Saga para + 18

Iris púrpura es el cuarto libro de la saga Los Craig. Para comprender la historia y conocer los personajes es necesario partir de la lectura de Los ojos de Douglas Craig.

La saga es de género romántico paranormal. El blog contiene escenas de sexo y lenguaje adulto.

Si deseas comunicarte conmigo por dudas o pedido de archivos escribe a mi mail. Lou.


miércoles, 20 de junio de 2018

¡Holaaa! He llegado un poco tarde pero al fin lo he terminado. Un capi muy sustancioso y... Bueno, no... Mejor dejo que ustedes mismos lo descubran. Secretos que salen a la luz, y un reencuentro que se hace esperar. Lo sé, lo último es pura maldad de la autora.
Besotes y gracias por comentar.


Capítulo 54.
Consumado.

Aren.

Habíamos perdido a nuestro futuro hijo. Gerda tenía siete días de embarazo. Era doloroso saber que no podríamos continuar. Todos correríamos peligro, incluso el bebé. ¿Dónde ocultarnos lo suficiente al ojo humano sin tener a la vez la necesidad de recurrir a ellos? ¿Cómo tener lo necesario para él? Alimento, vestimenta, educación, a medida que fuera creciendo. ¿Y estas grutas heladas? ¿Cómo sobrevivir ante tanta inclemencia de gases que emanaban de pronto, o los inviernos extremos? Imposible sin pedir ayuda humana. Impensable si no podíamos dejarnos ver.

Hace mucho tiempo, cuando vivíamos junto al gran Thor en las cumbres de Kirkenes, tuvimos la posibilidad de tener un hijo. Aunque no era algo convencional. El nuevo retoño debía criarse en la campiña de pastores, a los pies de las montañas. Como lo había hecho Sebastien doscientos años atrás, o Scarlet. También Ron, Anthony, Sara, Rose. Sin embargo el humano fue invadiendo y ocupando tierras bajas. Fue así como se hizo cada vez más difícil. Al principio debo confesar que mi hembra y yo no deseábamos niños. Todas las parejas tienen su tiempo para cada proyecto. Sí… Aún siendo vampiros tenemos sueños. Pero a veces lo que planeamos para algún día lo debes hacer ya, porque después podría no ser factible. Es una lástima, porque cuando sueñas no lo sabes. Confías en el futuro y la vida te cambia de un día al otro y ya lo que planeaste nunca podrá realizarse. Por eso estoy convencido que los únicos sueños que puedes tocar son aquellos que ya has cumplido. El resto, siempre será incógnita. Como nos ocurrió a Gerda y a mí. Ya no habría niño nunca más.

Gerda se acurrucó entre mis brazos. La noté preocupada. Besé la coronilla de su cabeza y suspiré.

—Tranquila, todo estará bien.

Sabía que sus temores no eran por la infusión de la Bina, planta que produce hemorragias con consecuencias abortivas. Su miedo era la inestabilidad y desasosiego que flotaba en el aire de las cavernas.

Mentí cuando dije que todo estaría bien. No sabía a ciencia cierta que depararía el futuro. Odin había partido con la convicción de comunicar al hijo de Thor, líder de los vampiros, noticias sobre su hembra. No es que no hubiera hecho lo correcto. Eso era casi una obligación para nosotros. Aunque hace tiempo nos habíamos instalado en Canadá salvando nuestras vidas, no éramos errantes. Nosotros pertenecíamos al aquelarre del gran Adrien. Significaba la mutua ayuda, la obediencia, y la unión. A pesar de los miles de kilómetros de distancia.

La preocupación instalada en cada uno de nosotros no se basaba en el viaje de Odin. No habría dificultades o escollos que el guerrero no supiera vencer. El problema estaba aquí, en estas cavernas oscuras y húmedas. Freya estaba furiosa. No solo no le había caído bien separarse de su macho, sino que sabría lo que ocurriría, todos lo sabíamos… Él se encontraría con parte de su pasado…

En el rincón donde nos encontrábamos podían escucharse los feroces gruñidos y los distintos objetos estrellarse contra las duras paredes. Imaginábamos que no quedaría nada sano de las pocas pertenencias de Odin. Ella estaba fuera de sí y cada hora que pasaba sin que el guerrero regresara, era sumar más ira a su locura, a sus celos, a su enajenación.

Muchas veces me pregunté si lo que sentía Freya por Odin era amor u obsesión. Difícil saberlo. Sencillamente porque entre uno y otro hay una fina línea que divide y diferencia. En el caso de ella, el límite se hacía más difuso.

Habían transcurrido centenas de años en pareja. Kaira y Daven, Odin y Freya, Gerda y yo. Como tantos otros que habían muerto por la mortal helada. El tiempo afianzó el amor, nos unió ante grandes adversidades. Nuestra forma de ser, comportamiento, hasta los gestos, año tras año fueron mimetizándose. No necesitábamos hablar para saber que deseábamos, solo con mirarnos bastaba. Odin y Freya no eran la excepción, sin embargo algo andaba mal entre ellos.

Si tuviera que remontarme en el tiempo, mi memoria podría recordar el primer suceso doloroso que tuvieron que soportar juntos. La pérdida de su niño tan pequeño en manos de aquella invasión a la isla. Los invasores venían en nombre de un Dios… Nunca supe cual, tampoco interesó… Creo firmemente que ese hecho los unió, más allá del dolor. Sin embargo, no todos los hechos son tragedia para los dos amantes. A veces lo que es trágico para uno, para otro es una bendición. Pienso que eso ocurrió aquella noche de invierno en Kirkenes…

Lo que para Odin podía haber sido una nueva esperanza de sonreír, para Freya no solo fue una traición, sino el punto de partida de su desquicio. Y allí comenzó todo…

Freya se convirtió en la pesadilla de Odin. En su sombra donde fuera. En la voz de su conciencia que le repetía una y otra vez, “me has fallado, mereces la tortura de por vida”.
Nunca quise quitarle peso a ese error de mi mejor amigo. Pero si perdonas y recibes al amor de tu vida lo debes hacer con el corazón. Jamás por venganza a sabiendas que lo único que te mantiene junto a él, es asegurarte que su vida sea un infierno. Estoy casi seguro que la energía del universo vuelve a ti de la misma forma que tú la brindas.

Odin se equivocó una noche… Freya se equivocaba día tras día.

Daven se acercó sigiloso al rincón donde me encontraba.

—Aren –susurró—, Kaira y yo debemos cazar. Tengo dudas de dejarte solo con Gerda.
—Ve tranquilo, hermano. Nada malo ocurrirá. Cuando regrese Odin ella se calmará.
—Ha lanzado cada libro por el pozo. Eran su tesoro. Odin se los había regalado.
—Pues que lo haga, tú ve a cazar. Odin no tardará en llegar.
—¿Y si no regresa?
—¿Por qué no lo haría?
—Tú sabes el porqué.
—Nunca nos abandonaría. No pienses mal de él.
—No, Aren. Sé cómo es Odin pero también sé… Olvídalo, cuídate. Regresaremos lo antes posible.

Daven desapareció escurriéndose entre las sombras. Sería una noche larga. Acurruqué entre mis brazos a Gerda e intenté que durmiera. Inútil y absurdo. No mientras se escucharan esos gemidos lastimeros, esos gritos de furia, esos objetos partirse en mil pedazos.

De pronto, hubo silencio… Me inquietó. Desde allí no podía ver demasiado. ¿Qué estaría haciendo Freya? A los pocos segundos la voz de Odin se escuchó y el aire escapó de mis pulmones. Ya estaba aquí. Todo se solucionaría. Pero me equivocaba…

Sebastien.

Instalados en la bella cabaña Nicolay jugaba en la alfombra con un velero que le había regalado el capitán del Sterna. También había traído el coche negro de juguete que había pertenecido a Douglas. Era un niño tranquilo y para nada travieso, aunque como buen niño debía estar atento. Uno nunca sabe cuando se les ocurre algo peligroso para hacer.

Numa y yo conversábamos sentados en el sofá. Él lo observaba risueño. Ambos se habían conocido hace pocas horas y percibía que se habían caído excelente. Podía sentirme feliz, pero no. Siempre faltaba Bianca entre nosotros. Al menos a nuestro regreso ella estaría esperando en la mansión. De ahí en más dependía de nosotros. Era inevitable preguntarme una y otra vez, ¿lo querría como Nicolay se merecía? ¿Sería sincera o se esforzaría por hacerme sentir bien? Miedos, muchos miedos.

La pregunta de Numa me hizo bajar a la realidad. Teníamos un problema en la Isla y aún no habíamos descartado nuevas explosiones.

—¿Crees que el Estado se hará cargo de la culpa?
—Pienso que sí. Los materiales enviados en los últimos meses no tenían la misma calidad. Dijo el ingeniero que continuó la obra porque el reclamo no tuvo respuesta.
—Aún así no debió continuar. A mi modo de ver esa parte es su responsabilidad.
—Lo sé. Me haré cargo de los daños, y buscaré otro ingeniero.
—Estoy de acuerdo.
—Debo agradecerte por el rol que has tomado. Te he dejado solo mucho tiempo.
—Me gustó estar al frente, papá. Lo disfruté.
—¿Sabes algo del hijo de András? Estaba internado.
—No lo he llamado.
—Lo haré yo sin falta.
—¿Qué es un ingeniero? –preguntó Nicolay.
—Bueno, un ingeniero es una persona que ha estudiado para saber cómo irán construidas las cosas. Los puentes, las casas, las cañerías. Saben dibujar los planos. ¿Sabes qué es un plano?

Negó con la cabeza.

—Es como un mapa. ¿Sabes qué es un mapa?
—Sí, eso lo sé. Es un papel donde está dibujada la tierra, o los países.
—¡Muy bien! –aplaudió Numa.

Sonreí.

—Un plano es como un mapa. Pero el ingeniero estudiará el lugar, las dimensiones de la casa, y lo presentará al arquitecto. ¿Sabes que es un arquitecto?
—No.
—También dibujará un plano.
—¿Cuál es la diferencia?
—Bueno… —Numa sonrió—. El ingeniero sabrá que dificultades habrá antes de construir. El dinero que costará. Él hará un estudio previo. Quizás donde te guste hacer tu casa no se podrá por algún problema. Entonces te dice que allí no podrás construirla. Por ejemplo, si hay un rio cerca y los cimientos corren peligro de desmoronarse. O si el terreno es muy irregular. ¿Tú entiendes lo que te digo?
—¡Sí, papá! ¿Y el arquitecto?
—El arquitecto comenzará el plano de la casa cuando el ingeniero de el okay. ¿Entiendes?
—¿Trabajan juntos?
—Exacto.
—Eres un niño muy brillante –rio Numa.
—Gracias.
—¿Te gustaría ser ingeniero cuando seas grande? –preguntó.
—No, yo quiero ser doctor. Como los que curan. ¿Bianca es doctora?

Numa me miró.

—Sí… Bianca es doctora –contesté.
—Quiero ser como Bianca.

Por suerte mi hijo cogió el velero y pareció interesarse nuevamente en su juego. Pero para Numa no pasó desapercibido mi gesto de angustia.

—¿Qué pasó con ella, papá? –susurró.

Arquee la ceja.

—Tuvimos una crisis. Nada que debas preocuparte.
—¿Tuvieron o tienen?
—Tuvimos. Es decir, no nos hemos visto desde que se fue de la mansión. Hablamos por móvil… Hay cosas que debemos conversar en persona pero nos queremos. Saldremos de esto.
—Lo deseo de todo corazón.
—Lo sé, hijo.
—Papá… Tengo algo que contarte.
—Dime.
—Hice un anillo con una piedra engarzada. Me ayudó un amigo que trabaja en los túneles. La piedra no tiene mucho valor. Es marmolada y la cogí en la playa.
—Ah… ¿Y dónde está tu anillo?
—No es para mí. Lo hice para Rose.
—¿Para Rose?
—Sí. Todo este tiempo que he estado aquí me ayudó a pensar que necesito sentar cabeza, tú sabes. Con las chicas. Y me gustaría que Rose fuera mi compañera toda la vida.
—¡Qué bien! ¿Sabe ella del regalo?
—No. Lo llevaré de sorpresa y pienso decirle lo que siento.
—Me alegra mucho. Ustedes han estado yendo y viniendo durante meses. Hacen una bonita pareja.
—¿Quieres que te muestre el anillo?
—¡Por supuesto! Anda, ve a buscarlo.

Se puse de pie y corrió escaleras arriba. Sonreí y eché una mirada a Nicolay. Mantenía esos diálogos imaginarios con sus juguetes. Cerré los ojos e imaginé a Bianca en el acogedor living, sentada frente a mí. Observaba a Nicolay fijamente. De pronto giró su cabeza y me miró, seria, enojada… “¡Nunca querré a tu hijo”!

El sobresalto que produjo mi imaginación logró que Nicolay se asustara.

—¿Qué ocurre, papá?
—Nada, cariño. Me duele la tripa. Pero ya está pasando.
—¿Quieres que te prepare un té?
—¿Tú sabes preparar tés?
—Un día preparé para tía Ekaterina. Brander y Boris no estaban. Es fácil.
—No digo que sea difícil pero manipular el agua hirviendo es peligroso a tu edad.
—Yo lo hago con agua fría.

Reí.

—¿Cómo?
—Sí, tía Ekaterina bebió y le gustó. Al principio puso cara de asco pero lo bebió, lo juro.
—No lo dudo –reí otra vez—. Ven aquí.

Se acercó y lo senté sobre mis rodillas.

—Mírame a los ojos, hijo.

Así lo hizo. Su rostro dibujó la expectación.

—¿Sabes cuánto te amo?
—Sí, mucho.
—Mucho. Nadie en este mundo te hará llorar. Si está en mí que no sufras ten la seguridad que así será.
—Ya lo sé.
—¿Lo sabes?
—Sí. Me llevaste con Brander y Boris, ¿recuerdas? Y tú no querías eso. Pero yo sí.

Besé su frente y lo acurruqué entre mis brazos.

Numa bajó la escalera sonriente.

—Verás, papá. Te gustará.
—Déjame ver.

Se sentó a mi lado.

—¿Qué es eso, Numa? –preguntó Nicolay.
—Es un anillo para mi chica –contestó, mientras yo lo daba vueltas entre mis dedos.
—Es muy lindo, Numa.
—¿Tienes novia?
—Bueno, ella aún no lo sabe pero casi es mi novia, sí.
—¿Cómo se llama?
—Rose, tú la debes conocer.
—¿Rose? ¿La que tiene cabello como el fuego y siempre está con libros?
—La misma.
—Pensé que Rose tenía novia, se llama Anouk.
—¿Qué? –exclamamos al unísono.
—Anouk, ellas siempre van de aquí para allá juntas y se quieren mucho.

Numa me miró con ojos como platos.

—Pero si son dos chicas –dijo asombrado.
—Pero Boris y Brander son dos chicos.

Reí.

—No, no no… Espera, hijo –mi risa inundó la sala—. A veces ocurre que dos personas del mismo sexo son pareja y se quieren pero no es el caso de Anouk y Rose. Ellas son buenas amigas –expliqué—. No están enamoradas, son amigas.
—Ah, entiendo.
—¡Ay madre mía! –Numa se tocó el pecho—. ¿Qué hacemos con este chico?

Reí.

—Pues, acompañarlo en su crecimiento y aprendizaje.
—¿En serio? ¡Todo tuyo!

En ese instante se escuchó una gran explosión que pareció mover los cimientos de la cabaña. Mi sonrisa se borró.

—¿Qué fue eso, papá? ¿Otra explosión?
—Quédate con Nicolay. Iré a ver.

Bianca.

El sábado había transcurrido muy lento. No veía la hora de llegar a la mansión y esperar junto a los míos a Sebastien y a Nicolay. Miles de situaciones pasaban por mi cabeza. Escenas bonitas como el recibimiento de ambos, felices de comenzar una nueva vida de a tres. Pero también me azotaban imágenes de un Sebastien distante y frio. De un padre que de ninguna forma compartiría a su hijo. Nicolay sería de él. Yo solo sería alguien que figuraba para aparentar pero no ocuparía el lugar de madre del niño. Que jamás creería en mis sentimientos. Y yo necesitaba que me creyera, no porque Sebastien se sintiera bien, ni por la promesa a Olga. Era por mí. Deseaba cuidar a ese niño. Porque quererlo, ya lo quería.

A media tarde me bañé y decidí quitar la angustia de la espera dando una larga caminata por Banff. Me puse las lentecillas de contacto y el bloqueador solar ya que el sol aún permanecía más alto que la línea del horizonte. Me vestí cómoda y salí de la habitación hacia la sala del hotel. Bajé despacio las escaleras observando el ir y venir de la gente. Cada uno tendría una historia detrás, con alegrías y tristezas. Como la vida de los Craig. En ese sentido no había diferencia entre humanos y vampiros.

Me acerqué a la mesa de entrada para hablar con el conserje. El joven vestía un uniforme azul con ribetes rojos en su chaqueta. Estaba conversando con un huésped que pedía referencias sobre paquetes turísticos, así que esperé mi turno.

Recorrí con la mirada la gran sala del hotel. Bella, iluminada por lámparas suntuosas aún en horarios del día. La alfombra azul piedra cubría de punta a punta de la sala. Los grandes ventanales donde podía verse la calle con pequeños negocios construidos en madera. La gente con el ánimo alegre y distendido propio de quien está de vacaciones.

No había sido tan perceptiva al llegar. Quizás porque mi bagaje al pisar Banff no era el propio de un turista. Traía mucha tristeza conmigo. Mi padre, Sebastien, y había dejado mi hogar aunque fuera por un tiempo.

—Buenas tardes, señora. ¿En qué podría ayudarla? –saludó el conserje.
—Buenas tardes. Quisiera abonar los días de hospedaje.
—¿Se marchará hoy?
—No, mañana por la mañana. Aún así quisiera pagar por adelantado. Estoy tan ansiosa por llegar a mi casa que podría olvidarme de pagar antes de partir.

Rio divertido.

—No se preocupe. Las cámaras de seguridad impedirían que usted fuera muy lejos.

Sonreí.

Si supiera materializarme créeme que sería difícil hallarme, pensé.

Extendí mi tarjeta de crédito, mi identificación, y él hizo su trabajo. Al cabo de tres minutos me extendió los documentos y firmé.

—Gracias, señora Craig. Esperamos que la estadía haya sido de su agrado. Si desea mañana que nos encarguemos del equipaje, avísenos. Con gusto lo haremos.

Una exclamación de humanos impidió que respondiera. Giré la cabeza y pude ver muchos huéspedes que alrededor del LCD de la gran sala miraban la pantalla con asombro.

—¿Qué ocurre? –pregunté.

El conserje se puso de puntillas tras el escritorio y ladeó la cabeza buscado ver.

—Ah sí, deben ser sobre las explosiones en la Isla del Oso.
—¿Qué?
—Hubo explosiones por una obra de minería.

Avancé rápidamente hasta el punto de reunión y con el corazón en la boca me abrí paso entre la gente. ¿Explosiones? ¿Una obra? ¿La Isla del Oso? ¡No podía ser! No podía estar ocurriendo una catástrofe. Sebastien y Nicolay habían viajado ayer. ¿Y Numa? Numa también se encontraba en la Isla. ¡No podía ser!

Como pude llegué a la fila de adelante para escuchar que decía el noticiero. Entre el volumen bajo y los dichos de las personas no podía saber demasiado. La periodista hablaba de un escape, de explosiones, y de heridos.

Desesperada toqué el hombro de un humano.

—Perdón, ¿dijo muertos? ¿Usted escuchó muertos?
—Parece que sí, señora. Fue grande la explosión.
—No, solo heridos –contestó una mujer.
—¿Dijeron los nombres? ¡Por favor! ¿Escuchó los nombres?
—No, señora. Apenas entendí a la periodista.
—El gobierno envió helicópteros con ayuda –dijo otra persona que parecía ser su pareja.

Me adelanté hasta ellos.

—Perdón, ¿saben los nombres de los heridos? No pude escuchar.
—No, nosotros tampoco. Parece que son muchos heridos.

La pantalla había cambiado por otras noticias. Creo que hablaban de la economía en Canadá. No importaba. Debía partir de Banff urgente. Volé escaleras arriba y entré en mi habitación. Cogí el móvil y llamé a Sebastien… Pero no contestaba... Volví a intentarlo tres veces… El móvil sonaba y sonaba pero nada… sin respuesta. Entonces llamé a Charles.

—¡Charles! Cielos… Dime que están bien. Hubo una explosión acabo de verlo y… ¡Yo aquí, tan lejos!
—¡Bianca! Nos enteramos hace un par de horas. Sebastien no atiende las llamadas pero hablé con Numa. Tranquila, están bien. Ha llegado ayuda gubernamental y el fuego está controlado.
—Charles, debo ir.
—Querida, sé cómo te sientes.
—No, no puedes saberlo. Yo… —rompí a llorar—. Yo no me fui bien de la mansión. No me despedí de Sebastien como siempre. Charles… Necesito estar con ellos. Tú dijiste un día, aprovecha el hoy porque no sabes que ocurrirá mañana. ¡Charles! Tengo miedo de no verlo más.
—Tranquila, Bianca. Todo saldrá bien.
—Voy a llamar al aeropuerto. Me comunicaré contigo cuando tenga el pasaje. Te quiero.
—Yo también, cariño.

Sin que transcurriera un minuto ya estaba hablando con la oficina de aerolíneas.

—Señorita, es urgente. Necesito cambiar mi pasaje.
—¿Cuál es su destino?
—Kirkenes.
—Tenemos domingo por la noche.
—No, es que no viajaré a Kirkenes, perdón.
—Dígame, por favor.
—Necesito llegar a la Isla del Oso.
—¿Isla del Oso? ¿Noruega? Lo siento, no hay vuelos a la Isla del Oso. Y si hubiera un aeropuerto allí en estos momentos sería imposible. ¿Ha escuchado las noticias?
—Sí, por eso debo viajar. Mi familia está allí.
—Señora, no hay vuelos a la Isla del Oso. Nunca los hubo.
—¡Perdón! –recordé—. ¡Perdón, me equivoqué! ¡A Leknes! Al aeropuerto de Leknes.
—Déjeme ver…

Un reloj imaginario hacía sonar su tic tac en mi oído. Por favor que se apresurara… El sonido del teclado del ordenador estaba volviéndome loca.

—¿Señora?
—Sí, la escucho.
—El primer vuelo a Leknes es el martes a las cuatro de la tarde. Tendrá escala en Oslo y…
—No, el martes, no. Debo viajar hoy.
—Señora, escuche. Sé que estará muy nerviosa pero no hay vuelos a Leknes, ni hoy, ni mañana, ni el lunes. ¿Comprende? No hay vuelos, no quiero decir que no hay pasaje, sino vuelos. ¿Ahora entiende?
—Sí, entiendo… Yo… Necesito viajar –sollocé.
—Créame que lo siento pero no puedo ayudarla.

Corté la comunicación y me senté en la cama.

No podría viajar… No podría estar con ellos… Mis músculos aflojaron y la habitación giró sobre sí misma. Mis puños cogieron el edredón de lana, aferrándolo. Parecía haberme subido a un carrusel.

Cerré los ojos y esperé unos segundos. Mis nervios hechos trizas me revolvieron el estómago. ¿Qué podía hacer? No había forma de viajar. ¿De qué me servía ser un maldito vampiro? ¿No había forma? Sí… había forma.

Volví a llamar a Charles. Él atendió al instante.

—Charles, no hay pasaje a Leknes hasta el martes. Yo… Charles… Necesito que me enseñes como materializarme.
—¿Qué? Querida mía… Será frustrante no lograrlo.
—Es frustrante quedarme aquí. Dime, por favor, cómo se hace.

Un silencio cubrió la conversación. La pausa fue eterna para mí…

—Bianca, si no lo logras tu energía se desprenderá de tu cuerpo. No sabemos que podría ocurrir. Ethel y Aimar jamás aparecieron. Debes saber cuándo parar. Si no lo logras las primeras veces debes descansar. Es un acto que requiere práctica de un largo tiempo. Le ocurrió a Sebastien y a todos que lo lograron. Es difícil.
—¡Charles! Dime cómo se hace –lloré.

De nuevo silencio…

Se escuchó el suspiro de mi querido padre del corazón…

—Primero, debes dejar de llorar. La angustia y la desesperación te atarán al lugar donde te encuentras.
—Okay… Okay… Dime qué más.
—Cuando logres la armonía en tu mente deberás imaginar el lugar donde quieres transportarte. ¡Todo! Hasta el mínimo detalle. Cada pedazo de tierra, cada roca, cada arena de la playa. ¿Recuerdas bien la Isla del Oso? ¿Algún lugar específico? No has viajado muchas veces.
—No te preocupes, recuerdo la playa.
—No es solo la playa, Bianca. Repito, es un lugar específico. ¿Por qué no intentas con la sala de la mansión?
—No, necesito estar en la Isla ya mismo. Me encargaré de lo que dices. No te preocupes.
—¡Sí, me preocupo! ¿Crees que es como viajar a la luna en cohete? ¡No es así!
—Charles, dime qué más.
—¡Eres terca! Demonios… Escucha… Al visualizar perfectamente el lugar debes imaginar que tu cuerpo se desarma, molécula a molécula. Cada célula debe desintegrarse en tu imaginación. Hasta que sientas que ya no tienes cuerpo, no eres nada… flotas en la nada. Completamente… Después visualiza el lugar que desees estar, otra vez tu cuerpo va tomando forma, lentamente… Hasta la última célula, cada milímetro de tu sangre.
—¿Eso es todo?

Imaginé que sonreía.

—¿Te parece poco?
—Lo lograré. Un día me dijiste, “tienes a Marte como protector”. Voy a lograrlo.
—Eso espero, cariño. Prométeme que si no lo logras unas tres veces no intentarás hasta que transcurra el tiempo, quizás lo puedas intentar al otro día, no lo sé. ¿Has cazado?
—Con Odin, sí… Charles… gracias. Te quiero.
—También yo, hija querida. Llámame si lo has logrado. Estaré pendiente cada segundo.
—Lo prometo. Hasta pronto.

Corté la comunicación. La habitación había cesado de moverse a mí alrededor. Sin embargo no podía mentirme. Sentía angustia, ansiedad por querer salir de allí y reencontrarme con ellos en la Isla.

Tranquila Bianca… Tranquila… De lo contrario no lo lograrás.

Cerré los ojos… imaginé la playa, esa gran roca que sobresalía entre las arenas y que habíamos trepado con Sebastien alguna vez… El mar, azul petróleo… Las olas golpeando las rocas una y otra vez… Parecía que estaba allí… Sí… Rodeada de arena gruesa y rocas… El mar nuevamente… Las rocas… Las olas…

Así estuve… Minuto tras minuto… Imaginando la Isla del Oso. Ese rincón específico… Sin embargo el paisaje se bifurcaba, se desvanecía en mi mente. ¿Por qué? Si lo recordaba perfectamente… Algo no hacía bien… Por supuesto, la práctica… Intenté una vez más. Esta vez imaginando mi cuerpo evaporarse como había explicado Charles… Cada célula, cada molécula desaparecía… Finalmente nada… Volvía a abrir los ojos y estaba allí, en la habitación del hotel.

No me rendí fácilmente. Practiqué sentada en la cama, imaginando que estaba de pie en ese rincón de la playa, tratando de permanecer en armonía… pero cuanto más pasaba el tiempo sin lograrlo, la desesperación ganó nuevamente.

¡No puede ser! –grité—. ¡No puedo estar lejos de ti! ¡Necesito comprobar que estás bien! ¡Necesito decirte que quiero a Nicolay! –Rompí a llorar.

Me recosté en la cama extenuada. Deseaba dormir, mi mente y cuerpo comenzaban a dar señales de agotamiento. ¿Cómo podía imaginar que lo lograría siendo novata? ¿Cómo pensé que me materializaría cuando la práctica era un elemento tan importante? Siempre tan egocéntrica. Siempre tan omnipotente. Tan perfecta. Y no era nada de eso… Ni omnipotente, ni perfecta. Solo era una hembra vampiresa desesperada por abrazar a su macho. Por alcanzar la felicidad de una familia unida. Junto a los Craig, junto a ese niño que necesitaba una madre.

Cerré los ojos y sin quererlo, me dormí.

Aren.

Permanecí junto a Gerda escuchando el diálogo entre Freya y Odin… Las cosas no iban bien. Al parecer su hebra no le contentaba verlo. Deseaba mucho más. Como miles de veces, ella quería hacerlo sentir mal, humillarlo, que pidiera perdón por aquello… Aquello que había ocurrido centenas de años atrás.

No debía inmiscuirme en su pelea de pareja. Lo tenía bien claro. Por eso abracé a Gerda e intenté permanecer en mi rincón, pero algo me dijo que esta vez no sería una riña a la que estábamos acostumbrados.

Otra vez la frase por parte de ella…

—¿Has regresado, maldito? ¿Te divertiste?

Suspiré. Gerda me miró angustiada.

—Tranquila, ya estoy aquí –contestó Odin.

Permanecimos en silencio, atentos, inmóviles. Deseando que todo concluyera rápido. Lo sabía de memoria. Sus insultos y furia, la humillación y la aceptación de parte de él… No era justo. Todos sabíamos que no era justo. ¿Hasta cuándo iba a usar aquel error?

—¿Te has revolcado con alguna?
—Freya, cálmate. No he sido infiel.
—¿No has sido infiel, dices?
—Freya, créeme.
—Has sido infiel, sí. Aquella noche, ¿recuerdas?
—No lo olvidaré nunca. Te he pedido perdón. Nunca más te fallé.
—Ponte de rodillas y dime que me amas.

Hubo silencio pero supe que él había obedecido.

Gerda se inquietó.

—Está loca, Aren.
—Tranquila, cariño.

De nuevo su voz desquiciada.

—¡Dime que soy el único amor de tu vida!
—Sabes qué sí. Lo que ocurrió esa noche no fue amor. Tú lo sabes.
—¡Mientes! No soy el gran amor de tu vida. Y no hablo de esa puta vampiresa. Tú sabes de quien hablo. ¿La viste? ¿Viste a esa bastarda?
—¡No la llames bastarda!
—¿Acaso no lo es? Prometiste no acercarte a ella.
—Y cumplí. Año tras año cumplí. ¡Muy a pesar mío cumplí!
—¿La viste? ¡Dime si la viste!
—Sí, pero vive en la mansión. ¿Cómo quieres que controle eso?
—¡La odioo! ¡Debió morir al nacer!
—No digas eso. Ella jamás te molestó. Siempre te tuvo cariño. ¿No entiendes qué es una víctima de mi error?
—¡Mentira! ¡La única víctima soy yo! ¡Maldito macho! Prometiste que nunca se lo dirías.
—¡Y cumplí! ¡Te juro qué lo cumplí!

Escuché a Odin sollozar…

—Gerda, cariño. Debo ir. Quédate aquí.
—Por favor, Aren. Cuídate. Está loca.

Me puse de pie y me dirigí al ojo de la tormenta. Ambos me vieron aparecer y el silencio duró unos segundos. Ella pareció enojarse más. Es que dentro de su corazón sabía de qué lado estaría. Del lado de mi hermano y amigo. Pero no por una cuestión machista de esas que exclaman, “¡qué bien, te has revolcado con otra hembra!” No, porque yo nunca lo haría. Sin embargo nadie está libre de la tentación y de equivocarse. Lo de Odin había sido una infidelidad que no había durado ni siquiera media hora. Sí… No fue ese error lo que pesó más para Freya, sino la consecuencia de aquel acto sexual sin importancia.

—Escucha Freya –hablé suave y despacio—. Todos sabemos lo que Odin te ama. Te hizo un juramento a pesar de que se iba la vida con él. No fue fácil Freya. Sin embargo cumplió.
—¡Cállate Aren! Ni siquiera sabes materializarte. ¡Vampiro bruto!

Alcé la voz con rabia. No goce nunca de paciencia.

—Seré bruto pero no malvado como tú.
—¿Yo, malvada? ¿Acaso no sabes que perdoné el error de tu amigo?
—¿Perdonar? ¡Tú nunca perdonaste! Fingiste para vengarte. Y eso no está bien. Debiste dejarlo libre.
—¡Nunca!

Gerda apareció entre las sombras. Imaginaba que no se quedaría paciente sabiendo que me insultaba.

—Mi macho no es ningún bruto.
—Gerda regresa a las cobijas –ordené.

Odin yacía de rodillas. Se puso de pie con lágrimas en los ojos.

—Es suficiente, Freya. Puedes hacer lo que quieras conmigo pero no lastimes a los que quiero.
—No impedirás que lo haga. Te crees que por ser un poderoso guerrero de Thor podrás dominar mi voluntad. Fíjate que no… Siempre hice lo que quise.
—Eso ya lo sabemos –la voz de Daven se escuchó en un extremo de la caverna. Él y su hembra habían llegado de cazar.
—¡Otro macho que defiende a la bastarda!
—¡No la llames así! –gritó Odin.
—Bastarda, es una pobre bastarda. Ignorante, ni siquiera sabe que frutos envenenados no debe comer cuando se le ofrecen.

Un silencio cubrió las cavernas. Completo, profundo… Creo que cada uno en su mente regresó el tiempo atrás cuando una niña pequeña enfermaba por unas bayas rojizas.

La voz de Odin salió de su boca sin fuerza. Como un hilillo frágil, casi sin aliento…

—¿Cómo sabes que alguien le ofreció esos frutos? Ella nunca lo dijo.

Freya sonrió con esas sonrisas escalofriantes que te mostraban los enemigos cuando estabas a punto de ser vencido.

—Porque yo se las ofrecí.

Fue todo muy rápido. Cuando parpadee Odin tenía del cuello a Freya. Sus ojos eran llamaradas escarlata.

—¡Asesina! ¿Cómo pudiste vengarte con una niña?

Freya trataba de zafar del agarre de Odin. Imposible escapar de la furia del más poderoso guerrero de Thor.

Daven y yo acudimos a ayudarla. No era que me hiciera feliz pero sabía que si la mataba, Odin se arrepentiría de por vida. Logramos separarla forcejeando entre los dos. Aunque ahora que lo pienso, creo que Odin desistió y la soltó.

Ella dio varios pasos atrás. Sus ojos largaban chispas de odio hacia todos nosotros. Miró el pozo y sonrió.

—Voy a suicidarme y ustedes malditos tendrán el cargo en su conciencia de esta pobre víctima que…
—¡Tú de pobre no tienes nada! ¡Menos de víctima! –exclamó Gerda.

Ella le dirigió una mirada llena de ira.

—¿Estás envidiosa porque mataste a tu bebé?

Gerda abrió la boca y sus ojos se humedecieron.

—¡No te metas con mi hembra, desgraciada!
—Por favor, tranquilicémonos todos –suplicó Kaira—. Freya, habla con Odin y el resto regrese a su rincón.
—¿Hablar? Ya no quiero hablar…

Freya se deslizó de puntillas por el borde del pozo. Entre aristas filosas y húmedas.

—Freya, sal de ahí –ordenó Odin.
—Acércate –susurró—. Ven y sácame de aquí.
—¡No lo hagas! –gritó Daven.

Odin se acercó y extendió la mano.

—Ven Freya, hablemos.
—Ven tú por mí.

Él se acercó más y ella se echó atrás. Volvió a invitarlo a acercarse.

No sabíamos si la intención de ella era suicidarse y llevarlo con ella. No lo sabíamos. Quizás era otro de sus juegos maquiavélicos. Muchas veces había intentado fingir suicidarse. ¿Pero ahora? ¿Sería verdad?

Daven y Kaira fueron rodeando las paredes húmedas. Lentamente, hasta llegar al otro extremo. Sin embargo estaban lejos de poder cogerla y jalar de ella para alejarla del peligro. Gerda y yo estábamos cerca de Odin pero a más distancia de Freya. Cualquier movimiento en falso ella se lanzaría. Era una gran posibilidad.

—Mejor habla con Odin –intenté persuadirla.

Odin se acercó y extendió la mano. Pero su mirada aún conservaba el dolor por aquello que había confesado su hembra.

Había intentado matar a la niña… A su niña…

Creo que ella lo supo. Lo conocía muy bien. Y así como sabía de memoria que miles de veces se arrodillaría pidiendo perdón por aquel error, jamás la perdonaría por haber tocado a Rose.

Ella extendió la mano hacia él y al hundirse en su iris escarlata, la retiró.

Él volvió acercarse. Daven había logrado avanzar por la espalda de Freya. Sigiloso, con cautela…

—Te irás de aquí –susurró Freya—. Te irás y me abandonarás. Lo sé…

Él permaneció mudo. Supe que no le mentiría. No la engañaría nunca más.

Freya se echó atrás furiosa.

—¡Maldita bastarda! Arruinó mi vida –de pronto sollozó histérica—. ¿Dime qué me perdonas?

Odin permaneció en silencio y se acercó más. Ella retrocedió. Giró hacia su espalda y comenzó a caminar por el borde del pozo.

—¡Me suicidaré, Odin! –rio.
—¡Freya! –Gritó él— ¡Ven aquí!

Ella rio más. Su carcajada resonó en cada recoveco.

Dicen que algunos sucesos que duran segundos cambian tu vida para siempre. Eso ocurrió aquella noche… Freya perdió el equilibrio y resbaló.

Todos nos abalanzamos hacia el borde del pozo en medio de gritos de horror.

Ella no había caído. Colgaba al vacío solo aferrada a una arista, por su mano. Odin comenzó a bajar deslizándose por las grietas y hendiduras profundas de las paredes. Teníamos la sensación de que nada iba a terminar bien.

Lo seguí, con cuidado, tratando de no resbalar por la superficie húmeda y mohosa. A pesar de los reclamos de Gerda. Pero no podía dejar a mi amigo tan cerca de la muerte. Eso no haría un guerrero de Thor.

Odin llegó hasta ella lo suficiente para extender su mano y cogerla de la muñeca.

—Te tengo. Trata de trepar.

A veces la intuición de un viejo vampiro puede salvarte de morir. No supe el porqué creí que sería necesario pero lo hice.

Estiré mi cuerpo todo lo que pude hasta que una de mis manos alcanzó la cabellera de Odin. Sus ojos se elevaron para contemplarme.

—No te soltaré. Así arranque tus cabellos, no te soltaré.

En ese instante Freya se balanceó y apoyó su pie descalzo en una grieta profunda pero en vez de intentar subir, jaló hacia abajo para desestabilizar a su macho. Sus ojos lucían ese brillo triunfal cuando Odin perdió el equilibrio. Aunque esta vez, nada salió como ella quiso.

La misma fuerza que empleó para su plan siniestro se volvió en contra. En segundos aflojó el agarre de Odin y el aire la rodeó. Sin punto de apoyo a que aferrarse, tambaleó y cayó al fondo del pozo. Yo cerré mi puño poderoso en las hebras del cabello de mi amigo. No lo soltaría… Thor… Donde estés dame fuerza.

—¡Noo! –gritó Odin.

Fue el único grito que se escuchó. El resto… cerró los ojos, y suspiró aliviado.

Costó sacar a Odin de esa explanada oscura. No quería salir de allí. Daven tuvo que ayudarme. Lo subimos con los brazos colgando, el peso muerto de su cuerpo, y la tristeza. Creo que esa pesaba más.

Cuando lo depositamos en el suelo, ya lejos del peligro, permaneció allí… Acostado, hecho un ovillo, sin gesto alguno que nos dijera lo que sentía. Ese detalle era peligroso. Así que decidimos no separarnos de él.

Bianca.

Desperté por el ruido de unos niños que corrían por el pasillo. ¿Qué hora sería? ¿Cuánto había dormido? Solo recordaba haber cerrado los ojos y abrirlos al escuchar los niños. Sin embargo no desconocía que en ese lapso de tiempo para mí, muy breve, habría dormido profundamente. Lo percibía en mis músculos, en cada parte de mi cuerpo. Ya no sufría ese cansancio agotador…

Me senté en la cama y observé alrededor. Mi mochila de viaje sobre una silla… El ropero con las puertas abiertas. Aún tenía ropa en los estantes. La lámpara que colgaba del techo encendida. Las cortinas de la ventana dejaban ver un retazo de cielo nocturno. La tupida alfombra… El paisaje de Banff en el cuadro en la pared derecha… Mi móvil sobre la mesa de luz… Todo parecía detenido en el tiempo desde que me había dormido. Todo estático, inmóvil… Menos los minutos, menos las horas… El reloj había continuado su curso…

Cogí el móvil, cuatro menos cuarto de la madrugada. Revisé los llamados. ¿Podría no haber escuchado las alertas? Quizás…

No había llamadas. Solo tres mensajes de texto de Charles. Abrí cada uno con el corazón en la boca. ¿Sería sobre la Isla?

El primero acerté. Charles había escrito, “Numa volvió a decirme que están bien. Sebastien no atenderá el móvil. Está en la zona de desastre. Tranquila, las autoridades noruegas están con él”.

Segundo mensaje, “Bianca, ¿has desistido de aquello? Dime si estás bien. No he querido llamarte, quizás dormías.”

Contesté, “todo bien, esperaré el vuelo”.

Tercer mensaje, “Bianca, dime si estás bien”.

Obvié la respuesta. Ya se enteraría al recibir lo escrito hace instantes.

El móvil emitió una pequeña luz. La pantalla dejó ver el alerta. El ícono en la parte superior resaltó, MODO SILENCIO. Por eso no había escuchado nada.

Abrí el nuevo mensaje de Charles.

“¿A qué hora llegas?”
“Pronto.” Contesté.
“¿Puedo llamarte?”

Mi vista se clavó fija en el último mensaje. Murmuré un “no”, sin responder. Si él sabía de mi negativa se preocuparía. Si escribía un sí, era probable que no descansara hasta convencerme.

Y yo no quería convencerme. Deseaba intentar una y otra vez materializarme. Lo necesitaba como el aire que respiraba.

Solté el móvil que cayó a mi lado, sobre el edredón. Sentada en la cama miré el cielo. Lejos de la tierra, muy lejos de todo los habitantes del planeta. En aquel espacio infinito se encontraría Marte. En algún sitio de esa gran inmensidad.

Cerré los ojos visualicé otra vez, la playa, las olas, esa gran roca que se alzaba al cielo… las arenas gruesas de la Isla del Oso… Y a Sebastien, contemplándome con esa sonrisa. Me sentí feliz de verlo aunque fuera en mi imaginación. En la playa podía sentir la brisa acariciando mi cara. Él cogía mi mano y caminábamos por la arena… Mis pies descalzos, los suyos… Recuerdo que aquella vez nos acostamos en la arena e hicimos el amor.

¡Cómo extrañaba sus manos sobre mí! Podía sentirlas por la piel, erizándome por completo. Mi boca prisionera de la suya. Fundiendo mis labios en los de él. Tersos, suaves, demandantes… Lo extrañaba cada día, cada hora, pero más en la cama. Después de hacer el amor en la playa seguimos tan intensos y apasionados al llegar a la cabaña. Subimos la escalera como adolescentes, ardiendo. Caí en la cama y él sobre mí. Ahora completamente desnudos. Piel con piel, cuerpo a cuerpo…  Era tan vívido ese momento. Un pasado que desee volver.

Imaginarme estar en sus brazos percibiendo sensaciones de placer… Caricias, besos, susurros… Sentía la tela suave del edredón en mi espalda desnuda mientras él hundía su boca entre mis piernas. Nadie sabía trabajar esa lengua maestra como lo hacía él. Con los ojos cerrados, sentada en la cama me envolvió un orgasmo arrollador. Apreté el edredón con mis puños. Abrí mi boca y gemí, mientras una electricidad deliciosa se hacía dueña de mi alma y mi cuerpo. Demonios… Había llegado sola al éxtasis gracias a la imaginación.

Abrí mis ojos, aún jadeante, pero no satisfecha de él. Sebastien no estaba junto a mí.

Respiré profundo una vez, dos veces… Mi iris borgoña se fijó en mis manos que aprisionaban la tela suave… El edredón bajo mis manos era negro.

De inmediato di un salto y me puse de pie. La respiración se hizo difícil. Mi voz no salió. Porque seguramente hubiera gritado. El edredón negro no vestía la cama del hotel. La habitación no era la del hotel. Era nuestra alcoba en la Isla del Oso. Sí, sí, me había materializado haciendo el amor con Sebastien. Ese era el punto específico que recordaba como ningún otro, nuestra cama.

Me tambalee producto de un mareo. Atiné apoyarme en la mesa de luz pero el velador ante mi torpe movimiento cayó sobre la mesa y luego al piso.

Me quedé muy quieta, respirando, solo respirando y sintiendo los latidos de mi corazón. Mis piernas temblaban y no llegaría a alcanzar la puerta. Deseaba salir de la alcoba y gritarle, “¡mi amor, estoy aquí! ¡Lo logré!” No podía… Estaba agotada…

Me deslicé hasta sentarme en el piso y allí me quedé. Con alegría de haberme materializado y con temor de ignorar si llegaría a sentirme bien. Comenzaba a faltarme el aire. ¿Moriría por intentar trasladarme en el espacio? El ritmo cardíaco comenzó a bajar, la oscuridad de la habitación se hizo más profunda. Finalmente moriría sin ver a Sebastien.

Sebastien.

Cuatro de la madrugada y recién llegaba a mi cabaña. Había trabajado a la par de los rescatistas, auxiliando heridos, firmado papeles, comunicándome con las familias de los heridos. Al abrir la puerta de esa sala acogedora eché un rápido vistazo. Numa dormitaba en el sofá.

—¿Dónde está Nicolay?

Numa se desperezó.

—Tranquilo, está en la habitación de Douglas, jugando a videojuegos.
—Ya debería dormir.
—Estaba preocupado. Supongo que esperaba que regresaras. Además quería que le cantara una canción y la verdad no supe la letra. Dice que no la recuerda. Se la cantaba su madre.
—Lo sé. Tampoco sé la letra. Juro que la busqué por todo internet.

Me serví un whisky y me senté en el sofá.

—Estas agotado, papá.
—Un poco. Al menos cumplí con mi deber. Ahora comenzarán las investigaciones. Lo peor es que la obra se suspenderá por un tiempo.
—Aprovecha y toma vacaciones.
—Sí… Claro…

Se puso de pie y palmeó mi espalda.

—Ánimo, iré a ver a Nicolay.
—Gracias. Dile que ya subo y que se ponga el pijama.
—Ya se lo puso. No quiso que lo ayudara. Dijo que no era un bebé.

Sonreí.

Apenas quedé solo bajé las luces de la sala con el control. Bebí un trago de whisky y recosté la cabeza en el respaldo. Mañana llegaría Bianca a la mansión. Quizás no esperaría el fin de semana para viajar a Kirkenes. Deseaba verla cuanto antes. ¿Pero qué diría? Nada de lo que había ocurrido en la Isla era comparable con la ansiedad que sentía por ella.
Cerré los ojos… ¿Cuánto hacía que no la tenía entre mis brazos? ¿Un mes? ¿Un poco más? ¿Recordaría mis caricias? ¿Mis besos? Yo sí los recordaba… El aroma cítrico de su piel, la suavidad bajo mis manos, sus labios a los que amaba morder y besar… Solo ella conocía mis rincones favoritos. Solo ella me hacía temblar de placer. Sus dedos acariciaban despertando cada célula de mi piel, erizándola, calentando mi sangre…

Abrí mis ojos. No era bueno que continuara pensando en ella entre las sábanas. Nicolay podría bajar en cualquier momento y no tendría explicación para mi estado de excitación.

De pronto, un ruido extraño se escuchó en planta alta. ¿Nicolay? Pareció un objeto estrellarse contra el suelo.

Me levanté y subí la escalera preocupado. Caminé el corto pasillo y Numa salió a mi encuentro.

—¿Fue Nicolay o fuiste tú?
—Ninguno de los dos. El ruido vino de tu habitación.


NOTA: Lo sé, lo sé... Pura maldad de la autora.













11 comentarios:

  1. Hola malvadaaaaa!!!! Voy a ser la primera en comentar, jejejeje, Me lo he pasado de miedo leyendo el capi!!!! Freya es muuuchooooo más malvada que tú, quería matar a Odin!!!! Qué cerquita está Sebastien de Bianca!!!! Bravooooooooo!!!!! Me ha encantado!!!!!

    Besotes!!!!!

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    1. ¡Hola Merck! Has sido la primera, cierto.La primera que va a odiarme jajaja. Tranquila solo un poco más. Igual aunque haya reencuentro... No, deja no puedo adelantar nada. Mi musa está traviesa.
      Sí Freya quería matar a Odin pero no lo consiguió y un secreto se cierne sobre ellos. Veremos que pasa. Muchas gracias guapa, por comentar. Y un besote grande desde el cono sur.

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  2. Freya queria matar a Odin porque no le ha perdonado la infidelidad pero si no lo perdona que lo deje,no tiene que matarlo y tambien quiso matar a la niña que es Rose porque Rose es la hija de Odin.Esta bien que se haya caido ella,se lo merecia.Lo has dejado muy interesante porque Sebastien va a ir a la habitacion y vera a Bianca.Creo que se arreglaran porque se nota que se quieren.Me ha gustado mucho.Besos.

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    1. ¡Muchas gracias ramón! Pienso como tú. Si perdonas lo haces de corazón. Ella usó ese error, tal como dijo Aren. Lo alejó de Rose. Ahora veremos que pasa con Odin. No es fácil enfrentarse a un pasado habiendo estado oculto.
      Bianca y Sebastien se reencontrarán... Pero mi musa está muy atrevida y rebelde. Hay que esperar a ver que pasa. Un beso grande y gracias!!

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  3. Uy lo dejaste interesante. Esperó el encuentro de Sebastien con Bianca con muchas ganas. Ojala no le pase nada a ella y Odin me dio mucha penita todo lo que ha sufrido

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    1. ¡Hola cielo! Es un reencuentro muy esperado. Sin embargo... no olvidemos que hay un tercero que acecha...
      Odin ha sufrido, pero a mi modo de ver quizás debió luchar por su hija y no sentirse tan culpable. No pudo manejarlo. Eso creo traerá consecuencias.
      Un besazo amiga, muchas gracias por comentar.

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  4. Hola, Lou... No eres tan malvada como piensas... lo hubieras sido más si, antes del capítulo, no nos hubieras dicho que el reencuentro se hace esperar ;-)
    Cuando Odin visitó la mansión y vio a Rose, noté algo raro... sospeché algo... hoy he entendido qué le ocurría a Odin
    Siento que Aren y Gerda no puedan tener a su bebé... quizás las circunstancias cambien más adelante
    No sé qué decirte sobre Freya... es complicado tener claro si se trataba de una mujer con una maldad increíble... o si estaba completamente loca
    Menos mal que estaban Aren y Daven para ayudar a Odin
    Nicolay es un encanto... si de mayor es médico... será bueno
    Bueno, creo que a Rose le va a llegar un anillo de parte de Numa ;-)
    Charles es otro encanto... es un personaje maravilloso
    Bianca es testaruda y tenaz... ha conseguido llegar a la Isla del Oso... Está en la habitación, pero está muy agotada... Creo que algo malvada sí eres
    Bueno, pues te diré que este ha sido un capítulo cargado de tensión... me has hecho padecer bastante... La buena noticia es que eso solo lo consigue alguien que escribe bien, y que sabe como llegar a la fibra de los lectores... Enhorabuena
    Ahora me toca despedirme hasta septiembre... me voy la semana que viene
    Bueno, en septiembre espero leer ese esperado y deseado reencuentro
    Te deseo unos meses agradables... te alcanzaré en cuanto vuelva, no me saltaré ni un solo capítulo de esta maravilla de novela
    Por cierto, no te he dicho que Sebastien me pone nerviosa... ¿Cómo puede dudar de que Bianca querrá a Nicolay?
    Bueno, no me enrollo más
    Un abrazo muy fuerte

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  5. ¡Hola Mela! Es cierto que avisé pero sé que lo esperan con ahínco. Falta muy poco, un capi más.
    Imaginé que irías a pensar algo sobre Odin y Rose. Es una historia trágica, sin embargo espero convertirla en maravillosa. Veremos si lo logro.
    En cuanto a Freya, quizás la locura sacó la maldad de su corazón. A veces la esencia nuestra está escondida y con sucesos extremos sale a la luz. Creo, es complicado.
    Aren, Gerda, todos los escarlata han sufrido pérdidas y tal vez tengas razón, podría cambiar en un futuro.
    Nicolay y Charles son personajes muy queridos. Estoy de acuerdo contigo. Dos edades diferentes pero le ponen sal a la novela.
    Sí, lo sé. Me he portado mal con Bianca y la he dejado en una situación no solo deplorable sino peligrosa... pero ya lo sabrás.
    Sé que Sebastien te pone nerviosa. Lo entiendo. Piensa que Bianca no quería ser madre. Esas son sus dudas. Cree que le impone algo y que lo hará por hacerlo sentir bien. Para un padre no es suficiente. Pero ya entenderá que no es como cree.
    Tus palabras hacia mí como escritora tienen un valor incalculable. Vienen de una gran escritora así que muchas gracias.
    Te irás hasta septiembre y extrañaré tus comentarios, pero deseo que lo pases genial y que descanses mucho.
    Muchas gracias por estar siempre, por tus palabras, y espero lo mejor para ti.
    Buenas vacaciones amiga!! Besotes miles.

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  6. Mala hierba nunca muere, no sé si estará muerta la que ha humillado y maltratado a un guerrero de Thor. Amor es lo que siente Bianca. Obsesión y odio lo que sentía Freya o siente. Sigo pensando que mala hierba...
    Bianca se ha trasladado con placer hasta la alcoba de la Isla del Oso. Eres muy malvada y es posible que lo sigas siendo:))
    Bso

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  7. ¡Hola Ignacio! Es verdad, es mala hierba. Ojalá que haya sido su fin.
    Coincido que lo que sentía por Odin era obsesión. Y lo que siente Bianca es amor.
    Nuestra heroína ha llegado ala Isla del Oso, sí. Me he portado mal y puede que me porte peor pero es que ellos me dominan. Hacen lo que quieren.
    Al margen... creo que muchos olvidan que hay alguien más acechando, y que no tiene mucha paciencia.
    Un abrazo enorme y muchas gracias por comentar. Buena semana!!

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  8. Sebastien y Bianca cada vez están más cerca ya quiero leer que están juntos, y Lou dejaste el capítulo en la mejor parte!!!...Me como las uñas de la intriga jaja, gracias amiga por el capítulo!

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