropero. No te imaginas que desastre tengo con mi ropa.
—No, Rose. Debes sentarte a mi lado. No entenderás
nada.
—Está bien. Solo deja que busque que ponerme mañana entre
tantas prendas revueltas.
Me descalcé y me senté como Buda con el libro sobre
las piernas.
Al tiempo que mi amiga lanzaba diversas prendas fuera
del ropero en su búsqueda afanosa, me dediqué a leer las primeras hojas de ese
libro que para cualquier no entendido sería chino básico.
—Y digo yo, ¿dónde irás mañana que estás taaan
interesada en lucir bien?
—Rindo historia. Fue fácil estudiar y memorizar. Creo
que me irá genial.
—Por supuesto. Insisto, ¿quieres conquistar al
profesor con tu atuendo provocativo?
—No, Anouk.
—Es que te noto muy interesada en la ropa.
Mis ojos se desviaron a una prenda particular que
había caído sobre el edredón. La cogí con una mano y sonreí mientras se
balanceaba en el aire.
—¿Esto es una bufanda o una falda?
Giró la cabeza y rodó los ojos.
—Siempre tan graciosa. Es una minifalda y me queda muy
bien. Pero no es lo que busco. Quiero algo que impresione.
—Ah pues, ahora no me dirás que solo irás a rendir
examen. Dime la verdad, ¿dónde piensas ir? ¿Conquistarás a un humano para
llevártelo y almorzarlo?
—No. Bueno, ver a un humano en particular… Sí es parte
de mi plan.
Lancé el libro a un costado y crucé los brazos
sumamente interesada.
—¡Cuenta quién es!
Se alejó del ropero y se sentó en la cama con cara de
derrota.
—No te rías de mí. Es que… pienso pasar por la comisaría
y ver a ese policía que me gusta tanto.
—¡Pero Rose! Él quizás no te recuerde. Lo has visto
una sola vez. Ese día después de la quermese.
—Lo sé. Es que si no provoco que me vea otra vez se
olvidará de mí.
—¿De verdad te gusta tanto?
Encogió los hombros.
—Al menos ningún macho ha ocupado mis sueños como él.
¿Sabes? Lo imagino desnudo teniendo sexo conmigo.
—¡Ay no quiero escuchar detalles! –me tapé las orejas.
Rio.
—Ni yo te los contaría. Aunque no parezca tengo
recato. De todas formas no te asombraría. No dirás que nunca te has imaginado
con Drank en una cama.
—¡Ay Rose!
—¿Qué? –Rio otra vez—. Todos lo hacemos. Es normal. Lo
único malo es que después se cumpla tu sueño y no sea tan bueno como lo
imaginaste.
—¿Qué podría pasar que no fuera igual a mi sueño?
Su carcajada cristalina reverberó en la habitación.
—¿Lo ves? Sí te lo has imaginado.
—Calla.
—Oye… ¿Has visto cómo te miró?
—¿Cuándo?
—Cuando tú estabas con Nicolay, abrazándolo.
—No, sinceramente mi mente estaba fija en consolar a
ese niño.
—Sí, te miró de una forma diferente a otras veces. Y
en cuanto a Nicolay, no entiendo porque no está feliz. ¡Ser hijo de Sebastien!
Debe ser grandioso tener un padre tan importante.
—Es que a su edad eso a él no le importa. Quizás
cuando crezca.
—Daría todo porque alguien tan célebre me reconociera.
Debe ser la gran ausencia de padres en mi vida. Mi madre murió y quien me
engendró nunca se supo su nombre.
—Rose, me da mucha pena que no sepas tu origen
paterno. No sé cómo ayudarte.
—Tú me escuchas y me das consejos. Créeme que lo
valoro… ¿Sabes? Cuando era muy jovencita y vivía en las cumbres, Adrien se
reunía con sus guerreros. Esos vampiros poderosos y valientes. A veces alguno
de ellos se apartaba para hablar a solas con él. Yo los observaba y por dentro
ansiaba que alguna vez uno de ellos confesara ser mi padre. Le diría, “Adrien
he descubierto que mi hija es Rose”. Y mi vida cambiaría… Pero eso no ocurrió. No
soy hija de ningún guerrero. Quien sabe con quién se habría acostado mi madre
cuando me concibió.
Negué con la cabeza, entristecida por su historia.
—Es una pena. Ahora debes pensar en tu futuro. En ser
importante por ti misma. Eso Tiene el doble de valor, ¿entiendes? Puedo ser una
Gólubev, sin embargo si continuaba caminando por el mundo solo portando mí
apellido, sería como cualquier ente al que le ponen nombre. En cambio así, con
mis propios valores y conquistas estaré orgullosa de lo que soy.
—¡Cómo has cambiado Anouk! Pensar que eras una niñata
insoportable.
Reí.
De pronto, recordé.
—Rose, cuenta. Hablando de los guerreros, ¿es cierto
que Bianca está con uno de ellos?
—Eso escuché. Scarlet la visualizó. Está en Canadá.
Parece que se trata de Odin. Me puso feliz saber que sobrevivió a la helada
mortal. Aunque no sé cómo llegó hasta allí y quienes están con él.
—El que no debe estar feliz es Sebastien.
—Al principio contó Sara que le dio un ataque de celos
–rio—. Es que no imaginas a Odin. Es muy fuerte y musculoso. Sin embargo jamás
le haría una traición a los Craig. Tampoco lo pienso de Bianca.
—Ahora tus sueños dejarán al policía y correrán en
brazos de Odin.
—¡No! Nunca vi a Odin con esos ojos. El era… ¿Cómo
decirte? Conmigo siempre fue muy atento y caballero. Me quería mucho y decenas
de veces me protegía como un tesoro. Es que yo daba pena por ahí tan pequeña y
sola.
—¡Basta de tristezas! Es hora de ponernos con la
aritmética. ¿Cuándo rindes este examen?
—Dentro de tres semanas.
—Bien, tendremos tiempo para desentrañar los misterios
de las ecuaciones.
Drank.
Bernardo condujo hacia el centro de Kirkenes después
de partir de la mansión Craig. Debíamos llevar leña para abastecer cuatro
hornos en panaderías. En su rostro se notaba la preocupación por Bianca y la
famosa huída. Según él, ambos se amaban y solo estaban pasando una crisis de
pareja, pero el hecho que poco y nada se supiera de su amiga, lo inquietaba.
El más importante guardián de Gloria y por ahora alfa
de la manada, se mantuvo callado los primeros quince minutos de viaje. Era
extraño en él verlo callado y meditabundo. Bernardo era muy sociable y alegre.
Sin embargo lo entendía perfectamente. Si a Liz pasara por algo similar,
también me preocuparía.
La escena de la sala vino a mi mente. Anouk se veía
triste junto al niño. Me ocasionó ternura ver como lo consolaba. Ahora Nicolay
debía adaptarse a su nueva vida. No sería fácil…
Al llegar al primer negocio descargamos la leña y
mantuvimos un diálogo cordial con nuestro cliente. Uno de los panaderos más importantes
de Kirkenes. Era una suerte que necesitaran de nosotros para alimentar los
hornos, aún en época de primavera. Ya que los hogares de familia no permanecían
encendidos por el agradable clima. La venta de leña era una de nuestras fuentes
de ingresos. Quizás la más importante, junto con el producto de algunos
cultivos como hortalizas, y los bellos tejidos en manos de hembras creativas y
laboriosas. La madre de July, novia de Louk, era una de ellas. Desde tapices
sami, alfombras, y vestimenta típica diversa.
Muchas de las hembras de la manada, sobre todo las
jóvenes, se dedicaban a estudiar carreras que les permitieran insertarse en el
mundo común de los humanos. Lejos habían quedado esos lobos apartados, en una
reserva que aún guardaba secretos. Pensaba que cuánto más los humanos tendrían
contacto cotidiano más debían cuidar su raza legendaria. Según se dice, todo lo
que el humano toca lo destruye. Esperaba que no fuera así para mis queridos licántropos.
Cuando habíamos terminado el recorrido y en viaje de
regreso, Bernardo preguntó por mi padre. Le conté que había llamado antes de
ayer y que por el mail de Roxane había visto fotos de su nueva casa. Me alegraba
por mi padre. La vida le había dado oportunidad de reencontrarse con un gran
amor y nada menos que con su hija. Yo era un adulto hace tiempo para andar con
celos ridículos y reclamando amor paterno. Mi infancia y juventud no tenía nada
que envidiar en ese aspecto. Me tocaba seguir mi camino aunque él estuviera
lejos, forjar mi futuro, y quizás algún día tener mi propia familia.
Debo decir que me sorprendía pensar en ello. Hasta
hace meses, no imaginaba poder enamorarme otra vez y desear vivir en pareja.
Sin embargo el tiempo cura, el tiempo ayuda a desear volver a empezar. Y aunque
no tenía mi corazón puesto en alguna chica, algo me decía que la vida me daría
otra oportunidad.
—¿Qué tal la llevas?
La pregunta de Bernardo hizo que dejara de ver el paisaje
atardeciendo tras la ventanilla y mirar al conductor.
—Bien, ¿te refieres a la convivencia en la reserva?
—A tu vida, en general.
—Ah… Pues,
bien. Tengo amigos y trabajo en lo que me gusta. Amo el bosque y la
naturaleza. La primavera en la reserva es maravillosa.
—Lo es. Yo también pisé estas tierras en invierno y se
me hizo difícil al principio. Era un chico de ciudad. Después todo fue más
ameno. Amigos, trabajo, familia.
—Sí, me han ayudado mucho y ya no soy el mismo de
antes.
—Lo recuerdo. Te veías triste y apartado, a pesar de
que siempre se ha notado que eres un hombre sociable. Es una suerte para
nosotros que estés aquí.
—Gracias, pero no creo haber aportado demasiado. Más
recibí de ustedes.
—No te creas. Muchos de los jóvenes que ahora son tus
amigos no tenían en claro el valor de la amistad. Don que has rebelado en poco
tiempo.
—Gracias. La reserva me brindó mi lugar en el mundo.
Drobak es maravilloso pero Kirkenes también lo es.
—Y dime –carraspeó—, ¿qué tal tu corazón? Te veo más
animado a pesar de…
—¿De Liz? –lo interrumpí.
—Sí... Es que la he visto a menudo por la reserva. No
es que me moleste. Liz es una querida amiga y excelente chica, pero…
—Estoy bien, no te preocupes.
—¿Ya no la amas?
Dudé.
—No podría decir que ha salido de mi corazón. Liz
siempre será especial para mí. Lo que ocurre es que… No sé… La veo feliz con su
embarazo y ya no puedo imaginármela de otra forma. Siendo la madre orgullosa de su futuro hijo ya
no la sueño entre mis brazos. Es como si mi amor hacia ella tuviera otro matiz.
Sonrió.
—Creo que ya no piensas en ella como tu único amor, y
eso está perfecto. Renunciar y soltar es también un don de aquellos que actúan
con dignidad en la vida. Te lo mereces. Ya verás que en alguna parte del mundo
alguien te amará con la misma intensidad que tú. Nunca hubiera creído que
Sabina se fijaría en mí y ya ves. Un hogar, dos hijos, y la felicidad cada día
que vivo. Claro que no debes pensar que es todo lecho de rosas, ¡eh!
Reí.
—Lo imagino.
—No señor, las hembras a veces son jodidas. También
nosotros, ¿por qué no? La convivencia no es fácil. Día a día aprendes cosas
nuevas, por ejemplo, a no fumar en una habitación cerrada, no dejar tus
calcetines por doquier, y cerrar bien la heladera si fuiste por algo. ¡Ay de mí
cuando se enfadan!
Reí otra vez.
—Pero cada noche, esos detalles se olvidan. Porque en
los brazos de quien amas todo es mejor. Tus enojos y sus enojos se disipan. Al
final solo quieres volver a ella y ella a ti. No puedes concebir un mundo sin
que sus ojos te miren con ese amor genuino. Por eso me preocupa Bianca… No debe
estar pasándola bien.
—Quizás regrese en estos días.
—Quizás… ¿Qué tal Nicolay? Me ha parecido un chico
estupendo, aunque lo vi triste. Debe ser por lo que tuvo que pasar en el
juicio. No es agradable para ningún niño. Pero es un Craig. Debe llevar el
apellido.
—Sí, me pareció un niño muy dulce. Anouk lo consolaba.
—¿Anouk?
—La vampiresa de ojos púrpura. Es una Gólubev. Tengo
entendido que es un aquelarre ruso.
—Ah sí… No reparé en ella. Estoy preocupado por Sebastien,
no lo vi bien.
—Es normal si tu amiga se fue.
Mis ojos se fijaron en unos renos que comían gramilla
a la vera del camino. De pronto la imagen de hace unas horas en la sala volvió
a mí.
Anouk estaba arrodillada en la alfombra y abrazaba al
niño. Sus ojos púrpura se notaban llorosos. Lucía apenada por la situación. Por
un instante le habló al niño mirándolo a los ojos. No supe que estarían
hablando pero la ternura con que se dirigía a Nicolay me enterneció por entero.
De punta a punta. Me hizo sentir extraño. No sabría cómo explicarlo. Tuve ganas
de quitarle esa tristeza, de abrazarla y consolarla. Por un instante morí
porque esos ojos me miraran y poder decirle, “aquí estoy si me necesitas”. Solo
me quedó claro que hasta hoy, ninguna hembra había entrado en mi corazón de esa
forma tan extraña, como lo hizo Anouk esta tarde.
Hola, Lou... Bueno, pues después de lo que le ha dicho la tía Jackie a Bianca pensé que Bianca regresaría a Kirkenes,,, pero no, parece que Bianca piensa ir a Siberia para ver la tumba de Olga
ResponderEliminarBianca puede sentirse bien... su padre la quería, y mucho... quien no la quería era la familia paterna
No sé si Adrien y Olga habrán podido escuchar a Sebastien... pero ha sido muy emotivo
No podía ser de otra forma... Sebastien quiere ver a Nicolay feliz... y hará todo lo que esté en sus manos por conseguirlo
Creo que Drank ya se está fijando en Anouk ;-)
Me ha encantado, Lou... Solo puedo felicitarte por otro estupendo capítulo
Besos
¡Hola Mela! Yo también lo pensé por un momento pero creo que regresaría sin resolver otras cuestiones que ya te enterarás. A veces elegimos nuestro futuro, dejamos algún proyecto nuestro pero el resultado es más valioso. Creo que así ocurrió con Eridan.
EliminarAdrien y Olga me temo no han escuchado. Al menos Sebastien pudo hablar con el corazón y en soledad.
Sí, quiere ver a Nicolay feliz, veremos que hará.
Drank va por buen amino al tratar de no pensar en un amor imposible. Si Anouk será quien lo ayude... tendremos que esperar.
Muchas gracias por acompañarme en cada capi. Un beso enorme y buen fin de semana.
Holaaaaaaa, la tía de Bianca ha sido muy sincera. No entiendo por qué Bianca quiere ver la tumba de Olga. Me da que Sebastien se va a desesperar y está hecho toooodoooo un padrazo!!!
ResponderEliminarEl capi es preciosooooooooo!!!!
Besotes!!!!!
¡Holaa Merk! La tía Jackie ha dicho la verdad, y fue lo mejor para Bianca.
EliminarEl lugar donde se encuentran los restos de Olga quizás ayude a Bianca a abrir su corazón. Aunque ese lugar sea simbólico y ella no escuche.
Sebastien tienes razón, pienso que perderá la paciencia, a lo mejor es divertido.
Es un buen padre, debe pensar primero en Nicolay. Así parece, veremos.
Muchas gracias por comentar, me alegras con tus comentarios. Un besazo enorme y buen fin de semana.
La familia del padre de Bianca enredo porque sabian que el padre estaba enamorado de otra pero el padre a la hija la quiso pero seguia enamorado de la otra.Bianca hace mal de no volver donde esta Sebastien.Me gusta mucho esta historia.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! La reunión de Bianca con su tía ha sido un tanto improvisada pero creo que al menos se ha ido con una idea del pasado.
EliminarBianca debería regresar a Kirkenes, pero la autora tiene otros planes. Esperemos que Sebastien comprenda.
¡Muchas gracias Ramón! Un abrazo grande.
Hummm...Bianca a Siberia y Sebastien pensando en soltar a Nicolay. Ambos se equivocan y los errores pasan factura. A veces muy caras.
ResponderEliminarBso
¡Hola Ignacio! Creo que Sebastien piensa que es lo mejor para Nicolay. Bianca espero que encuentre un aliciente a su angustia. Ojalá todo sirva para bien.
Eliminar¡Muchas gracias Ignacio por comentar! Un gran abrazo.
Buen capítulo esperó que Bianca y Sebastien algún día hablen veamos que pasa con Drank y Anouk, Te mando un beso
ResponderEliminarA Bianca le hizo bueno hablar con Dmitri, ojalá que ella regrese con Sebastien y que hablen de como se siente ella, se pueden arreglar las cosas entre ellos pero hay que dar ese paso primero, muchas gracias por el capítulo Lou!!!
ResponderEliminarMuy buen capitulo preciosa!!!,, tienes una mente maravillosa,, espero seguir leyendote más,, millones de besos preciosa. :* <3
ResponderEliminarSIIIIIIIII!!!!! Al fin Drank está pensando en Anouk!
ResponderEliminarTremendo capi, como siempre!!!!!♥